[p. i]
TEATRO SELECTO
DE
CALDERON DE LA BARCA.
[p. ii]
BIBLIOTECA CLÁSICA.
Doce reales cada tomo en toda España.
OBRAS PUBLICADAS.
Tomos. | ||
HOMERO.—La Ilíada, traduccion directa del griego en verso y con notas de D. José Gomez Hermosilla. | 3 | |
CERVANTES.—Novelas ejemplares y viaje del Parnaso. | 2 | |
HERODOTO.—Los nueve libros de la historia, traduccion directa del griego, del padre Bartolomé Pou. | 2 | |
ALCALÁ GALIANO.—Recuerdos de un anciano. | 1 | |
VIRGILIO.— | La Eneida, traduccion directa del latin, en verso y con notas de D. Miguel Antonio Caro. | 2 |
— | Las églogas, traduccion en verso, de Hidalgo.—Las geórgicas, traduccion en verso, de Caro; ambas traducciones directas del latin, con un estudio del Sr. Menéndez Pelayo. | 1 |
MACAULAY. | ||
— | Estudios literarios. | 1 |
— | Estudios históricos. | 1 |
— | Estudios políticos. | 1 |
— | Estudios biográficos. | 1 |
— | Estudios críticos. | 1 |
Traduccion directa del inglés de M. Juderías Bender. | ||
QUINTANA.—Vidas de españoles célebres. | 2 | |
CICERÓN.—Tratados didácticos de la elocuencia, traduccion directa del latin de D. Marcelino Menéndez Pelayo. | 2 | |
SALUSTIO.—Conjuracion de Catilina.—Guerra de Jugurta, traduccion del infante D. Gabriel.—Fragmentos de la grande historia, traduccion del Sr. Menéndez Pelayo, ambas directas del latin. | 1 | |
TÁCITO.—Los anales, traduccion directa del latin de don Cárlos Coloma. | 2 | |
PLUTARCO.—Las vidas paralelas, traduccion directa del griego por D. Antonio Ranz Romanillos. | 5 | |
ARISTÓFANES.—Teatro completo, traduccion directa del griego por D. Federico Baráibar. | 2 | |
POETAS BUCÓLICOS GRIEGOS.—(Teócrito, Bion y Mosco). Traduccion directa del griego, en verso, por el Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de Oca, Obispo de Linares (Méjico). | 1 | |
MANZONI.—Los Novios, traduccion de D. Juan Nicasio Gallego. | 1 | |
ESQUILO.—Teatro completo, traduccion directa del griego, con notas, por D. Fernando Brieva Salvatierra. | 1 | |
QUEVEDO.—Obras satíricas y festivas. | 1 | |
DUQUE DE RIVAS.—Sublevacion de Nápoles. | 1 |
MADRID.—IMP. CENTRAL Á CARGO DE VÍCTOR SAIZ, COLEGIATA, 6
[p. iii]
BIBLIOTECA CLÁSICA
TOMO XXXVII
TEATRO SELECTO
DE
CALDERON DE LA BARCA
PRECEDIDO DE UN ESTUDIO CRÍTICO
DE
D. MARCELINO MENÉNDEZ PELAYO
TOMO II
DRAMAS TRÁGICOS
EL MÉDICO DE SU HONRA.
Á SECRETO AGRAVIO SECRETA VENGANZA.
EL ALCALDE DE ZALAMEA.
EL MAYOR MONSTRUO LOS CELOS.
AMAR DESPUES DE LA MUERTE.
MADRID
LUIS NAVARRO, EDITOR
COLEGIATA, NÚM. 6
1881
[p. v]
[p. vi]
PERSONAS.
El rey don Pedro.
El infante don Enrique.
Don Gutierre Alfonso.
Don Arias.
Don Diego.
Coquin, lacayo.
Doña Mencía de Acuña.
Doña Leonor.
Inés, criada.
Teodora, criada.
Jacinta, esclava herrada.
Ludovico, sangrador.
Un soldado.
Un viejo.
Pretendientes.
Acompañamiento.
Música.
Criados, criadas.
[p. 1]
Vista exterior de una quinta de Don Gutierre, inmediata á Sevilla.
Suena ruido de caza, y sale cayendo el INFANTE DON ENRIQUE, y algo despues salen DON ARIAS y DON DIEGO, y el último EL REY DON PEDRO.
D. Enr.
¡Jesus mil veces! (Cae sin sentido.)
D. Arias.
¡El cielo
Te valga!
Rey.
¿Qué fué?
D. Arias.
Cayó
El caballo, y arrojó
Desde él el Infante al suelo.
Rey.
Si las torres de Sevilla
Saluda de esa manera,
¡Nunca á Sevilla viniera,
Nunca dejara á Castilla!—
¡Enrique, hermano!
D. Diego.
¡Señor!
Rey.
¿No vuelve?
D. Arias.
A un tiempo ha perdido
Pulso, color y sentido.
[p. 2]¡Qué desdicha!
D. Diego.
¡Qué dolor!
Rey.
Llegad á esa quinta bella
Que está del camino al paso,
Don Arias, á ver si acaso,
Recogido un poco en ella,
Cobra salud el Infante.
Todos os quedad aquí,
Y dadme un caballo á mí,
Que he de pasar adelante;
Que aunque este horror y mancilla
Mi rémora pudo ser,
No me quiero detener
Hasta llegar á Sevilla.
Allá llegará la nueva
Del suceso. (Váse.)
DON ENRIQUE, desmayado; DON ARIAS, DON DIEGO.
D. Arias.
Esta ocasion
De su fiera condicion
Ha sido bastante prueba.
¿Quién á un hermano dejara,
Tropezando desta suerte
En los brazos de la muerte?
¡Vive Dios!...
D. Diego.
Calla, y repara
En que, si oyen las paredes,
Los troncos, Don Arias, ven,
[p. 3]Y nada nos está bien.
D. Arias.
Tú, Don Diego, llegar puedes
A esa quinta: dí que aquí
El Infante mi señor
Cayó.—Pero no; mejor
Será que los dos así
Le llevemos donde pueda
Descansar.
D. Diego.
Has dicho bien.
D. Arias.
Viva Enrique, y otro bien
La suerte no me conceda.
(Llevan al Infante.)
Sala en la quinta de Don Gutierre.
DOÑA MENCIA, JACINTA.
D.ª Men.
Desde la torre lo ví,
Y aunque quién son no podré
Distinguir, Jacinta, sé
Que una gran desdicha allí
Ha sucedido. Venía
Un bizarro caballero
En un bruto tan ligero,
Que en el viento parecia
Un pájaro que volaba;
Y es razon que lo presumas,
Porque un penacho de plumas
Matices al aire daba.
[p. 4]El campo y el sol en ellas
Compitieron resplandores;
Que el campo le dió sus flores,
Y el sol le dió sus estrellas;
Porque cambiaban de modo,
Y de modo relucian,
Que en todo al sol parecian,
Y á la primavera en todo.
Corrió, pues, y tropezó
El caballo, de manera
Que lo que ave entónces era,
Cuando en la tierra cayó
Fué rosa; y así en rigor
Imitó su lucimiento
En sol, cielo, tierra y viento,
Ave, bruto, estrella y flor.
Jacinta.
¡Ay señora! en casa ha entrado...
D.ª Men.
¿Quién?
Jacinta.
Un confuso tropel
De gente.
D.ª Men.
¿Mas que con él
A nuestra quinta han llegado?
DON ARIAS y DON DIEGO, que sacan en brazos al INFANTE y siéntanle en una silla.—DOÑA MENCIA, JACINTA.
D. Diego.
En las casas de los nobles
Tiene tan divino imperio
La sangre del Rey, que ha dado
[p. 5]En la vuestra atrevimiento
Para entrar desta manera.
D.ª Men.
(Ap.) ¡Qué es esto que miro, cielos!
D. Diego.
El infante Don Enrique,
Hermano del rey Don Pedro,
A vuestras puertas cayó,
Y llega aquí medio muerto.
D.ª Men.
¡Valgame Dios, qué desdicha!
D. Arias.
Decidnos á qué aposento
Podrá retirarse, en tanto
Que vuelva al primero aliento
Su vida.—Pero ¡qué miro!
¡Señora!
D.ª Men.
¡Don Arias!
D. Arias.
Creo
Que es sueño ó fingido cuanto
Estoy escuchando y viendo.
¿Que el infante Don Enrique,
Más amante que primero,
Vuelva á Sevilla, y te halle
Con tan infeliz encuentro,
Puede ser verdad?
D.ª Men.
Sí es:
¡Ojalá que fuera sueño!
D. Arias.
Pues ¿qué haces aquí?
D.ª Men.
Despacio
Lo sabrás, que ahora no es tiempo
Sino sólo de acudir
A la vida de tu dueño.
D. Arias.
¡Quién le dijera que así
Llegara á verte!
D.ª Men.
Silencio,
Que importa mucho, Don Arias.
D. Arias.
¿Por qué?
[p. 6]D.ª Men.
Va mi honor en ello.
Entrad en ese retrete,
Donde está un catre cubierto
De un cuero turco y de flores;
Y en él, aunque humilde lecho,
Podrá descansar.—Jacinta,
Saca tú ropa al momento,
Aguas y olores que sean
Dignos de tan alto empleo. (Vase Jacinta.)
D. Arias.
Los dos, miéntras se adereza,
Aquí al Infante dejemos,
Y á su remedio acudamos,
Si hay en desdichas remedio.
(Vanse los dos.)
DOÑA MENCÍA; DON ENRIQUE, sin conocimiento, en una silla.
D.ª Men.
Ya se fueron; ya he quedado
Sola. ¡Oh quién pudiera, cielos,
Con licencia de su honor
Hacer aquí sentimientos!
¡Oh quién pudiera dar voces,
Y romper con el silencio
Cárceles de nieve, donde
Está aprisionado el fuego,
Que ya, resuelto en cenizas,
Es ruina que está diciendo:
«Aquí fué amor»!—Mas ¿qué digo?
¿Qué es esto, cielos, qué es esto?
[p. 7]Yo soy quien soy. Vuelva el aire
Los repetidos acentos
Que llevó; porque áun perdidos,
No es bien que publiquen ellos
Lo que yo debo callar;
Porque ya, con más acuerdo,
Ni para sentir soy mia;
y solamente me huelgo
De tener hoy que sentir,
Por tener en mis deseos
Que vencer; pues no hay virtud
Sin experiencia. Perfecto
Está el oro en el crisol,
El iman en el acero,
El diamante en el diamante,
Los metales en el fuego;
Y así mi honor en sí mismo
Se acrisola, cuando llego
Á vencerme; pues no fuera
Sin experiencias perfecto.
¡Piedad, divinos cielos!
¡Viva callando, pues callando muero!
¡Enrique! ¡Señor!
D. Enr.
(Volviendo en sí.)¿Quién llama?
D.ª Men.
Albricias...
D. Enr.
¡Válgame el cielo!
D.ª Men.
Que vive tu Alteza.
D. Enr.
¿Dónde
Estoy?
D.ª Men.
En parte, á lo ménos,
Donde de vuestra salud
Hay quien se huelgue.
D. Enr.
Lo creo,
Si esta dicha, por ser mia,
[p. 8]No se deshace en el viento;
Pues consultando conmigo
Estoy, si despierto sueño,
O si dormido discurro,
Pues á un tiempo duermo y velo.
¿Pero para qué averiguo,
Poniendo á mayores riesgos
La verdad? Nunca despierte,
Si es verdad que ahora duermo;
Y nunca duerma en mi vida,
Si es verdad que estoy despierto.
D.ª Men.
Vuestra Alteza, gran señor,
Trate, prevenido y cuerdo,
De su salud, cuya vida,
Dilate siglos eternos,
Fénix de su misma fama,
Imitando al que en el fuego
Ave, llama, ascua y gusano,
Urna, pira, voz é incendio,
Nace, vive, dura y muere,
Hijo y padre de sí mesmo;
Que despues sabrá de mí
Dónde está.
D. Enr.
No lo deseo;
Que si estoy vivo y te miro,
Ya mayor dicha no espero;
Ni mayor dicha tampoco,
Si te miro estando muerto;
Pues es fuerza que sea gloria
Donde vive ángel tan bello.
Y así no quiero saber
Qué acasos ni qué sucesos
Aquí mi vida guiaron,
Ni aquí la tuya trajeron;
[p. 9]Pues con saber que estoy donde
Estás tú, vivo contento;
Y así ni tú que decirme,
Ni yo que escucharte tengo.
D.ª Men.
(Ap. Presto de tantos favores
Será desengaño el tiempo.)
Dígame ahora, ¿cómo está
Vuestra Alteza?
D. Enr.
Estoy tan bueno
Que nunca estuve mejor;
Sólo en esta pierna siento
Un dolor.
D.ª Men.
Fué gran caida;
Pero en descansando, pienso
Que cobraréis la salud;
Y ya os están previniendo
Cama donde descanseis.
Que me perdoneis, os ruego,
La humildad de la posada;
Aunque disculpada quedo...
D. Enr.
Muy como señora hablais,
Mencía. ¿Sois vos el dueño
De esta casa?
D.ª Men.
No, señor;
Pero de quien lo es, sospecho
Que lo soy.
D. Enr.
¿Y quién lo es?
D.ª Men.
Un ilustre caballero,
Gutierre Alfonso Solís,
Mi esposo y esclavo vuestro.
D. Enr.
¡Vuestro esposo! (Levántase.)
D.ª Men.
Sí, señor.
No os levanteis, deteneos;
Ved que no podeis estar
[p. 10]En pié.
D. Enr.
Sí puedo, sí puedo.
DON ARIAS, DON DIEGO.—Dichos.
D. Arias.
Dame, gran señor, las plantas,
Que mil veces toco y beso,
Agradecido á la dicha
Que en tu salud nos ha vuelto
La vida á todos.
D. Diego.
Ya puede
Vuestra Alteza á este aposento
Retirarse, donde está
Prevenido todo aquello
Que pudo en la fantasía
Bosquejar el pensamiento.
D. Enr.
Don Arias, dadme un caballo,
Dadme un caballo, Don Diego.
Salgamos presto de aquí.
D. Arias.
¿Qué decís?
D. Enr.
Que me deis presto
Un caballo.
D. Diego.
Pues, señor...
D. Arias.
Mira...
D. Enr.
Estáse Troya ardiendo,
Y Eneas de mis sentidos,
He de librarlos del fuego. (Vase D. Diego.)
DON ENRIQUE, DOÑA MENCÍA, DON ARIAS.
D. Enr.
¡Ay, Don Arias, la caida
No fué acaso, sino agüero
De mi muerte! Y con razon,
Pues fué divino decreto
Que viniese á morir yo,
Con tan justo sentimiento,
Donde tú estabas casada,
Porque nos diesen á un tiempo
Pésames y parabienes
De tu boda y de mi entierro.
De verse el bruto á tu sombra,
Pensé que altivo y soberbio
Engendró con osadía
Bizarros atrevimientos,
Cuando presumiendo de ave,
Con relinchos cuerpo á cuerpo
Desafiaba los rayos,
Despues que venció los vientos.
Y no fué, sino que al ver
Tu casa, montes de celos
Se le pusieron delante
Porque tropezase en ellos;
Que áun un bruto se desboca
Con celos; y no hay tan diestro
Jinete, que allí no pierda
Los estribos al correrlos.
Milagro de tu hermosura
[p. 12]Presumí el feliz suceso
De mi vida; pero ya,
Más desengañado, pienso
Que no fué sino venganza
De mi muerte, pues es cierto
Que muero, y que no hay milagros
Que se examinen muriendo.
D.ª Men.
Quien oyere á vuestra Alteza
Quejas, agravios, desprecios,
Podrá formar de mi honor
Presunciones y conceptos
Indignos dél. Y yo ahora,
Por si acaso llevó el viento
Cabal alguna razon,
Sin que en partidos acentos
La trocase, responder
A tantos agravios quiero,
Porque donde fueron quejas,
Vayan con el mismo aliento
Desengaños. Vuestra Alteza,
Liberal de sus deseos,
Generoso de sus gustos,
Pródigo de sus afectos,
Puso los ojos en mí:
Es verdad, yo lo confieso.
Bien sabe, de tantos años
De experiencias, el respeto
Con que constante mi honor
Fué una montaña de hielo,
Conquistada de las flores,
Escuadrones que arma el tiempo.
Si me casé, ¿de qué engaño
Se queja, siendo sujeto
Imposible á sus pasiones,
[p. 13]Reservado á sus intentos,
Pues soy para dama más,
Lo que para esposa ménos?
Y así, en esta parte ya
Disculpada, en la que tengo
De mujer, á vuestros piés
Humilde, señor, os ruego
No os ausenteis desta casa
Poniendo á tan claro riesgo
La salud.
D. Enr.
¿Cuánto mayor
En esta casa le tengo?
DON GUTIERRE, COQUIN.—Dichos.
D. Gut.
Déme los piés vuestra Alteza,
Si puedo de tanto sol
Tocar ¡oh rayo español!
La majestad y grandeza.
Con alegría y tristeza
Hoy á vuestras plantas llego,
Y mi aliento, lince y ciego,
Entre asombros y desmayos,
Es águila á tantos rayos,
Mariposa á tanto fuego.
Tristeza de la caida
Que puso con triste efeto
A Castilla en tanto aprieto,
Y alegría de la vida
Que vuelve restituida
A su pompa, á su belleza,
[p. 14]Cuando en gusto vuestra Alteza
Trueca ya la pena mia:
¿Quién vió triste la alegría?
¿Quién vió alegre la tristeza?
Honrad por tan breve espacio
Esta esfera, aunque pequeña;
Porque el sol no se desdeña,
Despues que ilustró un palacio,
De iluminar el topacio
De algun pajizo arrebol.
Y pues sois rayo español,
Descansad aquí; que es ley
Hacer el palacio el rey
Tambien, si hace esfera el sol.
D. Enr.
El gusto y pesar estimo
Del modo que le sentís,
Gutierre Alfonso Solís;
Y así en el alma le imprimo,
Donde á tenerle me animo
Guardado.
D. Gut.
Sabe tu Alteza
Honrar.
D. Enr.
Y aunque la grandeza
Desta casa fuera aquí
Grande esfera para mí,
Pues lo fué de una belleza;
No me puedo detener;
Que pienso que esta caida
Ha de costarme la vida;
Y no solo por caer,
Sino tambien por hacer
Que no pasase adelante
Mi intento... Y es importante
Irme; que hasta un desengaño
[p. 15]Cada minuto es un año,
Es un siglo cada instante.
D. Gut.
Señor, ¿vuestra Alteza tiene
Causa tal, que su inquietud
Aventure la salud
De una vida que previene
Tantos aplausos?
D. Enr.
Conviene
Llegar á Sevilla hoy.
D. Gut.
Necio en apurar estoy
Vuestro intento; pero creo
Que mi lealtad y deseo...
D. Enr.
Y si yo la causa os doy,
¿Qué direis?
D. Gut.
Yo no os la pido;
Que á vos, señor, no es bien hecho
Examinaros el pecho.
D. Enr.
Pues escuchad. Yo he tenido
Un amigo tal, que ha sido
Otro yo.
D. Gut.
Dichoso fué.
D. Enr.
A este en ausencia fié
El alma, la vida, el gusto
En una mujer. ¿Fué justo
Que atropellando la fe
Que debió al respeto mio,
Faltase en ausencia?
D. Gut.
No.
D. Enr.
Pues á otro dueño le dió
Llaves de aquel albedrío:
Al pecho que yo le fio,
Introdujo otro señor:
Otro goza su favor:
¿Podrá un hombre enamorado
[p. 16]Sosegar con tal cuidado,
Descansar con tal dolor?
D. Gut.
No, señor.
D. Enr.
Cuando los cielos
Tanto me fatigan hoy,
Que en cualquier parte que estoy,
Estoy mirando mis celos,
Tan presentes mis desvelos
Están delante de mí,
Que aquí los miro, y así
De aquí ausentarme deseo;
Que aunque van conmigo, creo
Que se han de quedar aquí.
D.ª Men.
Dicen que el primer consejo
Ha de ser de la mujer;
Y así, señor, quiero ser
(Perdonad si os aconsejo)
Quien os dé consuelo. Dejo
Aparte celos, y digo
Que aguardeis á vuestro amigo
Hasta ver si se disculpa;
Que hay calidades de culpa
Que no merecen castigo.
No os despeñe vuestro brío:
Mirad, aunque esteis celoso,
Que ninguno es poderoso
En el ajeno albedrío.
Cuanto al amigo, confío
Que os he respondido ya;
Cuanto á la dama, quizá
Fuerza, y no mudanza fué:
Oidla vos, que yo sé
Que ella se disculpará.
D. Enr.
No es posible.
DON DIEGO.—Dichos.
D. Diego.
Ya está allí
El caballo apercibido.
D. Gut.
Si es del que hoy habeis caido,
No subais en él, y aquí
Recibid, señor, de mí
Una pia hermosa y bella,
A quien una palma sella,
Signo que vuestra la hace:
Que tambien un bruto nace
Con mala ó con buena estrella.
Es este prodigio pues
Proporcionado y bien hecho,
Dilatado de anca y pecho,
De cabeza y cuello es
Corto, de brazos y piés
Fuerte, á uno y otro elemento
Les da en sí lugar y asiento,
Siendo el bruto de la palma
Tierra el cuerpo, fuego el alma,
Mar la espuma, y todo viento.
D. Enr.
El alma aquí no podria
Distinguir lo que procura,
La pia de la pintura,
O por mejor bizarría,
La pintura de la pia.
Coquin.
Aquí entro yo. A mí me dé
Vuestra Alteza mano ó pié,
[p. 18]Lo que está (que esto es más llano)
O más á pié ó más á mano.
D. Gut.
Aparta, necio.
D. Enr.
¿Por qué?
Dejadle, su humor le abona.
Coquin.
En hablando de la pia,
Entra la persona mia,
Que es su segunda persona.
D. Enr.
Pues ¿quién sois?
Coquin.
¿No lo pregona
Mi estilo? Yo soy, en fin,
Coquin, hijo de Coquin,
De aquesta casa escudero,
De la pia despensero,
Pues la siso al celemin
La mitad de la comida:
Y en efecto, señor, hoy,
Por ser vuestro dia, os doy
Norabuena muy cumplida.
D. Enr.
¿Mi dia?
Coquin.
Es cosa sabida.
D. Enr.
Su dia llama uno aquel
Que es á sus gustos fïel;
Si lo fué á la pena mia,
¿Cómo pudo ser mi dia?
Coquin.
Cayendo, señor, en él;
Y para que se publique
En cuantos lunarios hay,
Desde hoy diré: «A tantos cay
»San Infante Don Enrique.»
D. Gut.
Tu Alteza, señor, aplique
La espuela al ijar; que el dia
Ya en la tumba helada y fria,
Huésped del undoso dios,
[p. 19]Hace noche.
D. Enr.
Guárdeos Dios,
Hermosísima Mencía.
Y porque veais que estimo
El consejo, buscaré
A esta dama, y della oiré
La disculpa. (Ap. Mal reprimo
El dolor, cuando me animo
A no decir lo que callo.
Lo que en este lance hallo,
Ganar y perder se llama;
Pues él me ganó la dama,
Y yo le gané el caballo.)
(Vanse el Infante, D. Arias, D. Diego y Coquin.)
DON GUTIERRE, DOÑA MENCÍA.
D. Gut.
Bellísimo dueño mio,
Ya que vive tan unida
A dos almas una vida,
Dos vidas á un albedrío,
De tu amor y ingenio fío
Hoy, que licencia me dés
Para ir á besar los piés
Al Rey, mi señor, que viene
De Castilla; y le conviene
A quien caballero es,
Irle á dar la bienvenida.
Y fuera desto, ir sirviendo
Al infante Enrique, entiendo
[p. 20]Que es accion justa y debida,
Ya que debí á su caida
El honor que hoy ha ganado
Nuestra casa.
D.ª Men.
¿Qué cuidado
Más te lleva á darme enojos?
D. Gut.
No otra cosa, ¡por tus ojos!
D. Men.
¿Quién duda que haya causado
Algun deseo Leonor?
D. Gut.
¿Eso dices? No la nombres.
D.ª Men.
¡Oh qué tales sois los hombres!
¡Hoy olvido, ayer amor,
Ayer gusto, y hoy rigor!
D. Gut.
Ayer, como el sol no via,
Hermosa me parecia
La luna; mas hoy, que adoro
Al sol, ni dudo ni ignoro
Lo que hay de la noche al dia.
Escúchame un argumento.
Una llama en noche oscura
Arde hermosa, luce pura,
Cuyos rayos, cuyo aliento
Dulce ilumina del viento
La esfera; sale el farol
Del cielo, y á su arrebol
Todo á sombra se reduce,
Ni arde, ni alumbra, ni luce;
Que es mar de rayos el sol.
Aplícolo ahora: yo amaba
Una luz, cuyo esplendor
Vivió planeta mayor,
Que sus rayos sepultaba:
Una llama me alumbraba;
Pero era una llama aquella,
[p. 21]Que eclipsas divina y bella,
Siendo de luces crisol;
Porque hasta que sale el sol,
Parece hermosa una estrella.
D.ª Men.
¡Qué lisonjero os escucho!
Muy metafísico estais.
D. Gut.
En fin, ¿licencia me dais?
D.ª Men.
Pienso que la deseais mucho,
Por eso cobarde lucho
Conmigo.
D. Gut.
¿Puede en los dos
Haber engaño, si en vos
Quedo yo, y vos vais en mí?
D.ª Men.
Pues como os quedeis aquí,
Adios, Don Gutierre.
D. Gut.
Adios. (Vase.)
JACINTA.—DOÑA MENCÍA.
Jacinta.
Triste, señora, has quedado.
D.ª Men.
Sí, Jacinta, y con razon.
Jacinta.
No sé qué nueva ocasion
Te ha suspendido y turbado,
Que una inquietud, un cuidado
Te ha divertido.
D.ª Men.
Es así.
Jacinta.
Bien puedes fiar de mí.
D.ª Men.
¿Quieres ver si de tí fío
Mi vida y el honor mio?
Pues escucha atenta.
[p. 22]
Jacinta.
Dí.
D.ª Men.
Nací en Sevilla, y en ella
Me vió Enrique, festejó
Mis desdenes, celebró
Mi nombre... ¡felice estrella!
Fuése, y mi padre atropella
La libertad que hubo en mí:
La mano á Gutierre di,
Volvió Enrique, y en rigor,
Tuve amor, y tengo honor.
Esto es cuanto sé de mí. (Vanse.)
Sala en el alcázar de Sevilla.
DOÑA LEONOR é INÉS, con mantos.
Inés.
Ya sale para entrar en la capilla:
Aquí le espera, y á sus piés te humilla.
D.ª Leon.
Lograré mi esperanza,
Si recibe mi agravio la venganza.
EL REY, criados, un SOLDADO, un VIEJO, pretendientes.—Dichas.
Voces.
(Dentro.) ¡Plaza!
[p. 23]Pret. 1.º
Tu Majestad aqueste lea.
Rey.
Yo le haré ver.
Pret. 2.º
Tu Alteza, señor, vea
Este.
Rey.
Está bien.
Pret. 2.º
(Ap.)Pocas palabras gasta.
Pret. 3.º
Yo soy...
Rey.
El memorial solo me basta.
Un sold.
(Ap.) ¡Turbado estoy! Mal el temor resisto.
Rey.
¿De qué os turbais?
Soldado.
¿No basta haberos visto?
Rey.
Sí basta. ¿Qué pedís?
Soldado.
Yo soy soldado.
Una ventaja.
Rey.
Poco habeis pedido
Para haberos turbado.
Una jineta os doy.
Soldado.
¡Felice he sido!
Un viejo.
Un pobre viejo soy, limosna os pido.
Rey.
Tomad este diamante.
Viejo.
¿Para mí os le quitais?
Rey.
Y no os espante;
Que, para darle de una vez, quisiera,
Sólo un diamante todo el mundo fuera.
D.ª Leon.
Señor, á vuestras plantas
Mis piés turbados llegan.
De parte de mi honor vengo á pediros
Con voces que se anegan en suspiros,
Con suspiros que en lágrimas se anegan,
Justicia: para vos y Dios apelo.
Rey.
Sosegaos, señora, alzad del suelo.
D.ª Leon.
(Levántase.)
Yo soy...
Rey.
No prosigais de esa manera.
[p. 24]Salíos todos afuera.
(Vanse todos ménos la dama.)
EL REY, DOÑA LEONOR.
Rey.
Hablad ahora, porque si venísteis
De parte del honor, como dijísteis,
Indigna cosa fuera
Que en público el honor sus quejas diera,
Y que á tan bella cara
Vergüenza á la justicia le costara.
D.ª Leon.
Pedro, á quien llama el mundo Justiciero,
Planeta soberano de Castilla,
A cuya luz se alumbra este hemisfero,
Júpiter español, cuya cuchilla
Rayos esgrime de templado acero,
Cuando blandida al aire alumbra y brilla,
Sangriento giro, que entre nubes de oro
Corta los cuellos de uno y otro moro:
Yo soy Leonor, á quien Andalucía
Llama (lisonja fué) Leonor la bella;
No porque fuese la hermosura mia
Quien el nombre adquirió, sino la estrella;
Que quien decia bella, ya decia
Infelice; que el nombre incluye y sella
A la sombra no más de la hermosura
Poca dicha, señor, poca ventura.
Puso los ojos, para darme enojos,
Un caballero en mí, que ¡ojalá fuera
Basilisco de amor á mis despojos,
[p. 25]Áspid de celos á mi primavera!
Luego el deseo sucedió á los ojos,
El amor al deseo, y de manera
Mi calle festejó, que en ella via
Morir la noche y espirar el dia.
¿Con qué razones, gran señor, herida
La voz, diré que á tanto amor postrada,
Aunque el desden me publicó ofendida
La voluntad me confesó obligada?
De obligada pasé á agradecida,
Luego de agradecida á apasionada;
Que en la universidad de enamorados
Dignidades de amor se dan por grados.
Poca centella incita mucho fuego,
Poco viento movió mucha tormenta,
Poca nube al principio arroja luego
Mucho diluvio, poca luz alienta
Mucho rayo despues, poco amor ciego
Descubre mucho engaño; y así intenta
Siendo centella, viento, nube, ensayo,
Ser tormenta, diluvio, incendio y rayo.
Dióme palabra que sería mi esposo;
Que ese de las mujeres es el cebo
Con que engaña al honor el cauteloso
Pescador, cuya pasta es el Erebo,
Que aduerme los sentidos temeroso.
El labio aquí fallece, y no me atrevo
A decir que mintió. No es maravilla.
¿Qué palabra se dió para cumplilla?
Con esta libertad entró en mi casa;
Si bien siempre el honor fué reservado,
Porque yo, liberal de amor, y escasa
De honor, me atuve siempre á este sagrado
Mas la publicidad á tanto pasa,
[p. 26]Y tanto esta opinion se ha dilatado,
Que en secreto quisiera más perderla,
Que con público escándalo tenerla.
Pedí justicia; pero soy muy pobre:
Quejéme dél; pero es muy poderoso:
Y ya que es imposible que yo cobre,
Pues se casó, mi honor, Pedro famoso,
Si sobre tu piedad divina, sobre
Tu justicia me admites generoso,
Que me sustente en un convento pido.
Gutierre Alfonso de Solís ha sido.
Rey.
Señora, vuestros enojos
Siento con razon, por ser
Un Atlante, en quien descansa
Todo el peso de la ley.
Si Gutierre está casado,
No podrá satisfacer,
Como decís, por entero
Vuestro honor; pero yo haré
Justicia como convenga
En esta parte; si bien
No os debe restituir
Honor que vos os teneis.
Oigamos á la otra parte
Disculpas suyas; que es bien
Guardar el segundo oido
Para quien llegue despues;
Y fiad, Leonor, de mí,
Que vuestra causa veré
De suerte, que no os obligue
A que digais otra vez
Que sois pobre, él poderoso,
Siendo yo en Castilla rey.
Mas Gutierre viene allí.
[p. 27]Podrá, si conmigo os ve,
Conocer que me informasteis
Primero. Aquese cancel
Os encubra: aquí aguardad,
Hasta que salgais despues.
D.ª Leon.
En todo he de obedeceros. (Escóndese.)
COQUIN.—EL REY.
Coquin.
(Para sí.) De sala en sala, par diez,
A la sombra de mi amo,
Que allí se quedó, llegué
Hasta aquí. ¡El cielo me valga!
¡Vive Dios, que está aquí el Rey!
Él me ha visto, y se mesura.
Plegue al cielo, que no esté
Muy alto aqueste balcon,
Por si me arroja por él.
Rey.
¿Quién sois?
Coquin.
¿Yo, señor?
Rey.
Vos.
Coquin.
Yo
(¡Válgame el cielo!) soy quien
Vuestra Majestad quisiere,
Sin quitar y sin poner;
Porque un hombre muy discreto
Me dió por consejo ayer,
No fuese quien en mi vida
Vos no quisieseis; y fué
De manera la licion,
[p. 28]Que ántes, ahora y despues,
Quien vos quisiéredes solo
Fuí, quien gustareis seré,
Quien os place soy; y en esto,
¡Mirad con quién y sin quien!
Y así, con vuestra licencia,
Por donde vine me iré
Hoy con mis piés de compas,
Si no con compas de piés.
Rey.
Aunque me habeis respondido
Cuanto pudiera saber,
Quién sois os he preguntado.
Coquin.
Y yo os hubiera tambien,
Al tenor de la pregunta
Respondido, á no temer
Que en diciéndôs quien soy, luégo
Por un balcon me arrojeis,
Por haberme entrado aquí
Tan sin qué ni para qué,
Teniendo un oficio yo
Que vos no habeis menester.
Rey.
¿Qué oficio teneis?
Coquin.
Yo soy
Cierto correo de á pié,
Portador de todas nuevas,
Huron de todo interes,
Sin que se me haya escapado
Señor profeso ó novel;
Y del que me ha dado más,
Digo más, digo más bien.
Todas las casas son mias,
Y aunque lo son, esta vez
La de Don Gutierre Alfonso
Es mi accesoria, en quien fué
[p. 29]Mi pasto meridïano
Un andaluz cordobes.
Soy cofrade del contento;
El pesar no sé quién es,
Ni áun para servirle. En fin,
Soy, aquí donde me veis,
Mayordomo de la risa,
Gentilhombre del placer
Y camarero del gusto,
Pues que me visto con él.
Y por ser esto, he temido
El darme aquí á conocer;
Porque un Rey que no se rie,
Temo que me libre cien
Esportillas batanadas,
Con pespuntes al enves,
Por vagamundo.
Rey.
¿En fin, sois
Hombre que á cargo teneis
La risa?
Coquin.
Sí, mi señor;
Y porque lo echeis de ver,
Esto es jugar de gracioso
En palacio. (Cúbrese.)
Rey.
Está muy bien;
Y pues sé quien sois, hagamos
Los dos un concierto.
Coquin.
¿Y es?
Rey.
¿Hacer reir profesais?
Coquin.
Es verdad.
Rey.
Pues cada vez
Que me hiciéredes reir,
Cien escudos os daré;
Y si no me hubiereis hecho
[p. 30]Reir en término de un mes,
Os han de sacar los dientes.
Coquin.
Testigo falso me haceis,
Y es ilícito contrato
De enorme lesion.
Rey.
¿Por qué?
Coquin.
Porque quedaré lisiado
Si le acepto, ¿no se ve?
Dicen, cuando uno se rie,
Que enseña los dientes; pues
Enseñarlos yo llorando,
Será reirme al reves.
Dicen que sois tan severo,
Que á todos dientes haceis;
¿Qué os hice yo, que á mí solo
Deshacérmelos quereis?
Pero vengo en el partido;
Que porque ahora me dejeis
Ir libre, no lo rehuso;
Pues por lo ménos un mes
Me hallo aquí, como en la calle,
De vida; y al cabo dél,
No es mucho que tome postas
En mi boca la vejez.
Y así voy á examinarme
De cosquillas. Voto á diez,
Que os habeis de reir. Adios,
Y veámonos despues. (Vase.)
DON ENRIQUE, DON GUTIERRE, DON DIEGO, DON ARIAS, criados.—EL REY.
D. Enr.
Déme vuestra Majestad
La mano.
Rey.
Vengais con bien,
Enrique. ¿Cómo os sentís?
D. Enr.
Más, señor, el susto fué
Que el golpe: estoy bueno.
D. Gut.
A mí
Vuestra Majestad me dé
La mano, si mi humildad
Merece tan alto bien;
Porque el suelo que pisais,
Es soberano dosel,
Que ilumina de los vientos
Uno y otro rosicler.
Y vengais con la salud
Que este reino ha menester,
Para que os adore España
Coronado de laurel.
Rey.
De vos, Don Gutierre Alfonso...
D. Gut.
¿Las espaldas me volveis?
Rey.
Grandes querellas me dan.
D. Gut.
Injustas deben de ser.
Rey.
¿Quién es, decidme, Leonor,
Una principal mujer
De Sevilla?
D. Gut.
Una señora
[p. 32]Bella, ilustre y noble es,
De lo mejor de esta tierra.
Rey.
¿Qué obligacion la teneis,
A que habeis correspondido
Necio, ingrato y descortés?
D. Gut.
No os he de mentir en nada;
Que el hombre, señor, de bien
No sabe mentir jamás,
Y más delante del Rey.
Servíla, y mi intento entónces
Casarme con ella fué,
Si no mudara las cosas
De los tiempos el vaiven.
Visitéla, entré en su casa
Públicamente; si bien
No le debo á su opinion
De una mano el interes.
Viéndome desobligado,
Pude mudarme despues,
Y así, libre de este amor,
En Sevilla me casé
Con Doña Mencía de Acuña,
Dama principal, con quien
Vivo, fuera de Sevilla,
Una casa de placer.
Leonor, mal aconsejada
(Que no la aconseja bien
Quien destruye su opinion),
Pleitos intentó poner
A mi desposorio, donde
El más riguroso juez
No halló causa contra mí,
Aunque ella dice que fué
Diligencia del favor.
[p. 33]¡Mirad vos si á una mujer
Hermosa favor faltara,
Si le hubiera menester!
Con este engaño pretende,
Puesto que vos lo sabeis,
Valerse de vos; y así
Yo me pongo á vuestros piés,
Donde á la justicia vuestra
Dará la espada mi fe,
Y mi lealtad la cabeza.
Rey.
¿Qué causa tuvisteis pues
Para tan grande mudanza?
D. Gut.
¿Novedad tan grande es
Mudarse un hombre? ¿No es cosa
Que cada dia se ve?
Rey.
Sí, pero de extremo á extremo
Pasar el que quiso bien,
No fué sin grande ocasion.
D. Gut.
Suplícôs no me apreteis;
Que soy hombre que, en ausencia
De las mujeres, daré
La vida por no decir
Cosa indigna de su ser.
Rey.
¿Luego vos causa tuvísteis?
D. Gut.
Sí, señor; pero creed
Que si para mí descargo
Hoy hubiera menester
Decirlo, cuando importara
Vida y alma, amante fiel
De su honor, no lo dijera.
Rey.
Pues yo lo quiero saber.
D Gut.
Señor...
Rey.
Es curiosidad.
D. Gut.
Mirad...
[p. 34]Rey.
No me repliqueis;
Que me enojaré, por vida...
D. Gut.
Señor, señor, no jureis;
Que mucho ménos importa
Que yo deje aquí de ser
Quien soy, que veros airado.
Rey.
(Ap. Que dijese, le apuré,
El suceso en alta voz,
Porque pueda responder
Leonor, si aqueste me engaña,
Y si habla verdad, porqué
Convencida con su culpa,
Sepa Leonor que lo sé.)
Decid pues.
D. Gut.
A mi pesar
Lo digo. Una noche entré
En su casa, sentí ruido
En una cuadra, llegué,
Y al mismo tiempo que fuí
A entrar, pude el bulto ver
De un hombre, que se arrojó
Del balcon; bajé tras él,
Y sin conocerle, al fin
Pudo escaparse por piés.
D. Arias.
(Ap.) ¡Válgame el cielo! ¿qué es esto
Que miro?
D. Gut.
Y aunque escuché
Satisfacciones, y nunca
Di á mi agravio entera fe,
Fué bastante esta aprension
A no casarme; porqué
Si amor y honor son pasiones
Del ánimo, á mi entender,
Quien hizo al amor ofensa,
[p. 35]Se le hace al honor en él;
Porque el agravio del gusto
Al alma toca tambien.
DOÑA LEONOR.—Dichos.
D.ª Leon.
Vuestra Majestad perdone;
Que no puedo detener
El golpe á tantas desdichas
Que han llegado de tropel.
Rey.
(Ap.) ¡Vive Dios, que me engañaba!
La prueba sucedió bien.
D.ª Leon.
Y oyendo contra mi honor
Presunciones, fuera ley
Injusta que yo cobarde
Dejara de responder;
Que ménos perder importa
La vida, cuando me dé
Este atrevimiento muerte,
Que vida y honor perder.
Don Arias entró en mi casa...
D. Arias.
Señora, espera, deten
La voz. Vuestra Majestad
Licencia, señor, me dé,
Porque el honor desta dama
Me toca á mí defender.
Esa noche estaba en casa
De Leonor una mujer
Con quien me hubiera casado,
Si de la parca el cruel
[p. 36]Golpe no cortara fiero
Su vida. Yo, amante fiel
De su hermosura, seguí
Sus pasos, y en casa entré
De Leonor (atrevimiento
De enamorado), sin ser
Parte á estorbarlo Leonor.
Llegó Don Gutierre pues;
Temerosa Leonor dijo
Que me retirase á aquel
Aposento, yo lo hice,
¡Mil veces mal haya, amén,
Quien de una mujer se rinde
A admitir el parecer!
Sintióme, entró, y á la voz
De marido, me arrojé
Por el balcon. Y si entónces
Volví el rostro á su poder
Porque era marido, hoy
Que dice que no lo es,
Vuelvo á ponerme delante.
Vuestra Majestad me dé
Campo, en quien defienda altivo
Que no ha faltado á quien es
Leonor, pues á un caballero
Se le concede la ley.
D. Gut.
Yo saldré donde... (Empuñan.)
Rey.
¿Qué es esto?
¿Cómo las manos teneis
En las espadas, delante
De mí? ¿No temblais de ver
Mi semblante? Donde estoy,
¿Hay soberbia ni altivez?—
Presos los llevad al punto:
[p. 37]En dos torres los poned;
Y agradeced que no os pongo
Las cabezas á los piés. (Vase.)
D. Arias.
Si perdió Leonor por mí
Su opinion, por mí tambien
La tendrá; que esto se debe
Al honor de una mujer.
D. Gut.
(Ap.) No siento en desdicha tal
Ver riguroso y cruel
Al Rey; solo siento que hoy,
Mencía, no te he de ver. (Llévanlos presos.)
D. Enr.
(Ap. Con ocasion de la caza,
Preso Gutierre, podré
Ver esta tarde á Mencía.)
Don Diego, conmigo ven;
Que tengo de porfiar
Hasta morir, ó vencer. (Vanse.)
D.ª Leon.
¡Muerta quedo! ¡Plegue á Dios,
Ingrato, aleve y cruel,
Falso, engañador, fingido,
Sin fe, sin Dios y sin ley,
Que como inocente pierdo
Mi honor, venganza me dé
El cielo! ¡El mismo dolor
Sientas, que siento, y á ver
Llegues, bañado en tu sangre,
Deshonras tuyas, porqué
Mueras con las mismas armas
Que matas, amén, amén!
¡Ay de mí! mi honor perdí.
¡Ay de mí! mi muerte hallé.
[p. 38]
Jardín de la quinta.
JACINTA y DON ENRIQUE, á oscuras.
Jacinta.
Llega con silencio.
D. Enr.
Apénas
Los piés en la tierra puse.
Jacinta.
Este es el jardin, y aquí
Pues de la noche le encubre
El manto, y pues Don Gutierre
Está preso, no hay que dudes,
Sino que conseguirás
Victorias de amor tan dulces.
D. Enr.
Si la libertad, Jacinta,
Que te prometí, presumes
Poco premio á bien tan grande,
Pide más, y no te excuses
Por cortedad: vida y alma
Es bien que por tuyas juzgues.
Jacinta.
Aquí mi señora siempre
Viene, y tiene por costumbre
Pasar un poco la noche.
D. Enr.
Calla, calla, no pronuncies
[p. 39]Otra razon, porque temo
Que los vientos nos escuchen.
Jacinta.
Yo, para que tanta ausencia
No me indicie ó no me culpe
Deste delito, no quiero
Faltar de allí. (Vase.)
D. Enr.
Amor ayude
Mi intento. Estas verdes hojas
Me escondan y disimulen;
Que no seré yo el primero
Que á vuestras espaldas hurte
Rayos al sol. Acteon
Con Dïana me disculpe. (Vase.)
DOÑA MENCÍA, JACINTA, TEODORA, criadas.
D.ª Men.
¡Silvia, Teodora, Jacinta!
Jacinta.
¿Qué mandas?
D.ª Men.
Que traigas luces,
Y venid todas conmigo
A divertir pesadumbres
De la ausencia de Gutierre,
Donde el natural presume
Vencer hermosos países
Que el arte dibuja y pule.—
Teodora.
Teodor.
Señora mia.
D.ª Men.
Divierte con voces dulces
Esta tristeza.
Teodor.
Holgaréme
[p. 40]Que de letra y tono gustes.
(Han puesto luz sobre un bufetillo, y siéntase Doña Mencía en unas almohadas. Canta Teodora.)
Ruiseñor, que con tu canto
Alegras este recinto,
No te ausentes tan aprisa,
Que me das pena y martirio.
(Se queda dormida Doña Mencía.)
Jacinta.
No cantes más; que parece
Que ya el sueño al alma infunde
Sosiego y descanso. Y pues
Hallaron sus inquietudes
En él sagrado, nosotras
No la despertemos.
Teodor.
Huye
Con silencio la ocasion.
Jacinta.
(Ap.) Yo lo haré, porque la busque
Quien la deseó. ¡Oh criadas,
Y cuántas honras ilustres
Se han perdido por vosotras!
(Vanse todas las criadas.)
DON ENRIQUE.—DOÑA MENCÍA, dormida.
D. Enr.
Sola se quedó. No duden
Mis sentidos tanta dicha.
Y ya que á esto me dispuse,
Pues la ventura me falta,
Tiempo y lugar me aseguren.—
¡Hermosísima Mencía!
[p. 41]D.ª Men.
(Despierta.)
¡Válgame Dios!
D. Enr.
No te asustes.
D.ª Men.
¿Qué es esto?
D. Enr.
Un atrevimiento,
A quien es bien que disculpen
Tantos años de esperanza.
D.ª Men.
¿Pues, señor, vos...
D. Enr.
No te turbes.
D.ª Men.
Desta suerte...
D. Enr.
No te alteres.
D.ª Men.
Entrasteis...
D. Enr.
No te disgustes.
D.ª Men.
En mi casa, sin temer
Que así á una mujer destruye,
Y que así ofende á un vasallo
Tan generoso y ilustre?
D. Enr.
Esto es tomar tu consejo.
Tú me aconsejas que escuche
Disculpas de aquella dama,
Y vengo á que te disculpes
Conmigo de mis agravios.
D.ª Men.
Es verdad, la culpa tuve;
Pero si he de disculparme,
Tu Alteza, señor, no dude
Que es en órden á mi honor.
D. Enr.
¿Que ignoro, acaso presumes,
El respeto que les debo
A tu sangre y tus costumbres?
El achaque de la caza,
Que en estos campos dispuse,
No fué fatigar la caza,
Estorbando que salude
A la venida del dia,
[p. 42]Sino á tí, garza, que subes
Tan remontada, que tocas
Por las campañas azules
De los palacios del sol
Los dorados balaustres.
D.ª Men.
Muy bien, señor, vuestra Alteza
A las garzas atribuye
Esta lucha; pues la garza
De tal instinto presume,
Que volando hasta los cielos,
Rayo de pluma sin lumbre,
Ave de fuego con alma,
Con instinto alada nube,
Pardo cometa sin fuego,
Quieren que su intento burlen
Azores reales; y áun dicen
Que, cuando de todos huye,
Conoce al que ha de matarla;
Y así ántes que con él luche,
El temor la hace que tiemble,
Se estremezca y se espeluce.
Así yo, viendo á tu Alteza,
Quedé muda, absorta estuve,
Conocí el riesgo, y temblé,
Tuve miedo y horror tuve;
Porque mi temor no ignore,
Porque mi espanto no dude
Que es quien me ha de dar la muerte.
D. Enr.
Ya llegué á hablarte, ya tuve
Ocasion, no he de perderla.
D.ª Men.
¿Cómo esto los cielos sufren?
Daré voces.
D. Enr.
A tí misma
Te infamas.
[p. 43]D.ª Men.
¿Cómo no acuden
A darme favor las fieras?
D. Enr.
Porque de enojarme huyen.
DON GUTIERRE.—Dichos.
D. Gut.
(Dentro.) Ten ese estribo, Coquin,
Y llama á esa puerta.
D.ª Men.
¡Cielos!
No mintieron mis recelos,
Llegó de mi vida el fin.
Don Gutierre es este, ¡ay Dios!
D. Enr.
¡Oh qué infelice nací!
D.ª Men.
¿Qué ha de ser, señor, de mí,
Si os halla conmigo á vos?
D. Enr.
¿Pues qué he de hacer?
D.ª Men.
Retiraros.
D. Enr.
¿Yo me tengo de esconder?
D.ª Men.
El honor de una mujer
A más que esto ha de obligaros.
No podeis salir (¡soy muerta!);
Que como allá no sabian
Mis criadas lo que hacian,
Abrieron luego la puerta.
Aun salir no podeis ya.
D. Enr.
¿Qué haré en tanta confusion?
D.ª Men.
Detras de ese pabellon,
Que en mi misma cuadra está,
Os esconded.
D. Enr.
No he sabido,
[p. 44]Hasta la ocasion presente,
Qué es temor. ¡Oh qué valiente
Debe de ser un marido! (Vase.)
D.ª Men.
Si inocente una mujer,
No hay desdicha que no aguarde,
¡Válgame Dios, qué cobarde
La culpa debe de ser!
DON GUTIERRE, COQUIN, JACINTA, DOÑA MENCÍA.
D. Gut.
Mi bien, señora, los brazos
Darme una y mil veces puedes.
D.ª Men.
Con envidia de estas redes,
Que en tan amorosos lazos
Están inventando abrazos.
D. Gut.
No dirás que no he venido
A verte.
D.ª Men.
Fineza ha sido
De amante firme y constante.
D. Gut.
No dejo de ser amante
Yo, mi bien, por ser marido;
Que por propia la hermosura
No desmerece jamás
Las finezas; ántes más
Las alienta y asegura,
Y así á su riesgo procura
Los medios, las ocasiones.
D.ª Men.
En obligacion me pones.
D. Gut.
El alcaide que conmigo
[p. 45]Está, es mi deudo y amigo,
Y quitándome prisiones
Al cuerpo, me las echó
Al alma, porque me ha dado
Ocasion de haber llegado
A tan grande dicha yo,
Como es á verte.
D.ª Men.
¿Quién vió
Mayor gloria?...
D. Gut.
Que la mia;
Aunque, si bien advertia,
Hizo muy poco por mí
En dejarme que hasta aquí
Viniese; pues si vivia
Yo sin alma en la prision
Por estar en tí, mi bien,
Darme libertad fué bien,
Para que en esta ocasion
Alma y vida con razon
Otra vez se viese unida;
Porque estaba dividida,
Teniendo prolija calma,
En una prision el alma
Y en otra prision la vida.
D.ª Men.
Dicen que dos instrumentos
Conformemente templados,
Por los ecos dilatados
Comunican los acentos:
Tocan el uno, y los vientos
Hiere el otro, sin que allí
Nadie le toque; y en mí
Esta experiencia se viera;
Pues si el golpe allá te hiriera,
Muriera yo desde aquí.
[p. 46]Coquin.
¿Y no le darás, señora,
Tu mano por un momento
A un preso de cumplimiento,
Pues llora, siente y ignora
Por qué siente y por qué llora,
Y está su muerte esperando
Sin saber por qué ni cuándo?
Pero...
D.ª Men.
Coquin, ¿qué hay en fin?
Coquin.
Fin al principio en Coquin
Hay, que eso estoy contando.
Mucho el Rey me quiere; pero
Si el rigor pasa adelante,
Mi amo será muerto andante,
Pues irá con escudero.
D.ª Men.
(A D. Gut.) Poco regalarte espero,
Porque como no aguardaba
Huésped, descuidada estaba.
Cena os quiero apercibir.
D. Gut.
Una esclava puede ir.
D.ª Men.
Ya, señor, ¿no va una esclava?
Yo lo soy, y lo he de ser.—
Jacinta, vénme á ayudar.
(Ap. En salud me he de curar:
Ved, honor, cómo ha de ser,
Porque me he de resolver
A una temeraria accion.) (Vanse las dos.)
DON GUTIERRE, COQUIN.
D. Gut.
Tú, Coquin, á esta ocasion
Aquí te queda, y extremos
Olvida, y mira que habemos
De volver á la prision
Antes del dia, y ya falta
Poco: aquí puedes quedarte.
Coquin.
Yo quisiera aconsejarte
Una industria la más alta
Que el ingenio humano esmalta:
En ella tu vida está.
¡Oh qué industria...
D. Gut.
Díla ya.
Coquin.
Para salir sin lesion
Sano y bueno de prision!
D. Gut.
¿Cuál es?
Coquin.
No volver allá.
¿No estás bueno? ¿No estás sano?
Con no volver, claro ha sido
Que sano y bueno has salido.
D. Gut.
¡Vive Dios, necio, villano,
Que te mate por mi mano!
¿Pues tú me has de aconsejar
Tan vil accion, sin mirar
La confianza que aquí
Hizo el alcaide de mí?
Coquin.
Señor, yo llego á dudar
(Que soy más desconfiado)
[p. 48]De la condicion del Rey;
Y así el honor de esa ley
No se entiende en el criado,
Y hoy estoy determinado
A dejarte y no volver.
D. Gut.
¿Dejarme tú?
Coquin.
¿Qué he de hacer?
D. Gut.
Y de tí, ¿qué han de decir?
Coquin.
¿Y heme de dejar morir,
Por sólo bien parecer?
Si el morir, señor, tuviera
Descarte ó enmienda alguna,
Cosa que, de dos la una,
Un hombre hacerla pudiera,
Yo probara la primera
Por servirte; mas ¿no ves
Que rifa la vida es?
Entro en ella, vengo y tomo
Cartas, y piérdola: ¿cómo
Me desquitaré despues?
Perdida se quedará,
Si la pierdo por tu engaño,
Desde aquí á ciento y un año.
DOÑA MENCIA, muy alborotada.—Dichos.
D.ª Men.
Señor, tu favor me da.
D. Gut.
¡Válgame Dios! ¿qué será?
¿Qué puede haber sucedido?
D.ª Men.
Un hombre...
[p. 49]D. Gut.
¡Presto!
D.ª Men.
Escondido
En mi aposento he encontrado,
Encubierto y rebozado.
Favor, Gutierre, te pido.
D. Gut.
¿Qué dices? ¡Válgame el cielo!
Ya es forzoso que me asombre.
¿Embozado en casa un hombre?
D.ª Men.
Yo le ví.
D. Gut.
Todo soy hielo.
Toma esa luz.
Coquin.
¿Yo?
D. Gut.
El recelo
Pierde, pues conmigo vas.
D.ª Men.
Villano, ¿cobarde estás?
Saca tú la espada, y yo
Iré.—La luz se cayó.
(Al tomar la luz, la mata disimuladamente.)
JACINTA y DON ENRIQUE, siguiéndola.—Dichos.
D. Gut.
Esto me faltaba más;
Pero á obscuras entraré. (Vase.)
Jacinta.
(Ap. á Don Enrique.)
Síguete, señor, por mí.
Seguro vas por aquí,
Que toda la casa sé.
(Miéntras Don Gutierre ha entrado dentro por una puerta, lleva Jacinta á Don Enrique por otro lado. Vuelve á salir Don Gutierre, y encuentra á Coquin.)
[p. 50]Coquin.
¿Donde iré yo?
D. Gut.
(Ap.)Ya encontré
El hombre.
Coquin.
Señor, advierte...
D. Gut.
(Ap.) ¡Vive Dios, que desta suerte,
Hasta que sepa quién es,
Le he de tener! Que despues
Le darán mis manos muerte.
Coquin.
Mira que yo...
D.ª Men.
(Ap.)¡Qué rigor!
Si es que con él ha encontrado,
¡Ay de mí!
(Vuelve Jacinta con luz.)
D. Gut.
Luz han sacado.—
¿Quién eres, hombre?
Coquin.
Señor,
Yo soy.
D. Gut.
¡Qué engaño! ¡Qué error!
Coquin.
Pues yo ¿no te lo decia?
D. Gut.
Que me hablabas presumia,
Pero no que eras el mismo
Que tenía. ¡Oh ciego abismo
Del alma y paciencia mia!
D.ª Men.
¿Salió ya, Jacinta? (Ap. á ella.)
Jacinta.
Sí.
D.ª Men.
¿Cómo esto en tu ausencia pasa?
Mira bien toda la casa;
Que como saben que aquí
No estás, se atreven así
Ladrones.
D. Gut.
A verla voy.
Suspiros al cielo doy
Que mis sentimientos lleven,
Si es que á mi casa se atreven,
[p. 51]Por ver que en ella no estoy.
(Vase él y Coquin.)
DOÑA MENCÍA, JACINTA.
Jacinta.
Grande atrevimiento fué
Determinarse, señora,
A tan grande accion ahora.
D.ª Men.
En ella mi vida hallé.
Jacinta.
¿Por qué lo hiciste?
D.ª Men.
Porqué
Si yo no se lo dijera,
Y Gutierre lo sintiera,
La presuncion era clara,
Pues no se desengañara
De que yo cómplice era;
Y no fué dificultad
En ocasion tan cruel,
Haciendo del ladron fiel,
Engañar con la verdad.
DON GUTIERRE, que debajo de la capa trae una daga.—DOÑA MENCÍA, JACINTA.
D. Gut.
(A Doña Mencía.) ¿Qué ilusion, qué vanidad
Desta suerte te burló?
[p. 52]Toda la casa vi yo;
Pero en ella no encontré
Sombra de que verdad fué
Lo que á tí te pareció.
(Ap. Mas engáñome ¡ay de mí!
Que esta daga que hallé ¡cielos!
Con sospechas y recelos
Previene mi muerte en sí.
Mas no es esto para aquí.)
Mi bien, mi esposa, Mencía,
Ya la noche en sombra fria
Su manto va recogiendo,
Y cobardemente huyendo
De la hermosa luz del dia.
Mucho siento, claro está,
El dejarte en esta parte,
Por dejarte, y por dejarte
Con este temor; mas ya
Es hora.
D.ª Men.
Los brazos da
A quien te adora.
D. Gut.
El favor
Estimo.
(Al ir á abrazarle Doña Mencía, ve la daga.)
D.ª Men.
¡Tente, señor!
¿Tú la daga para mí?
En mi vida te ofendí,
Deten la mano al rigor,
Deten...
D. Gut.
¿De qué estás turbada,
Mi bien, mi esposa, Mencía?
D.ª Men.
Al verte así presumia
Que ya en mi sangre bañada,
Hoy moria desangrada.
[p. 53]D. Gut.
Como á ver la casa entré,
Así esta daga saqué.
D.ª Men.
Toda soy una ilusion.
D. Gut.
¡Jesus, qué imaginacion!
D.ª Men.
En mi vida te he ofendido.
D. Gut.
¡Qué necia disculpa ha sido!
Pero suele una aprension
Tales miedos prevenir.
D.ª Men.
Mis tristezas, mis enojos,
Vanas quimeras y antojos,
Suelen mi engaño fingir.
D. Gut.
Si yo pudiere venir,
Vendré á la noche, y adios.
D.ª Men.
Él vaya, señor, con vos.—
(Ap. ¡Oh qué asombros! ¡Oh qué extremos!)
D. Gut.
(Ap.) ¡Ay honor, mucho tenemos
Que hablar á solas los dos! (Vanse.)
Cámara real en el Alcázar.
DON DIEGO y EL REY con broquel y capa de color, y miéntras habla, se muda en traje de negro.
Rey.
Ten, Don Diego, esa rodela.
D. Diego.
Tarde vienes á acostarte.
Rey.
Toda la noche rondé
De aquesta ciudad las calles,
Que quiero saber así
Sucesos y novedades
[p. 54]De Sevilla, que es lugar
Donde cada noche salen
Cuentos nuevos; y deseo
Desta manera informarme
De todo, para saber
Lo que convenga.
D. Diego.
Bien haces,
Que el rey debe ser un Argos
En su reino, vigilante:
El emblema de aquel cetro
Con dos ojos lo declare.
Mas ¿qué vió tu Majestad?
Rey.
Ví recatados galanes,
Damas desveladas ví,
Músicas, fiestas y bailes,
Muchos garitos, de quien
Eran siempre voces grandes
La tablilla, que decia:
«Aquí hay juego, caminante.»
Ví valientes infinitos:
Y no hay cosa que me canse
Tanto como ver valientes,
Y que por oficio pase
Ser uno valiente aquí.
Mas porque no se me alaben
Que no doy exámen yo
A oficio tan importante,
A una tropa de valientes
Probé solo en una calle.
D. Diego.
Mal hizo tu Majestad.
Rey.
Antes bien, pues con su sangre
Llevaron iluminada...
D. Diego.
¿Qué?
Rey.
La carta del exámen.
COQUIN.—Dichos.
Coquin.
(Ap.) No quise entrar en la torre
Con mi amo, por quedarme
A saber lo que se dice
De su prision. Pero ¡tate!
(Que es un pero muy honrado
Del celebrado linaje
De los tates de Castilla),
Porque el Rey esta delante.
Rey.
Coquin.
Coquin.
Señor.
Rey.
¿Cómo va?
Coquin.
Responderé á lo estudiante.
Rey.
¿Cómo?
Coquin.
De corpore bene,
Pero de pecuniis male.
Rey.
Decid algo, pues sabeis,
Coquin, que como me agrade,
Teneis aquí cien escudos.
Coquin.
Fuera hacer tú aquesta tarde
El papel de una comedia
Que se intitula: El Rey Angel.
Pero con todo eso traigo
Hoy un cuento que contarte,
Que remata en epigrama.
Rey.
Si es vuestra, será elegante.
Vaya el cuento.
Coquin.
Yo ví ayer
[p. 56]De la cama levantarse
Un capon con bigotera.
¿No te ries de pensarle
Curándose sobre sano
Con tan vagamundo parche?
A esto un epigrama hice.
(No te pido, Pedro el Grande,
Casas ni viñas; que solo
Risa pido: en este guante
Dad vuestra bendita risa
A un gracioso vergonzante.)
«Floro, casa muy desierta
La tuya debe de ser,
Porque eso nos da á entender
La cédula de la puerta:
Donde no hay carta, ¿hay cubierta?
¿Cáscara sin fruta? No,
No pierdas tiempo; que yo,
Esperando los provechos,
He visto labrar barbechos,
Mas barbi-deshechos no.»
Rey.
¡Qué frialdad!
Coquin.
No es más caliente.
DON ENRIQUE.—Dichos.
D. Enr.
Dadme vuestra mano.
Rey.
Infante,
¿Cómo estais?
D. Enr.
Tengo salud,
[p. 57]Contento de que se halle
Vuestra Majestad con ella;
Y esto, señor, á una parte:
Don Arias...
Rey.
Don Arias es
Vuestra privanza: sacadle
De la prision, y haced vos,
Enrique, esas amistades,
Que á vos os deben las vidas.
D. Enr.
La tuya los cielos guarden,
Y heredero de tí mismo,
Apuestes eternidades
Con el tiempo. (Vase el Rey.)
DON ENRIQUE, DON DIEGO, COQUIN.
D. Enr.
Iréis, Don Diego,
A la torre, y al Alcaide
Le diréis que traiga aquí
Los dos presos. (Ap. ¡Cielos! dadme
(Vase Don Diego.)
Paciencia en tales desdichas
Y prudencia en tantos males.)
Coquin, ¿tú estabas aquí?
Coquin.
Y más me valiera en Flándes.
D. Enr.
¿Cómo?
Coquin.
Es el Rey un prodigio
De todos los animales.
D. Enr.
¿Por qué?
Coquin.
La naturaleza
[p. 58]Permite que el toro brame,
Ruja el leon, muja el buey,
El asno rebuzne, el ave
Cante, el caballo relinche,
Ladre el perro, el gato maye,
Aulle el lobo, el lechon gruña,
Y sólo permitió darle
Risa al hombre, y Aristóteles
Risible animal le hace
Por difinicion perfecta;
Y el Rey, contra el órden y arte,
No quiere reirse. Déme
El cielo para sacarle
Risa, todas las tenazas
Del buen gusto y del donaire. (Vase.)
DON GUTIERRE, DON ARIAS, DON DIEGO.—DON ENRIQUE.
D. Diego.
Ya, señor, están aquí
Los presos.
D. Gut.
Dános tus plantas.
D. Arias.
Hoy al cielo nos levantas.
D. Enr.
El Rey mi señor de mí
(Porque humilde le pedí
Vuestras vidas este dia)
Estas amistades fía.
D. Gut.
El honrar es dado á vos.—
(Coteja la daga que se halló, con la espada del Infante.)
(Ap. ¿Qué es esto que miro? ¡Ay Dios!)
[p. 59]D. Enr.
Las manos os dad.
D. Arias.
La mia
Es esta.
D. Gut.
Y estos mis brazos,
Cuyo lazo y nudo fuerte
No desatará la muerte,
Sin que los haga pedazos.
D. Arias.
Confirmen estos abrazos
Firme amistad desde aquí.
D. Enr.
Esto queda bien así.
Entrambos sois caballeros,
En acudir los primeros
A su obligacion; y así
Está bien el ser amigo
Uno y otro; y quien pensare
Que no queda bien, repare
En que ha de reñir conmigo.
D. Gut.
A cumplir, señor, me obligo
Las amistades que juro:
Obedeceros procuro,
Y pienso que me honraréis
Tanto, que de mi crêréis
Lo que de mí estais seguro.
Sois fuerte enemigo vos,
Y cuando lealtad no fuera,
Por temor no me atreviera
A romperlas, vive Dios.
Vos y yo para otros dos:
Me estuviera á mí muy bien
Mostrar entónces tambien
Que sé cumplir lo que digo;
Mas con vos por enemigo,
¿Quién ha de atreverse? ¿quién?
Tanto enojaros temiera
[p. 60]El alma cuerda y prudente,
Que á miraros solamente
Tal vez áun no me atreviera;
Y si en ocasion me viera
De probar vuestros aceros,
Cuando yo sin conoceros
A tal extremo llegara,
Que se muriera estimara
La luz del sol por no veros.
D. Enr.
(Ap. De sus quejas y suspiros
Grandes sospechas prevengo)
Venid conmigo, que tengo
Muchas cosas que deciros,
Don Arias.
D. Arias.
Iré á serviros.
(Vanse Don Enrique, Don Diego y Don Arias.)
DON GUTIERRE.
Nada Enrique respondió;
Sin duda se convenció
De mi razon. ¡Ay de mí!
¿Podré ya quejarme? Sí;
Pero consolarme, no.
Ya estoy solo, ya bien puedo
Hablar. ¡Ay Dios! ¡quién pudiera
Reducir solo á un discurso,
Medir con sola una idea
Tantos géneros de agravios,
Tantos linajes de penas
[p. 61]Como cobardes me asaltan,
Como atrevidos me cercan!
¡Ahora, ahora, valor,
Salga repetido en quejas,
Salga en lágrimas en vuelto
El corazon á las puertas
Del alma, que son los ojos!
Y en ocasion como esta,
Bien podeis, ojos, llorar:
No lo dejeis de vergüenza.
¡Ahora, valor, ahora
Es tiempo de que se vea
Que sabeis medir iguales
El valor y la prudencia!
Pero cese el sentimiento,
Y á fuerza de honor, y á fuerza
De valor, áun no me dé
Para quejarme licencia;
Porque adula sus penas
El que pide á la voz justicia dellas.
Pero vengamos al caso,
Quizá hallarémos respuesta.
¡Oh, ruego á Dios que la haya!
¡Oh, plegue á Dios que la tenga!—
Anoche llegué á mí casa,
Es verdad; pero las puertas
Me abrieron luego, y mi esposa
Estaba segura y quieta.
En cuanto á que me avisaron
De que estaba un hombre en ella,
Tengo disculpa en que fué
La que me avisó ella mesma.
En cuanto á que se mató
La luz, ¿qué testigo prueba
[p. 62]Aquí que no pudo ser
Un caso de contigencia?
En cuanto á que hallé esta daga,
Hay criados de quien pueda
Ser. En cuanto (¡ay dolor mio!)
Que con la espada convenga
Del Infante, puede ser
Otra espada como ella;
Que no es labor tan extraña,
Que no hay mil que la parezcan.
Y apurando más el caso,
Confieso (¡ay de mí!) que sea
Del Infante, y más confieso,
Que estaba allí, aunque no fuera
Posible dejar de verle;
Mas siéndolo, ¿no pudiera
No estar culpada Mencía?
Que el oro es llave maestra,
Que las guardas de criadas
Por instantes nos falsea.
¡Oh! ¡cuánto me estimo haber
Hallado esta sutileza!
Y así acortemos discursos,
Pues todos juntos se cierran
En que Mencía es quien es,
Y soy quien soy. No hay quien pueda
Borrar de tanto esplendor
La hermosura y la pureza.—
Pero sí puede, mal digo;
Que al sol una nube negra,
Si no le mancha, le turba,
Si no le eclipsa, le hiela.
¿Qué injusta ley condena,
Que muera el inocente y que perezca?
[p. 63]A peligro estais, honor,
No hay hora en vos que no sea
Crítica, en vuestro sepulcro
Vivís, puesto que os alienta
La mujer, en ella estais
Pisando siempre la huesa.
Yo os he de curar, honor,
Y pues al principio muestra
Este primero accidente
Tan grave peligro, sea
La primera medicina
Cerrar al daño las puertas,
Atajar al mal los pasos.
Y así es receta y ordena
El Médico de su honra
Primeramente la dieta
Del silencio, que es guardar
La boca, tener paciencia:
Luégo dice que apliqueis
A vuestra mujer finezas,
Agrados, gustos, amores,
Lisonjas, que son las fuerzas
Defensibles, porque el mal
Con el despego no crezca;
Que sentimientos, disgustos,
Celos, agravios, sospechas
Con la mujer, y más propia,
Aun más que sanan, enferman.
Esta noche iré á mi casa,
De secreto entraré en ella
Por ver qué malicia tiene
El mal; y hasta apurar ésta,
Disimularé, si puedo,
Esta desdicha, esta pena,
[p. 64]Este rigor, este agravio,
Este dolor, esta ofensa,
Este asombro, este delirio,
Este cuidado, esta afrenta,
Estos celos... ¿Celos dije?
¡Qué mal hice! Vuelva, vuelva
Al pecho la voz. Mas no,
Que si es ponzoña que engendra
Mi pecho, si no me dió
La muerte (¡ay de mí!) al verterla,
Al volverla á mí podrá;
Que de la víbora cuentan
Que la mata su ponzoña,
Si fuera de sí la encuentra.
¿Celos dije? ¿Celos dije?
Pues basta; que cuando llega
Un marido á saber que hay
Celos, faltará la ciencia;
Y es la cura postrera
Que el médico de honor hacer intenta.
(Vase.)
DON ARIAS, DOÑA LEONOR.
D. Arias.
No penseis, bella Leonor,
Que el no haberos visto fué
Porque negar intenté
Las deudas que á vuestro honor
Tengo; y acrêdor á quien
Tanta deuda se previene,
[p. 65]El deudor buscando viene,
No á pagar, porque no es bien
Que necio y loco presuma
Que pueda jamás llegar
A satisfacer y dar
Cantidad que fué tan suma;
Pero en fin, ya que no pago,
Que soy el deudor confieso:
No os vuelvo el rostro, y con eso
La obligacion satisfago.
D.ª Leon.
Señor Don Arias, yo he sido
La que obligada de vos,
En las cuentas de los dos
Más interes ha tenido.
Confieso que me quitasteis
Un esposo á quien queria;
Mas quizás la suerte mia
Por ventura mejorasteis;
Pues es mejor que sin vida,
Sin opinion, sin honor
Viva, que no sin amor,
De un marido aborrecida.
Yo tuve la culpa, yo
La pena siento, y así
Solo me quejo de mí
Y de mi estrella.
D. Arias.
Eso no:
Quitarme, Leonor hermosa,
La culpa, es querer negar
A mis deseos lugar;
Pues si mi pena amorosa
Os significo, ella diga
En cifra sucinta y breve
Que es vuestro amor quien me mueve,
[p. 66]Mi deseo quien me obliga
A deciros, que pues fuí
Causa de penas tan tristes,
Si esposo por mí perdistes,
Tengais esposo por mí.
D.ª Leon.
Señor Don Arias, estimo,
Como es razon, la eleccion;
Y aunque con tanta razon
Dentro del alma la imprimo,
Licencia me habeis de dar
De responderos tambien
Que no puede estarme bien,
No, señor, porque á ganar
No llegaba yo infinito;
Sino porque si vos fuisteis
Quien á Gutierre le dísteis
De un mal formado delito
La ocasion, y ahora viera
Que me casaba con vos,
Fácilmente entre los dos
De aquella sospecha hiciera
Evidencia; y disculpado,
Con demostracion tan clara,
Con todo el mundo quedara
De haberme á mí despreciado.
Y yo estimo de manera
El quejarme con razon,
Que no he de darle ocasion
A la disculpa primera;
Porque, si en un lance tal
Le culpan cuantos le ven,
No han de pensar que hizo bien
Quien yo pienso que hizo mal.
D. Arias.
Frívola respuesta ha sido
[p. 67]La vuestra, bella Leonor;
Pues cuando de antiguo amor
Os hubiera convencido
La experiencia, ella tambien
Disculpa en la enmienda os da.
¿Cuánto peor os estará
Que tenga por cierto, quien
Le imaginó, vuestro agravio,
Y no le constó despues
La satisfaccion?
D.ª Leon.
No es
Amante prudente y sabio,
Don Arias, quien aconseja
Lo que en mi daño se ve.
Pues si agravio entónces fué,
No por eso ahora deja
De ser agravio tambien;
Y peor, cuanto haber sido
De imaginado á creido.
Y á vos no os estará bien
Tampoco.
D. Arias.
Como yo sé
La inocencia de ese pecho
En la ocasion, satisfecho
Siempre de vos estaré.
En mi vida he conocido
Galan necio, escrupuloso
Y con extremo celoso,
Que en llegando á ser marido,
No le castiguen los cielos.
Gutierre pudiera bien
Decirlo, Leonor; pues quien
Levantó tantos desvelos
De un hombre en la ajena casa,
[p. 68]Extremos pudiera hacer
Mayores, pues llega á ver
Lo que en la propia le pasa.
D.ª Leon.
Señor Don Arias, no quiero
Escuchar lo que decís,
Que os engañais, y mentís.
Don Gutierre es caballero
Que en todas las ocasiones
Con obrar y con decir
Sabrá, vive Dios, cumplir
Muy bien sus obligaciones;
Y es hombre cuya cuchilla,
O cuyo consejo sabio,
Sabrá no sufrir su agravio
Ni á un infante de Castilla.
