The Project Gutenberg EBook of Viaje a los Estados Unidos, Tomo III, by Fidel Guillermo Prieto This eBook is for the use of anyone anywhere in the United States and most other parts of the world at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org. If you are not located in the United States, you'll have to check the laws of the country where you are located before using this ebook. Title: Viaje a los Estados Unidos, Tomo III Author: Fidel Guillermo Prieto Release Date: February 23, 2019 [EBook #58910] Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS, TOMO III *** Produced by Carlos Colón, Adrian Mastronardi, the California Digital Library, and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/American Libraries.)
Nota del Transcriptor:
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La portada fue diseñada por el transcriptor y se considera dominio público.
Por FIDEL
(GUILLERMO PRIETO)
(1877)
TOMO III
MÉXICO
Imprenta del Comercio, de Dublan y Chavez
Calle de Cordobanes número 8
1878
City-Hall.—Plaza de Franklin.—Los periódicos.—Una cana al aire.—El gran Mercado.—Una dedicatoria á mis comadres.—"Grozeries."—Los trastos.—Las carnicerías.—Puestos.—Juguetes.—Cuanto Dios crió.—Los pollos colgados.—Un purgante.—Hermosas vistas.—"Revalufia" del mundo, la mar....—Una mexicana como una flor.
Quise hacer uso de mi varita de virtud ayer (la carta de M. Bryant), visitando á City Hall, ó casa municipal; pero visitándola de paso, para recoger órdenes especiales para visitar las prisiones.
City Hall está situada al principio de lo que se llama parte baja de la ciudad, esa parte irregular, es decir, en la frontera de las leyendas del crímen, en los recuerdos de los pobladores primitivos de las guerras, los grandes incendios y los asaltos y batallas tremendas.
Corriendo sesga y magnífica la calle de Broadway que[6] conocemos, y va de Sur á Norte, se desvía, ó mejor dicho, hace campo al Oriente á una dilatadísima plaza, que así se llamaria si no estuviera trasformada en cuatro alegres prados tapizados de verde césped, sembrada de altísimos árboles que la sombrean, y adornada de arbustos, flores, bancas y fuentes de fierro.
Los tránsitos son muy anchos, de asfalto, que aquí no padece los accidentes que le conocemos, por la sencilla razon que no lo han sabido hacer los que lo han querido introducir en México, sino que presenta superficies tersas, sólidas y de perfecta elegancia.
De trecho en trecho se abren las calzadas en espaciosas vías, dejando claros ó glorietas en que en bancas se sombrean los ociosos; son los arbolitos de México, con la sencilla diferencia, pero diferencia importantísima, de que en los Estados-Unidos no hay huérfanos del presupuesto.
En el centro de los cuatro prados, y entre la frondosa arboleda, en un claro que es por sí una plaza, se levanta City Hall.
El edificio es de órden corintio, de atrevidas formas y de una amplitud soberbia.
Puede decirse que el edificio se compone de tres secciones: la fachada y dos laterales.
Descansa su frente en una extendida escalinata de mármol que da á un pórtico saliente de robustas columnas; se deprime y salen en seguida los baluartes ó edificios laterales, formando el grandiosísimo conjunto. Ciñe el primer cuerpo de esta imponente fábrica una balconería lujosísima con sus crujías de mármol.
La masa del suntuoso palacio, la realza una elevadísima[7] cúpula, impera sobre el conjunto una estatua gigantesca de la Justicia. Pusieron á la diosa á tanta altura, acaso para que no estorbe en sus negocios á los hombres que se agitan á sus piés.
El edificio es de mármol y fierro.
Los arcos de que está formado, sus bóvedas y sus gruesas paredes, lo hacen en el interior sombrío.
En esto de lo sombrío, hablando del interior de grandes edificios y de habitaciones, no se me debe dar mucho crédito; á mí me parece todo sombrío.
La falta del patio, quita, ó borra mejor dicho, una de las facciones más prominentes de los edificios, y acaso tenga más influencia de lo que á primera vista parece en las costumbres.
Los amplios corredores llenos de flores, de cuadros, de arbustos; los extensos patios, en que se expansen los moradores concentrándose en el hogar, acaso son más característicos de lo que creemos.
El patio, recuerdo del serrallo y del castillo feudal, conservacion obstinada de la individualidad autonómica de la familia, comunica á ésta una fisonomía especial.
En la casa con patio se vive; en estos roperos de palo ó de piedra parece que se quedan á guardar las gentes, que realmente viven en la calle, y la calle es el tránsito de todo el mundo, ó un gran patio que no pertenece á nadie.
Parecen hechas las casas para comer y dormir: son como hoteles.
A mí todas esas casas me parecen hechas bajo el tema de buques: los mismos cuartijos y encrucijadas, los mismos barandales simétricos.
Si fuera dable que las casas se trasportasen con una asa en el techo, se llevarian como un canasto ó una porta-vianda.
La gente se enfardela; al salir se desempaca. El aire le tiene que pedir permiso al portero.
Dejemos estas consideraciones para otra vez, que hemos entrado á la oficina del Mayor de la ciudad.
Uno de estos irlandeses, que forman la magnífica y nunca bastantemente elogiada policía de la ciudad, nos dijo que el Corregidor (Mayor) habia salido; hicimos á un dependiente de la oficina nuestro pedido y nos sirvió con suma complacencia.
A la salida, y parado con la espalda al pórtico, pude disfrutar la vista del Parque y sus alrededores.
City Hall, en una de sus fachadas, ve al Sur.
A mi derecha corria tempestuoso el raudal de gentes y carruajes de Broadway, como siempre, como en riña, como con furia, como urgidos por la inundacion y espoleados por la llama. Los que cruzan se ven como algo que se parece á la insurreccion y á la locura, y azotarse contra las esquinas los piés derechos de los faroles, los pinos que sostienen los alambres telegráficos y que vienen desde la Noruega.