Si pensais vos que con eso
Mis enojos adulais,
Muy mal, Don Arias, pensais:
Y si la verdad confieso,
Mucho perdisteis conmigo;
Pues si fuerais noble vos,
No hablárades, vive Dios,
Así de vuestro enemigo.
Y yo, aunque ofendida estoy,
Y aunque la muerte le diera
Con mis manos si pudiera,
No le murmurara hoy
En el honor, desleal.
Sabed, Don Arias, que quien
Una vez le quiso bien,
No se vengará en su mal. (Vase.)
D. Arias.
No supe qué responder.
Muy grande ha sido mi error,
Pues en escuelas de honor
[p. 69]Arguyendo una mujer
Me convence. Iré al Infante,
Y humilde le rogaré
Que de estos cuidados dé
Parte ya de aquí adelante
A otro; y porque no lo yerre,
Ya que el dia va á morir,
Me ha de matar, ó no he de ir
En casa de Don Gutierre. (Vase.)
Jardin.
DON GUTIERRE, que sale como saltando unas tapias.—DOÑA MENCIA, durmiendo.
D. Gut.
En el mudo silencio
De la noche, que adoro y reverencio,
Por sombra aborrecida,
Como sepulcro de la humana vida,
De secreto he venido
Hasta mi casa, sin haber querido
Avisar á Mencía
De que ya libertad del Rey tenía,
Para que descuidada
Estuviese (¡ay de mí!) desta jornada.
Médico de mi honra
Me llamo, pues procuro mi deshonra
Curar; y así he venido
A visitar mi enfermo á hora que ha sido
[p. 70]De ayer la misma, (¡cielos!)
A ver si el accidente de mis celos
A su tiempo repite:
El dolor mis intentos facilite.
Las tapias de la huerta
Salté, porque no quise por la puerta
Entrar. ¡Ay Dios! ¡qué introducido engaño
Es en el mundo, no querer su daño
Examinar un hombre,
Sin que el recelo ni el temor le asombre!
Dice mal quien lo dice;
Que no es posible, no, que un infelice
No llore sus desvelos:
Mintió quien dijo que calló con celos,
O confiéseme aquí que no los siente;
Mas ¡sentir y callar! otra vez miente.
Este es el sitio donde
Suele de noche estar: áun no responde
El eco entre estos ramos.
Vamos pasito, honor, que ya llegamos;
Que en estas ocasiones
Tienen los celos pasos de ladrones.—
(Ve á Doña Mencía.)
¡Ay, hermosa Mencía,
Qué mal tratas mi amor y la fe mia!
Volverme otra vez quiero.
Bueno he hallado mi honor, hacer no quiero
Por ahora otra cura,
Pues la salud en él está segura.
Pero ¿ni una criada
La acompaña? ¿Si acaso retirada
Aguarda?...—¡Oh pensamiento
Injusto! ¡oh vil temor! ¡oh infame aliento!
Ya con esta sospecha
[p. 71]No he de volverme; y pues que no aprovecha
Tan grave desengaño,
Apuremos de todo en todo el daño.
Mato la luz, y llego, (Apaga la luz.)
Sin luz y sin razon, dos veces ciego;
Pues bien encubrir puedo
El metal de la voz, hablando quedo.—
¡Mencía! (Despiértala.)
D.ª Men.
¡Ay Dios! ¿qué es esto?
D. Gut.
No des voces.
D.ª Men.
¿Quién es?
D. Gut.
Mi bien, yo soy: ¿no me conoces?
D.ª Men.
Sí, señor; que no fuera
Otro tan atrevido...
D. Gut.
(Ap.) Ella me ha conocido.
D.ª Men.
Que así hasta aquí viniera.
¿Quién hasta aquí llegara,
Que no fuérades vos, que no dejara
En mis manos la vida,
Con valor y con honra defendida?
D. Gut.
(Ap. ¡Qué dulce desengaño!
¡Bien haya, amén, el que apuró su daño!)
Mencía, no te espantes de haber visto
Tal extremo.
D.ª Men.
¡Qué mal, temor, resisto
El sentimiento!
D. Gut.
Mucha razon tiene
Tu valor.
D.ª Men.
¿Qué disculpa me previene...
D. Gut.
Ninguna.
D.ª Men.
De venir así tu Alteza?
D. Gut.
(Ap.) ¡Tu Alteza! No es conmigo. ¡Ay Dios! ¡qué escucho!
Con nuevas dudas lucho.
¡Qué pesar! ¡qué desdicha! ¡qué tristeza!
[p. 72]D.ª Men.
¿Segunda vez pretende ver mi muerte?
¿Piensa que cada noche...
D. Gut.
(Ap.)¡Oh trance fuerte!
D.ª Men.
Puede esconderse...
D. Gut.
(Ap.)¡Cielos!
D.ª Men.
Y matando la luz...
D. Gut.
(Ap.)¡Matadme, celos!
D.ª Men.
Salir á riesgo mio
Delante de Gutierre?
D. Gut.
(Ap.)Desconfío
De mí, pues que dilato
Morir, y con mi aliento no la mato.
El venir no ha extrañado
El Infante, ni dél se ha recatado;
Sino sólo ha sentido
Que en ocasion se ponga (¡estoy perdido!)
De que otra vez se esconda.
¡Mi venganza á mi agravio corresponda!
D.ª Men.
Señor, vuélvase luégo.
D. Gut.
(Ap.) ¡Hay Dios! todo soy rabia, todo fuego.
D.ª Men.
Tu Alteza así otra vez no llegue á verse.
D. Gut.
¿Quién por eso no más ha de volverse?
D.ª Men.
Mirad que es hora que Gutierre venga.
D. Gut.
(Ap. ¿Habrá en el mundo quien paciencia tenga?
Sí, si prudente alcanza
Oportuna ocasion á su venganza.)
No vendrá, yo le dejo
Entretenido; y guárdame un amigo
Las espaldas el tiempo que conmigo
Estais: él no vendrá, yo estoy seguro.
JACINTA.—Dichos.
Jacinta.
(Ap.) Temerosa procuro
Ver quién hablaba aquí.
D.ª Men.
Gente he sentido.
D. Gut.
¿Qué haré?
D.ª Men.
¿Qué? Retirarte,
No á mi aposento, sino á otra parte.
(Retírase Don Gutierre al paño.)
¡Hola!
Jacinta.
Señora...
D.ª Men.
El aire que corria
Entre esos ramos, miéntras yo dormia,
La luz ha muerto: luego
Traed luces. (Vase Jacinta.)
D. Gut.
(Ap.Encendidas en mi fuego.
Si aquí estoy escondido,
Han de verme, y de todos conocido,
Podrá saber Mencía
Que he llegado á entender la pena mia.
Y porque no lo entienda,
Y dos veces ofenda,
Una con tal intento,
Y otra pensando que lo sé y consiento,
Dilatando su muerte,
He de hacer la deshecha desta suerte.)
(Entrase, y dice en voz alta.)
¡Hola! ¿Cómo está aquí desta manera?
D.ª Men.
Este es Gutierre: otra desdicha espera
[p. 74]Mi espíritu cobarde.
D. Gut.
¡No han encendido luces, y es tan tarde!
(Sale Jacinta con luz, y Don Gutierre por otra puerta de donde se escondió.)
Jacinta.
Ya la luz está aquí.
D. Gut.
¡Bella Mencía!
D.ª Men.
¡Oh mi esposo, mi bien y gloria mia!
D. Gut.
(Ap.) ¡Qué fingidos extremos!
Mas, alma y corazon, disimulemos.
D.ª Men.
Señor, ¿por dónde entrasteis?
D. Gut.
De esa huerta.
Con la llave que tengo, abrí la puerta.
Mi esposa, mi señora,
¿En qué te entretenías?
D.ª Men.
Vine ahora
A este jardin, y entre estas fuentes puras
Me dejó el aire á obscuras.
D. Gut.
No me espanto, bien mio;
Que el aire que mató la luz, tan frio
Corre, que es un aliento
Respirado del céfiro violento,
Y que no sólo advierte
Muerte á las luces, á las vidas muerte,
Y pudieras dormida
A sus soplos perder tambien la vida.
D.ª Men.
Entenderte pretendo,
Y aunque más lo procuro, no te entiendo.
D. Gut.
¿No has visto ardiente llama
Perder la luz al aire que la hiere,
Y que á este tiempo de otra luz inflama
La pavesa? Una vive y otra muere
A solo un soplo. Así, desta manera,
La lengua de los vientos lisonjera
Matarte la luz pudo,
[p. 75]Y darme luz á mí.
D.ª Men.
(Ap.El sentido dudo.)
Parece que celoso
Hablas en dos sentidos.
D. Gut.
(Ap.Riguroso
Es el dolor de agravios;
Mas con celos ningunos fueron sabios.)
¡Celoso! ¿Sabes tú lo que son celos?
Que yo no sé qué son ¡viven los cielos!
Porque si lo supiera,
Y celos...
D.ª Men.
(Ap.)¡Ay de mí!
D. Gut.
Llegar pudiera
A tener... ¿qué son celos?
Atomos, ilusiones y desvelos,
No más que de una esclava, una criada,
Por sombra imaginada,
Con hechos inhumanos
A pedazos sacara con mis manos
El corazon, y luégo
Envuelto en sangre, desatado en fuego,
El corazon comiera
A bocados, la sangre me bebiera,
El alma le sacara,
Y el alma ¡vive Dios! despedazara,
Si capaz de dolor el alma fuera.
Pero ¿cómo hablo yo desta manera?
D.ª Men.
Temor al alma ofreces.
D. Gut.
¡Jesus, Jesus mil veces!
Mi bien, mi esposa, cielo, gloria mia,
Ah mi dueño, ah Mencía,
Perdona, por tus ojos,
Esta descompostura, estos enojos;
Que tanto un fingimiento
[p. 76]Fuera de mí llevó mi pensamiento:
Y véte por tu vida; que prometo
Que te miro con miedo y con respeto,
Corrido deste exceso.
¡Jesus! No estuve en mí, no tuve seso.
D.ª Men.
(Ap.) Miedo, espanto, temor y horror tan fuerte
Parasismos han sido de mi muerte.
D. Gut.
(Ap.) Pues médico me llamo de mi honra,
Yo cubriré con tierra mi deshonra.
[p. 77]
Alcázar de Sevilla.
EL REY, DON GUTIERRE, y todo el acompañamiento.
D. Gut.
Pedro, á quien el indio polo
Coronar de luz espera,
Hablarte á solas quisiera.
Rey.
Idos todos.—Ya estoy solo.
(Vase el acompañamiento.)
D. Gut.
Pues á tí, español Apolo,
A tí, castellano Atlante,
En cuyos hombros constante
Se ve durar y vivir
Todo un orbe de zafir,
Todo un globo de diamante:
A tí pues rindo en despojos
La vida, mal defendida
De tantas penas, si es vida
Vida con tantos enojos.
No te espantes que los ojos
Tambien se quejen, señor.
[p. 78]Que dicen que amor y honor
Pueden, sin que á nadie asombre,
Permitir que llore un hombre;
Y yo tengo honor y amor.
Honor, que siempre he guardado
Como noble y bien nacido,
Y amor, que siempre he tenido
Como esposo enamorado:
Adquirido y heredado
Uno y otro en mí se ve,
Hasta que tirana fué
La nube que turbar osa
Tanto esplendor en mi esposa,
Y tanto lustre en mi fe.
No sé cómo signifique
Mi pena... Turbado estoy...
Y más cuando á decir voy
Que fué vuestro hermano Enrique
Contra quien pido se aplique
Desta justicia el rigor:
No porque sepa, señor,
Que el poder mi honor contrasta;
Pero imaginarlo basta
Quien sabe que tiene honor.
La vida de vos espero
De mi honra: así la curo
Con prevencion, y procuro
Que esta la sane primero;
Porque si en rigor tan fiero
Malicia en el mal hubiera,
Junta de agravios hiciera,
A mi honor desahuciara,
Con la sangre le lavara,
Con la tierra le cubriera.—
[p. 79]No os turbeis: con sangre digo
Solamente de mi pecho;
Que Enrique, estad satisfecho,
Está seguro conmigo.
Y para esto hable un testigo:
Esta daga, esta brillante
Lengua de acero elegante,
Suya fué; ved este dia
Si está seguro, pues fía
De mí su daga el Infante.
Rey.
Don Gutierre, bien está;
Y quien de tan invencible
Honor corona las sienes,
Que con los rayos compiten
Del sol, satisfecho viva
De que su honor...
D. Gut.
No me obligue
Vuestra Majestad, señor,
A que piense que imagine
Que yo he menester consuelos
Que mi opinion acrediten.
¡Vive Dios, que tengo esposa
Tan honesta, casta y firme,
Que deja atras las romanas
Lucrecia y Porcia, y Tomiris!
Esta ha sido prevencion
Solamente.
Rey.
Pues decidme:
Para tantas prevenciones,
Gutierre, ¿qué es lo que visteis?
D. Gut.
Nada: que hombres como yo
No ven; basta que imaginen,
Que sospechen, que prevengan,
Que recelen, que adivinen,
[p. 80]Que... No sé cómo lo diga;
Que no hay voz que signifique
Una cosa, que áun no sea
Un átomo indivisible.
Solo á vuestra Majestad
Di parte, para que evite
El daño que no hay; porque
Si le hubiera, de mí fíe
Que yo le diera el remedio
En vez, señor, de pedirle.
Rey.
Pues ya que de vuestro honor
Médico os llamais, decidme,
Don Gutierre, ¿qué remedios
Antes del último hicisteis?
D. Gut.
No pedí á mi mujer celos,
Y desde entónces la quise
Más: vivia en una quinta
Deleitosa y apacible;
Y para que no estuviera
En las soledades triste,
Traje á Sevilla mi casa,
Y á vivir en ella vine,
Adonde todo lo goza
Sin que nada á nadie envidie;
Porque malos tratamientos
Son para maridos viles
Que pierden á sus agravios
El miedo, cuando los dicen.
Rey.
El Infante viene allí,
Y si aquí os ve, no es posible
Que deje de conocer
Las quejas que dél me disteis.
Mas acuérdome que un dia
Me dieron con voces tristes
[p. 81]Quejas de vos, y yo entónces
Detras de aquellos tapices
Escondí á quien se quejaba;
Y en el mismo caso pide
El daño el propio remedio,
Pues al reves lo repite.
Y así quiero hacer con vos
Lo mismo que entónces hice;
Pero con un órden más,
Y es que nada aquí os obligue
A descubriros. Callad
A cuanto viereis.
D. Gut.
Humilde
Estoy, señor, á tus piés.
Seré el pájaro que fingen
Con una piedra en la boca. (Escóndese.)
DON ENRIQUE.—EL REY; DON GUTIERRE, oculto.
Rey.
Vengais norabuena, Enrique,
Aunque mala habrá de ser,
Pues me hallais...
D. Enr.
¡Ay de mí triste!
Rey.
Enojado.
D. Enr.
¿Pues, señor,
Con quién lo estais, que os obligue?
Rey.
Con vos, Infante, con vos.
D. Enr.
Será mi vida infelice.
Si enojado tengo al sol,
Veré mi mortal eclipse.
[p. 82]Rey.
¿Vos, Enrique, no sabeis
Que más de un acero tiñe
El agravio en sangre real?
D. Enr.
¿Pues por quién, señor, lo dice
Vuestra Majestad?
Rey.
Por vos
Lo digo, por vos, Enrique.
El honor es reservado
Lugar, donde el alma asiste.
Yo no soy Rey de las almas:
Harto en esto sólo os dije.
D. Enr.
No os entiendo.
Rey.
Si á la enmienda
Vuestro amor no se apercibe,
Dejando vanos intentos
De bellezas imposibles,
Donde el alma de un vasallo
Con ley soberana vive,
Podrá ser de mi justicia
Que áun mi sangre no se libre.
D. Enr.
Señor, aunque tu precepto
Es ley que tu lengua imprime
En mi corazon, y en él
Como en el bronce se escribe,
Escucha disculpas mias;
Que no será bien que olvides
Que con iguales orejas
Ambas partes han de oirse.
Yo, señor, quise á una dama
(Que ya sé por quién lo dices,
Si bien, con poca ocasion):
En efecto, yo la quise
Tanto...
Rey.
¿Qué importa, si ella
[p. 83]Es beldad tan imposible...?
D. Enr.
Es verdad, pero...
Rey.
Callad.
D. Enr.
Pues, señor, ¿no me permites
Disculparme?
Rey.
No hay disculpa;
Que es belleza que no admite
Objecion.
D. Enr.
Es cierto, pero
El tiempo todo lo rinde,
El amor todo lo puede.
Rey.
(Ap. ¡Válgame Dios! ¡qué mal hice
En esconder á Gutierre!)
Callad, callad.
D. Enr.
No te incites
Tanto contra mí, ignorando
La causa que á esto me obligue.
Rey.
Yo lo sé todo muy bien.
(Ap. ¡Oh qué lance tan terrible!)
D. Enr.
Pues yo, señor, he de hablar:
En fin, doncella la quise.
¿Quién, decid, agravia á quién?
¿Yo á un vasallo...
D. Gut.
(Ap.)¡Ay infelice!
D. Enr.
Que ántes que fuese su esposa,
Fué?...
Rey.
No teneis qué decirme.
Callad, callad, que ya sé
Que por disculpa fingisteis
Tal quimera. Infante, Infante,
Vamos mediando los fines.
¿Conoceis aquesta daga?
D. Enr.
Sin ella á palacio vine
Una noche.
[p. 84]Rey.
¿Y no sabeis
Dónde la daga perdisteis?
D. Enr.
No, señor.
Rey.
Yo sí, pues fué
Adonde fuera posible
Mancharse con sangre vuestra,
A no ser el que la rige
Tan notable y leal vasallo.
¿No veis que venganza pide
El hombre que áun ofendido,
El pecho y las armas rinde?
¿Veis este puñal dorado?
Jeroglífico es que dice
Vuestro delito: á quejarse
Viene de vos, y he de oirle.
Tomad su acero, y en él
Os mirad: veréis, Enrique,
Vuestros defectos.
D. Enr.
Señor,
Considera que me riñes
Tan severo, que turbado...
Rey.
Toma la daga.—¿Qué hiciste,
(Dale la daga, y al tomarla, turbado el Infante corta al Rey en la mano.)
Traidor?
D. Enr.
¿Yo?
Rey.
¿Desta manera
Tu acero en mi sangre tiñes?
¿Tú la daga que te di,
Hoy contra mi pecho esgrimes?
¿Tú me quieres dar la muerte?
D. Enr.
Mira, señor, lo que dices;
Que yo turbado...
Rey.
¿Tú á mí
[p. 85]Te atreves? ¡Enrique, Enrique!
Deten el puñal, ya muero.
D. Enr.
¡Hay confusiones más tristes!
Mejor es volver la espalda,
Y áun ausentarme y partirme
Donde en mi vida te vea, (Cáesele la daga.)
Porque de mí no imagines
Que puedo verter tu sangre
Yo ¡mil veces infelice! (Vase.)
Rey.
¡Válgame el cielo! ¿qué es esto?
¡Oh qué aprension insufrible!
Bañado me vi en mi sangre,
Muerto estuve. ¿Qué infelice
Imaginacion me cerca,
Que con espantos horribles
Y con helados temores
El pecho y el alma oprime?
Ruego á Dios que estos principios
No lleguen á tales fines,
Que con diluvios de sangre
El mundo se escandalice. (Vase.)
DON GUTIERRE.
¡Todo es prodigios el dia!
Con asombros tan terribles,
De que yo estaba escondido
No es mucho que el Rey se olvide.
¡Válgame Dios! ¿qué escuché?
Mas ¿para qué lo repite
[p. 86]La lengua, cuando mi agravio
Con mi desdicha se mide?
Arranquemos de una vez
De tanto mal las raíces.
Muera Mencía, su sangre
Bañe el pecho donde asiste;
Y pues aqueste puñal
Hoy segunda vez me rinde
El Infante, con él muera. (Levanta la daga.)
Mas no es bien que lo publique;
Porque si sé que el secreto
Altas victorias consigue,
Y que agravio que es oculto
Oculta venganza pide,
Muera Mencía de suerte
Que ninguno lo imagine.
Pero ántes que llegue á esto,
La vida el cielo me quite,
Porque no vea tragedias
De un amor tan infelice.
¿Para cuándo, para cuándo
Esos azules viriles
Guardan un rayo? ¿No es tiempo
De que sus puntas se vibren,
Preciando de tan piadosos?
¿No hay, claros cielos, decidme,
Para un desdichado muerte?
¿No hay un rayo para un triste? (Vase.)
[p. 87]Sala en la casa de Don Gutierre, en Sevilla.
DOÑA MENCÍA, JACINTA.
Jacinta.
Señora, ¿qué tristeza
Turba la admiracion á tu belleza,
Que la noche y el dia
No haces sino llorar?
D.ª Men.
La pena mia
No se rinde á razones.
En una confusion de confusiones,
Ni medidas, ni cuerdas,
Desde la noche triste, si te acuerdas,
Que viviendo en la quinta,
Te dije que conmigo habia, Jacinta,
Hablado Don Enrique
(No sé cómo mi mal te signifique),
Y tú despues dijiste que no era
Posible, porque afuera
A aquella misma hora que yo digo,
El Infante tambien habló contigo,
Estoy triste y dudosa,
Confusa, divertida y temerosa,
Pensando que no fuese
Gutierre quien conmigo habló.
Jacinta.
¿Pues ese
Es engaño que pudo
Suceder?
D.ª Men.
Sí, Jacinta, que no dudo
[p. 88]Que de noche, y hablando
Quedo, y yo tan turbada, imaginando
En él mismo, vendría,
Bien tal engaño suceder podria.
Con esto el verle agora
Conmigo alegre, y que consigo llora
(Porque al fin los enojos,
Que son grandes amigos de los ojos,
No les encubren nada),
Me tiene en tantas penas anegada.
COQUIN.—Dichas.
Coquin.
Señora.
D.ª Men.
¿Qué hay de nuevo?
Coquin.
Apénas á contártelo me atrevo.
Don Enrique, el Infante...
D.ª Men.
Tente, Coquin, no pases adelante,
Que su nombre no más me causa espanto.
Tanto le temo, ó le aborrezco tanto.
Coquin.
No es de amor el suceso,
Y por eso lo digo.
D.ª Men.
Y yo por eso
Lo escucharé.
Coquin.
El infante
Que fué, señora, tu imposible amante,
Con Don Pedro su hermano
Hoy un lance ha tenido. Pero en vano
Contártele pretendo,
Por no saberle bien, ó porque entiendo
[p. 89]Que no son justas leyes
Que hombres de burlas hablen de los reyes.
Esto aparte, en efeto
Enrique me llamó, y con gran secreto
Dijo: «A Doña Mencía
Este recado da de parte mía.
Que su desden tirano
Me ha quitado la gracia de mi hermano,
Y huyendo desta tierra,
Hoy á la ajena patria me destierra,
Donde vivir no espero,
Pues de Mencía aborrecido muero.»
D.ª Men.
¿Por mí el Infante ausente,
Sin la gracia del Rey? ¡Cosa que intente,
Con novedad tan grande,
Que mi opinion en voz del vulgo ande!
¿Qué haré? ¡Cielos!
Jacinta.
Ahora
El remedio mejor será, señora,
Prevenir este daño.
Coquin.
¿Cómo puede?
Jacinta.
Rogándole al Infante que se quede;
Pues si una vez se ausenta,
Como dicen, por tí, será tu afrenta
Pública; que no es cosa
La ausencia de un infante tan dudosa,
Que no se diga luego
Cómo y por qué.
Coquin.
¿Pues cuándo oirá ese ruego
Si, calzada la espuela,
Ya en su imaginacion Enrique vuela?
Jacinta.
Escribiéndole ahora
Un papel en que diga mi señora
Que á su opinion conviene
[p. 90]Que no se ausente; pues para eso tiene
Lugar, si tú le llevas.
D.ª Men.
Pruebas de honor son peligrosas pruebas;
Pero con todo quiero
Escribir el papel, pues considero,
Y no con necio engaño,
Que es de dos daños este el menor daño,
Si hay menor en los daños que recibo.
Quedaos aquí los dos, miéntras yo escribo.
(Vase.)
COQUIN, JACINTA.
Jacinta.
¿Qué tienes estos dias,
Coquin, que andas tan triste? ¿No solias
Ser alegre? ¿Qué efeto
Te tiene así?
Coquin.
Metíme á ser discreto
Por mi mal, y hame dado
Tan grande hipocondría en este lado,
Que me muero.
Jacinta.
¿Y qué es hipocondría?
Coquin.
Es una enfermedad que no la habia
Habrá dos años, ni en el mundo era.
Úsase poco há, y de manera
Lo que se usa, amiga, no se excusa,
Que una dama, sabiendo que se usa,
Le dijo á su galan muy triste un dia:
«Tráigame un poco uced de hipocondría.»
Mas señor entra ahora.
Jacinta.
¡Ay Dios! Voy á avisar á mi señora.
DON GUTIERRE.—COQUIN, JACINTA.
D. Gut.
Tente, Jacinta, espera.
¿Dónde corriendo vas de esa manera?
Jacinta.
Avisar pretendia
A mi señora de que ya venía
Tu persona.
D. Gut.
(Ap.¡Oh criados,
En efecto, enemigos no excusados!
Turbados de temor los dos se han puesto.)
Ven acá, díme tú lo que hay en esto:
Díme por qué corrias. (A Jacinta.)
Jacinta.
Solo por avisar de que venías,
Señor, á mi señora.
D. Gut.
El labio sella.
(Ap. Mas deste lo sabré mejor que della.)
Coquin, tú me has servido
Noble siempre, en mi casa te has criado:
A tí vuelvo rendido,
Díme, dime por Dios lo que ha pasado.
Coquin.
Señor, si algo supiera,
De lástima no más te lo dijera.
¡Plegue á Dios! mi señor...
D. Gut.
¡No, no des voces!
¿De qué aquí te turbaste?
Coquin.
Somos de buen turbar; mas esto baste.
D. Gut.
(Ap. Señas los dos se han hecho.
Ya no son cobardías de provecho.)
Idos de aquí los dos.—Solos estamos,
(Vanse los dos.)
[p. 92]Honor, lleguemos ya, desdicha, vamos.
¿Quién vió en tantos enojos
Matar las manos y llorar los ojos?
(Alza una cortina, y descubre á Doña Mencía escribiendo.)
DOÑA MENCÍA.—DON GUTIERRE.
D. Gut.
(Ap.) Escribiendo Mencía
Está: ya es fuerza ver lo que escribia.
(Llega á ella y quítale el papel.)
D.ª Men.
¡Ay Dios! ¡Válgame el cielo! (Se desmaya.)
D. Gut.
Estatua viva se quedó de hielo. (Lee.)
Vuestra Alteza, señor... ¡Que por Alteza
Vino mi honor á dar á tal bajeza!
No se ausente... Detente,
Voz; pues le ruega aquí que no se ausente,
A tanto mal me ofrezco,
Que casi las desdichas me agradezco.—
¿Si aquí la doy la muerte...?
Mas esto ha de pensarse desta suerte.
Despediré criadas y criados:
Solos han de quedarse mis cuidados
Conmigo; y ya que ha sido
Mencía la mujer que yo he querido
Mas en mi vida, quiero
Que en el último vale, en el postrero
Parasismo, me deba
La más nueva piedad, la accion más nueva.
Ya que la cura he de aplicar postrera,
No muera el alma, aunque la vida muera.
(Escribe y vase.—Vuelve en sí Doña Mencía.)
DOÑA MENCÍA.
¡Señor, deten la espada,
No me juzgues culpada:
El cielo sabe que inocente muero!
¿Qué fiera mano, qué sangriento acero
En mi pecho ejecutas? ¡Tente, tente!
¡Una mujer no mates inocente!
Mas ¿qué es esto? ¡ay de mí! ¿no estaba agora
Gutierre aquí? ¿No via (¿quién lo ignora?)
Que en mi sangre bañada,
Moria en rubias ondas anegada?
¡Ay Dios, este desmayo
Fué de mi vida aquí mortal ensayo!
¡Qué ilusion! Por verdad lo dudo y creo.
El papel romperé.—¡Pero qué veo!
De mi esposo es la letra, y desta suerte
La sentencia me intima de mi muerte:
(Lee.) El amor te adora, el honor te aborrece; y así el uno te mata y el otro te avisa. Dos horas tienes de vida: cristiana eres, salva el alma, que la vida es imposible.
¡Válgame Dios! ¡Jacinta, hola! ¿Qué es esto?
¿Nadie responde? ¡Otro temor funesto!
¿No hay alguna criada?
Mas ¡ay de mí! la puerta está cerrada,
Nadie en casa me escucha.
Mucha es mi turbacion, mi pena es mucha.
Destas ventanas son los hierros rejas,
[p. 94]Y en vano á nadie le diré mis quejas,
Que caen á unos jardines, donde apénas
Habrá quien oiga repetidas penas.
¿Dónde iré desta suerte,
Tropezando en la sombra de mi muerte?
(Vase.)
Calle.
EL REY, DON DIEGO.
Rey.
En fin, ¿Enrique se fué?
D. Diego.
Sí, señor: aquesta tarde
Salió de Sevilla.
Rey.
Creo
Que ha presumido arrogante
Que él solamente de mí
Podrá en el mundo librarse.
¿Y dónde va?
D. Diego.
Yo presumo
Que á Consuegra.
Rey.
Está el Infante
Maestre allí, y querrán los dos
A mis espaldas vengarse
De mí.
D. Diego.
Tus hermanos son,
Y es forzoso que te amen
Como hermano, y como á rey
Te adoren: dos naturales
[p. 95]Obediencias son.
Rey.
Y Enrique
¿Quién lleva que le acompañe?
D. Diego.
Don Arias.
Rey.
Es su privanza.
D. Diego.
Música hay en esta calle.
Rey.
Vámonos llegando á ellos:
Quizá con lo que cantaren,
Me templaré.
D. Diego.
La armonía
Es antídoto á los males.
(Cantan dentro.)
El infante Don Enrique
Hoy se despidió del Rey;
Su pesadumbre y su ausencia
Quiera Dios que pare en bien.
Rey.
¡Qué triste voz! Vos, Don Diego,
Echad por aquesa calle,
No se nos escape quien
Canta desatinos tales.
(Vase cada uno por su parte.)
Sala en casa de Don Gutierre.
DON GUTIERRE; LUDOVICO, cubierto el rostro.
D. Gut.
Entra, no tengas temor;
Que ya es tiempo que destape
Tu rostro y encubra el mio. (Tápase.)
[p. 96]Ludov.
¡Válgame Dios!
D. Gut.
No te espante
Nada que vieres.
Ludov.
Señor,
De mi casa me sacasteis
Esta noche; pero apénas
Me tuvisteis en la calle,
Cuando un puñal me pusisteis
Al pecho, sin que cobarde
Vuestro intento resistiese,
Que fué cubrirme y vendarme
El rostro, y darme mil vueltas
Luego á mis propios umbrales.
Dijísteisme que mi vida
Estaba en no destaparme;
Una hora he andado con vos,
Sin saber por donde ande.
Y con ser la admiracion
De aqueste caso tan grave,
Más me turba y me suspende
Inpensadamente hallarme
En una casa tan rica,
Sin ver que la habite nadie
Sino vos, habiéndôs visto
Siempre ese embozo delante.
¿Qué me quereis?
D. Gut.
Que te esperes
Aquí solo un breve instante. (Vase.)
Ludov.
¡Qué confusiones son estas
Que á tal extremo me traen!
¡Válgame Dios! (Vuelve Don Gutierre.)
D. Gut.
Tiempo es ya
De que entres aquí; mas ántes
Escúchame: aqueste acero
[p. 97]Será de tu pecho esmalte,
Si resistes lo que yo
Tengo ahora de mandarte.
Asómate á ese aposento.
¿Qué ves en él?
Ludov.
Una imágen
De la muerte, un bulto veo
Que sobre una cama yace:
Dos velas tiene á los lados,
Y un crucifijo delante.
Quién es, no puedo decir;
Que con unos tafetanes
El rostro tiene cubierto.
D. Gut.
Pues á ese vivo cadáver
Que ves, has de dar la muerte.
Ludov.
¿Pues qué quieres?
D. Gut.
Que la sangres,
Y la dejes que rendida
A su violencia, desmaye
La fuerza, y que en tanto horror
Tú atrevido la acompañes,
Hasta que por breve herida
Ella espire y se desangre.
No tienes que replicar,
Si buscas en mí piedades;
Sino obedecer, si quieres
Vivir.
Ludov.
Señor, tan cobarde
Te escucho, que no podré
Obedecerte.
D. Gut.
Quien hace
Por consejos rigurosos
Mayores temeridades,
Darte la muerte sabrá.
[p. 98]Ludov.
Fuerza es que mi vida guarde.
D. Gut.
Haces bien; que ya en el mundo
Hay quien viva porque mate.
Desde aquí te estoy mirando,
Ludovico: entra adelante.
(Entrase Ludovico.)
DON GUTIERRE.
Este fué el más sutil medio
Para que mi afrenta acabe
Disimulada, supuesto
Que el veneno fuera fácil
De averiguar, las heridas
Imposible de ocultarse.
Y así, contando la muerte,
Y diciendo que fué lance
Forzoso hacer la sangría,
Ninguno podrá probarme
Lo contrario, si es posible
Que una venda se desate.
Haber traido á este hombre
Con recato semejante,
Fué bien; pues si descubierto
Viniera, y viera sangrarse
Una mujer, y por fuerza,
Fuera presuncion notable.
Éste no podrá decir,
Cuando refiera este trance,
Quién fué la mujer; demas,
[p. 99]Que cuando de aquí le saque,
Muy léjos ya de mi casa
Estoy dispuesto á matarle.
Médico soy de mi honor:
La vida pretendo darle
Con una sangría; que todos
Curan á costa de sangre. (Vase.)
Calle.
EL REY y DON DIEGO, que vuelven á salir cada uno por su parte; MÚSICA, dentro.
(Cantan dentro.)
Para Consuegra camina,
Donde piensa que han de ser
Teatros de mil tragedias
Las montañas de Montiel.
Rey.
¡Don Diego!
D. Diego.
Señor...
Rey.
Supuesto
Que cantan en esta calle,
¿No hemos de saber quién es?
¿Habla por ventura el aire?
D. Diego.
No te desveles, señor,
Oir estas necedades;
Porque á vuestro enojo ya
Versos en Sevilla se hacen.
Rey.
Dos hombres vienen aquí.
[p. 100]D. Diego.
Es verdad: no hay que esperarles
Respuesta. Hoy el conocerlos
Importa.
DON GUTIERRE, que trae á LUDOVICO, con los ojos vendados.—Dichos.
D. Gut.
(Ap.)¡Que así me ataje
El cielo que con la muerte
Deste hombre eche otra llave
Al secreto!—Ya me es fuerza
De aquestos dos retirarme;
Que nada me está peor
Que conocerme en tal parte.
Dejaréle en este puesto. (Vase.)
EL REY, DON DIEGO, LUDOVICO, con los ojos vendados.
D. Diego.
De los dos, señor, que ántes
Venian, se volvió el uno,
Y el otro se quedó.
Rey.
A darme
Confusion; que si le veo
A la poca luz que esparce
La luna, no tiene forma
[p. 101]Su rostro: confusa imágen
El bulto, mal acabado,
Parece de un blanco jaspe.
D. Diego.
Téngase tu Majestad,
Que yo llegaré.
Rey.
Dejadme,
Don Diego.—¿Quién eres, hombre?
Ludov.
Dos confusiones son parte,
Señor, á no responderos: (Descúbrese.)
La una, la humildad que trae
Consigo un pobre oficial,
Para que con reyes hable
(Que ya os conocí en la voz,
Luz que tan notorio os hace);
La otra, la novedad
Del suceso más notable
Que el vulgo, archivo confuso,
Califica en sus anales.
Rey.
¿Qué os ha sucedido?
Ludov.
A vos
Lo diré, escuchadme aparte.
Rey.
Retiraos allí, Don Diego.
D. Diego.
(Ap.) Sucesos son admirables
Cuantos esta noche veo:
Dios con bien della me saque.
Ludov.
No la ví el rostro, mas solo
Entre repentidos ayes
Escuché: «Inocente muero;
El cielo no te demande
Mi muerte.» Esto dijo, y luego
Espiró; y en este instante
El hombre mató la luz,
Y por los pasos, que ántes
Entré, salí. Sintió ruido
[p. 102]Al llegar á aquesta calle,
Y dejóme en ella solo.
Fáltame ahora de avisarte,
Señor, que saqué bañadas
Las manos en roja sangre,
Y que fuí por las paredes,
Como que quise arrimarme,
Manchando todas las puertas,
Por si pueden las señales
Descubrir la casa.
Rey.
¡Bien
Hicistes! Venid á hablarme
Con lo que hubiereis sabido,
Y tomad este diamante,
Y decid que por las señas
Dél os permitan hablarme
A cualquier hora que vais.
Ludov.
El cielo, señor, os guarde. (Vase.)
Rey.
Vamos, Don Diego.
D. Diego.
¿Qué es eso?
Rey.
El suceso más notable
Del mundo.
D. Diego.
Triste has quedado.
Rey.
Forzoso ha sido asombrarme.
D. Diego.
Vente á acostar, que ya el dia
Entre dorados celajes
Asoma.
Rey.
No he de poder
Sosegar, hasta que halle
Una cosa que deseo.
D. Diego.
¿No miras que ya el sol sale,
Y que podrán conocerte
Desta suerte?
COQUIN.—EL REY, DON DIEGO.
Coquin.
Aunque me mates,
Habiéndote conocido,
¡Oh señor! tengo de hablarte:
Escúchame.
Rey.
Pues, Coquin,
¿De qué los extremos son?
Coquin.
Esta es una honrada accion,
De hombre bien nacido en fin;
Que aunque hombre me consideras
De burlas con loco humor,
Llegando á véras, señor,
Soy hombre de muchas véras,
Oye lo que he de decir,
Pues de véras vengo á hablar;
Que quiero hacerte llorar,
Ya que no puedo reir.
Gutierre, mal informado
Por aparentes recelos,
Llegó á tener viles celos
De su honor; y hoy obligado
A tal sospecha, que halló
Escribiendo (¡error cruel!)
Para el Infante un papel
A su esposa, que intentó
Con él que no se ausentase,
Porque ella causa no fuese
De que en Sevilla se viese
[p. 104]La novedad que causase
Pensar que ella le ausentaba...
Con esta inocencia pues
(Que á mí me consta), con piés
Cobardes, adonde estaba
Llegó, y el papel tomó,
Y, sus celos declarados,
Despidiendo á los criados,
Todas las puertas cerró,
Solo se quedó con ella.
Yo enternecido de ver
Una infelice mujer
Perseguida de su estrella,
Vengo, señor, á avisarte
Que tu brazo altivo y fuerte
Hoy la libre de la muerte.
Rey.
¿Con qué he de poder pagarte
Tal piedad?
Coquin.
Con darme aprisa
Libre, sin más accidentes,
De la accion contra mis dientes.
Rey.
No es ahora tiempo de risa.
Coquin.
¿Cuándo lo fué?
Rey.
Y pues el dia
Aun no se muestra, lleguemos,
Don Diego. (Vanse.)
[p. 105]Otra calle, y en ella la casa de Don Gutierre. En la puerta se ve la señal de una mano sangrienta.
Los mismos.
Rey.
Así, pues, daremos
Color á una industria mia,
De entrar en casa mejor,
Diciendo que me ha cogido
Cerca el dia, y he querido
Disimular el color
Del vestido; y una vez
Allá, el estado veremos
Del suceso; y así haremos
Como Rey, supremo juez.
D. Diego.
No hubiera industria mejor.
Coquin.
De su casa lo has tratado
Tan cerca, que ya has llegado;
Que esta es su casa, señor.
Rey.
Don Diego, espera.
D. Diego.
¿Qué ves?
Rey.
¿No ves sangrienta una mano
Impresa en la puerta?
D. Diego.
Es llano.
Rey.
(Ap.) Gutierre sin duda es
El cruel que anoche hizo
Una accion tan inclemente.
No sé qué hacer. Cuerdamente
Sus agravios satisfizo.
DOÑA LEONOR, INÉS, con mantos.—Dichos.
D.ª Leon.
Salgo á misa ántes del dia,
Porque ninguno me vea
En Sevilla, donde crea
Que olvido la pena mia.
Mas gente hay aquí. ¡Ay Inés!
¿El Rey qué hará en esta casa?
Inés.
Tápate en tanto que pasa.
Rey.
Accion excusada es,
Porque ya estais conocida.
D.ª Leon.
No fué encubrirme, señor,
Por excusar el honor
De dar á tus piés la vida.
Rey.
Esa accion es para mí,
De recatarme de vos,
Pues sois acrêdor, por Dios,
De mis honras; que yo os di
Palabra, y con gran razon,
De que he de satisfacer
Vuestro honor; y lo he de hacer
En la primera ocasion.
DON GUTIERRE.—Dichos.
D. Gut.
(Dentro) ¡Hoy me he de desesperar,
Cielo airado, si no baja
Un rayo de esas esferas
Y en cenizas me desata!
Rey.
¿Qué es esto?
D. Diego.
Loco furioso
Don Gutierre de su casa
Sale.
Rey.
¿Dónde vais, Gutierre?
D. Gut.
(Sale.) A besar, señor, tus plantas;
Y de la mayor desdicha,
De la tragedia más rara,
Escucha la admiracion,
Que eleva, admira y espanta.
Mencía, mi amada esposa,
Tan hermosa como casta,
Virtuosa como bella
(Dígalo á voces la fama):
Mencía, á quien adoré
Con la vida y con el alma,
Anoche á un grave accidente
Vió su perfeccion postrada,
Por desmentirla divina
Este accidente de humana.
Un médico, que lo es
[p. 108]El de mayor nombre y fama,
Y el que en el mundo merece
Inmortales alabanzas,
La recetó una sangría,
Porque con ella esperaba
Restituir la salud
A un mal de tanta importancia.
Sangróse en fin; que yo mismo,
Por estar sola la casa,
Llamé al sangrador, no habiendo
Ni criados ni criadas.
A verla en su cuarto, pues,
Quise entrar esta mañana...
—Aquí la lengua enmudece,
Aquí el aliento me falta.
Veo de funesta sangre
Teñida toda la cama,
Toda la ropa cubierta,
Y que en ella ¡ay Dios! estaba
Mencía, que se habia muerto
Esta noche desangrada.
Ya se ve cuán fácilmente
Una venda se desata.
¿Pero para qué presumo
Reducir hoy á palabras
Tan lastimosas desdichas?
Vuelve á esta parte la cara,
Y verás sangriento el sol,
Verás la luna eclipsada,
Deslucidas las estrellas
Y las esferas borradas;
Y verás á la hermosura
Mas triste y más desdichada,
Que, por darme mayor muerte,
[p. 109]No me ha dejado sin alma.
(Descúbrese á Doña Mencía en la cama.)[1]
Rey.
¡Notable suceso! (Ap. Aquí
La prudencia es de importancia.
Mucho en reportarme haré.
Tomó notable venganza.)
Cubrid ese horror que asombra,
Ese prodigio que espanta,
Espectáculo que admira,
Símbolo de la desgracia.
Gutierre, menester es
Consuelo; y porque le haya
En pérdida que es tan grande
Con otra tanta ganancia,
Dadle la mano á Leonor;
Que es tiempo que satisfaga
Vuestro valor lo que debe,
Y yo cumpla la palabra
De volver en la ocasion
Por su valor y su fama.
D. Gut.
Señor, si de tanto fuego
Aún las cenizas se hallan
Calientes, dadme lugar
Para que llore mis ánsias.
¿No quereis que escarmentado
Quede?
Rey.
Esto ha de ser, y basta.
D. Gut.
Señor, ¿quereis que otra vez,
No libre de la borrasca,
Vuelva al mar? ¿Con qué disculpa?
[p. 110]Rey.
Con que vuestro Rey lo manda.
D. Gut.
Señor, escuchad aparte
Disculpas.
Rey.
Son excusadas.
¿Cuáles son?
D. Gut.
¿Si vuelvo á verme
En desdichas tan extrañas,
Que de noche halle embozado
A vuestro hermano en mi casa...?
Rey.
No dar crédito á sospechas.
D. Gut.
¿Y si detras de mi cama
Hallase tal vez, señor,
De Don Enrique la daga?
Rey.
Presumir que hay en el mundo
Mil sobornadas criadas,
Y apelar á la cordura.
D. Gut.
A veces, señor, no basta.
¿Si veo rondar despues
De noche y de dia mi casa?
Rey.
Quejárseme á mí.
D. Gut.
¿Y si cuando
Llego á quejarme, me aguarda
Mayor desdicha escuchando?
Rey.
¿Qué importa, si él desengaña
Que fué siempre su hermosura
Una constante muralla
De los vientos defendida?
D. Gut.
¿Y si volviendo á mi casa,
Hallo algun papel que pide
Que el Infante no se vaya?
Rey.
Para todo habrá remedio.
D. Gut.
¿Posible es que á esto le haya?
Rey.
Sí, Gutierre.
D. Gut.
¿Cuál, señor?
[p. 111]Rey.
Uno vuestro.
D. Gut.
¿Qué es?
Rey.
Sangrarla.
D. Gut.
¿Qué decís?
Rey.
Que hagais borrar
Las puertas de vuestra casa;
Que hay mano sangrienta en ellas.
D. Gut.
Los que de un oficio tratan,
Ponen, señor, á las puertas
Un escudo de sus armas;
Trato en honor, y así pongo
Mi mano en sangre bañada
A la puerta; que el honor
Con sangre, señor, se lava.
Rey.
Dádsela, pues, á Leonor;
Que yo sé que su alabanza
La merece.
D. Gut.
Sí la doy. (Dale la mano.)
Mas mira que va bañada
En sangre, Leonor.
D.ª Leon.
No importa;
Que no me admira ni espanta.
D. Gut.
Mira que médico he sido
De mi honra: no está olvidada
La ciencia.
D.ª Leon.
Cura con ella
Mi vida, en estando mala.
D. Gut.
Pues con esa condicion
Te la doy. Con esto acaba
El Médico de su honra,
Perdonad sus muchas faltas.
[p. 113]
DRAMA EN TRES JORNADAS.
[p. 114]
PERSONAS.
El rey don Sebastian.
Don Lope de Almeida.
Don Juan de Silva.
Don Luis de Benavides.
Don Bernardino, viejo.
El duque de Berganza.
Doña Leonor, dama.
Sirena, criada.
Manrique, criado.
Cecilio, criado.
Un barquero.
Acompañamiento.
Soldados.
La escena es en Lisboa, en las cercanías de Aldea Gallega y en otros puntos.
[p. 115]
Vista exterior de una quinta del Rey.
EL REY DON SEBASTIAN, DON LOPE DE ALMEIDA, MANRIQUE, acompañamiento.
D. Lope.
Otra vez, gran señor, os he pedido
Esta licencia, y otra habeis tenido
Por bien mi casamiento;
Mas yo que siempre, á tanta luz atento,
Vivo en vuestro semblante, vengo á daros
Cuenta de mi eleccion, y á suplicaros
Que en vuestra gracia pueda
Colgar las armas, y que Marte ceda
A Amor la gloria, cuando en paz reciba,
En vez de alto laurel, sagrada oliva.
Yo os he servido, y solamente espero
Esta merced por galardon postrero,
Pues con esta licencia venturosa
Hoy saldré á recibir mi amada esposa.
Rey.
Yo estimo vuestro gusto y vuestro aumento,
Y me alegro de vuestro casamiento;
Y á no estar ocupado
[p. 116]En la guerra que en Africa he intentado,
Fuera vuestro padrino.
D. Lope.
Eterno dure ese laurel divino
Que tus sienes corona.
Rey.
Estimo en mucho yo vuestra persona.
(Vase el Rey y acompañamiento.)
DON LOPE, MANRIQUE.
Manriq.
Contento estás.
D. Lope.
Mal supiera
La dicha y la gloria mia
Disimular su alegría.
¡Felice yo, si pudiera
Volar hoy!
Manriq.
Al viento igualas.
D. Lope.
Poco aprovecha; que el viento
Es perezoso elemento.
Diérame el amor sus alas,
Volara abrasado y ciego;
Pues quien al viento se entrega,
Olas de viento navega,
Y las de amor son de fuego.
Manriq.
Para que desengañarme
Pueda, creyendo que tienes
Causa, dime á lo que vienes
Con tanta prisa.
D. Lope.
A casarme.
Manriq.
¿Y no miras que es error,
Digno de que al mundo asombre,
[p. 117]Que vaya á casarse un hombre
Con tanta prisa, señor?
Si hoy, que te vas á casar,
Del mismo viento te quejas,
¿Qué dejas que hacer, qué dejas,
Cuando vayas á enviudar?
DON JUAN DE SILVA, en traje pobre.—DON LOPE, MANRIQUE.
D. Juan.
(Para sí.) ¡Cuán diferente pensé
Volver á tí, patria mia,
Aquel infelice dia
Que tus umbrales dejé!
¡Quién no te hubiera pisado!
Pues siempre mejor ha sido,
Adonde no es conocido,
Vivir el que es desdichado.
Gente hay aquí; no es razon
Verme en el mal que me veo.
D. Lope.
Aguárdate. No lo creo.
¿Si es verdad? ¿Si es ilusion?
¡Don Juan!
D. Juan.
¡Don Lope!
D. Lope.
Dudoso
De tanta dicha, mis brazos
Han suspendido sus lazos.
D. Juan.
Deteneos, que es forzoso
Que me defienda de quien
Tanto honor y valor tiene;
[p. 118]Que hombre que tan pobre viene,
Don Lope amigo, no es bien
Que toque (¡oh suerte importuna!)
Pecho de riquezas lleno.
D. Lope.
Vuestra razones condeno,
Porque si da la fortuna
Humanos bienes del suelo,
El cielo un amigo da
Como vos: ¡ved lo que va
Desde la fortuna al cielo!
D. Juan.
Aunque haceis que aliento cobre,
En mí mayor mal está:
¡Mirad cuán grande será
Mal que es mayor que ser pobre!
Y porque mi sentimiento
Algun alivio prevenga,
Si es posible que le tenga,
Escuchad, Don Lope, atento.
A la conquista famosa
De la India, que eligió
Para su tumba la noche
Y para su cuna el sol,
Amigos, y tan amigos,
Pasamos juntos los dos,
Que asistieron en dos cuerpos
Un alma y un corazon.
No codicia de riqueza,
Sino codicia de honor
Obligó nuestros deseos
A tan atrevida accion,
Como tocar con bajeles
La provincia que ignoró
Por tantos años la ciencia,
Nunca creida hasta hoy.
[p. 119]La nobleza lusitana
De su fortuna fió
Naves, que ciertas exceden
Las fingidas de Jason.
Dejo esta alabanza á quien
Pueda con más dulce voz
Contar los famosos hechos
Desta invencible nacion;
Porque el gran Luis de Camoens,
Escribiendo lo que obró,
Con pluma y espada muestra
Ya el ingenio y ya el valor
En esta parte. Despues,
Don Lope invicto, que vos,
Por muerte de vuestro padre,
Volvisteis, me quedé yo,
Bien sabeis con cuánta fama
De amigos y de opinion,
Que ahora perdidos hacen
El sentimiento mayor.
Pero en efecto es consuelo:
¡Ved si desgraciado soy,
Que nunca le di, malquisto,
A la fortuna ocasion!
Habia en Goa una señora,
Hija de un hombre á quien dió
Grande cantidad de hacienda
Codicia y contratacion.
Era hermosa, era discreta;
Que, aunque enemigas las dos,
En ella hicieron las paces
Hermosura y discrecion.
Servíla tan venturoso,
Que merecí algun favor;
[p. 120]Pero ¿quién ganó al principio,
Que á la postre no perdió?
¿Quién fué ántes tan felice,
Que despues no declinó?
Porque son muy parecidos
Juego, fortuna y amor.
Don Manuel de Sosa, un hombre
(Hijo del gobernador
Manuel de Sosa) por sí
De mucha resolucion,
Muy valiente, muy cortés,
Bizarro y cuerdo (que yo,
Aunque le quité la vida,
No he de quitarle el honor),
De Violante enamorado
(Que este es el nombre que dió
Ocasion á mi ventura
Y á mi desdicha ocasion),
En Goa públicamente
Era mi competidor.
Poco cuidado me daba
Su amorosa pretension;
Porque siendo, como era,
El favorecido yo,
La pena del despreciado
Hizo mi dicha mayor.
Un dia, que el sol hermoso
Saliera (¡pluguiera á Dios,
Sepultara eterna noche
Su contínuo resplandor!),
Salió con el sol Violante:
Bastaba pedirle yo
Que áun el uno no saliera,
Para que salieran dos.
[p. 121]De criados rodeada
A la marina llegó,
Donde estaba mucha gente,
Porque en aquella ocasion
Habia llegado una nave
Al puerto, y su admiracion
Dió causa á aqueste concurso,
Y á mi desdicha la dió.
Estábamos en un corro
De mucha gente los dos,
Todos soldados y amigos,
Cuando á la vista paso
Violante. Iba tan airosa,
Que allí ninguno dejó
De poner el alma en ella,
Porque su planta veloz
Era el móvil que llevaba
Tras sí la imaginacion.
Dijo un capitan:—¡Qué bella
Mujer!—A quien respondió
Don Manuel:—Y como tal
Ha sido la condicion.
—Será cruel.—No por eso
Lo digo (le replicó),
Sino por ver que ha escogido,
Como hermosa, lo peor.—
Yo entónces dije: Ninguno
Sus favores mereció,
Porque no hay quien los merezca;
Y si hay alguno, soy yo.
—Mentís, dijo. Aquí no puedo
Proseguir, porque la voz
Muda, la lengua turbada,
Frio el cuerpo, el corazon
[p. 122]Palpitante, los sentidos
Muertos y vivo el dolor,
Quedan repitiendo aquella
Afrenta. ¡Oh tirano error
De los hombres! ¡Oh vil ley
Del mundo! ¡Que una razon,
O que una sinrazon pueda
Manchar el altivo honor
Tantos años adquirido,
Y que la antigua opinion
De honrado quede postrada
A lo fácil de una voz!
¡Que el honor, siendo un diamante,
Pueda un frágil soplo (¡ay Dios!)
Abrasarle y consumirle,
Y que siendo su esplendor
Más que el sol puro, un aliento
Sirva de nube á este sol!
Mucho del caso me aparto,
Llevado de la pasion.
Perdonad, vuelvo al suceso.
Apénas él pronunció
Tales razones, Don Lope,
Cuando mi espada veloz
Pasó de la vaina al pecho,
Tal que á todos pareció
Que imitaron trueno y rayo
Juntas mi espada y su voz.
Bañado en su misma sangre,
Muerto en la arena cayó,
Cuando para mi defensa
Tomé una iglesia, á quien dió
En aquel sitio lugar
La sagrada religion
[p. 123]De Francisco; que por ser
Su padre el gobernador,
Me fué forzoso esconderme
Con tanto asombro y temor,
Que tres dias un sepulcro
Habité vivo. ¿Quién vió
Que siendo el contrario el muerto,
Fuese el sepultado yo?
Al cabo de los tres dias,
Por amistad y favor,
El capitan de la nave
Que á nuestro puerto llegó,
Y que á Lisboa venía,
En ella me recibió
Una noche, cuyo manto
Fué de mi vida ocasion.
En esta nave escondido
Estuve, hasta que el veloz
Monstruo del viento y del agua
Los piélagos dividió
De Neptuno. ¡Injusto engaño
De la vida! O su pasion
No dé por infame al hombre
Que sufre su deshonor,
O le dé por disculpado
Si se venga; que es error
Dar á la afrenta castigo,
Y no al castigo perdon.
Hoy he llegado á Lisboa,
Adonde tan pobre estoy,
Que no osaba entrar en ella.
Estas mis fortunas son,
Ya no tristes, sino alegres,
Pues me dieron ocasion
[p. 124]De llegar á vuestros brazos.
Estos mil veces os doy,
Si un hombre tan infelice
Puede merecer de vos,
Oh gran Don Lope de Almeida,
Tal merced, honra y favor.
D. Lope.
Atentamente escuché,
Don Juan de Silva, las quejas,
Que en lágrimas anegadas
Dais desde el pecho á la lengua,
Y atentamente he pensado
Que no hay opinion que pueda,
Por más sutil que discurra,
Tener dudosa la vuestra.
¿Quién, en naciendo, no vive
Sujeto á las inclemencias
Del tiempo y de la fortuna?
¿Quién se libra, quién se excepta
De una intencion mal segura,
De un pecho doble, que alienta
La ponzoña de una mano
Y el veneno de una lengua?
Ninguno. Solo dichoso
Puede llamarse el que deja,
Como vos, limpio su honor
Y castigada su ofensa.
Honrado estais: negras sombras
No deslustren, no oscurezcan
Vuestro honor antiguo, y hoy
En nuestra amistad se vea
La virtud de aquellas plantas
Tan conformemente opuestas,
Que una con calor consume,
Y otra con frialdad penetra,
[p. 125]Siendo veneno las dos,
Y estando juntas, se templan
De suerte, que son entónces
Salud más segura y cierta.
Vos estais triste, yo alegre:
Partamos la diferencia
Entre los dos, y templando
El contento y la tristeza,
Queden en igual balanza
Mi alegría y vuestra pena,
Mi gusto y vuestro dolor,
Mi ventura y vuestra queja,
Porque el pesar ó el placer
Matar á ninguno pueda.
Yo me he casado en Castilla,
Por poder, con la más bella
Mujer... (Mas para ser propia
Es lo ménos la belleza.)
Con la más noble, más rica,
Más virtuosa y más cuerda
Que pudo en el pensamiento
Hacer dibujos la idea.
Doña Leonor de Mendoza
Es su nombre, y hoy con ella
Don Bernardino mi tio
Llegará á Aldea Gallega,
Donde salgo á recibirla
Con tan venturosas muestras
Como veis; y un bello barco
Tan venturoso la espera,
Que juzga por perezosas
Hoy del tiempo las ligeras
Alas; porque el bien que tarda,
No llega bien cuando llega.
[p. 126]Esta es mi dicha, mayor
Por ver cuánto la acrecienta
Vuestra venida, Don Juan.
No os dé temor, no os dé pena
Venir pobre; rico soy:
Mi casa, amigo, mi mesa,
Mis caballos, mis criados,
Mi honor, mi vida, mi hacienda,
Todo es vuestro. Consolaos
De que la fortuna os deja
Un amigo verdadero,
Y que no ha tenido fuerza
Contra vos quien no os quitó
Ese valor que os alienta,
Esa alma que os anima,
Y este brazo que os defienda.
No me respondais, dejad
Las cortesanas finezas,
Entre amigos excusadas,
Y venid adonde sea
Testigo vuestra persona
De la dicha que me espera;
Que hoy en Lisboa ha de entrar
Mi esposa, y estas tres leguas
De mar (para mí de fuego)
Hemos de venir con ella;
Que de esotra parte está
Sin duda.
D. Juan.
Pues no pretenda
Con mi humildad deslucirse,
Don Lope, vuestra nobleza,
Porque el mundo, no la sangre,
Sino el vestido, respeta.
D. Lope.
Ese es engaño del mundo,
[p. 127]Que no ve ni considera
Que al cuerpo le viste el oro,
Pero al alma la nobleza.
Venid conmigo. (Ap. Suspiros,
Ofreced viento á las velas,
Si es que en los mares del fuego
Bajeles de amor navegan.)
(Vanse los dos.)
Manriq.
Yo me quiero adelantar
En alguna barca destas,
Que llaman muletes, y hoy
Siendo cojo con muletas,
Pediré á mi buena ama
Las albricias de que llega
Su esposo; que el primer dia
Da las albricias cualquiera,
Porque sale de forzada,
Si es lo mismo que doncella. (Vase.)
Campo cercano á Aldea Gallega.
DON BERNARDINO, DOÑA LEONOR, SIRENA.
D. Ber.
En la falda lisonjera
Deste monte coronado
De flores, donde ha llamado
A cortes la primavera,
Puedes descansar, en tanto,
Bella Leonor, que dichoso
[p. 128]Llega Don Lope tu esposo.
Y perdona al dulce llanto,
Aunque no es gran maravilla
Que con sentimiento igual,
A vista de Portugal
Te despidas de Castilla.
D.ª Leon.
Ilustre D. Bernardino
De Almeida, mi tierno llanto
No es ingratitud á tanto
Honor como me previno
La suerte y la dicha mia.
Viendo tan cercano el bien,
Gusto ha sido; que tambien
Hay lágrimas de alegría.
D. Ber.
Cuerdamente te disculpa
La discrecion lisonjera;
Y aunque por disculpa fuera,
Te agradeciera la culpa.
Yo quiero dar más lugar
A divertir la porfía
De aquesta melancolía.
Aquí puedes descansar,
Venciendo el rigor aquí
Del sol, que en sus rayos arde,
El cielo tu vida guarde. (Vase.)
DOÑA LEONOR, SIRENA.
D.ª Leon.
¿Fuése ya, Sirena?
Sirena.
Sí.
[p. 129]D.ª Leon.
¿Oyenos álguien?
Sirena.
Sospecho
Que estamos solas las dos.
D.ª Leon.
Pues salga mi pena (¡ay Dios!)
De mi vida y de mi pecho.
Salga en lágrimas deshecho
El dolor que me provoca,
El fuego que al alma toca,
Remitiendo sus enojos
En lágrimas á los ojos,
Y en suspiros á la boca.
Y sin paz y sin sosiego
Todo lo abrasen veloces,
Pues son de fuego mis voces
Y mis lágrimas de fuego.
Abrasen, cuando navego
Tanto mar y viento tanto,
Mi vida y mi fuego cuanto
Consume el fuego violento,
Pues mi voz es fuego y viento,
Mis lágrimas fuego y llanto.
Sirena.
¿Qué dices, señora? Advierte
En tu peligro y tu honor.
D.ª Leon.
¿Tú que sabes mi dolor,
Tú que conoces mi muerte,
Me reportas desta suerte?
¿Tú de mi llanto me alejas?
¿Tú que calle me aconsejas?
Sirena.
Tu inútil queja escuchando
Estoy.
D.ª Leon.
¡Ay Sirena! ¿cuándo
Son inútiles las quejas?
Quéjase una flor constante
Si el aura sus hojas hiere,
[p. 130]Cuando el sol caduco muere
En túmulos de diamante;
Quéjase un monte arrogante
De las injurias del viento,
Cuando le ofende violento;
Y el eco, ninfa vocal,
Quejándose de su mal,
Responde el último acento.
Quéjase, porque amar sabe,
Una hiedra, si perdió
El duro escollo que amó;
Y con acento süave
Se queja una simple ave
Del que la cogió á traicion[2],
Y en la dorada prision
Así aliviarse pretende,
Que al fin la queja se entiende,
Si se ignora la cancion.
Quéjase el mar á la tierra,
Cuando en lenguas de agua toca
Los labios de opuesta roca.
Quéjase el fuego, si encierra
Rayos, que al mundo hacen guerra:
¿Qué mucho, pues, que mi aliento
Se rinda al dolor violento,
Si se quejan monte, piedra,
Ave, flor, eco, sol, hiedra,
Tronco, rayo, mar y viento?
Sirena.
Sí, mas ¿qué remedio así
Consigues desesperada?
Don Luis muerto y tú casada,
¿Qué pretendes?
[p. 131]D.ª Leon.
¡Ay de mí!
Dí, Sirena amiga, dí,
Don Luis muerto y muerta yo.
Pues si el cielo me forzó,
Me verás en esta calma,
Sin gusto, sin sér, sin alma,
Muerta sí, casada no.
Lo que yo una vez amé,
Lo que una vez aprendí,
Podré perderlo, ¡ay de mí!
Olvidarlo no podré.
¿Olvido donde hubo fe?
Miente amor. ¿Cómo se hallara
Burlada verdad tan clara?
Pues la que constante fuera,
No olvidara, si quisiera,
No quisiera, si olvidara.
¡Mira tú lo que sentí
Cuando su muerte escuché,
Pues forzada me casé
Sólo por vengarme en mí!
Ya la vez última aquí
Se despida mi dolor.
Hasta las aras, amor,
Te acompañé; aquí te quedas,
Porque atreverte no puedas
A las aras del honor.
MANRIQUE.—DOÑA LEONOR, SIRENA.
Manriq.
¡Dichoso yo que he llegado,
Venturoso yo que he sido,
Felice yo que he venido,
Refelice yo que he dado
El primero labio mio
A la estampa dese pié,
Que, lleno de flores, fué
Primavera del estío!
Y pues he llegado á vos,
Beso y vuelvo á rebesar
Cuanto se puede besar,
Sin ofender á mi Dios.
D.ª Leon.
¿Quién sois?
Manriq.
El menor criado
De Don Lope, mi señor
(Mas no el hablador menor),
Que veloz me he adelantado
Por albricias de que viene.
D.ª Leon.
Manriq.
Hombre que tiene
Este humor, ¿ya no os avisa
Que es gentil-hombre su nombre?
D.ª Leon.
¿Y de qué sois gentil-hombre?
[p. 133]Manriq.
De la boca de la risa.
Criado, á quien le prefieren
A los mayores cuidados,
Y es pendanga de criados,
Hecha del palo que quieren:
Cuando guardo, mayordomo;
Cuando algun vestido espero
De mi amo, camarero;
Maestresala, cuando tomo
Para mí el mejor bocado;
Secretario, poco amigo,
Cuando sus secretos digo;
Caballerizo extremado,
Cuando por no andar á pié,
Con achaque de pasealle,
Salgo á caballo á la calle;
Cuando alguna cosa fué
Tal que se guarda de mí,
Soy entónces su vêdor,
Y despues su contador,
Pues á todos desde allí
Lo cuento, á todos lo aviso;
Cuando hurto lo que quiero
De la plaza, repostero;
Despensero, cuando siso;
Soy valiente cuando huyo;
Y soy su cochero el dia
Que sus amores me fia;
Y así claramente arguyo
Que soy por tan varios modos,
Sirviéndole siempre así,
Cada oficio de por sí,
Y murmurándole, todos.
(Hablan aparte Doña Leonor y Sirena.)
DON BERNARDINO, DON LUIS y CELIO, que se quedan léjos de—DOÑA LEONOR, SIRENA, MANRIQUE.
D. Luis.
Soy mercader, y trato en los diamantes,
Que hoy son piedras, y rayos fueron ántes
Del sol, que perficiona y ilumina
Rústico grano en la abrasada mina.
Paso desde Lisboa hasta Castilla,
Y en esta aldea ví la maravilla
Del cielo, reducida en una dama,
Que acompañais; y luégo de la fama
Supe que va casada ó á casarse.
Y como suele en todas emplearse
Este caudal más bien, porque las bodas
En la gala y la joya empiezan todas,
Enseñaros quisiera algunas dellas,
Que no son más lucientes las estrellas,
Por ver si la ocasion con el deseo
Hacen en el camino algun empleo.
D. Ber.
La prevencion y la advertencia ha sido
Acertada. A buen tiempo habeis venido,
Pues yo, por divertirla y alegrarla
(Que está triste) una joya he de feriarla.
Aquí esperad, y llegaré primero
A prevenirla.
D. Luis.
Pues ahora quiero
Que la lleveis, señor, para bastante
Prueba de mi verdad, este diamante;
(Dásele.)
[p. 135]Que visto su valor y su excelencia,
No dudo yo, señor, que os dé licencia
De llegar á sus piés.
D. Ber.
¡Es piedra rara!
¡Qué fondo! ¡qué caudal! ¡qué limpia y clara!
Aquí, divina Leonor, (Llégase á ella.)
Ha llegado un mercader,
En cuya mano has de ver
Joyas de grande valor,
Ricas, costosas y bellas.
Divierte un poco el pesar;
Que yo te quiero feriar
Lo que te agradare dellas.
Este diamante, farol
Que con luz hermosa y nueva,
Para su limpieza prueba
Ser luciente hijo del sol,
Viene por testigo aquí.
Toma el diamante. (Dásele.)
D.ª Leon.
(Ap.)¿Qué veo?
¡Cielos!
D. Ber.
Díme...
D.ª Leon.
(Ap.)Aun no lo creo.
D. Ber.
Si ha de llegar.
D.ª Leon.
(Ap.¡Ay de mí!
Este diamante es el mismo...)
Díle que llegue.—¡Sirena!
(Apártase Don Bernardino.)
(Ap. Sáqueme amor desta pena,
Deste encanto, deste abismo.)
Este diamante que ves,
Luz que con el sol la mides,
Di á Don Luis de Benavides,
Prenda mia y suya es.
[p. 136]O mis lágrimas me ciegan,
O es el mismo. Hoy sabré yo
Cómo á mis manos volvió.
Sirena.
Disimula, que ya llegan.
(Llega Don Luis.)
D. Luis.
Yo soy, hermosa señora...
D. Leon.
(Ap.) Alma de la pena mia,
Cuerpo de mi fantasía.
Sirena.
(Ap. á ella.) Disimula y calla ahora;
Que ya veo la razon
Que tienes para admirarte.
D. Luis.
Yo soy quien en esta parte
Piensa lograr la ocasion,
Habiendo á tiempo llegado
En que pueda mi deseo
Hacer el feliz empleo
Tantos años esperado.
Traigo joyas que vender
De innumerable riqueza;
Y entre otras, una firmeza
Sé que os ha de parecer
Bien; porque della sospecho
Que adorne esa bizarría,
Si es que la firmeza mia
Llega á verse en vuestro pecho.
Un Cupido de diamantes
Traigo de grande valor;
Que quise hacer al amor
Yo de piedras semejantes,
Porque labrándole así,
Cuando alguno le culpase
De vário y fácil, le hallase
Firme solamente en mí.
Un corazon traigo, en quien
[p. 137]No hay piedra falsa ninguna:
Sortijas bellas, y en una
Unas memorias se ven.
Una esmeralda que habia,
Me hurtaron en el camino
Por el color, imagino,
Que perfecto le tenía.
Estaba con un zafiro;
Mas la esmeralda llevaron
Solamente, y me dejaron
Esta azul piedra que miro;
Y así dije en mis desvelos:
«¿Cómo con tanta venganza
Me llevasteis la esperanza
Para dejarme los celos?»
Si gusta vuestra belleza,
Descubriré, por más glorias,
El corazon, las memorias,
El amor y la firmeza.
D. Ber.
El mercader es discreto.
¡Qué bien á las joyas bellas,
Para dar gusto de vellas,
Las fué aplicando su efeto!
D.ª Leon.
Aunque vuestras joyas son
Tales como encareceis,
Para mostrarlas habeis
Llegado á mala ocasion.
Y yo, en ver su hermoso alarde,
Contento hubiera tenido,
Si ántes hubierais venido;
Pero habeis venido tarde.
¿Qué se dijera de mí,
Si cuando casada soy,
Si cuando esperando estoy
[p. 138]A mi noble esposo, aquí
Pusiera, no mi tristeza,
Sino mi imaginacion
En ver ese corazon,
Ese amor y esa firmeza?
No los mostreis; que no es bien
Que, tan sin tiempo miradas
Agora, desestimadas
Memorias vuestras estén.
Y tomad vuestro diamante;
Que ya sé que pierdo en él
Una luz hermosa y fiel,
Al mismo sol semejante.
No culpeis la condicion
Que en mí tan esquiva hallasteis;
Culpaos á vos, que llegasteis
Sin tiempo y sin ocasion. (Ruido dentro.)
Manriq.
(Mirando dentro.)
Ya Don Lope mi señor
Llega.
D. Luis.
(Ap.)¿Habrá en desdicha igual
Mal que compita á mi mal,
Ni dolor á mi dolor?
D.ª Leon.
(Ap.) ¡Qué veneno!
D. Luis.
(Ap.)¡Qué crueldad!
D. Ber.
A recibirle lleguemos. (Vase.)
Manriq.
Callen todos, y escuchemos
La primera necedad;
Porque un novio á quien le place
La dama y á verla llega,
Como necedades juega,
Es tahur que dice y hace. (Vase.)
DOÑA LEONOR, DON LUIS, SIRENA, CELIO.
D. Luis.
¿Qué me podrás responder,
Mujer tan fácil, liviana,
Mudable, inconstante y vana,
Y mujer, en fin, mujer,
Que pueda satisfacer
A tu mudanza y tu olvido?
D.ª Leon.
Haber tu muerte creido,
Haber tu vida llorado
Causa á mi mudanza ha dado,
Que á mi olvido no ha podido;
Pues cuando te llego á ver,
A no estar ya desposada,
Vieras hoy determinada
Si soy mudable ó mujer.
Desposéme por poder.
D. Luis.
Y bien por poder se advierte:
Por poder borrar mi suerte,
Por poder dejarme en calma[4],
Por poder quitarme el alma,
Por poder darme la muerte.
Esta dices que creiste,
Y no fué vana apariencia;
Que si creiste mi ausencia,
Es lo mismo: bien dijiste.
[p. 140]D.ª Leon.
No puedo, no puedo ¡ay triste!
Responder; que está conmigo,
No mi esposo, mi enemigo.
Mas porque me culpas fiel,
Lo que le dijere á él,
Tambien hablaré contigo.
(Retírase Don Luis á un lado.)
DON LOPE, DON BERNARDINO, MANRIQUE.—DOÑA LEONOR, SIRENA; DON LUIS y CELIO, retirados.
D. Lope.
Cuando la fama en lenguas dilatada
Vuestra rara hermosura encarecia,
Por fe os amaba yo, por fe os tenía,
Leonor, dentro del alma idolatrada.
Cuando os mira, suspensa y elevada
El alma que os amaba y os queria,
Culpa la imágen de su fantasía,
Que sois vista mayor que imaginada.
Vos sola á vos podeis acreditaros:
¡Dichoso aquel que llega á mereceros,
Y más dichoso si acertó á estimaros!
Mas ¿cómo ha de olvidaros ni ofenderos?
Que quien ántes de veros pudo amaros,
Mal os podrá olvidar despues de veros.
D.ª Leon.
Yo me firmé rendida ántes que os viese,
Y vivo y muerto sólo en vos estaba,
Porque sola una sombra vuestra amaba;
Pero bastó que sombra vuestra fuese.
¡Dichosa yo mil veces, si pudiese
[p. 141]Amaros como el alma imaginaba!
Que la deuda comun así pagaba
La vida, cuando humilde me rindiese.
Disculpa tengo, cuando temeroso
Y cobarde mi amor, llego á miraros,
Si no pago un amor tan generoso.
De vos, y no de mí, podeis quejaros,
Pues, aunque yo os estime como á esposo,
Es imposible, como sois, amaros.
D. Lope.
Ahora, tio y señor,
Me dad los invictos brazos.
D. Ber.
Y serán eternos lazos
De deudo, amistad y amor.
Y porque no culpe ahora
La dilacion, á embarcar
Nos lleguemos.
D. Lope.
Hoy el mar
Segunda Vénus adora.
Manriq.
Y pues que con tanta gloria
Dama y galan se han casado,
Perdonad, noble Senado,
Que aquí se acaba la historia.
(Vanse Don Lope, Doña Leonor, Don Bernardino, Manrique y Sirena.)
DON LUIS, CELIO.
Celio.
Señor, pues que desta suerte
Hallaste tu desengaño,
Vuelve en tí, repara el daño
[p. 142]De tu vida y de tu muerte.
Ya no hay estilo ni medio
Que tú debas elegir.
D. Luis.
Sí hay, Celio.