Al frente, y sin simétrica proporcion, se asienta el Correo, que ya hemos descrito, como una inmensa Catedral.
A la izquierda, quebrándose é interrumpiéndose en la desproporcion más accidentada, como las hojas sueltas de biombos de distintos tamaños, queriendo formar semicírculo, se ven los alcázares que tiene el arte de Guttemberg y forman la plaza de la prensa, presidida por la estatua de Franklin.
El Sol, El Mundo, El Tiempo, todos los atletas están allí de pié y como sobre las armas, sobresaliendo La Tribuna, edificio que compite en altura con los demás, y cuya torre descuella, como llevando al espacio la noticia del tiempo, su reloj magnífico.
Si una plaza sola de nuestra ciudad, la pudiéramos rodear de nuestros templos más elevados como Catedral, la Profesa, San Francisco, Santo Domingo, Minería, tendriamos acaso idea de las alturas de los edificios de City Hall en su conjunto.
La plaza de Franklin está cruzada por una parrilla de rieles, que conduce como rios los wagones á Broadway, retrocediendo para perderse en distintas direcciones.
Antes de regresar de mi paseo, me detuve ante la estatua de Franklin, para tributarle mis homenajes de respeto.
Es hermosa y despierta ideas sublimes una montaña cubierta de nieves eternas; es augusta la contemplacion de un templo; pero es para mí como el más grandioso espectáculo la presencia de un hombre recto que ha consagrado su existencia al bien. Franklin es de esos astros que convierten en sublime el horizonte de la grandeza humana.
Nació el legislador del rayo en 1706, cerca de Boston, de padres tan humildes, que el comercio de velas y jabon á que estaban dedicados, apénas les daba para subsistir.
En sus primeros años se hizo Franklin impresor, alternando con su trabajo los estudios en que conquistó tan alto puesto en la inmortalidad.
Sabio, moralista eminente, patriota esclarecido, Franklin, como Washington, Hamilton y otros, es una de esas colum[10]nas de granito en que descansa la verdadera gloria del pueblo americano.
Ahora sí que voy á soltar la cana al aire; estoy de paseo y me acompañará á mi excursion una mexicana; esto es, llevaré á la patria del brazo á dar una vueltecita por los mercados.
Ya columbramos el otro dia los Mercados de Washington y Fulton; pero fué por fuera, como quien dice, y sin tiempo para imponerse de cuál es la clueca y la ponedera, y cuál el barracan y el señor de los anillos.
Se me va á despedazar el corazon con los recuerdos de mis comadres. Voy á apurar un verdadero cáliz de amargura, porque no me ciega la pasion; pero al mercado van las hembras con sartenes y canastos y los chicos van tras ellas ardiendo como unos diablos. Vamos al mercado.
Bien visto, aquí no se necesita mucho del mercado: á cada dos pasos se encuentra uno entre tiendas de ropa, mercerías y hoteles, una carnicería con sus percheros á la calle, con carneros tamaños de gordos. Y á propósito, vdes. me van á perdonar el lenguaje de esta parte del mercado, porque lo dedico á las mujeres pobres de mi tierra (aquí en la oreja se los diré).... ya no se los digo: pus bueno, á ellas se los dedico con sus riquilorios, y su puntuacion y sus granitos de ajonjolí.
Las Grozeries á derechas son tiendas del tlaco de la manteca, ó cuantimás, tiendas mestizas; aquí todo es papel y todas son cajitas y todo es guante, digámoslo así, pus parece otra cosa.
Los efectos están al granel, nada de mostrador; cajitas por allí, y sartas de sombreros ó zapatos por el otro lado: no es mentira, hasta en medio de la banqueta. Eso sí, allí se encuentra un cristiano cuanto Dios crió, todo al estilo de éstos.
¡María Santísima! ¡qué de botes y cajitas como una condenacion! Pues como iba yo diciendo, hay frijoles, y garbanzos, cebollas, pikles: ¿saben vdes. que es eso? Son encurtidos, como los chilitos en vinagre; pero como están entre vidrieras, se dan tono.
Poco le inteligen éstos á las cazuelas y las ollas; todo es fierro: de más á más, éstos no entienden de una taza de caldo para abrigar el estómago; se lo abrigan con un pedazo de toro, que les va embistiendo por allá dentro.
Y vean vdes.: no desdeñan éstos la hoja de lata, bien que les cuadra para las coladoras, que ni de léjos pueden acabalarle á nuestros cedazos, ni á los rayos en que se raspa el coco. ¡Qué coco! como no saben de dulces.... para éstos, todo el dulce se les va en pinturas: los postres son como quien se come una tlapalería.
Hablando con verdad, la mayor parte de los trastos no los entiendo, parece que están en inglés, mala la comparacion. De platos, no crea vd. que gastan muchos. Me temo que un dia inventen un sombrero que les sirva de todo y para todo. Ellos cogen, en estas almuercerías del mercado, tomates, echan mantequilla, despues sal, despues vinagre, despues aceite, despues melaza.... y ese es un guiso, que se engullen en los vivos aires; pero, no es mentira, sorbiéndose trozos que no caben en las dos manos, y se van limpiando los dedos con un papel ó contra la puerta, diciendo oll right, como tres claveles.
Las carnicerías dan gusto, siempre están albeando y ni pizca se trasciende del mal olor; sacan con sus cuchillos unas tiritas como listones, unas lonjas como pliegos de papel, y ¡qué carne! ¡deliciosa! eso sí que no se puede negar. Sobre ella caen chorritos de agua que es un primor.