Celio.
¿Cuál es?
D. Luis.
Morir,
Que es el último remedio.
Muera yo, pues vi casada
A Leonor, pues que Leonor
Dejó burlado mi amor
Y mi esperanza burlada.
Mas ¿qué me podrá matar,
Si los celos me han dejado
Con vida? Aunque mi cuidado
Me pretende consolar
Dándome alguna esperanza;
Pues cuando á su esposo habló,
Conmigo se disculpó
De su olvido y su mudanza.
Celio.
¿Cómo disculpar contigo?
A mil locuras te pones.
D. Luis.
Estas fueron sus razones,
Mira si hablaban conmigo:
«Yo me firmé rendida ántes que os viese,
Y vivo y muerto sólo en vos estaba,
Porque sola una sombra vuestra amaba;
Pero bastó que sombra vuestra fuese.
»¡Dichosa yo mil veces, si pudiese
Amaros como el alma imaginaba!
Que la deuda comun así pagaba
La vida, cuando humilde me rindiese.
»Disculpa tengo, cuando temeroso
Y cobarde mi amor, llego á miraros,
Si no pago un amor tan generoso.
[p. 143]»De vos, y no de mí, podeis quejaros,
Pues, aunque yo os estime como á esposo,
Es imposible, como sois, amaros.»
Y puesto que así me ha dado
Disculpa de su mudanza,
Sea mi loca esperanza
Veneno y puñal dorado.
Si ha de matarme el dolor,
Mejor es el gusto ¡cielos!
Y si he de morir de celos,
Mejor es morir de amor.
Siga mi suerte atrevida
Su fin contra tanto honor,
Porque he de amar á Leonor,
Aunque me cueste la vida.
[p. 144]
Sala en casa de Don Lope en Lisboa.
SIRENA, MANRIQUE.
Manriq.
Sirena de mis entrañas,
Que para aumentar mi pena
Eres la misma Sirena,
Pues enamoras y engañas:
Duélate ver el rigor
Con que tratas mis cuidados;
Que tambien á los criados
Hiere de barato amor.
Dame un favor de tu mano.
Sirena.
Pues ¿qué puedo darte yo?
Manriq.
Mucho puedes; pero no
Quiero bien más soberano
Que aquese verde liston,
Con que yaces declarada
Por dama de la lazada
O fregona del tuson.
Sirena.
¿Una cinta quieres?
Manriq.
Sí.
[p. 145]Sirena.
Ya aquese tiempo pasó,
Que un galan se contentó
Con una cinta.
Manriq.
Es así;
Pero si yo la tuviera,
Desparramando concetos,
Mil y ciento y un sonetos
Hoy en tu alabanza hiciera.
Sirena.
Por verme tan soneteada
Te la doy; y véte ahora,
Porque viene mi señora. (Vase Manrique.)
DOÑA LEONOR.—SIRENA.
D.ª Leon.
Ya vuelvo determinada.
Esto, Sirena, es forzoso:
Declárese mi rigor,
Porque mi vida y mi honor
Ya no es mio, es de mi esposo.
Díle á Don Luis, que pues es
Principal, noble y honrado,
Por español y soldado
Obligado á ser cortés,
Que una mujer (no Leonor,
Porque le basta saber
A un noble que una mujer)
Le suplica que su amor
Olvide; que maravilla
Cuidado en la calle tal,
Y no sufre Portugal
[p. 146]Galanteos de Castilla:
Que con lágrimas bañada
Vuelvo á pedirle se vuelva
A Castilla, y se resuelva
A no hacerme mal casada;
Porque fiera y ofendida,
Si no lo hace, vive Dios,
Que podrá ser que á los dos
Nos venga á costar la vida.
Sirena.
Desa suerte lo diré,
Si puedo verle y hablalle.
D.ª Leon.
¿Cuándo falta de la calle?
Mas no hables en ella, ve
A buscarle á la posada.
Sirena.
Mucho, señora, te atreves. (Vase.)
DON LOPE, DON JUAN, MANRIQUE.—DOÑA LEONOR.
D. Lope.
(Ap.) ¡Ay honor, mucho me debes!
D. Juan.
Ya se acerca la jornada.
D. Lope.
No queda en toda Lisboa
Fidalgo ni caballero,
Que ser no piense el primero
Que merezca eterna loa
Con su muerte.
Manriq.
Justo es;
Mas no pienso de esa suerte
Tener yo loa en mi muerte,
Ni comedia ni entremes.
[p. 147]D. Lope.
¿Luego tú no piensas ir
Al Africa?
Manriq.
Podrá ser
Que vaya; mas será á ver,
Por tener más que decir;
No á matar, quebrando en vano
La ley en que vivo y creo;
Pues allí explicar no veo
Que sea moro ni cristiano.
No matar, dice. Y los dos
Esto me vereis guardar;
Que yo no he de interpretar
Los mandamientos de Dios.
D. Lope.
¡Mi Leonor!
D.ª Leon.
¡Esposo mio!
¿Vos tanto tiempo sin verme?
Quejoso vive el amor
De los instantes que pierde.
D. Lope.
¡Qué castellana que estais!
Cesen las lisonjas, cesen
Las repetidas finezas.
Mirad que los portugueses
Al sentimiento dejamos
La razon, porque el que quiere,
Todo lo que dice quita
De valor á lo que siente.
Si en vos es ciego el amor,
En mí es mudo.
Manriq.
Y desa suerte
En mí endemoniado ha sido.
D. Lope.
Siempre, Manrique, parece,
Que al paso que yo estoy triste,
Tú estás contento y alegre.
Manriq.
Y díme, ¿cuál es mejor,
[p. 148]En pasiones diferentes,
La alegría ó la tristeza?
D. Lope.
La alegría.
Manriq.
Pues ¿qué quieres?
¿Que deje yo lo mejor
Por lo peor? Tú, que tienes
La tristeza, que es la mala,
Eres quien mudarte debes,
Y pasarte á la alegría;
Pues será más conveniente,
Que el ir yo de alegre á triste,
Venir tú de triste á alegre. (Vase.)
DON LOPE, DOÑA LEONOR, DON JUAN.
D.ª Leon.
¿Vos estais triste, señor?
Muy poco mi pecho os debe
O yo le debo muy poco,
Pues vuestro dolor no siente.
D. Lope.
Forzosas obligaciones,
Heredadas dignamente
Con la sangre, á quien obligan
Divinas y humanas leyes,
Me dan voces y recuerdan
Desta blanda paz y deste
Olvido, en que yacen hoy
Mis heredados laureles.
El famoso Sebastian,
Nuestro rey, que viva siempre,
Heredero de los siglos
[p. 149]A la imitacion del fénix,
Hoy al Africa hace guerra.
No hay caballero que quede
En Portugal; que á las voces
De la fama nadie duerme.
Quisiérale acompañar
A la jornada; y por verme
Casado, no me he ofrecido
Hasta que licencia lleve
De tu boca, Leonor mia.
Esta merced has de hacerme,
En este caso has de honrarme,
Y este gusto he de deberte.
D.ª Leon.
Bien con esas prevenciones
Fué menester que me hicieseis
Oraciones que me animen,
Y discursos que me alienten.
Vos ausente, dueño mio,
Y por mi consejo ausente,
Fuera pronunciar yo misma
La sentencia de mi muerte.
Idos vos sin que lo diga
Mi lengua; pues que no puede
Negaros la voluntad
Lo que la vida os concede.
Mas porque veais que estimo
Vuestra inclinacion valiente,
Ya no quiero que el amor
Sino el valor me aconseje.
Servid hoy á Sebastian,
Cuya vida el cielo aumente;
Que es la sangre de los nobles
Patrimonio de los reyes;
Que no quiero que se diga
[p. 150]Que las cobardes mujeres
Quitan el valor á un hombre,
Cuando es razon que le aumenten.
Esto el alma os aconseja,
Aunque como el alma os quiere;
Mas como ajena lo dice,
Si como propia lo siente. (Vase.)
DON LOPE, DON JUAN.
D. Lope.
¿Habeis visto en vuestra vida
Igual valor?
D. Juan.
Dignamente
Es bien que lenguas y plumas
De la fama la celebren.
D. Lope.
Y vos ¿qué me aconsejais?
D. Juan.
Yo, Don Lope, de otra suerte
Os respondiera.
D. Lope.
Decid.
D. Juan.
Quien ya colgó los laureles
De Marte, y en blanda paz
Ciñe de palma las sienes,
¿Para qué otra vez, decidme,
Ha de limpiar los paveses
Tomados de orin y polvo
En que hora yacen y duermen?
Yo fuera justo que fuera,
A no estar por esta muerte
Retirado y escondido;
Y no es razon ofrecerme,
[p. 151]Porque á los ojos del Rey
Llega mal un delincuente.
Si esto me disculpa á mí,
Bastante disculpa tiene
Quien soldado fué soldado.
No os vais, amigo (y creedme),
Aunque un hombre os acobarde,
Y una mujer os aliente. (Vase.)
DON LOPE.
¡Válgame Dios! ¡quién pudiera
Aconsejarse prudente,
Si en la ocasion hay alguno
Que á sí mismo se aconseje!
¿Quién hiciera de sí otra
Mitad, con quien él pudiese
Descansar? Pero mal digo:
¿Quién hiciera cuerdamente
De sí mismo otra mitad,
Porque en partes diferentes,
Pudiera la voz quejarse
Sin que el pecho lo supiese?
¡Pudiera sentir el pecho
Sin que la voz lo dijese!
¡Pudiera yo, sin que yo
Llegara á oirme ni á verme,
Conmigo mismo culparme,
Y conmigo defenderme!
Porque unas veces cobarde,
Como atrevido otras veces,
Tengo vergüenza de mí.
[p. 152]¡Que tal diga! ¡que tal piense!
¡Que tenga el honor mil ojos
Para ver lo que le pese,
Mil oidos para oirlo,
Y una lengua solamente
Para quejarse de todo!
Fuera todo lenguas, fuese
Nada oidos, nada ojos,
Porque oprimido de verse
Guardado, no rompa el pecho,
Y como mina reviente.
Ahora bien, fuerza es quejarme;
Mas no sé por dónde empiece;
Que, como en guerra y en paz
Viví tan honrado siempre,
Para quejarme ofendido
No es mucho que no aprendiese
Razones; porque ninguno
Previno lo que no teme.
¿Osará decir la lengua
Qué tengo?... Lengua, detente,
No pronuncies, no articules
Mi afrenta; que si me ofendes,
Podrá ser que castigada,
Con mi vida ó con mi muerte,
Siendo ofensor y ofendido,
Yo me agravie y yo me vengue.
No digas que tengo celos...
—Ya lo dije, ya no puede
Volverse al pecho la voz.
¿Posible es que tal dijese
Sin que, desde el corazon
Al labio, consuma y queme
El pecho este aliento, esta
[p. 153]Respiracion fácil, este
Veneno infame, de todos
Tan distinto y diferente,
Que otros desde el labio al pecho
Hacer sus efectos suelen,
Y este desde el pecho al labio?
¿A qué áspid, á qué serpiente
Mató su propio veneno?
A mí ¡cielos! solamente,
Porque quiere mi dolor
Que él me mate y yo le engendre.
Celos tengo, ya lo dije.
¡Válgame Dios! ¿Quién es este
Caballero castellano,
Que á mis puertas, á mis redes
Y á mis umbrales clavado,
Estatua viva parece?
En la calle, en la visita,
En la iglesia atentamente
Es girasol de mi honor,
Bebiendo sus rayos siempre.
¡Válgame Dios! ¿Qué será
Darme Leonor fácilmente
Licencia para ausentarme,
Y con un semblante alegre,
No sólo darme licencia,
Sino decirme y hacerme
Discursos tales, que áun ellos
Me obligaran á que fuese,
Cuando yo no lo intentara?
Y ¿qué será, finalmente,
Decirme Don Juan de Silva
Que ni me vaya ni ausente?
¿En más razon no estuviera
[p. 154]Que aquí mudados viniesen
De mi amigo y de mi esposa
Consejos y pareceres?
¿No fuera mejor, si fuera
Que se mudaran las suertes,
Y que Don Juan me animase
Y Leonor me detuviese?
Sí, mejor fuera, mejor.
Pero ya que el cargo es este,
Hablemos en el descargo:
Vaya, que el honor no quiere
Por tan sutiles discursos
Condenar injustamente.
¿No puede ser que Leonor
Tales consejos me diese,
Por ser noble como es,
Varonil, sagaz, prudente,
Porque quedándome yo,
Mi opinion no padeciese?
Bien puede ser, pues que dice
Que da el consejo, y lo siente.
¿No puede ser que Don Juan,
Que me quedase dijese
Por parecerle que estaba
Excusado, y parecerle
Que es dar disgusto á Leonor?
Sí, puede ser. Y ¿no puede
Ser tambien que este galan
Mire á parte diferente?
Y apretando más el caso,
Cuando sirva, cuando espere,
Cuando mire, cuando quiera,
¿En qué me agravia ni ofende?
Leonor es quien es y yo
[p. 155]Soy quien soy, y nadie puede
Borrar fama tan segura
Ni opinion tan excelente.
Pero sí puede (¡ay de mí!);
Que al sol claro y limpio siempre,
Si una nube no le eclipsa,
Por lo ménos se le atreve;
Si no le mancha, le turba,
Y al fin, al fin le oscurece.
¿Hay, honor, más sutilezas
Que decirme y proponerme?
¿Más tormentos que me aflijan,
Más penas que me atormenten,
Más sospechas que me maten,
Más temores que me cerquen,
Más agravios que me ahoguen
Y más celos que me afrenten?
No. Pues no podrás matarme,
Si mayor poder no tienes;
Que yo sabré proceder
Callado, cuerdo, prudente,
Advertido, cuidadoso,
Solícito y asistente,
Hasta tocar la ocasion
De mi vida y de mi muerte:
Y en tanto que esta se llega,
¡Valedme, cielos, valedme! (Vase.)
[p. 156]Calle con puerta de casa de Don Lope.
SIRENA, con manto; MANRIQUE, tras ella.
Sirena.
(Ap.) Escaparme no he podido
De Manrique, para entrar
En casa; todo el lugar
Hoy siguiéndome ha venido.
¿Qué haré?
Manriq.
Tapada de azar,
Que mira, camina y calla,
Con el arte de batalla
Y el tallazo de picar;
La de entrecano picote,
Que con viento en popa vuelas,
Con el manto de tres suelas
Y chinelas de anascote,
Habla ó descúbrete, y sea
Desengaño tu fachada;
Porque callando y tapada,
Dice boba sobre fea.
Aunque en tu brío, confieso
Que indicio de todo das.
Sirena.
¿No dice más?
Manriq.
No sé más.
Sirena.
¿Y á cuántas ha dicho eso?
Manriq.
Antes soy muy recatado.
No he hablado, á fe de quien soy,
Sino cinco en todo hoy;
Que ya estoy muy reformado.
[p. 157]Sirena.
¡Gracias al cielo, que veo
Un hombre firme y constante!
Yo tampoco soy amante
De más que nueve.
Manriq.
Sí creo;
Y porque me creas á mí,
De todas mostrarte quiero
Un favor. Sea el primero (Sácalos.)
El moño que sale aquí.
Este moño pecador
Su papel un tiempo hizo,
Y de rizado y postizo
Fué mártir y confesor.
No es de aljófar lo ensartado;
Liendres son con que me alegro,
Que desde léjos mirado,
Parece un penacho negro
De blancas moscas nevado.
Aquesta sutil varilla
Es barba de la ballena,
Sacada de una cotilla,
Que fué entregar á mi pena
Lo mismo que una costilla.
Vara es de virtudes llena,
Que hace bueno el pecho y buena
La espalda más eminente;
Que ya todo talle miente
Por la barba de ballena.
La zapatilla que estás
Mirando ahora en mis manos,
Casa fué, donde sabrás
Que vivieron dos enanos[5]
[p. 158]Sin encontrarse jamás.
Este es un guante, y no hay duda
De que, como ruiseñor,
Mucho tiempo estuvo en muda:
Pregúntaselo al olor:
Sebo de cabrito suda.
Esta cinta es de una dama
De gran porte; pero yo
No la quiero.
Sirena.
¿Por qué no?
Manriq.
Porque sé que ella me ama.
¿No es causa bastante?
Sirena.
Sí.
Manriq.
La que yo tengo de amar,
Me ha de mentir, engañar,
Y se ha de burlar de mí,
Dar celos cada momento,
Maltratarme, despedirme,
Y en efecto ha de pedirme,
Que es la cosa que más siento;
Porque si al fin es costumbre
En ellas, tengo por justo
Hacer desde luego gusto
Lo que ha de ser pesadumbre.
Sirena.
¿Y es hermosa esa señora?
Manriq.
No, pero es puerca.
Sirena.
En verdad
Que es muy buena calidad.
Manriq.
Arrope un ojo la llora,
Y otro aceite.
Sirena.
¿Es entendida?
Manriq.
Cuanto dice entiendo yo;
Mas cuanto la dicen, no,
Que es entendida, entendida.
[p. 159]Sirena.
Por muestra de que es verdad,
Que amarle á su gusto espero,
Este liston solo quiero.
Manriq.
De muy buena voluntad.
Sirena.
¡Ay triste de mí!
Manriq.
¿Qué ha sido?
Sirena.
Mi marido viene allí;
Váyase presto de aquí,
Que es un diablo mi marido.
Dé vuelta á la calle presto,
Que en tanto, señor, que él pasa,
Le esperaré en esta casa.
Manriq.
En buen sagrado te has puesto;
Que aquí vivo yo, y vendré
En estando asegurada. (Vase.)
Sirena.
A un bellaco, una taimada. (Vase.)
Sala en casa de Don Lope.
SIRENA.
Bien dentro de casa entré
Sin que fuese conocida.
Lindamente le he engañado,
Aunque él más, pues me ha dejado
Tan afrentada y corrida.
¡Que dijera que era fea!
No importaba, aunque lo fuese,
Ni importaba que dijese
[p. 160]Que necia y que sucia sea;
Pero ¡aceite un ojo á mí,
Y otro arrope! No, por Dios.
Y áun si lloraran los dos
Una cosa, entónces sí
Que callara; ¿mas que tope
Un picarón, un taimado,
Que mis ojos han llorado
Uno aceite y otro arrope?
DOÑA LEONOR.—SIRENA.
D.ª Leon.
Sirena.
Sirena.
Señora mia.
D.ª Leon.
¡Cuánto tu ausencia me cuesta!
¿Hablástele?
Sirena.
Y la respuesta
En este papel te envía;
Y de palabra me dijo,
Que si él una vez te hablara,
Él se fuera y te dejara.
D.ª Leon.
Con mayor causa me aflijo.
¿Para qué el papel tomaste?
Sirena.
Para traerte el papel.
D.ª Leon.
(Ap.) ¡Ay, pensamiento cruel,
Qué fácil entrada hallaste
En mi pecho!
Sirena.
Pues ¿qué importa
Que le tomes y le leas?
D.ª Leon.
¿Eso es bien que de mí creas?
[p. 161]La voz, Sirena, reporta,
Con abrasarle y romperle.
(Ap. Entiéndeme, necia, y sea
Rogándome que le vea;
Que estoy muerta por leerle.)
Sirena.
¿Qué culpa tiene el papel
Que viene mandado aquí,
Señora, para que así
Vengues tu cólera en él?
D.ª Leon.
Pues si le tomo, verás
Que es sólo para rompelle.
Sirena.
Rómpele despues de lêlle.
D.ª Leon.
(Ap. Eso sí, ruégame más.)
Pesada estás, y por tí
Rompo la nema y le leo,
Por tí sola.
Sirena.
Ya lo veo.
Abrele pues.
D.ª Leon.
Dice así:
(Abre el papel Doña Leonor, y lee.)
«Leonor, si yo pudiera obedecerte,
Y pudiera olvidar, vivir pudiera:
Fuera contigo liberal, si fuera
Bastante yo conmigo á no quererte.
»Mi muerte injusta tu rigor me advierte,
Si mi vida en amarte persevera,
¡Pluguiera á Dios! y de una vez muriera
Quien de tantas no acierta con su muerte.
»¿Que te olvide pretendes? ¿Cómo puedo
Despreciado olvidar y aborrecido?
¿No ha de quejarse de dolor el labio?
»Quiéreme tú; que si obligado quedo,
Yo olvidaré despues, favorecido;
Que el bien puede olvidarse, no el agravio.»
[p. 162]Sirena.
¿Lloras, leyendo el papel?
Son, en fin, pasadas glorias.
D.ª Leon.
Lloro unas tristes memorias
Que vienen vivas en él.
Sirena.
Quien bien quiere tarde olvida.
D.ª Leon.
Como el que muerte me dió
Está presente, brotó
Reciente sangre la herida.
Este hombre ha de obligarme,
Con seguirme y ofenderme,
A matarme y á perderme
(Que áun fuera ménos matarme),
Si no se ausenta de aquí.
Sirena.
Pues tú lo puedes hacer.
D.ª Leon.
¿Cómo?
Sirena.
Oyéndole; que él dice
Que en oyéndole una vez,
Se ausentará de Lisboa.
D.ª Leon.
¿Cómo, Sirena, podré?
Que á trueco de que se vaya,
Imposibles sabré hacer.
¿Cómo vendrá?
Sirena.
Escucha atenta:
Ahora es al anochecer,
Que es la hora más segura,
Porque ni temprano es
Para que á un hombre conozcan,
Ni tarde para temer
Que la vecindad lo note.
De mi señor, ya tú ves
Que nunca viene á esta hora.
Don Luis, no dudo que esté
En la calle: podrá entrar
A esta sala, donde hableis
[p. 163]Los dos, y entónces podrás
Decirle tu parecer.
Óyele lo que dijere,
Y obre fortuna despues.
D.ª Leon.
Tan fácilmente lo dices,
Que no le dejas que hacer
Al temor, ni áun al honor
Que dudar ni que temer.
Vé ya por Don Luis. (Vase Sirena.)
DOÑA LEONOR.
Amor,
Aunque en la ocasion esté,
Soy quien soy, vencerme puedo.
No es liviandad, honra es
La que á esta ocasion me puso:
Ella me ha de defender;
Que cuando ella me faltara,
Quedara yo, que tambien
Supiera darme la muerte,
Si no supiera vencer.—
Temblando estoy; cada paso
Que siento, pienso que es
Don Lope, y el viento mismo
Se me figura que es él.
¿Si me escucha? ¿si me oye?
¡Qué propio del miedo fué!
¡Que á tales riesgos se ponga
Una principal mujer!
SIRENA y DON LUIS.—DOÑA LEONOR.
Sirena.
Esta es Leonor.
D. Luis.
¡Ay de mí!
¡Cuantas veces esperé
Esta ocasion! Ya quisiera
No haberla llegado á ver.
D.ª Leon.
Ya, señor Don Luis, estais
En mi casa, ya teneis
La ocasion que habeis deseado.
Hablad aprisa, porqué
Os volvais; que temerosa
De mí misma, tengo al pié
Grillos de hielo, y el alma
De mi aliento puede hacer
Al corazon un cuchillo
Y á la garganta un cordel.
D. Luis.
Ya sabeis, Leonor hermosa,
(Si es que olvidado no habeis
pasados gustos, y ya
Ignorais lo que sabeis),
Que en Toledo, nuestra patria
(Perdonadme), os quise bien,
Desde que en la Vega os ví
Un dia al amanecer,
Que aumentado nuevas flores
Al campo hermoso, tal vez
Lo que las manos robaron,
Restituyeron los piés.
[p. 165]Ya sabeis...
D.ª Leon.
Esperad, yo
Seré más breve. Ya sé
Que muchos dias rondasteis
Mi calle, y á mi desden
Constante siempre, tuvisteis
Amor firme, y firme fe.
Hasta que os favorecí.
¿Qué no han llegado á vencer
Lágrimas de amor, que lloran
Los hombres que quieren bien?
Y favorecido ya,
Siendo tercera fïel
La noche (¿qué no consiguen
Una reja y un papel?),
Tratábamos de casarnos,
Cuando os hicieron merced
De una jineta, y fué fuerza
Iros á servir al Rey.
Fuisteis á Flándes...
D. Luis.
Si fuí
(Que aqueso yo lo diré),
Donde dimos un asalto,
Y murió valiente en él
Un Don Juan de Benavides,
Caballero aragones.
La equivocacion del nombre
Dió causa para entender
Que fuese yo el muerto: ¡cuánto
Una mentira se crê!
Llegó la nueva á Toledo...
D.ª Leon.
Eso diré yo más bien,
Que sin vida la sentí,
Y con la vida lloré;
[p. 166]Pero callo aquí, aunque aquí
Os pudiera encarecer
Los sentimientos que hice,
Las tristezas que pasé.
En efecto, persuasiones
De muchos pudieron ser
Bastantes á que en Toledo
Me casase por poder.
D. Luis.
Yo lo supe en el camino,
Y pensando deshacer
El casamiento, corrí
Hasta que os ví y os hablé,
Con equívocas razones,
En traje de mercader.
D.ª Leon.
Estaba casada ya;
Y pues os desengañé,
¿A qué habeis venido aquí?
D. Luis.
Solo he venido por ver
Si hay ocasion de quejarme;
Que si culpando tu fe
Descanso, iré luego á Flándes,
Donde una bala me dé,
Porque la pólvora cumpla
Lo que me ofreció otra vez.
Sirena.
Gente sube la escalera.
D.ª Leon.
¡Ay cielos! ¿qué puedo hacer?
Oscura está aquesta sala:
Que aquí te quedes es bien,
Porque á tí solo te hallen;
Y habiendo entrado quien es,
Podrás irte, no á Castilla;
Que ocasion habrá despues
Para acabar de quejarte.
Sirena.
Yo voy contigo tambien. (Vanse las dos.)
DON LUIS.
¿Qué confusion es esta,
Que á mi desdicha iguala?
Oscura está la sala,
Y la noche funesta
Ya de sombra cubierta
Baja. No sé la casa ni la puerta;
Que otra vez no he llegado
Aquí. ¡Forzosa pena!
Temerosa Sirena
Y Leonor, me han dejado
Confuso y sin sentido.
DON JUAN, que andando á oscuras, encuentra con DON LUIS.
D. Juan.
¿A estas horas, no hubieran encendido
Una luz?—Mas ¿qué es esto?
¿Quién es? ¿No me responde?
D. Luis.
(Ap.) ¡Hallé puerta por donde
Salir!
D. Juan.
Responda presto.
O ya desenvainada,
[p. 168]Lengua de acero, lo dirá mi espada.
(Al entrarse Don Luis por la puerta que va al cuarto de Doña Leonor, alcanzado por Don Juan, saca la espada y la cruza con él, retirándose luégo.)
DON LOPE y MANRIQUE.—DON JUAN.
D. Lope.
¡Ruido de cuchilladas,
Y oscuro el aposento!
D. Juan.
Aquí los pasos siento.
Manriq.
Voy por luz. (Vase.)
D. Lope.
¡Aquí espadas!
Ya es fuerza que me asombre.
D. Juan.
Ya le he dicho otra vez que diga el nombre.
D. Lope.
¿Quién mi nombre pregunta?
D. Juan.
Quien, porque hableis, sospecho
Que abrirá en vuestro pecho
Mil bocas con la punta
Deste acero.
DOÑA LEONOR, SIRENA y MANRIQUE.—DON LOPE, DON JUAN.
D.ª Leon.
(Dentro.)¡Luz, presto!
(Salen Doña Leonor y Sirena, y Manrique con luz.)
D. Lope.
¡Don Juan!
D. Juan.
¡Don Lope!
[p. 169]D.ª Leon.
¡Ay cielos!
D. Lope.
¿Pues qué es esto?
D. Juan.
En esta cuadra entraba,
Cuando un hombre salía.
D.ª Leon.
Algun hombre sería,
Que robarla intentaba.
D. Lope.
¡Hombre!
D. Juan.
Sí, y preguntando
Quién era, la respuesta dió callando.
D. Lope.
(Ap. Disimular conviene,
No crea que yo puedo
Tener tan bajo miedo,
Que mi valor condene.)
¡Bueno fuera, á fe mia,
Mataros! Yo era el mismo que salia;
Que (tan desconocida
La voz) viendo que un hombre
Me preguntaba el nombre
En mi casa, ofendida
La paciencia y turbada,
Callando doy respuesta con la espada.
Sirena.
¡Por cuánto aquí se viera
Un infeliz suceso!
D. Juan.
¿Cómo puede ser eso,
Si el que yo digo que era
Dentro está, cosa es cierta,
Pues no pudo salir por esta puerta,
Que vos entrasteis?
D. Lope.
Digo
Que era yo.
D. Juan.
Es cosa extraña.
D. Lope.
(Ap. ¡Oh cuánto á un hombre daña
Un ignorante amigo!
¡Que no puedan los cuerdos, los más sabios
[p. 170]Celar de un necio amigo los agravios!)
Pues si por cosa cierta
Teneis que dentro ha entrado,
Fuerte y determinado
Guardadme aquella puerta,
En tanto, si eso pasa,
Que yo examino toda aquesta casa.
D. Juan.
Pues no saldrá por ella.
Mirar seguro puedes.
D. Lope.
Mira que en ella quedes,
Y no te apartes della.—
(Vase Don Juan.)
(Ap. Hoy seré cuerdamente,
Si es que ofendido soy, el más prudente,
Y en la venganza mia
Tendrá ejemplos el mundo,
Porque en callar la fundo.)
Ea, Manrique, guia
Con esa luz.
Manriq.
No oso,
Que yo de duendes soy poco goloso.
(Quiere Don Lope entrar en un aposento, y detiénele Doña Leonor.)
D.ª Leon.
No entreis, señor, aquí: yo soy testigo
Que aseguraros este cuarto puedo.
D. Lope.
(A Manrique.) Pues ¿de qué tienes miedo?
Manriq.
De todo.
D. Lope.
(A D.ª Leonor.) Suelta, digo.—(A Manrique.)
Y tú véte de aquí... (Ap. Que ántes es dicha
Que falte otro testigo á mi desdicha.)
(Toma la luz y éntrase, y Manrique se va por otra puerta.)
DOÑA LEONOR, SIRENA.
D.ª Leon.
¡Ay Sirena! ¿qué suerte
Es esta tan airada?
Estoy, desesperada,
Por darme aquí la muerte;
Pues ya es fuerza que tope
A Don Luis escondido ¡ay Dios! Don Lope.
El pensó que salia
Por la puerta que entraba
A mi cuarto; allí estaba.
¿Mas por qué mi porfia
Duda lo que ha pasado?
Ya le ha visto Don Lope, ya le ha hablado.
¿Qué haré? Irme no puedo;
Porque en desdichas tantas,
Oprimidas las plantas,
Cadenas pone el miedo
De cobardes prisiones.
Toda soy confusion de confusiones.
DON LUIS, que sale con la espada desnuda y embozado, y tras él DON LOPE, con la espada desnuda y luz.—DOÑA LEONOR, SIRENA.
D. Lope.
No os encubrais, caballero.
D. Luis.
Detened, señor, la espada;
[p. 172]Que en la sangre de un rendido
Más que se ilustra se mancha.
Yo soy de Castilla, donde
Por los celos de una dama,
Di á un caballero la muerte
Cuerpo á cuerpo en la campaña.
Vine á ampararme á Lisboa,
Donde estoy por esta causa
De Castilla desterrado.
He sabido esta mañana
Que aquí un hermano del muerto
Cautelosamente anda
Encubierto, por vengarse
Con traicion y con ventaja.
Con este cuidado, pues,
Por esta calle pasaba,
Cuando tres hombres me embisten
A las puertas desta casa.
Viendo que (aunque el corazon
Algunas veces engaña)
Era imposible defensa
Contra tres de mano armada,
Subíme por la escalera;
Y ellos, ó por ver que estaba
En sagrado, ó por no hacer
Tan dudosa la venganza,
No me siguieron, y estuve
En esa primera sala
Esperando á que se fuesen,
Y sintiendo sosegada
La calle, bajarme quise;
Pero al salir de la cuadra,
Hallé un hombre que me dijo:
«¿Quién va?» Yo, que imaginaba
[p. 173]Que eran mis propios contrarios,
No le respondo palabra.
De una sala en otra, entré
Hasta aquí. Esta es la causa
De haberme hallado, señor,
Escondido en vuestra casa.
Ahora dadme la muerte;
Que como yo dicho haya
La verdad, y no padezca
Alguna virtud sin causa,
Moriré alegre, rindiendo
El sér, la vida y el alma
A un honrado sentimiento,
Y no á una infame venganza.
D. Lope.
(Ap. ¿Pueden juntarse en un hombre
Confusiones más extrañas?
¿Tantos asombros y miedos,
Penas y desdichas tantas?
Si en la calle este hombre ¡cielos!
Tantos pesares me daba,
¿Qué vendrá á darme escondido
Dentro de mi misma casa?
Basta, basta, pensamiento;
Sufrimiento, basta, basta,
Que verdad puede ser todo;
Y cuando no, aquí no hay causa
Para mayores extremos:
Sufre, disimula y calla.)
Caballero castellano,
Yo me alegro de que haya
Sido contra una traicion
Sagrado vuestro mi casa.
En ella, á ser hoy soltero,
Os sirviera y hospedara;
[p. 174]Porque un caballero debe
Amparar nobles desgracias.
Lo que podré hacer por vos,
Será acudiros en cuantas
Ocasiones se os ofrezcan,
Porque á ese lado mi espada,
Contra tres mil, no os suceda
Otra vez volver la espalda.
Y ahora, porque salgais
Más secreto de mi casa,
Podreis salir del jardin
Por aquella puerta falsa...
Yo la abriré... y tambien hago
Prevencion tan recatada,
Porque criados, que al fin
Son enemigos de casa,
No cuenten que os hallé en ella,
Y sea fuerza que vaya
A todos satisfaciendo
De cuál ha sido la causa.
Porque aunque es cierto que nadie
Dude una verdad tan clara,
Y yo de mí mismo tengo
La satisfaccion que basta,
¿Quién de una malicia huye?
¿Quién de una sospecha escapa?
¿Quién de una lengua se libra?
¿Quién de una intencion se guarda?
Y si llegara á creer...
¿Qué es á creer? si llegara
A imaginar, á pensar
Que álguien pudo poner mancha
En mi honor... ¿qué es mi honor?
En mi opinion y en mi fama,
[p. 175]Y en la voz tan solamente
De una criada, una esclava,
No tuviera, ¡vive Dios!
Vida que no le quitara,
Sangre que no le vertiera,
Almas que no le sacara;
Y éstas rompiera despues,
A ser visibles las almas.
Venid, iréos alumbrando
Hasta que salgais.
D. Luis.
(Ap.)Helada
Tengo la voz en el pecho.
¡Qué portuguesa arrogancia! (Vanse los dos.)
DOÑA LEONOR, SIRENA; despues DON LOPE.
D.ª Leon.
Aun mejor ha sucedido,
Sirena, que yo pensaba.
Sola una vez vino el mal
Menor que el que se esperaba.
Ya puedo hablar, y ya puedo
Mover las heladas plantas.
¡Ay, Sirena, en qué me ví!
Vuelva á respirar el alma.
(Vuelve Don Lope.)
D. Lope.
Leonor.
D.ª Leon.
Señor, ¿pues qué intentas?
¿Ya no supiste la causa
Con que él entró? Ya supiste
Que yo no he sido culpada.
[p. 176]D. Lope.
¿Tal pudiera imaginar
Quien te estima y quien te ama?
No, Leonor; sólo te digo
Que ya que aquí se declara
Con nosotros...
D.ª Leon.
¿Ya él no dijo
Que aquí de Castilla estaba
Ausente por una muerte?
Pues yo, señor, no sé nada.
D. Lope.
No te disculpes, Leonor.
Mira... mira que me matas.
Tú, Leonor, ¿pues de qué habias
De saberlo? Pero basta
Que él se fie de nosotros,
Para que de aquí no salga.
Y tú, Sirena, no digas
Lo que entre los tres nos pasa
A ninguno, ni á Don Juan.
DON JUAN.—Dichos.
D. Juan.
(Ap.) Tanto Don Lope se tarda,
Que me ha dado algun cuidado.
D. Lope.
¡Por Dios, Don Juan, linda gracia
Es hacerme andar así
Mirando toda la casa,
Siendo cierto que fuí yo!
Tomad otro poco el hacha,
Y andadla vos.
D. Juan.
¿Para qué,
[p. 177]Si ya aquí me desengaña
El saber que fuisteis vos?
Ya conozco mi ignorancia.
D. Lope.
Con todo habemos los dos
Segunda vez de mirarla.
D.ª Leon.
(Ap.) ¡Qué prudencia tan notable!
D. Juan.
(Ap.) ¡Qué valor y qué arrogancia!
Sirena.
(Ap.) ¡Qué temor!
D. Lope.
(Ap.)Desta manera,
El que de vengarse trata,
Hasta mejor ocasion,
Sufre, disimula y calla.
[p. 178]
Atrio de un palacio del Rey en Lisboa.
DON JUAN, MANRIQUE.
D. Juan.
¿Dónde está Don Lope?
Manriq.
Cuando
Entró en palacio, yo aquí
Me quedé.
D. Juan.
Búscale, y dí
Que yo le estoy esperando.
(Vase Manrique.)
DON JUAN.
Quedaréme imaginando
A solas, sin mí y conmigo,
El dudoso fin que sigo,
[p. 179]Y la obligacion que tiene
Quien á hacer discursos viene
En la opinion de un amigo.
Yo de Don Lope lo soy
Tanto, que no ha celebrado
Amigo más obligado
La antigüedad hasta hoy.
Huésped en su casa estoy,
Su hacienda gasto, y es mia,
Su vida y alma me fia:
¿Pues cómo ¡cielos! podré
Ser ingrato á tanta fe,
Amistad y cortesía?
¿Podré yo ver y callar
Que su limpio honor padezca,
Sin que mi vida le ofrezca
Para ayudarle á vengar?
¿Podré yo ver murmurar
Que este castellano adore
A Leonor, que la enamore,
Y le dé lugar Leonor,
Y padeciendo su honor,
Yo lo sepa y él lo ignore?
No podré; pues si él quedara
Satisfecho, siendo mia
La venganza, en este dia
Al castellano matara.
A él sin él yo le vengara,
Prudente, advertido y sabio;
Mas de la intencion del labio
Satisfaccion no se alcanza,
Si el brazo de la venganza
No es del cuerpo del agravio.
Yo á Don Lope le diré
[p. 180]Clara y descubiertamente
Que no hable al Rey ni se ausente.
Mas si me dice por qué,
¿Cómo le responderé
La causa? Duda mayor
Es esta; que al que el valor
Eterno honor le previene,
Quien dice que no le tiene
Es quien le quita el honor.
¿Qué debe hacer un amigo
En tal caso, pues entiendo
Que si le callo, le ofendo
Y le ofendo si lo digo,
Oféndole si castigo
Su agravio? Yo fuí su espejo:
¿Por qué bien no le aconsejo?—
Mas él mismo viene allí.
No ha de quejarse de mí.
Él me ha de dar el consejo.
DON LOPE, MANRIQUE.—DON JUAN.
D. Lope.
Vuélvete, Manrique, y dí
Que luégo á la quinta voy;
Que esperando á hablar estoy
Al Rey.
Manriq.
Don Juan está allí,
Y viene á hablarte. (Vase.)
D. Lope.
(Ap.¡Ay de mí!
¿Qué puede haber sucedido?
[p. 181]¿A qué puede haber venido?)
Don Juan, ¿pues qué hay por acá?—
(Ap. ¡Oh, cómo un cobarde está
Siempre á su temor rendido!)
D. Juan.
Don Lope, amigo, yo vengo
(Si estamos solos los dos)
A aconsejarme con vos
En una duda que tengo.
D. Lope.
(Ap. Ya para oir me prevengo
Alguna desdicha mia.)
Decid.
D. Juan.
Un caso me envía
Un amigo á preguntar,
Y quiérole consultar
Con vos.
D. Lope.
¿Y es?
D. Juan.
Jugando un dia
Dos hidalgos, se ofreció
Una duda, en caso tal
Forzosa, sobre la cual
Uno á otro desmintió.
Con las voces, no lo oyó
Entónces el desmentido;
Un amigo lo ha sabido,
Y que se murmura dél;
Y por serlo tan fiel,
Esta duda se ha ofrecido.
¿Si éste tendrá obligacion
De decirlo claramente
Al otro, que está inocente;
O si dejar es razon
Que padezca su opinion,
Pues él no basta á vengalle?
Si lo calla es agravialle,
[p. 182]Y si lo dice es error
De amigo. ¿Cuál es mejor,
Que lo diga, ó que lo calle?
D. Lope.
Dejadme pensar un poco.
(Ap. Honor, mucho te adelantas;
Que una duda sobre tantas
Bastará á volverme loco.
En otro sujeto toco
Lo que ha pasado por mí.
Don Juan pregunta por sí:
Luego alguna cosa vió.
¿Haré que la diga? no;
Pero que la calle, sí.)
Don Juan, yo he considerado,
Si es que mi voto he de dar,
Que no puede un hombre estar
Ignorante y agraviado.
Aquel que ha disimulado
Su ofensa por no vengalla,
Es quien culpado se halla;
Porque en un caso tan grave,
No yerra el que no lo sabe,
Sino el que lo sabe y calla.
Y yo de mí sé decir
Que si un amigo cual vos
(Siendo quien somos los dos)
Tal me llegara á decir,
Tal pudiera presumir
De mí, tal imaginara,
El primero en quien vengara
Mi desdicha, fuera en él;
Porque es cosa muy cruel
Para dicha cara á cara.
Y no sé que en tal rigor
[p. 183]Haya razon que no asombre,
Y que se le pueda á un hombre
Decir: «No teneis honor.»
¡Darme el amigo mayor
El mayor pesar!—Testigo
En Dios (otra vez lo digo),
Que si yo me lo dijera,
A mí la muerte me diera,
Y soy mi mayor amigo.
D. Juan.
Ya quedo ahora de vos
Enseñado. Eso diré,
Y á este amigo avisaré
Que calle. Quedad con Dios. (Vase.)
DON LOPE.
¿Quién duda que entre los dos
Pasa el caso que ponia
En tercero, y que sabía
Que Leonor matarme intenta?
—Pues el que supo mi afrenta,
Sabrá la venganza mia.
Y el mundo la ha de saber.
Basta, honor: no hay que esperar;
Que quien llega á sospechar,
No ha de llegar á creer,
Ni esperar á suceder
El mal; y pues su mudanza
Logra tan baja esperanza,
Volveré donde contemplo
[p. 184]Que dé su traicion ejemplo,
Y escarmiento mi venganza.
EL REY, ACOMPAÑAMIENTO.—DON LOPE.
Rey.
Aunque en la quinta, que del Rey la llama
El vulgo, aquesta noche duerma, digo
Que no me he de quedar hoy en Lisboa.
Esté la gente toda prevenida,
Que desde allí saldrá la más lucida
A competir con plumas y colores
Del sol los rayos, del Abril las flores.
D. Lope.
(Ap. Cobarde al Rey me llego;
Que esta pena, esta rabia y este fuego
Tan cobarde me tiene, que sospecho,
Con vergüenza, dolor y cobardía,
Que todos saben la desdicha mia.)
Dáme tus piés; será feliz mi boca,
Si con su aliento esas esferas toca.
Rey.
¡Ah Don Lope de Almeida! Si tuviera
En Africa esa espada, yo venciera
La morisca arrogante bizarría.
D. Lope.
¿Pues pudiera quedar la espada mia
En la paz, en la vaina que se os muestra,
Cuando vos, gran señor, sacais la vuestra?
Con vos voy á morir. ¿Qué causa hubiera
Que en Portugal, señor, me detuviera
En aquesta ocasion?
Rey.
¿No estais casado?
D. Lope.
Sí, señor; mas no el serlo me ha estorbado
[p. 185]El ser quien soy; porque ántes hoy me llama
Tener mayor honor á mayor fama.
Rey.
¿Cómo, recien casada,
Quedará vuestra esposa?
D. Lope.
Muy honrada
En ver que os ha ofrecido
A esta empresa un soldado en su marido;
Que es noble, es varonil, y más sintiera
Que á vuestro lado, gran señor, no fuera;
Pues si ántes por mi fama os acudia,
Ahora por la suya y por la mia.
Y no es inconveniente á mi deseo
El ausentarme della.
Rey.
Así lo creo;
Que yo lo dije porque no era justo
Descasaros tan presto, y desto gusto;
Que en vuestra casa, aunque la empresa es alta,
Podreis hacer, Don Lope, mayor falta.
(Vase el Rey y acompañamiento.)
DON LOPE.
¡Válgame el cielo! ¿qué es esto
Por que pasan mis sentidos?
Alma, ¿qué habeis escuchado?
Ojos, ¿qué es lo que habeis visto?
¿Tan pública es ya mi afrenta,
Que ha llegado á los oidos
Del Rey? ¿Qué mucho, si es fuerza
[p. 186]Ser los postreros los mios?
¿Hay hombre más infelice?
¿No fuera mejor castigo
¡Cielos! desatar un rayo,
Que con mortal precipicio
Me abrasara, viendo ántes
El incendio que el aviso,
Que la palabra del Rey,
Que grave y severo dijo
Que yo haré falta en mi casa?
¿Pero qué rayo más vivo,
Si fénix de las desdichas,
Fuí ceniza de mí mismo?
Cayeran sobre mis hombros
Esos montes y obeliscos
De hiedra, fueran sepulcros
Que me sepultaran vivo.
Ménos peso fueran, ménos,
Que esta afrenta en que he caido,
A cuya gran pesadumbre
Ya desmayado me rindo.
¡Ay honor, mucho me debes!
Júntate á cuentas conmigo.
¿Qué quejas tienes de mí?
¿En qué, dime, te he ofendido?
Al heredado valor,
¿No he juntado el adquirido,
Haciendo la vida en mí
Desprecio al mayor peligro?
¿Yo, por no ponerte á riesgo,
Toda mi vida no he sido
Con el humilde, cortés,
Con el caballero, amigo,
Con el pobre, liberal,
[p. 187]Con el soldado, bienquisto?
Casado (¡ay de mí!), casado,
¿En qué he faltado? ¿en qué he sido
Culpado? ¿No hice eleccion
De noble sangre, de antiguo
Valor? Y ahora á mi esposa,
¿No la quiero? ¿no la estimo?
Pues si yo en nada he faltado,
Si en mis costumbres no ha habido
Acciones que te ocasionen,
Con ignorancia ó con vicio,
¿Por qué me afrentas? ¿por qué?
¿En qué tribunal se ha visto
Condenar al inocente?
¿Sentencias hay sin delito?
¿Informaciones sin cargo?
Y sin culpas ¿hay castigo?
¡Oh locas leyes del mundo!
¡Que un hombre, que por sí hizo
Cuanto pudo para honrado,
No sepa si está ofendido!
¡Que de ajena causa ahora
Venga el efecto á ser mio
Para el mal, no para el bien,
Pues nunca el mundo ha tenido
Por las virtudes de aquél
A éste en más! ¿Pues por qué (digo
Otra vez) han de tener
A éste en ménos, por los vicios
De aquélla que fácilmente
Rindió alcázar tan altivo
A las fáciles lisonjas
De su liviano apetito?
¿Quién puso el honor en vaso
[p. 188]Que es tan frágil? ¿Y quién hizo
Experiencias en redoma,
No habiendo experiencia en vidrio?
Pero acortemos discursos;
Porque será un ofendido
Culpar las costumbres necias,
Proceder en infinito.
Yo no basto á reducirlas,
(Con tal condicion nacimos)
Yo vivo para vengarlas
No para enmendarlas vivo,
Iré con el Rey, y luégo
Volviéndome del camino
(Que ocasion habrá), tambien
La tendré para el castigo.
La más pública venganza
Será, que el mundo haya visto.
Sabrá el Rey, sabrá D. Juan,
Sabrá el mundo, y áun los siglos
Futuros ¡cielos! quién es
Un portugués ofendido. (Vase.)
Orillas del mar.
Óyese ruido de cuchilladas, y sale DON JUAN riñendo con unos SOLDADOS; despues DON LOPE.
D. Juan.
Cobardes, el satisfecho
Soy yo, que no el desmentido.
[p. 189]Un sold.
Huye, que es rayo su espada.
(Entranse Don Juan y sus contrarios.)
D. Lope.
(Dentro.) ¿No es Don Juan aquel que miro?
A vuestro lado me hallais. (Sale.)
Otro.
(Dentro.) ¡Muerto soy!
D. Juan
(Volviendo.)Si estais conmigo,
Poco fuera el mundo.
D. Lope.
Ya
Huyeron. Decid qué ha sido,
Si la ocasion que teneis
No nos obliga á seguirlos.
D. Juan.
¡Ay Don Lope, muerto estoy!
Hoy nuevamente recibo
La afrenta, que en la venganza
Pensé que estaba en su olvido.
Mas ¡ay de mí! ha sido engaño,
Porque bastante no ha sido
La venganza á sepultar
Un agravio recibido.
Cuando me aparté de vos,
Llegué hasta este propio sitio
Que bate el mar, con el fin
Que vos propio habeis venido,
Que es de volver á la quinta
Adonde habeis reducido
Vuestra casa, previniendo
Vuestra ausencia. Divertido
Llegué pues, y en esta parte
Estaban en un corrillo
Unos hombres, y al pasar
El uno á los otros dijo:
«Aqueste es Don Juan de Silva.»
Yo, oyendo mi nombre mismo,
Que es lo que se oye más fácil,
[p. 190]Apliqué entrambos oidos.
Otro preguntó: «¿Y quién es
Este Don Juan?—¿No has oido
(Le respondió) su suceso?
Pues este fué desmentido
De Manuel de Sosa.»—Yo,
Que ya no pude sufrirlo,
Saco la espada, y á un tiempo
Tales razones le digo:
«Yo soy aquel que maté
A Don Manuel, mi enemigo,
Tan presto, que de mi agravio
La última razon no dijo.
Yo soy el desagraviado,
Que no soy el desmentido;
Pues con su sangre quedó
Lavado mi honor y limpio.»
Dije, y cerrando con todos,
Siguiéndolos he venido
Hasta aquí, porque me huyeron
Luego; que es usado estilo
Ser cobarde el maldiciente;
Y así ninguno se ha visto
Valiente, que todos hacen
A las espaldas su oficio.
Esta es mi pena, Don Lope,
Y ¡vive Dios! que atrevido,
Que loco y desesperado,
De aquí no me precipito
Al mar, ó con esta espada
Mi propia vida me quito,
Porque me mate el dolor.
«¡Este es aquel desmentido,»
Dijo, no «aquel satisfecho!»
[p. 191]¿Quién en el mundo previno
Su desdicha? ¿No hizo harto
Aquel que la satisfizo?
¿Aquel que puso su vida
Desesperado al peligro,
Por quedar muerto y honrado
Antes que afrentado y vivo?
Mas no es así; que mil veces,
Por vengarse uno atrevido,
Por satisfacerse honrado
Publicó su agravio mismo,
Porque dijo la venganza
Lo que la ofensa no dijo. (Vase.)
DON LOPE.
«Porque dijo la venganza
Lo que la ofensa no dijo.»
Luego si me vengo yo
De aquella que me ofendió,
La publico: claro está
Que la venganza dirá
Lo que la desdicha no.
Y despues de haber vengado
Mis ofensas atrevido,
El vulgo dirá engañado:
«Este es aquel ofendido,»
Y no «aquel desagraviado.»
Y cuando la mano mia
Se bañe en sangre este dia,
Ella mi agravio dirá,
Pues la venganza sabrá
[p. 192]Quien la ofensa no sabía.
Pues ya no quiero buscalla
(¡Ay cielos!) públicamente,
Sino encubrilla y celalla;
Que un ofendido prudente
Sufre, disimula y calla.
Que del secreto colijo
Más honra, más alabanza.
Callando mi intento rijo,
Porque dijo la venganza
Lo que el agravio no dijo.
Pues de Don Juan, que atrevido
Su honor ha restituido,
No dijo el otro soldado:
«Este es el desagraviado,»
Sino: «este es el desmentido.»
Pues tal mi venganza sea,
Obrando discreto y sabio,
Que apénas el sol la vea,
Porque el que creyó mi agravio,
Me bastará que la crea.
Y hasta que pueda logralla
Con más secreta ocasion,
Ofendido corazon,
Sufre, disimula y calla.—
¡Barquero!
Un BARQUERO.—DON LOPE.
Barq.
Señor.
D. Lope.
¿No tienes
Un barco aprestado?
Barq.
Sí,
No faltará para tí,
Aunque en una ocasion vienes,
Que siguiendo á Sebastian,
Nuestro rey, que el cielo guarde,
Hasta su quinta esta tarde
Los barcos vienen y van.
D. Lope.
Pues prevenle, porque tengo
De ir hasta mi quinta yo.
Barq.
¿Ha de ser luégo?
D. Lope.
¿Pues no?
Barq.
Al momento le prevengo. (Vase.)
DON LUIS, que sale leyendo un papel.—DON LOPE.
D. Luis.
(Para sí.) Otra vez quiero leer
Letras de mi vida jueces;
Porque ya es placer dos veces
El repetido placer.
(Lee.) «Esta noche va el Rey á la quinta: entre la gente podeis venir disimulado,[p. 194] donde habrá ocasion para que acabemos, vos de quejaros, y yo de disculparme.—Dios os guarde.—Leonor.»
¡Que no haya un barco en que pueda
Pasar! ¡Oh suerte importuna!
¡Plegue á Dios que la fortuna
Nunca un gusto me conceda!
D. Lope.
(Ap.) Leyendo viene un papel
Quien mi venganza previene,
¿Y quién dudará que viene
Leyendo mi afrenta en él?
¡Qué cobarde es el honor!
Nada escucho, nada veo
Que ser mi pena no creo.
D. Luis.
(Ap.) Don Lope es este.
D. Lope.
(Ap.Rigor,
Disimulemos, y dando
Rienda á toda la pasion,
Esperemos ocasion
Sufriendo y disimulando;
Y pues la serpiente halaga
Con pecho de ofensas lleno,
Yo, hasta verter mi veneno,
Es bien que lo mismo haga.)
En muy poco, caballero,
Mi ofrecimiento estimais,
Pues que nada me mandais,
Cuando serviros espero.
Yo quedé tan obligado
De vuestra gran cortesía,
Discrecion y valentía,
Que en Lisboa os he buscado
Para que á vuestro valor
Servir mi espada pudiera,
[p. 195]Cuando otra vez pretendiera
Vengarse el competidor,
Que aquí os busca aventajado,
Y tanto, que desta suerte
Pretende daros la muerte
Cuando esteis más descuidado.
D. Luis.
Yo, señor Don Lope, estimo
Merced que pagar espero;
Mas hoy, como forastero,
A pediros no me animo
Que en esta ocasion me honreis,
Por no empeñaros, señor,
Con ese competidor
De quien vos me defendeis:
Fuera de que ya los dos
Que estamos amigos creo;
Pues ya le hablo y le veo
Del modo que estoy con vos.
D. Lope.
Créolo; pero mirad
Vuestro riesgo con cuidado;
Que amistad de hombre agraviado
No es muy segura amistad.
D. Luis.
Yo, al contrario, siento y digo
Cuando su amistad procuro,
¿De quién no estaré seguro,
Si lo estoy de mi enemigo?
D. Lope.
Aunque argüiros podia
Con razon ó sin razon,
Seguid vos vuestra opinion,
Que yo seguiré la mia.
Y decidme, ¿qué buscais
Por aquí?
D. Luis.
Un barco quisiera;
En que hasta la quinta fuera
[p. 196]Del Rey.
D. Lope.
A tiempo llegais:
Que os podré servir creed,
Que ya le tengo fletado.
D. Luis.
Ocasion la gente ha dado
A recibir tal merced,
Que siendo tanta, no ha habido
En qué pasar; y yo quiero
Ver faccion que considero
Que otra vez no ha sucedido.
D. Lope.
Pues conmigo ireis. (Ap. Llegó
La ocasion de mi venganza.)
D. Luis.
(Ap.) ¿Cuál hombre en el mundo alcanza
Mayor ventura que yo?
D. Lope.
(Ap.) A mis manos ha venido,
Y en ellas ha de morir.
D. Luis.
(Ap.) ¡Que me viniese á servir
De tercero su marido!
EL BARQUERO.—DON LOPE, DON LUIS.
Barq.
Ya el barco ha llegado.
D. Lope.
(Al Barquero.)Entrad
Vos en el barco primero,
Porque yo á un criado espero.
Pero no, vos le esperad,
Pues conoceis al criado;
Que al barco nos vamos ya.
Barq.
No entreis en él, porque está
Solo y á una cuerda atado,
[p. 197]Que no estará muy segura.
D. Lope.
Buscad al criado vos,
Que allí esperamos los dos.
D. Luis
(Ap.) ¿Quién ha visto igual ventura?
Él me lleva desta suerte
Adonde á su honor me atrevo.
D. Lope.
(Ap.) Yo desta suerte le llevo
Donde le daré la muerte. (Vanse los dos.)
Barq.
El criado no vendrá
En mil horas, segun creo.
Mas ¿qué es aquello que veo?
¡Desasido el barco está,
Rompida la cuerda! Dios
Solo los puede librar;
Que sin duda que en el mar
Tendrán sepulcro los dos. (Vase.)
Otro punto de la playa á vista de la quinta de Don Lope.
MANRIQUE, SIRENA.
Manriq.
Sirena, cuyo mirar
Suspende, enamora, encanta,
¿Vienes acaso á escuchar
A su orilla cómo canta
La sirena de la mar?
Oye un soneto oportuno,
Heroico, grave y discreto:
No te parezca importuno,
[p. 198]Porque este es el un soneto
De los mil y ciento y uno.
(Saca Manrique un papel y lee.)
«Cinta verde, que en término sucinta,
Su cinta pudo hacerte aquel Dios tinto
En sangre, que gobierna el globo quinto,
Para que Vénus estuviese en cinta:
»La primavera tus colores pinta,
Por quien yo traigo en este laberinto,
Tamaño como pasa de Corinto,
El corazon, más negro que la tinta.
»Hoy tu esperanza á mi temor se junte,
Porque en su verde y amarillo tinte
Amor flemas y cóleras barrunte;
»Que como á mí de su color me pinte,
No podrá hacer, aunque en arpon me apunte,
Que mi esperanza no se encaraminte.»
Sirena.
¡Qué lindo soneto has hecho!
Pero enseña á ver si es verde
La cinta.
Manriq.
(Ap.En bien se me acuerde
Lo que la cinta se ha hecho.
¡Ah! sí.) Estaba cierto dia
Junto al Tajo, en su frescura
Contemplando tu hermosura,
Sirena, y la dicha mia.
Saqué aquella cinta bella
Para aliviar mi esperanza,
Y culpando tu mudanza,
Empecé á llorar con ella.
Besábala con placer,
Y un águila que me vió
Llegarla al labio, pensó
Que era cosa de comer.
[p. 199]Bajó de una piedra viva,
Y con gran resolucion
Arrebatóme el liston,
Y volvió á subir arriba.
Yo, aunque con gran ligereza
Subir á su nido quiero,
No pude hallar un caldero
Que ponerme en la cabeza.
Con esta ocasion se pierde
De tu liston la memoria.
Esta es, Sirena, la historia
Llamada la cinta verde.
Sirena.
Pues óyeme lo que á mí
Despues acá me pasó.
Estando en el campo yo,
Volar un águila ví,
Que era la misma; pues viendo
No ser cosa de comer,
La cinta dejó caer
Junto á mí; y yo, acudiendo
A ver lo que habia caido,
Hallé entre las flores puesta
La cinta: mira si es esta.
Manriq.
¡Notable suceso ha sido!
Sirena.
Más notable será ahora
La venganza.
Manriq.
Mejor es
Dejarlo para despues,
Que sale al campo señora. (Vase.)
DOÑA LEONOR.—SIRENA.
D.ª Leon.
Sirena.
Sirena.
Señora.
D.ª Leon.
Mucha
Es mi tristeza.
Sirena.
¿Pues no
Sabré qué es la causa yo?
D.ª Leon.
Ya la sabes; pero escucha.
Desde la noche triste
Que en tantas confusiones, abrasada
Troya á mi casa viste,
Quedando yo de todos disculpada,
Don Juan más engañado,
Libre Don Luis, Don Lope asegurado;
Despues que por la ausencia
Que quiere hacer, en esta hermosa quinta
Adonde la excelencia
De la naturaleza borda y pinta
Campaña y monte altivo,
Más estimada de Don Lope vivo;
Perdí, Sirena, el miedo
Que á mi propio respeto le tenía;
Pues si escaparme puedo
De lance tan forzoso, la osadía
Ya sin freno me alienta;
Que peligro pasado no escarmienta.
A aquesto se ha llegado
Ver á Don Lope más amante ahora;
[p. 201]Porque desengañado,
Si algo temió, su desengaño adora,
Y en amor le convierte.
¡Oh cuántos han amado desta suerte!
¡Oh cuántos han querido,
Recibiendo por gracia los agravios!
Deste error no han podido
Librarse los más doctos, los más sabios;
Que la mujer más cuerda,
De haber amado, amada no se acuerda.
Cuando Don Luis me amaba,
Pareció que á Don Luis aborrecia;
Cuando sin culpa estaba,
Pareció que temia;
Y ya (¡qué loco extremo!)
Ni amo querida, ni culpada temo;
Antes amo olvidada y ofendida,
Antes me atrevo, cuando estoy culpada,
Y pues para mi vida
Hoy sigue al Rey Don Lope en la jornada,
Escribo que Don Luis á verme venga,
Y tenga fin mi amor, porque él le tenga.
DON JUAN.—Dichas.
D. Juan.
(Ap.) ¡No sé cómo el corazon
Tan grandes rigores sufre,
Sin que se rinda á los golpes
De una y otra pesadumbre!
D.ª Leon.
Señor Don Juan, ¿pues no viene
[p. 202]Con vos Don Lope?
D. Juan.
No pude
Esperarle, aunque él me dijo
Que ántes que en el mar sepulte
El sol sus rayos, vendrá.
D.ª Leon.
¿Cómo puede, si ya cubren
Al mundo pálidas sombras,
Y al cielo lóbregas nubes?
D. Juan.
A mí me tuvo violento
Un gran disgusto que tuve,
Y esperar no puede á nadie
El que de sí mismo huye.
D. Luis.
(Dentro.) ¡Válgame el cielo!
D.ª Leon.
¿Qué voz
Tan lastimosa discurre
El viento?
D. Juan.
En tierra no hay nadie.
D.ª Leon.
En las ondas se descubre
Del mar un bulto, que ya
Siendo trémulas las luces
Del dia, no se determina
Quién es.
D. Juan.
Osado presume
Escaparse; pues parece
Que hácia nosotros le induce
Piedad del cielo. Lleguemos
Donde valientes le ayuden
Nuestros brazos. (Vase.)
DON LOPE.—Dichos.
D. Lope.
(Dentro.)¡Ay de mí!
D. Juan.
(Dentro.) ¡Llega!
D. Lope.
(Dentro.)¡Oh tierra, patria dulce
Del hombre!
(Vuelve Don Juan y con él sale Don Lope, mojado y con una daga en la mano.)
D. Juan.
¡Qué es lo que veo!
¡Don Lope!
D.ª Leon.
¡Esposo!
D. Lope.
No pude
Hallar puerto más piadoso,
Que el que en tal favor acude
A mi fatiga. ¡Oh Leonor!
¡Oh mi bien! no es bien que dude
Que el cielo me ha prevenido
Con sus favores comunes
Tan grande dicha, en descuento
De tan grande pesadumbre.
¡Amigo!
D. Juan.
¿Qué ha sido esto?
D. Lope.
La mayor lástima incluye
Aquesta ventura mia,
Que vió el mundo.
D.ª Leon.
Como ayude
El cielo mis esperanzas,
Y vivo esteis, no hay quien culpe
A la fortuna, aunque usase
[p. 204]De su trágica costumbre.
D. Lope.
Hablé al Rey, busquéos á vos.
Y como hallaros no pude,
Fleté un barco. Estando ya
Para hacer que el agua sulque,
A mí un galan caballero,
Cuyo nombre apénas supe
(Que pienso que era un Don Luis
De Benavides), acude
Diciéndome que por ser
Forastero, á quien se suple
Un cortés atrevimiento,
Me ruega que no le culpe
El pedirme que en el barco
Le traiga; que es bien procure
Ver en la quinta del Rey
La gente cuando se junte.
Obligóme á que le diese
Un lugar; y apénas hube
Entrado con él, y el barco
De los dos el peso sufre
(Que el barquero áun no habia entrado),
Cuando el cabo, á quien le pudren
Las mismas aguas del mar,
Falta, porque le recude
Una onda reciamente,
A cuyo golpe no pude
Resistir, aunque tomé
Los remos. Al fin no tuve
Fuerza, y los dos en el barco
Entrando por las azules
Ondas del mar, padecimos
Mil saladas inquietudes.
Ya de los montes de agua
[p. 205]Ocupé las altas cumbres,
Ya en bóveda de zafir
Sepulcro en sus arcos tuve;
Al fin guiado á esta parte,
A vista ya de las luces
De tierra, chocando el barco,
De arena y agua se cubre.
El gallardo caballero,
A quien yo librar no pude,
Por apartarnos la fuerza
Del golpe, sin que se ayude
A sí mismo, se rindió
Al mar, donde le sepulte
Su olvido.
D.ª Leon.
¡Ay de mí! (Cae desmayada.)
D. Lope.
¡Leonor,
Mi bien, mi esposa, no turbes
Tu hermosura! ¡Ay cielo mio!
Un hielo manso discurre
Por el cristal de sus manos.
¡Ay, Don Juan! la pesadumbre
De verme así, no fué mucho
Que la rindiese: no sufren
Corazones de mujer
Que estas lástimas escuchen.—
Llevadla al lecho los dos.
(Llévanla entre Don Juan y Sirena.)
DON LOPE.
¡Qué bien en un hombre luce
Que callando sus agravios,
Aun las venganzas sepulte!
Desta suerte ha de vengarse
Quien espera, calla y sufre.
Bien habemos aplicado,
Honor, con cuerda esperanza,
Disimulada venganza
A agravio disimulado.
¡Bien la ocasion advertí
Cuando la cuerda corté,
Cuando los remos tomé
Para apartarme de allí,
Haciendo que pretendia
Acercarme! Y ¡bien logré
Mi intento, pues que maté
Al que ofenderme queria
(Testigo es este puñal),
Al agresor de mi afrenta,
A quien dí en urna violenta
Monumento de cristal!
¡Bien en la tierra rompí
El barco, dando á entender
Que esto pudo suceder
Sin sospecharse de mí!
Pues ya que conforme á ley
De honrado, maté primero
[p. 207]Al galan, matar espero
A Leonor: no diga el Rey,
Viendo que su sangre esmalta
El lecho que áun no violó,
Que no vaya, porque yo
En mi casa no haga falta.
Pues esta noche ha de ver
El fin de mi desagravio,
Medio más prudente y sabio
Para acabarlo de hacer.
Leonor (¡ay de mí!), Leonor,
Bella como licenciosa,
Tan infeliz como hermosa,
Ruina fatal de mi honor;
Leonor, que al dolor rendida,
Y al sentimiento postrada,
Dejó la muerte burlada
En las manos de la vida,
Ha de morir. Mis intentos
Solo los he de fiar,
Porque los sabrán callar,
De todos cuatro elementos.
Allí al agua y viento entrego
La media venganza mia;
Y aquí la otra mitad fia
Mi dolor de tierra y fuego;
Pues esta noche mi casa
Pienso intrépido abrasar.
Fuego al cuarto he de pegar,
Y yo, en tanto que se abrasa,
Osado, atrevido y ciego
La muerte á Leonor daré,
Porque presuman que fué
Sangriento verdugo el fuego.
[p. 208]Sacaré acendrado dél
El honor que me ilustró,
Ya que la liga ensució
Una mancha tan cruel;
Y en una experiencia tal,
Por los crisoles no ignoro
Que salga acendrado el oro
Sin aquel bajo metal
De la liga que tenía
Y su valor deslustraba.
Así el mar las manchas lava
De la gran desdicha mia:
El viento la lleve luego,
Donde no se sepa della;
La tierra ande por no vella,
Y cenizas la haga el fuego;
Porque así el mortal aliento,
Que á turbar el sol se atreve,
Consuma, lave, arda y lleve
Tierra, agua, fuego y viento. (Vase.)
EL REY, EL DUQUE DE BERGANZA, acompañamiento.
Duque.
Pensando el mar que dormia
Segundo sol en su esfera,
Mansamente retrató
A sus ondas las estrellas.
Rey.
Vine, Duque, por el mar;
Que aunque pude por la tierra,
[p. 209]Me pareció que tardaba,
Cuanto por aquí es más cerca.
Y habiendo estado las aguas
Tan dulces y lisonjeras,
Que el cielo, Narciso azul,
Se vió contemplando en ellas,
Ha sido justo venir
Donde tantos barcos vea,
Cuyos fanales parecen
Mil abrasados cometas,
Mil alados cisnes, pues
Formando esta competencia,
Unos con las alas corren,
Y otros con los remos vuelan.
Duque.
A todo ofrece ocasion
La noche apacible y fresca.
Rey.
Entre la tierra y el mar
Deleitosa vista es esta;
Porque mirar tantas quintas,
Cuyas plantas lisonjean
Ninfas del mar, que obedientes
Con tanta quietud las cercan,
Es ver un monte portátil,
Es ver una errante selva;
Pues vistas dentro del mar,
Parece que se menean.
Adios, dulce patria mia,
Que en él espero que vuelva
(Puesto que es la causa suya),
Donde ceñido me veas
De laurel entrar triunfante
De mil victorias sangrientas,
Dando á mi honor nueva fama,
Nuevos triunfos á la Iglesia,
[p. 210]Que espero ver.
Voces.
(Dentro.)¡Fuego, fuego!
Rey.
¿Qué voces, Duque, son esas?
Duque.
Fuego, dicen; y hácia allí
La quinta, que está más cerca,
Y si no me engaño, es
La de Don Lope de Almeida,
Se está abrasando.
Rey.
Ya veo
En ímpetu salir della,
Hecha un volcan de humo y fuego,
Las nubes y las centellas.
Grande incendio, al parecer,
De todas partes la cerca:
Parece imposible cosa
Que nadie escaparse pueda.
Acerquémonos á ver
Si hay contra el fuego defensa.
Duque.
¡Señor! ¿Tal temeridad?
Rey.
Duque, accion piadosa es esta,
No temeridad.
DON JUAN, medio desnudo.—Dichos.
D. Juan.
Aunque
Cenizas mi vida sea,
He de sacar á Don Lope,
Que es su cuarto el que se quema.
Rey.
Detened aquese hombre.
Duque.
Desesperado, ¿qué intentas?
[p. 211]D. Juan.
Dejar en el mundo fama
De una amistad verdadera.
Y pues que presente estás,
Es bien que la causa sepas.
Apénas, oh gran señor,
Nos recogimos, apénas,
Cuando en un punto, un instante,
Creció el fuego de manera,
Que parece que tomaba
Venganza de su violencia.
Don Lope de Almeida está
Con su esposa, y yo quisiera
Librarlos.
MANRIQUE.—Dichos.
Manriq.
Echando chispas,
Como diablo de comedia,
Salgo huyendo de mi casa,
Que soy desta Troya Eneas.
Al mar me voy á arrojar,
Aunque menor daño fuera
Quemarme, que beber agua.
DON LOPE, medio desnudo, que saca á DOÑA LEONOR, muerta.—Dichos.
D. Lope.
¡Piadosos cielos, clemencia,
Porque, aunque arriesgue mi vida,
Escapar la suya pueda!—
¡Leonor!
Rey.
¿Es Don Lope?
D. Lope.
Yo
Soy, señor, si es que me deja
El sentimiento, no el fuego,
Alma y vida, con que pueda
Conoceros, para hablaros,
Cuando vida y alma atentas
A esta desdicha, á este asombro,
A este horror, á esta tragedia,
Yacen postradas y mudas.
Esta muerta beldad, esta
Flor en tanto fuego helada,
Que solo el fuego pudiera
Abrasarla, que de envidia
Quiso que no resplandezca,
Esta, señor, fué mi esposa,
Noble, altiva, honrada, honesta,
Que en los labios de la fama
Deja esta alabanza eterna.
Esta es mi esposa, á quien yo
Quise con tanta terneza
De amor, porque sienta más
[p. 213]El no verla y el perderla
Con una tan gran desdicha,
Como en vivo fuego envuelta,
En humo denso anegada;
Pues cuando librarla intenta
Mi valor, rindió la vida
En mis brazos. ¡Dura pena!
¡Triste horror! ¡fuerte suceso!
Aunque un consuelo me deja,
Y es, que ya podré serviros;
Pues libre desta manera,
En mi casa no haré falta.
Con vos iré, donde pueda
Tener mi vida su fin,
Si hay desdicha que fin tenga.—
Y vos, valiente Don Juan, (Ap. á él.)
Decid á quien se aconseja
Con vos, cómo ha de vengarse
Sin que ninguno lo sepa;
Y no dirá la venganza
Lo que no dijo la afrenta.
Rey.
¡Notable desdicha ha sido!
D. Juan.
Pues óigame vuestra Alteza
A parte; porque es razon
Que solo este caso sepa.
Don Lope sospechas tuvo,
Que pasaron de sospechas
Y llegaron á verdades;
Y en resolucion tan cuerda,
Por dar á secreto agravio
Tambien venganza secreta,
Al galan mató en el mar,
Porque en un barco se entra
Con él solo: así el secreto
[p. 214]Al agua y fuego le entrega,
Porque el que supo el agravio
Sólo la venganza sepa.
Rey.
Es el caso más notable
Que la antigüedad celebra;
Porque secreta venganza
Requiere secreta ofensa.
D. Juan.
Esta es verdadera historia
Del gran Don Lope de Almeida,
Dando con su admiracion
Fin á la tragicomedia.
[p. 215]
DRAMA EN TRES JORNADAS.
[p. 216]
PERSONAS.
El rey Felipe II.
Don Lope de Figueroa.
Don Álvaro de Ataide, capitan.
Un sargento.
La Chispa.
Rebolledo, soldado.
Pedro Crespo, labrador viejo.
Juan, hijo de Pedro Crespo.
Isabel, hija de Pedro Crespo.
Inés, prima de Isabel.
Don Mendo, hidalgo.
Nuño, su criado.
Un escribano.
Soldados.
Un tambor.
Labradores.
Acompañamiento.
La escena en Zalamea y sus inmediaciones.
[p. 217]
Campo cercano á Zalamea.
REBOLLEDO, CHISPA, soldados.
Reboll.
¡Cuerpo de Cristo con quien
Desta suerte hace marchar
De un lugar á otro lugar
Sin dar un refresco!
Todos.
Amén.
Reboll.
¿Somos gitanos aquí,
Para andar desta manera?
Una arrollada bandera
¿Nos ha de llevar tras sí,
Con una caja...
Sold. 1.º
¿Ya empiezas?
Reboll.
Que este rato que calló,
Nos hizo merced de no
Rompernos estas cabezas?
Sold. 2.º
No muestres deso pesar,
Si ha de olvidarse, imagino,
El cansancio del camino
A la entrada del lugar.
[p. 218]Reboll.
¿A qué entrada, si voy muerto?
Y aunque llegue vivo allá,
Sabe mi Dios si será
Para alojar; pues es cierto
Llegar luégo al comisario
Los alcaldes á decir
Que si es que se pueden ir,
Que darán lo necesario.