Todo eso es chistoso: las naranjas están muy empapeladas en sus cajitas; las cerezas en unas canastillas preciosas, lo mismo que las fresas.... ¡y qué tono de las manzanas! ¡y qué garbo de los limones! ¡y qué aquello de las piñas tan forliponas y haciendo fortuna!.... con decir que los cacahuates andan en coche, ¡ya se dijo todo!
No digan vdes. que los dejo con la palabra en la boca; pero vuelvo en ménos que canta un gallo.
Estando en la calle con mi amabilísima paisana, que se llama Adela, y es como un grano de oro, empezamos con—"¿A dónde vamos?" y—"A donde vd. determine."
—¿Vd. quiere ir al Mercado?
—Por supuesto, y no quiero Mercado Catherine, aunque dicen que tiene 242 casillas ó tiendas, ni el Centre que cuenta 348, ni Clinton, ni Esse, porque todos son de poco más ó ménos.
—Iremos al de Fulton, me dijo la amable señorita; me han dicho que se edificó en 1821 y que importó la obra 220,000 pesos.
—Yo quiero ver el Mercado de Washington, que es el de más nombradía; aquí llevo las apuntaciones de lo que dice mi querido Antonio Bachiller respecto á él.
El Mercado de Washington es propiamente el conjunto de dos mercados, que tienen 1,772 casillas, ó como si dijéramos, tiendas y puestos.
En cuanto á lo que en ese mercado y el de Fulton cabe y se consume, es para alabar á Dios: figure vd. lo que dicen los libritos que tratan de esto: 70,000 reses vacunas por semana; 3,000 carneros; 20,000 cerdos, y otros animales que próximamente ascienden á tres millones. Las aves se calculan en 6.000,000 y los huevos en 10.000,000 al mes.
Se calcula que se venden diariamente 7,000 pesos de papas y 5,000 de granos. En 2.500,000 pesos se valúa la venta anual de manzanas; peras, 100,000 pesos; 200,000 melocotones; fresas, 600,000. El monto de las frutas importadas, como piñas, cocos, naranjas, etc., etc., ¡¡¡ascendió á 1.250,000!!!
Pero adviertan los lectores que todo es aparte de trescientos mercados privados en que hay lo propio que en estos mercados grandes, y no se lleva cuenta porque eso seria cosa de nunca acabar.
Sigamos con el paseo al Mercado.
La parte exterior son aceras, con sus cortinas cada puesto para defenderse del sol.
Cada puesto desparpaja y como que pone en las manos de los que pasan los artículos que contiene, sin contar con que á cada dos pasos se hunde el suelo y se percibe desde afuera que brotan por aquellas trampas, los zapatos, y los sombreros, y los trastos de hoja de lata, y los fardos, como de otros tantos manantiales.
Los juguetes, sobre todo, tienen gran boga, y llueven los carritos, carretelas y carretones, desde para dormir al recien nacido, hasta perniquebrar al muchacho travieso.
Y todo esto se va viendo miéntras el tumulto de la calle[14] está en su apogeo con los transeuntes y con que cada carro es un puesto que lleva andando una colina de zanahorias, un campo de ejotes, un camellon de cebollas, y borregos y becerros que se denuncian con unos balidos y berridos que se meten por el alma.
A medida que se penetra, se van extendiendo en hileras interminables los mostradores, que tienen en grupos cenefas y bambalinas de jamones, y esto es como una cuadra, y lo mismo quesos y mantequillas que forman calles, como quien anda por una ciudad de jamon y otra de mantequillas y quesos.
Entrase al recinto ó ciudad interior, y en grandes mostradores forrados de zinc, con mangas que derraman leves corrientes de agua purísima, entre trozos de hielo, allí están los pescados, es decir, un mar de pega. Desde unas béstias que asustan por su grandeza, sus bocazas pazguatas y sus ojos empañados, hasta pescadillos que parecen de chanza y pueden servir como de cañuteros.
En esta seccion están esas ranas medio peladas que calosfrian, esas jaivas que parecen raíces, esas culebras, esos engendros raros del agua, que no sé cómo hay pícaros que se los engullen; y esas inmensas tortugas bocarriba, bolsudas, con sus cuellos cortos, sus manos como aletas, sus ojos pequeños como rendijas, su cabeza aplastada de víbora.
Las carnes ocupan sendas calles en percheros que suben al cielo, porque se trata de un edificio altísimo; los mostradores están forrados de zinc; los carniceros, sin el delantal, pudieran estar sentados en una tertulia de buen tono.
Cada seccion del buey y del carnero están expuestas con suma coquetería, como quien dice: "cómeme."
Lo que se llama menudo, me parecieron sobre un mostrador piezas de muselina y de encajes.
En esa seccion, y como se cuelgan los mundos de oblea en nuestras funciones, como formando adornos y nublando el aire, graduados como de quinqués y de candiles, formando como bosques por allá arriba, están los pollos y guajolotes pelados, suspendidos de las patas y sus cuellos colgando. Es una nublazon de guajolotes y de pollos.
Al centro, en extensísimo cuadrado, hay verdaderas tiendas de semillas á pedir de boca, y entre cristales; de suerte que se les saluda con cierto aquello, y como á novios en la iglesia, al frijolito pinto, blanco, y al gordo, á los garbanzos que están en minoría, y las lentejas y las habas que apénas chistan.
Adela, con mucha oportunidad y buen juicio, me iba instruyendo.
—De esos limones se hace mucho consumo y son muy baratos; con aquellas como tijeras de palo se exprimen; tiene una media esfera la tijera en un extremo, que da sobre el huequecito que con su coladera está en la otra; se aprieta, y sale hasta la última gota de jugo.
Aquellos pollitos que parecieron á vd. pichones, continuaba, son pollos de primavera de que se hace mucho consumo en este tiempo.