Responderles, lo primero,
Que es imposible, que viene
La gente muerta; y si tiene
El concejo algun dinero,
Decir: «Señores soldados,
Orden hay que no paremos:
Luégo al instante marchemos.»
Y nosotros, muy menguados,
A obedecer al instante
Orden, que es en caso tal,
Para él órden monacal,
Y para mí mendicante.
Pues ¡voto á Dios! que si llego
Esta tarde á Zalamea,
Y pasar de allí desea
Por diligencia ó por ruego,
Que ha de ser sin mí la ida;
Pues no, con desembarazo,
Será el primer tornillazo
Que habré yo dado en mi vida.
Sold. 1.º
Tampoco será el primero
Que haya la vida costado
A un miserable soldado;
Y más hoy, si considero
Que es el cabo desta gente
Don Lope de Figueroa,
[p. 219]Que si tiene fama y loa
De animoso y de valiente,
La tiene tambien de ser
El hombre más desalmado,
Jurador y renegado
Del mundo, y que sabe hacer
Justicia del más amigo,
Sin fulminar el proceso.
Reboll.
¿Ven ustedes todo eso?
Pues yo haré lo que yo digo.
Sold. 2.º
¿Deso un soldado blasona?
Reboll.
Por mí muy poco me inquieta;
Pero por esa pobreta,
que viene tras la persona...
Chispa.
Seor Rebolledo, por mí
Voacé no se aflija, no;
Que, como ya sabe, yo,
Barbada el alma, nací:
Y ese temor me deshonra;
Pues no vengo yo á servir
Ménos que para sufrir
Trabajos con mucha honra;
Que para estarme, en rigor,
Regalada, no dejara
En mi vida, cosa es clara,
La casa del regidor,
Donde todo sobra, pues
Al mes mil regalos vienen;
Que hay regidores que tienen
Mesa franca con el mes.
Y pues al venir aquí,
A marchar y padecer
Con Rebolledo, sin ser
Postema, me resolví,
[p. 220]Por mí ¿en qué duda ó repara?
Reboll.
¡Viven los cielos, que eres
Corona de las mujeres!
Sold. 2.º
Aquesa es verdad bien clara.
¡Viva la Chispa!
Reboll.
¡Reviva!
Y más si por divertir
Esta fatiga de ir
Cuesta abajo y cuesta arriba,
Con su voz al aire inquieta
Una jácara ó cancion.
Chispa.
Responda á esa peticion
Citada la castañeta.
Reboll.
Y yo ayudaré tambien.
Sentencien los camaradas,
Todas las partes citadas.
Sold. 1.º
¡Vive Dios, que ha dicho bien!
(Cantan Rebolledo y la Chispa.)
Chispa.
Yo soy titiri, titiri, tina,
Flor de la jacarandina.
Reboll.
Yo soy titiri, titiri, taina,
Flor de la jacarandaina.
Chispa.
Vaya á la guerra el alférez,
Y embárquese el capitan.
Reboll.
Mate moros quien quisiere,
Que á mí no me han hecho mal.
Chispa.
Vaya y venga la tabla al horno,
Y á mí no me falte pan.
Reboll.
Huéspeda, máteme una gallina;
Que el carnero me hace mal.
Sold. 1.º
Aguarda; que ya me pesa
(Que íbamos entretenidos
En nuestros mismos oidos)
De haber llegado á ver esa
[p. 221]Torre, pues es necesario
Que donde paremos sea.
Reboll.
¿Es aquella Zalamea?
Chispa.
Dígalo su campanario.
No sienta tanto voacé,
Que cese el cántico ya:
Mil ocasiones habrá
En que lograrle, porque
Esto me divierte tanto,
Que como de otras no ignoran
Que á cada cosita lloran,
Yo á cada cosita canto,
Y oirá uced jácaras ciento.
Reboll.
Hagamos alto aquí, pues
Justo, hasta que venga, es,
Con la órden el Sargento,
Por si hemos de entrar marchando
Y en tropas.
Sold. 1.º
Él solo es quien
Llega ahora; mas tambien
El Capitan esperando
Está.
EL CAPITAN, EL SARGENTO.—Dichos.
Capitan.
Señores soldados,
Albricias puedo pedir:
De aquí no hemos de salir,
Y hemos de estar alojados
Hasta que Don Lope venga
Con la gente que quedó
[p. 222]En Llerena; que hoy llegó
Orden de que se prevenga
Toda, y no salga de aquí
A Guadalupe, hasta que
Junto todo el tercio esté,
Y él vendrá luego; y así,
Del cansancio bien podrán
Descansar algunos dias.
Reboll.
Albricias pedir podias.
Todos.
¡Víctor nuestro Capitan!
Capitan.
Ya está hecho el alojamiento:
El comisario irá dando
Boletas, como llegando
Fueren.
Chispa.
Hoy saber intento
Por qué dijo, voto á tal,
Aquella jacarandina:
«Huéspeda, máteme una gallina;
Que el carnero me hace mal.» (Vanse.)
Calle.
EL CAPITAN, EL SARGENTO.
Capitan.
Señor Sargento, ¿ha guardado
Las boletas para mí,
Que me tocan?
Sarg.
Señor, sí.
Capitan.
¿Y dónde estoy alojado?
Sarg.
En la casa de un villano,
Que el hombre más rico es
Del lugar, de quien despues
[p. 223]He oido que es el más vano
Hombre del mundo, y que tiene
Más pompa y más presuncion
Que un infante de Leon.
Capitan.
Bien á un villano conviene
Rico aquesa vanidad.
Sarg.
Dicen que esta es la mejor
Casa del lugar, señor:
Y si va á decir verdad,
Yo la escogí para tí,
No tanto porque lo sea,
Como porque en Zalamea
No hay tan bella mujer...
Capitan.
Dí.
Sarg.
Como una hija suya.
Capitan.
Pues
Por muy hermosa y muy vana,
¿Será más que una villana
Con malas manos y piés?
Sarg.
¿Que haya en el mundo quien diga
Eso?
Capitan.
¿Pues no, mentecato?
Sarg.
¿Hay más bien gastado rato
(A quien amor no le obliga,
Sino ociosidad no más)
Que el de una villana, y ver
Que no acierta á responder
A propósito jamás?
Capitan.
Cosa es que en toda mi vida,
Ni áun de paso, me agradó;
Porque en no mirando yo
Aseada y bien prendida
Una mujer, me parece
Que no es mujer para mí.
[p. 224]Sarg.
Pues para mí, señor, sí,
Cualquiera que se me ofrece.
Vamos allá; que por Dios,
Que me pienso entretener
Con ella.
Capitan.
¿Quieres saber
Cuál dice bien de los dos?
El que una belleza adora,
Dijo, viendo á la que amó:
«Aquella es mi dama,» y no:
«Aquella es mi labradora.»
Luego si dama se llama
La que se ama, claro es ya
Que en una villana está
Vendido el nombre de dama.
Mas ¿qué ruido es ese?
Sarg.
Un hombre,
Que de un flaco rocinante
A la vuelta desa esquina
Se apeó, y en rostro y talle
Parece á aquel Don Quijote,
De quien Miguel de Cervántes
Escribió las aventuras.
Capitan.
¡Qué figura tan notable!
Sarg.
Vamos, señor; que ya es hora.
Capitan.
Lléveme el Sargento ántes
A la posada la ropa,
Y vuelva luégo á avisarme. (Vanse.)
DON MENDO, NUÑO.
D. Mend.
¿Cómo va el rucio?
Nuño.
Rodado,
Pues no puede menearse.
D. Mend.
¿Dijiste al lacayo, dí,
Que un rato le pasease?
Nuño.
¡Qué lindo pienso!
D. Mend.
No hay cosa
Que tanto á un bruto descanse.
Nuño.
Aténgome á la cebada.
D. Mend.
¿Y que á los galgos no aten,
Dijiste?
Nuño.
Ellos se holgarán;
Mas no el carnicero.
D. Mend.
Baste;
Y pues han dado las tres,
Cálzome palillo y guantes.
Nuño.
¿Si te prenden el palillo
Por palillo falso?
D. Mend.
Si álguien,
Que no he comido un faisan,
Dentro de sí imaginare,
Que allá dentro de sí miente,
Aquí y en cualquiera parte
Le sustentaré.
Nuño.
¿Mejor
No seria sustentarme
A mí, que al otro? que en fin
Te sirvo.
[p. 226]D. Mend.
¡Qué necedades!
—En efecto, ¿que han entrado
Soldados aquesta tarde
En el pueblo?
Nuño.
Sí, señor.
D. Mend.
Lástima da el villanaje
Con los huéspedes que espera.
Nuño.
Más lástima da y más grande
Con los que no espera...
D. Mend.
¿Quién?
Nuño.
La hidalguez; y no te espante;
Que si no alojan, señor,
En cas de hidalgos á nadie,
¿Por qué piensas que es?
D. Mend.
¿Por qué?
Nuño.
Porque no se mueran de hambre.
D. Mend.
En buen descanso esté el alma
De mi buen señor y padre,
Pues en fin me dejó una
Ejecutoria tan grande.
Pintada de oro y azul,
Exencion de mi linaje.
Nuño.
Tomáramos que dejara
Un poco del oro aparte.
D. Mend.
Aunque si reparo en ello,
Y si va á decir verdades,
No tengo que agradecerle
De que hidalgo me engendrase,
Porque yo no me dejara
Engendrar, aunque él porfiase,
Si no fuera de un hidalgo,
En el vientre de mi madre.
Nuño.
Fuera de saber difícil.
D. Mend.
No fuera, sino muy fácil.
[p. 227]Nuño.
¿Cómo, señor?
D. Mend.
Tú, en efecto,
Filosofía no sabes,
Y así ignoras los principios.
Nuño.
Sí, mi señor, y áun los ántes
Y postres, desde que como
Contigo; y es, que al instante,
Mesa divina es tu mesa,
Sin medios, postres ni ántes.
D. Mend.
Yo no digo esos principios.
Has de saber que el que nace,
Sustancia es del alimento
Que ántes comieron sus padres.
Nuño.
¿Luego tus padres comieron?
Esa maña no heredaste.
D Mend.
Esto despues se convierte
En su propia carne y sangre:
Luego si hubiera comido
El mio cebolla, al instante
Me hubiera dado el olor,
Y hubiera dicho yo: «Tate,
Que no me está bien hacerme
De excremento semejante.»
Nuño.
Ahora digo que es verdad...
D. Mend.
¿Qué?
Nuño.
Que adelgaza la hambre
Los ingenios.
D. Mend.
Majadero,
¿Téngola yo?
Nuño.
No te enfades;
Que si no la tienes, puedes
Tenerla, pues de la tarde
Son ya las tres, y no hay greda
Que mejor las manchas saque,
[p. 228]Que tu saliva y la mia.
D. Mend.
Pues esa, ¿es causa bastante
Para tener hambre yo?
Tengan hambre los gañanes;
Que no somos todos unos;
Que á un hidalgo no le hace
Falta el comer.
Nuño.
¡Oh, quién fuera
Hidalgo!
D. Mend.
Y más no me hables
Desto, pues ya de Isabel
Vamos entrando en la calle.
Nuño.
¿Por qué, si de Isabel eres
Tan firme y rendido amante,
A su padre no la pides?
Pues con eso tú y su padre
Remediaréis de una vez
Entrambas necesidades:
Tú comerás, y él hará
Hidalgos sus nietos.
D. Mend.
No hables
Más, Nuño, en eso. ¿Dineros
Tanto habian de postrarme,
Que á un hombre llano por suegro
Habia de admitir?
Nuño.
Pues ántes
Pensé que ser hombre llano,
Para suegro, era importante;
Pues de otros dicen, que son
Tropezones, en que caen
Los yernos. Y si no has
De casarte, ¿por qué haces
Tantos extremos de amor?
D. Mend.
¿Pues no hay sin que yo me case,
[p. 229]Huelgas en Búrgos, adonde
Llevarla, cuando me enfade?
Mira si acaso la ves.
Nuño.
Temo, si acierta á mirarme
Pedro Crespo...
D. Mend.
¿Qué ha de hacerte,
Siendo mi criado, nadie?
Haz lo que manda tu amo.
Nuño.
Sí haré, aunque no he de sentarme
Con él á la mesa.
D. Mend.
Es proprio
De los que sirven, refranes.
Nuño.
Albricias, que con su prima
Inés á la reja sale.
D. Mend.
Dí que por el bello oriente,
Coronado de diamantes,
Hoy, repitiéndose el sol,
Amanece por la tarde.
ISABEL é INÉS, á una ventana.—Dichos.
Inés.
Asómate á esa ventana,
Prima, así el cielo te guarde:
Verás los soldados que entran
En el lugar.
Isabel.
No me mandes
Que á la ventana me ponga,
Estando este hombre en la calle,
Inés, pues ya cuánto el verle
En ella me ofende sabes.
Inés.
En notable tema ha dado
[p. 230]De servirte y festejarte.
Isabel.
No soy más dichosa yo.
Inés.
A mi parecer, mal haces
De hacer sentimiento desto.
Isabel.
¿Pues qué habia de hacer?
Inés.
Donaire.
Isabel.
¿Donaire de los disgustos?
D. Mend.
(Llegando á la ventana.)
Hasta aqueste mismo instante,
Jurara yo á fe de hidalgo
(Que es juramento inviolable)
Que no habia amanecido;
Mas ¿qué mucho que lo extrañe,
Hasta que á vuestras auroras
Segundo dia les sale?
Isabel.
Ya os he dicho muchas veces,
Señor Mendo, cuán en balde
Gastais finezas de amor,
Locos extremos de amante
Haciendo todos los dias
En mi casa y en mi calle.
D. Mend.
Si las mujeres hermosas
Supieran cuánto las hace
Más hermosas el enojo,
El rigor, desden y ultraje,
En su vida gastarian
Más afeite que enojarse.
Hermosa estais, por mi vida.
Decid, decid más pesares.
Isabel.
Cuando no baste el decirlos,
Don Mendo, el hacerlos baste
De aquesta manera.—Inés,
Éntrate acá dentro, y dale
Con la ventana en los ojos. (Vase)
[p. 231]Inés.
Señor caballero andante,
Que de aventurero entrais
Siempre en lides semejantes,
Porque de mantenedor
No era para vos tan fácil,
Amor os provea. (Vase.)
D. Mend.
Inés,
Las hermosuras se salen
Con cuanto ellas quieren.—Nuño.
Nuño.
¡Oh que desairados nacen
Todos los pobres!
PEDRO CRESPO; despues JUAN CRESPO.—Dichos.
Crespo.
(Ap.)¡Que nunca
Entre y salga yo en mi calle,
Que no vea á este hidalgote
Pasearse en ella muy grave!
Nuño.
(Ap. á su amo.) Pedro Crespo viene aquí.
D. Mend.
Vamos por esotra parte;
Que es villano malicioso.
(Sale Juan Crespo.)
Juan.
(Ap.) ¡Que siempre que venga, halle
Esta fantasma á mi puerta,
Calzada de frente y guantes!
Nuño.
(Ap. á su amo.) Pero acá viene su hijo.
D. Mend.
No te turbes ni embaraces.
Crespo.
(Ap.) Mas Juanico viene aquí.
Juan.
(Ap.) Pero aquí viene mi padre.
D. Mend.
(Ap. á Nuño. Disimula.) Pedro Crespo,
Dios os guarde.
Crespo.
Dios os guarde.
(Vanse Don Mendo y Nuño.)
PEDRO y JUAN CRESPO.
Crespo.
(Ap.) Él ha dado en porfiar,
Y alguna vez he de darle
De manera que le duela.
Juan.
(Ap. Algun dia he de enojarme.)
¿De dónde bueno, señor?
Crespo.
De las eras; que esta tarde
Salí á mirar la labranza,
Y están las parvas notables
De manojos y montones,
Que parecen al mirarse
Desde léjos montes de oro,
Y áun oro de más quilates,
Pues de los granos de aqueste
Es todo el cielo el contraste.
Allí el bieldo, hiriendo á soplos
El viento en ellos süave,
Deja en esta parte el grano,
Y la paja en la otra parte;
Que áun allí lo más humilde
Da el lugar á lo más grave.
¡Oh, quiera Dios que en las trojes
Yo llegue á encerrarlo, ántes
Que algun turbion me lo lleve,
O algun viento me lo tale!
Tú, ¿qué has hecho?
Juan.
No sé cómo
Decirlo sin enojarte.
A la pelota he jugado
[p. 233]Dos partidos esta tarde,
Y entrambos los he perdido.
Crespo.
Haces bien, si los pagaste.
Juan.
No los pagué; que no tuve
Dineros para ello: ántes
Vengo á pedirte, señor...
Crespo.
Pues escucha ántes de hablarme.
Dos cosas no has de hacer nunca:
No ofrecer lo que no sabes
Que has de cumplir, ni jugar
Más de lo que está delante;
Porque si por accidente
Falta, tu opinion no falte.
Juan.
El consejo es como tuyo;
Y porque debo estimarle,
He de pagarte con otro.
En tu vida no has de darle
Consejo al que ha menester
Dinero.
Crespo.
Bien te vengaste. (Vanse.)
Patio ó portal de la casa de Pedro Crespo.
CRESPO, JUAN, EL SARGENTO.
Sarg.
¿Vive Pedro Crespo aquí?
Crespo.
¿Hay algo que usted le mande?
Sarg.
Traer á su casa la ropa
De Don Álvaro de Ataide,
Que es el capitan de aquesta
[p. 234]Compañía, que esta tarde
Se ha alojado en Zalamea.
Crespo.
No digais más: eso baste;
Que para servir á Dios,
y al Rey en sus capitanes,
Está mi casa y mi hacienda.
Y en tanto que se le hace
El aposento, dejad
La ropa en aquella parte,
Y id á decirle que venga
Cuando su merced mandare
A que se sirva de todo.
Sarg.
El vendrá luego al instante. (Vase.)
CRESPO, JUAN.
Juan.
¿Que quieras, siendo tan rico,
Vivir á estos hospedajes
Sujeto?
Crespo.
Pues ¿cómo puedo
Excusarlos ni excusarme?
Juan.
Comprando una ejecutoria.
Crespo.
Díme por tu vida, ¿hay álguien
Que no sepa que yo soy,
Si bien de limpio linaje,
Hombre llano? No por cierto:
Pues ¿qué gano yo en comprarle
Una ejecutoria al Rey,
Si no le compro la sangre?
¿Dirán entónces que soy
Mejor que ahora? Es dislate.
[p. 235]Pues ¿qué diran? Que soy noble
Por cinco ó seis mil reales.
Y eso es dinero, y no es honra;
Que honra no la compra nadie.
¿Quieres, aunque sea trivial,
Un ejemplillo escucharme?
Es calvo un hombre mil años,
Y al cabo dellos se hace
Una cabellera. Este
En opiniones vulgares,
¿Deja de ser calvo? No,
Pues que dicen al mirarle:
«¡Bien puesta la cabellera
Trae Fulano!» Pues ¿qué hace,
Si aunque no le vean la calva,
Todos que la tiene saben?
Juan.
Enmendar su vejacion,
Remediarse de su parte,
Y redimir las molestias
Del sol, del hielo y del aire.
Crespo.
Yo no quiero honor postizo,
Que el defecto ha de dejarme
En casa. Villanos fueron
Mis abuelos y mis padres;
Sean villanos mis hijos.
Llama á tu hermana.
Juan.
Ella sale.
ISABEL, INÉS.—CRESPO, JUAN.
Crespo.
Hija, el Rey nuestro señor,
Que el cielo mil años guarde,
Va á Lisboa, porque en ella
Solicita coronarse
Como legítimo dueño:
A cuyo efecto marciales
Tropas caminan con tantos
Aparatos militares
Hasta bajar á Castilla
El tercio viejo de Flándes
Con un Don Lope, que dicen
Todos que es español Marte.
Hoy han de venir á casa
Soldados, y es importante
Que no te vean; y así, hija,
Al punto has de retirarte
En esos desvanes, donde
Yo vivia.
Isabel.
A suplicarte
Me dieses esta licencia
Venía. Yo sé que el estarme
Aquí, es estar solamente
A escuchar mil necedades.
Mi prima y yo en ese cuarto
Estaremos, sin que nadie,
Ni áun el mismo sol, hoy sepa
De nosotras.
Crespo.
Dios os guarde.
[p. 237]Juanito, quédate aquí,
Recibe á huéspedes tales,
Miéntras busco en el lugar
Algo con que regalarles. (Vase.)
Isabel.
Vamos, Inés.
Inés.
Vamos, prima;
Mas tengo por disparate
El guardar á una mujer,
Si ella no quiere guardarse.
(Vanse Isabel y Juan.)
EL CAPITAN, EL SARGENTO.—JUAN.
Sarg.
Esta es, señor, la casa.
Capitan.
Pues del cuerpo de guardia al punto pasa
Toda mi ropa.
Sarg.
(Ap. al Capitan.) Quiero
Registrar la villana lo primero. (Vase.)
Juan.
Vos seais bien venido
A aquesta casa; que ventura ha sido
Grande venir á ella un caballero
Tan noble como en vos le considero.
(Ap. ¡Qué galan! ¡Qué alentado!
Envidia tengo al traje de soldado.)
Capitan.
Vos seais bien hallado.
Juan.
Perdonaréis no estar acomodado;
Que mi padre quisiera
Que hoy un alcázar esta casa fuera.
Él ha ido á buscaros
Que comais; que desea regalaros,
Y yo voy á que esté vuestro aposento
[p. 238]Aderezado.
Capitan.
Agradecer intento
La merced y el cuidado.
Juan.
Estaré siempre á vuestros piés postrado.
(Vase.)
EL SARGENTO.—EL CAPITAN.
Capitan.
¿Qué hay, Sargento? ¿Has ya visto
A la tal labradora?
Sarg.
Vive Cristo,
Que con aquese intento
No he dejado cocina ni aposento,
Y no la he encontrado.
Capitan.
Sin duda el villanchon la ha retirado.
Sarg.
Pregunté á una criada
Por ella, y respondióme que ocupada
Su padre la tenía
En ese cuarto alto, y que no habia
De bajar nunca acá; que es muy celoso.
Capitan.
¿Qué villano no ha sido malicioso?
Si acaso aquí la viera,
Della caso no hiciera;
Y sólo porque el viejo la ha guardado,
Deseo, vive Dios, de entrar me ha dado
Donde está.
Sarg.
Pues ¿qué haremos
Para que allá, señor, con causa entremos,
Sin dar sospecha alguna?
Capitan.
Sólo por tema la he de ver, y una
Industria he de buscar.
[p. 239]Sarg.
Aunque no sea
De mucho ingenio, para quien la vea
Hoy, no importará nada;
Que con eso será más celebrada.
Capitan.
Óyela, pues, ahora.
Sarg.
Dí, ¿qué ha sido?
Capitan.
Tú has de fingir...—Mas no; pues ha venido
(Viendo venir á Rebolledo.)
Ese soldado, que es más despejado,
Él fingirá mejor lo que he trazado.
REBOLLEDO, LA CHISPA.—Dichos.
Reboll.
(A la Chispa.) Con este intento vengo
A hablar al Capitan, por ver si tengo
Dicha en algo.
Chispa.
Pues háblale de modo
Que le obligues; que en fin no ha de ser todo
Desatino y locura.
Reboll.
Préstame un poco tú de tu cordura.
Chispa.
Poco y mucho pudiera.
Reboll.
Miéntras hablo con él, aquí me espera.
(Adelántase.)
—Yo vengo á suplicarte...
Capitan.
En cuanto puedo
Ayudaré, por Dios, á Rebolledo,
Porque me ha aficionado
Su despejo y su brío.
Sarg.
Es gran soldado.
Capitan.
Pues ¿qué hay que se ofrezca?
[p. 240]Reboll.
Yo he perdido
Cuanto dinero tengo y he tenido
Y he de tener, porque de pobre juro
En presente, pretérito y futuro.
Hágaseme merced de que, por vía
De ayudilla de costa, aqueste dia
El alférez me dé...
Capitan.
Diga: ¿qué intenta?
Reboll.
El juego del boliche por mi cuenta;
Que soy hombre cargado
De obligaciones, y hombre al fin honrado.
Capitan.
Digo que eso es muy justo,
Y el alférez sabrá que ese es mi gusto.
Chispa.
(Ap.) Bien le habla el capitan. ¡Oh si me viera
Llamar de todos yo la Bolichera!
Reboll.
Daréle ese recado.
Capitan.
Oye, primero
Que le lleves. De tí fiarme quiero
Para cierta invencion que he imaginado,
Con que salir espero de un cuidado.
Reboll.
Pues ¿qué es lo que se aguarda?
Lo que tarda en saberse, es lo que tarda
En hacerse.
Capitan.
Escúchame. Yo intento
Subir á ese aposento
Por ver si en él una persona habita,
Que de mí hoy esconderse solicita.
Reboll.
Pues ¿por qué á él no subes?
Capitan.
No quisiera
Sin que alguna color para esto hubiera,
Por disculparlo más; y así, fingiendo
Que yo riño contigo, has de irte huyendo
Por ahí arriba. Entónces yo enojado,
La espada sacaré: tú, muy turbado,
[p. 241]Has de entrarte hasta donde
La persona que busco se me esconde.
Reboll.
Bien informado quedo.
Chispa.
(Ap.) Pues habla el Capitan con Rebolledo
Hoy de aquella manera,
Desde hoy me llamarán la Bolichera.
Reboll.
(Alzando la voz.) ¡Vive Dios, que han tenido
Esta ayuda de costa que he pedido,
Un ladron, un gallina y un cuitado!
Y ahora que la pide un hombre honrado,
¡No se la dan!
Chispa.
(Ap.)Ya empieza su tronera.
Capitan.
¿Pues cómo me habla á mí desa manera?
Reboll.
¿No tengo de enojarme,
Cuando tengo razon?
Capitan.
No, ni ha de hablarme.
Y agradezca que sufro aqueste exceso.
Reboll.
Ucé es mi capitan: sólo por eso
Callaré; mas por Dios, que si tuviera
La bengala en la mano...
(Echando mano á la espada.) ¿Qué me hiciera?
Chispa.
Tente, señor. (Ap. Su muerte considero.)
Reboll.
Que me hablara mejor.
Capitan.
¿Qué es lo que espero,
Que no doy muerte á un pícaro atrevido?
(Desenvaina.)
Reboll.
Huyo, por el respeto que he tenido
A esa insignia.
Capitan.
Aunque huyas,
Te he de matar.
Chispa.
Ya él hizo de las suyas.
Sarg.
Tente, señor.
Chispa.
Escucha.
Sarg.
Aguarda, espera.
[p. 242]Chispa.
Ya no me llamarán la Bolichera.
(Vase el Capitan corriendo tras Rebolledo; el Sargento tras el Capitan: sale Juan con espada, y despues su padre.)
JUAN, CRESPO.—LA CHISPA.
Juan.
Acudid todos presto.
Crespo.
¿Qué ha sucedido aquí?
Juan.
¿Qué ha sido esto?
Chispa.
Que la espada ha sacado
El Capitan aquí para un soldado,
Y, esa escalera arriba,
Sube tras él.
Crespo.
¿Hay suerte más esquiva?
Chispa.
Subid todos tras él.
Juan.
(Ap.)Accion fué vana
Esconder á mi prima y á mi hermana. (Vanse.)
Cuarto alto en la misma casa.
REBOLLEDO, huyendo; y se encuentra con ISABEL é INÉS; despues, EL CAPITAN y EL SARGENTO.
Reboll.
Señoras, pues siempre ha sido
Sagrado el que es templo, hoy
Sea mi sagrado aqueste,
Puesto que es templo de amor.
[p. 243]Isabel.
¿Quién á huir desa manera
Os obliga?
Inés.
¿Qué ocasion
Teneis de entrar hasta aquí?
Isabel.
¿Quién os sigue ó busca?
(Salen el Capitan y el Sargento.)
Capitan.
Yo,
Que tengo de dar la muerte
Al pícaro ¡vive Dios!
Si pensase...
Isabel.
Detenéos,
Siquiera porque, señor,
Vino á valerse de mí;
Que los hombres como vos
Han de amparar las mujeres,
Si no por lo que ellas son,
Porque son mujeres; que esto
Basta, siendo vos quien sois.
Capitan.
No pudiera otro sagrado
Librarle de mi furor,
Sino vuestra gran belleza:
Por ella vida le doy.
Pero mirad que no es bien
En tan precisa ocasion
Hacer vos el homicidio
Que no quereis que haga yo.
Isabel.
Caballero, si cortés
Poneis en obligacion
Nuestras vidas, no zozobre
Tan presto la intercesion.
Que dejeis este soldado
Os suplico; pero no
Que cobreis de mí la deuda
A que agradecida estoy.
[p. 244]Capitan.
No sólo vuestra hermosura
Es de rara perfeccion,
Pero vuestro entendimiento
Lo es tambien, porque hoy en vos
Alïanza están jurando
Hermosura y discrecion.
CRESPO y JUAN, con espadas desnudas; LA CHISPA.—Dichos.
Crespo.
¿Cómo es eso, caballero?
¿Cuando pensó mi temor
Hallaros matando un hombre,
Os hallo...
Isabel.
(Ap.)¡Válgame Dios!
Crespo.
Requebrando una mujer?
Muy noble, sin duda, sois,
Pues que tan presto se os pasan
Los enojos.
Capitan.
Quien nació
Con obligaciones, debe
Acudir á ellas, y yo
Al respeto desta dama
Suspendí todo el furor.
Crespo.
Isabel es hija mia,
Y es labradora, señor.
Que no dama.
Juan.
(Ap.¡Vive el cielo,
Que todo ha sido invencion
Para haber entrado aquí!
Corrido en el alma estoy
[p. 245]De que piensen que me engañan,
Y no ha de ser.) Bien, señor
Capitan, pudierais ver
Con más segura atencion
Lo que mi padre desea
Hoy serviros, para no
Haberle hecho este disgusto.
Crespo.
¿Quién os mete en eso á vos,
Rapaz? ¿Qué disgusto ha habido?
Si el soldado le enojó,
¿No habia de ir tras él? Mi hija
Estima mucho el favor
Del haberle perdonado,
Y el de su respeto yo.
Capitan.
Claro está que no habrá sido
Otra causa, y ved mejor
Lo que decís.
Juan.
Yo lo he visto
Muy bien.
Crespo.
Pues ¿cómo hablais vos
Así?
Capitan.
Porque estais delante,
Más castigo no le doy
A este rapaz.
Crespo.
Detened,
Señor Capitan; que yo
Puedo tratar á mi hijo
Como quisiere, y no vos.
Juan.
Y yo sufrirlo á mi padre,
Mas á otra persona no.
Capitan.
¿Qué habiais de hacer?
Juan.
Perder
La vida por la opinion.
Capitan.
¿Qué opinion tiene un villano?
[p. 246]Juan.
Aquella misma que vos;
Que no hubiera un capitan,
Si no hubiera un labrador.
Capitan.
¡Vive Dios, que ya es bajeza
Sufrirlo!
Crespo.
Ved que yo estoy
De por medio. (Sacan las espadas.)
Reboll.
¡Vive Cristo,
Chispa, que ha de haber hurgon!
Chispa
(Voceando.) ¡Aquí del cuerpo de guardia!
Reboll.
¡Don Lope! (Ap. Ojo avizor.)
DON LOPE, con hábito muy galan y bengala; SOLDADOS, UN TAMBOR.—Dichos.
D. Lope.
¿Qué es aquesto? La primera
Cosa que he de encontrar hoy,
Acabado de llegar,
¿Ha de ser una cuestion?
Capitan.
(Ap.) ¡A qué mal tiempo Don Lope
De Figueroa llegó!
Crespo.
(Ap.) Por Dios que se las tenía
Con todos el rapagon.
D. Lope.
¿Qué ha habido? ¿Qué ha sucedido?
Hablad, porque ¡vive Dios,
Que á hombres, mujeres y casa
Eche por un corredor!
¿No me basta haber subido
Hasta aquí, con el dolor
Desta pierna, que los diablos
Llevaran, amén, sinó
[p. 247]No decirme: «Aquesto ha sido?»
Crespo.
Todo esto es nada, señor.
D. Lope.
Hablad, decid la verdad.
Capitan.
Pues es que alojado estoy
En esta casa: un soldado...
D. Lope.
Decid.
Capitan.
Ocasion me dió
A que sacase con él
La espada: hasta aquí se entró
Huyendo; entréme tras él
Donde estaban esas dos
Labradoras; y su padre
Y su hermano, ó lo que son,
Se han disgustado de que
Entrase hasta aquí.
D. Lope.
Pues yo
A tan buen tiempo he llegado,
Satisfaré á todos hoy.
¿Quién fué el soldado, decid,
Que á su capitan le dió
Ocasion de que sacase
La espada?
Reboll.
(Ap.)¿A que pago yo
Por todos?
Isabel.
Aqueste fué
El que huyendo hasta aquí entró.
D. Lope.
Dénle dos tratos de cuerda.
Reboll.
¿Tra-qué han de darme, señor?
D. Lope.
Tratos de cuerda.
Reboll.
Yo hombre
De aquesos tratos no soy.
Chispa.
(Ap.) Desta vez me le estropean.
Capitan.
(Ap. á él.) ¡Ah, Rebolledo! por Dios,
Que nada digas: yo haré
[p. 248]Que te libren.
Reboll.
(Ap. al Capitan. ¿Cómo no
Lo he de decir, pues si callo,
Los brazos me pondrán hoy
Atras como mal soldado?)
El Capitan me mandó
Que fingiese la pendencia,
Para tener ocasion
De entrar aquí.
Crespo.
Ved ahora
Si hemos tenido razon.
D. Lope.
No tuvisteis para haber
Así puesto en ocasion
De perderse este lugar.—
Hola, echa un bando, tambor,
Que al cuerpo de guardia vayan
Los soldados cuantos son,
Y que no salga ninguno,
Pena de muerte, en todo hoy.—
Y para que no quedeis
Con aqueste empeño vos,
Y vos con este disgusto,
Y satisfechos los dos,
Buscad otro alojamiento;
Que yo en esta casa estoy
Desde hoy alojado, en tanto
Que á Guadalupe no voy,
Donde está el Rey.
Capitan.
Tus preceptos
Ordenes precisas son
Para mí.
(Vanse el Capitan, los soldados y la Chispa.)
Crespo.
Entráos allá dentro.
(Vanse Isabel, Inés y Juan.)
CRESPO, DON LOPE.
Crespo.
Mil gracias, señor, os doy
Por la merced que me hicisteis
De excusarme la ocasion
De perderme.
D. Lope.
¿Cómo habiais,
Decid, de perderos vos?
Crespo.
Dando muerte á quien pensara
Ni áun el agravio menor...
D. Lope.
¿Sabeis, vive Dios, que es
Capitan?
Crespo.
Sí, vive Dios;
Y aunque fuera el general,
En tocando á mi opinion,
Le matara.
D. Lope.
A quien tocara,
Ni áun al soldado menor,
Solo un pelo de la ropa,
Viven los cielos, que yo
Le ahorcara.
Crespo.
A quien se atreviera
A un átomo de mi honor,
Viven los cielos tambien,
Que tambien le ahorcara yo.
D. Lope.
¿Sabeis que estais obligado
A sufrir, por ser quien sois,
Estas cargas?
Crespo.
Con mi hacienda;
Pero con mi fama no.
[p. 250]Al Rey la hacienda y la vida
Se ha de dar; pero el honor
Es patrimonio del alma,
Y el alma sólo es de Dios.
D. Lope.
¡Vive Cristo, que parece
Que vais teniendo razon!
Crespo.
Sí, vive Cristo, porque
Siempre la he tenido yo.
D. Lope.
Yo vengo cansado, y esta
Pierna que el diablo me dió,
Ha menester descansar.
Crespo.
Pues ¿quién os dice que no?
Ahí me dió el diablo una cama,
Y servirá para vos.
D. Lope.
¿Y dióla hecha el diablo?
Crespo.
Sí.
D. Lope.
Pues á deshacerla voy;
Que estoy, voto á Dios, cansado.
Crespo.
Pues descansad, voto á Dios.
D. Lope.
(Ap.) Testarudo es el villano:
Tan bien jura como yo.
Crespo.
(Ap.) Caprichudo es el Don Lope:
No haremos migas los dos.
[p. 251]
Calle.
DON MENDO, NUÑO.
D. Mend.
¿Quién te contó todo eso?
Nuño.
Todo esto contó Ginesa,
Su criada.
D. Mend.
¡El Capitan,
Despues de aquella pendencia
Que en su casa tuvo (fuese
Ya verdad ó ya cautela),
Ha dado en enamorar
A Isabel!
Nuño.
Y de manera,
Que tan poco humo en su casa
Él hace como en la nuestra
Nosotros. En todo el dia
Se ve apartar de la puerta:
No hay hora que no la envíe
Recados: con ellos entra
Y sale un mal soldadillo,
Confidente suyo.
[p. 252]D. Mend.
Cesa;
Que es mucho veneno, mucho,
Para que el alma lo beba
De una vez.
Nuño.
Y más no habiendo
En el estómago fuerzas
Con que resistirle.
D. Mend.
Hablemos
Un rato, Nuño, de véras.
Nuño.
¡Pluguiera á Dios fueran burlas!
D. Mend.
¿Y qué le responde ella?
Nuño.
Lo que á tí, porque Isabel
Es deidad hermosa y bella,
A cuyo cielo no empañan
Los vapores de la tierra.
D. Mend.
¡Buenas nuevas te dé Dios!
(Al hacer la exclamacion da una manotada á Nuño en el rostro.)
Nuño.
A tí te dé mal de muelas;
Que me has quebrado dos dientes.
Mas bien has hecho, si intentas
Reformarlos, por familia
Que no sirve ni aprovecha.—
El Capitan.
D. Mend.
¡Vive Dios,
Si por el honor no fuera
De Isabel, que le matara!
Nuño.
(Ap.) Más será por tu cabeza.
D. Mend.
Escucharé retirado.—
Aquí á esta parte te llega.
EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO.—DON MENDO y NUÑO, retirados.
Capitan.
Este fuego, esta pasion,
No es amor solo, que es tema,
Es ira, es rabia, es furor.
Reboll.
¡Oh! ¡nunca, señor, hubieras
Visto á la hermosa villana,
Que tantas ánsias te cuesta!
Capitan.
¿Qué te dijo la criada?
Reboll.
¿Ya no sabes sus respuestas?
D. Mend.
(Ap. á Nuño.) Esto ha de ser: pues ya tiende
La noche sus sombras negras,
Antes que se haya resuelto
A lo mejor mi prudencia,
Ven á armarme.
Nuño.
¡Pues qué! ¿tienes
Más armas, señor, que aquellas
Que están en un azulejo
Sobre el marco de la puerta?
D. Mend.
En mi guadarnes presumo
Que hay para tales empresas
Algo que ponerme.
Nuño.
Vamos
Sin que el Capitan nos sienta. (Vanse.)
EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO.
Capitan.
¡Que en una villana haya
Tan hidalga resistencia,
[p. 254]Que no me haya respondido
Una palabra siquiera
Apacible!
Sarg.
Estas, señor,
No de los hombres se prendan
Como tú: si otro villano
La festejara y sirviera,
Hiciera más caso dél:
Fuera de que son tus quejas
Sin tiempo. Si te has de ir
Mañana, ¿para qué intentas
Que una mujer en un dia
Te escuche y te favorezca?
Capitan.
En un dia el sol alumbra
Y falta; en un dia se trueca
Un reino todo; en un dia
Es edificio una peña;
En un dia una batalla
Pérdida y victoria ostenta;
En un dia tiene el mar
Tranquilidad y tormenta;
En un dia nace un hombre
Y muere: luego pudiera
En un dia ver mi amor
Sombra y luz como planeta,
Pena y dicha como imperio,
Gente y brutos como selva,
Paz y inquietud como mar,
Triunfo y ruina como guerra,
Vida y muerte como dueño
De sentidos y potencias:
Y habiendo tenido edad
En un dia su violencia
De hacerme tan desdichado,
[p. 255]¿Por qué, por qué no pudiera
Tener edad en un dia
De hacerme dichoso? ¿Es fuerza
Que se engendren más despacio
Las glorias que las ofensas?
Sarg.
Verla una vez solamente
¿A tanto extremo te fuerza?
Capitan.
¿Qué más causa habia de haber,
Llegando á verla, que verla?
De sola una vez á incendio
Crece una breve pavesa;
De una vez sola un abismo
Sulfúreo volcan revienta;
De una vez se enciende el rayo,
Que destruye cuanto encuentra;
De una vez escupe horror
La más reformada pieza;
¿De una vez amor, qué mucho,
Fuego de cuatro maneras,
Mina, incendio, pieza y rayo,
Postre, abrase, asombre y hiera?
Sarg.
¿No decias que villanas
Nunca tenían belleza?
Capitan.
Y áun aquesa confianza
Me mató, porque el que piensa
Que va á un peligro, ya va
Prevenido á la defensa;
Quien va á una seguridad,
Es el que más riesgo lleva,
Por la novedad que halla,
Si acaso un peligro encuentra.
Pensé hallar una villana;
Si hallé una deidad, ¿no era
Preciso que peligrase
[p. 256]En mi misma inadvertencia?
En toda mi vida ví
Más divina, más perfecta
Hermosura. ¡Ay, Rebolledo!
No sé qué hiciera por verla.
Reboll.
En la compañía hay soldado
Que canta por excelencia,
Y la Chispa, que es mi alcaida
Del boliche, es la primera
Mujer en jacarear.
Haya, señor, jira y fiesta
Y música á su ventana;
Que con esto podrás verla,
Y áun hablarla.
Capitan.
Como está
Don Lope allí, no quisiera
Despertarle.
Reboll.
Pues Don Lope
¿Cuándo duerme, con su pierna?
Fuera, señor, que la culpa,
Si se entiende, será nuestra,
No tuya, si de rebozo
Vas en la tropa.
Capitan.
Aunque tenga
Mayores dificultades,
Pase por todas mi pena.
Juntáos todos esta noche;
Mas de suerte que no entiendan
Que yo lo mando. ¡Ah, Isabel,
Qué de cuidados me cuestas!
(Vanse el Capitan y el Sargento.)
LA CHISPA.—REBOLLEDO.
Chispa.
(Dentro.) Tenga esa.
Reboll.
Chispa, ¿qué es eso?
Chispa.
Ahí un pobrete, que queda
Con un rasguño en el rostro.
Reboll.
¿Pues por qué fué la pendencia?
Chispa.
Sobre hacerme alicantina
Del barato de hora y media
Que estuvo echando las bolas,
Teniéndome muy atenta
A si eran pares ó nones:
Canséme y dile con esta. (Saca la daga.)
Miéntras que con el barbero
Poniéndose en puntos queda,
Vamos al cuerpo de guardia;
Que allá te daré la cuenta.
Reboll.
¡Bueno es estar de mohina,
Cuando vengo yo de fiesta!
Chispa.
Pues ¿qué estorba el uno al otro?
Aquí está la castañeta:
¿Qué se ofrece que cantar?
Reboll.
Ha de ser cuando anochezca,
Y música más fundada.
Vamos, y no te detengas.
Anda acá al cuerpo de guardia.
Chispa.
Fama ha de quedar eterna
De mí en el mundo, que soy
Chispilla la Bolichera. (Vanse.)
[p. 258]Sala baja de casa de Crespo, con vistas y salida á un jardin. Ventana á un lado.
DON LOPE, CRESPO.
Crespo.
(Dentro.) En este paso, que está
Más fresco, poned la mesa
Al señor Don Lope. Aquí
Os sabrá mejor la cena;
Que al fin los dias de Agosto
No tienen más recompensa
Que sus noches.
D. Lope.
Apacible
Estancia en extremo es esta.
Crespo.
Un pedazo es de jardin,
En que mi hija se divierta.
Sentáos; que el viento suave
Que en las blandas hojas suena
Destas parras y estas copas,
Mil cláusulas lisonjeras
Hace al compas desta fuente,
Cítara de plata y perlas,
Porque son en trastes de oro
Las guijas templadas cuerdas.
Perdonad si de instrumentos
Solos la música suena,
Sin cantores que os deleiten,
Sin voces que os entretengan;
Que como músicos son
Los pájaros que gorjean,
No quieren cantar de noche,
[p. 259]Ni yo puedo hacerles fuerza.
Sentáos, pues, y divertid
Esa contínua dolencia.
D. Lope.
No podré; que es imposible
Que divertimiento tenga.
¡Válgame Dios!
Crespo.
Valga, amén.
D. Lope.
Los cielos me den paciencia.
Sentáos, Crespo.
Crespo.
Yo estoy bien.
D. Lope.
Sentáos.
Crespo.
Pues me dais licencia,
Digo, señor, que obedezco.
Aunque excusarlo pudierais. (Siéntase.)
D. Lope.
¿No sabeis qué he reparado?
Que ayer la cólera vuestra
Os debió de enajenar
De vos.
Crespo.
Nunca me enajena
A mí de mí nada.
D. Lope.
Pues
¿Cómo ayer, sin que os dijera
Que os sentarais, os sentasteis,
Y áun en la silla primera?
Crespo.
Porque no me lo dijisteis;
Y hoy, que lo decís, quisiera
No hacerlo: la cortesía,
Tenerla con quien la tenga.
D. Lope.
Ayer todo erais reniegos,
Porvidas, votos y pesias;
Y hoy estais más apacible.
Con más gusto y más prudencia.
Crespo.
Yo, señor, respondo siempre
En el tono y en la letra
[p. 260]Que me hablan: ayer vos
Así hablabais, y era fuerza
Que fueran de un mismo tono
La pregunta y la respuesta.
Demas de que yo he tomado
Por política discreta
Jurar con aquel que jura,
Rezar con aquel que reza.
A todo hago compañía;
Y es aquesto de manera,
Que en toda la noche pude
Dormir, en la pierna vuestra
Pensando, y amanecí
Con dolor en ambas piernas;
Que por no errar la que os duele,
Si es la izquierda ó la derecha,
Me dolieron á mí entrambas.
Decidme por vida vuestra
Cuál es, y sépalo yo,
Porque una sola me duela.
D. Lope.
¿No tengo mucha razon
De quejarme, si há ya treinta
Años que asistiendo en Flándes
Al servicio de la guerra,
El invierno con la escarcha,
Y el verano con la fuerza
Del sol, nunca descansé,
Y no he sabido qué sea
Estar sin dolor un hora?
Crespo.
¡Dios, señor, os dé paciencia!
D. Lope.
¿Para qué la quiero yo?
Crespo.
No os la dé.
D. Lope.
Nunca acá venga,
Sino que dos mil demonios
[p. 261]Carguen conmigo y con ella.
Crespo.
Amén, y si no lo hacen,
Es por no hacer cosa buena.
D. Lope.
¡Jesus mil veces, Jesus!
Crespo.
Con vos y conmigo sea.
D. Lope.
¡Vive Cristo, que me muero!
Crespo.
¡Vive Cristo, que me pesa!
JUAN, que saca la mesa.—DON LOPE, CRESPO.
Juan.
Ya tienes la mesa aquí.
D. Lope.
¿Cómo á servirla no entran
mis criados?
Crespo.
Yo, señor,
Dije, con vuestra licencia,
Que no entraran á serviros,
Y que en mi casa no hicieran
Prevenciones; que á Dios gracias,
Pienso que no os falte en ella
Nada.
D. Lope.
Pues no entran criados,
Hacedme merced que venga
Vuestra hija aquí á cenar
Conmigo.
Crespo.
Díla que venga
A tu hermana al punto, Juan. (Vase Juan.)
D. Lope.
Mi poca salud me deja
Sin sospecha en esta parte.
Crespo.
Aunque vuestra salud fuera,
Señor, la que yo os deseo,
Me dejara sin sospecha.
[p. 262]Agravio haceis á mi amor;
Que nada deso me inquieta:
Pues decirla que no entrara
Aquí, fué con advertencia
De que no estuviese á oir
Ociosas impertinencias;
Que si todos los soldados
Corteses como vos fueran,
Ella habia de asistir
A servirlos la primera.
D. Lope.
(Ap.) ¡Qué ladino es el villano,
O cómo tiene prudencia!
JUAN, INÉS, ISABEL.—DON LOPE, CRESPO.
Isabel.
¿Qué es, señor, lo que me mandas?
Crespo.
El señor Don Lope intenta
Honraros: él es quien llama.
Isabel.
Aquí está una esclava vuestra.
D. Lope.
Serviros intento yo.
(Ap. ¡Qué hermosura tan honesta!)
Que ceneis conmigo quiero.
Isabel.
Mejor es que á vuestra cena
Sirvamos las dos.
D. Lope.
Sentáos.
Crespo.
Sentáos, haced lo que ordena
El señor Don Lope.
Isabel.
Esté
El mérito en la obediencia.
(Siéntanse.—Tocan dentro guitarras.)
D. Lope.
¿Qué es aquello?
[p. 263]Crespo.
Por la calle
Los soldados se pasean
Tocando y cantando.
D. Lope.
Mal
Los trabajos de la guerra
Sin aquesta libertad
Se llevaran; que es estrecha
Religion la de un soldado,
Y darla ensanches es fuerza.
Juan.
Con todo eso, es linda vida.
D. Lope.
¿Fuérades con gusto á ella?
Juan.
Sí, señor, como llevara
Por amparo á Vuecelencia.
Soldados, REBOLLEDO.—Dichos.
Un sold.
(Dentro.) Mejor se cantará aquí.
Reboll.
(Dentro.) Vaya á Isabel una letra,
Y porque despierte, tira
A su ventana una piedra.
(Suena una piedra en una ventana.)
Crespo.
(Ap.) A ventana señalada
Va la música: paciencia.
Una voz.
(Canta dentro.)
Las flores del romero,
Niña Isabel,
Hoy son flores azules,
Y mañana serán miel.
D. Lope.
(Ap. Música, vaya; mas esto
De tirar es desvergüenza...
¡Y á la casa donde estoy
[p. 264]Venirse á dar cantaletas!...
Pero disimularé
Por Pedro Crespo y por ella.)
¡Qué travesuras!
Crespo.
Son mozos.
(Ap. Si por Don Lope no fuera,
Yo les hiciera...)
Juan.
(Ap.)Si yo
Una rodelilla vieja,
Que en el cuarto de Don Lope
Está colgada, pudiera
Sacar... (Hace que se va.)
Crespo.
¿Dónde vais, mancebo?
Juan.
Voy á que traigan la cena.
Crespo.
Allá hay mozos que la traigan.
Solds.
(Dentro, cantando.)
Despierta, Isabel, despierta.
Isabel.
(Ap.) ¿Qué culpa tengo yo, cielos,
Para estar á esto sujeta?
D. Lope.
Ya no se puede sufrir,
Porque es cosa muy mal hecha.
(Arroja la mesa.)
Crespo.
Pues ¡y cómo que lo es!
(Arroja la silla.)
D. Lope.
(Ap. Lléveme de mi impaciencia.)
¿No es, decidme, muy mal hecho
Que tanto una pierna duela?
Crespo.
Deso mismo hablaba yo.
D. Lope.
Pensé que otra cosa era.
Como arrojasteis la silla...
Crespo.
Como arrojasteis la mesa
Vos, no tuve que arrojar
Otra cosa yo más cerca.
(Ap. Disimulemos, honor.)
[p. 265]D. Lope.
(Ap. ¡Quién en la calle estuviera!)
Ahora bien, cenar no quiero.
Retiráos.
Crespo.
En hora buena.
D. Lope.
Señora, quedad con Dios.
Isabel.
El cielo os guarde.
D. Lope.
(Ap.)A la puerta
De la calle ¿no es mi cuarto?
Y en él ¿no está una rodela?
Crespo.
(Ap.) ¿No tiene puerta el corral,
Y yo una espadilla vieja?
D. Lope.
Buenas noches.
Crespo.
Buenas noches.
(Ap. Encerraré por defuera
A mis hijos.)
D. Lope.
(Ap.)Dejaré
Un poco la casa quieta.
Isabel.
(Ap.) ¡Oh qué mal, cielos, los dos
Disimulan que les pesa!
Inés.
(Ap.) Mal el uno por el otro
Van haciendo la deshecha.
Crespo.
¡Hola, mancebo!...
Juan.
Señor.
Crespo.
Acá está la cama vuestra. (Vanse.)
Calle.
EL CAPITAN, EL SARGENTO; LA CHISPA, y REBOLLEDO, con guitarras; SOLDADOS.
Reboll.
Mejor estamos aquí.
El sitio es más oportuno:
[p. 266]Tome rancho cada uno.
Chispa.
¿Vuelve la música?
Reboll.
Sí.
Chispa.
Ahora estoy en mi centro.
Capitan.
¡Que no haya una ventana
Entreabierto esta villana!
Sarg.
Pues bien lo oyen allá adentro.
Chispa.
Espera.
Sarg.
Será á mi costa.
Reboll.
No es más de hasta ver quién es
Quien llega.
Chispa.
Pues qué, ¿no ves
Un jinete de la costa?
DON MENDO con adarga, NUÑO.—Dichos.
D. Mend.
(Ap. á Nuño.) ¿Ves bien lo que pasa?
Nuño.
No,
No veo bien; pero bien
Lo escucho.
D. Mend.
¿Quién, cielos, quién
Esto puede sufrir?
Nuño.
Yo.
D. Mend.
¿Abrirá acaso Isabel
La ventana?
Nuño.
Sí abrirá.
D. Mend
No hará, villano.
Nuño.
No hará.
D. Mend.
¡Ah, celos, pena cruel!
Bien supiera yo arrojar
A todos á cuchilladas
[p. 267]De aquí; mas disimuladas
Mis desdichas han de estar,
Hasta ver si ella ha tenido
Culpa dello.
Nuño.
Pues aquí
Nos sentemos.
D. Mend.
Bien: así
Estaré desconocido.
Reboll.
Pues ya el hombre se ha sentado,
Si ya no es que ser ordena
Alguna alma que anda en pena,
De las cañas que ha jugado,
Con su adarga á cuestas, da
Voz al aire. (A la Chispa.)
Chispa.
Ya él la lleva.
Reboll.
Va una jácara tan nueva,
Que corra sangre.
Chispa.
Sí hará.
DON LOPE y CRESPO, á un tiempo, con broqueles, y cada uno por su lado.—Dichos.
Chispa.
(Canta.) Erase cierto Sampayo,
La flor de los andaluces,
El jaque de mayor porte
Y el rufo de mayor lustre.
Este, pues, á la Chillona
Halló un dia...
Reboll.
No le culpen
La fecha; que el asonante
Quiere que haya sido en lúnes.
[p. 268]Chispa.
Halló, digo, á la Chillona,
Que brindando entre dos luces,
Ocupaba con el Garlo
La casa de las azumbres.
El Garlo, que siempre fué,
En todo lo que le cumple,
Rayo de tejado abajo,
Porque era rayo sin nube,
Sacó la espada, y á un tiempo
De tajo y reves sacude.
Crespo.
Sería desta manera.
D. Lope.
Que sería así no duden.
(Acuchillan Don Lope y Crespo á los soldados y á Don Mendo y Nuño; métenlos, y vuelve Don Lope.)
Huyeron, y uno ha quedado
Dellos, que es el que está aquí.
(Vuelve Crespo.)
Crespo.
(Ap.) Cierto es que el que queda allí,
Sin duda es algun soldado.
D. Lope.
(Ap.) Ni áun este se ha de escapar
Sin almagre.
Crespo.
(Ap.)Ni este quiero
Que quede sin que mi acero
La calle le haga dejar.
D. Lope.
Huid con los otros.
Crespo.
Huid vos,
Que sabreis huir más bien. (Riñen.)
D. Lope.
(Ap.) ¡Vive Dios, que riñe bien!
Crespo.
(Ap.) ¡Bien pelea, vive Dios!
JUAN, con espada.—DON LOPE, CRESPO.
Juan.
(Ap. Quiera el cielo que le tope.)
Señor, á tu lado estoy.
D. Lope.
¿Es Pedro Crespo?
Crespo.
Yo soy.
¿Es Don Lope?
D. Lope.
Sí es Don Lope.
¿Que no habiais, no dijisteis,
De salir? ¿Qué hazaña es esta?
Crespo.
Sean disculpa y respuesta
Hacer lo que vos hicisteis.
D. Lope.
Aquesta era ofensa mia,
Vuestra no.
Crespo.
No hay que fingir;
Que yo he salido á reñir
Por haceros compañía.
Soldados, EL CAPITAN.—Dichos.
Solds.
(Dentro.) A dar muerte nos juntemos
A estos villanos.
Capitan.
(Dentro.)Mirad...
(Salen los soldados y el Capitan.)
D. Lope.
¿Adónde vais? Esperad.
¿De qué son estos extremos?
Capitan.
Los soldados han tenido
[p. 270](Porque se estaban holgando
En esta calle, cantando
Sin alboroto y rüido)
Una pendencia, y yo soy
Quien los está deteniendo.
D. Lope.
Don Álvaro, bien entiendo
Vuestra prudencia; y pues hoy
Aqueste lugar está
En ojeriza, yo quiero
Excusar rigor más fiero;
Y pues amanece ya,
Orden doy que en todo el dia,
Para que mayor no sea
El daño, de Zalamea
Saqueis vuestra compañía:
Y estas cosas acabadas,
No vuelvan á ser, porqué
Otra vez la paz pondré,
Vive Dios, á cuchilladas.
Capitan.
Digo que por la mañana
La compañía haré marchar.
(Ap. La vida me has de costar,
Hermosísima villana.)
Crespo.
(Ap.) Caprichudo es el Don Lope;
Ya haremos migas los dos.
D. Lope.
Veníos conmigo vos,
Y solo ninguno os tope. (Vanse.)
DON MENDO; NUÑO, herido.
D. Mend.
¿Es algo, Nuño, la herida?
Nuño.
Aunque fuera menor, fuera
[p. 271]De mí muy mal recibida,
Y mucho más que quisiera.
D. Mend.
Yo no he tenido en mi vida
Mayor pena ni tristeza.
Nuño.
Yo tampoco.
D. Mend.
Que me enoje
Es justo. ¿Que su fiereza
Luego te dió en la cabeza?
Nuño.
Todo este lado me coge. (Tocan dentro.)
D. Mend.
¿Qué es esto?
Nuño.
La compañía
Que hoy se va.
D. Mend.
Y es dicha mia,
Pues con eso cesarán
Los celos del Capitan.
Nuño.
Hoy se ha de ir en todo el dia.
EL CAPITAN y EL SARGENTO, á un lado.—DON MENDO y NUÑO, al otro.
Capitan.
Sargento, vaya marchando
Antes que decline el dia
Con toda la compañía,
Y con prevencion que cuando
Se esconda en la espuma fria
Del océano español
Ese luciente farol,
En ese monte le espero,
Porque hallar mi vida quiero
Hoy en la muerte del sol.
Sarg.
(Ap. al Capitan.) Calla, que está aquí un figura
[p. 272]Del lugar.
D. Mend.
(Ap. á Nuño.) Pasar procura,
Sin que entienda mi tristeza.
No muestres, Nuño, flaqueza.
Nuño.
¿Puedo yo mostrar gordura?
(Vanse Don Mendo y Nuño.)
EL CAPITAN, EL SARGENTO.
Capitan.
Yo he de volver al lugar,
Porque tengo prevenida
Una criada, á mirar
Si puedo por dicha hablar
A aquesta hermosa homicida.
Dádivas han granjeado
Que apadrine mi cuidado.
Sarg.
Pues, señor, si has de volver
Mira que habrás menester
Volver bien acompañado;
Porque al fin no hay que fiar
De villanos.
Capitan.
Ya lo sé.
Algunos puedes nombrar
Que vuelvan conmigo.
Sarg.
Haré
Cuanto me quieras mandar.
Pero si acaso volviese
Don Lope, y te conociese
Al volver...
Capitan.
Ese temor
Quiso tambien que perdiese
[p. 273]En esta parte mi amor;
Que Don Lope se ha de ir
Hoy tambien á prevenir
Todo el tercio á Guadalupe;
Que todo lo dicho supe
Yéndome ahora á despedir
Dél, porque ya el Rey vendrá,
Que puesto en camino está.
Sarg.
Voy, señor, á obedecerte.
Capitan.
Que me va la vida advierte.
REBOLLEDO, LA CHISPA.—EL CAPITAN, EL SARGENTO.
Reboll.
Señor, albricias me da.
Capitan.
¿De qué han de ser, Rebolledo?
Reboll.
Muy bien merecerlas puedo,
Pues solamente te digo...
Capitan.
¿Qué?
Reboll.
Que ya hay un enemigo
Ménos á quien tener miedo.
Capitan.
¿Quién es? Dílo presto.
Reboll.
Aquel
Mozo, hermano de Isabel.
Don Lope se le pidió
Al padre, y él se le dió,
Y va á la guerra con él.
En la calle le he encontrado
Muy galan, muy alentado,
Mezclando á un tiempo, señor,
Rezagos de labrador
[p. 274]Con primicias de soldado:
De suerte que el viejo es ya
Quien pesadumbre nos da.
Capitan.
Todo nos sucede bien,
Y más si me ayuda quien
Esta esperanza me da,
De que esta noche podré
Hablarla.
Reboll.
No pongas duda.
Capitan.
Del camino volveré;
Que ahora es razon que acuda
A la gente que se ve
Ya marchar. Los dos sereis
Los que conmigo vendreis. (Vase.)
Reboll.
Pocos somos, vive Dios,
Aunque vengan otros dos,
Otros cuatro y otros seis.
Chispa.
Y yo, si tú has de volver,
Allá ¿qué tengo de hacer?
Pues no estoy segura yo,
Si da conmigo el que dió
Al barbero que coser.
Reboll.
No sé qué he de hacer de tí.
¿No tendrás ánimo, dí.
De acompañarme?
Chispa.
¿Pues no?
¿Vestido no tengo yo,
Animo y esfuerzo?
Reboll.
Sí,
Vestido no faltará;
Que ahí otro del paje está
De jineta, que se fué.
Chispa.
Pues yo plaza pasaré
Por él.
[p. 275]Reboll.
Vamos, que se va
La bandera.
Chispa.
Y yo veo ahora
Por qué en el mundo he cantado:
«Que el amor del soldado
No dura un hora.» (Vanse.)
DON LOPE, CRESPO, JUAN.
D. Lope.
A muchas cosas os soy
En extremo agradecido;
Pero sobre todas, esta
De darme hoy á vuestro hijo
Para soldado, en el alma
Os la agradezco y estimo.
Crespo.
Yo os le doy para criado.
D. Lope.
Yo os le llevo para amigo;
Que me ha inclinado en extremo
Su desenfado y su brío,
Y la aficion á las armas.
Juan.
Siempre á vuestros piés rendido
Me tendreis, y vos vereis
De la manera que os sirvo,
Procurando obedeceros
En todo.
Crespo.
Lo que os suplico,
Es que perdoneis, señor,
Si no acertare á serviros,
Porque en el rústico estudio,
Adonde rejas y trillos,
Palas, azadas y bieldos
[p. 276]Son nuestros mejores libros,
No habrá podido aprender
Lo que en los palacios ricos
Enseña la urbanidad
Política de los siglos.
D. Lope.
Ya que va perdiendo el sol
La fuerza, irme determino.
Juan.
Veré si viene, señor,
La litera. (Vase.)
ISABEL, INÉS.—DON LOPE, CRESPO.
Isabel.
¿Y es bien iros,
Sin que os despidais de quien
Tanto desea serviros?
D. Lope.
(A Isabel) No me fuera sin besaros
Las manos y sin pediros
Que liberal perdoneis
Un atrevimiento digno
De perdon, porque no el premio
Hace el don, sino el servicio.
Esta venera, que aunque
Está de diamantes ricos
Guarnecida, llega pobre
A vuestras manos, suplico
Que la tomeis y traigais
Por patena, en nombre mio.
Isabel.
Mucho siento que penseis,
Con tan generoso indicio,
Que pagais el hospedaje,
Pues de honra que recibimos,
[p. 277]Somos los deudores.
D. Lope.
Esto
No es paga, sino cariño.
Isabel.
Por cariño, y no por paga,
Solamente la recibo.
A mi hermano os encomiendo,
Ya que tan dichoso ha sido
Que merece ir por criado
Vuestro.
D. Lope.
Otra vez os afirmo
Que podeis descuidar dél;
Que va, señora, conmigo.
JUAN.—Dichos.
Juan.
Ya está la litera puesta.
D. Lope.
Con Dios os quedad.
Crespo.
El mismo
Os guarde.
D. Lope.
¡Ah buen Pedro Crespo!
Crespo.
¡Ah señor Don Lope invicto!
D. Lope.
¿Quién os dijera aquel dia
Primero que aquí nos vimos,
Que habíamos de quedar
Para siempre tan amigos?
Crespo.
Yo lo dijera, señor.
Si allí supiera, al oiros,
Que érais... (Al irse ya.)
D. Lope.
Decid por mi vida.
Crespo.
Loco de tan buen capricho.
(Vase Don Lope.)
CRESPO, JUAN, ISABEL, INÉS.
Crespo.
En tanto que se acomoda
El señor Don Lope, hijo,
Ante tu prima y tu hermana
Escucha lo que te digo.
Por la gracia de Dios, Juan,
Eres de linaje limpio
Más que el sol, pero villano:
Lo uno y lo otro te digo,
Aquello, porque no humilles
Tanto tu orgullo y tu brío,
Que dejes, desconfiado,
De aspirar con cuerdo arbitrio
A ser más; lo otro, porque
No vengas, desvanecido,
A ser ménos: igualmente
Usa de entrambos designios
Con humildad; porque siendo
Humilde, con recto juicio
Acordarás lo mejor;
Y como tal, en olvido
Pondrás cosas que suceden
Al reves en los altivos.
¡Cuántos, teniendo en el mundo
Algun defecto consigo,
Le han borrado por humildes!
Y ¡á cuántos, que no han tenido
Defecto, se le han hallado,
Por estar ellos mal vistos!
[p. 279]Sé cortés sobremanera,
Sé liberal y esparcido;
Que el sombrero y el dinero
Son los que hacen los amigos;
Y no vale tanto el oro
Que el sol engendra en el indio
Suelo y que conduce el mar,
Como ser uno bienquisto.
No hables mal de las mujeres:
La más humilde, te digo
Que es digna de estimacion,
Porque, al fin, dellas nacimos.
No riñas por cualquier cosa;
Que cuando en los pueblos miro
Muchos que á reñir enseñan,
Mil veces entre mí digo:
«Aquesta escuela no es
La que ha de ser, pues colijo
Que no ha de enseñarse á un hombre
Con destreza, gala y brío
A reñir, sino á por qué
Ha de reñir; que yo afirmo
Que si hubiera un maestro solo
Que enseñara prevenido,
No el cómo, el por qué se riña,
Todos le dieran sus hijos:»
Con esto, y con el dinero
Que llevas para el camino,
Y para hacer, en llegando
De asiento, un par de vestidos,
El amparo de Don Lope
Y mi bendicion, yo fío
En Dios que tengo de verte
En otro puesto. Adios, hijo;
[p. 280]Que me enternezco en hablarte.
Juan.
Hoy tus razones imprimo
En el corazon, adonde
Vivirán, miéntras yo vivo.
Dáme tu mano, y tú, hermana,
Los brazos, que ya ha partido
Don Lope, mi señor, y es
Fuerza alcanzarle.
Isabel.
Los mios
Bien quisieran detenerte.
Juan.
Prima, adios.
Inés.
Nada te digo
Con la voz, porque los ojos
Hurtan á la voz su oficio.
Adios.
Crespo.
Ea, véte presto;
Que cada vez que te miro,
Siento más el que te vayas:
Y haz por ser lo que te he dicho.
Juan.
El cielo con todos quede.
Crespo.
El cielo vaya contigo. (Vase Juan.)
CRESPO, ISABEL, INÉS.
Isabel.
¡Notable crueldad has hecho!
Crespo.
(Ap. Ahora que no le miro,
Hablaré más consolado.)
¿Qué habia de hacer conmigo,
Sino ser toda su vida
Un holgazan, un perdido?
Váyase á servir al Rey.
[p. 281]Isabel.
Que de noche haya salido,
Me pesa á mí.
Crespo.
Caminar
De noche por el estío,
Antes es comodidad
Que fatiga, y es preciso
Que á Don Lope alcance luego
Al instante. (Ap. Enternecido
Me deja, cierto, el muchacho,
Aunque en público me animo.)
Isabel.
Éntrate, señor, en casa.
Inés.
Pues sin soldados vivimos,
Estémonos otro poco
Gozando á la puerta el frio
Viento que corre; que luégo
Saldrán por ahí los vecinos.
Crespo.
(Ap. A la verdad, no entro dentro,
Porque desde aquí imagino,
Como el camino blanquea,
Que veo á Juan en el camino.)
Inés, sácame á esta puerta
Asiento.
Inés.
Aquí está un banquillo.
Isabel.
Esta tarde diz que ha hecho
La villa eleccion de oficios.
Crespo.
Siempre aquí por el Agosto
Se hace. (Siéntanse.)
EL CAPITAN, EL SARGENTO, REBOLLEDO, LA CHISPA Y SOLDADOS, embozados.—CRESPO, ISABEL, INÉS.
Capitan.
(Ap. á los suyos.) Pisad sin ruido.
Llega, Rebolledo, tú,
Y da á la criada aviso
De que ya estoy en la calle.
Reboll.
Yo voy. Mas ¡qué es lo que miro!
A su puerta hay gente.
Sarg.
Y yo
En los reflejos y visos
Que la luna hace en el rostro,
Que es Isabel, imagino,
Esta.
Capitan.
Ella es: más que la luna,
El corazon me lo ha dicho.
A buena ocasion llegamos.
Si ya, una vez que venimos,
Nos atrevemos á todo,
Buena venida habrá sido.
Sarg.
¿Estás para oir un consejo?
Capitan.
No.
Sarg.
Pues ya no te le digo.
Intenta lo que quisieres.
Capitan.
Yo he de llegar, y atrevido
Quitar á Isabel de allí.
Vosotros á un tiempo mismo
Impedid á cuchilladas
El que me sigan.
[p. 283]
Sarg.
Contigo
Venimos, y á tu órden hemos
De estar.
Capitan.
Advertid que el sitio
Donde habemos de juntarnos
Es ese monte vecino,
Que está á la mano derecha,
Como salen del camino.
Reboll.
Chispa.
Chispa.
¿Qué?
Reboll.
Ten esas capas.
Chispa.
Que es del reñir, imagino,
La gala el guardar la ropa,
Aunque del nadar se dijo.
Capitan.
Yo he de llegar el primero.
Crespo.
Harto hemos gozado el sitio.
Entrémonos allá dentro.
Capitan.
(Ap. á los suyos.) Ya es tiempo, llegad amigos.
(Lléganse á los tres los soldados, detienen á Crespo y á Inés, y se apoderan de Isabel.)
Isabel.
¡Ah traidor! Señor, ¿qué es esto?
Capitan.
Es una furia, un delirio
De amor. (Llévala y vase.)
Isabel.
(Dentro.) ¡Ah traidor!—¡Señor!
Crespo.
¡Ah cobardes!
Isabel.
(Dentro.)¡Padre mio!
Inés.
(Ap.) Yo quiero aquí retirarme. (Vase.)
Crespo.
¡Cómo echais de ver (¡ah impíos!)
Que estoy sin espada, aleves,
Falsos y traidores!
Reboll.
Idos,
Si no quereis que la muerte
Sea el último castigo.
(Vanse los robadores.)
[p. 284]Crespo.
¿Qué importará, si está muerto
Mi honor, el quedar yo vivo?
¡Ah! ¡quién tuviera una espada!
Porque sin armas seguirlos
Es en vano; y si brioso
A ir por ella me aplico,
Los he de perder de vista.
¿Qué he de hacer, hados esquivos;
Que de cualquiera manera
Es uno solo el peligro?
INÉS, con una espada.—CRESPO.
Inés.
Ya tienes aquí la espada.
Crespo.
A buen tiempo la has traido.
Ya tengo honra, pues tengo
Espada con que seguiros (Vanse.)
Campo.
CRESPO, riñendo con EL SARGENTO, REBOLLEDO y los SOLDADOS; despues ISABEL.
Crespo.
Soltad la presa, traidores
Cobardes, que habeis cogido;
Que he de cobrarla, ó la vida
[p. 285]He de perder.
Sarg.
Vano ha sido
Tu intento, que somos muchos.
Crespo.
Mis males son infinitos,
Y riñen todos por mí... (Cae.)
—Pero la tierra que piso,
Me ha faltado.
Reboll.
Dadle muerte.
Sarg.
Mirad que es rigor impío
Quitarle vida y honor.
Mejor es en lo escondido
Del monte dejarle atado,
Porque no lleve el aviso.
Isabel.
(Dentro.) ¡Padre y señor!
Crespo.
¡Hija mia!
Reboll.
Retírale como has dicho.
Crespo.
Hija, solamente puedo
Seguirte con mis suspiros. (Llévanle.)
ISABEL y CRESPO, dentro; despues JUAN.
Isabel.
(Dentro.) ¡Ay de mí!
Juan.
(Saliendo.)¡Qué triste voz!
Crespo.
(Dentro.) ¡Ay de mí!
Juan.
¡Mortal gemido!
A la entrada dese monte
Cayó mi rocin conmigo,
Veloz corriendo, y yo ciego
Por la maleza le sigo.
Tristes voces á una parte,
Y á otra míseros gemidos
[p. 286]Escucho, que no conozco,
Porque llegan mal distintos.
Dos necesidades son
Las que apellidan á gritos
Mi valor; y pues iguales
A mi parecer han sido,
Y uno es hombre, otro mujer,
A seguir ésta me animo;
Que así obedezco á mi padre
En dos cosas que me dijo:
«Reñir con buena ocasion,
Y honrar la mujer,» pues miro
Que así honro las mujeres,
Y con buena ocasion riño.
[p. 287]
Interior de un monte.
ISABEL, llorando.
Nunca amanezca á mis ojos
La luz hermosa del dia,
Porque á su sombra no tenga
Vergüenza yo de mí misma.
¡Oh tú, de tantas estrellas
Primavera fugitiva,
No des lugar á la aurora,
Que tu azul campaña pisa,
Para que con risa y llanto
Borre tu apacible vista,
O ya que ha de ser, que sea
Con llanto, mas no con risa!
Detente, oh mayor planeta,
Más tiempo en la espuma fria
Del mar: deja que una vez
Dilate la noche esquiva
Su trémulo imperio: deja
Que de tu deidad se diga,
Atenta á mis ruegos, que es
[p. 288]Voluntaria y no precisa.
¿Para qué quieres salir
A ver en la historia mia
La más enorme maldad,
La más fiera tiranía,
Que en vergüenza de los hombres
Quiere el cielo que se escriba?
Mas ¡ay de mí! que parece
Que es crueldad tu tiranía;
Pues desde que te he rogado
Que te detuvieses, miran
Mis ojos tu faz hermosa
Descollarse por encima
De los montes. ¡Ay de mí!
Que acosada y perseguida
De tantas penas, de tantas
Ansias, de tantas impías
Fortunas, contra mi honor
Se han conjurado tus iras.
¿Qué he de hacer? ¿Dónde he de ir?
Si á mi casa determinan
Volver mis erradas plantas,
Será dar nueva mancilla
Al anciano padre mio,
Que otro bien, otra alegría
No tuvo, sino mirarse
En la clara luna limpia
De mi honor, que hoy ¡desdichado!
Tan torpe mancha le eclipsa.