El pollo, lo mismo que el guajolote, se vende por libras, á quince centavos la libra. Esto tiene sus variaciones.
Esa yerba es chicoria; con esa se da color al café, que en general no es bueno, es una yerba amarga.
Los camotes son carísimos, la gente pobre casi nunca los come.
[16] La manteca se vende derretida ó en banda, esto es, adherida á la piel del cerdo.
Esos como moldes de palo en que paró vd. la atencion, son para dar formas elegantes y realzar figuras en la mantequilla.
Esas como cucharas de alambre son para batir huevo; y hay otras maquinitas, pero son más caras.
En el centro de la plaza hay sus fondas pequeñas para lunche, ó como quien dice, pistos; pero no hay licores.
Habrá vd. notado que no hay trastos de barro, todo es fierro ú hoja de lata. La hoja de lata es baratísima.
Ese es ruibarbo.
—Adela.... no me lo miente vd., no me lo miente, porque con eso rellenan sus paids estos herejes, y me han costado muy caro. Eso en cualquiera parte es un purgante indecente.
—En efecto, usan esa yerba en sus pasteles.
Yo me salí para penetrar en una especie de rinconada que da á la calle, y á donde penetran los carros.
Allí están los grandes almacenes de papa, de fresas, de todos los granos, y aquellos encierran inmensas riquezas.
Yo estaba aturdido, rompiendo olas de gente, haciendo rodar canastos, metiéndome en encrucijadas de barriles y tercios: salí no sé por dónde, y alcé la vista.
Estaba á la orilla de la inmensa bahía, que es un mar en que se pueden dar cita todas las embarcaciones del mundo; junto de mí se mecian esos alcázares de las aguas, formando bosques sus palos y cordajes, saludando sus banderas de todos los países de la tierra.
Monstruos acuáticos, viajeros del abismo; unos, como[17] animales desconocidos; los otros, como aves abriendo las alas de sus blancas velas.
A lo léjos, y como saliendo del mar, las arboledas, las cúpulas, el caserío, las torres como barcos más gigantescos, como si anduvieran sobre las olas; en un extremo Broklyn; en el otro las colinas y campiñas de New-Jersey; al frente, los fuertes con sus monstruos de bronce, como bostezando á la orilla de las aguas.
La mano ejercitada de los conocedores, señala al rededor de aquel mercado los buques que contienen los efectos que producen afanosos los Estados del Oeste, que son granos, harinas, carnes saladas, madera de construccion, verduras y flores.
Más adelante se ve descargando su plomo el Missouri; el Lago Superior su cobre; Virginia y Mariland agitan como palmas sus hojas de tabaco, en competencia con los gigantes del Kentuky.
La Nueva Inglaterra hace alarde en el muelle de sus pescaderías y sus manufacturas; Pensylvania, titánica, espera que se acerquen á sus naves los mercaderes por su carbon y su fierro; los Estados del Sur ofrecen en el altar de los cambios, como prenda de reconciliacion, su algodon y su arroz; y California deja caer á los piés de la metrópoli del cambio, sus vinos, su oro y sus millones de plata.
Nueva-York, como en medio de una corte de soberanos, recibe esos productos y esparce en cambio sus frutas, los vinos de la Francia, el café del Rio Janeiro ó de Java, el azúcar y las frutas de la Florida y de la Habana, el thé de China y del Japon, venido de San Francisco, las lanas de la Plata y Australia, los tejidos de Europa y los perfumes de la India.
El estúpido proteccionismo americano tiene una derrota contínua con ese espectáculo de los cambios.
Adela estaba satisfecha de verme tan pregunton y tan entrometido. Yo no sé cómo explicar á tan distinguida señorita mi gratitud.
¡Con qué sencillez, con qué buen juicio y con qué gracia me hacia sus explicaciones: yo hubiera querido que todo el mundo la oyera, y cuando todos los yankees estuvieran abriendo la boca, ponerle un rótulo en la frente que dijera: "Esta chicuela es mexicana.... y una de las que hay á cientos en mi tierra, que desparraman la sal!"....
Despues que salimos del Mercado, y andando por las calles, me decia:
—Ya vd. ve: en nuestra tierra (y ese "nuestra tierra" me sabia á cielo), se critica y se pone en ridículo al que anuncia su comercio con un objeto de él; por ejemplo, una penca de maguey en una pulquería. Aquí todo es de bulto: el relojero, el fabricante de sombrillas, el zapatero, todos ponen como rótulos, sombrillas, sombreros y zapatos; y hasta caballos enjaezados, los carroceros y talabarteros.
—Hay ciertas señales ú objetos que son de convencion general. ¿Recuerda vd.?
—Sí, señor, recuerdo. Esas astas ó morillos con listas azules, encarnadas y blancas, son de las barberías ó peluquerías.... Cuando vea vd. un almirez monstruoso colocado sobre una puerta, ni que preguntar: esa es botica.
En las calles, sobre las banquetas, interrumpiendo el paso, hay muñecos desastrados de la talla humana. Ya es un indio comanche, ya un negrito que parece que le va á saltar á vd. al cuello, ya un inglés con tanta panza, ya un chi[19]no con bigotazos que barren el suelo: ya me sé que son tabaquerías.
Entre las muestras, siguió Adela, no me negará vd. que son primorosos esos vestidos de papel que visten los figurines, y que imitan perfectamente la muselina y la seda, con la ventaja de ser tan exactas las proporciones del vestido, que pudieran servir de patrones.
Eso es precioso: en cambio, nada más soso y más sin gracia que las muestras de las tabernas ó bar-rooms, sea que representen vasos colorados rebosando espuma, como la cabellera cana, como un viejo frenético, y su número cinco en el centro; sea que tenga la muestra la figura de un payaso con las piernas abiertas, sacando tamaños dientes.