Si dejo, por su respeto
Y mi temor afligida,
De volver á casa, dejo
Abierto el paso á que digan
Que fuí cómplice en mi infamia;
[p. 289]Y ciega y inadvertida
Vengo hacer de la inocencia
Acrêdora á la malicia.
¡Qué mal hice, qué mal hice
De escaparme fugitiva
De mi hermano! ¿No valiera
Más que su cólera altiva
Me diera la muerte, cuando
Llegó á ver la suerte mia?
Llamarle quiero, que vuelva
Con saña más vengativa
Y me dé muerte: confusas
Voces el eco repita,
Diciendo...
CRESPO.—ISABEL.
Crespo.
(Dentro.) Vuelve á matarme.
Serás piadoso homicida;
Que no es piedad el dejar
A un desdichado con vida.
Isabel.
¿Qué voz es esta, que mal
Pronunciada y poco oida,
No se deja conocer?
Crespo.
(Dentro.) Dadme muerte, si os obliga
Ser piadosos.
Isabel.
¡Cielos, cielos!
Otro la muerte apellida,
Otro desdichado hay más,
[p. 290]Que hoy á pesar suyo viva.
(Aparta unas ramas, y descúbrese Crespo atado.)
Mas ¿qué es lo que ven mis ojos?
Crespo.
Si piedades solicita
Cualquiera que aqueste monte
Temerosamente pisa,
Llegue á dar muerte... Mas ¡cielos!
¿Qué es lo que mis ojos miran?
Isabel.
Atadas atras las manos
A una rigurosa encina...
Crespo.
Enterneciendo los cielos
Con las voces que apellida...
Isabel.
Mi padre está.
Crespo.
Mi hija veo.
Isabel.
¡Padre y señor!
Crespo.
Hija mia,
Llégate, y quita estos lazos.
Isabel.
No me atrevo; que si quitan
Los lazos que te aprisionan,
Una vez las manos mias,
No me atreveré, señor,
A contarte mis desdichas,
A referirte mis penas;
Porque si una vez te miras
Con manos, y sin honor,
Me darán muerte tus iras;
Y quiero, ántes que lo veas,
Referirte mis fatigas.
Crespo.
Detente, Isabel, detente,
No prosigas; que hay desdichas,
Que para contarlas, no
Es menester referirlas.
Isabel.
Hay muchas cosas que sepas,
Y es forzoso que al decirlas,
[p. 291]Tu valor se irrite, y quieras
Vengarlas ántes de oirlas.
—Estaba anoche gozando
La seguridad tranquila
Que al abrigo de tus canas
Mis años me prometian,
Cuando aquellos embozados
Traidores (que determinan
Que lo que el honor defiende,
El atrevimiento rinda)
Me robaron: bien así
Como de los pechos quita
Carnicero hambriento lobo
A la simple corderilla.
Aquel Capitan, aquel
Huésped ingrato, que el dia
Primero introdujo en casa
Tan nunca esperada cisma
De traiciones y cautelas,
De pendencias y rencillas,
Fué el primero que en sus brazos
Me cogió, miéntras le hacian
Espaldas otros traidores,
Que en su bandera militan.
Aqueste intrincado, oculto
Monte, que está á la salida
Del lugar, fué su sagrado:
¿Cuándo de la tiranía
No son sagrado los montes?
Aquí ajena de mí misma
Dos veces me miré, cuando
Aun tu voz, que me seguia,
Me dejó; porque ya el viento,
A quien tus acentos fias,
[p. 292]Con la distancia, por puntos
Adelgazándose iba:
De suerte, que las que eran
Antes razones distintas,
No eran voces, sino ruido;
Luégo, en el viento esparcidas,
No eran voces, sino ecos
De unas confusas noticias;
Como aquel que oye un clarin,
Que cuando dél se retira,
Le queda por mucho rato,
Si no el ruido, la noticia.
El traidor pues, en mirando
Que ya nadie hay que le siga,
Que ya nadie hay que me ampare,
Porque hasta la luna misma
Ocultó entre pardas sombras,
O cruel ó vengativa,
Aquella ¡ay de mí! prestada
Luz que del sol participa;
Pretendió ¡ay de mí otra vez
Y otras mil! con fementidas
Palabras, buscar disculpa
A su amor. ¿A quién no admira
Querer de un instante á otro
Hacer la ofensa caricia?
¡Mal haya el hombre, mal haya
El hombre que solicita
Por fuerza ganar un alma,
Pues no advierte, pues no mira
Que las victorias de amor,
No hay trofeo en que consistan,
Sino en granjear el cariño
De la hermosura que estiman!
[p. 293]Porque querer sin el alma
Una hermosura ofendida,
Es querer una mujer
Hermosa, pero no viva.
¡Qué ruegos, qué sentimientos,
Ya de humilde, ya de altiva,
No le dije! Pero en vano,
Pues (calle aquí la voz mia)
Soberbio (enmudezca el llanto),
Atrevido (el pecho gima),
Descortés (lloren los ojos),
Fiero (ensordezca la envidia),
Tirano (falte el aliento),
Osado (luto me vista),
Y si lo que la voz yerra,
Tal vez con la accion se explica,
De vergüenza cubro el rostro,
De empacho lloro ofendida,
De rabia tuerzo las manos,
El pecho rompo de ira:
Entiende tú las acciones,
Pues no hay voces que lo digan;
Baste decir que á las quejas
De los vientos repetidas,
En que ya no pedia al cielo
Socorro, sino justicia,
Salió el alba, y con el alba,
Trayendo la luz por guia,
Sentí ruido entre unas ramas:
Vuelvo á mirar quién sería,
Y veo á mi hermano. ¡Ay cielos!
¿Cuándo, cuándo ¡ah suerte impía!
Llegaron á un desdichado
Los favores mas aprisa?
[p. 294]Él á la dudosa luz,
Que, si no alumbra, ilumina,
Reconoce el daño, ántes
Que ninguno se le diga;
Que son linces los pesares,
Que penetran con la vista.
Sin hablar palabra, saca
El acero que aquel dia
Le ceñiste: el Capitan,
Que el tardo socorro mira
En mi favor, contra el suyo
Saca la blanca cuchilla:
Cierra el uno con el otro;
Este repara, aquel tira;
Y yo, en tanto que los dos
Generosamente lidian,
Viendo temerosa y triste
Que mi hermano no sabía
Si tenía culpa ó no,
Por no aventurar mi vida
En la disculpa, la espalda
Vuelvo, y por la entretejida
Maleza del monte huyo;
Pero no con tanta prisa,
Que no hiciese de unas ramas
Intrincadas celosías,
Porque deseaba, señor,
Saber lo mismo que huia.
A poco rato, mi hermano
Dió al Capitan una herida:
Cayó, quiso asegundarle,
Cuando los que ya venian
Buscando á su capitan,
En su venganza se irritan.
[p. 295]Quiere defenderse; pero
Viendo que era una cuadrilla,
Corre veloz; no le siguen,
Porque todos determinan
Más acudir al remedio
Que á la venganza que incitan.
En brazos al Capitan
Volvieron hácia la villa,
Sin mirar en su delito;
Que en las penas sucedidas,
Acudir determinaron
Primero á la más precisa.
Yo pues, que atenta miraba
Eslabonadas y asidas
Unas ánsias de otras ánsias,
Ciega, confusa y corrida,
Discurrí, bajé, corrí,
Sin luz, sin norte, sin guia,
Monte, llano y espesura,
Hasta que á tus piés rendida,
Antes que me des la muerte
Te he contado mis desdichas.
Ahora que ya las sabes,
Rigurosamente anima
Contra mi vida el acero,
El valor contra mi vida;
Que ya para que me mates,
Aquestos lazos te quitan (Le desata.)
Mis manos: alguno dellos
Mi cuello infeliz oprima.
Tu hija soy, sin honra estoy
Y tú libre: solicita
Con mi muerte tu alabanza,
Para que de tí se diga
[p. 296]Que por dar vida á tu honor
Diste la muerte á tu hija.
Crespo.
Álzate, Isabel, del suelo;
No, no estés más de rodillas;
Que á no haber estos sucesos
Que atormenten y que aflijan,
Ociosas fueran las penas
Sin estimacion las dichas.
Para los hombres se hicieron,
Y es menester que se impriman
Con valor dentro del pecho.
Isabel, vamos aprisa:
Démos la vuelta á mi casa;
Que este muchacho peligra,
Y hemos menester hacer
Diligencias exquisitas
Por saber dél y ponerle
En salvo.
Isabel.
(Ap.)Fortuna mia,
O mucha cordura, ó mucha
Cautela es esta.
Crespo.
Camina. (Vanse.)
Calle á la entrada del pueblo.
CRESPO, ISABEL.
Crespo.
¡Vive Dios!, que si la fuerza
Y necesidad precisa
De curarse, hizo volver
[p. 297]Al Capitan á la villa,
Que pienso que le está bien
Morirse de aquella herida,
Por excusarse de otra
¡Y otras mil! que el ánsia mia
No ha de parar, hasta darle
La muerte. Ea, vamos, hija,
A nuestra casa.
EL ESCRIBANO.—CRESPO, ISABEL.
Escrib.
¡Oh señor
Pedro Crespo! dadme albricias.
Crespo.
¡Albricias! ¿De qué, Escribano?
Escrib.
El concejo aqueste dia
Os ha hecho alcalde, y teneis
Para estrena de justicia
Dos grandes acciones hoy:
La primera, es la venida
Del Rey, que estará hoy aquí
O mañana en todo el dia,
Segun dicen; es la otra,
Que ahora han traido á la villa
De secreto unos soldados
A curarse con gran prisa,
A aquel Capitan que ayer
Tuvo aquí su compañía.
Él no dice quién le hirió;
Pero si esto se averigua,
Será una gran causa.
Crespo.
(Ap.¡Cielos!
[p. 298]¡Cuando vengarse imagina,
Me hace dueño de mi honor
La vara de la justicia!
¿Cómo podré delinquir
Yo, si en esta hora misma
Me ponen á mí por juez,
Para que otros no delincan?
Pero cosas como aquestas
No se ven con tanta prisa.)
En extremo agradecido
Estoy á quien solicita
Honrarme.
Escrib.
Venid á la casa
Del concejo, y recibida
La posesion de la vara,
Hareis en la causa misma
Averiguaciones.
Crespo.
Vamos.—
A tu casa te retira.
Isabel.
¡Duélase el cielo de mí!
¿No he de acompañarte?
Crespo.
Hija,
Ya teneis el padre alcalde:
El os guardará justicia.
(Vanse.)
[p. 299]
Alojamiento del Capitan.
EL CAPITAN, con banda, como herido; EL SARGENTO.
Capitan.
Pues la herida no era nada,
¿Por qué me hicisteis volver
Aquí?
Sarg.
¿Quién pudo saber
Lo que era ántes de curada?
Ya la cura prevenida,
Hemos de considerar
Que no es bien aventurar
Hoy la vida por la herida.
¿No fuera mucho peor
Que te hubieras desangrado?
Capitan.
Puesto que ya estoy curado,
Detenernos será error.
Vámonos, ántes que corra
Voz de que estamos aquí.
¿Están ahí los otros?
Sarg.
Sí.
Capitan.
Pues la fuga nos socorra
Del riesgo de estos villanos;
Que si se llega á saber
Que estoy aquí, habrá de ser
Fuerza apelar á las manos.
REBOLLEDO.—EL CAPITAN, EL SARGENTO.
Reboll.
La justicia aquí se ha entrado.
Capitan.
¿Qué tiene que ver conmigo
Justicia ordinaria?
Reboll.
Digo
Que ahora hasta aquí ha llegado.
Capitan.
Nada me puede á mí estar
Mejor: llegando á saber
Que estoy aquí, no hay temer
A la gente del lugar;
Que la justicia, es forzoso
Remitirme en esta tierra
A mi consejo de guerra:
Con que, aunque el lance es penoso,
Tengo mi seguridad.
Reboll.
Sin duda, se ha querellado
El villano.
Capitan.
Eso he pensado.
CRESPO, EL ESCRIBANO, labradores.—Dichos.
Crespo.
(Dentro.) Todas las puertas tomad,
Y no me salga de aquí
Soldado que aquí estuviere;
Y al que salirse quisiere,
Matadle.
[p. 301]Capitan.
Pues ¿cómo así
Entrais? (Ap. Mas ¡qué es lo que veo!)
(Sale Pedro Crespo con vara, y labradores con él.)
Crespo.
¿Cómo no? A mi parecer,
La justicia ¿ha menester
Más licencia?
Capitan.
A lo que creo,
La justicia (cuando vos
De ayer acá lo seais)
No tiene, si lo mirais,
Que ver conmigo.
Crespo.
Por Dios,
Señor, que no os altereis;
Que sólo á una diligencia
Vengo, con vuestra licencia,
Aquí, y que solo os quedeis
Importa.
Capitan.
(Al Sargento y á Rebolledo.)
Salíos de aquí.
Crespo.
(A los labradores.)
Salíos vosotros tambien.
(Ap. al Escribano. Con esos soldados ten
Gran cuidado.)
Escrib.
Harélo así.
(Vanse los labradores, el Sargento, Rebolledo y el Escribano.)
CRESPO, EL CAPITAN.
Crespo.
Ya que yo, como justicia,
Me valí de su respeto
[p. 302]Para obligaros á oirme,
La vara á esta parte dejo,
Y como un hombre no más,
Deciros mis penas quiero,
(Arrima la vara.)
Y puesto que estamos solos,
Señor Don Álvaro, hablemos
Más claramente los dos,
Sin que tantos sentimientos
Como han estado encerrados
En las cárceles del pecho
Acierten á quebrantar
Las prisiones del silencio.
Yo soy un hombre de bien,
Que á escoger mi nacimiento,
No dejara (es Dios testigo)
Un escrúpulo, un defecto
En mí, que suplir pudiera
La ambicion de mi deseo.
Siempre acá entre mis iguales
Me he tratado con respeto:
De mí hacen estimacion
El cabildo y el concejo.
Tengo muy bastante hacienda,
Porque no hay, gracias al cielo,
Otro labrador más rico
En todos aquestos pueblos
De la comarca; mi hija
Se ha criado, á lo que pienso,
Con la mejor opinion,
Virtud y recogimiento
Del mundo: tal madre tuvo:
Téngala Dios en el cielo.
Bien pienso que bastará,
Señor, para abono desto,
[p. 303]El ser rico, y no haber quien
Me murmure; ser modesto,
Y no haber quien me baldone;
Y mayormente, viviendo
En un lugar corto, donde
Otra falta no tenemos
Mas que saber unos de otros
Las faltas y los defectos,
Y ¡pluguiera á Dios, señor,
Que se quedara en saberlos!
Si es muy hermosa mi hija,
Díganlo vuestros extremos...
Aunque pudiera, al decirlo,
Con mayores sentimientos
Llorarlo, porque esto fué
Mi desdicha.—No apuremos
Toda la ponzoña al vaso;
Quédese algo al sufrimiento.
—No hemos de dejar, señor,
Salirse con todo al tiempo;
Algo hemos de hacer nosotros
Para encubrir sus defectos.
Este, ya veis si es bien grande;
Pues aunque encubrirle quiero,
No puedo; que sabe Dios
Que á poder estar secreto
Y sepultado en mí mismo,
No viniera á lo que vengo;
Que todo esto remitiera,
Por no hablar, al sufrimiento.
Deseando pues remediar
Agravio tan manifiesto,
Buscar remedio á mi afrenta,
Es venganza, no es remedio:
[p. 304]Y vagando de uno en otro,
Uno solamente advierto,
Que á mí me está bien, y á vos
No mal; y es, que desde luego
Os tomeis toda mi hacienda,
Sin que para mi sustento
Ni el de mi hijo (á quien yo
Traeré á echar á los piés vuestros)
Reserve un maravedí,
Sino quedarnos pidiendo
Limosna, cuando no haya
Otro camino, otro medio
Con que poder sustentarnos.
Y si quereis desde luego
Poner una S y un clavo
Hoy á los dos y vendernos,
Será aquesta cantidad
Más del dote que os ofrezco.
Restaurad una opinion
Que habeis quitado. No creo
Que desluzcais vuestro honor,
Porque los merecimientos
Que vuestros hijos, señor,
Perdieren por ser mis nietos,
Ganarán con más ventaja,
Señor, por ser hijos vuestros.
En Castilla, el refran dice
Que el caballo (y es lo cierto)
Lleva la silla.—Mirad (De rodillas.)
Que á vuestros piés os lo ruego
De rodillas, y llorando
Sobre estas canas, que el pecho,
Viendo nieve y agua, piensa
Que se me están derritiendo.
[p. 305]¿Qué os pido? Un honor os pido,
Que me quitasteis vos mesmo;
Y con ser mio, parece,
Segun os le estoy pidiendo
Con humildad, que no es mio
Lo que os pido, sino vuestro.
Mirad que puedo tomarle
Por mis manos, y no quiero,
Sino que vos me le deis.
Capitan.
Ya me falta el sufrimiento.
Viejo cansado y prolijo,
Agradeced que no os doy
La muerte á mis manos hoy,
Por vos y por vuestro hijo;
Porque quiero que debais
No andar con vos más cruel,
A la beldad de Isabel.
Si vengar solicitais
Por armas vuestra opinion,
Poco tengo que temer;
Si por justicia ha de ser,
No teneis jurisdiccion.
Crespo.
¿Que en fin, no os mueve mi llanto?
Capitan.
Llanto no se ha de creer
De viejo, niño y mujer.
Crespo.
¿Que no pueda dolor tanto
Mereceros un consuelo?
Capitan.
¿Qué más consuelo quereis,
Pues con la vida volveis?
Crespo.
Mirad que echado en el suelo,
Mi honor á voces os pido.
Capitan.
¡Qué enfado!
Crespo.
Mirad que soy
Alcalde en Zalamea hoy.
[p. 306]Capitan.
Sobre mí no habeis tenido
Jurisdiccion: el consejo
De guerra enviará por mí.
Crespo.
¿En eso os resolveis?
Capitan.
Sí,
Caduco y cansado viejo.
Crespo.
¿No hay remedio?
Capitan.
Sí, el callar
Es el mejor para vos.
Crespo.
¿No otro?
Capitan.
No.
Crespo.
Pues juro á Dios,
Que me lo habeis de pagar.—
¡Hola! (Levántase y toma la vara.)
Labradores.—CRESPO, EL CAPITAN.
Un Lab.
(Dentro.) ¡Señor!
Capitan.
(Ap.)¿Qué querrán
Estos villanos hacer?
(Salen los labradores.)
Labrads.
¿Qué es lo que mandas?
Crespo.
Prender
Mando al señor Capitan.
Capitan.
¡Buenos son vuestros extremos!
Con un hombre como yo,
Y en servicio del Rey, no
Se puede hacer.
Crespo.
Probaremos.
De aquí, si no es preso ó muerto,
No saldreis.
[p. 307]Capitan.
Yo os apercibo
Que soy un capitan vivo.
Crespo.
¿Soy yo acaso alcalde muerto?
Dáos al instante á prision.
Capitan.
No me puedo defender:
Fuerza es dejarme prender.
Al Rey desta sinrazon
Me quejaré.
Crespo.
Yo tambien
De esotra:—y áun bien que está
Cerca de aquí, y nos oirá
A los dos.—Dejar es bien
Esa espada.
Capitan.
No es razon
Que...
Crespo.
¿Cómo no, si vais preso?
Capitan.
Tratad con respeto...
Crespo.
Eso
Está muy puesto en razon.
Con respeto le llevad
A las casas, en efeto,
Del concejo; y con respeto
Un par de grillos le echad
Y una cadena; y tened,
Con respeto, gran cuidado
Que no hable á ningun soldado;
Y á esos dos tambien poned
En la cárcel; que es razon,
Y aparte, porque despues,
Con respeto, á todos tres
Les tomen la confesion.
Y aquí para entre los dos,
Si hallo harto paño, en efeto,
Con muchísimo respeto
[p. 308]Os he de ahorcar, juro á Dios.
Capitan.
¡Ah villanos con poder!
(Vanse los labradores con el Capitan.)
REBOLLEDO, LA CHISPA, EL ESCRIBANO.—CRESPO.
Escrib.
Este paje, este soldado
Son á los que mi cuidado
Sólo ha podido prender;
Que otro se puso en huida.
Crespo.
Este el pícaro es que canta:
Con un paso de garganta
No ha de hacer otro en su vida.
Reboll.
¿Pues qué delito es, señor,
El cantar?
Crespo.
Que es virtud siento,
Y tanto, que un instrumento
Tengo en que canteis mejor.
Resolveos á decir...
Reboll.
¿Qué?
Crespo.
Cuanto anoche pasó...
Reboll.
Tu hija mejor que yo
Lo sabe.
Crespo.
O has de morir.
Chispa.
(Ap. á él.) Rebolledo, determina
Negarlo punto por punto:
Serás, si niegas, asunto
Para una jacarandina
Que cantaré.
Crespo.
A vos despues
[p. 309]Tambien os harán cantar.
Chispa.
A mí no me pueden dar
Tormento.
Crespo.
Sepamos pues,
¿Por qué?
Chispa.
Eso es cosa asentada,
Y que no hay ley que tal mande.
Crespo.
¿Qué causa teneis?
Chispa.
Bien grande.
Crespo.
Decid, ¿cuál?
Chispa.
Estoy preñada.
Crespo.
¿Hay cosa más atrevida?
Mas la cólera me inquieta.
¿No sois paje de jineta?
Chispa.
No, señor, sino de brida.
Crespo.
Resolveos á decir
Vuestros dichos.
Chispa.
Sí diremos
Aun más de lo que sabemos;
Que peor será morir.
Crespo.
Eso excusará á los dos
Del tormento.
Chispa.
Si es así,
Pues para cantar nací,
He de cantar, vive Dios:
(Canta.) Tormento me quieren dar.
Reboll.
(Canta.) ¿Y qué quieren darme á mí?
Crespo.
¿Qué haceis?
Chispa.
Templar desde aquí,
Pues que vamos á cantar. (Vanse.)
[p. 310]Sala en casa de Crespo.
JUAN.
Desde que al traidor herí
En el monte, desde que
Riñendo con él (porque
Llegaron tantos) volví
La espalda, el monte he corrido,
La espesura he penetrado,
Y á mi hermana no he encontrado.
En efecto, me he atrevido
A venirme hasta el lugar
Y entrar dentro de mi casa,
Donde todo lo que pasa
A mi padre he de contar.
Veré lo que me aconseja
Que haga ¡cielos! en favor
De mi vida y de mi honor.
INÉS, ISABEL, muy triste.—JUAN.
Inés.
Tanto sentimiento deja;
Que vivir tan afligida,
No es vivir, matarte es.
Isabel.
¿Pues quién te ha dicho ¡ay Inés!
Que no aborrezco la vida?
Juan.
Diré á mi padre... (Ap. ¡Ay de mí!
[p. 311]¿No es esta Isabel? Es llano
Pues ¿qué espero?) (Saca la daga.)
Inés.
¡Primo!
Isabel.
¡Hermano!
¿Qué intentas?
Juan.
Vengar así
La ocasion en que hoy has puesto
Mi vida y mi honor.
Isabel.
Advierte...
Juan.
¡Tengo de darte la muerte,
Viven los cielos!
CRESPO, labradores.—Dichos.
Crespo.
¿Qué es esto?
Juan.
Es satisfacer, señor,
Una injuria, y es vengar
Una ofensa y castigar...
Crespo.
Basta, basta; que es error
Que os atrevais á venir...
Juan.
¿Qué es lo que mirando estoy?
Crespo.
Delante así de mí hoy,
Acabando ahora de herir
En el monte un capitan.
Juan.
Señor, si le hice esa ofensa,
Que fué en honrada defensa,
De tu honor...
Crespo.
Ea, basta, Juan.—
Hola, llevadle tambien
Preso.
Juan.
¿A tu hijo, señor,
[p. 312]Tratas con tanto rigor?
Crespo.
Y áun á mi padre tambien
Con tal rigor le tratara.
(Ap. Aquesto es asegurar
Su vida, y han de pensar
Que es la justicia más rara
Del mundo.)
Juan.
Escucha por qué,
Habiendo un traidor herido,
A mi hermana he pretendido
Matar tambien.
Crespo.
Ya lo sé;
Pero no basta sabello
Yo como yo; que ha de ser
Como alcalde, y he de hacer
Informacion sobre ello.
Y hasta que conste qué culpa
Te resulta del proceso,
Tengo de tenerte preso.
(Ap. Yo le hallaré la disculpa.)
Juan.
Nadie entender solicita
Tu fin, pues sin honra ya,
Prendes á quien te la da,
Guardando á quien te la quita.
(Llévanle preso.)
CRESPO, ISABEL, INÉS.
Crespo.
Isabel, entra á firmar
Esta querella que has dado
Contra aquel que te ha injuriado.
Isabel.
Tú, que quisiste ocultar
[p. 313]La ofensa que el alma llora,
¡Así intentas publicarla!
Pues no consigues vengarla,
Consigue el callarla ahora.
Crespo.
No: ya que como quisiera,
Me quita esta obligacion
Satisfacer mi opinion,
Ha de ser desta manera. (Vase Isabel.)
Inés, pon ahí esa vara;
Que pues por bien no ha querido
Ver el caso concluido,
Querrá por mal. (Vase Inés.)
DON LOPE, soldados.—CRESPO.
D. Lope.
(Dentro.)Pára pára.
Crespo.
¿Qué es aquesto? ¿Quién, quién hoy
Se apea en mi casa así?
Pero ¿quién se ha entrado aquí?
(Salen Don Lope y soldados.)
D. Lope.
¡Oh Pedro Crespo! Yo soy;
Que volviendo á este lugar
De la mitad del camino
(Donde me trae, imagino,
Un grandísimo pesar),
No era bien ir á apearme
A otra parte, siendo vos
Tan mi amigo.
Crespo.
Guárdeos Dios;
Que siempre tratais de honrarme.
D. Lope.
Vuestro hijo no ha parecido
[p. 314]Por allá.
Crespo.
Presto sabreis
La ocasion: la que teneis,
Señor, de haberos venido,
Me haced merced de contar;
Que venís mortal, señor.
D. Lope.
La desvergüenza es mayor
Que se puede imaginar.
Es el mayor desatino
Que hombre ninguno intentó.
Un soldado me alcanzó
Y me dijo en el camino...
—Que estoy perdido, os confieso,
De cólera.
Crespo.
Proseguí.
D. Lope.
Que un alcaldillo de aquí
Al Capitan tiene preso.—
Y ¡vive Dios! no he sentido
En toda aquesta jornada
Esta pierna excomulgada,
Sino es hoy, que me ha impedido
El haber ántes llegado
Donde el castigo le dé.
¡Vive Jesucristo, que
Al grande desvergonzado
A palos le he de matar!
Crespo.
Pues habeis venido en balde,
Porque pienso que el alcalde
No se los dejará dar.
D. Lope.
Pues dárselos, sin que deje
Dárselos.
Crespo.
Malo lo veo;
Ni que haya en el mundo creo
Quien tan mal os aconseje.
[p. 315]¿Sabeis por qué le prendió?
D. Lope.
No; mas sea lo que fuere,
Justicia la parte espere
De mí; que tambien sé yo
Degollar, si es necesario.
Crespo.
Vos no debeis de alcanzar,
Señor, lo que en un lugar
Es un alcalde ordinario.
D. Lope.
¿Será más que un villanote?
Crespo.
Un villanote será,
Que si cabezudo da
En que ha de darle garrote,
Par Dios, se salga con ello.
D. Lope.
No se saldrá tal, par Dios;
Y si por ventura vos,
Si sale ó no, quereis vello,
Decid dónde vive ó no.
Crespo.
Bien cerca vive de aquí.
D. Lope.
Pues á decirme vení
Quién es el alcalde.
Crespo.
Yo.
D. Lope.
¡Vive Dios, que si sospecho!...
Crespo.
¡Vive Dios, como os lo he dicho!
D. Lope.
Pues, Crespo, lo dicho dicho.
Crespo.
Pues, señor, lo hecho hecho.
D. Lope.
Yo por el preso he venido,
Y á castigar este exceso.
Crespo.
Pues yo acá le tengo preso
Por lo que acá ha sucedido.
D. Lope.
¿Vos sabeis que á servir pasa
Al Rey, y soy su juez yo?
Crespo.
¿Vos sabeis que me robó
A mi hija de mi casa?
D. Lope.
¿Vos sabeis que mi valor
[p. 316]Dueño desta causa ha sido?
Crespo.
¿Vos sabeis cómo atrevido
Robó en un monte mi honor?
D. Lope.
¿Vos sabeis cuánto os prefiere
El cargo que he gobernado?
Crespo.
¿Vos sabeis que le he rogado
Con la paz, y no la quiere?
D. Lope.
Que os entrais, es bien se arguya,
En otra jurisdiccion.
Crespo.
Él se me entró en mi opinion,
Sin ser jurisdiccion suya.
D. Lope.
Yo sabré satisfacer,
Obligándome á la paga.
Crespo.
Jamás pedí á nadie que haga
Lo que yo me puedo hacer.
D. Lope.
Yo me he de llevar el preso.
Ya estoy en ello empeñado.
Crespo.
Yo por acá he sustanciado
El proceso.
D. Lope.
¿Qué es proceso?
Crespo.
Unos pliegos de papel
Que voy juntando, en razon
De hacer la averiguacion
De la causa.
D. Lope.
Iré por él
A la cárcel.
Crespo.
No embarazo
Que vais: solo se repare,
Que hay órden que al que llegare
Le den un arcabuzazo.
D. Lope.
Como esas balas estoy
Enseñado yo á esperar.
Mas no se ha de aventurar
Nada en esta accion de hoy.—
[p. 317]Hola, soldado, id volando,
Y á todas las compañías
Que alojadas estos dias
Han estado y van marchando,
Decid que bien ordenadas
Lleguen aquí en escuadrones,
Con balas en los cañones
Y con las cuerdas caladas.
Un sold.
No fué menester llamar
La gente; que habiendo oido
Aquesto que ha sucedido,
Se han entrado en el lugar.
D. Lope.
Pues vive Dios, que he de ver
Si me dan el preso ó no.
Crespo.
Pues vive Dios, que ántes yo
Haré lo que se ha de hacer. (Vanse.)
Sala de la cárcel.
DON LOPE, EL ESCRIBANO, soldados, CRESPO, todos dentro.
(Suenan cajas.)
D. Lope.
Esta es la cárcel, soldados,
Adonde está el Capitan:
Si no os le dan, al momento
Poned fuego y la abrasad,
Y si se pone en defensa
El lugar, todo el lugar.
Escrib.
Ya, aunque la cárcel enciendan,
[p. 318]No han de darle libertad.
Solds.
Mueran aquestos villanos.
Crespo.
¿Que mueran? Pues ¡qué! ¿no hay más?
D. Lope.
Socorro les ha venido.
Romped la cárcel: llegad,
Romped la puerta.
Salen los soldados y DON LOPE por un lado; y por otro, EL REY, CRESPO, labradores y acompañamiento.
Rey.
¿Qué es esto?
Pues ¡desta manera estáis,
Viniendo yo!
D. Lope.
Esta es, señor.
La mayor temeridad
De un villano, que vió el mundo.
Y, vive Dios, que á no entrar
En el lugar tan aprisa,
Señor, vuestra Majestad,
Que habia de hallar luminarias,
Puestas por todo el lugar.
Rey.
¿Qué ha sucedido?
D. Lope.
Un alcalde
Ha prendido un capitan,
Y viniendo yo por él,
No le quieren entregar.
Rey.
¿Quién es el alcalde?
Crespo.
Yo.
Rey.
¿Y qué disculpa me dais?
Crespo.
Este proceso, en quien bien
[p. 319]Probado el delito está,
Digno de muerte, por ser
Una doncella robar,
Forzarla en un despoblado,
Y no quererse casar
Con ella, habiendo su padre
Rogádole con la paz.
D. Lope.
Este es el alcalde, y es
Su padre.
Crespo.
No importa en tal
Caso, porque si un extraño
Se viniera á querellar,
¿No habia de hacer justicia?
Sí: pues ¿qué mas se me da
Hacer por mi hija lo mismo
Que hiciera por los demas?
Fuera de que, como he preso
Un hijo mio, es verdad
Que no escuchara á mi hija,
Pues era la sangre igual...[6]
Mírese si está bien hecha
La causa, miren si hay
Quien diga que yo haya hecho
En ella alguna maldad,
Si he inducido algun testigo,
Si está escrito algo de más
De lo que he dicho, y entónces
Me den muerte.
Rey.
Bien está
Sentenciado; pero vos
[p. 320]No teneis autoridad
De ejecutar la sentencia
Que toca á otro tribunal.
Allá hay justicia, y así
Remitid el preso.
Crespo.
Mal
Podré, señor, remitirle,
Porque como por acá
No hay más que sola una audiencia,
Cualquiera sentencia que hay,
La ejecuta ella, y así
Está ejecutada ya.
Rey.
¿Qué decís?
Crespo.
Si no creeis
Que es esto, señor, verdad,
Volved los ojos, y vedlo.
Aqueste es el Capitan.
(Abren una puerta, y aparece dado garrote en una silla el Capitan.)
Rey.
Pues ¿cómo así os atrevisteis?...
Crespo.
Vos habeis dicho que está
Bien dada aquesta sentencia:
Luego esto no está hecho mal.
Rey.
El consejo ¿no supiera
La sentencia ejecutar?
Crespo.
Toda la justicia vuestra
Es solo un cuerpo no más:
Si éste tiene muchas manos,
Decid, ¿qué más se me da
Matar con aquesta un hombre
Que estotra habia de matar?
Y ¿qué importa errar lo ménos,
Quien ha acertado lo más?
Rey.
Pues ya que aquesto es así,
[p. 321]¿Por qué, como á capitan
Y caballero, no hicisteis
Degollarle?
Crespo.
¿Eso dudais?
Señor, como los hidalgos
Viven tan bien por acá,
El verdugo que tenemos
No ha aprendido á degollar.
Y esa es querella del muerto,
Que toca á su autoridad,
Y hasta que él mismo se queje,
No les toca á los demas.
Rey.
Don Lope, aquesto ya es hecho.
Bien dada la muerte está;
Que errar lo ménos no importa,
Si acertó lo principal.
Aquí no quede soldado
Alguno, y haced marchar
Con brevedad; que me importa
Llegar presto á Portugal.—
Vos, por alcalde perpétuo
De aquesta villa os quedad.
Crespo.
Solo vos á la justicia
Tanto supierais honrar.
(Vase el Rey y el acompañamiento.)
D. Lope.
Agradeced al buen tiempo
Que llegó su Majestad.
Crespo.
Par Dios, aunque no llegara,
No tenía remedio ya.
D. Lope.
¿No fuera mejor hablarme,
Dando el preso, y remediar
El honor de vuestra hija?
Crespo.
En un convento entrará;
Que ha elegido y tiene esposo
[p. 322]Que no mira en calidad.
D. Lope.
Pues dadme los demas presos.
Crespo.
Al momento los sacad. (Vase el Escribano.)
REBOLLEDO, LA CHISPA, soldados; despues, JUAN.—DON LOPE, CRESPO, soldados y labradores.
D. Lope.
Vuestro hijo falta, porque
Siendo mi soldado ya,
No ha de quedar preso.
Crespo.
Quiero
Tambien, señor, castigar
El desacato que tuvo
De herir á su capitan;
Que aunque es verdad que su honor
A esto le pudo obligar,
De otra manera pudiera.
D. Lope.
Pedro Crespo, bien está.
Llamadle.
Crespo.
Ya él está aquí.
(Sale Juan.)
Juan.
Las plantas, señor, me dad;
Que á ser vuestro esclavo iré.
Reboll.
Yo no pienso ya cantar
En mi vida.
Chispa.
Pues yo sí,
Cuantas veces á mirar
Llegue el pasado instrumento.
Crespo.
Con que fin el autor da
A esta historia verdadera:
Sus defectos perdonad.
[p. 323]
[p. 324]
PERSONAS.
El Tetrarca Herodes.
Otaviano.
Aristóbolo.
Filipo, viejo.
Tolomeo.
Un capitan.
Polidoro, gracioso.
Mariene.
Sirene.
Libia.
Arminda.
Soldados romanos.
Soldados judíos.
Músicos.
Criados.
Judíos, damas.
Acompañamiento.
La escena es en las cercanías de Joppe, en Ménfis y en Jerusalen.
[p. 325]
Sala de una quinta á orillas del mar en la playa de Joppe (ó Jafa.)
EL TETRARCA, MARIENE, LIBIA, SIRENE, FILIPO, criados, músicos.
(Música.)
La divina Marïene,
El sol de Jerusalen,
Por divertir sus tristezas,
Vió el campo al amanecer.
Las aves, fuentes y flores
La dan dulce parabien,
Repitiendo, por servirla,
Al aire una y otra vez:
Sea triunfo de sus manos
Lo que es pompa de sus piés.
Fuentes, sus espejos sed,
Corred, corred, corred:
Aves, su luz saludad,
Volad, volad:
Flores, paso prevenid,
Vivid, vivid.
Tetrarc.
Hermosa Marïene,
[p. 326]Á quien el orbe de zafir previene
Ya soberano asiento,
Como estrella añadida al firmamento:
No con tanta tristeza
Turbes el rosicler de tu belleza.
¿Qué deseas? ¿Qué quieres?
¿Qué envidias? ¿Qué te falta? ¿Tú no eres,
Amada gloria mia,
Reina en Jerusalen? Su monarquía,
En cuanto ciñe el sol, el mar abarca,
¿No me aclama su ínclito monarca,
Como dan testimonio
Letras de Marco Antonio
Y firmas de Otaviano,
Porque los dos intentan, aunque en vano,
Repartir el imperio
Que dilata y extiende su hemisferio
Desde el Tíber al Nilo?
Y yo, con cauto pecho y doble estilo,
¿De Antonio no defiendo
La parte, porque así turbar pretendo
La paz, y que la guerra
Dure, porque despues cuando la tierra
De sus huestes padezca atormentada
Y el mar cansado de una y otra armada,
Pueda yo declararme,
Y en Roma, tú á mi lado, coronarme?
Tu hermano y Tolomeo,
¿No son á quien les fío mi deseo
Y ley de mi albedrío,
Pues con los dos socorro á Antonio envío?
Y en tanto ¡oh cielo hermoso!
Que al triunfo llega el dia venturoso,
¿No estás de mí adorada?
[p. 327]¿De mis gentes no estas idolatrada?
¿No habitas esta quinta,
Que sobre el mar de Joppe el cielo pinta?
Pues no tan fácilmente
Se postre todo el sol á un accidente;
Liberal restituya tu alegría
Su luz al alba, su esplendor al dia,
Su fragancia á las flores,
Al campo sus colores,
Sus matices á Flora,
Sus perlas á la aurora,
Su música á las aves,
Mi vida á mí, pues con discursos graves
A celos me ocasionan tus desvelos.—
No sé qué más decir, ya dije celos.
Mariene.
Tetrarca generoso,
Mi dueño amante y mi galan esposo,
Ingrata al cielo fuera
Y á mi ventura ingrata, si rindiera
El sentimiento mio
A pequeño accidente su albedrío.
La pena que me aflige,
De causa ¡ay cielos! superior se rige,
Tanto, que es todo el cielo
Depósito infeliz de mi desvelo,
Pues todo el cielo escribe
Mi desdicha, que en él grabada vive
En papel de cristal con letras de oro.
No con causa menor mi muerte lloro.
Tetrarc.
Ménos entiendo ahora yo y más dudo
El mio y tu dolor; y si es que pudo
Tanto mi amor contigo,
Hazme ya de tu mal, mi bien, testigo.
Sepa tu pena yo, porque la llore,
[p. 328]Y más tiempo no ignore
Muerte, que ya con mis sentidos lucha.
Mariene.
Nunca pensé decirlo; pero escucha.
Un doctísimo hebreo
Tiene Jerusalen, cuyo deseo
Siempre ha sido, estudioso
Apresurar al tiempo presuroso
La edad, como si fuera
Menester acordarle que corriera.
Este, pues, vigilante,
En láminas leyendo de diamante
Caracteres de estrellas,
Hoy los futuros contingentes dellas
A todos adelanta:
Tanta es la fuerza de su estudio, tanta,
Que es oráculo vivo
De todo ese cuaderno fugitivo
Que en círculos de nieve
Un soplo inspira y un aliento bebe.
Yo, que mujer nací (con esto digo
Que amiga de saber), docto testigo
Le hice de tu fortuna y mi fortuna,
Porque viendo que al orbe de la luna
Hoy empinas la frente,
El futuro previne contingente.
Con el mio juzgó tu nacimiento,
Y á los delirios de la suerte atento,
Halló... Aquí el labio mio
Torpe, muda la voz, el pecho frio,
Se desmaya, se cansa y desfallece,
Y aquí todo mi cuerpo se estremece.
Halló, en fin, que sería
Trofeo injusto yo ¡qué tiranía!
De un monstruo el más cruel, horrible y fuerte
[p. 329]Del mundo: halló tambien que daria muerte
(¿Qué daño no se teme prevenido?)
Ese puñal, que ahora traes ceñido,
A lo que más en este mundo amares.
¡Mira si tales penas, si pesares
Tan grandes, es forzoso
Que tengan mi discurso temeroso,
Muerta la vida y vivo el sentimiento!
Pues infaustos los dos, con fin sangriento,
Por ley de nuestros hados,
Vivimos á desdichas destinados:
Tú, porque ese puñal será homicida
De lo que más amares en tu vida;
Y yo, siendo con llanto tan profundo,
Trofeo del mayor monstruo del mundo.
Tetrarc.
Bellísima Marïene,
Aunque ese libro inmortal
En once hojas de cristal
Nuestros discursos contiene,
Dar crédito no conviene
A los secretos que encierra;
Que es ciencia que tanto yerra,
Que en un punto solamente
Mayores distancias miente
Que hay desde el cielo á la tierra.
De esa ciencia singular
Sólo se debe saber
El mal que se ha de temer,
Mas no el que se ha de esperar.
Sentir, padecer, llorar
Desdichas que no han llegado,
Ya lo son; pues tu cuidado
No puede haberte oprimido,
Despues de haber sucedido,
[p. 330]A más que haberlas llorado.
Y si ahora tu desvelo
Lo que ha de suceder llora,
Tú haces tu desdicha ahora
Mucho primero que el cielo;
Que llorar con desconsuelo,
Por imaginada ó dicha[7],
Una distante desdicha,
Ya es acercarla en rigor;
Y no hay desdicha mayor
Que el esperar la desdicha.
Con otro argumento yo
Vencer tu dolor quisiera:
Si ventura acaso fuera
La que el astrólogo vió,
¿Diérasla crédito? No,
Ni la estimaras ni oyeras;
¿Pues por qué en nuestras quimeras
Han de ser escrupulosas,
Las venturas mentirosas,
Las desdichas verdaderas?
Dé crédito el cauto igual
Al favor como al desden:
Ni aquel dudes porque es bien,
Ni este creas porque es mal:
Y si en argumento tal
No estás satisfecha, mira
Otro que al discurso admira.
Esta prevista crueldad,
O es mentira ó es verdad:
Dejémosla si es mentira
Pues nada nos asegura,
[p. 331]Y á que sea verdad vamos,
Porque siéndolo, arguyamos
Que es el saberla ventura.
Ninguna vida hay segura
Un instante: cuantos viven,
En un principio perciben
Tan contados los alientos,
Que se cumplen por momentos
Los números que reciben.
Yo en aqueste instante no
Sé si mi cuenta cumplí,
Ni si la debo; tú sí,
A quien el cielo guardó
Para un monstruo: luego yo
Llorar debiera ignorante
Mi fin; tú no, si este instante
A ser tan dichosa vienes,
Que seguro el vivir tienes,
Pues no está el monstruo delante.
Y pasando al fundamento
De lo que sabes de mí,
¿Cómo es compatible, dí,
Que aqueste puñal sangriento
Dé en ningun tiempo violento
Muerte á lo que yo más quiero,
Y á tí un monstruo? Ver no espero
Cosa de mí más querida;
Luego amenazan tu vida
Aquel monstruo y este acero.
Pues si hoy el hado importuno,
Que es de los gentiles dios,
Te ha amenazado con dos
Fines, no temas ninguno.
No hay más rigor para el uno
[p. 332]Que para el otro piedad:
Luego será necedad
Temer, al rigor atenta,
Cuando es fuerza que uno mienta,
Que el otro diga verdad.
Y porque veas aquí
Cómo mienten las estrellas,
Y que triunfar puedo dellas,
Mira el puñal... (Desenváinale.)
Mariene.
¡Ay de mí!
Tente, señor.
Tetrarc.
¿De qué así
Tiemblas, dí?
Mariene.
Mi muerte advierte
Mirarle en tu mano fuerte.
Tetrarc.
Pues porque no temas más,
Desde hoy inmortal serás,
Yo haré imposible tu muerte.
Sea el mar, campo de hielo,
Sea el orbe de cristal,
Deste funesto puñal,
Monstruo acerado del suelo,
Sepulcro.
(Arroja el puñal por una ventana.)
TOLOMEO, dentro.—Dichos.
Tolom.
(Dentro.) ¡Válgame el cielo!
Mariene.
¡Oh qué voz tan triste he oido!
Filipo.
Aire y agua han respondido
Con asombro ó con desmayo.
[p. 333]Libia.
El trueno fué de aquel rayo
Un lastimoso gemido.
Mariene.
¿Qué mucho que á mí me asombre
Acero tan penetrante,
Que hace heridas en las ondas,
Y impresiones en los aires?
Tetrarc.
Los pequeños accidentes
Nunca son prodigios grandes.
Acaso la voz se queja...
Y porque te desengañes,
Iré á saber lo que ha sido,
Penetrando á todas partes
Las entrañas de los montes,
Los cóncavos de los mares.
(Vanse todos, menos Mariene y sus dos damas.)
MARIENE, LIBIA, SIRENE.
Mariene.
Toda soy horror.
Libia.
El mar
Es monumento inconstante
De un mísero, que rendido
Entre sus espumas trae.
Sirene.
Ya tu esposo, el gran Tetrarca,
Con generosas piedades
Movido, al bajel humano
Ha dado puerto en la márgen.
Mariene.
El puñal que fué cometa
De dos esferas errante,
Arpon del arco del cielo,
Clavado en un hombro trae.
[p. 334]Libia.
Tolomeo es. ¡Ay de mí!
(Ap. Mas bastaba ser mi amante
Para ser tan infelice.)
¡Qué prodigio tan notable!
¡Qué espectáculo tan triste!
Mariene.
¡Qué asombro tan admirable!
Vamos de aquí, que no tengo
Animo para mirarle.
(Vase con sus damas.)
EL TETRARCA, FILIPO, y los criados, que traen á TOLOMEO, con el puñal clavado en un hombro.
Tetrarc.
Ya del mar estais seguro,
Infelice navegante.
¡Así la mortal herida
Diera treguas á mis males!
Tolom.
Detente, señor, detente:
Este puñal no me saques,
Porque al ver la puerta abierta,
Sus espíritus no exhale
El alma. Ya que los cielos
Solamente en esta parte
Son piadosos, pues me dan
Para verte y para hablarte
Tiempo, no se pierda el tiempo.
Mi muerte y la tuya sabe.
Tetrarc.
¿Tolomeo?
Tolom.
Sí, señor.
Tetrarc.
Llevadle de aquí, llevadle
A curar.
[p. 335]Tolom.
Aqueso no;
Que cuando el riesgo es tan grande,
Ménos importa mi vida
Que la tuya; y así, ántes
Que acaben mi poco aliento
Desdichas que son tan grandes,
Oye las tuyas, señor;
Y cuando helado cadáver,
Me falte tiempo al decirlas,
Al saberlas no te falte.
Otaviano en tierra y mar,
Ondas ocupando y valles,
Llegó á Egipto: salió Antonio
Con tu socorro á buscarle,
De Cleopatra acompañado
En el Bucentoro, nave
Que labró para él Cleopatra
De marfiles y corales.
A los principios fué nuestra
(¡Fuerte pena, injusto trance!)
La fortuna; pero ¿cuándo
Estuvo firme un instante?
Enojáronse las ondas,
Y el mar, Nembrot de los aires,
Montes puso sobre montes,
Ciudades sobre ciudades.
La armada del enemigo,
Como estaba hácia la parte
Del puerto abrigada, en él
Quiso el cielo que se ampare.
Mas la nuestra, dividida,
Deshecha y sin órden, sale
A la campaña del mar,
Donde impelida mi nave,
[p. 336]Caballo fué desbocado,
Que no hay freno que le pare.
Atormentada en efecto,
Desmantelado el velámen,
Los árboles destroncados,
Enmarañados los cables,
Y trayendo, finalmente,
Arena y agua por lastre,
A vista ya de las torres
De Jerusalen la grande[8],
Fué rüina en un escollo,
Y aquí una tabla á los ayes
Repetidos fué delfin
Enseñado á sus piedades.
¿Quién crêrá que la fortuna,
En un hombre que se vale
De la piedad de un fragmento,
Pudiera hacer otro lance?
Yo lo afirmo, pues yo ví
De acero un cometa errante
Contra este humano bajel,
Correr la esfera del aire.
Este pues que de mi vida
Tasando está los instantes,
Sólo el decir me permite
Que tu enemigo triunfante
Queda en Egipto, y Antonio
O rendido ó muerto yace;
Que de Aristóbolo, hermano
De tu esposa, no se sabe;
Y en fin, que tus esperanzas
[p. 337]Como el humo se deshacen.
Y ya que de tus desdichas,
Siendo el todo, no soy parte,
Dáles sepulcro á las mias;
Aunque las mias son tales,
Que ellas se harán su sepulcro,
Pues tienen para labrarle
Sangre y acero, y podrán
Enternecer un diamante;
Que áun los diamantes se rinden
Al acero y á la sangre.
Tetrarc.
Ser un hombre desdichado
Todos han dicho que es fácil,
Y yo digo que es difícil,
Porque es estudio tan grande
Aqueste de las desdichas,
Que no le ha alcanzado nadie.—
Quitadme ese asombro, ese
Funesto horror de delante.
Llevadle donde le curen...
Y aquese puñal... guardadle,
Que importa saber qué debo
Hacer dél; que ya él me hace
Tenerle por prodigioso.—
¡Ay Filipo! hagan alarde
Mis suspiros de mis penas,
Mis lágrimas de mis males.
(Llévanse los criados á Tolomeo.)
EL TETRARCA, FILIPO.
Filipo.
Señor, los grandes sucesos
Para los sujetos grandes
Se hicieron, porque el valor
Es de la fortuna exámen.
Ensancha el pecho, que en él
Cabrán todos tus pesares,
Sin que á la voz ni á los ojos
Se asomen.
Tetrarc.
¡Ay! que no sabes,
Filipo, cuál es mi pena,
Pues quieres darla esa cárcel.
Filipo.
Sí sé, pues sé que has perdido
Tal república de naves.
Tetrarc.
No es su pérdida la mia.
Filipo.
Serálo el mirar triunfante
A tu enemigo.
Tetrarc.
No tengo
Miedo á las adversidades.
Filipo.
De Aristóbolo tu hermano,
Ni de Marco Antonio sabes.
Tetrarc.
Cuando sepa que murieron,
Tendré envidia á bien tan grande.
Filipo.
Los prodigios del puñal
Preñeces[9] son admirables.
Tetrarc.
Al magnánimo varon
No hay prodigio que le espante.
[p. 339]Filipo.
Pues si prodigios, fortunas,
Pérdidas y adversidades
No te rinden, ¿qué te rinde?
Tetrarc.
¡Ay, Filipo! no te canses
En adivinarlo, puesto
Que miéntras no adivinares
El amor de Marïene,
Todo es discurrir en balde.
Todos mis intentos son
Entrar con ella triunfante
En Roma, porque no tenga
Que envidiar mi esposa á nadie.
¿Por qué ha de gozar belleza
Que no hay otra que la iguale
(Error del mérito), un hombre,
Que hay otro que le aventaje?
Piérdase la armada, muera
El César Antonio, falte
Aristóbolo, Otaviano
De un polo á otro polo mande,
Con trágicas prevenciones
Hoy los cielos me amenacen,
Vuelva el prodigioso acero
A mi poder; que á postrarme
Nada basta, nada importa,
Siempre con igual semblante;
Sino solamente el ver
Que yo no he sido bastante
A hacer reina á Marïene
Del mundo; y en esta parte
Dirás, y diránlo todos,
Que es locura: no te espantes,
Que cuando amor no es locura,
No es amor; y el mio es tan grande,
[p. 340]Que temo (advierte, Filipo)
Que pasando los umbrales
De la vida, y que llegando
De la muerte á esotra parte,
Ha de quedar en el mundo
Por un prodigio admirable
De las fortunas de amor
A las futuras edades. (Vanse.)
Sala de un palacio de Ménfis.
OTAVIANO, soldados romanos.
Otavian.
Felice es la suerte mia,
Pues de Egipto victorioso,
Dilato la monarquía
De Roma, dueño famoso
De los términos del dia.
Cante pues victoria tanta
La fama, y en testimonio
De que á todas se adelanta,
Sean triunfo de mi planta
Hoy Cleopatra y Marco Antonio.
Presos á los dos procura
Llevar mi heroica ventura,
Porque, lidiador bizarro,
Sean fieras de mi carro
El poder y la hermosura.
POLIDORO, ARISTÓBOLO, un CAPITAN.—OTAVIANO, soldados.
Capitan.
Aunque habemos discurrido
De Cleopatra el gran palacio,
Hallarla no hemos podido,
Ni á Antonio, porque su espacio
Laberinto de oro ha sido.
Solamente hemos hallado
A Aristóbolo, cuñado
Del que hoy en Jerusalen
Tetrarca asiste, de quien
Nos informó este criado.
(Señalando á Aristóbolo.)
Tu contrario fué; y así,
Porque averigües aquí
Sus designios, le traemos
De la parte en que le habemos
Hallado. Llega. (A Polidoro.)
Polidor.
(Ap.¡Ay de mí!)
(Ap. á Aristóbolo.)
¿Cuál diablo me metió, cuál,
Cielos, en engaño igual?
¿No son notables errores
Que otros vivan de traidores,
Y yo muera de leal?
Aristób.
(Ap. á Polidoro.)
Si así la vida me das,
No temas: seguro estás,
Que yo á tí te la daré.
[p. 342]Disimula.
Polidor.
Yo lo haré,
Hasta que no pueda más.
Aristób.
Grande César Otaviano,
Cuyo renombre inmortal
El tiempo asegure ufano
En láminas de metal,
Que intente borrar en vano:
No manches, no, riguroso
Los aplausos que has tenido
Con sangre; que es ser piadoso
Vencedor con el vencido,
Ser dos veces victorioso.
Otavian.
(A Polidoro.)
Aunque pudiera ¡oh valiente
Aristóbolo! vengarme
En tu vida dignamente
De tí y tu hermano, mostrarme
Quiero piadoso y clemente.
Álzate del suelo, y pues
El fin de mis glorias es
Entrar en Roma triunfante
Con Marco Antonio delante,
Y con Cleopatra á los piés,
Díme dónde están; que no
He sabido de ellos yo
Desde que aquel Bucentoro,
Armada nave de oro,
De la batalla salió.
Polidor.
Yo de los dos te dijera,
Si yo de los dos supiera;
Pues por mis discursos hallo
Que hiciera más en callallo
Yo, que en decírtelo hiciera;
[p. 343]Mas desde que llegué aquí,
Nunca más á los dos ví.
Otavian.
Eso no es agradecer
Mi piedad. Yo he de saber
Dellos, y ha de ser así.—
¡Hola!
Capitan.
Señor.
Otavian.
Al infante
Aristóbolo llevad
A una torre, y ni un instante
Goce de la claridad
Del sol: la noche le espante
Por eterna.
Polidor.
Aquí llegó,
Señor, de tu engaño el fin. (Ap. á él.)
Aristób.
(Ap. á Polidoro.)
Sufre.
Polidor.
¿Torre obscura yo?
Otavian.
Llevadle.
Polidor.
(Ap.El demonio sin
Duda me Aristoboló.)
Que yo...
Capitan.
Calla.
Polidor.
¿Qué es callar?
¡Vive Baco, que he de hablar!
¿Yo príncipe? Muy errado,
Muy cerrado y muy culpado
Soy...
Otavian.
¿Qué teneis que esperar?
Y ese criado, primero
Padezca un tormento fiero,
Ó muera en él de leal.
Polidor.
¿Qué es tormento? (Ap. Mal por mal,
Torre pido, noche quiero.)
[p. 344]Vamos á la torre: yo
Soy Aristóbolo, no
Príncipe errado, segun
Decia. (Ap. Sin duda que algun
Ángel me Aristoboló.)
Aristób.
Enfrena un poco el rigor,
Sabrás de los dos, señor;
Y de mi voz advertido,
Oirás que los dos han sido
Funestos triunfos de amor.
Apénas rota su armada
Vió Antonio, cuando la alada
Nave, haciéndose á la vela,
Nada pensando que vuela,
Vuela pensando que nada;
Pues con ligereza suma,
Pez sin escama nadaba,
Ave volaba sin pluma,
Tan veloz, que no le ajaba
Un solo rizo á su espuma.
A Ménfis en fin llegó,
Donde rehacerse pensó
De la pérdida y tornar
A la campaña del mar,
Que tantas desdichas vió;
Mas viendo que le seguias
A Ménfis, y que traias
De tu parte á la fortuna,
Pues al orbe de la luna
Con alas suyas subias;
Lamentando mal y tarde
La pérdida de su gente,
Sin que á ser despojo aguarde,
Del extremo de valiente
[p. 345]Dió al extremo de cobarde;
Pues ciego y desesperado,
Al panteon, colocado[10]
A egipcios reyes, entró
Y una sepultura abrió,
Donde vivo y enterrado,
Dijo, sacando el acero:
«Nadie ha de triunfar primero
De mí que yo mismo: así
Triunfo yo mismo de mí,
Pues yo mismo mato y muero.»
Cleopatra que le seguia,
Viendo que ya agonizaba,
Bañado en su sangre fria,
Cuyo aliento pronunciaba
Más, cuanto ménos decia:
«Muera (dijo) yo tambien;
Pues por piedad ó por ira,
No cumple con ménos quien
Llega á querer bien, y mira
Muerto á lo que quiso bien.»
Y asiendo un áspid mortal
De las flores de un jardin,
Dijo: «Si otro de metal
Dió á Antonio trágico fin,
Tú serás vivo puñal
De mi pecho; aunque sospecho
Que no moriré, á despecho
De un áspid, pues en rigor,
No hay áspid como el amor,
Y há dias que está en mi pecho.»
Y él con la sed venenosa
[p. 346]Hidrópicamente bebe,
Cebado en Cleopatra hermosa,
Cristal que exprimió la nieve,
Sangre que vertió la rosa.
Yo lo ví todo, porqué
Así como aquí llegué,
El palacio examinando,
A Aristóbolo buscando,
Hasta el sepulcro me entré,
Donde él rendido al valor,
Y ella postrada al dolor
Yacen, porque de esta suerte
Aun no divida la muerte
A dos que junta el amor.
Otavian.
Aquí dió fin mi esperanza,
Aquí murió mi alabanza,
Pues por asombro tan fuerte,
No ha de pasar mi venganza
Los umbrales de la muerte.
Ya triunfar de ellos no espero;
Que yo solamente quiero
Saber qué intento ha obligado
Al Tetrarca tu cuñado
Para que sañudo y fiero
Te enviase contra mí.
Polidor.
Si tú estás diciendo aquí
Que es cuñado, ¿no es error
Preguntarme qué es, señor,
Su intento? Pues digo así
Que lo que á esto le ha obligado,
Es el verme de esta suerte,
Pues solo me habrá enviado
A que tú me des la muerte,
Propia alhaja de un cuñado.
[p. 347]Capitan.
Si examinar su intencion
Quieres, yo te la diré,
Pues con aquesta ocasion
Este cofre les quité.
Joyas y papeles son
Las que hay en él.
Otavian.
Muestra á ver.
—Cifra es del mayor poder
Su inestimable riqueza;
Mas la pintada belleza
De una extranjera mujer
(Saca del cofrecillo un retrato.)
Es la más noble y mejor
Joya, y la de más valor.
No ví más viva hermosura,
Que el alma de la pintura.
Aristób.
(Ap.) Atento el emperador
Mira el retrato fiel;
Mas ¡ay fortuna cruel!
Ver los papeles porfía.
¡Mal haya el hombre que fía
Sus secretos á un papel!
(Saca Otaviano del cofrecillo una carta.)
Otavian.
(Lee.) «En esta faccion está el fin de mis deseos, pues no espero para declararme emperador de Roma, sino que Otaviano, rendido ó preso...»
¿Qué tengo que saber más?
Y pues sospechoso estás,
Y aun convencido conmigo,
Miéntras pienso tu castigo,
En una torre estarás.
Polidor.
No son buenos pensamientos
Andar pensando tormentos.
[p. 348]¿No será mucho mejor,
Que no castigos, señor,
Pensar gustos y contentos?
Otavian.
Llevadle de aquí.
Polidor.
Escuchar
Debes que...
Otavian.
No hay que aguardar.
Polidor.
Sí hay.
Otavian.
Dí.
Polidor.
Solamente digo
Que no hay que esperar castigo,
Pues no me dejas hablar.
(Los soldados se llevan á Polidoro.)
OTAVIANO, ARISTÓBOLO, EL CAPITAN.
Otavian.
(Al Capitan.) Tú partirás al momento
Con gente y armas, y atento
A mi cesárea obediencia,
Traerás preso á mi presencia
Al Tetrarca; que es mi intento
Que como á César me dé
Del tiempo que ha gobernado
Residencia: y tú, porque
En efecto eres criado,
En quien tal lealtad se ve,
Darte libertad espero;
Pero por rescate quiero
Que ya liberal me des
El decirme cúyo es
Este retrato.
[p. 349]Aristób.
(Ap.Aquí muero
De confusion: si le digo
Quién es, á amarla le obligo;
Desesperarle es mejor.
Halle imposible su amor
Al principio: así consigo
Su quietud.) Esa pintura,
Sombra ya de una escultura,
Ceniza de un rayo ardiente,
Es memoria solamente
De una difunta hermosura.
Otavian.
¿Muerta es esta mujer?
Aristób.
Sí.
Otavian.
(Ap.) ¿Para qué, amor, ¡ay de mí!
Sin esperanzas la veo?
Aristób.
(Ap.) Bien se logró mi deseo.
Otavian.
Libre estás, véte de aquí. (Vase Aristóbolo.)
OTAVIANO.
La muerte y el amor una lid dura
Tuvieron sobre cuál era más fuerte,
Viendo que á sus arpones de una suerte
Vida ni libertad vivió segura.
Una hermosura amor divina y pura
Perficionó, donde su triunfo advierte;
Pero borrando tanto sol la muerte,
Triunfó así del amor y la hermosura.
Viéndose amor entónces excedido,
La deidad de una lámina apercibe,
A quien borrar la muerte no ha podido.
[p. 350]Luego bien el laurel amor recibe,
Pues de quien vive y muere dueño ha sido,
Y la muerte lo es sólo de quien vive. (Vase.)
Campo en las inmediaciones de Jafa.
LIBIA.
Por las faldas lisonjeras
De estos elevados riscos,
Que son del puerto de Jafa
Enamorados Narcisos,
A divertir mis pesares
Melancólica he salido,
Por no escuchar los ajenos,
Pudiendo llorar los mios.
Sola estoy, salga del pecho
En acentos repetidos
Mi dolor. ¡Ay Tolomeo!
En tanto que lloro y gimo
Desdichas tuyas, admite
Este llanto que te envío.
Bastaba quererte bien,
Para que (¡rigor impío!)
Te sucediese mal todo,
Tropezando en tus peligros.
Cuando victorioso (¡ay triste!)
Te esperaba el pecho mio,
Dulce fin de tus amores,
¡Muerto has llegado y vencido!
MARIENE, SIRENE.—LIBIA.
Sirene.
Casta Vénus de estos montes,
Si á divertir has venido
Con la música y las flores
Los ojos y los oidos,
La atencion vuelve y la vista
A ese bruto cristalino,
Pues son flores sus celajes
Y música sus bramidos.
Mariene.
Nada puede para mí
Servir, Sirene, de alivio.
EL TETRARCA, FILIPO.—Dichos.
Filipo.
Este es, señor, el puñal,
Que ya una vez despedido
De tu mano, vuelve á ella.
Tetrarc.
Ya con asombro le miro
Como á fatal instrumento.
Mas dí, ¿cómo se ha sentido
Tolomeo?
Filipo.
No es la herida,
Señor, de tanto peligro,
Como la falta de sangre.
Tetrarc.
Marïene.
Mariene.
Esposo mio.
[p. 352]Tetrarc.
Girasol de tu hermosura,
La luz de tus rayos sigo,
Bien como la flor del sol,
Cuyos celajes y visos,
Iluminados á rayos,
Tornasolados á giros,
Le van siguiendo, porque
Iman del fuego atractivo,
Le hallan su vista ó su ausencia,
Ya luciente, y ya marchito.
Mariene.
Ya que del fuego te vales,
Sea amor ó sea artificio,
Yo tambien; pues como aquella
Ave que tuvo por nido
Y por sepulcro la llama,
Enamorando el peligro,
Bajel de púrpura y oro,
Bate los remos de vidrio;
Así yo que á tantos rayos
Vida, muriendo, recibo,
Hasta que abrasada muera,
Me parece que no vivo.
Tetrarc.
Dejadnos solos.
(Vanse Filipo, Libia y Sirene.)
EL TETRARCA, MARIENE.
Tetrarc.
Ya pues
Que serán mudos testigos
De mis lágrimas y voces
Estos mares y estos riscos,
[p. 353]Salgan, Marïene hermosa,
Afectos del pecho mio
En lágrimas á las ondas,
Y á las peñas en suspiros.
Este sangriento puñal,
Sacre de acero bruñido
(Que no con poca razon
Sacre de acero le digo,
Pues cuando desenlazado
De mi mano le despido,
Con la presa vuelve á ella,
En sangre y horror teñido),
Es aquel que la dudosa
Ciencia de un astro previno
Para homicida de quien
Más adoro y más estimo.
Y aunque es verdad que constante
A peligrosos jüicios
No doy crédito, y desprecio
Los contingentes delirios
Del hado y de la fortuna
(Dioses que coloca[11] el vicio),
No sé qué nuevo temor
En mi pecho ha introducido
Verle volver á mi mano,
Que ya le temo y le admiro;
Y entre el miedo y el valor,
Ya cobarde, ya atrevido,
Sitiado dentro de mí,
Me quiero dar á partido.
Porque aunque bien yo no creo
Los acasos prevenidos,
[p. 354]No los dudo; que no ignoro
Que ese estrellado zafiro,
República de luceros,
Vulgo de astros y de signos,
A quien le sabe leer
Es encuadernado libro,
Donde están nuestros alientos
Asentados por registro.
Y así, ni dudando bien,
Ni bien creyendo, imagino
Que debe el varon perfecto
A los sucesos previstos
Darlos al crédito en una
Parte, y en otra al olvido:
Aquí para no esperarlos,
Y allí para prevenirlos;
Pues señor de las estrellas,
Por leyes de su albedrío,
Previniéndose á los riesgos,
Puede hacer virtud del vicio.
Yo, pues, entre dos afectos
Vacilante y discursivo,
Ni creyendo ni dudando,
El puñal á tus piés rindo.
Tú eres, bellísima hebrea,
La luz hermosa que sigo,
La beldad que sola adoro,
La imágen que sola admiro.
No es posible que yo quiera,
Si inmortal al tiempo vivo,
Otra cosa más que á tí;
Tanto, que mil veces digo
Que el mayor monstruo del mundo
Que te amenaza á prodigios,
[p. 355]Es mi amor, pues por quererte,
A tantas cosas aspiro,
Que temo que él ha de ser
Ruina tuya y blason mio.
Pues si lo que yo más quiero
Eres tú, y el cielo mismo
No puede hacer que no seas,
Sin borrar lo que ya hizo;
Tú eres á quien amenaza
Ese hermoso basilisco,
Que en tus piés se disimula
Entre dos cándidos lirios.
Yo quise hacer imposible
Tu muerte, cuando atrevido
Arrojé al mar el puñal;
Pero habiendo una vez visto
Que áun en él no está seguro,
Pues por casos exquisitos
Podrá llegar donde estés
Siempre ignorando el peligro:
Para más seguridad
Tuya, cuerdo he prevenido
Que tú, árbitro de tu vida,
Traigas tu muerte contigo;
Que mayor felicidad
Nadie en el mundo ha tenido,
Que ser, á pesar del hado,
El juez de su vida él mismo.
La parca, que nuestras vidas
Tiene pendientes de un hilo,
Para que el tuyo no corte
Pone en tu mano el cuchillo.
En tu mano está tu suerte:
Vive tú sola á tu arbitrio,
[p. 356]Pues si acercas el aliento,
Podrás embotarle el filo.
Si es verdad ó si es mentira
El hado, no lo averiguo,
Mas prevengo los dos males;
Pues prudente y advertido,
Si es mentira la sospecha,
De que la temas te alivio;
Si es verdad, con la razon
A hacerla mentira aspiro.
Luego, mentira ó verdad,
Para todo prevenido,
Yo no puedo darte más
Que tu vida: esta te rindo.
Este acero y este amor
Son hoy tus dos enemigos:
Pues miéntras yo te corono
De mil laureles invictos,
Triunfa tú dese, y al fin
Dueño tú de tu albedrío,
Guárdate tu vida tú,
Huye tú de tu peligro,
Hazte tú tu duracion,
Lábrate tú tus designios,
Cuéntate tú tus alientos,
Y vive al fin tantos siglos,
Que este amor y este puñal
Triunfen de muerte y olvido.
Mariene.
Oye, señor, oye, espera;
Que aunque agradezco y estimo
El don que á mis plantas pones,
Ni le acepto ni le admito;
Que de púrpura manchado
Y entre flores escondido,
[p. 357]Tanto me estremezco, tanto
En verle me atemorizo,
Que muda y helada creo,
Torpe el labio, el pecho frio,
Que soy de aquesos jardines
Estatua de mármol vivo.
Mas rompiendo á mi silencio
Las prisiones y los grillos
Con que en cárceles de hielo
El temor los ha tenido,
Quiero declararme, y quiero
Argüirte que no ha sido
Cuerda determinacion
(Si bien de tu amor indicio)
La que contigo has tomado
Y ejecutado conmigo.
Dejo á una parte si es bien
El darse por entendido
Hoy mi amor de que yo sea
Del tuyo sujeto digno;
Y creyéndote cortés
(Pues por amante y marido
Me está tan bien el creerlo),
En mi argumento prosigo,
Sin tocar si es bien ó mal
Tampoco haberlo creido;
Pues por verdad ó mentira,
Ya tú en esta parte has dicho
Que el prevenirlo es cordura,
Esperarlo desatino,
Y providencia discreta
No esperarlo y prevenirlo.
Y así, esto aparte dejando,
Vuelvo á mi argumento, y digo:
[p. 358]Si ese sangriento puñal
Es el que cruel y esquivo
El hado esquivo y cruel
Contra mi pecho previno,
¿Quién te persuadió, Tetrarca,
Quién te informó, quién te dijo
Que era la seguridad
De mi vida traer conmigo
La ejecucion de mi muerte,
Y que podrán ser amigos,
Ni hacer buena compañía
La vida y el homicidio?
Si este mi suerte amenaza
Con asombros, ¿es arbitrio
Para excusar que se encuentren,
Hacer que anden un camino
Los dos, siguiéndose siempre
El acaso y el peligro?
¿Fuera buena prevencion
En el humano sentido,
Para estorbar que se abrase
Este supremo edificio,
Acompañarle del fuego?
¿Fuera acierto conocido
Para excusar que un espejo
No se quiebre, junto á él mismo
Poner piedras en que encuentre?
Pues piensa que es esto mismo
Lo que intentas, pues intentas
Que nunca estén divididos
Ese puñal y este pecho;
Y han de ser siempre enemigos,
Por más que juntos los vea,
Seguridad y peligro,
[p. 359]Vida, muerte y impiedad,
Sombra y luz, virtud y vicio,
Homicidio y homicida,
Torre y fuego, piedra y vidrio.
Confieso que la razon
Es fuerte, cuando advertido
Dices que no es ocultarle
Remedio, cuando le vimos
Volver del mar á tus manos;
Y que será gran martirio,
Confieso tambien, estar
Dudando siempre afligido
Un pecho, «¿quién será ahora
Dueño de los hados mios?»
Pero entre apartarle tanto
Que ignore quién habrá sido,
Y acercarle tanto, que
Sepa que viene conmigo,
Hay un medio, que es ponerle
Con tal dueño y en tal sitio,
Que lo sepa y no lo tema.
Tú lo has de traer ceñido;
Pues si del juicio me acuerdo,
El mágico no me dijo
Que tú darias la muerte
A lo que más has querido
Con él, sino que con él
Moriria; y pues colijo
Que otro podrá aborrecer
Lo que tú quieres, delito
Fuera, echándole de tí,
Dar armas á tu enemigo,
Pues podrá venir á manos
De quien me haya aborrecido.
[p. 360]Y así, señor, yo te ruego,
Y así, señor, te suplico
Que tú, alcaide de mi vida,
Traigas el puñal contigo.
Con eso seguramente
Sabré que aquel tiempo vivo
Que tú le tienes. Que escuches
El argumento te pido.
O tú me quieres ó no:
Si me quieres, no peligro,
Pues á lo que tú más quieres
No has de dar muerte tú mismo.
Si no me quieres, no soy
A quien arrastra el destino
De tu amor, y al mismo instante
De la amenaza me libro.
Luego olvidada ó querida,
Mi seguridad te pido,
Mis temores desvanezco,
Mis quietudes facilito,
Mis deseos aseguro,
Mis contentos solicito,
Mis recelos acobardo,
Mis esperanzas animo,
Cuando tu amor y mi vida
Triunfen de muerte y olvido.
Tetrarc.
Tanto tu vida deseo,
Que á ser tu alcaide me obligo.
¡Ojalá fuera verdad,
No prevencion, este estilo,
Para que nunca murieras!
Y así á tus voces movido,
En tu nombre, dulce esposa,
Segunda vez me le ciño. (Tocan dentro cajas.)
[p. 361]Pero ¡válganme los cielos!
¿Qué alboroto, que rüido
Es este?
Mariene.
El cielo parece
Que se hunde de sus quicios.
Tetrarc.
¡Qué asombro!
Mariene.
¡Qué confusion!
FILIPO y LIBIA, cada uno por su lado.—EL TETRARCA, MARIENE.
Filipo.
Señor.
Libia.
Señora.
Tetrarc.
Filipo,
¿Qué es esto?
Mariene.
¿Qué es esto, Libia?
Libia.
No sé si sabré decirlo.
Filipo.
Gente del emperador
Otaviano, tu enemigo,
A Jerusalen ocupa;
Y ya todos sus vecinos,
Sabiendo que Antonio es muerto,
Parciales y divididos
Te buscan para prenderte,
Diciendo á voces que has sido
La causa de sus traiciones.
Mariene.
¡Ay de mí!
Tetrarc.
¡Pierdo el sentido!
Mariene.
Huye, señor: ese monte
Sea tu sagrado asilo,
Porque mejor las desdichas
[p. 362]Se vencen en los principios.
Tetrarc.
¿Qué es huir? Viven los cielos,
Que tengo de recibirlos.
Mariene.
Mira, señor...
Tetrarc.
¿Qué he de ver?
Mariene.
Que es un vulgo...
Tetrarc.
Ya lo miro.
Mariene.
Alborotado.
Tetrarc.
¿Qué importa?
Mariene.
Tu vida...
Tetrarc.
Mi vida libro...
Mariene.
¿Cómo?
Tetrarc.
Poniéndome...
Mariene.
¿Dónde?
Tetrarc.
Delante dél.
Mariene.
Es delirio.
Tetrarc.
No es.
Mariene.
¿Por qué?
Tetrarc.
Porque con verme,
Verás que su orgullo rindo.
(Vuelven á tocar.)
Adios, esposa, que ya
Segunda vez dan aviso
Las cajas.
Mariene.
Tente.
Tetrarc.
¿Qué temes?
Mariene.
Temo, señor, tu peligro,
Que vas solo.
Tetrarc.
No voy tal:
Tú vas, señora, conmigo,
Y este acero, que me basta
(Si es de la muerte ministro)
A ser asombro del mundo,
A ser rayo, á ser prodigio.
[p. 363]
Sala del palacio de Ménfis.
Dos soldados romanos, con un retrato grande de Mariene.
Sold. 1.°
Ya que en sus melancolías
No hay cosa que le divierta
Más, que en varios trajes ver
Repetida esta belleza,
Y este es el primer retrato
De cuantos de la pequeña
Lámina al lienzo pasó
Del noble arte la excelencia,
Pongámosle de su cuarto
Sobre el marco de esa puerta,
Para que cuando entre y salga
A todas horas le vea.
Sold. 2.°
Bien has prevenido.
Sold. 1.°
Pues
Sea presto, que ya llega. (Cuélganle.)
Sold. 2.°
Con la prisa que me das,
No sé si bien puesto queda.
¡Quiera Dios que no se caiga,
Vencido el clavo ó la cuerda!
OTAVIANO.—Dichos.
Otavian.
(Para sí.) Pasion tan desesperada,
Que al primer paso tropieza
En un imposible, y cae
En otro, queriendo ciega
Dar una esperanza viva
En una hermosura muerta,
Bien se ve que no es pasion,
Sino locura, y de tema
Tan invencible, que triunfos,
Aplausos, lauros y empresas
No la alivian, puesto que
Ni todo ni parte sean
A echar de mí una aprension
Tan rebeldemente necia.
Sold. 1.°
Como mandaste, señor,
Que en todo Ménfis se hicieran
De este pequeño retrato
(Vuélvele el pequeño.)
Várias copias, traje esta,
(Señala el grande.)
Por ser la más parecida.
Otavian.
Dices bien, pues no pudiera
Haberla mejor sacado
El pincel, cuando corriera
Las líneas y los bosquejos
Al lienzo desde mi idea.
¿Que nunca me hayas sabido,
O con maña ó con cautela,
[p. 365]De Aristóbolo, quién fuese
Alma de deidad tan bella?
Sold. 1.°
Con ese intento mil veces
A la torre que le encierra
De guarda entré; pero nunca
Lo supe; que de manera
Aristóbolo ha perdido
El juicio desde que en ella
Está, que es en vano ya
Que á nada en razon atienda.
Otavian.
¿Qué dices?
Sold. 1.°
Que solamente
Desatinos dice y piensa.
Otavian.
No me espanto ¡ay infelice!
Si la causa que le fuerza
A perder el juicio ha sido
Perder esta hermosa prenda.
¿Cómo es compatible, ¡oh rara
Beldad! que un delirio sientan
Dos, el uno porque te halle,
Y el otro porque te pierda?
¡Qué mal hice cuando necio,
De amor y de su violencia,
Culpé á Antonio que adorase
A aquella gitana,[12] á aquella
Que en los teatros del mundo
Hizo la mayor tragedia!
¡Oh qué bien vengado está
De mi altivez y soberbia!
Pues para mayor trofeo,
Con instrumento se venga
Tan fácil como un retrato,
[p. 366]Y ese de una beldad muerta.
(Tocan dentro cajas destempladas.)
¿Pero qué es aquesto? Cuando
Triste pronuncia mi lengua
Muerta beldad, me responden
Las cajas y las trompetas
Destempladas. ¿Si los cielos,
Si los montes, si las selvas,
Si los vientos, si los mares,
Cuando mi voz les acuerda
De igual pérdida la ruina,
Compadecidos celebran
De esa difunta hermosura
Repetidas las exequias?
(Vuelven á sonar las cajas.)
Otra vez ¡piadosos cielos!
Suena el rumor de más cerca.
Ved quién ese pavor causa.
Sold. 1.°
Mucho extraño que las señas
No te lo digan, pues es
Ceremonia usada esta
De los bárbaros gitanos,
Siempre que rendida ó presa
Alguna persona real
En su corte sale y entra.
Otavian.
¿Pues quién entra ó sale hoy,
O preso ó rendido en ella?
UN CAPITAN.—Dichos.
Capitan.
(Que ha oido la pregunta de Otaviano.)
El Tetrarca, á quien tú diste
[p. 367]Orden de que yo le prenda.
Y viendo cuánto supone
Virey que por tí gobierna,
Usando la ceremonia
De que con sus armas venga,
Y con salva se reciba,
Bien que trágica y funesta,
Llega á tus piés.
(Vuelven á tocar cajas destempladas.)
EL TETRARCA, en medio de soldados.—Dichos.
Otavian.
Más estimo
Ver postrada esa soberbia,
Que el alto triunfo con que
Roma recibirme espera.
Quede él solo, y los demas
Salgan, Patricio, allá fuera;
Que por si acaso mi enojo
Tras sí mis acciones lleva,
No quiero que nadie airado
Con un rendido me vea.
Templad vos, pues sois mi espejo,
Mi cólera.
(Mira el retrato que tiene en la mano.)
Tetrarc.
(Ap.¡Suerte adversa!
¿A qué más pudo llegar
De tus ceños la influencia?)
Invicto Otaviano, cuyo
Nombre en láminas eternas
El tiempo escriba, dictado
[p. 368]De las plumas y las lenguas,
A tus piés llego ofendido,
Porque para que vinieran
Mi lealtad y mi valor
A rendirte esta obediencia,
No era menester que fuesen
Por mí; que el que se respeta
Por fuerza cuando por gusto
Puede, á sí mismo se afrenta,
Pues quita á la voluntad
Lo que le añade á la fuerza.
Dáme tu mano. (Ap. Mas ¡cielos
(Otaviano le alarga una, y el Tetrarca al ir á besársela repara en el retrato que Otaviano tiene en la otra.)
Divinos! al besar ésta,
¿Qué es lo que en la otra miro?
¿Habrá en el mundo quien beba
Dos venenos á dos manos,
Y á un mismo tiempo los sienta
En los labios y en los ojos?)
(Vuelve Otaviano la espalda, y Heródes le sigue de rodillas.)
Otavian.
Si informado no estuviera
De mi razon, á la tuya
Bastante crédito diera;
Pero si son destempladas
Cláusulas, que no concuerdan,
Esa afectada humildad
Con tu traidora soberbia;
No violencia, no rigor
La prevencion te parezca;
Que con vasallos que son
De los de viva quien venza,
Fuerza es que la voluntad
[p. 369]Se aproveche de la fuerza.
Tetrarc.
(Ap. ¡Mortal estoy! Dadme, dioses,
Valor, que quizá no es ella.—
¡Que agora me la ocultase!)
Si contra mí te aconseja
Quien pretende...
Otavian.
No presumas
Que mal advertido hiciera
Extremos tales; de tí
Sé la ambicion con que intentas
Conspirar al sacro imperio,
A cuyo efecto la guerra
Mantenias, dando á Antonio
Los socorros para ella.
Estas firmas te convencen:
De ellas lo sé. Llega, llega,
Míralas bien, tuyas son.
Míralas.
(Saca unas cartas, y preséntaselas puestas encima del retrato.)
Tetrarc.
Ya miro, al verlas,
Mi muerte más declarada
De lo que áun tú mismo piensas,
Pues... yo... si...
Otavian.
Esa turbacion
Es ya segunda evidencia.
Pero quien á un Idumeo
Honró, baja estirpe hebrea,
Rebelada de sus nobles
Tribus, esto y más merezca.
Y así, miéntras el castigo
A los demas escarmienta,
Sabe que soy Otaviano,
Que soy el único César
[p. 370]De Roma, y el Nilo y Tíber
Humildes mis plantan besan;
Y que á cuantos contra mí
Con traiciones, con cautelas
Quieran conspirar, negando
A mi poder la obediencia,
Seré yo quien los corone
De laurel, para que sean,
Con un impulso á mis plantas,
Con una accion á mis huellas,
Dos trofeos de una vez,
Mi laurel y su cabeza.
(Vase Octaviano hácia la puerta sobre la cual está el retrato.)
Tetrarc.
(Ap.) ¡Que esto escuchen mis oidos,
Y aquesto mis ojos vean,
Sin que el dolor me despeñe!
Yo he de morir, cosa es cierta,
A sus manos ó á mis celos:
Pues él á mis celos muera,
Y á mis manos; que una vida
Tan grande, no es bien se venda
A menor precio.
(Al entrarse Otaviano, va á herirle Heródes; cae el retrato en medio de los dos, y se queda clavado en él el puñal.)
Otavian.
(Volviendo.)¿Qué es esto?
Tetrarc.
Desesperada impaciencia,
Que ha de costarme el decirla
Aun mucho más que el hacerla.
Otavian.
¡Tú con el desnudo acero,
Cuando yo la espalda vuelta,
Y entre tu acero y mi espalda
Esta hermosa imágen puesta!
¡Turbado tú, yo seguro,
[p. 371]Y ella herida! ¡Tú con muestras
De venganzas, yo de agravios,
Y ella de piedades! ¡Muerta
Tú la accion, yo vivo al riesgo,
Y ella ofendida! Vive ella
(Que como á deidad que adoro,
Bien puedo este obsequio hacerla),
Que este sacrílego acero,
Ya que horrores representa,
El instrumento ha de ser,
Pues lo fué de tu violencia,
(Quita el puñal del retrato.)
De tu castigo: vea el mundo
Que el que me agravia, me venga.
¡Hola!
EL CAPITAN, soldados.—OTAVIANO, EL TETRARCA.
Capitan.
Señor.
Otavian.
A la torre,
Donde su hermano se encierra,
Llevad tambien al Tetrarca,
Donde sólo un criado tenga
De los que le hayan seguido.
Tetrarc.
Cuando mi sepulcro sea,
La vida debo á un puñal,
Yo le pagaré con ella.
Otavian.
Y yo la vida á un retrato;
Y pues que de otra manera
No puedo, con adorarle
Tambien pagaré mi deuda. (Vanse.)
[p. 372]Prision en una torre de Ménfis.
Dos soldados, y POLIDORO, paseándose.
Sold. 1.º
Grande es tu melancolía.
Polidor.
¿Melancolía decís,
Bergantonazo? Mentís.
Sold. 1.º
Pues ¿qué es eso?
Polidor.
Hipocondría;
Que un príncipe como yo
No habia de adolecer
Vulgarmente, ni tener
Mal que tiene un sastre.
Sold. 1.º
No
Te enojes de eso.
Polidor.
Sí quiero,
Que estar triste solamente,
No es achaque competente
De un príncipe prisionero:
Y más si se considera
La grande superchería
Con que de noche y de dia
Me tratan.
Sold. 2.º
¿De qué manera?
Polidor.
¿De qué manera, picaño?
¿Qué príncipe se perdiera,
Donde una infanta no hubiera
Que condolida á su daño
Con músicas le avisara
Desde el cubo del terrero,
[p. 373]Y á pagar de su dinero
Las guardas le sobornara,
Para que una noche oscura,
En dos caballos los dos,
Por parque, á la paz de Dios
Se fuesen á su ventura?
Sold. 2.º
Si estuviera por acá
(Ap. Así saber algo trato)
La dama de aquel retrato.
Quizá ella...
Polidor.
Claro está
Que mirara por su honor;
Y caso que allá estuviera
Preso un infante, y no hubiera
Tenídole mucho amor;
Las desdichas acabadas
De esta mi prision cruel,
Por no haberse ido con él
La matara yo á patadas,
Segun la adoro; y sospecho
Que si donde estoy supiera,
Estrafalaria viniera
Por mí.
Sold. 2.º
Lo medio está hecho,
Porque yo compadecido
Aderezo te traeré
De escribir. (Vase.)
Sold. 1.º
Yo un propio haré,
Al punto que haya sabido
Dónde se ha de encaminar
La carta.
Polidor.
¿Qué dices?
Sold. 1.º
Digo
Lo que por tí á hacer me obligo.
[p. 374]Polidor.
Mil abrazos te he de dar
Miéntras, habiendo avisado
Y librádome mi dama,
Te hago el hombre de más fama.
Sold. 1.º
No es aquese mi cuidado;
(Ap. Que más que espero de tí,
De Otaviano espero, pues
Con eso sabrá quién es
Dueño del retrato.) (Sale el Soldado 2.º)
Sold. 2.º
Aquí
Hay ya de escribir recado.
Polidor.
¿Con su tinta y pluma?
Sold. 2.º
En él
Se dice todo.
Polidor.
¿Hay papel?
Sold. 2.º
Tambien.
Polidor.
¿Batido y cortado?
Sold. 2.º
No, pero el que bastará.
Polidor.
¿Polvos?
Sold. 2.º
Polvos hay.
Polidor.
¿Oblea,
Lacre y sello?
Sold. 2.º
Sí.
Polidor.
Pues ea,
Llegadme el bufete acá. (Llégansele.)
La silla. (La llegan.)
Sold. 2.º
Ya está llegada.
Polidor.
¿Papel, tinta y pluma aquí
No hay? ¿Polvos y sello?
Los dos.
Sí.
Polidor.
Pues áun no tenemos nada.
Sold. 1.º
¿Qué falta que prevenir?
Polidor.
Lo mejor.
Sold. 2.º
Sepa qué fué,
[p. 375]Volando por ello iré.
Polidor.
El que yo no sé escribir.
Sold. 1.º
¿Ahora sale con eso
El tonto...
Sold. 2.º
El loco...
Sold. 1.º
El menguado?
(Maltrátanle y échanle á rodar la capa y el sombrero.)
Polidor.
¿Quién vió príncipe aporreado?
EL TETRARCA, EL CAPITAN.—POLIDORO, los dos soldados.
Capitan.
Esta es la torre en que preso
Aristóbolo está: en ella
Dejarte el César mandó.
Sold. 2.º
(Aparte á su compañero.)
Gente en la prision entró.
Sold. 1.º
No vean que le atropella
Nuestro enojo; que han mandado
Con respeto le tratemos.
Sold. 2.º
Que le servimos mostremos.
(Vuelven á poner á Polidoro la capa y el sombrero, fingiendo que le sirven.)
Capitan.
¿Cómo tu Alteza ha pasado
La noche?
Polidor.
Mal, y peor
La mañana; que á porrazos
Aquestos picaronazos
Me han muerto. (Da tras ellos.)
Capitan.
Tente, señor;
¿Qué haces?
[p. 376]Polidor.
Reñir, vive Apolo,
A manera de valiente
Al uso, que habla si hay gente,
Y calla cuando está solo.
Capitan.
Advierte que á estar contigo
Viene el Tetrarca tu hermano.
Polidor.
¿El Te... qué?
Capitan.
El Tetrarca.
Polidor.
(Ap.) En vano
Es ya excusarse el castigo
De haber tal engaño hecho.
Capitan.
(A Heródes.) Llegad: bien podeis llegar
Con Aristóbolo á hablar.
(Adelántase Heródes.)
Tetrarc.
(Ap. ¡Qué miro! Mas sospecho
Que hay algun secreto aquí,
Pues con su nombre no ignoro
Que esté preso Polidoro
Para grande fin; y así,
Disimular me conviene.)
Dáme en mis últimos plazos,
Aristóbolo, los brazos...
Polidor.
(Ap.) Borracho el Tetrarca viene:
¡Aristóbolo me llama!
Tetrarc.
Ya que en mis penas el cielo
No me deja otro consuelo
Que ver mentida la fama
Que de tu muerte corrió.
Polidor.
Capitan.
(Ap. á los soldados.) Dejarlos solos es bien,
Que hablen los dos, pues es llano
Que á algun efecto Otaviano
Quiso que juntos estén.
(Vanse el Capitan y soldados.)
EL TETRARCA, POLIDORO.
Tetrarc.
¿Estamos ya solos?
Polidor.
Sí.
Tetrarc.
¿Qué es aquesto, Polidoro?
Polidor.
Un fingimiento que lloro.
Tetrarc.
¿De qué suerte?
Polidor.
Escucha.
Tetrarc.
Dí.
Polidor.
Porque este traje lucido
Me dió mi amo, es lo primero;
Que parece caballero
Un pícaro bien vestido.
Lo segundo, porque el dia
Que el César triunfante entró,
Y á Antonio y Cleopatra halló
En su fatal bobería,
Prisioneros nos hicieron,
Y como iba galan yo,
Con la caja en que guardó
[p. 378]Cartas y joyas, creyeron
Que era Aristóbolo. Él
El engaño prosiguió,
Con que él me Aristoboló,
Y yo le Polidoré.
Qué fué dél, no sé; que están
Mis ánsias con luz tan ciega,
Sin ver si vienen ni van,
En un callejon Noruega,
Aprendiendo á gavilan.
Tetrarc.
Ya que de aqueso informado
Estoy, á un lado te aparta:
Que tengo que hablar conmigo.
Polidor.
Esa es la dicha más rara
De un buen hablador, hallarse
Con quien no le diga nada,
Y le oiga cuánto él diga. (Vase.)
EL TETRARCA.
Ya que solo me veo, salgan
En lágrimas y suspiros,
Sin estruendo de palabras,
A los labios y á los ojos
Tan cautelosas mis ánsias,
Que saliendo de ella, áun no
Las eche ménos el alma.
¿Qué es esto, cielos, qué es esto,
¡Ay de mí! que por mí pasa?
Que bien será menester
Que vuestra autoridad valga
[p. 379]Mi crédito, porque es tal
El tropel de mis desgracias,
Que áun pasando á la experiencia,
Se me queda en la ignorancia.
Dejo aparte que del sacro
Laurel pierda la esperanza;
Dejo haberme convencido
De mis designios mis cartas;
Dejo el castigo forzoso
De accion tan desesperada
Como que á morir matando
Me despeñase mi saña;
Pues la desesperacion,
Designios y ambicion paran
Solo en pensar que ya tengo
El cuchillo á la garganta;
Y voy á que otro dolor
Es tal, que el morir no basta
Para acabar con él, puesto
Que en mi frase se adelanta
De á la garganta el cuchillo;
Pues dirá desde hoy mi patria
Que, el cuchillo al corazon,
Murió su infeliz Tetrarca.
Al corazon dije, y dije
Bien; que él es á quien traspasa
Ver en poder de Otaviano
A Marïene retratada,
Y en dos partes, como quien
Dice que la luna clara
De un espejo, si está entera,
Hace un rostro, y si quebrada,
Dos; mostrando que en abusos
De supersticiones várias,
[p. 380]El espejo que se quiebra
Siempre agüeros amenaza;
Y es el mayor haber visto
A Mariene con dos caras.
Bien discurro yo que en una
Hermosura soberana,
Por soberana hermosura
Solamente la retratan,
Sin más intencion que el serlo,
O la excelencia ó la gala
Del artífice; bien creo
Que al verla, el no recatarla
De mí, es ignorar quién sea;
Que ser mi esposa y mostrarla
Era cosa muy indigna
Para hecha cara á cara,
Cuando no por mí, por ella;
Pero todo esto no salva
El que no tenga interior
Afecto ¡ay de mí! de amarla
Quien no contento con una
En la mano, otra en la sala,
Jura por ella el haber
De tomar de mí venganza.
Y pasando á que el puñal
En su pecho... (Tocan cajas dentro.)
¿Mas qué cajas
A marchar tocan? ¿Habrá
Quien en esta triste estancia
Me diga qué marcha es esta?
FILIPO.—EL TETRARCA.
Filipo.
Sí.
Tetrarc.
¿Quién?
Filipo.
Yo, á quien adelanta
Su lealtad á ser, señor,
El criado que se manda
Que sólo te asista.
Tetrarc.
¡Oh, cuánto
El ser tú quien me acompaña,
Estimo!
Filipo.
No es leal el que
No lo es hasta las aras;
Y así, aqueste breve tiempo
Que le queda á tu esperanza
De vida (pues se presume
Que ántes que de Egipto salga
Otaviano, su rigor
En tí ejecute), mis canas,
Mi amor, mi fe, mi alma y vida
Vienen á ver qué me encargas.
Tetrarc.
¿Tan breve y tan cierta es
Mi muerte?
Filipo.
El que su jornada
Apresure, lo adivina.
Tetrarc.
¿Cómo?
Filipo.
Como hace la marcha
Á Jerusalen, por si hay,
Muerto tú, novedad.
Tetrarc.
Calla,
[p. 382]Filipo, no me lo digas;
Que tú eres el que me matas
Antes que él.
Filipo.
¿Yo, señor?
Tetrarc.
Sí,
Pues tú el morir me adelantas.
¡Á Jerusalen el César,
Donde (¡los cielos me valgan!)
Halle á Marïene viva,
Quien la idolatró pintada!
¡Él victorioso, yo muerto,
Y ella querida! ¿Qué aguarda
Mi desesperado amor?
(Quiere quitar la espada á Filipo.)
Filipo.
¿Qué haces?
Tetrarc.
Quitarte la espada
Para arrojarme sobre ella;
Que más valor y más causa
Tengo yo que Antonio.
Filipo.
Mira...
Tetrarc.
Sí haré, si me das palabra
De hacer por mí una fineza.
Filipo.
No habrá cosa que no haga
Yo por tí.
Tetrarc.
¿Si es prodigiosa?
Filipo.
Ningun prodigio me espanta.
Tetrarc.
¿Si es terrible?
Filipo.
Que lo sea.
Tetrarc.
¿Cruel?
Filipo.
¿Qué importa?
Tetrarc.
¿Temeraria?
Filipo.
Valor tengo para todo.
Tetrarc.
¿Fiera?
Filipo.
Nada me acobarda.
[p. 383]Tetrarc.
¿Y si es bárbara?
Filipo.
Tampoco.
Tetrarc.
Pues escucha. Pero aguarda,
Que es tal la resolucion,
Que para representarla
A los teatros del mundo,
Como al fin trágica farsa,
Pues hay recado, quiero ántes,
Con escribirla ensayarla.
(Pónese á escribir.)
Filipo.
(Ap.) ¿Qué será resolucion,
Que con prevenciones tantas
Piensa? Apénas dos renglones
Escribe y cierra la carta,
Cuando á mí vuelve.
Tetrarc.
Oye agora.
Filipo.
Sí haré con vida y con alma.
Tetrarc.
Si todas cuantas desdichas,
Si todas cuantas desgracias
Ha inventado la fortuna,
Deidad de los hombres vária,
Se perdieran, todas juntas
Hoy en mí solo se hallaran;
Que soy epílogo y cifra
De las miserias humanas.
Yo que ayer de Marïene
Esposo y galan, con raras
Muestras de amor coroné
De victorias mi esperanza;
Hoy lloro agravios, sospechas,
Temores, desconfianzas
Y... celos iba á decir;
Pero imaginarlos basta.
Yo que ayer de Palestina
[p. 384]Gobernador y monarca,
No cupe ambicioso en cuanto
El sol dora, y el mar baña;
Hoy pobre, triste y rendido,
Entre dos fuertes murallas
Aprisionándome el vuelo,
Tengo abatidas las alas.
Yo que del laurel sagrado
Ayer pretendí las ramas
Siempre verdes, á pesar
De los rayos que las guardan;
Hoy, segur suya mi acero,
Veo que sus pompas tala,
Solamente por llegar
Embotado á mi garganta.
¡Pluguiera al hado! ¡pluguiera
Al cielo que aquí pararan
Sus presagios, y que en mí
Se desmintiera la ingrata
Indignacion de un destino!
Pues muriendo yo á la saña
Del temple infausto, pudiera
Persuadir á la ignorancia,
Que ya de lo que más quise
Ejecutó la amenaza.
Mas ¡ay triste! ¡ay infelice!
Que no soy yo á quien más ama
Mi misma vida, supuesto
Que tambien ella tirana
Me aborrece por ser mia;
Y no con morir acaban
Mis desdichas, que inmortales
Mas allá de morir pasan.
Otaviano... Al pronunciarlo,
[p. 385]Valor y aliento me faltan.
Otaviano adora... ¿Cómo
Lo diré sin que me añada
Dolor á dolor?—Adora
A Marïene; pintada
Dos veces la ví, y dos veces
A él gentil, pues idolatra
Una vez á un sol sin luz,
Y otra á una deidad sin alma.
¡Mal haya el hombre infeliz,
Otra y mil veces mal haya
El hombre que con mujer
Hermosa en extremo casa!
Que no ha de tener la propia
De nada opinion; pues basta
Ser perfecta un poco en todo,
Pero con extremo en nada;
Que es armiño la hermosura
Que siempre á riesgo se guarda:
Si no se defiende, muere;
Si se defiende, se mancha.
No pues mi ambicion, Filipo,
No mi atrevida arrogancia,
No el ser parcial con Antonio,
No mi poder, no mis armas,
Me aflige, me desespera,
Me precipita y me arrastra;
Sino el ser de Marïene
Esposo. ¡Oh caigan, oh caigan
Sobre mi mares y montes!
Aunque si de ofensas tantas
El peso no me derriba,
No me rinde, no me agrava,
El de los montes y mares
[p. 386]No me agobiará la espalda.
Y así, viendo cuánto á instantes
Mi vida cuenta la parca,
Y cuánto á brazo partido
En esta lóbrega estancia
Luchando estoy de mi muerte
Con las sombras y fantasmas;
Viendo, en fin, que apénas hoy
En una pública plaza
Seré horror de la fortuna,
Seré del amor venganza,
Cuando él sea ¡ay infeliz!
(Pues á Jerusalen marcha,
Donde es fuerza que la vea)
En tálamos de oro y grana,
Heredero de mis dichas,
Dueño de mis esperanzas;
Muero de agravios y celos
Que matan, porque no matan.
Dirásme que ¿qué me importa,
Pues con la vida se acaban
Las desdichas? ¡Ay Filipo,
Cuánto esa opinion engaña!
Que amor en el alma vive,
Y si ella á otra vida pasa,
No muere el amor, sin duda,
Puesto que no muere el alma.
El ¿no nace de una estrella,
Ya propicia ó ya contraria?
¿Pues cómo faltará amor,
Miéntras la estrella no falta?
¿Quieres ver cuál es la mia?
Pues si pudiera apagarla
Hoy con el último aliento
[p. 387]Lo hiciera, porque faltara
Del cielo, y otro ninguno
En su gracia ó su desgracia
No naciera como yo,
Porque como yo no amara.
Y en fin, ¿para qué discurre
Mi voz? ¿para qué se cansa?
Otra pena, otro dolor,
Otro tormento, otra ánsia
En el corazon no llevo,
Sino sólo ver que aguarda
Marïene á ser empleo
De otro amor, de otra esperanza.
Sea barbaridad, sea
Locura, sea inconstancia,
Sea desesperacion,
Sea frenesí, sea rabia,
Sea ira, sea letargo,
O cuanto despues mis ánsias
Quisieren; que todo quiero
Que sea, pues todo es nada,
Como no sean mis celos;
Y así, pues que la palabra
Me has dado de obedecerme,
Haz lo que mi amor te encarga.
Vuelve á Jerusalen, vuelve
A la esfera soberana
Del mejor sol de Judea;
Y en diciéndote la fama
Que he muerto, en el mismo instante
Con mortal eclipse apaga
A la tierra el mejor rayo,
Al cielo la mejor llama,
Al campo la mejor flor,
[p. 388]La mejor estrella al alba.
Tolomeo, que quedó
Por capitan de mis guardas,
Y siempre á Mariene asiste
Sin poder seguirme, á causa
De quedar convaleciente
De aquella herida pasada,
Dará la ocasion, á cuyo
Fin, para él es esta carta: (Dásela.)
Dél te fía, pues no dudo,
Previstas las circunstancias
De un veneno ó de un dogal,
Que él te guarde las espaldas.
Muera yo, y muera sabiendo
Que Mariene soberana
Muere conmigo, y que á un tiempo
Mi vida y la suya acaban;
Pero no sepa que yo
Soy el que morir la manda:
No me aborrezca el instante
Que pida al cielo venganza.
No te acobarde lo horrible
De una historia tan extraña;
Que cuando murmuren unos
Que hubo quien dejó por manda
Un homicidio, creyendo
Que así sus penas engaña,
Que así sus quejas desmiente,
Que así desdice sus ánsias,
Y que así enmienda sus celos,
Otros habrá que le aplaudan;
Pues no hay amante ó marido
(Salgan todos á esta causa)
Que no quisiera ver ántes
[p. 389]Muerta, que ajena su dama.
Filipo.
Bien quisiera responderte;
Mas no es posible, que baja
Mucha gente á la prision.
Tetrarc.
Por si vienen por mí, salga
Mi valor á recibirlos.
Tú, cobrando la ventaja
Que puedas, parte, Filipo,
Al instante.
Filipo.
Señor...
Tetrarc.
Calla,
Que sé que tienes razon;
Pero no puedo escucharla.
Filipo.
Ni yo decirla, que llega
Ya la gente.
Tetrarc.
Esferas altas,
Cielo, sol, luna y estrellas,
Nubes, granizos y escarchas,
¿No hay un rayo para un triste?
Pues si ahora no los gastas,
¿Para cuándo, para cuándo
Son, Júpiter, tus venganzas? (Vanse.)
Playa de Jaffa.
ARISTÓBOLO, MARIENE, LIBIA, damas y soldados judíos.
(Tocan cajas.)
Aristób.
Dáme otra vez los brazos,
Porque coronen tan hermosos lazos
[p. 390]Hoy la esperanza mia.
Mariene.
Mi vida, hermano, á tu valor se fía:
Publiquen, pues, tus glorias,
Que victorias de amor son mis victorias.
Aristób.
Ya que por la lealtad de Polidoro
(Como te dije) con mi nombre preso,
De un infeliz á otro infeliz suceso,
Pude llegar donde tu luz adoro,
Y donde á tu obediencia y tu decoro
Atenta dignamente
Nuestra nacion, de su alistada gente
General me ha nombrado,
Cumpliré la palabra que te he dado
De morir animoso,
O traerte libre á tu adorado esposo.
Mariene.
¡Oh, cúmplamela el cielo!
Y pues el campo de cristal y hielo
De aquí á Egipto es tan breve
Por ese pasadizo que de nieve,
O se encrespa ó se eriza,
Cuando el copete de su frente riza,
Presto la nueva espero
De que mi amor desempeñó tu acero.
Aristób.
Si tu amor va conmigo,
Fácil empresa, fácil triunfo sigo.
(Vuelven á tocar cajas.)
TOLOMEO.—Dichos.
Tolom.
Ya el campo cristalino
Tanto pez de madera, ave de lino,
[p. 391]Admite en sus esferas,
Que parecen las ondas lisonjeras,
Ocupando horizontes,
Una vaga república de montes.
Y pues noble no queda,
Que excusarse á tan alta faccion pueda,
Que me des te suplico
Licencia...
Mariene.
Antes de oirla, la replico.
Capitan de mis guardas te ha dejado
Mi esposo; su palacio te ha fiado.
No es asistirme á mí ménos ufana
Faccion que esotra.
Aristób.
Dice bien mi hermana;
Y pues el cargo, que os quedeis abona,
Mirad que me mireis por su persona.
Tolom.
Obedecerte espero.
Mariene.
Y yo veros partir á todos quiero,
Porque os den para iros,
Agua mis ojos, viento mis suspiros.
(Vuelven á tocar la caja, y vanse Mariene, Aristóbolo, las damas y los soldados.)
TOLOMEO, LIBIA.
Libia.
Permita la ocasion á mi deseo
El que de tu salud ¡oh Tolomeo!
El parabien te dé; si bien pudiera
Dármele á mí mejor de que no hubiera
Marïene admitido
La fineza de ir; que hubiera sido
[p. 392]Doblada la dolencia
Consolar un dolor con una ausencia.
Tolom.
Agradezca, señora,
El favor toda una alma que te adora;
Y pues como á milagro
Suyo, mi vida á tu deidad consagro,
Crê que el morir sentia,
No, Libia hermosa, no porque moria,
Sino porque sin verte,
Pagaba con dos vidas una muerte.
Libia.
Responderte quisiera;
Mas la Reina, que ocupa la ribera,
Me echará ménos: sólo te prevengo
Que ya falseada para vernos tengo
Del jardin esta llave.
Tolom.
Si ser amor ladron de casa sabe,
Dáme la llave ahora,
Y apénas desdoblar verás, señora,
La falda que arrugó la noche fria,
Sobre la hermosa variedad del dia,
Cuando entre en el jardin, y sean sus flores
Los testigos no más de tus favores,
Siendo sus pompas bellas,
Si flores para tí, para mí estrellas.
Libia.
Toma, y advierte no entres (que quejosa
De tí Sirene, y de mi amor celosa
Anda) hasta... Mas no puedo
Proseguir: adios, pues.
Tolom.
Confuso quedo.
Oye, espera.
Libia.
No faltes desta parte;
Que yo, si puedo, volveré á informarte.
(Vase.)
TOLOMEO, y despues, FILIPO.
Tolom.
Aunque en la paz me quedo,
Temer más guerra en mis sentidos puedo
Que tienen mar y tierra,
Pues incluyen más guerra
Que tierra y mar el ánsia y el cuidado
Del que aquí aborrecido y allí amado,
Lidia con su deseo,
Siendo Sirene y Libia...
Filipo.
(Dentro.)Tolomeo.
Tolom.
¡Cielos! ¿Llamáronme?
Filipo.
Sí.
Tolom.
¿Quién?
(Sale Filipo con una banda en el rostro.)
Filipo.
Un hombre que ha llegado
En un barco que ha volado
Desde el mar de Egipto aquí,
Y que sin ser conocido
De otro (á cuyo fin cubierto
El rostro, ha tomado puerto
En sitio más escondido),
A solas tiene que hablaros.
Seguidme.
Tolom.
¿No me direis
Quién sois?
Filipo.
Despues lo sabreis.
Tolom.
(Ap. ¿Quién vió sucesos más raros?)
Guiad, pues.
Filipo.
Sí haré, que ninguno
Me ha de ver hablar con vos. (Vanse.)
[p. 394]
Otro punto de la costa, más retirado.
TOLOMEO, FILIPO.
Tolom.
Ya estamos solos los dos,
Y el sitio es tan oportuno
Que es apartado lugar.
Filipo.
Pues leed ese papel;
Que en viendo lo que hay en él,
Tenemos mucho que hablar.
Tolom.
Cada punto, cada instante
Añadís al corazon
Otra nueva confusion.
Filipo.
Aun más quedan adelante.
Lêd, que más duda os espera
Por piadoso ó por cruel.
Tolom.
Del Tetrarca es el papel,
Y dice... (Lee para sí.)
Filipo.
(Ap.)Desta manera,
Descubriendo su intencion,
Lo que hay en él he de ver,
Para ver qué debo hacer.
Tolom.
Notable es mi confusion.
(Lee.) «A mi servicio conviene,
»A mi honor y á mi respeto,
»Que muerto yo, con secreto
»Deis la muerte á Marïene.»
Hombre, que de asombros lleno
Traes en carta tan sucinta,
Del rejalgar de su tinta,
Conficionado el veneno;
[p. 395]Si conjuracion ha sido
La desta temeridad,
Y á examinar mi lealtad
De parte suya has venido;
No sólo en lo que contiene
Mi honor convendrá[14]; mas piensa
Que he de morir en defensa
De mi reina Marïene.
Y pues traidor, vive Dios,
Eres (que no te encubrieras
El rostro, si noble fueras),
Y estamos solos los dos,
Te tengo de hacer pedazos
Entre mis brazos.
Filipo.
No harás,
Que yo no esperaba más
Para darte mil abrazos. (Descúbrese.)
Tolom.
¡Filipo! (¡qué es lo que veo!)
¡Tú sospechoso! (¡qué miro!)
Ya con más causa me admiro,
Con más razon no lo creo.
Filipo.
El Tetrarca para tí
Con esta carta me envía;
Que de los dos solos fía
La accion que contiene en sí.
Muerto él, nos manda que muera
Marïene; pero ya
Que de tu valor está
Vista la fe verdadera,
[p. 396]Quédese el caso encubierto;
Que si él vive, estarlo es bien,
Y si acaso muere, ¿quién
Ha de obedecer á un muerto?
Tolom.
Dices bien; pero aun es mucha
Mi duda: sepa qué es esto.
¿Quién en tal furor le ha puesto?
Filipo.
Si quieres saberlo, escucha.
Otaviano enamorado
De un retrato que...
Tolom.
Detente,
Que por aquí viene gente.
Filipo.
A los dos nos ha importado
Que no me vean, y así,
Por desmentir la sospecha,
Quédate á hacer la deshecha,
Y vénte despues tras mí;
Que en ese monte te espero,
Y mil prodigios sabrás. (Vase.)
TOLOMEO.
¿Qué tengo que saber más,
Si ya de lo que sé muero?
Mariene era, ya torció
A los jardines el paso;
Y yo suspenso del caso
Que me ha sucedido, no
Sé de una accion tan cruel
Cuántas cosas anticipo.
Vuelvo á seguir á Filipo,
Volviendo á lêr el papel.
SIRENE.—TOLOMEO.
Sirene.
Decidme si por aquí
Ha pasado Marïene;
Que en su seguimiento... Pero
Si hubiera visto quién eres,
Ni áun esto te preguntara,
Por no hablarte, por no verte.
Tolom.
Espera, Sirene, aguarda.
Sirene.
¿Para qué, tirano aleve,
Ingrato, falso, inconstante?
Tolom.
Para que sepas, Sirene,
Que los hombres como yo,
Con principales mujeres
Bien pueden no ser amantes,
Pero no el no ser corteses.
Yo, por soldado, no tuve
Inclinacion...
Sirene.
Cese, cese
Tu voz, que áun satisfacciones
De tí no quiero.
LIBIA, que se queda retirada, escuchando á TOLOMEO y SIRENE.
Libia.
(Ap.)¡Valedme,
Cielos! ¡Qué escucho! Mas ¿cómo
[p. 398]Lo dudo? pues claramente
Dice que la satisface
La que dice que no quiere
Oir satisfacciones.
Tolom.
Ya
Que aquesta ocasion ofrece
El acaso de encontrarme,
Por mí mismo has de oirme: atiende.
Sirene.
No haré tal; que cortesana
Yo tambien, no quiero hacerte
El pesar de que no leas
El papel que te divierte
Tan á solas; y así es bien
(Porque él sea el que me vengue,
Mostrando cuán poco ó nada
Mis vanidades lo sienten)
Que pues leyéndole te hallo,
Que leyéndole te deje. (Vase.)
TOLOMEO, LIBIA.
Libia.
(Ap.) ¿Qué papel, cielos, será
El que la venga y la ofende?
Tolom.
Haces bien, pues, aunque vuelva
A lêrle una y muchas veces,
Una y muchas volveré
A dudar lo que contiene.
Libia.
(Ap.) Mi sufrimiento ¿qué aguarda?
Tolom.
(Lee.) «A mi servicio conviene...»
Libia.
(Adelantándose y asiendo á Tolomeo el papel.)
Suelta, ingrato.
[p. 399]Tolom.
¿Qué es aquesto?
Libia.
Saber qué papel es este.
Tolom.
Pues no lo has de saber, Libia.
Libia.
¿Cómo no?
Tolom.
Si es que merece
Algo contigo mi honor,
Si me estimas, si me quieres,
Débate yo la fineza
De no verle.
Libia.
¿Qué es no verle?
Si lo que á decirte vuelvo
Es que en el jardin no entres,
De cuya puerta la llave
Mi amor te entregó imprudente,
Hasta que una seña mia
Te asegure de Sirene,
Porque quejosa de tí,
Y de mí celosa, suele
Estar en él á deshoras;
¿Cómo, dí, ingrato, pretendes,
Hallándote con la misma
De quien recatarte debes,
Dándola satisfaciones,
Y diciéndola que aqueste
Papel la venga de tí,
Que sin mirarle le deje?
Tolom.
Aunque tienes razon, Libia,
Vive Dios, que no la tienes.
El papel ni á ella ni á tí
Toca, y en fin no has de verle.
Libia.
He de verle.
Tolom.
Mira...
Libia.
Aparta.
Tolom.
Considera...
[p. 400]Libia.
Quita.
Tolom.
Advierte,
No desatento...
Libia.
¿Tú?
Tolom.
Sí.
Libia.
¿De qué suerte?
Tolom.
Desta suerte.
Libia.
¿Tú conmigo tan grosero?
Tolom.
¿Tú conmigo tan aleve?
Los dos.
Suelta el papel.
(Parten entre los dos el papel.)
MARIENE, TOLOMEO, LIBIA.
Mariene.
¿Qué papel?
Tolom.
(Ap.) ¡Grave mal!
Libia.
(Ap.)¡Desdicha fuerte!
Tolom.
¿Qué pudiste engendrar, Libia,
Sino áspides y serpientes?
Libia.
¿Qué más áspides que celos?
Mariene.
¿Pues qué atrevimiento es este?
¿Así mi esplendor se agravia?
¿Así mi sombra se ofende?
¿Mi decoro se aventura,
Y mi respeto se pierde?
¿En mi casa, y á mis ojos,
Vuestras acciones se atreven
A profanar un palacio,
Templo de honor tal, que á verle
El sol no entrara, á no entrar
Con disculpa de que viene
[p. 401]A darle la luz; que el sol
Aun no entrara de otra suerte?
Dáme esa parte tú, y tú
Esotra: de ellas conviene
Informar á mi recato.
Tolom.
Que es una víbora advierte,
Que dividida en mitades,
Con cualquier extremo muerde.
Mariene.
Véte tú, Libia, de aquí.
Libia.
(Ap.) Piedad es el que me ausente,
Por no verla tan airada. (Vase.)
MARIENE, TOLOMEO.
Mariene.
Tú tambien, ¿qué aguardas? Véte.
Tolom.
Si por ventura han podido
Mis servicios merecerte
Sola una merced que sea
Capaz de muchas mercedes,
Rompe ese papel, y no
Le leas, señora: atiende
Que cuanto por verle ahora,
Darás despues por no verle.
Mariene.
¿Qué deseo de mujer
Se rindió al inconveniente?
Tolom.
El que advertido de mí
Sepa que, á fin diferente
De que llegase á tus manos,
Está inficionado ese
Papel de un mortal veneno,
Tan rigoroso y tan fuerte,
[p. 402]Que matará á quien le mire,
Que es la causa porque el lêrle
A Libia le defendia,
Viendo que entre estos laureles
Era ella quien le habia hallado,
No siendo ella á quien previene
Matar mi fe en tu servicio;
Que hay en él algun aleve,
Con quien se escribe Otaviano.
Y así, que de tí le eches,
Con lágrimas á tus piés,
Te suplico humildemente.
Mariene.
Quien advierte de un peligro
Nunca suplicando advierte,
Porque el beneficio manda,
Y no ruega: luego mientes;
Que si estos extremos haces
Cuando me acuerdas los bienes,
¿Qué dejas que hacer, qué dejas
Cuando los males acuerdes?
Letra del Tetrarca es,
Con que ya se desvanece
El que fuese tuyo, y ya,
Que viva ó muera, he de lêrle.
Tolom.
¡Ay infelice de tí!
Mariene.
Dice á partes desta suerte:
Muerte es la primer razon
Que he hallado: honor contiene
Esta. Marïene aquí
Se escribe. ¡Cielos, valedme!
Que dice mucho en tres voces
Marïene, honor y muerte.
Secreto aquí, aquí respeto,
Servicio aquí, aquí conviene,
[p. 403]Y aquí, muerto yo, prosigue.
Mas ¿qué dudo? ya me advierten
Los dobleces del papel
Adonde están los dobleces,
Llamándose unos á otros.
Sé, oh prado, lámina verde,
En que ajustándolos lea.
(Pone los pedazos en el suelo, y júntalos.)
(Lee.) A mi servicio conviene,
A mi honor y á mi respeto,
Que muerto yo, ¡hados crueles!
Deis... ¡con qué temor respiro!
Deis la muerte á Marïene.
Bien dijiste que era fiero
Tósigo y veneno fuerte,
Puesto que si no me mata,
Por lo ménos lo pretende.—
¿Quién este papel te dió?
Tolom.
Filipo, que con él viene
De Egipto. Pero, señora,
Estar satisfecha puedes
De su lealtad y la mia,
Pues los dos...
Mariene.
Otra vez mientes;
Que ni él ni tú sois leales.
Pues cobardes, pues aleves,
O viva ó muera, no sois,
Como debeis, obedientes
Al precepto de mi esposo.
¿Quién más es cómplice en este
Secreto?
Tolom.
Nadie, señora.
Mariene.
Pues mira lo que te advierte
Mi voz, que ninguno sepa,
[p. 404]Ni áun Filipo, que á entenderle
Llegué yo.
Tolom.
Un mármol seré. (Vase.)
MARIENE.
¡Oh infeliz una y mil veces
La que se ve aborrecida
De la cosa que más quiere!
¿En qué, amado esposo mio,
En qué mi vida te ofende,
Que te pesa de que viva
La que de adorarte muere?
Cuando yo tu libertad
Trato, y á imperios de nieve
Doy, Semíramis de ondas,
Babilonias de bajeles;
Cuando en mi imaginacion,
Despues que vives ausente,
Adorando estoy tu sombra,
Y á mis ojos aparente,
Por burlar mi fantasía,
Abracé el aire mil veces;
¿Tú en una obscura prision,
Funesto mísero albergue,
En vez de abrazar mi imágen,
Estás trazando mi muerte?
O te quiero ó no. Si no
Te quiero, ¿no es más decente
A un noble, que de mujer
Que le olvida no se acuerde?
[p. 405]Y si te quiero, ¿por qué,
Despues de muerto, pretendes
Que muera? ¿No sabré yo,
Sin mandarlo, obedecerte?
Luego olvidando ¡ay de mí!
O queriendo, de una suerte
Ofendes tu vanidad,
O mi gratitud ofendes.
Si del mundo el mayor monstruo
Me está amenazando en ese
Encuadernado volúmen,
Mentira azul de las gentes,
Y tú me matas, será
Bien decirse de tí que eres
El mayor monstruo del mundo.
¡Mas ay! que en llegando á este
Término, no se qué nuevo
Espíritu me enfurece;
Y pues me tocan al alma
Afectos tan diferentes
De los mios, ¡plegue al cielo,
Fementido esposo aleve,
Que el socorro que te envío
Nunca á tomar puerto llegue!
Entre las Sirtes y Scilas
De Egipto á pique le echen
Los zozobrados embates,
Los contrastados vaivenes
De las ráfagas de Eolo,
O los sepulcros de Tétis.
No sólo en tu libertad
Milite, pero de suerte
Irrite á Otaviano, que
Apresurando tu... ¡Tente,
[p. 406]Lengua! no su muerte digas;
Basta que él diga mi muerte;
Que una cosa es ser quien soy,
Y otra ofenderme él. ¡Oh plegue
Al cielo que victoriosa
Tan en su favor navegue
La armada de tu socorro,
Que sobre el puerto de Ménfis
En tan grande estrecho ponga
La confusion de sus gentes,
Que temerosa de que
Las mias sus muros entren
A sangre y fuego, á partido
Reducidas, me lo entreguen
Vivo, para que á mis brazos...!
Pero ¿qué digo? Suspende,
Lengua, otra vez el acento,
Si no es que decir intentes:
«A mis brazos, para que
Vengativa é impaciente
En ellos le haga pedazos.»
—¡Ay de mí! ¡qué fácilmente
De un extremo á otro se pasan
En afectos de mujeres
Las lástimas á ser iras,
Y los favores desdenes!
De mujeres dije; pero
Dije mal, que excluirse deben
Las mujeres como yo
De lo comun de las leyes.
Y pues piadosas en una
Parte y en otra crueles
Mis ánsias lidian, en tanto
Tropel como me acomete
[p. 407]De divididos afectos,
De encontrados pareceres
Y opuestas obligaciones;
¡Déme el cielo industria, déme
Medio el hado, para que
Tanto unas como otras temple,
Que como esposa ofendida,
Y como reina prudente,
Cumpla con el mando, y cumpla
Conmigo, cuando á ver lleguen
Cielo, sol, luna y estrellas,
Astros y signos celestes,
Montes, mares, troncos, plantas,
Hombres, fieras, aves, peces,
Que como reina perdone,
Y como mujer me vengue!
[p. 408]
Judíos, músicos, y luego MARIENE, soldados romanos, EL CAPITAN, y OTAVIANO.
Judíos.
(Dentro.) Viva Otaviano.
Músicos.
(Dentro.)Viva.
Judíos.
(Dentro.) Y en los campos de Oriente...
Músicos.
(Dentro.) Y en los campos de Oriente...
Judíos.
(Dentro.) Ciñan su augusta frente...
Músicos.
(Dentro.) Ciñan su augusta frente...
Judíos.
Sacro el laurel, pacífica la oliva.
(Tocan cajas destempladas.)
Mariene.
(Dentro.) La aclamacion festiva
Convertida en lamento
De mísero concento,
Diga en mi pena fiera
Que muera yo donde mi esposo muera.
Solds.
(Dentro.) A tierra, á tierra.
(Salva y chirimías dentro.)
Capitan.
(Dentro.)Marche,
Inspirado el clarin, herido el parche,
A la ciudad en órden nuestra gente.
(Salen Otaviano, el Capitan y soldados romanos.)
Otavian.
Salve, tú, oh gran metrópoli de Oriente,
[p. 409]Jerusalen divina.
Salve, oh tú, emperatriz de Palestina
Y del Asia señora,
Que en el rosado imperio del aurora,
Con luciente voz muda
El sol en su primera edad saluda.
Salve otra vez, y admite
Tu César, cuyo nombre, que compite
Al tiempo y al olvido,
Dos veces al laurel restituido,
Pisa tu arena: una
En favor del poder y la fortuna;
Y otra, por más blasones,
A pesar de traidoras sediciones;
Pues cuando presumias
Que del romano yugo sacudias
La cerviz con haber hoy enviado
A Aristóbolo tanto leño alado
A librar tu Tetrarca,
Yo como en fin caudillo de la parca,
Habiéndole encontrado en el camino,
Y á fuerza del destino
Dejádole su armada
En las costas de Jafa derrotada,
Llego á tí, donde intento
Que el primer escarmiento
Que tu muralla vea,
De tu Tetrarca la cabeza sea;
A cuyo fin, por más infeliz suerte,
Su muerte dilaté, porque su muerte
Le dé terror más fiero,
Y más al filo de este infausto acero[15],
[p. 410]Desagraviando de camino aquella
Que ofendió, soberana deidad bella.
De ese, pues, bajel donde
Más le sepulta el buque que le esconde,
A tierra le sacad con el criado,
Que tambien, por haberme á mí engañado,
Y que él era Aristóbolo fingido,
Ha de morir. ¿Mas qué confuso ruido
(Vanse los soldados, y suenan á un lado cajas y á otro música.)
De músicas en una
Parte se escucha? ¿Quién (en otra alguna
Sedicion) cajas toca destempladas,
Repitiendo encontradas,
Allí con voz altiva...?
Judíos y
Músicos.
(Dentro.) Viva Otaviano, viva.
Otavian.
Y allí con voz severa...
Mariene.
(Dentro.) Y muera yo donde mi esposo muera.
Capitan.
De la ciudad abiertas
A tu salva, señor, miro dos puertas
Que de aquí se divisan,
Y várias de un extremo en otro avisan;
Que por una de hombres el festivo
Vulgo, aclamando tu renombre altivo,
A recibirte sale;
Y porque el llanto al regocijo iguale,
Por otra, negros lutos arrastrando,
Y haciendo las mujeres nuevo bando,
Salen tambien diciendo,
En ambos coros uno y otro estruendo...
Judíos y
Músicos.
Viva Otaviano, viva;
Y en los campos de Oriente
[p. 411]Ciñan su augusta frente
Sacro el laurel, pacífica la oliva.
Mariene.
(Dentro.) La aclamacion festiva,
Convertida en lamento
De mísero concento,
Diga de otra manera,
Que muera yo donde mi esposo muera.
Salen, por un lado, FILIPO, con una fuente y en ella unas llaves, y TOLOMEO con otra, y en ella un laurel; y por el lado opuesto, MARIENE y damas, vestidas de luto, con un velo en el rostro; judíos, músicos.—Dichos.
Tolom.
Pues la ciudad no tiene
Más medio, aunque lo sienta Marïene,
Fuerza es rendirnos. Llega,
Y tú las llaves y el laurel entrega.
Filipo.
(A Otaviano.)
En albricias del fin de penas tantas,
Jerusalen, señor, hoy á tus plantas
Sus llaves rinde...
Tolom.
Y su laurel y oliva...
Los dos.
Diciendo á voces...
Todos.
Otaviano viva.
Mariene.
A tus piés infelice
Llega tambien quien afligida dice,
Bien que en cláusula ménos lisonjera,
Que muera yo donde mi esposo muera.
Otavian.
En extremos tan raros,
[p. 412]Que agradeceros tengo y que estimaros
A vosotros;—mas no que agradeceros
(A Mariene.)
Ni estimaros á vos, llegando á veros
Con señas tan funestas,
De mis aplausos perturbar las fiestas.—
Marche el campo.
(Vuelve la espalda, y ella le detiene.)
Mariene.
Primero
Me has de escuchar.
Otavian.
Si enternecer no espero
Mis iras, ¿para qué con ellas luchas?
Mariene.
¿Para qué tú gobiernas si no escuchas?
Otavian.
Dices bien, oirte quiero; mas no ignoro
Que tampoco es respeto ni decoro
Que tapada escucharte haya, sin verte.
Mariene.
Tambien tú dices bien: ahora advierte.
(Quítase el velo.)
Otavian.
(Ap.) ¡Cielos! ¿qué es lo que veo?
¿De cuándo acá tomó cuerpo el deseo?
Mariene.
(Ap.) ¡Cielos! ¿qué es lo que miro?
Todo el aliento al corazon retiro
Al verme en su presencia descubierta.
Otavian.
(Ap.) ¿No es esta la beldad que adoré muerta?
Mariene.
(Ap.) Suspensa al verle quedo.
Otavian.
(Ap.) Al mirarla, ni crêr ni dudar puedo.
Tolom.
(Ap.) ¿Qué extremo es este? ¡Ay infeliz! sin duda
Viene á que el César á vengarla acuda
De aquel rigor. ¿No basta, pena mia,
Presa á Libia tener desde aquel dia,
Sino querer ahora
Descubrir el secreto?
Filipo.
(Ap.)Pues ignora
[p. 413]A qué fué mi venida,
No hay que temer, segura está mi vida.
Mariene.
(Ap.) Mal cobarde me aliento.
Otavian.
(Ap.) Mal osado me animo.
Mariene
(Ap.) Mas ¿por qué me reprimo?
Otavian.
(Ap. ¿Pero por qué lo que he de estimar siento?)
Mujer, ¿qué quieres?
Mariene.
Que me estés atento.
Otavian.
¿Qué aguardas pues?
Mariene.
Escucha.
(Ap. Mucha es mi turbacion.)
Otavian.
(Ap.) Mi pena es mucha,
Pues la muerta ceniza es viva llama.
Mariene.
Inclito César, cuya heroica fama...
Soldados que traen al TETRARCA y á POLIDORO.—Dichos.
Un Sold.
Con el criado aquí el Tetrarca viene.
Tetrarc.
(Ap á Polidoro.)
¡Qué miro! ¿con el César Marïene?
¿Pues no bastaba ¡cielos!
Ir á morir, sino á morir de celos?
Polidor.
¿Qué son celos? ¡pluguiera
A Baco, para mí celos hubiera,
Y no hubiera un garrote
Que anda desde la nuez hasta el cogote,
Ya haciéndome cosquillas!
Otavian.
Su castigo
Diré despues: prosigue.
Mariene.
Ya prosigo.
[p. 414]Inclito César cuya heroica fama
Al alcázar se eleva de la luna,
Cuando con labios de metal te aclama
Su Júpiter, y dios de la fortuna:
Si cuando él á relámpagos se inflama,
El íris le serena, en mi importuna
Suerte que eres mi Júpiter se vea,
Y el íris de mi paz tu laurel sea.
Y pues tu nombre en láminas se escribe,
Que el tiempo que más vuela, que más corre,
Ni con las torpes alas le derribe,
Ni con las plantas trágicas le borre;
Vive piadoso, generoso vive.
Y del sol coronada la alta torre
Que al águila de Roma le dió nido,
Verás triunfar del tiempo y del olvido.
Yo soy la desdichada Marïene...
Dijera bien la desdichada esposa
De ese, contra quien ya tu ceño tiene
Blandida la cuchilla rigorosa.
Si una línea de púrpura detiene
Del más noble animal la más furiosa
Accion, deten tú el paso á tus enojos,
Pues son líneas de púrpura mis ojos.
Mas ¡ay! que en vano á tus piedades pido
La vida que has de darme generoso;
Que eres Rey, y has de ser compadecido;
Que eres valiente, y has de ser piadoso;
Que eres noble, has de ser agradecido;
Que eres tú, y has de ser tan victorioso
Que conozcas que alcanza ménos gloria
El que con sangre mancha la victoria.
No pues el que te espera heróico asiento
Construyas en cadalso duro y fuerte,
[p. 415]No el triunfal carro en triste monumento,
No el fausto en ceremonias de la muerte,
No la música en mísero lamento,
No la felicidad en triste suerte,
La gala en luto, en pena la alegría.
No eches á mal tan venturoso dia.
Entra triunfando, pero no venciendo,
Entra venciendo, pero no vengando;
Que más aplausos has de ganar, entiendo,
Perdonando, señor, que castigando:
Halle piedad la que lloró pidiendo,
Halle piedad la que pidió llorando;
Y pues son dos, siquiera una reciba,
O que yo muera, ó que mi esposo viva.
Tetrarc.
(Ap.) ¿Quién de dos muertes sitiada
Vió su vida tan á un tiempo,
Que negada ó concedida,
De cualquiera suerte muero?
Polidor.
(Ap.) ¡Hay tal infamia! ¡que llore
Por su marido, pudiendo
Llorar por mí, que á estas horas
Más de sentenciado tengo
La cara que él!
Otavian.
(Ap.Bien se deja
Ver que Aristóbolo al trueco
Del criado, y ver que estaba
En el retrato suspenso,
Fingiendo ser muerta, quiso
Desvanecer mis afectos.
Por mí, por ella y por él
Importa que satisfecho
Viva, pues ha de vivir.
¿Adónde hallará el ingenio
Disculpas para un marido
[p. 416]Que es plática de tal riesgo,
Que áun satisfaciendo agravia?
Mas no hablando con él, puedo
Darle á él la satisfaccion.)
Alzad, señora, del suelo.
Una vida me pedís,
Y aunque es verdad que lo siento,
Enmiende el pesar de oiros
El gusto de obedeceros.
Mas no me lo agradezcais;
Que si una vida os ofrezco,
Es porque os debo una vida,
Sin saber á quién la debo.
Vuestro hermano, entre otras joyas,
Perdió este retrato vuestro,
Y sin saber cúyo fuese
(De que hago testigo al cielo,
Y á cuantos dioses adoro),
Sólo por ser tan perfecto,
Mandé á un pintor que me hiciese
Dél una imágen de Vénus.
Esta pues, constituida
Ya una vez en deidad, viendo
Un peligro en que me hallaba
(Decir cuál fuese no quiero,
Porque olvidaré el perdon
Si del delito me acuerdo),
Dél me libró; de manera,
Que aunque Vénus fuese el dueño
Del acaso, fuisteis vos
Del acaso el instrumento;
Y así en términos pagando
El haberos interpuesto
Entre otro acero y mi vida,
[p. 417]He de hacer con vos lo mesmo,
Hoy que os advierto interpuesta
Entre otra vida y mi acero.
Viva vuestro esposo, y no
Solamente viva, pero
A su honor restituido;
Y por no dejar á riesgo
Vuestros ojos de que lloren
Otra vez, ni oiros ni veros
En mi vida... (Ap. La voz miente,
No el alma.) perdon concedo
A vuestro hermano, y á cuantos
En este levantamiento
Cómplices fueron; y en fin,
Porque ni al llanto ni al ruego
Quede nada que pedirme,
Aun vuestro retrato os vuelvo;
Que no es decoro ser mio,
El dia que sé que es vuestro.
Tomad, pues. (Dásele.)
Mariene.
Vivas los siglos
Del Fénix.
Tetrarc.
Y tan eternos
Como deseará esta vida,
Que ya como tuya ofrezco,
Porque el ser dádiva tuya
Le crezca el merecimiento
A Marïene.
Mariene.
¡Felice,
Dulce esposo, amado dueño,
El dia que vuelvo á verte
En mis brazos! Quien en ellos...
(Ap. Mas no, que el de mi decoro
No es el de mi sentimiento.)
[p. 418]Tetrarc.
(Ap.) ¡Qué dichosos desengaños!
Haber sabido, el primero,
El acaso del retrato,
Y el segundo hallar secreto
Aquel rigor que fié
De Filipo y Tolomeo.
Tolom.
(Ap.) Ya ¿qué tengo que temer?
Pues anda tan fina, es cierto
Que tener quiere su enojo
En la cárcel del silencio.
¡Y luégo dirán que no hay
Mujer que guarde secreto!
Así me sucedan bien
Los medios que tengo puestos
En la libertad de Libia,
De que avisada la tengo
Con el mismo que esta noche
Ha de abrir el aposento
Para que pueda librarla.
Otavian.
Mi tienda armad; que no quiero
Entrar en Jerusalen
Hasta que el recibimiento
De imperial triunfo aperciba.
(Ap. Hermoso prodigio bello,
¿Qué me sirve haberte hallado,
Si cuando te hallo te pierdo?)
Mariene.
Hasta dejarle en su tienda,
Vamos todos.
Tetrarc.
Yo el primero,
Como el más interesado,
Seré quien vaya diciendo:
¡Viva Otaviano!
Todos.
(Música.)Viva,
Y en los campos de Oriente
[p. 419]Ciñan su augusta frente
Sacro el laurel, pacífica la oliva.
¡Viva Otaviano, viva!
(Vanse todos, menos Polidoro y unos soldados.)
POLIDORO, soldados.
Sold. 1.º
¿Por qué vos, pues perdonado
Estais, en su seguimiento
No vais, dándole con todos
Las gracias?
Polidor.
Porque no quiero;
Que tan gran superchería
Como conmigo se ha hecho,
No se hiciera, vive Apolo,
No digo yo con un negro,
Pero ni con un capon,
Que áun es muchísimo ménos,
Cuanto va desde ser hombre,
A sólo empezar á serlo.
Sold. 1.º
¿Qué superchería?
Polidor.
¿No fuisteis
Vos quien me dijo, viniendo,
Que venía á ser ahorcado?
Sold. 1.º
Yo lo dije.
Polidor.
¿Pues qué es ello?
¿Es bien hacerme caer
En falta con todo un pueblo,
Que estaba ya convidado?
¿Es juego de niños esto?
—Venga usted á ser ahorcado.
[p. 420]—Vaya usted, que ya está absuelto.—
¿Qué ha de decirse de mí,
Sino que soy un grosero,
Y no valgo cuatro cuartos
Para ahorcado? Y fuera desto,
¿Qué ahorcado no es como un pino
De oro, en el comun lamento
De las viejas que le lloran?
¿Está por ventura el tiempo
Para no ser pino de oro,
Siquiera por un momento?
La costa que tenía hecha,
De más de cuatro mil gestos,
Para escoger los que habia
De ir por el camino haciendo,
¿Qué he de hacer della? Y despues,
¿Qué dirán de mí los ciegos,
Que la jácara tendrán
Escrita ya de mis hechos?
Ello, he de morir ahorcado;
Que mi honra es lo primero:
Y así, ustedes no se cansen,
Que aunque les pese, he de hacerlo.
Pues luégo ¡es bobo el delito,
Sino oir al pregonero:
«Esta es la justicia, á este hombre
Por príncipe contrahecho!»
Sold. 1.º
Ande el menguado.
Sold. 2.º
Este es loco.
Polidor.
Hablemos bien, caballeros;
Que no es loco ni menguado
Quien tiene mi entendimiento.
Sold. 1.º
Dejarle para quien es.
Polidor.
Han de ahorcarme, ó sobre eso
[p. 421]Me mataré con mi padre,
Con mi tio y con mi abuelo:
Y para satisfacer
Hoy á todo el universo
De que no queda por mí,
A voces iré diciendo:
«Esta es la justicia, á este hombre
Por príncipe contrahecho.»
Sold. 1.º
Pues por vida...
Polidor.
¿Qué me jura?
ARISTÓBOLO.—Dichos.
Aristób.
Polidoro, pues ¿qué es esto?
Sold. 2.º
No es nada.
Polidor.
No sino mucho.
Aristób.
¿Qué es, dí?
Polidor.
Un atrevimiento,
Y un desacato muy grande,
Que aquí contigo se ha hecho;
Pues siendo yo tu persona
Ahorcarme quisieron éstos,
Y no pudo ser á mí
Cuando yo no era yo mesmo,
Porque hacía tu papel.
Aristób.
Pues si conmigo es el duelo,
Satisfecho le perdono,
Porque no te quejes dellos.
¿Dónde está el Emperador?
Sold. 1.º
En su tienda.
Aristób.
Pues yo quiero
[p. 422]Irle á agradecer la vida
A la piedad de su pecho.
Polidor.
Yo sabré de aquí adelante
El papel que represento. (Vanse.)
Aposento retirado en el palacio de Heródes, en Jerusalen.
EL TETRARCA, MARIENE, acompañamiento.
Tetrarc.
Despues de darme la vida,
Que yo tan á costa compro
De los agravios que callo,
De las desdichas que lloro,
Torciendo las blancas manos,
Humedeciendo los ojos,
Turbada la voz del pecho,
Pálido el color del rostro,
Hasta el palacio has llegado,
Y en él á lo más remoto
De sus cuartos. Pues ¿qué es esto?
Mira que es afecto impropio
Del beneficio cobrarle
Tan presto: no rigoroso
Tu pecho aquel bruto sea,
Que viendo el veloz arroyo
De una fuente inficionado
Del áspid, noble y piadoso
La enturbia porque no beba
El caminante, que absorto
De ver enturbiar la plata,
[p. 423]Que le brindó con sonoro
Acento á beber cristal
En penada copa de oro,
Maldice al bruto, ignorando
El favor: yo así dudoso,
No agradeceré la vida,
Si con agravios la logro;
Que es turbar los beneficios
Embozarlos con enojos.
Mariene.
Ya hemos llegado hasta el cuarto
Prevenido. Salíos todos.
(Vase el acompañamiento.)
Tú tenme abierta esa puerta,
En tanto que yo dispongo
Cerrar esotra.
Tetrarc.
(Ap.)¿Fortuna,
Qué es esto?
Mariene.
Ya estamos solos.
Tetrarc.
¿Qué miras?
Mariene.
Miro el puñal,
Que del reloj presuroso
De mi vida fué el volante.
Tetrarc.
En un peligro notorio
De mi vida, le perdí.
Mariene.
Pues escucha.
Tetrarc.
Ya te oigo.
Mariene.
Bien pensarás, oh cobarde
Amante, oh tirano esposo,
Aleve, cruel, sangriento,
Bárbaro, atrevido y loco,
Bien pensarás que pedir
A aquel monarca famoso,
A aquel valiente romano,
A aquel capitan heróico,
[p. 424]Cuya vida el ave sea
Que en sagrado mauseolo
Nace, vive, dura y muere,
Hijo y padre de sí propio,
La tuya, comprada á precio
De suspiros y sollozos,
Ha sido piedad y amor
De mi pecho generoso;
Pues no ha sido, no, piedad,
Ni amor, afecto rabioso
Y venganza sí, porque
No hay otro estilo, no hay otro
Camino de castigar
Un ingrato pecho, como
Pagarle con beneficios,
Cuando ofende con enojos;
Que merced hecha á un ingrato,
Más que merced es oprobio.
No pues por librarte, no,
Del veneno riguroso
Turbé el cristal, aprendiendo
Piedades del unicornio;
Antes, para que le bebas,
Te le enturbié con embozos;
Y al reves de la piedad
De aquel animal piadoso
Procedí, pues él cubrió
El beneficio de polvo,
Y yo de halagos la ofensa:
¡Mira lo que hay de uno á otro,
Que él desdora las piedades,
Y yo las crueldades doro!
No me diera, no, venganza
Verte morir, cuando noto
[p. 425]Que es la muerte en los afanes
Ultima línea de todos;
Verte vivir, sí, ofendido,
Aborrecido y quejoso;
Porque en el mundo no hay
Castigo más riguroso
Para un ingrato, que verse
Olvidado de lo propio
Que se vió amado: el que llega
Á esto, ¿cómo vive? ¿cómo?
Fuera desto, por mí misma,
Por mi honor, por mi decoro,
Pedí tu vida, encubriendo
Las causas con que me enojo,
Que saben todos quién soy,
Y quién eres uno solo;
Y no por ganar con uno,
Habia de perder con todos.
Tu vida pedí en efecto,
Porque sepas que no ignoro
Que has vivido en esta ausencia
De mi muerte cuidadoso.
Este papel, esta firma
Te convenza. ¡Con qué asombro
Le miras, quedando viva
Estatua de nieve y plomo!
En mi mano está: no tienes
Que examinar estudioso
Cómo vino á ella, porque
La tierra, viendo el adorno
Y la hermosura que debe
A ese cristalino globo,
Que parte la luna á giros,
Que el sol ilumina á tornos,
[p. 426]Le ofreció de no encubrirle
Nada en su centro más hondo;
Que áun los cielos, con ser cielos,
Dan las mercedes á logro.
¿Tú eres (¡aquí de mi aliento!)
Tú (desmayo al primer soplo,
Con mis lágrimas me anego,
Con mis suspiros me ahogo)
De Jerusalen Tetrarca?
¿Tú eres rama de aquel tronco?
¡Qué bien dice aquel que dice
Que eres bajo y afrentoso
Idumeo, cuya cuna
Bárbara es! ¿Qué más apoyo
Desta opinion, que tus celos,
Infames como alevosos?
¿Qué fiera la más cruel,
Qué bruto el más riguroso,
Qué pájaro el más aleve,
Qué bárbaro el mas ignoto
Mató muriendo? pues ántes
De hombres, fieras y aves oigo
Que mueren dando la vida.
Dígalo en bramidos roncos
La víbora, que mordiendo
Sus entrañas, poco á poco
Se despedaza, sacando
Muchas vidas de un aborto.
Dígalo el ave que muestra
El pecho en mil partes roto,
Y por dar la vida, muere
Desangrada entre sus pollos.
Dígalo el bárbaro, pues
Que al peligro más notorio
[p. 427]Expuesto el pecho, á su espalda
Pone á su esposa, y piadoso
Es escudo de su vida
Contra la pluma y el plomo.
Mas tú, más que todos fiero;
Mas tú, más bruto que todos;
Mas tú, más bárbaro, en fin,
No solo apénas, no solo
Favoreces lo que amas;
Pero avaro de los gozos,
Aun muriendo no los dejas:
Bien como el que codicioso
Amante de sus riquezas,
Porque no las goce otro,
Manda que despues de muerto
Le entierren con su tesoro.
Supongo que fué fineza
Este decreto, supongo
Que fué con celos; que nada
Quiero dejar en tu abono:
¿Quién muriendo, pues, previno
Avariento ó cauteloso,
Llevar desde aqueste mundo
Prevenciones para el otro?
Si es nuestra vida una flor
Sujeta al más fácil soplo
De los alientos del austro,
De los suspiros del noto,
Que en espirando ella, espira
Todo cuanto vemos, todo
Cuanto gozamos; ¿qué error
Dispuso que tú celoso
Prevengas para el sepulcro
Las riquezas y los gozos?
[p. 428]¿Qué hazaña de amor es esta?
Y pues examino y toco
Que podrá vivir mi pecho
Más seguro y más dichoso
Aborrecido que amado,
Desde aquí á mi cargo tomo
El hacer que me aborrezcas;
Que aunque pudiera con otro
Medio huir de tí, y vivir
En el clima más remoto
(Donde el sol avaramente
Dispensa sus rayos rojos,
Ú donde pródigo abrasa
Menudas arenas de oro)
Más feliz sin tí y conmigo,
No he de dar con tal divorcio
Que decir al mundo, y esto
Se quedará entre nosotros.
En tu vida, ni en mi vida
Me has de mirar sin enojos,
Me has de hablar sin sentimientos,
Me has de escuchar sin oprobios,
Ver sin suspiro los labios,
Ver sin lágrimas los ojos;
Y este obscuro velo puesto
Siempre delante del rostro,
Estorbará el que te vea,
Siendo mis reales adornos
Eternamente este luto;
Y en aquese cuarto solo
Viviré con mis mujeres
Guardando viudez en todo.
Y nunca me entres en él,
Que por los dioses que adoro,
[p. 429]Que de la más alta almena
Me arroje al sepulcro undoso
Del mar, donde infelizmente
Me oculte en su centro hondo.
Y no me sigas, porque
Te miro con tanto asombro,
Con tanto temor te hablo,
Con tanto pavor te oigo,
Que pienso que ya se cumple
De aquel judiciario docto
El hado; pues si él me dijo
Que tu acero prodigioso,
Y el mayor monstruo del mundo
Me amenazan, hoy conozco
La verdad, pues si entras dentro,
Huyendo del uno al otro,
O me ha de matar tu acero,
O el mar, que es el mayor monstruo.
(Vase, y cierra la puerta.)
EL TETRARCA.
¡Hasta aquí pudo, hasta aquí
Llegar un hado cruel!
El papel mismo, el papel
Que con Filipo escribí
A Tolomeo ¡ay de mí!
¿Tiene Marïene? ¡fuerte
Dolor! Y ella ¡injusta suerte!
De mi rigor ofendida,
Me ha dilatado la vida,
[p. 430]Por dilatarme la muerte.
No me quejo del rigor
Con que se queja á los cielos:
Bien lo merecen mis celos,
Bien lo merecen mi amor.
Mas quéjome de un traidor
Tan aleve y tan cruel...
Mas ¡ay de mí! que no es dél
La culpa, que sólo es mia,
Que esto merece quien fía
Sus secretos de un papel.
Ni sé qué hacer, ni decir:
Que entre uno y otro pesar,
Ya ni me puedo quejar,
Ni dejarlo de sentir.
Desenojarla es mentir,
Porque es mi amor de manera,
Mi pasion tan dura y fiera,
Que si en tanta confusion
Hoy volviera á la prision,
Hoy al delito volviera.
Porque ella, al fin, no ha de ser,
Ni vivo, ni muerto yo,
De otro nuevo dueño, no;
Que mi amor se ha de ofender,
Aunque no lo llegue á ver.
En parte gusto me ha dado
El que se haya declarado,
Pues en esta ocasion ya,
Sin escándalo estará
Siempre este cuarto cerrado.
Cerraréle por de fuera,
Y yo mismo no entraré
En él, porque áun yo no sé
[p. 431]Si á mí otros celos me diera.