La gran tienda de Stward en Broadway.—Lord y Taylor.—Ropa hecha.—Ropa-vejeros.—El Cementerio de Greenwood.—Un romance.
Ya que tuvo el lector la paciencia de acompañarme al Mercado; ya que fué tan complaciente que no se asustó con su nomenclatura y sus detalles, demos por vía de descanso una ojeada á establecimientos de otro género. Las tiendas de ropa, por ejemplo, y los depósitos de ropa hecha.
Entre los primeros descuella sin rival la tienda de Stward, que es aquel grande edificio que distinguimos en Broadway, de cristales, fierro y mármol, ocupando una manzana entera sus columnas, sus pórticos, sus hileras de arcos con ventanas rasgadas, y su magnificencia indescribible.
En el interior forman calles las armazones y mostradores con sus asientos de trecho en trecho, de la forma de los[22] asientos redondos y giratorios que se usan frente á los pianos.
Centenares de dependientes por la parte exterior de los mostradores, sirven á la concurrencia inmensa y de exquisita elegancia que se agolpa á la tienda, y entra y sale por las muchas puertas que tiene á todos los vientos.
Hay departamentos enteros servidos por jóvenes, en quienes compite la educacion finísima, con la hermosura.
En el centro de las calles de estantes y mostradores, se abre una rotonda espaciosa cubierta de cristales, que derrama su luz vertical sobre los cinco anillos de los pisos, cada cual con sus columnas y barandales elegantes.
Cuando se contempla ese centro, que es como un teatro ó como un templo; cuando se está bajo la atrevida cúpula de fierro y vidrieras, se confiesa sin embozo que aquel es el primer establecimiento del mundo en su género.
Las calles paralelas de esta alcaicería de cristales, porque así la quiero llamar para inteligencia de México, cada una tiene en su calle especialidad para las ventas.
En una calle solo se venden casimires, paños y lienzos para vestidos de caballeros.
En otra calle ó seccion hay tan solo tápalos en que compiten la cachemira, la seda con bordados, los chales, capotas, albornoces y capas.
Más adelante, en una seccion servida por señoras, caen en los mostradores á raudales, listones, cintas, encajes, sedas, botones, broches, embutidos y los accesorios todos del trage femenil.
Como entre nubes se percibe la concurrencia, en una esquina en que las blondas impalpables, el punto levísimo, las[23] gasas que parecen desvanecerse en el aire, alzan su vuelo.
Blanquea la lencería, duermen los terciopelos, se inclina uno bajo los gorrillos buscando un rostro de ángel escondido entre las sedas, listones, encajes y flores.
De los barandales de los balcones del inmenso salon circular penden telas de inestimable valor, alfombras persas, remedos fantásticos de gibelinos y cachemiras, de las que un tápalo solo tiene el valor de cinco mil pesos.
Los dependientes se cuentan por cientos, la realizacion por miles, el capital por millones.
La materializacion de todos los ensueños, la complacencia de todos los caprichos, la satisfaccion de todas las necesidades, están contenidas allí; la pompa de la jóven, la impertinencia de la vieja, el abrigo del anciano, el chiqueo del niño.
Despues de celebrada cada venta, el dependiente que la verifica da un signo, y el dinero se paga al cajero que concentra la contabilidad, lo que hace que cada dependiente asuma la responsabilidad de sus operaciones, que se establezca la emulacion y que el balance pueda hacerse momento á momento. Este mecanismo es lo propio en cada seccion.
Es notable que muchas veces, con su cuenta de pago, atraviesen la multitud las personas, á hacer su exhibicion, con una religiosidad que admira é infunde respeto por la moralidad de estas gentes.
En ese particular, y aunque esta sea una divagacion, poco hay que sea comparable con lo que aquí se ve.
En las cajas de los correos que están al pié de los faroles de las calles, no caben los periódicos; eso no importa, la[24] gente los amontona, sellados y listos por la parte exterior, sin que nadie se atreva á tocarlos.
En los ómnibus, hay cajitas en que el público mismo deposita el dinero, y no se da caso de reclamo porque la negligencia ó la malicia se sustraigan al pago. Yo he visto á un muchacho encontrarse un guante en una banqueta, en la plaza de Union Square. Vagó el chico con el guante en la mano, no halló á su dueño y lo clavó con un alfiler á un árbol, donde vino á recogerlo una señora despues de media hora.... Por supuesto que hay sus rateros.... pero.... no se quebranta con jactancia el sétimo mandamiento.
Despues del establecimiento de Stward, debe mencionarse el de Lord y Taylor.
Se dignó mostrarme esa tienda el Sr. Delmote, nativo de la Habana, con singular cortesía.
Lo que llaman el bassement ó subterráneo, son amplísimos salones con robustas columnas. Están los salones, aun á la mitad del dia, iluminados por gas.
Allí ví en mamparas encuadernadas como libros, las muestras de los hules para el suelo; allí camas de primavera con una tela de alambre como colchon de verano; allí camas á dos pesos, formadas de tablitas flexibles y mullidas como plumas.
Se asciende por elevador á los varios pisos del edificio.
Uno de estos pisos está reservado á corsés de todas las formas, listos para recibir hasta las confidencias de un esqueleto y trasformar las momias en beldades.
Hay por centenares crinolinas, tontillos y cosas que figuran como perfecciones y presentan allí su triste realidad.
El departamento superior lo ocupan los muebles, con si[25]llones que ponen en olvido las fatigas, tocadores que adulan, lechos que hacen cerrar voluptuosamente los ojos, de dulce y apacible sueño.
En los establecimientos de ropa hecha y sastrerías para hombres, se deja entender que hay muros de chalecos, torres de pantalones y montañas de levitas. Vease si no, la sastrería de Deblin y C.ª, y la de Brooks.
Son como la contrapartida de tanto lujo, como la caricatura de tan deslumbradoras grandezas, como la carcajada homérica de esas manifestaciones de opulencia, las roperías ó establecimientos de segunda mano (Second Hand).
Aquello sí que es gresca; es, como quien dice, las casas de inválidos de la ropa.
Se anuncian las crinolinas suspendidas á las puertas haciendo la rueda, abiertos de brazos sacos y levitas, moviéndose cancaneros los pantalones, y los sombreros de los dandys y los gorrillos de las ladys gesticulando, con el pelo raido, con las plumas tiñosas y como mojadas.
Esa segunda mano es la charlatanería del trapo, el cinismo del forro humano, pero á la vez la chanza y el fraude, el panteon y la orgía....
Es un meeting de viejos verdes contando sus aventuras.
Y no solo son vestidos, sino que figuran en el pandemonium, anteojos y soguillas, guantes y anillos, cruces y relicarios con todo y retrato, anteojos de teatro y libros hasta por un centavo....
Hé ahí la filosofía hecha trapo, el amor enseñando el cobre, la gloria ántes de envolver botones, el desengaño en su expresion más grotesca.... Y sin embargo, esos des[26]pojos reaparecerán sobre las formas humanas..... como nuevos.
Los ropa-vejeros no son desconocidos en ninguna parte; cada tienda de empeño en México, es un establecimiento semejante á los descritos. Pero la dedicacion á la segunda mano, la especificacion del tráfico, es lo que llamó mi atencion en Nueva-York. Este tráfico es especialmente de los judíos.
Habia diferido mi visita al Cementerio de Greenwood: las disposiciones de mi espíritu han sido tales, los dolores que he apurado tan acerbos, que sentia miedo de una entrevista con la muerte.
Sin embargo, la fama que disfruta el Cementerio es tal, que fué necesario resolverme á una excursion á Broklyn, lugar en que está situada la maravilla del descanso eterno.
Era un domingo: apénas salió la luz, cuando atravesé solitario las calles silenciosas, como si hubiese sido abandonada la ciudad en la noche: dirigíme por el embarcadero de Hamilton, atravesé el rio, entré en un wagon, y héme, al doblar una calle, á la entrada del Cementerio.
Es un gran pórtico compuesto de una magnífica portada gótica, con dos edificios laterales del mismo órden.
Las puertas y sus agudos remates, las verjas y las alturas cónicas con primorosas molduras, constituyen por sí una augusta belleza.
Si fuera posible colocarse en una altura que dominase el conjunto, la impresion seria extraña y grandiosa.
Veríase en terreno extraordinariamente accidentado, un[27] inmenso parque sembrado de arboledas gigantescas y sombrías, con sus eminencias, con sus laderas que forman como escalones, con sus cuencas y bajíos, que se tienden en apacibles vegas y duermen cristalinas fuentes de monótono y triste murmurar.
El terreno, donde no lo cruzan las anchas calzadas de asfalto ó arena, está alfombrado de verde césped, cuidado con tal esmero y pulido con tan exquisita diligencia, que se distingue aterciopelado y luminoso donde los llenos de la luz le bañan y donde rompen los rayos del sol las sombras que dibujan en el suelo, la forma y los trémulos follajes de los árboles.
El parque, austero, pero de sorprendente hermosura, está cortado por calles y avenidas; pero no como una ciudad, sino como el panteon de una ciudad.
Es á su vez el Cementerio una como poblacion de granito y de mármol; un bosque de pirámides y de columnas, como si la piedra floreciese; una petrificacion de séres humanos, inmóviles, llenos de majestad: tales se presentan arcángeles y estatuas en aquel cortejo silencioso de la muerte.
En cada paso se presenta un aspecto nuevo de aquella mansion silenciosa é imponente.
En aquella sucesion de hondonadas y colinas, ya tiene uno á sus piés templetes, obeliscos y pórticos, ya en gradacion ascienden como por fajas entre los árboles, grandiosos monumentos coronados en sus alturas por guerreros, por mujeres con los brazos extendidos, con arcángeles prontos á emprender su vuelo.
A la entrada se toma un carruaje que por veinticinco centavos hace la excursion del Cementerio. El conductor tiene[28] la obligacion de ir haciendo notar al viajero los sepulcros y monumentos más célebres. Hace su oficio el cicerone como de rutina, con su voz indiferente y sin acentuacion, como automática.
El coche avanza rodando sordamente; se detiene á cada instante el cicerone, pronuncia un nombre y da lugar á la meditacion.
Aquella luz que intensa reverbera para alumbrar la nada; aquel silencio que es por sí una pompa; aquellas aguas que remedan á lo léjos la plegaria, y aquella grandiosidad de monumentos, producen una impresion única y sublime.
A la entrada tomó el guía el rumbo sur del Cementerio: las losas de mármol del suelo, como que repercutian acentos de otros mundos; era la palabra muerta tambien en un idioma extraño, el clamor perdido de la nada.
De repente, como una ráfaga de luz, iluminaba mi memoria un nombre.... era el de Morse, el inventor del telégrafo, que vive en espíritu, conduciendo la palabra al través del espacio y por el fondo del mar.
Su monumento es soberbio; son las fases cóncavas de una pirámide triangular.
En la portada de un monumento que no pude distinguir con propiedad, habia un grupo magnífico.
Era un ángel arrancando á un niño de los peligros de la vida, pronto á levantar el vuelo con él; era la salvacion y la felicidad; pero á los piés del ángel, arrodillada y loca de dolor, con el cabello esparcido, la garganta henchida de sollozos, los ojos sin luz, pero con lágrimas, como que pretende detener al ángel, como que es mortal, y como que á una madre nada consuela de la muerte de un hijo.