Y sí hiciera, sí, sí hiciera,
Pues si á mirarme llegara
En sus brazos, y pensara
Que era tan dichoso, allí
Me desconociera á mí,
Y que era otro imaginara.
De suerte que mis desvelos,
Enseñados á desdichas,
Tuvieran miedo á mis dichas,
Pues ellas me dieran celos.
¿Quién son estos desconsuelos,
Quién es aqueste rigor,
Cuya pena, cuyo horror,
Que no es, discurso prolijo,
Ni envidia, ni amor, es hijo
De la envidia y del amor?
Hecho de heridos despojos,
Tiene de sirena el canto,
Y de cocodrilo el llanto,
De basilisco los ojos,
Los oidos, para enojos,
Del áspid: luego bien fundo,
Siendo monstruo sin segundo
Esta rabia, esta pasion
De celos, que celos son
El mayor monstruo del mundo.
FILIPO, TOLOMEO.—EL TETRARCA.
Filipo.
¿Cómo te daré, señor,
El parabien de tu vida?
[p. 432]Tetrarc.
Viendo la tuya rendida
A manos de mi rigor.
Filipo.
¿En qué te ofendí?
Tetrarc.
Traidor,
Poco leal, ménos fiel,
¿Qué hiciste, dí, de un papel
Qué...?
Tolom.
(Ap.)Ya mis desdichas creo.
Filipo.
¿No era para Tolomeo?
Tetrarc.
Sí.
Filipo.
Pues él te dirá dél.
Tolom.
(Ap.) ¡Qué poco duró (¡ay de mí!)
El secreto en la mujer!
Tetrarc.
Dí tú, traidor.
Tolom.
(Ap.)¿Qué he de hacer?
Tetrarc.
Un papel que te escribí,
¿Qué es dél?
Tolom.
(Ap.La verdad aquí
Es la disculpa mejor.)
Una dama...
Tetrarc.
Dí.
Tolom.
Señor,
A quien sirvo para esposa...
Tetrarc.
Prosigue.
Tolom.
De mí celosa
(Necios delitos de amor),
Me le quitó de la mano,
Y ella...
Tetrarc.
No prosigas, no,
Y castigue ese error yo...
Filipo.
Tente, señor.
Tetrarc.
Por mi mano.
Tolom.
Ya esperar aquí es en vano.
La fuga mi vida guarde.
[p. 433]Filipo.
Huid, Tolomeo.
Tetrarc.
¡Ah cobarde!
Si al mismo cielo te subes,
Campaña serán las nubes
Que hagan de mi honor alarde.
(Huye Tolomeo, y síguele Heródes, á quien procura detener Filipo.)
Campo, y en él la tienda de Otaviano.
TOLOMEO, huyendo, y FILIPO, deteniendo al TETRARCA.
Tolom.
¿Dónde de tanto rigor
Estaré seguro? (Éntrase en la tienda.)
Filipo.
Advierte
Que huyendo tu acero fuerte,
Al campo salió, señor,
Y ya del Emperador
Hasta la tienda ha llegado.
Tetrarc.
Pues válgale ese sagrado
Por ahora; aunque no sé
Cómo un punto viviré
Ofendido y no vengado. (Vanse.)
OTAVIANO y TOLOMEO, saliendo de la tienda.
Otavian.
Hombre, que turbado y ciego,
Robado el color, y puesta
La mano en la espada, osas
Haber entrado en mi tienda,
Cuando he mandado que todos
Solo me dejen en ella
Con mis pesares: si acaso
Alguna traicion intentas.
Buena ocasion has hallado.
¿Qué aguardas?
Tolom.
Detente, espera,
Que es lealtad, y no traicion,
La que á este trance me fuerza.
Otavian.
¿Quién eres?
Tolom.
Soy un soldado,
Hijo infeliz de la guerra,
Que llegué por mis servicios
A ser capitan en ella
De las guardias del Tetrarca,
Y de Sion en su ausencia
Gobernador.
Otavian.
¿Qué pretendes?
Tolom.
No mi vida, aunque pudiera,
La de Marïene sí,
Que es mi señora y mi Reina.
Otavian.
Buenas cartas de favor
Traes. Dí, y lo que fuere sea.
Tolom.
(Ap. ¡Oh Libia, cuánto el empeño
[p. 435]De tu libertad me arriesga,
Pues por tí de una verdad
He de hacer una cautela!)
El Tetrarca enamorado
Tanto de su esposa bella
Vivió, que intentó pasar
A la práctica experiencia,
De que á amores y privanzas,
Cuando sus aumentos llegan,
Es de la felicidad
Declinacion la tragedia.
Viendo, pues, que de su muerte
Pronunciada la sentencia
Estaba; y viendo que tú,
Enamorado de verla,
En dos retratos la amabas
(Que todo aquesto me cuenta
Quien trajo una carta), aleve
Dispuso mandarme en ella
Que yo, como quien aquí
La asistia de más cerca,
La atosigase y matase:
Cuyos celos de manera,
Al verla hoy viva y contigo,
Crecieron con la sospecha
De que por ella tomaste
A Jerusalen la vuelta;
Que en vez de que agradeciese[16]
El que su vida pidiera
Con tantas ánsias, llegó[17]
Con ella á palacio apénas,
Cuando en un obscuro cuarto
[p. 436]La encerró, y con saña fiera
Conmigo embistió á matarme,
Por no haberla hallado muerta.
Dél es de quien vengo huyendo
A darte la infeliz nueva
De que Marïene está
Por tí en tanto riesgo puesta,
Que no tiene de su vida,
Seguridad; pues es fuerza,
Quien en ausencia lo manda,
Que lo ejecute en presencia.
Pues eres César, señor,
Y tan generoso César,
Que para victorias tuyas
Faltan plumas, faltan lenguas,
Del poder deste tirano
La saca, porque te deba
El sol su mejor aurora,
La aurora su mejor perla,
La tierra su mejor sol,
Y el cielo su...
Otavian.
Cesa, cesa;
Calla, calla, no prosigas,
No en la persuasion me ofendas.
¡Expuesta Mariene, cielos!
¿Y por mi ocasion expuesta
Á tanto riesgo? ¿Qué aguardo?
No soy quien soy, si por ella
No pierdo la vida. Iré
Donde... (Ap. Mas con más prudencia
Lo he de mirar; que no es bien
Que la informacion primera
Me lleve tras sí, y más cuando
No es cobarde la sospecha
[p. 437]De todos estos.) Soldado,
Mira si verdad me cuentas.
Tolom.
Tanto, que á la misma torre
Adonde encerrada, presa
Y afligida está, señor,
Te llevaré á que la veas,
Luego que baje la noche
De pardas sombras cubierta.
Otavian.
¿A la misma torre?
Tolom.
Sí,
Porque yo tengo...
Otavian.
Dí apriesa.
Tolom.
(Ap. ¡Para qué de cosas sirve
Hoy mi amor!) Llave maestra
De sus jardines. Si acaso
De mi lealtad te recelas,
Lleva tus guardas contigo
Y todo el palacio cerca,
Para que en cualquiera trance,
Llegando una vez á verla,
Como he dicho, en su socorro,
Asegures su defensa.
(Ap. Y yo la vida de Libia,
Pues que no dudo que puesta
La ciudad en confusion,
Podré ir á favorecerla.)
Otavian.
Tan á los reparos sales,
Que ya nada dudo; y sea
En fin lealtad ó traicion,
Por verte, Mariene bella,
Iré, y si es á darte vida,
Quiera amor que lo agradezcas. (Vanse.)
[p. 438]Habitacion de Mariene.
MARIENE, SIRENE; damas, unas con luces, que pondrán en un bufete, y otras con azafates.
Mariene.
Dejadme morir.
Sirene.
Avierte
Que esa pena, ese dolor,
Más que tristeza es furor,
Y más que furor es muerte.
Mariene.
Es tan fuerte
Mi mal, es tan riguroso,
Que no me mata de fiel,
Sin ver él
Que ser conmigo piadoso,
No es dejar de ser cruel.
Dama 1.ª
Ya que aborreciendo el lecho,
En el jardin te has estado
Hasta esta hora, dé el cuidado
Blandas treguas al despecho.
Mariene.
Mal sospecho
Que pueda el sueño aliviar
Mi pesar;
Pero, porque no pagueis
La culpa que no teneis,
Empezadme á destocar.
(Recogen las damas en los azafates los adornos que quita Mariene.)
Sirene.
¿Quieres, miéntras desafía
Al sol esplendor tan bello,
Desobligado el cabello
[p. 439]De los adornos del dia,
La voz mia
Algo te advierta?
Mariene.
No,
Porque yo
No quiero que me mejore
Quien cante, sino quien llore.
Sirene.
Filósofo hubo que halló
Causa en la naturaleza
Para aumentar la armonía,
Al alegre la alegría,
Como al triste la tristeza.
Mariene.
Pues empieza,
Con calidad que el dolor
Hagas mayor.
Sirene.
Con una letra será,
Que aunque es antigua, podrá
Conseguir eso mejor.
(Canta.) Ven, muerte, tan escondida,
Que no te sienta venir,
Porque el placer del morir
No me vuelva á dar la vida.
Mariene.
¡Bien sentida
Y declarada pasion!
¿Cúyos son
Esos versos?
Sirene.
No lo sé,
Porque acaso los hallé,
Estudiando otra cancion.
Mariene.
Vuélvelos á repetir,
Porque yo con ellos pida...
Las dos.
Ven, muerte, tan escondida
Que no te sienta venir.
Mariene.
Mas si á advertir
[p. 440]Llego mi ansia entretenida,
El canto impida,
Que ya no los quiero oir.
Las dos.
Porque el placer del morir
No me vuelva á dar la vida.
OTAVIANO y TOLOMEO, á la puerta, embozados.—Dichas.
Tolom.
(Ap. á Otaviano.) Pisando las negras sombras
En el silencio nocturno,
El jardin has penetrado,
Al tiempo que al cuarto suyo
Se iba retirando ella.
Otavian.
(Ap. á Tolomeo.) Ya tus verdades no dudo,
Ni su prision, pues tan sola
Está, y vestida de luto
Todavía. Tú á la puerta,
En tanto que me aseguro
De si es acaso ó malicia.
Pues ménos ruido hará uno,
Me espera.
Tolom.
Sí haré, teniendo
La gente que has traido, á punto
Para cualquier accidente. (Vase.)
Dichos, ménos Tolomeo.
Otavian.
(Ap.) Tanto de verla me turbo,
Que no sabré discurrir
[p. 441]Si esto es ya pesar ó gusto.
Mariene.
Vuelve, Sirene, pues es
Tan á mi intento el asunto.—
Tú, Laura, cierra esas puertas.
Sirene.
Obedecerte procuro.
(Canta.) Ven, muerte, tan escondida...
Dama 1.ª
Y yo tambien, pues acudo
A cerrar las puertas.
(Al ir hácia donde está Otaviano, él la detiene.)
Otavian.
No
Lo intentes, que es dolor sumo,
Sin luz y sol quedar ciego
Dos veces.
Dama 1.ª
¡Qué veo y escucho!
¡Ay de mí infeliz!
Mariene.
¿Qué es eso?
Dama 1.ª
El mal embozado bulto
De un hombre que ha entrado aquí.
Mariene.
¡Hombre aquí!
Otavian.
(Ap.)Ya hablar no excuso.
Mariene.
Dad voces.
Sirene.
Yo no podré,
Que áun cómo respirar dudo.
Dama 1.ª
Ni yo, que apénas aliento.
Dama 2.ª
Ni yo, que medrosa huyo.
(Huyen las damas, dejando caer los azafates y adornos.)
MARIENE, OTAVIANO.
Mariene.
Huya tambien yo.
Otavian.
(Desembozándose.)Teneos,
[p. 442]Vos, y reparad el susto;
Que más que para enojaros,
Para serviros os busco.
Mariene.
¡Vos, señor! pues... cómo... si...
Aquí... yo... cuando...
Otavian.
Quien pudo
Antes de veros amaros,
Despues de veros, mal dudo
Que dejar de amaros pueda.
Mariene.
No son de César Augusto
Esas razones.
Otavian.
Sí son,
Pues más á veros me indujo
Vuestro daño que mi afecto,
Vuestro riesgo que mi gusto.
Yo he sabido que, en poder
De tirano dueño injusto,
Estais expuesta al peligro
De tan sacrílego insulto
Como que obre por su mano
Lo que á la ajena dispuso.
A poner en salvo vengo
Vuestra vida.
Mariene.
El labio mudo
Quedó al veros, y al oiros
Su aliento le restituyo,
Animada para sólo
Deciros que algun perjuro,
Aleve y traidor, en tanto
Malquisto concepto os puso.
Mi esposo es mi esposo, y cuando
Me mate algun error suyo,
No me matará mi error,
Y lo será si dél huyo.
[p. 443]Yo estoy segura, y vos mal
Informado en mis disgustos;
Y cuando no lo estuviera,
Matándome un puñal duro,
Mi error no me diera muerte,
Sino mi fatal influjo;
Con que viene á importar ménos
Morir inocente, juzgo,
Que vivir culpada á vista
De las malicias del vulgo.
Y así si alguna fineza
He de deberos, presumo
Que la mayor es volveros.
Otavian.
Sí haré, si vuestro discurso,
Como salva mi primero
Motivo, salva el segundo.
Un retrato tenía vuestro,
A cuyo hermoso dibujo,
Sin saber cúyo era, daba
Mi humana adoracion culto.
Por sanear sospechas (ya
Lo vísteis) sabiendo cúyo
Fuese, os le dí, y pues sirvió
Ya en vuestro abono, no dudo
Que con justicia le pido.
Mariene.
No haceis; que tenerle es uno
Por acaso, y otro es
Por voluntad; y á este puro
Fuego abrasará mi mano,
(Haciendo ademan de acercarla á una de las hachas que alumbran el cuarto.)
Si en ella el menor impulso
Reconociera de que
Para volvérosle tuvo.
[p. 444]Otavian.
No hicierais, porque impidiera
Yo llegar al ardor suyo,
Estorbando así la accion.
(Quiere tomarla la mano, y ella lo resiste.)
Mariene.
Es atrevimiento injusto.
Otavian.
No es sino justo deseo.
Mariene.
Antes á los cielos juro,
Que con vuestro mismo acero,
(Quita á Otaviano el puñal que trae, que es el de Herodes.)
Que ya en mi mano desnudo
Está, me atraviese el pecho.
Otavian.
Ténte, mujer; que confundo
Mis sentidos al mirar
No sé qué fatal trasunto,
Que ví otra vez.
Mariene.
De ese pasmo,
De ese pavor que en tí infundo,
El contratiempo gozando,
Huiré, puesto el iracundo
Acero al pecho. Mas ¡cielos! (Conociéndole.)
¿No es el que fiero y sañudo
Me amenaza? Con más causa
Ya de dos contrarios huyo.
(Arroja el puñal, huye, y síguela Otaviano.)
Otavian.
Oye, espera. (Vanse.)
EL TETRARCA.
¿Quién, ladron
Del mismo tesoro suyo,
Dentro de su misma casa
[p. 445]Buscó sus bienes por hurto?
Hasta ahora la esclava no
Abrió. ¡Qué triste discurro
El cuarto á la media luz
De escaso esplendor nocturno,
Que allí horrores late, y más
Si á sus reflejos descubro
De mujeriles adornos,
Ajadamente difusos,
Sembrando el suelo! ¿Qué es esto?
No me propongas, discurso,
Que bajel que echa la ropa
Al mar, padece infortunios;
Que casa que se despoja
De las alhajas que tuvo,
Estragos de fuego corre;
Pues ni la tormenta dudo
Ni el incendio ignoro, cuando
Entre dos aguas fluctúo,
Entre dos fuegos me hielo,
Viendo que me embisten juntos,
Para zozobrar, suspiros,
Para hacerme llorar, humos.
Estas arrojadas señas,
¿No son de ilustres, de augustos
Faustos despojos? ¿Aqueste
No es el fiero puñal duro, (Levantándolo.)
Que registro de los astros
Es aguja de sus rumbos?
¿No es este el que yo á Otaviano
Dejé? Sí. ¿Pues quién le trujo
Aquí entre arrastradas pompas?
Pero ¿para qué lo apuro,
Si es de los desconfiados
[p. 446]La imaginacion verdugo?
¡Tarde hemos llegado, celos,
Tarde, tarde! Pues no dudo
Que quien arrastra despojos,
Habrá celebrado triunfos.
Si es dichoso el desdichado,
Que siéndolo no lo supo;
¡Desdichado del dichoso,
Que ya sin serlo lo tuvo
Por cierto! Y pues que me ponen
En mi mano mis influjos,
A ellos muera, ántes que...
OTAVIANO, MARIENE.—EL TETRARCA.
Otavian.
(Dentro.)Espera,
Aguarda.
Tetrarc.
Pero ¡Qué escucho!
(Sale Mariene huyendo, y Otaviano tras ella.)
Mariene.
Será en vano, pues primero
Que logres... Mas ¡cielos justos!
¿Qué es lo que miro?
Tetrarc.
Turbado
He quedado.
Otavian.
Yo confuso.
Mariene.
Y yo confusa y turbada,
Pues entre dos daños, de uno
Doy en otro, y ya no sé
Cuál dejo, ni cuál procuro,
Cuál pierdo, ó cuál solicito,
Cuál hallo, al fin, ó cuál busco;
[p. 447]Pues siempre tengo peligro,
Cuando paro, y cuando huyo.
Tetrarc.
Vista tu fuga, á tu honor
Este pecho será muro.
Otavian.
No temas, que de tu vida
Este pecho será escudo.
Tetrarc.
Cumple, pues, lo que prometes.
Otavian.
Así verás si lo cumplo.
(Sacan las espadas.)
Mariene.
¡Ay de mí! Para salir
De tan justo ó tan injusto
Duelo, estas luces apague. (Apaga las luces.)
Tetrarc.
¿Adónde, César perjuro,
Te escondes?
Otavian.
Yo no me escondo.
Tetrarc.
No te encuentro, aunque te busco.
Mariene.
Tente, esposo. ¡Ay infelice
De mí! (Encuéntranse, los dos y riñen.)
Otavian.
A mi violento impulso
Muere, aleve.
Tetrarc.
Aunque la espada
Perdí, con aqueste agudo
Puñal morirás.
(Encuentra con Mariene, y la hiere.)
Mariene.
¡Ay triste!
Tened piedad, dioses justos,
Pues aquí muero inocente. (Cae.)
Otavian.
¡Qué es lo que oigo!
Tetrarc.
¡Qué escucho!
Otavian.
Vengaré su muerte.
TOLOMEO, soldados, damas, con luces; y despues, LIBIA, ARISTÓBOLO, FILIPO y POLIDORO.—EL TETRARCA, OTAVIANO.
Solds.
Entrad
Todos, que es grande el tumulto.
Damas.
Llegad todas.
Libia.
A tan grande
Estruendo, romper no excuso
Mi prision.
Aristób.
y Filipo.
Señor, ¿qué es esto?
Polidor.
No haber gozado el indulto
Marïene como yo.
Otavian.
Dar muerte al hombre más bruto,
Más bárbaro, más sangriento,
Que ha eclipsado el sol más puro.
Tetrarc.
Yo no la he dado la muerte.
Todos.
¿Pues quién?
Tetrarc.
El destino suyo,
Pues que muriendo á mis celos,
Que son sangrientos verdugos,
Vino á morir á las manos
Del mayor monstruo del mundo.
Aristób.
El mayor monstruo los celos
Son siempre.
Tetrarc.
Porque ninguno
De mí la venganza tome,
Vengarme de mí procuro,
Buscando desde esa torre
[p. 449]En el ancho mar sepulcro. (Vase.)
Otavian.
Seguidle todos, seguidle.
Tolom.
Desesperado y confuso
Se arrojó al mar.
Otavian.
Retirad
Aquese cielo caduco,
Y diga en su monumento
Para los siglos futuros
El epitafio: «Aquí yace,
Desfigurado su vulto,
La beldad más milagrosa,
Muerta por celos injustos.»
Tolom.
Libia, tu mano merezca
Quien al peligro se expuso
De libertarte.
Libia.
En llorando
De Mariene el infortunio.
Filipo.
En que acaba la tragedia,
Donde se cumplió su influjo.
Polidor.
Como la escribió su autor;
No como la imprimió el hurto
De quien es su estudio echar
A perder otros estudios.
[p. 451]
[p. 452]
PERSONAS.
Don Álvaro Tuzaní.
Don Juan Malec, viejo.
Don Fernando de Válor.
Alcuzcuz, morisco.
Cadí, morisco viejo.
Don Juan de Mendoza.
El señor Don Juan de Austria.
Don Alonso de Zúñiga, corregidor.
Don Lope de Figueroa.
Garcés, soldado.
Doña Isabel Tuzaní.
Doña Clara Malec.
Beatriz, criada.
Inés, criada.
Un criado.
Moriscos y moriscas.
Soldados cristianos.
Soldados moriscos.
La escena es en Granada y en varios puntos de la Alpujarra.
[p. 453]
Sala en casa de Cadí, en Granada.
Moriscos, con casaquillas y calzoncillos, y MORISCAS con jubones blancos é instrumentos; CADÍ y ALCUZCUZ.
Cadí.
¿Están cerradas las puertas?
Alcuzc.
Ya el portas estar cerradas.
Cadí.
No éntre nadie sin la seña
Y prosígase la zambra.
Celebremos nuestro dia,
Que es el viérnes, á la usanza
De nuestra nacion, sin que
Pueda esta gente cristiana,
Entre quien vivimos hoy
Presos en miseria tanta,
Calumniar ni reprender
Nuestras ceremonias.
Todos.
Vaya.
Alcuzc.
Mé pensar hacer astilias,
Sé tambien entrar en danza.
[p. 454]Uno.
(Canta.) Aunque en triste cautiverio,
De Alá por justo misterio,
Llore el africano imperio
Su mísera ley esquiva...
Todos.
(Cantando.) ¡Su ley viva!
Uno.
Viva la memoria extraña
De aquella gloriosa hazaña
Que en la libertad de España
A España tuvo cautiva.
Todos.
¡Su ley viva!
Alcuzc.
(Cantando.) Viva aquel escaramuza
Que hacer el jarife Muza,
Cuando darle en caperuza
Al españolilio antigua.
Todos.
¡Su ley viva! (Llaman dentro muy recio.)
Cadí.
¿Qué es esto?
Uno.
Las puertas rompen.
Cadí.
Sin duda cogernos tratan
En nuestras juntas; que como
El Rey por edictos manda
Que se venden, la justicia,
Viendo entrar en esta casa
A tantos moriscos, viene
Siguiéndonos. (Llaman.)
Alcuzc.
Pues ya escampa.
DON JUAN MALEC.—Dichos.
Malec.
(Dentro.) ¿Cómo os tardais en abrir
A quien desta suerte llama?
Alcuzc.
En vano llama á la puerta
[p. 455]Quien no ha llamado en el alma.
Uno.
¿Qué haremos?
Cadí.
Esconder todos
Los instrumentos, y abran
Diciendo que solo á verme
Venisteis.
Otro.
Muy bien lo trazas.
Cadí.
Pues todos disimulemos.—
Alcuzcuz, corre: ¿qué aguardas?
Alcuzc.
Al abrir del porta, temo
Que ha de darme con la estaca
Cien palos el alguacil
En barriga, é ser desgracia
Que en barriga de Alcuzcuz
El leña, y no alcuzcuz haya.
(Abre Alcuzcuz, y sale Don Juan Malec.)
Malec.
No os receleis.
Cadí.
Pues, señor
Don Juan, cuya sangre clara
De Malec os pudo hacer
Veinticuatro de Granada,
Aunque de africano orígen,
¡Vos desta suerte en mi casa!
Malec.
Y no con poca ocasion
Hoy vengo buscándôs: basta
Deciros que á ella me traen
Arrastrando mis desgracias.
Cadí.
(Ap. á los moriscos.)
Él sin duda á reprendernos
Viene.
Alcuzc.
Eso no perder nada.
¿Prender no fuera peor
Que reprender?
Cadí.
¿Qué nos mandas?
[p. 456]Malec.
Reportáos todos, amigos,
Del susto que el verme os causa,
Hoy entrando en el cabildo,
Envió desde la sala
Del rey Felipe Segundo
El presidente una carta,
Para que la ejecucion
De lo que por ella manda,
De la ciudad quede á cuenta.
Abrióse, empezó en voz alta
A leerla el secretario
Del cabildo; y todas cuantas
Instrucciones contenia,
Todas eran ordenadas
En vuestro agravio. ¡Qué bien
Pareja del tiempo llaman
A la fortuna, pues ambos
Sobre una rueda y dos alas,
Para el bien ó para el mal
Corren siempre y nunca paran!
Las condiciones, pues, eran
Algunas de las pasadas
Y otras nuevas que venian
Escritas con más instancia,
En razon de que ninguno
De la nacion africana,
Que hoy es caduca ceniza
De aquella invencible llama
En que ardió España, pudiese
Tener fiestas, hacer zambras,
Vestir sedas, verse en baños,
Ni oirse en alguna casa
Hablar en su algarabía,
Sino en lengua castellana.
[p. 457]Yo, que por el más antiguo,
El primero me tocaba
Hablar, dije que aunque era
Ley justa y prevencion santa
Ir haciendo poco á poco
De la costumbre africana
Olvido, no era razon
Que fuese con furia tanta;
Y así, que se procediese
En el caso con templanza,
Porque la violencia sobra
Donde la costumbre falta.
Don Juan, Don Juan de Mendoza
Deudo de la ilustre casa
Del gran marqués de Mondéjar,
Dijo entónces: «Don Juan habla
Apasionado, porque
Naturaleza le llama
A que mire por los suyos,
Y así, remite y dilata
El castigo á los moriscos,
Gente vil, humilde y baja.—
Señor Don Juan de Mendoza
(Dije), cuando estuvo España
En la opresion de los moros
Cautiva en su propria patria,
Los cristianos, que mezclados
Con los árabes estaban,
Que hoy mozárabes se dicen,
No se ofenden, ni se infaman
De haberlo estado, porque
Más engrandece y ensalza
La fortuna al padecerla
A veces, que al dominarla.
[p. 458]Y en cuanto á que son humildes,
Gente abatida y esclava,
Los que fueron caballeros
Moros no debieron nada
A caballeros cristianos
El dia que con el agua
Del bautismo recibieron
Su fe católica y santa;
Mayormente los que tienen,
Como yo, de reyes tanta.—
Sí; pero de reyes moros,
Dijo.—Como si dejara
De ser real, le respondí,
Por mora, siendo cristiana
La de Válores, Cegríes,
De Venegas y Granadas.»
De una palabra á otra, en fin,
Como entramos sin espadas,
Unos y otros se empeñaron...
¡Mal haya ocasion, mal haya,
Sin espadas y con lenguas,
Que son las peores armas,
Pues una herida mejor
Se cura que una palabra!
Alguna acaso le dije
Que obligase á su arrogancia
A que (aquí tiemblo al decirlo)
Tomándome (¡pena extraña!)
El báculo de las manos,
Con él... Pero hasta esto basta;
Que hay cosas que cuesta más
El decirlas que el pasarlas.
Este agravio que en defensa,
Esta ofensa que en demanda
[p. 459]Vuestra á mí me ha sucedido,
A todos juntos alcanza,
Pues no tengo un hijo yo
Que desagravie mis canas,
Sino una hija, consuelo
Que aflige más que descansa.
Ea, valientes moriscos,
Noble reliquia africana,
Los cristianos solamente
Haceros esclavos tratan;
La Alpujarra (aquesa sierra
Que al sol la cerviz levanta,
Y que poblada de villas,
Es mar de peñas y plantas,
Adonde sus poblaciones
Ondas navegan de plata,
Por quien nombres las pusieron
De Galera, Berja y Gavia)
Toda es nuestra: retiremos
A ella bastimentos y armas.
Elegid una cabeza
De la antigua estirpe clara
De vuestros Abenhumeyas,
Pues hay en Castilla tantas,
Y hacéos señores, de esclavos;
Que yo, á costa de mis ánsias,
Iré persuadiendo á todos
Que es bajeza, que es infamia
Que á todos toque mi agravio,
Y no á todos mi venganza.
Cadí.
Yo para el hecho que intentas...
Otro.
Yo para la accion que trazas...
Cadí.
Mi vida y mi hacienda ofrezco.
Otro.
Ofrezco mi vida y alma.
[p. 460]Uno.
Todos decimos lo mismo.
Morisca.
Y yo en el nombre de cuantas
Moriscas Granada tiene,
Ofrezco joyas y galas.
(Vanse Malec y varios moriscos.)
Alcuzc.
Mé, que solo tener una
Tendecilia en Vevarambla
De aceite, vinagre é higos,
Nueces, almendras é pasas,
Cebolias, ajos, pimientos,
Cintas, escobas de palma,
Hilo, agujas, faldriqueras,
Con papel blanco é de estraza,
Alcamonios, agujetas
De perro, tabaco, varas,
Caniones para hacer plumas,
Hostios para cerrar cartas,
Ofrecer llevarla á cuestas
Con todas sus zarandajas,
Porque me he de ver, si llegan
A colmo mis esperanzas,
De todos los Alcuzcuzes
Marqués, conde ó duque.
Uno.
Calla,
Que estás loco.
Alcuzc.
No estar loco.
Otro.
Si no loco, es cosa clara
Que estás borracho.
Alcuzc.
No estar,
Que jonior Mahoma manda
En su alacran no beber
Vino, y en mi vida nada
Lo he bebido... por los ojos;
Que si alguna vez me agrada,
[p. 461]Por no quebrar el costumbre,
Me lo bebo por la barba.
(Vanse.)
Sala en casa de Malec.
DOÑA CLARA, BEATRIZ.
D.ª Clar.
Déjame, Beatriz, llorar
En tantas penas y enojos;
Débanles algo á mis ojos
Mi desdicha y mi pesar.
Ya que no puedo matar
A quien llegó á deslucir
Mi honor, déjame sentir
Las afrentas que le heredo,
Pues ya que matar no puedo,
Pueda á lo ménos morir.
¡Qué baja naturaleza
Con nosotras se mostró,
Pues cuando mucho, nos dió
Un ingenio, una belleza
Adonde el honor tropieza,
Mas no donde pueda estar
Seguro! ¿Qué más pesar,
Si á padre y marido vemos
Que quitar su honor podemos,
Y no le podemos dar?
Si hubiera varon nacido,
Granada y el mundo viera
[p. 462]Hoy, si con un jóven era
Tan soberbio y atrevido
El Mendoza, como ha sido
Con un viejo... Y por hacer
Estoy que llegue á entender
Que no por mujer le dejo;
Pues quien riñó con un viejo,
Podrá con una mujer.
Pero es loca mi esperanza.
Esto es solamente hablar.
¡Oh si pudiera llegar
A mis manos mi venganza!
Y mayor pena me alcanza
Verme ¡ay infelice! así,
Porque en un dia perdí
Padre y esposo, pues ya
Por mujer no me querrá
Don Álvaro Tuzaní.
DON ÁLVARO.—DOÑA CLARA, BEATRIZ.
D. Álv.
Por mal agüero he tenido,
Cuando ya en nada repara
Mi amor, haber, bella Clara,
Mi nombre en tu boca oido;
Porque si la voz ha sido
Eco del pecho, sospecho
Que él, que en lágrimas deshecho
Está, sus penas dirá:
Luego soy tu pena ya,
Pues que me arrojas del pecho.
[p. 463]D.ª Clar.
No puedo negar que llena
De penas el alma esté,
Y andas tú en ellas, porqué
No eres tú mi menor pena.
De tí el cielo me enajena:
¡Mira si eres la mayor!
Porque es tan grande mi amor,
Que tu mujer no he de ser,
Porque no tengas mujer
Tú, de un padre sin honor.
D. Álv.
Clara, no quiero acordarte
Cuánto respeto he tenido
A tu amor, y cuánto ha sido
Mi respeto en adorarte;
Sólo quiero en esta parte
Disculparme de que así
Haya entrado hoy hasta aquí,
Antes de haberte vengado;
Porque haberlo dilatado
Es lo más que hago por tí.
Que aunque en las leyes del duelo
Con mujer no se ha de hablar,
Y aunque puedo consolar
Tu pena y tu desconsuelo
Con decir á tu desvelo
Que no llore y que no sienta;
Porque la accion que se intenta
Sin espada (mayormente
Cuando hay justicia presente)
Ni agravia, ofende ni afrenta;
De uno ni otro me aprovecho,
Mas de otra disculpa sí,
Y es decir que entrarme aquí
Antes de haber satisfecho
[p. 464](Pasando al Mendoza el pecho)
A tu padre, accion ha sido
Cuerda; porque recibido
Está que no se vengó
Bien del ofensor, si no
Le dió muerte el ofendido,
Si no es que su hijo sea
O sea su hermano menor:
Y así para que su honor
Hoy imposible no vea
La venganza que desea,
Una fineza he de hacer,
Que es pedirte por mujer
A Don Juan: y así, colijo
Que en siendo una vez su hijo,
Le podré satisfacer.
Solo á esto, Clara, he venido;
Y si me tuvo hasta aquí
Cobarde en pedirte así,
Haber tan pobre nacido;
Hoy que esto le ha sucedido,
Sólo le pida mi labio
Su agravio en dote: y es sabio
Acuerdo dármele, pues
Ya sabe el mundo que es
Dote de un pobre un agravio.
D.ª Clar.
Ni yo, Don Álvaro, espero
Acordarte, cuando lloro,
La verdad con que te adoro
Y la fe con que te quiero.
No intento decir que muero
Hoy, dos veces ofendida,
No que á tu aficion rendida,
No que en amorosa calma
[p. 465]Eres vida de mi alma
Y eres alma de mi vida;
Que sólo dar á entender
Quiero en confusion tan brava,
Que quien fuera ayer tu esclava,
Hoy no será tu mujer;
Porque si cobarde ayer
No me pediste, y hoy sí,
No quiero yo que de tí,
Murmurando el mundo, arguya
Que para ser mujer tuya
Hubo que suplir en mí.
Rica y honrada pensé
Yo que áun no te merecia;
Mas como era dicha mia,
Solamente lo dudé:
Mira cómo hoy te daré
En vez de favor castigo,
Haciendo al mundo testigo
Que fué menester, señor,
Que me hallases sin honor
Para casarte conmigo.
D. Álv.
Yo lo intento por vengarte.
D.ª Clar.
Yo lo excuso por temerte.
D. Álv.
Esto, Clara, ¿no es quererte?
D.ª Clar.
¿No es esto, Álvaro, estimarte?
D. Álv.
No has de poder excusarte...
D.ª Clar.
Darme la muerte podré.
D. Álv.
Que yo á Don Juan le diré
Mi amor.
D.ª Clar.
Diré que es error.
D. Álv.
Y eso ¿es lealtad?
D.ª Clar.
Es honor.
D. Álv.
Y eso ¿es fineza?
[p. 466]D.ª Clar.
Esto es fe;
Pues á los cielos les juro
De no ser de otro mujer,
Como mi honor llegue á ver
De toda excepcion seguro.
Solo esto lograr procuro.
D. Álv.
¿Qué importa si?...
Beatriz.
Mi señor
Sube por el corredor
Con mucho acompañamiento.
D.ª Clar.
Retírate á este aposento.
D. Álv.
¡Qué desdicha!
D.ª Clar.
¡Qué rigor!
(Vanse Don Álvaro y Beatriz.)
DON ALONSO DE ZÚÑIGA, DON FERNANDO VÁLOR y DON JUAN MALEC.—DOÑA CLARA; DON ÁLVARO, oculto.
Malec.
Clara...
D.ª Clar.
Señor...
Malec.
(Ap.¡Ay de mí!
¡Con cuánta pena te encuentro!)
Éntrate, Clara, allá dentro.
D.ª Clar.
(Ap. á su padre.)
¿Qué es esto?
Malec.
Oye desde ahí.
(Vase Doña Clara al cuarto donde está Don Álvaro, quedándose tras la puerta entreabierta.)
D. Alon.
Don Juan de Mendoza preso
Queda en el Alhambra ya;
Y así preciso será,
[p. 467]En tanto que este suceso
Se compone, que lo esteis
Vos en vuestra casa.
Malec.
Aceto
La carcelería, y prometo
Guardarla.
Válor.
No lo estareis
Mucho; que pues me ha dejado
El señor Corregidor
(Porque en el duelo de honor
Nunca la justicia ha entrado)
A mí hacer las amistades,
Yo las haré, procurando
El fin.
D. Alon.
Señor Don Fernando
De Válor, con dos verdades
Se sanea una malicia;
Pues que no hay agravio, es ley,
Ni en el palacio del Rey
Ni en tribunal de justicia.
Todos lo somos allí,
Y allí no le puede haber.
Válor.
El medio pues ha de ser
Este...
D. Álv.
(Ap. á D.ª Clara.)
¿Oyeslo todo?
D.ª Clar.
Sí.
Válor.
Que en este caso no hay medio
Que le sanee mejor.
Escuchadme.
Malec.
¡Ay del honor
Que se cura con remedio!
Válor.
Don Juan de Mendoza es
Tan bizarro caballero
[p. 468]Como ilustre, está soltero,
Y Don Juan de Malec, pues,
En quien sangre ilustre dura
De los reyes de Granada,
Tiene una hija celebrada
Por su ingenio y su hermosura.
A nadie toca tomar,
Si satisfaccion desea,
La causa, sino á quien sea
Su yerno. Pues con casar
A Don Juan con Doña Clara,
Estará cierto...
D. Álv.
(Ap.)¡Ay de mí!
Válor.
Que no pudiendo por sí
Vengarse la ofensa rara,
Pues habiendo á un tiempo sido
Interesado en su honor,
Como tercero ofensor,
Y como su hijo ofendido;
En no teniendo de quién
Estar ofendido pueda,
Por la misma razon queda
Seguro. Don Juan tambien,
No habiendo de darse muerte
A sí mismo en tanto abismo,
Vendrá á tener en sí mismo
Su mismo agravio: de suerte
Que no pudiendo agraviarse
Un hombre á sí, haciendo sabio
Dueño á Don Juan del agravio,
No tiene de quién vengarse,
Y queda limpio el honor
De los dos, pues en efeto
No caben en un sujeto
[p. 469]Ofendido y ofensor.
D. Álv.
(Ap. á D.ª Clara.)
Yo responderé.
D.ª Clar.
Detente,
No me destruyas, por Dios.
D. Alon.
Eso está bien á los dos.
Malec.
Hay mayor inconveniente,
Pues toda nuestra esperanza
Que Clara deshaga entiendo...
D.ª Clar.
(Ap.) El cielo me va trayendo
A las manos la venganza.
Malec.
Que mi hija, no sabré
Si hombre que aborreció ya
Con tanta ocasion, querrá
Por marido. (Sale D.ª Clara.)
D.ª Clar.
Sí querré;
Que importa ménos, señor,
Si aquí tu opinion estriba,
Que yo sin contento viva,
Que vivir tú sin honor.
Porque si fuera tu hijo,
La ira me estaba llamando,
Bien muriendo ó bien matando,
Y siendo tu hija, colijo
Que en el modo que pudiere
Te debo satisfacer,
Y así, seré su mujer:
De cuyo efecto se infiere
Que estoy tu honor defendiendo,
Que estoy tu fama buscando.
(Ap. Y pues no puedo matando,
Quiero vengarte muriendo.)
D. Alon.
Vuestro ingenio solo pudo
En un concepto cifrar
[p. 470]Conclusion tan singular.
Válor.
Y ya el efecto no dudo.
Escríbase en un papel
Esto que aquí se trató,
Para que le lleve yo.
D. Alon.
Ambos iremos con él.
Malec.
(Ap.) Quiero usar de aqueste medio,
Miéntras empieza el motin.
Válor.
Todo esto tendrá buen fin,
Pues estoy yo de por medio.
(Vanse los tres.)
D.ª Clar.
Ahora que á un aposento
Se han retirado á escribir,
Podrás, Álvaro, salir.
DON ÁLVARO.—DOÑA CLARA.
D. Álv.
Sí haré, sí haré, y con intento
De no volver á ver más
Alma tan mudable en pecho
Tan noble; y el no haber hecho,
Cuando la muerte me das,
Un notable extremo aquí,
No fué respeto, no fué
Temor, gusto sí, porqué
Mujer tan baja...
D.ª Clar.
¡Ay de mí!
D. Álv.
Que á un tiempo, con vil intento,
Fe injusta, estilo liviano,
Ofrece á un hombre la mano
Y á otro tiene en su aposento,
[p. 471]No me está bien que se diga
Que nunca la quise bien.
D.ª Clar.
La voz, Álvaro, deten,
A que un engaño te obliga;
Que yo te satisfaré
Con el tiempo.
D. Álv.
Estas no son
Cosas de satisfaccion.
D.ª Clar
Podrán serlo.
D. Álv.
¿No escuché
Yo que la mano darias
Hoy al de Mendoza?
D.ª Clar.
Sí;
Pero no sabes de mí
El fin de las ánsias mias.
D. Álv.
¿Qué fin? Darme muerte. Advierte
Si hay disculpa que te cuadre,
Pues él agravió á tu padre
Y á mí me ha dado la muerte.
D.ª Clar.
El tiempo, Álvaro, podrá
Desengañarte algun dia
Que es constante la fe mia,
Y que esta mudanza está
Tan de tu parte...
D. Álv.
¿Quién vió
Tan sutil engaño? Dí,
¿No le das la mano?
D.ª Clar.
Sí.
D. Álv.
¿No has de ser su mujer?
D.ª Clar.
No.
D. Álv.
Pues ¿qué medio puede haber...
D.ª Clar.
No me preguntes en vano.
D. Álv.
Clara, entre darle la mano
Y entre no ser su mujer?
[p. 472]D.ª Clar.
Darle la mano, quizá
Será traerle á mis brazos,
Con que le he de hacer pedazos.
¿Estás satisfecho ya?
D. Álv.
No; que si él muere en tus lazos,
Dejará ¡ay Dios! al morir
Muy desvalido el vivir,
Porque son, Clara, tus brazos
Para verdugos muy bellos.
Pero ántes que (ya que sea
Ese tu intento) él se vea
Ni áun para morir en ellos,
Curaré de mis desvelos
Yo con su muerte el rigor.
D.ª Clar.
Eso ¿es amor?
D. Álv.
Es honor.
D.ª Clar.
Esa ¿es fineza?
D. Álv.
Son celos.
D.ª Clar.
Mira, mi padre escribió.
¡Quién detenerte pudiera!
D. Álv.
¡Qué poco menester fuera
Para detenerme yo! (Vanse.)
Sala en la Alhambra.
DON JUAN DE MENDOZA, GARCÉS.
Mendoza.
Nunca en razon la cólera consiste.
Garcés.
No te disculpes. ¡Qué! Muy bien hiciste
En ponerle la mano;
[p. 473]Que no por viejo el que es nuevo cristiano
Piense que inmunidad el serlo goza
De atreverse á un Gonzalez de Mendoza.
Mendoza.
Hay mil hombres que en fe de sus estados
Son soberbios, altivos y arrojados.
Garcés.
Para aquestos traia el condestable
Don Iñigo (el acuerdo era admirable)
En la cinta una espada,
Y otra que le servia de cayada.
Preguntándole un dia,
Que dos espadas á qué fin traia,
Dijo: «La de la cinta se prefiere
Para aquel que en la cinta la trajere.
Estotra, que de palo me ha servido,
Para quien no la trae y es atrevido.»
Mendoza.
Muy bien mostró deber los caballeros
Traer para dos acciones dos aceros.
Ya que el triunfo ha salido
De espadas, dáme aquesa que has traido,
Porque á cualquier suceso
No me halle sin espada aunque esté preso.
Garcés.
Yo me agradezco haber la vuelta dado
Hoy á tu casa en tiempo que á tu lado
Puedo servirte, si enemigos tienes.
Mendoza.
Y ¿cómo de Lepanto, Garcés, vienes?
Garcés.
Como quien ha tenido
Fortuna de haber sido
En ocasion soldado,
Que haya en faccion tan grande militado
Debajo de la mano y disciplina
Del hijo de aquel águila divina,
Que en vuelo infatigable y sin segundo
Debajo de sus alas tuvo al mundo.
Mendoza.
¿Cómo el señor Don Juan llegó?
[p. 474]Garcés.
Contento
De la empresa.
Mendoza.
¿Fué grande?
Garcés.
Escucha atento.
Con la liga...
Mendoza.
Detente, porque ha entrado
Tapada una mujer.
Garcés.
Soy desdichado,
Pues á quínola puesto de romance,
Me entra figura con que pierdo el lance.
DOÑA ISABEL TUZANÍ, tapada.—Dichos.
D.ª Isab.
Señor Don Juan de Mendoza,
¿Podrá una mujer que viene
A veros en la prision,
Saber de vos solamente
Cómo en la prision os va?
Mendoza.
Pues ¿por qué no?—Garcés, véte.
Garcés.
Mira, señor, que no sea...
Mendoza.
En vano dudas y temes;
Que ya el habla he conocido.
Garcés.
Por eso me voy.
Mendoza.
Bien puedes.
(Vase Garcés.)
DOÑA ISABEL, DON JUAN DE MENDOZA.
Mendoza.
En igual duda los ojos
Y los oidos me tienen,
[p. 475]Porque de los dos no sé
Cuál dijo verdad ó miente:
Porque si á los ojos creo,
No pareces tú lo que eres;
Y si creo á los oidos,
No eres tú lo que pareces.
Merezca, pues, ver corrida
La sutil nube aparente
Del negro cendal, porque
Si una vez la luz la vence,
Digan mis ojos y oidos
Que hoy amaneció dos veces.
D.ª Isab.
Por no obligaros, Don Juan,
A que dudeis más quién puede
Ser quien os busca, es razon
Descubrirme; que no quieren
Mis celos que adivineis
A quién la fineza deben.
Yo soy...
Mendoza.
¡Isabel, señora!
Pues ¡tú en mi casa, y tú en este
Traje, fuera de la tuya!
¡Tú á buscarme desta suerte!
¿Cómo era posible, cómo
Que vanas dichas creyese?
Luego fué fuerza dudarlas.
D.ª Isab.
Apénas cuanto sucede
Supe, y que aquí estabas preso,
Cuando mi amor no consiente
Más dilacion en buscarte;
Y ántes que á casa volviese
Don Álvaro Tuzaní
Mi hermano, he venido á verte
Con una criada sola
[p. 476](Mira ya lo que me debes)
Que á la puerta dejo.
Mendoza.
Pueden
Hoy con aquesta fineza,
Isabel, desvanecerse
Las desdichas, pues por ellas...
INÉS, con manto, asustada.—Dichos.
Inés.
¡Ay señora!
D.ª Isab.
Inés, ¿qué tienes?
Inés.
Don Álvaro mi señor
Viene aquí.
D.ª Isab.
¿Si conocerme
Pudo, aunque tan disfrazada
Vine?
Mendoza.
¡Qué lance tan fuerte!
D.ª Isab.
Si me siguió, yo soy muerta.
Mendoza.
Si estás conmigo, ¿qué temes?
Entrate en aquesa sala
Y cierra; que aunque él intente
Hallarte, no te hallará,
Si ántes no me da la muerte.
D.ª Isab.
En grande peligro estoy.
¡Valedme, cielos, valedme!
(Escóndense las dos.)
DON ÁLVARO.—DON JUAN DE MENDOZA; DOÑA ISABEL, escondida.
D. Álv.
Señor Don Juan de Mendoza,
Hablar con vos me conviene
A solas.
Mendoza.
Pues solo estoy.
D.ª Isab.
(Ap. al paño.) ¡Qué descolorido viene!
D. Álv.
(Ap.) Pues cerraré aquesa puerta.
Mendoza.
Cerradla. (Ap. ¡Buen lance es este!)
D. Álv.
Ya pues que cerrada está,
Escuchadme atentamente.
En una conversacion
Supe ahora cómo vienen
A buscaros...
Mendoza.
Es verdad.
D. Álv.
A esta prision...
Mendoza.
Y no os mienten.
D. Álv.
Quien con el alma y la vida
En aquesta accion me ofende.
D.ª Isab.
(Ap. al paño.) ¿Qué más se ha de declarar?
Mendoza.
(Ap.) ¡Cielos! ya no hay quien espere.
D. Álv.
Y así, he querido llegar
(Antes que los otros lleguen,
Queriendo efectuar con esto
Amistades indecentes)
En defensa de mi honor.
Mendoza.
Eso mi ingenio no entiende.
D. Álv.
Pues yo me declararé.
D.ª Isab.
(Ap. al paño.) Otra vez mi pecho aliente;
[p. 478]Que no soy yo la que busca.
D. Álv.
El Corregidor pretende,
Con Don Fernando de Válor,
De Don Juan Malec pariente,
Hacer estas amistades,
Y á mí solo me compete
Estorbarlas. La razon,
Aunque muchas darse pueden,
Yo dárosla á vos no quiero;
Y en fin, sea lo que fuere,
Yo vengo á saber de vos,
Por capricho solamente,
Si es valiente con un jóven
Quien con un viejo es valiente,
Y en efecto, vengo solo
A darme con vos la muerte.
Mendoza.
Merced me hubiérades hecho
En decirme brevemente
Lo que pretendeis, porque
Juzgué, confuso mil veces,
Que era otra la ocasion
De más cuidado, porque ese
No es cuidado para mí.
Y puesto que no se debe
Rehusar reñir con cualquiera
Que reñir conmigo quiere;
Antes que esas amistades
Que decís que tratan, lleguen,
Y que os importa estorbarlas
Por la ocasion que quisiereis,
Sacad la espada.
D. Álv.
A eso vengo;
Que me importa daros muerte
Más presto que vos pensais.
[p. 479]
Mendoza.
Pues campo bien solo es este. (Riñen.)
D.ª Isab.
(Ap. al paño.) De una confusion en otra,
Más desdichas me suceden.
¿Quién á su amante y su hermano
Vió reñir, sin que pudiese
Estorbarlo?
Mendoza.
(Ap.)¡Qué valor!
D. Álv.
(Ap.) ¡Qué destreza!
D.ª Isab.
(Ap. al paño.)¿Qué he de hacerme?
Que veo jugar á dos,
Y deseo entrambas suertes,
Porque van ambos por mí,
Si me ganan ó me pierden...
(Tropezando en una silla, cae Don Álvaro: sale Doña Isabel tapada y detiene á Don Juan.)
D. Álv.
Tropezando en esta silla,
He caido.
D.ª Isab.
¡Don Juan, tente!
(Ap. Pero ¿qué hago? El afecto
Me arrebató desta suerte.) (Retírase.)
D. Álv.
Mal hicisteis en callarme
Que estaba aquí dentro gente.
Mendoza.
Si á daros la vida estaba,
No os quejeis; que más parece
Que estar conmigo, reñir
Con dos, si á ampararos viene.
Aunque hizo mal, porque yo
De caballero las leyes
Sé tambien; que habiendo visto
Que el caer es accidente,
Os dejara levantar.
D. Álv.
Ya tengo que agradecerle
Dos cosas á aquesa dama:
Que á darme la vida llegue,
[p. 480]Y llegue ántes que de vos
La reciba, porque quede,
Sin aquesta obligacion,
Capaz mi enojo valiente
Para volver á reñir.
Mendoza.
¿Quién, Don Álvaro, os detiene? (Riñen.)
D.ª Isab.
(Ap. al paño.) ¡Oh quién pudiera dar voces!
(Llaman dentro á la puerta.)
D. Álv.
A la puerta llama gente.
Mendoza.
¿Qué haremos?
D. Álv.
Que muera el uno
Y abra luégo el que viviere.
Mendoza.
Decís bien.
D.ª Isab.
(Saliendo.)Primero yo
Abriré, porque ellos entren.
D. Álv.
No abrais.
Mendoza.
No abrais.
(Abre Doña Isabel.)
DON FERNANDO DE VÁLOR, DON ALONSO; despues, INÉS.—DOÑA ISABEL, tapada; DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA.
D.ª Isab.
Caballeros.
Los dos que mirais presentes
Se quieren matar.
D. Alon.
Teneos,
Porque hallándôs desta suerte
Riñendo á ellos y aquí á vos,
Se dice bien claramente
Que sois la causa.
[p. 481]D.ª Isab.
(Ap.)¡Ay de mí!
Que me he entregado á perderme,
Por donde entendí librarme.
D. Álv.
Porque en ningun tiempo llegue
A peligrar una dama
A quien mi vida le debe
El sér, diré la verdad
Y la causa que me mueve
A este duelo. No es de amor,
Sino que como pariente
De Don Juan Malec, así
Pretendí satisfacerle.
Mendoza.
Y es verdad, porque esa dama
Acaso ha venido á verme.
D. Alon.
Pues que con las amistades
Que ya concertadas tienen,
Todo cesa, mejor es
Que todo acabado quede
Sin sangre, pues vence más
Aquel que sin sangre vence.—(Sale Inés.)
Idos, señoras, con Dios.
D.ª Isab.
(Ap.) Solo esto bien me sucede.
(Vanse las dos.)
DON ALONSO, DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA, DON FERNANDO DE VÁLOR.
Válor.
Señor Don Juan de Mendoza,
A vuestros deudos parece
Y á los nuestros, que este caso
Dentro de puertas se quede
[p. 482](Como dicen en Castilla),
Y que con deudo se suelde,
Pues dando la mano vos
A Doña Clara, la fénix
De Granada, como parte
Entónces...
Mendoza.
La lengua cese,
Señor Don Fernando Válor,
Que hay muchos inconvenientes.
Si es el fénix Doña Clara,
Estarse en Arabia puede;
Que en montañas de Castilla
No hemos menester al fénix,
Y los hombres como yo
No es bien que deudos concierten
Por soldar ajenas honras,
Ni sé que fuera decente
Mezclar Mendozas con sangre
De Malec, pues no convienen
Ni hacen buena consonancia
Los Mendozas y Maleques.
Válor.
Don Juan de Malec es hombre...
Mendoza.
Como vos.
Válor.
Sí, pues desciende
De los reyes de Granada;
Que todos sus ascendientes
Y los mios reyes fueron.
Mendoza.
Pues los mios, sin ser reyes,
fueron más que reyes moros,
Porque fueron montañeses.
D. Álv.
Cuanto el señor Don Fernando
En esta parte dijere,
Defenderé yo en campaña.
D. Alon.
Aquí de ministro cese
[p. 483]El cargo; que caballero
Sabré ser cuando conviene;
Que soy Zúñiga en Castilla
Antes que Justicia fuese.
Y así, arrimando esta vara,
Adónde y como quisiereis,
Al lado de Don Juan, yo
Haré...
Un CRIADO.—Dichos.
Criado.
En casa se entra gente.
D. Alon.
Pues todos disimulad;
Que al cargo mi valor vuelve.
Vos, Don Juan, aquí os quedad
Preso.
Mendoza.
A todo os obedece
Mi valor.
D. Alon.
Los dos os id.
Mendoza.
Y si desto os pareciere
Satisfaceros...
D. Alon.
A mí
Y á Don Juan, donde eligiereis...
Mendoza.
Nos hallaréis con la espada...
D. Alon.
Y la capa solamente.
(Vase Don Alonso, y Don Juan de Mendoza va acompañándole.)
Válor.
¡Esto consiente mi honor!
D. Álv.
¡Esto mi valor consiente!
Válor.
Porque me volví cristiano,
¿Este baldon me sucede?
[p. 484]D. Álv.
Porque su ley recibí,
¿Ya no hay quien de mí se acuerde?
Válor.
¡Vive Dios, que es cobardía
Que mi venganza no intente!
D. Álv.
¡Vive el cielo, que es infamia
Que yo de vengarme deje!
Válor.
¡El cielo me dé ocasion...
D. Álv.
¡Ocasion me dé la suerte...
Válor.
Que si me la dan los cielos...
D. Álv.
Si el hado me la concede...
Válor.
Yo haré que veais muy presto...
D. Álv.
Llorar á España mil veces...
Válor.
El valor...
D. Álv.
El ardimiento
Deste brazo altivo y fuerte...
Válor.
De los Válores altivos!
D. Álv.
De los Tuzanís valientes!
Válor.
¿Habeis escuchado?
D. Álv.
Sí.
Válor.
Pues de hablar la lengua cese
Y empiecen á hablar las manos.
D. Álv.
Pues ¿quién dice que no empiecen?
[p. 485]
Sierra de la Alpujarra.—Cercanías de Galera.
Tocan cajas y trompetas, y salen soldados, DON JUAN DE MENDOZA y EL SEÑOR DON JUAN DE AUSTRIA.
D. Juan.
Rebelada montaña,
Cuya inculta aspereza, cuya extraña
Altura, cuya fábrica eminente,
Con el peso, la máquina y la frente
Fatiga todo el suelo,
Estrecha el aire y embaraza el cielo:
Infame ladronera,
Que de abortados rayos de tu esfera
Das, preñados de escándalos tus senos,
Aquí la voz y en Africa los truenos.
Hoy es, hoy es el dia
Fatal de tu pasada alevosía,
Porque vienen conmigo
Juntos hoy mi venganza y tu castigo;
Si bien corridos vienen
De ver el poco aplauso que previenen
Los cielos á mi fama;
[p. 486]Que esto matar y no vencer se llama,
Porque no son blasones
A mi honor merecidos
Postrar una canalla de ladrones
Ni sujetar un bando de bandidos:
Y así, encargue á los tiempos mi memoria
Que la llamo castigo y no vitoria.
Saber deseo el orígen deste ardiente
Fiero motin.
Mendoza.
Pues oye atentamente.
Esta, austral águila heroica,
Es el Alpujarra, esta
Es la rústica muralla,
Es la bárbara defensa
De los moriscos, que hoy,
Mal amparados en ella,
Africanos montañeses,
Restaurar á España intentan.
Es por su altura difícil,
Fragosa por su aspereza,
Por su sitio inexpugnable
É invencible por sus fuerzas.
Catorce leguas en torno
Tiene, y en catorce leguas
Más de cincuenta que añade
La distancia de las quiebras,
Porque entre puntas y puntas
Hay valles que la hermosean,
Campos que la fertilizan,
Jardines que la deleitan.
Toda ella está poblada
De villajes y de aldeas;
Tal, que cuando el sol se pone,
A las vislumbres que deja,
[p. 487]Parecen riscos nacidos
Cóncavos entre las breñas,
Que rodaron de la cumbre,
Aunque á la falda no llegan.
De todas las tres mejores
Son Berja, Gavia y Galera,
Plazas de armas de los tres
Que hoy á los demas gobiernan.
Es capaz de treinta mil
Moriscos que están en ella,
Sin las mujeres y niños,
Y tienen donde apacientan
Gran cantidad de ganados;
Si bien los más se sustentan,
Más que de carnes, de frutas
Ya silvestres ó ya secas,
O de plantas que cultivan;
Porque no sólo á la tierra,
Pero á los peñascos hacen
Tributarios de la yerba;
Que en la agricultura tienen
Del estudio, tal destreza,
Que á preñeces de su azada
Hacen fecundas las piedras.
La causa del rebelion,
Por si tuve parte en ella,
Te suplico que en silencio
La permitas á mi lengua.
Aunque mejor es decir
Que fuí la causa primera,
Que no decir que lo fueron
Las pragmáticas severas
Que tanto los apretaron,
Que decir esto me es fuerza:
[p. 488]Si uno ha de tener la culpa,
Más vale que yo la tenga.
En fin, sea aquel desaire
La ocasion, señor, ó sea
Que á Válor al otro dia
Que sucedió mi pendencia,
Llegó el alguacil mayor
Dél, y le quitó á la puerta
Del ayuntamiento una
Daga que traia encubierta;
O sea que ya oprimidos
De ver cuánto los aprietan
Órdenes que cada dia
Aquí de la corte llegan,
Los desesperó de suerte,
Que amotinarse conciertan:
Para cuyo efecto fueron,
Sin que ninguno lo entienda,
Retirando á la Alpujarra
Bastimento, armas y hacienda
Tres años tuvo en silencio
Esta traicion encubierta
Tanto número de gentes:
Cosa que admira y eleva,
Que en más de treinta mil hombres
Convocados para hacerla,
No hubiera uno que jamás
Revelara ni dijera
Secreto de tantos dias.
¡Cuánto ignora, cuánto yerra
El que dice que un secreto
Peligra en tres que le sepan!
Que en treinta mil no peligra,
Como á todos les convenga.
[p. 489]El primer trueno que dió
Este rayo que en la esfera
Desos peñascos forjaban
La traicion y la soberbia,
Fueron hurtos, fueron muertes,
Robos de muchas iglesias,
Insultos y sacrilegios
Y traiciones, de manera
Que Granada, dando al cielo
Bañada en sangre las quejas,
Fué miserable teatro
De desdichas y tragedias.
Preciso acudió al remedio
La justicia; pero apénas
Se vió atropellada, cuando
Toda se puso en defensa:
Trocó la vara en acero,
Trocó el respeto en la fuerza,
Y acabó en civil batalla
Lo que empezó en resistencia.
Al Corregidor mataron:
La ciudad, al daño atenta,
Tocó al arma, convocando
La milicia de la tierra.
No bastó; que siempre estuvo
(Tanto novedades precia)
De su parte la fortuna:
De suerte, que todo era
Desdichas para nosotros.
¡Qué pesadas y qué necias
Son, pues en cuanto porfían,
Nunca ha quedado por ellas!
Creció el cuidado en nosotros,
Creció en ellos la soberbia
[p. 490]Y creció en todos el daño,
Porque se sabe que esperan
Socorro de África, y ya
Se ve si el socorro llega,
Que el defenderle la entrada
Es divertirnos la fuerza:
Además, que si una vez
Pujantes se consideran,
Harán los demas moriscos
Del acaso consecuencia;
Pues los de la Extremadura
Los de Castilla y Valencia,
Para declararse aguardan
Cualquier victoria que tengan.
Y para que veais que son
Gente, aunque osada y resuelta,
De políticos estudios,
Oid cómo se gobiernan;
Que esto lo habemos sabido
De algunas espías presas.
Lo primero que trataron
Fué elegir una cabeza;
Y aunque sobre esta eleccion
Hubo algunas competencias
Entre Don Fernando Válor
Y otro hombre de igual nobleza,
Don Álvaro Tuzaní;
Don Juan Malec los concierta
Con que Don Fernando reine,
Casándose con la bella
Doña Isabel Tuzaní,
Su hermana. (Ap. ¡Oh cuánto me pesa
De traer á la memoria
El Tuzaní, á quien respetan,
[p. 491]Ya que á él no le hicieron rey,
Haciendo á su hermana reina!)
Coronado pues el Válor,
La primer cosa que ordena,
Fué, por oponerse en todo
A las pragmáticas nuestras,
O por tener por las suyas
A su gente más contenta,
Que ninguno se llamara
Nombre cristiano, ni hiciera
Ceremonia de cristiano:
Y porque su ejemplo fuera
El primero, se firmó
El nombre de Abenhumeya,
Apellido de los reyes
De Córdoba, á quien hereda.
Que ninguno hablar pudiese,
Sino en arábiga lengua;
Vestir sino traje moro,
Ni guardar sino la secta
De Mahoma: despues desto,
Fué repartiendo las fuerzas.
Galera, que es esa villa
Que estás mirando primera,
Cuyas murallas y fosos
Labró la naturaleza,
Tan singularmente docta,
Que no es posible que pueda
Ganarse sin mucha sangre,
La dió á Malec en tenencia;
A Malec, padre de Clara,
Que ya se llama Maleca.
Al Tuzaní le dió á Gavia
La Alta, y él se quedó en Berja,
[p. 492]Corazon que vivifica
Ese gigante de piedra.
Esa es la disposicion
Que desde aquí se penetra;
Y esa, señor, la Alpujarra,
Cuya bárbara eminencia,
Para postrarse á tus piés,
Parece que se despeña.
D. Juan.
Don Juan, vuestras prevenciones
Son de Mendoza y son vuestras,
Que es ser dos veces leales.—
(Tocan dentro.)
Pero ¿qué cajas son estas?
Mendoza.
La gente que va llegando,
Pasando, señor, la muestra.
D. Juan.
¿Qué tropa es esa?
Mendoza.
Esta es
De Granada, y cuanto riega
El Genil.
D. Juan.
¿Y quién la trae?
Mendoza.
Tráela el marqués de Mondéjar,
Que es el conde de Tendilla,
De su Alhambra y de su tierra
Perpetuo alcaide.
D. Juan.
Su nombre
El moro en África tiembla.—(Tocan.)
¿Cuál es esta?
Mendoza.
La de Murcia:
D. Juan.
¿Y quién es quien la gobierna?
Mendoza.
El gran marqués de los Vélez.
D. Juan.
Su fama y sus hechos sean
Corónicas de su nombre. (Tocan.)
Mendoza.
Estos son los de Baeza,
Y viene por cabo suyo
[p. 493]Un soldado, á quien debiera
Hacer estatuas la fama,
Como su memoria eterna,
Sancho de Ávila, señor.
D. Juan.
Por mucho que se encarezca,
Será poco, si no dice
La voz que alabarle intenta,
Que es discípulo del duque
De Alba, enseñado en su escuela
A vencer, no á ser vencido. (Tocan.)
Mendoza.
Aqueste que ahora llega,
El tercio viejo de Flándes
Es, que ha bajado á esta empresa
Desde el Mosa hasta el Genil,
Trocando perlas á perlas.
D. Juan.
¿Quién viene con él?
Mendoza.
Un monstruo
Del valor y la nobleza,
Don Lope de Figueroa.
D. Juan.
Notables cosas me cuentan
De su gran resolucion
Y de su poca paciencia.
Mendoza.
Impedido de la gota,
Impacientemente lleva
El no poder acudir
Al servicio de la guerra.
D. Juan.
Yo deseo conocerle.
DON LOPE DE FIGUEROA.—Dichos.
D. Lope.
Voto á Dios, que no me lleva
En aqueso de ventaja
[p. 494]Un átomo vuestra Alteza,
Porque hasta verme á sus piés,
Sólo he sufrido á mis piernas.
D. Juan.
¿Cómo llegais?
D. Lope.
Como quien,
Señor, á serviros llega
De Flándes á Andalucía;
Y no es mala diligencia,
Pues vos á Flándes no vais,
Que Flándes á vos se venga.
D. Juan.
Cúmplame el cielo esa dicha.
¿Traeis buena gente?
P. Lope.
Y tan buena,
Que si fuera el Alpujarra
El infierno, y estuviera
Mahoma por alcaide suyo,
Entraran, señor, en ella...
Si no es los que tienen gota,
Que no trepan por las peñas,
Porque vienen...
Un soldado, GARCÉS, ALCUZCUZ.—Dichos.
Un sold.
(Dentro.)Detenéos.
Garcés.
(Dentro.) Tengo de llegar: afuera.
(Sale Garcés con Alcuzcuz á cuestas.)
D. Juan.
¿Qué es esto?
Garcés.
De posta estaba
A la falda desa sierra,
Sentí ruido entre unas ramas,
Páreme hasta ver quién era,
[p. 495]Y ví este galgo que estaba
Acechando detras dellas,
Que sin duda era su espía.
Maniatéle con la cuerda
Del mosquete, y porque ladre
Qué hay allá, le traigo á cuestas.
D. Lope.
¡Buen soldado, vive Dios!
¿Esto hay acá?
Garcés.
¡Pues! ¿qué piensa
Vueseñoría que todo
Está en Flándes?
Alcuzc.
(Ap.)¡Malo es esta!
Alcuzcuz, á esparto olelde
El nuez del gaznato vuestra.
D. Juan.
Ya os conozco: no me cogen
Estas hazañas de nuevas.
Garcés.
¡Oh cómo premian sin costa
Príncipes que honrando premian!
D. Juan.
Venid acá.
Alcuzc.
¿A mé decilde?
D. Juan.
Sí.
Alcuzc.
Ser gran favor tan cerca.
Bien estalde aquí.
D. Juan.
¿Quién sois?
Alcuzc.
(Ap. Aquí importar el cautela.)
Alcuzcuz, un morisquilio,
A quien lievaron por fuerza
Al Ampujarro; que mé
Ser crestiano en me conciencia,
Saber la trina crestiana,
El Credo, la Salve Reina,
El pan nostro, y el catorce
Mandamientos de la Iglesia.
Por decir que ser crestiano,
[p. 496]Darme otros el muerte intentan;
Yo correr, é hoyendo, dalde
En manos de quien me prenda.
Si me dar el vida, yo
Decilde cuanto allá piensan,
Y lievaros donde entreis
Sin alguna resistencia.
D. Juan.
(Ap. á Mendoza.) Como presumo que miente,
Tambien puede ser que sea
Verdad.
Mendoza.
¿Quién duda que hay muchos
Que ser cristianos profesan?
Yo sé una dama que está
Retirada allá por fuerza.
D. Juan.
Pues ni todo lo creamos
Ni dudemos.—Garcés, tenga
Ese morisco por preso...
Garcés.
Yo, yo tendré con él cuenta.
D. Juan.
Que en lo que luégo dijere,
Veremos si acierta ó yerra.
Y ahora vamos, Don Lope,
Dando á los cuarteles vuelta,
Y á consultar por qué sitio
Se ha de empezar.
Mendoza.
Vuestra Alteza
Lo mire bien, porque aunque
Parece poca la empresa,
Importa mucho; que hay cosas,
Mayormente como estas,
Que no dan honor ganadas,
Y perdidas dan afrenta:
Y así, se debe poner
Mayor atencion en ellas,
No tanto para ganarlas,
[p. 497]Cuanto para no perderlas.
(Vanse Don Juan de Austria, Don Juan de Mendoza, Don Lope y soldados.)
GARCÉS, ALCUZCUZ.
Garcés.
Vos ¿cómo os llamais?
Alcuzc.
Arroz;
Que si entre moriscos era
Alcuzcuz, entre crestianos
Seré arroz, porque se entienda
Que menestra mora pasa
A ser crestiana menestra.
Garcés.
Alcuzcuz, ya sois mi esclavo:
Decid verdad.
Alcuzc.
Norabuena.
Garcés.
Vos dijisteis al señor
Don Juan de Austria...
Alcuzc.
¿Que aquél era?
Garcés.
Que le llevariais por donde
Entrada tiene esa sierra.
Alcuzc.
Sí, mi amo.
Garcés.
Aunque es verdad
Que él á sujetaros venga
Con el marqués de los Vélez,
Con el marqués de Mondéjar,
Sancho de Avila y Don Lope
De Figueroa, quisiera,
Yo que la entrada á estos montes
Solo á mí se me debiera:
Llévame allá, porque quiero
[p. 498]Mirarla y reconocerla.
Alcuzc.
(Ap. Engañifa á este crestiano
He de hacerle, é dar la vuelta
Al Alpujarra.) Venilde
Conmigo.
Garcés.
Detente, espera;
Que en este cuerpo de guardia
Dejé mi comida puesta
Cuando salí á hacer la posta,
Y quiero volver por ella;
Que en una alforja podré
(Porque el tiempo no se pierda)
Llevarla, para ir comiendo
Por el camino.
Alcuzc.
Así sea.
Garcés.
Vamos pues.
Alcuzc.
(Ap.)Santo Mahoma,
Pues tú selde mi profeta,
Lievarme, é á Meca iré,
Aunque ande de ceca en meca.
(Vanse.)
Jardin en Berja.
Moriscos y músicos; y detras, DON FERNANDO VÁLOR y DOÑA ISABEL TUZANÍ.
Válor.
A la falda lisonjera
Dese risco coronado,
Donde sin duda ha llamado
[p. 499]A córtes la primavera,
Porque entre tantos colores
De su república hermosa
Quede jurada la rosa
Por la reina de las flores,
Puedes, bella esposa mia,
Sentarte. Cantad, á ver
Si la música vencer
Sabe la melancolía.
D.ª Isab.
Abenhumeya valiente,
A cuya altivez bizarra,
No el roble del Alpujarra
Dé corona solamente,
Sino el sagrado laurel,
Arbol ingrato del sol,
Cuando llore el español
Su cautiverio cruel:
No es desprecio de la dicha
Deste amor, desta grandeza,
Mi repetida tristeza,
Sino pension ó desdicha
De la suerte; porque es tal
De la fortuna el desden,
Que apénas nos hace un bien,
Cuando le desquita un mal.
No nace de causa alguna
Esta pena, (Ap. ¡A Dios pluguiera!)
Sino sólo desta fiera
Condicion de la fortuna.
Y si ella es tan envidiosa,
¿Cómo puedo yo este miedo
Perder al mal, si no puedo
Dejar de ser tan dichosa?
Válor.
Si la causa de mirarte
[p. 500]Triste tu dicha ha de ser,
Pésame de no poder,
Mi Lidora, consolarte;
Que habrá tu melancolía
De ser cada dia mayor,
Pues que tu imperio y mi amor
Son mayores cada dia.
Cantad, cantad, su belleza
Celebrad, pues bien halladas,
Siempre traen paces juradas
La música y la tristeza.
(Música.)
No es menester que digais
Cúyas sois, mis alegrías;
Que bien se ve que sois mias
En lo poco que durais.
MALEC, que llega á hablar á DON FERNANDO, hincada la rodilla; y á los lados, DON ÁLVARO y DOÑA CLARA, que salen en traje de moros y se quedan á las puertas; BEATRIZ.—Dichos.
D.ª Clar.
(Ap.) «No es menester que digais
Cúyas sois, mis alegrías...»
D. Álv.
(Ap.) «Que bien se ve que sois mias
En lo poco que durais.»
(Siempre suenan los instrumentos, aunque se represente.)
D.ª Clar.
(Ap.) ¡Cuánto siendo haber oido
Ahora aquesta cancion!
D. Álv.
(Ap.) ¡Qué notable confusion
La voz en mí ha introducido!
[p. 501]D.ª Clar.
(Ap.) Pues cuando mi casamiento
A tratar mi padre viene...
D. Álv.
(Ap.) Pues cuando dichas previene
Amor, á mi amor atento...
D.ª Clar.
(Ap.) Glorias mias, escuchais...
D. Álv.
(Ap.) Escuchais mis fantasías...
(Música.)
Ellos.
(Ap.) Que bien se ve que sois mias
En lo poco que durais.
Malec.
Señor, pues entre el estruendo
De Marte el amor se ve
Tan hallado, bien podré
Decirte cómo pretendo
Dar á Maleca marido.
Válor.
Quién fué tan feliz, me dí.
Malec.
Tu cuñado Tuzaní.
Válor.
Muy cuerda eleccion ha sido,
Pues uno y otro fïel
A preceptos de su estrella,
Él no viviera sin ella,
Y ella muriera sin él.
¿Adónde están?
(Llegan Don Álvaro y Doña Clara.)
D.ª Clar.
A tus piés
Alegre llego.
D. Álv.
Y yo ufano,
Para que nos des tu mano.
Válor.
Mil brazos tomad, y pues
En nuestro docto alcoran,
Ley que ya todos guardamos,
Más ceremonias no usamos
Que las prendas que se dan
Dos, déle á Maleca divina
Sus arras el Tuzaní.
[p. 502]D. Álv.
Todo es poco para tí,
A cuya luz peregrina
Se rinde el mayor farol;
Y así temo, porque arguyo
Que es darle al sol lo que es suyo,
Darle diamantes al sol.
Aqueste un Cupido es,
De sus flechas guarnecido;
Que áun de diamantes Cupido,
Viene á postrarse á tus piés.
Esta una sarta de perlas,
De quien duda quien ignora
Que las llorara el aurora,
Si tú habias de cogerlas.
Esta es un águila bella,
Del color de mi esperanza;
Que sólo un águila alcanza
Ver el sol que mira ella.