Apéeme del carruaje y seguí á pié mi camino; quedaba por momentos el sendero que recorria, solitario, poblado de mármoles, sin más ruido que el de mis pasos, que parecian ecos que venian de la region de las eternas sombras.
Gorchatz, el compañero de Talberg y de Litz, descansa allí; la Europa lo admiró mucho tiempo, vibraban en los salones sus notas voluptuosas, fomentando el arrebato del baile.... ni un suspiro de sus delicadas concepciones, ni un rumor de sus cantos deliciosos.
Pero, ¡singular supervivencia del talento! aquel, como otros nombres, resonaban en todos los labios; era como la sustraccion de la muerte, como un triunfo del olvido su mencion.
Entre otros monumentos relucientes como de nieve, estaba uno que todo viajero menciona y en el que todos se detienen á pagar un tributo de ternura: recuerda los bomberos. Quien dice bombero, dice el atleta que lucha contra la llama, el que profesa la religion del bien y del amor, arrostrando temerario el peligro. Bombero es sinónimo de salvador.
¿Quién no ha visto á estos héroes, en medio de los horrores del incendio, cruzar entre el humo, abalanzarse al muro que se derriba, colgarse de la soga que va á salvar un náufrago de la vida, envuelto en el martirio?
Se prodiga la existencia, se lucha brazo á brazo con el más feroz de los elementos; y si se restituye un padre á una familia; si se reintegra el hogar; si la alegría se reconcilia con aquellas víctimas, entónces, la recompensa es ese espectáculo de ventura que llena y alumbra el alma con luz divina.
El monumento recuerda un bombero que colocó un niño sobre su pecho: el bombero se dejó caer de espaldas, despedazándose, pero salvando al niño.
La gratitud pública repite ese tradicional episodio: cuando humeaba la piedra, cuando las víboras de fuego ceñian el edificio haciéndolo bambolear como ébrio; cuando se hundian con estrépito los techos, y los gemidos cruzaban el viento, y los alaridos de angustia y dolor hacian temblar la ciudad entera; cuando este espectáculo de destruccion se enseñoreaba y sobrecogia de espanto, se notó en las alturas de un edificio un niño que corria en las citarillas salientes á la calle, próximo á perecer, tan rubio, tan hermoso, tan delicado.... Uno de los bomberos lo percibe.... no vacila un instante, escala, se encarama, las piedras que se desmoronan esperan que pase para caer.... parece que le hace paso la llama.... desparece entre el humo.... la ansiedad por su vida es mortal.... el humo se disipa; él aparece en la altura con el niño en los brazos.... una ráfaga de felicidad iluminó las almas.... el descenso comienza.... va descendiendo entre una granizada de piedras, de cristales despedazados, de plomo y hierro fundido.... hubo un momento en que el tránsito fué imposible.... faltaba piso, la ceja de pared que sustentaba al héroe, se desgranaba.... el niño veia absorto á su salvador, le tenia abrazado su cuello.... la muerte era indefectible: todos llevaron las manos á sus ojos para no presenciar la horrible catástrofe.... entónces el bombero cogió al niño, lo acomodó sobre su pecho, como en una cuna, puso en hueco sus brazos para defenderlo, y se precipitó de espaldas desde la inmensa altura.... haciendo que de sobre su cuerpo despedazado se quitase al niño, sano y salvo....[31] El hecho es de aquellos que son gloria y orgullo de la humanidad. El monumento de los bomberos es hermoso, y es hermoso porque motiva la eterna ovacion que justamente se rinde á esa institucion sublime.
El monumento consiste en una columna piramidal que descansa en un macizo pedestal de mármol, con planchas de granito. El bombero tiene una expresion sublime. Uno de sus brazos rodea al niño, defendiéndole de la llama; en la otra tiene la trompeta que distingue al bombero, y cuelga á su lado una linterna. Sobre las cuatro pilastras de otro monumento, se extiende una pequeña bóveda, y en ella hay figuras alusivas al Cuerpo de Bomberos.
Siempre siguiendo entre lápidas, obeliscos, estatuas y pirámides, me detuve á leer el epitafio de un bravo marino, que él propio construyó su sepulcro y lo tuvo en espectativa de su mansion, diez y ocho años.
El monumento de la jóven Carlota Canda, es una grandeza de Greenwood; es casi un templo ceñido con su balaustrada de fierro y custodiado por ángeles.
La jóven á quien se dedica el monumento, tenia diez y siete años; las gracias coronaban su frente; la felicidad tendia á sus piés alfombras de flores.
Regresaba de un baile con su padre y una amiga. En el baile habia sido el rayo de sol, el canto de jilguero, el celaje de oro de la reunion.
Detúvose el carruaje que la conducia cerca de Broadway: el padre descendió á dejar á la amiga; el cochero dejó el pescante; cayeron las riendas; los caballos, desbocados, azotaron el coche contra una esquina; la niña cayó al suelo despedazándose el cráneo.
En medio de la magnificencia de este monumento, se oye gemir á la piedra, se ve llorar el mármol; el dolor paternal se ve extendido en aquel refinamiento artístico.... es una novedad del dolor; martiriza aquella riqueza.
En el gran Cementerio, muy particularmente en los escalones superiores de las altas columnas, se ven puertas de granito, tan misteriosas y severas, que son propiamente pórticos de las sombras, puertas de recepcion de la eterna noche.
Esas puertas conducen á subterráneos en que se conservan en lechos de mármol los cadáveres perfectamente embalsamados y en sus cajones, que tienen una ventanilla de cristales por donde asoma el muerto. A aquellos subterráneos alumbrados con gas, que se modifica segun la voluntad, suelen concurrir familias á platicar con sus muertos....