Un clavo para el tocado
Es este hermoso rubí,
Que ya no me sirve á mí,
Pues mi fortuna ha parado.
Estas memorias... Mas no
Las tomes; que en tales glorias,
Quiero que tengas memorias
Tú, sin traértelas yo.
D.ª Clar.
Las arras, Tuzaní, aceto,
Y á tu amor agradecida,
Traerlas toda mi vida
En tu nombre te prometo.
D.ª Isab.
Y yo os doy el parabien
De aqueste lazo inmortal,
(Ap. Que ha de ser para mi mal.)
Malec.
Ea, pues, las manos den
[p. 503]Albricias al alma.
D. Álv.
Puesto
A tus piés estoy.
D.ª Clar.
Los brazos
Conformen eternos lazos.
Los dos.
Yo soy feliz...
(Al darse las manos, tocan cajas dentro.)
Todos.
Mas ¿qué es esto?
Malec.
Cajas españolas son
Las que atruenan estos riscos,
Que no tambores moriscos.
D. Álv.
¿Quién vió mayor confusion?
Válor.
Cese la boda, hasta ver
Qué novedad causa ha sido...
D. Álv.
¿Ya, señor, no lo has sabido?
¿Qué más novedad que ser
Dichoso yo? Pues el sol
Mira apénas mi ventura,
Cuando eclipsan su luz pura
Las armas del español.
(Vuelven á tocar.)
ALCUZCUZ, con unas alforjas al hombro.—Dichos.
Alcuzc.
¡Gracias á Mahoma y Alá,
Que á tus piés haber llegado!
D. Álv.
Alcuzcuz, ¿dónde has estado?
Alcuzc.
Ya todos estar acá.
Válor.
¿Qué te ha sucedido?
Alcuzc.
Yo
Hoy de posta estar, é aposta
[p. 504]Liego aquí, aunque por la posta,
Quien por detras me cogió,
Lievóme con otros dos
A un Don Juan, que ahora es venido;
E crestianilio fingido,
Decirle que crêr en Dios.
No me dió muerte; cativo
Ser del soldado crestiano,
Que no se labará en vano:
A éste apénas le apercibo
Que senda saber por donde
Poder la Alpojarra entrar,
Cuando la querer mirar.
De camaradas se esconde,
E aquesta forja me dando
Donde venir su comida,
Por una parte escondida,
Entrar los dos camenando.
Apénas solo le ver,
Cuando, sin que seguir pueda,
Füí por monte, é se queda
Sin cativo é sin comer;
Porque aunque me seguir quiso,
Una trompa que salir
De moros, le hacer huir:
E yo venir con aviso
De que ya muy cerca dejo
Don Juan de Andustria en campaña,
A quien decir que acompaña
El gran marqués de Mondejo
Con el marqués de Luzbel,
El que fremáticos doma,
Don Lope Figura-roma,
Y Sancho Débil con él:
[p. 505]Todos hoy á la Alpojarra
Venir contra tí.
Válor.
No digas
Más, porque á cólera obligas
Mi altivez siempre bizarra.
D.ª Isab.
Ya desde esa excelsa cumbre
Donde tropezando el sol,
O teme ajar su arrebol
O teme apagar su lumbre,
Ni bien ni mal se divisan
Entre várias confusiones
Los armados escuadrones
Que nuestros términos pisan.
D.ª Clar.
Grande gente ha conducido
Granada á aquesta faccion.
Válor.
Pocos muchos mundos son,
Si á vencerme á mí han venido,
Aunque fuera el que sujeta
Ese hermoso laberinto,
Como hijo de Cárlos Quinto,
Hijo del quinto planeta;
Porque aunque estos horizontes
Cubran de marciales señas,
Serán su pira estas peñas,
Serán su tumba estos montes.
Y pues se viene acercando
Ya la ocasion, advertidos,
No ya desapercibidos
Nos hallen, sino esperando
Todo su poder; y así,
Su puesto ocupe cualquiera.
Malec se vaya á Galera,
Vaya á Gavia Tuzaní,
Que yo en Berja me estaré,
[p. 506]Y á quien Alá deparare
La suerte, que Alá le ampare,
Pues suya la causa fué.
Id á Gavia; que la gloria
Que hoy es de amor interes,
Celebrarémos despues
Que quedemos con victoria.
(Vanse Don Fernando Válor, Doña Isabel, Malec, moriscos y músicos.)
DON ÁLVARO, DOÑA CLARA; ALCUZCUZ y BEATRIZ, retirados.
D.ª Clar.
(Para sí.) «No es menester que digais
Cúyas sois, mis alegrías...»
D. Álv.
(Para sí.) «Qué bien se ve que sois mias
En lo poco que durais.»
D.ª Clar.
(Para sí.) Alegrías mal logradas,
Antes muertas que nacidas...
D. Álv.
(Para sí.) Rosas sin tiempo cogidas,
Flores sin sazon cortadas...
D.ª Clar.
(Para sí.) Si rendidas, si postradas
A un ligero soplo estais...
D. Álv.
(Para sí.) No digais que el bien gozais...
D.ª Clar.
(Para sí.) Pues siendo para perder,
Que sintais es menester...
D. Álv.
(Para sí.) No es menester que digais.
D.ª Clar.
(Para sí.) Alegrías de un perdido,
Aborto sois de un cuidado,
Puesto que habeis espirado
Primero que habeis nacido.
[p. 507]Si acaso, si yerro ha sido
Hallarme vuestras porfías
Por otra, no esteis baldías
Conmigo un rato pequeño:
Dejadme, y buscad el dueño
Cúyas sois, mis alegrías.
D. Álv.
(Para sí.) Por gran maravilla os toca,
Dichas: luego bien moristeis;
Que si maravillas fuisteis,
Fuerza fué vivir tan poco.
De contento estuve loco,
Y ya de melancolías:
¡Qué bien, qué bien, alegrías,
Se ve que sois de otro á quien
Buscais! Y ¡ay, penas, qué bien,
Qué bien se ve que sois mias!
D.ª Clar.
(Para sí.) Aunque si ser pretendeis
Alegrías, bien hicisteis...
D. Álv.
(Para sí.) Pues que dos veces lo fuisteis,
En una que os deshaceis.
D.ª Clar.
(Para sí.) Dos veces desde hoy sereis
Venturosas.
Los dos.
(Para sí.)Lo mostrais
En la prisa con que os vais
Cuando á mi alivio acudís...
D. Álv.
(Para sí.) En lo tarde que venís...
D.ª Clar.
(Para sí.) En lo poco que durais.
D. Álv.
Hablando estaba conmigo
A solas, porque no sé
Si en tantas penas podré
Hablar, Maleca, contigo.
Cuando era mi amor testigo
Desta victoriosa palma,
Vuelve á suspenderse en calma;
[p. 508]Y así calla, porque es mengua
Que quiera alzarse la lengua
Con los afectos del alma.
D.ª Clar.
El hablar es libre accion,
Pues puede un hombre callar;
El oir no, porque ha de estar
Eso en ajena razon;
Y es tanta mi suspension,
Que ocupada del sentir,
No oiré lo que has de decir:
¿Qué mucho en tanto pesar
Que tú no estés para hablar,
Si yo no estoy para oir?
D. Álv.
El rey á Gavia me envia,
Tú á Galera vas, y amor,
Luchando con el honor,
Se rinde á su tiranía:
Quédate ahí, esposa mia,
Y piadoso el cielo quiera
Que el cerco que nos espera,
Que el poder que nos agravia,
Me vaya á buscar á Gavia,
Porque te deje en Galera.
D.ª Clar.
¿De suerte, que no podré
Verte, hasta ver acabada
Esta guerra de Granada?
D. Álv.
Sí podrás; que yo vendré
Todas las noches, porqué
Dos leguas que hay en rigor
De allí á Gavia, será error
No volarlas mi deseo.
D.ª Clar.
Mayores distancias creo
Que sabe medir amor.
Yo en el postigo estaré
[p. 509]Esperándote del muro.
D. Álv.
Y yo, dese amor seguro,
Cada noche al muro iré.
Dáme los brazos, en fe. (Cajas.)
D.ª Clar.
Cajas vuelven á tocar.
D. Álv.
¡Qué desdicha!
D.ª Clar.
¡Qué pesar!
D. Álv.
¡Qué padecer!
D.ª Clar.
¡Qué sentir!
¿Esto es amar?
D. Álv.
Es morir.
D.ª Clar.
Pues ¿qué más morir que amar?
(Vanse los dos.)
BEATRIZ, ALCUZCUZ.
Beatriz.
Alcuzcuz, llégate aquí,
Pues solos hemos quedado.
Alcuzc.
Zarilia, aquese recado
¿Ser al alforja, ó á mí?
Beatriz.
¡Que siempre has de estar de gorja,
Aunque todo sea tristeza!
Escúchame.
Alcuzc.
Esa fineza
¿Ser á mí, ó ser al alforja?
Beatriz.
A tí es; pero ya que así
Ella mi amor atropella,
Tengo de ver qué hay en ella.
Alcuzc.
Luego ser á elia, é no á mí.
Beatriz.
Esto es tocino... y condeno
(Va sacando lo que dicen los versos.)
[p. 510]Traerlo tú deste modo.
Este es vino. ¡Ay de mí! Todo
Cuanto traes aquí es veneno.
Yo no lo quiero tocar
Ni ver, Alcuzcuz: advierte
Que puede darte la muerte
Si lo llegas á probar. (Vase.)
ALCUZCUZ.
¿Todos de voneno llenos
Estar? Sí: ya lo creer,
Pues Zara decir, que ser
Sierpe é saber de vonenos.
Y áun otra razon más clara
Es de que el voneno vió
Zara, que no le probó,
Con ser tan golosa Zara.
El crestianilio sin duda
Matar á Alcuzcuz queria.
¡Ay tan gran beliaquería!
Mahoma librarme pudo,
Porque á Meca le ofrecer
Ir á ver el zancarron. (Cajas.)
Mas cerca escochar el són,
Y ya de divisos ver
En trompas el monte lieno.
Seguir quiero al Tozaní.
¿Haber álguien por ahí
Que querer deste voneno? (Vase.)
[p. 511]Cercanías de Galera.
DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE DE FIGUEROA, DON JUAN DE MENDOZA, soldados.
Mendoza.
Desde aquí se dejan ver
Mejor las señas, al tiempo
Que ya declinando el sol,
Está pendiente del cielo.
Aquella villa que á mano
Derecha, sobre el cimiento
De una dura roca há tantos
Siglos que se está cayendo,
Es Gavia la alta: y aquella
Que tiene á su lado izquierdo,
De quien las torres y riscos
Están siempre compitiendo,
Es Berja; y Galera es esta,
A quien este nombre dieron
O porque su fundacion
Es así, ó ya porque vemos
Que á piélagos de peñascos
Ondas de flores batiendo,
Sujeta al viento, parece
Que se mueve con el viento.
D. Juan.
Destas dos fuerzas la una
Se ha de sitiar.
D. Lope.
Pues miremos
Cuál tiene disposicion
Más al propósito nuestro,
Y manos á la labor;
[p. 512]Que piés no están para eso.
D. Juan.
Aquel morisco rendido
Me traed, y dél sabremos
Si trata verdad ó no
En lo que fuere diciendo.
¿Dónde está Garcés, á quien
Se le dí por prisionero?
Mendoza.
No le he visto desde entónces.
GARCÉS.—Dichos.
Garcés.
(Dentro.) ¡Ay de mí!
D. Juan.
Mirad qué es eso.
(Sale Garcés herido, cayendo.)
Garcés.
Yo soy; que á tus plantas no
Llegara ménos que muerto.
Mendoza.
Garcés es.
D. Juan.
¿Qué ha sucedido?
Garcés.
Tu Alteza perdone un yerro
Por un aviso.
D. Juan.
Decid.
Garcés.
Aquel morisco, aquel preso
Que me entregaste, te dijo
Que venía con intento
De entregarte el Alpujarra:
Yo, señor, con el deseo
De saber el paso, y ser
El que la entrase el primero
(Que áun la ambicion del honor
No es ambicion de provecho),
Dije que me la enseñara.
[p. 513]Seguíle á solas por esos
Laberintos donde el sol
Aun se pierde por momentos,
Con andarlos cada dia.
Apénas entre dos cerros
Él se vió conmigo, cuando
Por los peñascos subiendo,
Dió voces, y ya á sus voces
O á las que le hurtaba el eco,
Respondieron unas tropas
De moros, que descendiendo,
A la presa se avanzaban
Como quien son, como perros.
Inútil fué la defensa,
Y en fin, en mi sangre envuelto,
Discurrí el monte á ampararme
De las hojas, cuando veo
Debajo de las murallas
De Galera, donde llego,
Abierta una boca, un
Melancólico bostezo
Del peñasco sobre quien
Estriba, que con el peso
Del edificio, sin duda
Gimió, y por quedar gimiendo
Siempre, no volvió á cerrarle,
Y se le dejó entreabierto.
Aquí, pues, me eché, y aquí,
O bien porque no me vieron,
O porque ya sepultado
Me dejaron como muerto,
De aquesta manera estuve
El sitio reconociendo;
Y en fin, Galera minada
[p. 514]De los ardides del tiempo
(Que para sitios de peñas
Es el mejor ingeniero)
Está: y como tú sobre ella
Te pongas, podrás con fuego
Volarla, como esta boca,
Que es muy posible, ganemos,
Sin esperar lo prolijo
De sitiarla; y yo te ofrezco
Hoy por una vida, cuantas
Galera contiene dentro;
Sin que pueda con mi rabia,
Sin que valgan con mi acero,
Ni en los niños la piedad,
Ni la clemencia en los viejos,
Ni el respeto en las mujeres,
Que con esto lo encarezco.
D. Juan.
Retirad ese soldado. (Llévanle.)
Ya tomo por buen agüero,
Don Lope de Figueroa,
Saber de Galera esto;
Que desde que oí que habia
En el Alpujarra pueblo
Que Galera se llamaba,
La quise poner el cerco,
Por ver si, como en el mar,
Dicha en las galeras tengo
En la tierra.
D. Lope.
Pues ¿qué aguardas?
Vamos á ocupar los puestos;
Que esta es la hora mejor,
Pues de noche, sin estruendo
Podremos llegarnos más.—
A Galera marche el tercio.
[p. 515]
Un sold.
Pase la palabra.
Otro.
Pase.
Soldads.
A Galera.
D. Juan.
Dadme, cielos,
Fortuna, como en el agua,
En la tierra, porque opuestos
Aquella naval batalla
Y este cerco campal, luégo
Pueda decir que en la tierra
Y en la mar, tuve en un tiempo
Dos victorias, que confusas,
Aun no distinga yo mesmo
De un cerco y una naval,
Cuál fué la naval ó el cerco. (Vanse.)
Muros de Galera.
DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; despues, DOÑA CLARA.
D. Álv.
Vida y honor, Alcuzcuz,
Hoy á tu cuidado dejo;
Pues ya ves que si se sabe
Que falto de Gavia y vengo
A Galera, honor y vida
En sólo un instante pierdo.
Con esa yegua te queda,
Miéntras yo en el jardin entro;
Que luégo salgo, y es fuerza
Que hemos de volvernos luégo
A entrar en Gavia ántes que
[p. 516]En Gavia nos echen ménos.
Alcuzc.
Sempre á te servir me obligo;
Y aunque con tal prisa vengo
Que áun no me diste lugar
De dejalde en mi aposento
Este alforja, sin menear
Aquí haliar en este puesto.
D. Álv.
Si de aquí faltas, la vida
Te he de quitar, vive el cielo.
(Sale Doña Clara por un postigo.)
D.ª Clar.
¿Eres tú?
D. Álv.
Pues ¿quién pudiera
Ser tan fïel?
D.ª Clar.
Entra presto;
No acierten á conocerte,
Si en el muro te detengo. (Vanse.)
ALCUZCUZ; despues, soldados.
Alcuzc.
¡Vive Alá, que me dormir!
Pesado estar, sonior suenio.
No haber oficio tan malo
Como el de ser alcahuetos,
Porque todos los oficios
Trabajar para sí mesmos,
É alcahueto para el otros.—
Jó, yegua.—A mi cuento vuelvo;
Que vencer el suenio así.
Tal vez se hacer zapatero
Zapatos, tal vez se hacer
El sastre el vestido nuevo,
[p. 517]El cocinero probar
Si estar el guisado bueno,
Hacer el pastel hechizo
É comerle el pastelero:
En fin, alcahueto sólo
No es para sí de provecho,
Pues ni calzar lo que cose
Ni probar lo que está haciendo.
Jó...—¡Que se tomó ¡ay de mé!
El yegua, é se me ir corriendo!
(Éntrase corriendo, y dice dentro.)
Jó, yegua, detente é hacer
Esto que te estar pidiendo;
Que yo hacer por tí otra cosa
Que me pedir tú. No puedo
Alcanzar...—¡Ay, Alcuzcuz! (Sale.)
¡Muy buena hacienda haber hecho!
¿En qué volverse mi amo?
Que él me ha de matar, ser cierto,
Pues ser forzoso que á Gavia
No poder liegar á tiempo.
Hé aquí que sale é decir:
«Dar el yegua.—No le tengo.—
¿Qué le hacer?—Fuéseme el yegua.—
¿Por dónde?—Por esos cerros.—
Mataréte.» ¡Zas!... é dame
Con el daga por el pecho.
Pues si habemos de morer,
Alcuzcuz, con el acero,
Y hay mortes en que escoger,
Murámonos de voneno;
Que es morte mas dolce. Vaya,
Pus que ya el vida aborrezco.
(Saca una bota de la alforja, y bebe.)
[p. 518]Mejor ser morer así,
Pues no morer por el ménos
Bañado un hombre en su sangre:
¿Cómo estar? Bueno me siento:
No ser el voneno fuerte;
E si es que morer pretendo,
Más voneno es menester: (Bebe.)
No ser frio, á lo que bebo,
El voneno, ser caliente:
Sí, pues arder acá dentro.
Más voneno es menester; (Bebe.)
Que muy poco á poco muero.
Ya parece que se enoja,
Pues que ya va haciendo efecto;
Que los ojos se me turbian
E se me traba el cerebro,
El lengua ponerse gorda
E saber el boca á herro.
Ya que muero, no dejar (Bebe.)
Para otro matar voneno,
Será piedad. ¿Dónde estar
Me boca, que no la encuentro?
(Cajas dentro.)
Soldads.
(Dentro.) Centinelas de Galera,
Al arma.
Alcuzc.
¿Qué ser aquesto?
Mas si relámpagos hay,
¿Quién duda que ha de haber truenos?
DON ÁLVARO y DOÑA CLARA, asustados.—ALCUZCUZ.
D.ª Clar.
Las centinelas, señor,
Hacen de las torres fuego.
D. Álv.
Sin duda el campo cristiano
En el nocturno silencio
Amparado de las sombras,
Sobre Galera se ha puesto.
D.ª Clar.
Véte, señor; que ya ves
Todo el castillo revuelto.
D. Álv.
¿Y será gloriosa accion
Que digan de mí que dejo
Sitiada á mi dama...
D.ª Clar.
¡Ay triste!
D. Álv.
Y que las espaldas vuelvo?
D.ª Clar.
Sí, que en defender á Gavia
Está tu honor de por medio,
Y quizá han ido sobre ella:
Tambien es de advertir esto.
D. Álv.
¿Quién vió mayor confusion
Que yo en un punto padezco?
Mi honor y mi amor están
Dándome voces á un tiempo.
D.ª Clar.
Responde á las de tu honor.
D. Álv.
Antes responder pretendo
A las dos.
D.ª Clar.
¿De qué manera?
[p. 520]D. Álv.
En llevarte me resuelvo
Conmigo; que si en dejarte
Y en no dejarte me pierdo,
Corra mi honor y mi amor
Una fortuna y un riesgo.
Vénte conmigo: una yegua,
Veloz injuria del viento,
Nos llevará.
D.ª Clar.
Con mi esposo
Voy: nada aventuro en esto.
Tuya soy.
D. Álv.
¡Hola, Alcuzcuz!
Alcuzc.
¿Quién llama?
D. Álv.
Yo soy, trae presto
La yegua.
Alcuzc.
¿El yegua?
D. Álv.
¿Qué aguardas?
Alcuzc.
Aguardo el yegua, que luégo
Me decir que volvería.
D. Álv.
Pues ¿dónde está?
Alcuzc.
Fuése huyendo;
Mas yegua es de su palabra,
E volver luego al momento.
D. Álv.
¡Viven los cielos, traidor!...
Alcuzc.
No tocar á mé, teneros,
Porque estar avonenado,
E matar con el aliento.
D. Álv.
Que tengo de darte muerte.
D.ª Clar.
Detente. ¡Ay de mí!
(Va á detenerle, y se hiere la mano.)
D. Álv.
¿Qué es eso?
D.ª Clar.
Por detenerte, la mano
Me corté con el acero.
D. Álv.
Cueste esa sangre una vida.
[p. 521]D.ª Clar.
Pues por la mia te ruego
Que no le mates.
D. Álv.
¿Qué en mí
No podrá ese juramento?
¿Es mucha la sangre?
D.ª Clar.
No.
D. Álv.
Apriétate á ella ese lienzo.
D.ª Clar.
Y pues ves que no es posible
Seguirte ya, véte presto:
Que no siéndolo en un dia
Ganar la villa, yo ofrezco
Irme mañana contigo,
Pues nos queda el paso abierto
Siempre por aquesta parte.
D. Álv.
Con esa esperanza acepto
El partido.
D.ª Clar.
Alá te guarde.
D. Álv.
¿Para qué, si yo aborrezco
Vivir ya?
Alcuzc.
Pues aquí haber
Para la perder remedio:
Que á mí me sobrar un poco
De dolcísimo voneno.
D.ª Clar.
Véte pues.
D. Álv.
¡Qué triste voy!
D.ª Clar.
Y yo ¡qué afligida quedo!
D. Álv.
Por saber qué opuesta estrella...
D.ª Clar.
Por saber qué hado severo...
D. Álv.
Es este que entre mi amor...
D.ª Clar.
Es el que entre mis deseos...
D. Álv.
Siempre se pone...
D.ª Clar.
Está siempre...
D. Álv.
A mis desdichas atento.
D.ª Clar.
Puesto que un arma cristiana
[p. 522]Nos estorba por momentos.
Alcuzc.
¿Esto es dormer ó morer?
Mas todo diz que es el mesmo,
Y ser verdad, pues no sé
Si me muero ó si me duermo.
[p. 523]
Cercanías de Galera.
DON ÁLVARO, sin ver á ALCUZCUZ, que está durmiendo en el suelo.
D. Álv.
Noche pálida y fria,
A tu silencio dignamente fia
Mi esperanza su empleo,
Mi amor su dicha, mi alma su trofeo;
Pues en tí (aunque á pesar de tanta estrella)
Dará más noble luz Maleca bella,
Cuando redes y lazos
Robada finja entre mil dulces brazos.
En alas del cuidado,
Como á un cuarto de legua ya he llegado
De Galera. Esta parte
Donde naturaleza obró sin arte
Cerrados laberintos
De hojas, ni bien confusos ni distintos,
Nocturno albergue sea
Del caballo; y pues nadie hay que me vea,
Quede á ese tronco atado,
Más seguro á las riendas hoy fiado
[p. 524]Un bruto, que al cuidado ayer de un hombre,
(Tropieza en Alcuzcuz.)
Que... Mas no hay accidente que no asombre
Un pecho enamorado.
Si bien este accidente
Con justa causa mi valor le siente,
Pues cuando al muro ya á acercarme empiezo,
Todo cuanto hoy he visto, todo cuanto
He hallado, es asombro, horror y espanto.
¡Ay infelice, ay triste,
Oh tú, que monumento el monte hiciste!
Mas no... ¡Ay dichoso, oh tú, que con la muerte
Mejoraste las ánsias de tu suerte!
¡Con qué de sombras lucho!
(Despierta Alcuzcuz.)
Alcuzc.
¿Quién es que me pisar?
D. Álv.
¡Qué veo! ¡Qué escucho!
¿Quién va? ¿Quién es?
Alcuzc.
Alcuzcuz,
Que aquí esperar le mandaste
Con el yegua, y aquí estar,
Sin que me haber visto nadie.
Si haber de volver á Gavio
Hoy, ¿cómo salir tan tarde?
Mas siempre haber al partirse
Gran perecilia entre amantes.
D. Álv.
Alcuzcuz, ¿qué haces aquí?
Alcuzc.
¿Cómo preguntar qué haces
A Alcuzcuz, si te esperar
Desde que por porta entraste
Del muro á ver á Maleca?
D. Álv.
¿Quién vió cosa semejante?
Pues ¿desde anoche, que fué
Eso, estás aquí?
[p. 525]Alcuzc.
¿Qué hablalde
Desde anoche, si no haber
Que me dormir un instante
Con un mal voneno que
Tomar porque me matase,
De miedo de que la yegua
Ir por esos andurriales?
Mas pues ya es el yegua vuelta
Y voneno no matarme
(Que Alá mejorar el horas),
Vamos pues.
D. Álv.
¡Qué disparates!
Tú estabas borracho anoche.
Alcuzc.
Si hay vonenos que emborrachen,
Sí estar... y creerlo ahora
En que el boca á hierro sabe,
Estar el lengua é los labios
Secos como pedernales,
Ser de yesca el paladar,
Saberme todo á venagre.
D. Álv.
Véte de aquí; que no es bien
Que ya otra vez me embaraces
La dicha, pues por tí anoche
Perdí la ocasion más grande;
Y no quiero que por tí
Aquesta tambien me falte.
Alcuzc.
No tener el culpa, Zara
Sí, porque ella asegorarme
Que era voneno, é beberle
Por morirme. (Ruido dentro.)
D. Álv.
Hácia esta parte
Siento gente. Entre estas ramas
Esperemos á que pasen. (Vanse.)
GARCÉS, soldados.
Garcés.
Esta de la mina es
La boca que al muro sale:
Llegad, llegad con silencio,
Pues no nos ha visto nadie.
Ya está dada fuego, y ya
Esperamos por instantes
Que reviente el monte, dando
Nubes de pólvora al aire.
En volándose la mina,
Ninguno un minuto aguarde,
Sino á ir á ocupar el puesto
Que ella nos desocupare,
Procurando mantenerle
Hasta llegar lo restante
De la gente que emboscada
En esa espesura yace. (Vanse.)
DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; despues, moriscos y DON LOPE.
D. Álv.
¿Oiste algo?
Alcuzc.
Nada oir.
D. Álv.
¿Quién duda que es ronda que ande
Corriendo el monte? Por eso
Puse cuidado en guardarme.
[p. 527]¿Fuéronse?
Alcuzc.
¿Ya no lo ves?
D. Álv.
Ya es bien al muro acercarme.—
(Disparan dentro.)
Mas ¿qué es esto?
Alcuzc.
No haber boca
Que más claramente hable
Que la boca de una pieza,
Aunque se ignora el lenguaje.
(Explosion de una mina.)
Moriscs.
(Dentro.) ¡Valedme, cielos!
Alcuzc.
¡Valedme,
Mahoma! así Alá te guarde.
D. Álv.
Parece que se desquicia
De sus ejes inmortales
Todo el orbe de cristal,
Todo el globo de diamante.
D. Lope.
(Dentro.) Ya voló la mina; todos
A la batería que hace. (Cajas.)
D. Álv.
¿Qué Etnas, qué Mongibelos,
Qué Vesubios, qué volcanes
En su vientre concibieron
Los montes, que así los paren?
Alcuzc.
¿Qué monjiles, qué besugos,
Qué leznas ni qué alacranes?
Que todo ser humo y fuego.
D. Álv.
¿Quién vió más terrible trance?
En confusos laberintos
De armas ya la villa arde,
Y para abortar horrores,
Víbora de alquitran y áspid
De pólvora, hecha pedazos,
Todas las entrañas abre.
Estrago de España es este.
[p. 528]Ni soy noble, pues, ni amante,
Si á socorrer á mi dama
Al fuego no me arrojare,
Trepando al muro y rompiendo
Sus almenas de diamante;
Que como yo entre mis brazos
A Maleca hermosa saque,
Galera y el mundo todo
Mas que se queme y se abrase. (Vase.)
Alcuzc.
Ni ser amante ni noble,
Si en confusion tan notable
Quedar Zara. Mas ¿qué importa
No ser yo noble ni amante?
Hartos amantes y nobles
Haber: y como escaparme
Yo, que Zara y que Galera
Mas que se queme y se abrase. (Vase.)
Ruinas de Galera.
DON JUAN DE MENDOZA, DON LOPE DE FIGUEROA, GARCÉS, soldados; despues, MALEC, moriscos y DOÑA CLARA.
D. Lope.
No quede persona á vida:
Llévese á fuego y á sangre
La villa.
Garcés.
A pegarla fuego
Entraré. (Vase.)
[p. 529]Sold. 1.º
Yo á aprovecharme
Del saco. (Salen Malec y moriscos.)
Malec.
Yo basto solo,
Puesto por muro delante,
A defenderla. (Batalla.)
Mendoza.
Señor,
Este es Ladin el alcaide.
D. Lope.
Ríndete ya.
Malec.
¿Qué es rendirme?
D.ª Clar.
(Dentro.) ¡Ladin, señor, dueño, padre!
Malec.
(Ap.) Maleca es: ¡oh quién pudiera
Hoy dividirse en dos partes!
D.ª Clar.
(Dentro.) Que me da un cristiano muerte.
Malec.
Pues á mí estotros me maten
Sin defenderme, y á un tiempo
Tu vida y mi vida acaben.
D. Lope.
Muere, perro, y á Mahoma
Da un recado de mi parte.
(Éntranse los cristianos, retirando á los moriscos.)
Despues de haberse concluido la batalla dentro, salen soldados, GARCÉS, DON LOPE y DON JUAN DE MENDOZA.
Sold. 1.º
No se ha hecho presa tal
De joyas y de diamantes.
Sold. 2.º
Rico quedo desta vez.
Garcés.
Ninguna vida hoy se guarde
Que á mi acero, por hermosa
O por caduca, se escape:
Sólo me falta de hallar
[p. 530]Aquel morisquillo infame,
Para volver bien vengado.
D. Lope.
Pues toda Galera arde,
Manda retirar la gente
Antes que su incendio llame
El socorro.
Mendoza.
A retirar.
Pase la palabra.
Soldads.
Pase. (Vanse.)
DON ÁLVARO; despues, DOÑA CLARA.
D. Álv.
Por entre montes de llamas,
Entre piélagos de sangre,
Tropezando en cuerpos muertos,
Quiso mi amor que llegase,
A la casa de Maleca,
Estrago ya miserable,
Pues del acero y del fuego
Pavesa dos veces yace.
¡Ay esposa! presto yo
Moriré, si llego tarde.
¿Dónde Maleca estará?
Que ya no se mira á nadie.
D.ª Clar.
(Dentro.) ¡Ay de mí!
D. Álv.
Esta voz que el viento
Lastimosamente esparce
De mal pronunciadas quejas,
De bien repetidos ayes,
Es rayo que me penetra.
¿Quién vió desdicha más grande?
[p. 531]A las luces que confusas
Ya cebado el fuego hace,
Miro una mujer que está
Apagándolas con sangre...
¡Y es Maleca! ¡Oh santos cielos!
O dadla vida ó matadme.
(Entra, y saca á Doña Clara, suelto el cabello, sangriento el rostro, y medio vestida.)
D.ª Clar.
Soldado español, en quien
Ni piedad ni rigor cabe:
Piedad pues que ya me heriste,
Rigor pues no me acabaste,
Vuelve á mi pecho el acero:
Mira que es rigor notable
Que tus acciones no sean
Ni rigores ni piedades.
D. Álv.
Deidad infeliz (que ya
Hay infelices deidades,
Pues de tí lo aprenden cuantas
De humanas fortunas saben),
El que en sus brazos te tiene,
No solicita matarte;
Que ántes quisiera su vida
Dividir en dos mitades.
D.ª Clar.
Bien dicen esas razones
Que eres africano alarbe;
Y si por mujer y triste,
Dos veces puedo obligarte,
Una fineza te deba.
En Gavia está por alcaide
El Tuzaní, esposo mio:
Pártete luego á buscarle,
Y este estrecho último abrazo
Le llevarás de mi parte;
[p. 532]Y dirásle que su esposa,
Bañada en su propia sangre,
A manos de un español,
De sus joyas y diamantes
Más que de honor ambicioso,
Hoy muerta en Galera yace.
D. Álv.
El abrazo que me das,
No, no es menester llevarle
A tu esposo; que por ser
Fin de tus felicidades,
Él le sale á recibir;
Que no hay desdicha que tarde.
D.ª Clar.
Sola una voz ¡ay bien mio!
Pudo nuevo aliento darme,
Pudo hacer feliz mi muerte.
Deja, deja que te abrace.
Muera en tus brazos y muera... (Espira.)
D. Álv.
¡Oh cuánto, oh cuánto ignorante
Es quien dice que el amor
Hacer de dos vidas sabe
Una vida! pues si fueran
Esos milagros verdades,
Ni tú murieras, ni yo
Viviera; que en este instante,
Muriendo yo y tú viviendo,
Estuviéramos iguales.
Cielos, que visteis mis penas,
Montes, que mirais mis males,
Vientos, que oís mis rigores,
Llamas, que veis mis pesares,
¿Cómo todos permitís
Que la mejor luz se apague,
Que la mejor flor se os muera,
Que el mejor suspiro os falte?
[p. 533]Hombres que sabeis de amor,
Advertirme en este lance,
Decidme en esta desdicha,
¿Qué debe hacer un amante
Que viniendo á ver su dama
La noche que ha de lograrse
Un amor de tantos dias,
Bañada la halla en su sangre,
Azucena guarnecida
De más peligroso esmalte,
Oro acrisolado al fuego
Del más riguroso exámen?
¿Qué debe aquí hacer un triste
Que el tálamo que esperarle
Pudo, halla túmulo, donde
La más adorada imágen,
Que iba siguiendo deidad,
Vino á conseguir cadáver?
Mas no, no me respondais,
No teneis que aconsejarme;
Que si no obra por dolor
Un hombre en sucesos tales,
Mal obrará por consejo.
¡Oh montaña inexpugnable
De la Alpujarra, oh teatro
De la hazaña más cobarde,
De la victoria más torpe,
De la gloria más infame!
¡Oh nunca, oh nunca tus montes,
Oh nunca, oh nunca tus valles
Hubieran visto en su cumbre
Hubieran visto en su márgen
La más infeliz belleza!
Mas ¿de qué sirve quejarme,
[p. 534]Si las quejas, con ser quejas,
Aun no son prendas del aire?
DON FERNANDO VÁLOR, DOÑA ISABEL TUZANÍ, moriscos.—DON ÁLVARO; DOÑA CLARA, muerta.
Válor.
Aunque con lenguas de fuego
Galera en su ayuda llame,
Tarde hemos llegado.
D.ª Isab.
Y tanto,
Que ya sus plazas y calles
Son abrasadas cenizas,
Que en llamas piramidales
Se oponen á las estrellas.
D. Álv.
No os admire, no os espante
Venir tan tarde vosotros,
Si yo tambien vine tarde.
Válor.
¡Oh qué presagio tan triste!
D.ª Isab.
¡Qué asombro tan miserable!
Válor.
¿Qué es esto?
D. Álv.
Esta es la mayor
Pena, este el dolor más grande,
La desdicha más cruel,
La desventura más grave;
Que ver morir y morir
Tan triste y tan lamentable-
Mente lo que se ama, es
La cifra de los pesares,
El colmo de las desdichas
Y el mayor mal de los males:
Maleca ¡ay triste! mi esposa,
[p. 535]Es (¡qué pena tan notable!)
La que (¡qué dolor tan triste!)
Pálida (¡qué duro trance!)
Y sangrienta (¡qué cruel!)
Estáis mirando delante.
Aleve mano en su pecho
Hizo herida penetrante
Entre el fuego. ¿A quién no admira,
A quién no asombra que apague
Fuego á fuego, y que al acero
Se dé á partido un diamante?
Todos sois testigos, todos,
Del más sacrílego ultraje,
La más fiera accion, el más
Triste horror, costoso exámen
Del amor y la fortuna,
Y así, desde aqueste instante
Todos lo habeis de ser, todos,
De la mayor, la más grande
Y la más noble venganza
Que en sus corónicas guarde
La eternidad de los bronces,
La duracion de los jaspes;
Pues á esta beldad difunta,
Flor truncada, rosa fácil,
Que al fin maravilla muere
Como maravilla nace,
Hago juramento, hago
Firme amoroso homenaje
De vengar su muerte; y puesto
Que Galera, á quien no en balde
Dieron este nombre, ya
Zozobrando sobre mares
De púrpura que la anegan,
[p. 536]De llamas que la combaten,
Se va á pique despeñada
Desde esta cumbre á ese valle;
Pues ya de los españoles
Apénas se escucha el parche,
Y pues se van retirando,
Yo iré siguiendo el alcance,
Hasta que al mismo entre todos
Homicida suyo halle:
Vengaré, si no su muerte,
A lo ménos mi coraje;
Porque el fuego que lo ve,
Porque el mundo que lo sabe,
Porque el viento que lo escucha,
La fortuna que lo hace,
El cielo que lo permite,
Hombres, fieras, peces, aves,
Sol, luna, estrellas y flores,
Agua, tierra, fuego, aire
Sepan, conozcan, publiquen,
Vean, adviertan, alcancen
Que hay en un alarbe pecho,
En un corazon alarbe
Amor despues de la muerte,
Porque áun ella no se alabe
Que dividió su poder
Los dos más firmes amantes. (Vase.)
Válor.
Detente, espera.
D.ª Isab.
Primero
Harás que un rayo se pare.
Válor.
Retirad esa belleza
Infeliz.—No os acobarde
Ver que esa bárbara Troya
Ese rústico homenaje
[p. 537]Caiga en horror á la tierra,
Vuele en cenizas al aire,
Moriscos de la Alpujarra,
Si para venganzas tales,
Vuestro rey Abenhumeya
No ciñe este acero en balde. (Vase.)
D.ª Isab.
(Ap.) ¡Pluguiera el cielo sus montes,
Que son soberbios Atlantes
Del fuego que los consume,
Del viento que los combate,
Ya titubear se viesen,
Ya caducar se mirasen,
Porque dieran fin en ellos
Tantas infelicidades! (Vanse.)
Campo inmediato á Berja.
DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, DON JUAN DE MENDOZA, soldados.
D. Juan.
Ya que rendida Galera
En rüinas se eterniza,
Y que en su propria ceniza
Es el fénix y la hoguera;
Ya que del ardiente esfera,
Entre el escándalo sumo,
Un fragmento la presumo
Adonde voraz y ciego
Es el Minotauro el fuego
Y es el laberinto el humo;
[p. 538]No tenemos que esperar,
Sino ántes que la aurora
Cuaje las perlas que llora
Sobre la espuma del mar,
Empiece el campo á marchar
A Berja; que mi atrevido
Corazon, nunca vencido,
Descanso no ha de tener
Hasta á Abenhumeya ver
A mis piés muerto ó vencido.
D. Lope.
Si quieres, señor, que hagamos
De Berja lo que hemos hecho
De Galera, satisfecho
Estás de tus armas: vamos.
Pero si el órden miramos
Del Rey, no fué su intencion
Destruir gentes que son
Sus vasallos, sino dar
Escarmientos, y templar
El castigo y el perdon.
Mendoza.
Yo lo que Don Lope digo:
Piadoso y cruel te crean,
Y la cara al perdon vean,
Pues vieron la del castigo.
Sea su perdon testigo
De tus piedades, señor:
Témplese ya tu rigor,
Pues más se suelen mostrar
El valor en perdonar,
Porque el matar no es valor.
D. Juan.
Mi hermano (es verdad) me envía
A que esto apacigüe yo;
Mas rogar sin armas, no
Sabe la cólera mia.
[p. 539]Pero ya que de mí fia
Castigo y perdon, me obligo
A que el mundo sea testigo
Que uso en cualquiera ocasion
Con las armas del perdon,
Con los ruegos del castigo.—
Don Juan...
Mendoza.
Señor...
D. Juan.
Vos iréis
A Berja, donde está hoy
Válor, y que á Berja voy,
De mi parte le diréis.
Público el perdon le haréis
Y el castigo, y con igual
Providencia al bien y al mal,
Le diréis que si rendido
Se quiere dar á partido,
Daré perdon general
A todos los rebelados,
Con que vuelvan á vivir
Con nosotros y asistir
En sus oficios y estados;
Que de los daños pasados
Hoy mi justicia severa
Más satisfaccion no espera;
Que se rinda al fin, porqué,
Si no, á Berja soplaré
Las cenizas de Galera.
Mendoza.
A servirte voy. (Vase.)
DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, soldados.
D. Lope.
No ha habido
Saco jamás que haya dado
Más provecho: no hay soldado
Que rico no haya venido.
D. Juan.
¿Tanto tesoro escondido
Dentro de Galera habia?
D. Lope.
Dígatelo la alegría
De tus soldados.
D. Juan.
Yo quiero,
Porque presentar espero
A mi hermana y reina mia
Desta guerra los trofeos,
A los soldados feriar
Cuanto fuere de enviar.
D. Lope.
Con esos mismos deseos
Hice yo algunos empleos,
Y esta sarta que he comprado
A un hombre que la ha ganado,
Te ofrezco por la mejor
Joya para dar, señor.
D. Juan.
Buena es; y no es excusado
Tomarla, por no excusar
Lo que me habeis de pedir.
Enséñeos yo á recibir,
Pues vos me enseñais á dar.
D. Lope.
El precio es más singular
Que os sirvais della y de mí.
DON ÁLVARO, ALCUZCUZ.—Dichos.
D. Álv.
(Sin ver á Don Juan.) Hoy, Alcuzcuz, sólo á tí
Quiero, en la empresa que sigo,
Por compañero y amigo.
Alcuzc.
Muy bien te fiar de mí;
Aunque tu esfuerzo, no sé
Qué ser lo que acá procura.
(Ap. á Don Álvaro.)
Mas quedo; que éste es su Altura.
D. Álv.
¿Aqueste es Don Juan?
Alcuzc.
Sí á fe.
D. Álv.
Con atencion le veré,
Por su fama y su opinion.
D. Juan.
¡Qué iguales las perlas son!
D. Álv.
(Ap.) Y ya, aunque yo no quisiera
Con atencion verle, fuera
Precisa en mí la atencion.
Aquella sarta ¡ay de mí!
Que en su mano ¡ay alma! ves,
Bien la he conocido, es
La que yo á Maleca di.
D. Juan.
Vamos, Don Lope, de aquí.
¡Qué admirado este soldado
De mirarme se ha quedado!
D. Lope.
Pues ¿quién, señor, no se admira,
Cada vez que el rostro os mira?
(Vanse Don Juan, Don Lope y soldados.)
DON ÁLVARO, ALCUZCUZ.
D. Álv.
Suspenso y mudo he quedado.
Alcuzc.
Ya, señor, que solo estás,
¿Por qué has bajado, decir,
De la Alpujarra, y venir
Aquí?
D. Álv.
Presto lo sabrás.
Alcuzc.
Mé no querer saber más
De que hasta aquí haber venido,
Para ser arrepentido
De seguirte.
D. Álv.
Pues ¿por qué?
Alcuzc.
Escuchar, é lo diré.
Mé, sonior, cativo he sido
De un cristianilio soldado,
Que si en el campo me ver,
Matar.
D. Álv.
¿Cómo puede ser,
Si vienes tan disfrazado,
Conocerte? Y pues mudado
El traje los dos traemos,
Pasar entre ellos podemos,
Sin sospecha averiguada,
Por cristianos, pues en nada
Ya moriscos parecemos.
Alcuzc.
Tú, que bien el lengua hablar,
Tú, que cativo no ser,
Tú, que español parecer,
Seguro poder pasar;
[p. 543]Mé, que no sé pernunciar,
Mé, que preso haber estado,
Mé, que este traje no he usado,
¿Cómo excusar el castigo?
D. Álv.
Hablando solo conmigo,
Pues, en fin, en un criado
Ninguno reparará.
Alcuzc.
¿E si álguien quiere saber
De mé algo?
D. Álv.
No responder.
Alcuzc.
¿Quién no responder podrá?
D. Álv.
Quien mire cuánto le va.
Alcuzc.
Mahoma solamente pudo
Hacerme por fuerza mudo,
Siendo tan grande hablador.
D. Álv.
Necios extremos de amor,
No dudo ¡ay de mí! no dudo
Que acuseis mi atrevimiento,
Pues idólatra gentil
De un sol puesto, en treinta mil
Un soldado hallar intento
A quien sigo por el viento,
Pues ni señas ni razon
Traigo dél; mas confusion
Por admiracion me das:
¿Qué importa un prodigio más,
Adonde tantos lo son?
Bien sé, bien, que no es posible
Hallar mi venganza, no;
Mas ¿qué hiciera yo, si yo
No intentara lo imposible?
Pero aunque bien infalible
Ví la primer seña, en vano
La creo, porque está llano
[p. 544]Que es quien es, y es cosa clara
Que un noble no ensangrentara
En una mujer la mano;
Porque valor no asegura,
Porque no arguye nobleza,
Quien no admira una belleza,
Quien no adora una hermosura,
Que en sí misma está segura:
Luego no es suyo el rigor.
Mienten sus señas, amor,
Tus indicios han mentido;
Que otro ha sido, que otro ha sido
El vil, el fiero, el traidor.
Alcuzc.
¿Ser eso á qué haber venido?
D. Álv.
Sí.
Alcuzc.
Pues presto nos volver,
Porque ¿cómo puede ser
Sin haberle conocido,
· · · · · · · · · · ·[18]
Hallarle?
D. Álv.
Cuando el efeto
No alcance, me lo prometo.
Alcuzc.
Esas el cartas serán
De «En la corte á mi hijo Juan,
Que andar vestido de prieto.»
D. Álv.
A tí no te toca más...
Alcuzc.
Ya saber, que hablar por señas
[p. 545]En álguien viniendo.
D. Álv.
Sí.
Alcuzc.
Ponga Alá tiento en mi lengua.
Soldados.—Dichos.
Sold. 1.º
La ganancia está partida
Bien así, pues el que juega,
Aunque vaya por dos, siempre
Algo de ribete lleva.
Sold. 2.º
¿Por qué no ha de ser igual
La ganancia, si lo fuera
La pérdida?
Sold. 3.º
Eso sí que es justo.
Sold. 1.º
Mirad; yo nunca quisiera
Tener con mis camaradas
Por intereses pendencias:
Haya solamente un hombre
Que diga que es razon esa,
Y yo no hablaré palabra.
Sold. 2.º
¿Mas que lo dice cualquiera?
¡Ah soldado!...
Alcuzc.
(Ap.)¡A mé decir,
E no responder! ¡Paciencia!
Sold. 2.º
¿No respondeis?
Alcuzc.
Ha, ha, ha.
Sold. 3.º
Mudo es.
Alcuzc.
(Ap.)¡Si bien lo supieran!
D. Álv.
(Ap. Este ha de echarme á perder
Si yo no salgo á la enmienda.
Divertirlo importa.) Hidalgos,
[p. 546]Perdonad, por vida vuestra,
Si no entiende ese criado
Lo que le mandais, pues muestra
Bien que es mudo.
Alcuzc.
(Ap.)No ser mudo;
Mas ser en casion como esta
Pique, repique y capote,
Pues que no tiene respuesta.
Sold. 2.º
Lo que decirle queria,
Ha sido suerte que pueda
Mejorarse en vos, que es duda.
D. Álv.
Yo holgara satisfacerla.
Sold. 1.º
Yo he ganado por los dos
Entre el dinero una prenda,
Que es este Cupido...
D. Álv.
(Ap.)¡Ay triste!
Sold. 1.º
De diamantes.
D. Álv.
(Ap.)¡Ay Maleca!
Las joyas son de tu bodas
Despojos de tus exequias.
¿Cómo he de vengarla, cómo,
Si van tomando las señas
Los extremos, pues alcanza
Desde un soldado á una Alteza?
Sold. 1.º
Al partir, pues, la ganancia,
Le doy el Cupido en cuenta
En lo que yo le gané;
Dice él que no quiere prendas:
Mirad si habiendo ganado
Yo, no es justo que prefiera
En la particion.
D. Álv.
Yo quiero
Componer la diferencia,
Ya que he llegado á ocasion,
[p. 547]Dando el dinero por ella
En que estuviere jugada;
Pero con una advertencia,
Que he de saber yo primero
Quién la trajo, porque sea
Segura.
Sold. 2.º
Seguras son
Todas cuantas hoy se juegan;
Porque todo se ha ganado
En el saco de Galera
A esos perros.
D. Álv.
(Ap.)¡Que yo, cielos,
Tal escuche y tal consienta!
Alcuzc.
(Ap.) ¡Qué mé, ya que no matar,
No poderle hablar siquiera!
Sold. 1.º
Yo os pondré con quien la trajo;
Que él me contó aquí por señas,
Que entre sus joyas quitado
La habia á una morisca bella,
A quien dió muerte.
D. Álv.
(Ap.)¡Ay de mí!
Sold. 1.º
Venid: de su boca mesma
Lo oiréis.
D. Álv.
(Ap.No oiré; que primero,
Como una vez quién es sepa,
Le mataré á puñaladas.)
Vamos. (Vanse.)
[p. 548]Vista exterior de un cuerpo de guardia.
Soldados; y luego, GARCÉS, DON ÁLVARO y ALCUZCUZ.
Soldads.
(Dentro.) Deténganse.
Otros.
(Dentro.)Afuera. (Riñen dentro.)
Un Sold.
(Dentro.) Tengo de darle la muerte,
Aunque el mundo lo defienda.
Otro.
Con nuestro enemigo es.
Otro.
Pues, amigo, muera, muera.
Garcés.
(Dentro.) Si yo estoy solo ¿qué importa
Que todos contra mí sean?
(Salen riñendo Garcés y soldados, y deteniéndolos Don Álvaro; detras Alcuzcuz.)
D. Álv.
Tantos á uno, soldados,
Es infamia y es bajeza.
Deténganse, ó haré yo,
Vive Dios, que se detengan.
Alcuzc.
(Ap.) ¡A bonas cosas venir,
A no hablar, é á ver pendencias!
Un Sold.
Muerto soy. (Cae dentro.)
DON LOPE, soldados.—Dichos.
D. Lope.
¿Qué es esto?
Un Sold.
Muerto
Está: huyamos, no nos prendan.
(Huyen todos los que reñian.)
[p. 549]Garcés.
(A Don Álvaro.) La vida os debo, soldado:
Yo, yo os pagaré la deuda. (Vase.)
D. Lope.
Detenéos.
D. Álv.
Ya lo estoy.
D. Lope.
De los dos las armas vengan:
Quitadle la espada.
D. Álv.
(Ap.¡Ay cielo!)
Mire Usiría y advierta
Que á poner paz la saqué,
Sin ser mia la pendencia.
D. Lope.
Yo sólo sé que en el cuerpo
De guardia os hallo, con ella
Desnuda y un hombre muerto.
D. Álv.
(Ap.) Imposible es mi defensa.
¿A quién habrá sucedido
Que á matar á un hombre venga,
Y por darle vida á otro,
En tal peligro se vea?
D. Lope.
Y vos, ¿no dais esa espada?
¡Bueno! ¿hablador sois de señas?
Pues yo os he visto otra vez
Hablar, si bien se me acuerda.
En ese cuerpo de guardia
Presos aquestos dos tengan,
Miéntras sigo á los demas.
Alcuzc.
(Ap.) Dos cosas me daban pena,
Pendencia, é caliar; ya ser
Tres, si bien hacer el cuenta.
Una, dos, tres: sí, tres ser,
Prision, caliar é pendencia. (Llévanlos.)
DON JUAN DE AUSTRIA.—DON LOPE; despues, DON JUAN DE MENDOZA.
D. Juan.
¿Qué ha sido aquesto, Don Lope?
D. Lope.
Fué, señor, una pendencia
En que un hombre muerto ha habido.
D. Juan.
Pues si cosas como esas
No se castigan, habrá
Cada dia mil tragedias;
Mas usarse ha con templanza
De la justicia. (Sale Don Juan de Mendoza.)
Mendoza.
Tu Alteza
Me dé sus piés.
D. Juan.
¿Qué hay, Mendoza?
¿Qué responde Abenhumeya?
Mendoza.
Sorda trompeta de paz
Toqué á la vista de Berja,
Y muda bandera blanca
Me respondió á la trompeta.
Entré con seguro dentro,
Llegué al dosel ó á la esfera
De Abenhumeya... Bien dije,
Si estaba con él la bella
Doña Isabel Tuzaní,
Que hoy es Lidora, y su reina.
A la usanza de su ley
En una almohada me sienta,
Gozando de embajador
En todo la prêminencia,
(Ap. ¡Ay, amor, qué neciamente
[p. 551]Dormidos gustos despiertas!)
Y él de rey la autoridad.
Dí tu embajada; y apénas
Se divulgó que hoy á todos
Dabas perdon, cuando empiezan
Por las plazas y las calles,
A hacer alegrías y fiestas.
Pero Abenhumeya, hijo
Del valor y la soberbia,
Encendido en saña, viendo
Cuánto alborota y altera
A sus gentes el perdon,
Esto me dió por respuesta:
«Yo soy rey de la Alpujarra;
»Y aunque es provincia pequeña,
»A mi valor, presto España
»Se verá á mis plantas puesta.
»Si no quieres ver su muerte,
»Díle á Don Juan que se vuelva,
»Y si algun baharí morisco
»Gozar dese indulto piensa,
»Llevátele tú contigo
»A que sirva en esa guerra
»A Felipe, porque así
»Haya ese más á quien venza.»
Con esto me despidió,
Dejando ya en arma puesta
La Alpujarra, porque toda,
Ya civiles bandos hecha,
Unos «España» apellidan,
Otros «Africa» vocean;
De suerte que su mayor
Ruina, que su mayor guerra
Hoy, parciales y divisos,
[p. 552]Tienen dentro de sus puertas.
D. Juan.
Nunca tiene más asiento,
Más duracion ni más fuerza
Un rey tirano, porque
Los primeros que le alientan
Al principio, son al fin
Los primeros que le dejan,
Quizá bañado en su sangre.
Y pues hoy desa manera
La Alpujarra está, ántes que ellos
Víboras humanas sean
Que se dén muerte á sí mismos,
Marche el campo todo á Berja,
Y venzámoslos nosotros
Primero que ellos se venzan:
No hagamos suya la hazaña,
Si hacerla podemos nuestra. (Vanse.)
Prision en el cuerpo de guardia.
ALCUZCUZ y DON ÁLVARO, con las manos atadas.
Alcuzc.
El rato que estar aquí
Solos los dos é poder
Hablar, quijera saber,
Sonior Tozaní, de tí,
Ya que Alpojarra dejar
E á aquesta terra venir,
Si fué á matar, ó á morir.
D. Álv.
A morir, y no á matar.
[p. 553]Alcuzc.
Quien poner en paz pendencia,
El peor parte ha lievado.
D. Álv.
Como yo no era culpado,
No me puse en resistencia;
Que este corazon gentil
Puesto en defensa, mil presto
Me dejaran.
Alcuzc.
Con todo esto,
Yo me atener á los mil.
D. Álv.
En fin, ¿yo dejé de ver
Al que infame se alabó
De que las joyas quitó,
Dando muerte á una mujer?
Alcuzc.
No ser eso lo peor,
Si no estar mandados ya
Confesar. Mas ¿qué será
Ver venir al confesor,
Creyendo crestianos ser?
D. Álv.
Ya que todo lo he perdido,
Me he de vender bien vendido.
Alcuzc.
Pues ¿qué pensar ahora hacer?
D. Álv.
Con un puñal que escondido
En la cinta me quedó,
Que siempre debajo yo
De la casaca he traido,
Dar á esa posta la muerte.
Alcuzc.
¿Con qué manos?
D. Álv.
¿No podrás
Con los dientes por detras
Romper ese lazo fuerte?
Alcuzc.
Por detras... y dientes... no
Estar muy limpia la traza.
D. Álv.
Llega, rompe ó desenlaza
El cordel...
[p. 554]Alcuzc.
Sí haré.
D. Álv.
Que yo
Veré si te ven.
Alcuzc.
(Desátale.)Ya estar:
Romper tú el mio.
D. Álv.
No puedo;
Que entra gente.
Alcuzc.
Así me quedo
Con cordel y sin hablar. (Retiránse.)
Un soldado, que hace la posta; GARCÉS, con prisiones.—Dichos.
Soldado.
(A Garcés.) Aquel vuestro camarada
Y un criado suyo mudo,
Que animoso sacar pudo
A vuestro lado la espada,
Son los que veis.
Garcés.
Aunque es fuerza
Sentir que me hayan prendido
Tantos como me han seguido,
En una parte me esfuerza
A no sentirlo el librar
A quien la vida me dió,
Pues en su descargo yo
Me tengo de declarar.
Vos á Don Juan mi señor
De Mendoza le decí
Cómo preso quedo aquí:
Que merced me haga y favor
De verme, para que pida
[p. 555]Mi vida al señor Don Juan,
Pues mis servicios serán
Los méritos de mi vida.
Soldado.
Yo le diré que aquí os vea,
En acabando de hacer
La posta.
D. Álv.
(Ap. á Alcuzcuz.) Tú puedes ver,
Como al descuido, quién sea
El que con la posta ha entrado
En la prision.
Alcuzc.
Sí veré.—
¡Ay de mí! (Repara en Garcés.)
D. Álv.
¿Que tienes?
Alcuzc.
¿Qué?
El haber aquí llegado...
D. Álv.
Prosigue.
Alcuzc.
Estar de horror lleno.
D. Álv.
Habla.
Alcuzc.
De temor no vivo.
D. Álv.
Di.
Alcuzc.
Ser de quien fuí cautivo,
Ser á quien corrí el vonero.
Sin duda saber que aquí
Estar... Mas por sí ó por nó,
El cara guardaré yo,
Para que no me vea, así.
(Échase como que quiere dormir.)
Garcés.
(Á Don Álvaro.) Puesto que sin conoceros
Ni haberos servido en nada,
Me dió vida vuestra espada,
Bien crêreis que siento el veros
Desa suerte. Si pudiera
Tener mi prision consuelo,
El libraros, vive el cielo,
[p. 556]Sólo mi consuelo fuera.
D. Álv.
Guardeos Dios.
Alcuzc.
(Ap.)¿Preso venir
Y el de la pendencia ser?
Sí que entónces no le ver
Con la prisa del reñir.
Garcés.
En fin, hidalgo, no os dé
Cuidado vuestra prision;
Que yo por la obligacion
En que entónces os quedé,
La vida pondré, primero
Que vos, siendo mia, pagueis
La culpa que no teneis.
D. Álv.
De vuestro valor lo espero;
Si bien mi prision no ha sido
Lo que más siento, por Dios,
Sino que perdí por vos
La ocasion que me ha traido
A esta tierra.
Soldado.
No teneis
Que temer los dos morir,
Pues siempre he oido decir,
Y áun vosotros lo sabeis,
Que si de una muerte son
Dos los cómplices, no habiendo
Más de una herida, y no siendo
Caso pensado ó traicion,
Uno muera solamente,
Y que éste que muere sea
El de la cara más fea.
Alcuzc.
(Ap.) El que tal decir revente.
Soldado.
Y así, el tal mudo este dia,
De todos tres, morirá. (Vase.)
DON ÁLVARO, GARCÉS, ALCUZCUZ.
Alcuzc.
(Ap.) Claro estar, porque no habrá
Cara peor que la mia
En el mundo.
Garcés.
De vos creo
Que aquesta merced me haréis,
Ya que obligado me habeis.
Alcuzc.
(Ap.) ¡Ley ser morir el más feo!
Garcés.
Sepa á quién debo el vivir.
D. Álv.
Yo no soy más que un soldado,
Que aventurero he llegado...
Alcuzc.
(Ap.) ¡Ley el más feo morir!
D. Álv.
Solamente con deseo
De hallar á un hombre: esta ha sido
La ocasion que me ha traido.
Alcuzc.
(Ap.) ¡Ley ser morir el más feo!
Garcés.
Quizá yo os podré decir
Dél. ¿Cómo se llama?
D. Álv.
No
Lo sé.
Garcés.
¿En qué tercio llegó
A esta ocasion á servir?
D. Álv.
No lo sé.
Garcés.
¿Qué señas tiene?
D. Álv.
No sé.
Garcés.
Pues bien le halleréis,
Si su nombre no sabeis
Ni señas, ni con quién viene.
D. Álv.
Pues sin saberle las señas,
[p. 558]Nombre, ni con quién está,
Le he tenido hallado ya.
Garcés.
No son enigmas pequeñas
Las vuestras; pero no os dé
Cuidado, pues en sabiendo
Su Alteza este caso, entiendo
Que me dé vida, porque
Me tiene á mí obligacion
Tan grande, que si no fuera
Por mí, no entrara en Galera;
Y esa perdida ocasion
Hallar podremos los dos;
Que de quien sois obligado,
He de estar á vuestro lado
Al bien y al mal, vive Dios.
D. Álv.
En efecto, ¿que vos fuisteis
El que entraisteis en Galera?
Garcés.
¡Pluguiera á Dios no lo fuera!
D. Álv.
¿Por qué, si esa hazaña hicisteis?
Garcés.
Porque desde que yo en ella
El primero puse el pié,
No sé qué influjo, no sé
Qué hado, qué rigor, qué estrella
Me persigue, que no ha habido
Cosa que á la suerte mia,
Desde aquel infausto dia
Mal no me haya sucedido.
D. Álv.
¿De qué os nace ese recelo?
Garcés.
No sé sino es de que allí
Muerte á una morisca dí,
Y se ofendió todo el cielo,
Porque su hermosura era
Su traslado.
D. Álv.
¿Tan hermosa
[p. 559]Era?
Garcés.
Sí.
D. Álv.
(Ap.¡Ay perdida esposa!)
¿Cómo fué?
Garcés.
Desta manera:
Estando de posta un dia,
Entre unas espesas ramas.
Que á los lutos de la noche
Iban pisando las faldas,
Prendí á un morisco. No quiero
(Que estas son cosas muy largas)
Deciros que me engañó,
Llevándome entre unas altas
Peñas, adonde sus voces
Convocaron la Alpujarra;
Que huyendo dél, me escondí
En una gruta; pues basta
Decir que esta fué la mina,
Que en una peña cavada,
Monstruo fué que concibió
Tanto fuego en sus entrañas.
Yo fuí quien noticia della
Traje al señor Don Juan de Austria,
Y yo fuí quien al ingenio
La noche estuve de guardia,
Yo quien de la batería
Mantuve siempre la entrada
A la otra gente, y yo, en fin,
Quien por medio de las llamas
Penetré la villa, siendo
Su racional salamandra,
Hasta que llegué, pasando
Globos de fuego, á una casa
Fuerte, que sin duda era
[p. 560]De la gente plaza de armas,
Pues allí se avanzó toda.—
Pero parece que os cansa
Mi relacion, y que no
Teneis gusto en escucharla.
D. Álv.
No es sino que divertido
Acá en mis penas estaba.
Proseguid.
Garcés.
Llegué, en efecto,
Lleno de cólera y rabia,
A la casa de Malec
(Que era en fin toda mi ánsia
El palacio ó casa fuerte),
Al tiempo que ya su alcázar
Don Lope de Figueroa,
Lustre y honor de su patria,
Rendido tenía y sitiado
Del fuego por partes várias,
Y muerto al alcaide. Yo
Que entre el aplauso buscaba
El provecho, aunque mal juntos
Provecho y honor se hallan,
Ambiciosamente osado
Discurrí todas las salas,
Penetré todas las piezas,
Hasta que llegué á una cuadra
Pequeña, último retrete
De la más bella africana
Que vieron jamás mis ojos.
¡Ah! ¡quién supiera pintarla!
Mas no es tiempo de pinturas.
Confusa, al fin, y turbada
De verme, como si fueran
Las cortinas de una cama
[p. 561]De una muralla cortinas,
Detras se esconde y ampara.—
Pero con llanto en los ojos,
Y sin color en la cara
Os habeis quedado.
D. Álv.
Son
Memorias de mis desgracias,
Muy parecidas á esas.
Garcés.
Tened, tened confianza,
Si es por la ocasion perdida:
Quien no la busca, la halla.
D. Álv.
Decís verdad. Proseguid.
Garcés.
Entré tras ella, y estaba
Tan alhajada de joyas,
Tan guarnecida de galas,
Que más parecia que amante
Prevenia y esperaba
Bodas que exequias. Yo viendo
Tal belleza, quise darla
La vida, como al rescate
Saliese fiadora el alma.
Apénas, pues, me atreví
A asirla una mano blanca,
Cuando me dijo: «Cristiano,
Si es más ambicion que fama
Mi muerte, pues con la sangre
De una mujer más se mancha
Que se acicala el acero,
Estas joyas satisfagan
Tu hidrópica sed, y deja
Limpio el lecho, la fe intacta
De un pecho, donde se encierran
Misterios que áun él no alcanza.»
—Llegué á los brazos...
[p. 562]D. Álv.
Espera:
Escucha, detente, aguarda,
No llegues á ellos.—¿Qué digo?
Mis discursos me arrebatan
La voz. Proseguid; que á mí
Eso no me importa nada.
(Ap. ¡Pluguiera á amor, pues más siento
Ya el quererla que el matarla!)
Garcés.
Dió voces en la defensa
De su vida y de su fama:
Yo, viendo que ya acudia
Otra gente, y que ya estaba
Perdida la una vitoria,
No quise perderlas ambas,
Ni que los otros soldados
Conmigo á la parte entraran;
Y así, trocando el amor
Entónces en la venganza
(Que fácilmente al afecto
De un extremo al otro pasa),
Arrebatado no sé
De qué furia, de qué saña
Que me movió el brazo entónces
(Aun repetido es infamia),
O por quitarla una joya
De diamantes y una sarta
De perlas, dejando todo
Un cielo de nieve y grana.
La atravesé el pecho.
D. Álv.
¿Fué
Como ésta la puñalada?
(Saca un puñal y hiérele.)
Garcés.
¡Ay de mí!
Alcuzc.
Aquesto estar hecho.
[p. 563]
D. Álv.
Muere, traidor.
Garcés.
¿Tú me matas?
D. Álv.
Sí, porque esa beldad muerta,
Esa rosa deshojada,
El alma fué de mi vida,
Y hoy es vida de mi alma.
Tú eres el que busco, tú
Tras quien me trae mi esperanza
A vengar á su hermosura.
Garcés.
¡Ah, que me coges sin armas
Y con traicion!
D. Álv.
Nunca consta
De términos la venganza.
Don Álvaro Tuzaní,
Su esposo, es el que te mata.
Alcuzc.
Y yo ser, perro cristiano,
Alcuzcuz, que en el pasada
Ocasion lievar alforja.
Garcés.
¿Para qué vida me dabas
Si me habias de dar muerte?—
¡Ah posta, posta de guardia! (Muere.)
DON JUAN DE MENDOZA, soldados.—DON ÁLVARO, ALCUZCUZ; GARCÉS, muerto.
Mendoza.
(Dentro.) ¿Qué voces son estas? Abre
La puerta; que Garcés llama,
A quien yo vengo á buscar.
(Salen Don Juan de Mendoza y soldados.)
¿Qué es esto?
(Quita Don Álvaro la espada á un soldado.)
[p. 564]D. Álv.
Suelta esa espada.
Señor Don Juan de Mendoza,
Yo soy, si el verme os espanta,
Tuzaní, á quien apellidan
El rayo de la Alpujarra.
A vengar vine la muerte
De una beldad soberana;
Que no ama quien no venga
Injurias de lo que ama.
Yo en otra prision á vos
Os busqué, donde las armas
Iguales los dos medimos,
Cuerpo á cuerpo y cara á cara.
Si en esta prision venís
A buscarme vos, bastaba
Venir solo, pues que sois
Quien sois, que esto sólo basta.
Pero si es que habeis venido
Acaso, nobles desgracias
Defiendan los hombres nobles:
Hacedme esa puerta franca.
Mendoza.
Yo me holgara, Tuzaní,
Que en ocasion tan extraña
Con reputacion pudiera
Guardaros yo las espaldas;
Mas ya veis que hacer no puedo
Al servicio del Rey falta,
Y es su servicio mataros
Cuando en su ejército os hallan:
Y así, he de ser el primero
Que os mate.
D. Álv.
No importa nada
Que la puerta me cerreis.
Que yo la haré á cuchilladas... (Acuchíllanse.)
[p. 565]Un sold.
Muerto soy. (Huye, y cae dentro.)
Otro.
De los abismos
Es furia que se desata.
D. Álv.
Ahora vereis que soy
El Tuzaní, á quien la fama
Apellidará en sus triunfos
El vengador de su dama.
(Huyen los soldados.)
Mendoza.
Primero verás tu muerte.
Alcuzc.
Pregunto: el de mala cara
¿Es ley morir?
DON JUAN DE AUSTRIA, DON LOPE, y soldados.—DON ÁLVARO, DON JUAN DE MENDOZA, ALCUZCUZ; GARCÉS, muerto.
D. Lope.
¿Qué es aquesto?
¿Quién este alboroto causa?
D. Juan.
Don Juan, ¿qué es esto?
Mendoza.
Es, señor,
Una cosa bien extraña.
Es un morisco que viene
Solo desde la Alpujarra
A matar un hombre, que
Dice que mató á su dama
En el saco de Galera,
Y le ha muerto á puñaladas.
D. Lope.
¿Tu dama habia muerto?
D. Álv.
Sí.
D. Lope.
Bien hiciste.—Señor, manda
Dejarle; que este delito
[p. 566]Más es digno de alabanza
Que de castigo; que tú
Mataras á quien matara
A tu dama, vive Dios,
O no fueras Don Juan de Austria.
Mendoza.
Mira que es el Tuzaní,
Y que será de importancia
Prenderle.
D. Juan.
Date á prision.
D. Álv.
Aunque tu valor lo manda,
No estoy dese parecer;
Y por tu respeto basta
Que la defensa que intento
Sea volverte la espalda. (Vase.)
D. Juan.
Seguidle todos, seguidle.
(Entranse todos siguiendo á Don Álvaro.)
Vista exterior de los muros de Berja.
DOÑA ISABEL y soldados moriscos en el muro; despues, DON ÁLVARO, DON JUAN DE AUSTRIA y soldados.
D.ª Isab.
Haz con esa seña blanca
Llamada al campo cristiano.
(Sale Don Álvaro.)
D. Álv.
Entre picas y alabardas
He rompido, hasta llegar
A los piés desta montaña.
Un sold.
(Dentro.) Antes que éntre en la espesura
[p. 567]Un mosquete le dispara.
D. Álv.
Todos sois pocos: cercadme.
Morisco.
A Berja subid.
D.ª Isab.
Aguarda.
¡Tuzaní, señor!
D. Álv.
Lidora,
Toda esa gente, esas armas
Tras mí vienen.
D.ª Isab.
Pues no temas.
(Vanse del muro ella y los moriscos.)
D. Juan.
(Dentro.) Tronco á tronco y rama á rama
Talad el campo hasta hallarle.
(Salen Don Juan de Austria y soldados, y por otro lado Doña Isabel y moriscos.)
D.ª Isab.
Generoso Don Juan de Austria,
Hijo del águila hermosa
Que al sol mira cara á cara,
Todo ese monte que ves
Rebelde á tus esperanzas,
Una mujer, si la escuchas,
Viene á ponerle á tus plantas.
Doña Isabel Tuzaní
Soy, que aquí tiranizada,
Viví morisca en la voz
Y católica en el alma.
Mujer soy de Abenhumeya,
Cuya muerte desdichada
Ensangrentó su corona
Con su sangre y con sus armas;
Porque viendo los moriscos
Que general perdon dabas,
Trataron rendirse: tal
Es de un vulgo la inconstancia,
Que los designios de hoy
[p. 568]Intentan borrar mañana.
Y viendo que Abenhumeya
Con valor les afeaba
Su cobardía, al entrar
La compañía de guardia,
Su capitan le tomó
Las puertas, y hasta la sala
Del dosel, entró diciendo:
«Date por el Rey de España.
—¿Prenderme á mí?» dijo entónces,
Y al ir á empuñar la espada,
Diciendo á voces la gente:
«¡Viva el sacro nombre de Austria!»
Un soldado en la cabeza
Empleó la partesana;
Que como de la corona
Juzgó vivir adornada,
Fué capaz sujeto á un tiempo
De la dicha y la desgracia.
Cayó en la tierra, y cayeron
Con él tantas esperanzas
Como suspenso tenían
El mundo con sus hazañas;
Que al amago ántes que al golpe,
Pudo titubear España.
Si el venir, señor, adonde,
Puesta á tus heróicas plantas
Del valiente Abenhumeya
La corona ensangrentada,
Te merece un perdon, puesto
Que hoy á los demas alcanza;
Goce de su indulto el noble
Tuzaní; que yo postrada
A tus piés, más que el ser reina
[p. 569]Estimara ser tu esclava.
D. Juan.
Poco has pedido en albricias:
Hermosa Isabel, levanta.
Viva el Tuzaní, quedando
La más amorosa hazaña
Del mundo escrita en los bronces
Del olvido y de la fama.
D. Álv.
Dame tus piés.
Alcuzc.
Y mé ¿estar
Perdonado?
D. Juan.
Sí.
D. Álv.
Aquí acaba
Amar despues de la muerte
Y el sitio de la Alpujarra.
[p. 571]
Págs. | |
El médico de su honra | 1 |
A secreto agravio secreta venganza | 113 |
El alcalde de Zalamea | 215 |
El mayor monstruo los celos | 323 |
Amar despues de la muerte | 451 |
NOTAS
[1] Esto se haria en tiempo de Calderon descorriendo una cortina, suponiéndose que era de una ventana correspondiente á la alcoba de Doña Mencía.
[2] Suplido.
[3] Manrique nada ha hablado de descuido en el razonamiento que ha dicho. Deben faltar algunos versos.
[4] En postracion, en abatimiento, en soledad y desamparo.
[5] Dos juanetes.
[6] Ha de faltar algo: en otros muchos pasajes de la comedia creemos que sucede lo mismo, ó que está viciado el texto.
[7] Predicha, vaticinada.
[8] En esta composicion se hace á Jerusalen y á Ménfis puertos de mar.
[9] Misterios.
[10] Erigido.
[11] Erige.
[12] Egitana (de Egito ó Egipto), egipcia.
[13] Seroit-ce bien moi qui me tromperois, et serois-je devenu médecin sans m’en etre apperçu? (¿Si seré yo médico, y no habré reparado en ello?) Muchos años ántes que Molière escribiera este chiste, corria ya impreso en España el de Calderon, que hoy apénas es conocido, cuando todos repiten el del escritor frances.
[14] Si el verbo contiene hace relacion, como parece, á la carta, falta una negacion para que diga Filipo: No solo no convendrá mi honor en lo que contiene, en lo que me previene, esa carta, sino que moriré en defensa de la Reina.
[15] El puñal de Heródes, que trae ceñido.
[16] Falta algo aquí.
[17] Falta algo aquí.
[18] Desde la escena VIII hasta el verso El vil, el fiero, el traidor, está el diálogo escrito en décimas; desde dicho verso hasta el de A tí no te toca más, hay nueve, que parecen de una décima incompleta, á no ser que Calderon hubiese querido terminar este trozo de versificacion aconsonantada con una redondilla y una quintilla. Para el sentido nada se echa de ménos.
Nota de transcripción