Los lotes del Cementerio cuestan, en general, cuatrocientos pesos; pero la Compañía que dirige el establecimiento, ha hecho donacion de un trecho espacioso de terreno para que se sepulten los niños pobres, y así se verifica en efecto.
Nada de monumentos ni inscripciones, ningun indicio de la vanidad humana en esa seccion del Cementerio. Lecho comun de musgo, mortaja de césped humilde, algunas flores. Y sin embargo, la ternura maternal, esa glorificacion del amor, ese heroismo oscuro de la abnegacion, se encarga de comunicar encanto indecible á este lugar.
La vida que se extingue al nacer; la llama que espira al encenderse, iluminando el borde de cristal de la infancia, que unió su cuna á su tumba; la sonrisa y el gemido en un mismo estremecimiento del labio; la mirada y la lágrima.
En el agrupamiento de las escasas flores; en el conato de[33] coronita medio deshojada y puesta con esmero, como si al través de la tierra sintiese la madre el cútis de la frente del niño.
Con cristales y cuentas de vidrio, con fragmentos anónimos de objetos relucientes, ha hecho, sobre aquellos montoncitos de tierra, nichos el amor, y bajo de ellos están los juguetes de los niños, sus arlequines, sus esferitas de goma, sus caballitos, sus trompos.... esos eran sus juegos: con pretexto de ellos se hacia ostentacion de las gracias; y se ve, se tienta, que aquellas chucherías, que aquellos primores, han sido regados con lágrimas.... ¿por qué morir? y ¿por qué ese supérfluo relámpago de vida si se ha de perder en la eterna sombra? ¿Por qué esa inconsecuencia del ser?
¡Madre de mi alma si tú me vieras perdido en esta extranjería de muerte; si vieras que interrogo las tumbas para que me traigan, aunque hecho cadáver, un recuerdo de la patria; si me vieras ébrio de hiel, sintiendo como losa de sepulcro el cielo, y la multitud en que me pierdo como sombra!......
Me duele la luz, me duele el aire, tiene quejidos esa fuente, estas tumbas son más hondas y más oscuras.... tragarian mi recuerdo.... aquí se cae.... en las tumbas de mi tierra se duerme.... en los sepulcros de mi patria hay polvo que nos ama......
Yo no sé cuánto tiempo duró mi letargo de dolor. Cuando volví en mí, estaba haciendo compañía á un desterrado de Cuba.... D. Miguel Aldama....
A la salida del Cementerio, desde un claro que deja la altura, se percibe Broklyn, que es tendidísima ciudad entre los árboles, con sus divisiones regulares, sus mil torres, as[34]tas y veletas: parece que allí ha dicho su última palabra la grandeza; pero se anda un poco más y teniendo como un pedestal aquella altura de la muerte en que se siente el soplo de lo eterno.... á nuestros piés percibimos magnífico el mar.... el mar sepultándose en un horizonte en que parece tender sus alas el infinito......
A mis piés, y tocando las aguas la tierra de los sepulcros, habia algunas barcas vacías, juguete de las olas.... parecia que ellas habian sido las conductoras de los muertos y que se entregaban abandonadas al acaso....
Yo no puedo hacer comparaciones; pero sí puedo decir que el Cementerio de Greenwood, cuando le comunique su majestad el tiempo, para que no se crea en este pueblo movedizo que tambien tienen hotel los muertos, será uno de los lugares que honren al mundo.
Ahora tiene el Cementerio 21,000 y tantos sepulcros.
Al leer á Francisco mis apuntaciones sobre el Cementerio, me decia:
—Es una lástima que para ver esa maravilla no te hubiera acompañado un guía experto: te hubiera hecho notar, entre mil espléndidos monumentos, el erigido á los heróicos pilotos que en una noche tempestuosa se lanzaron fuera de la bahía á salvar un buque náufrago, pereciendo en la demanda.
Hubieras detenido tus pasos para anotar el sepulcro del marino que construyó su monumento creyendo próxima su muerte, y esperó la tumba diez y ocho años á su ilustre[35] huésped, que está representado en una soberbia estatua que tiene el sextante en la mano.
Hay otros cementerios, continuó Francisco, como Evergreen, situado en el mismo Broklyn, que tiene un aspecto rústico que encanta, Cipres Hill, Wood Lawn, á siete millas del puente de Harlem, New-York, Bay y sobre todo el Calvary, en que se entierran exclusivamente los católicos. Los sepulcros rodean una pequeña montaña y el conjunto del lugar tiene grandiosa majestad.
Habrias llamado la atencion sobre que el sistema de nichos, hijo en mucha parte de la codicia clerical, es de todo punto desconocido.
Ese empacamiento de los difuntos, esas casas de vecindad de los restos humanos, desnuda de su grandiosidad el culto de las tumbas.
Se recorre un panteon como una librería, viendo los rubros de las obras que guarda la armazon.
En el sepulcro de la tierra se improvisa el altar; parece que la restitucion del polvo al polvo se hace más patente; la flor es el recuerdo y la lágrima.
Yo no sé en qué disposicion de espíritu visité á Greenwood, que me sentí muerto; parece que celebraba el duelo de mis propios funerales.
Extinguirse entre la soledad de la multitud; extinguirse sin que nos acaricie la idea de la vista de los que nos sobreviven en espíritu y quedan calentando en sus corazones nuestra memoria; morir sin esa revelacion de la inmortalidad que se llama el recuerdo, es naufragar con el alma, perderse en un infinito de olvido.
Entónces nos lloramos; pero esas lágrimas las orea el[36] viento; cuando las enjuga una mano querida, sentimos como una iluminacion en nuestro espíritu.
En vano la filosofía describe la muerte como término forzoso, como condicion de la renovacion del sér; en vano nos redime el sepulcro de una existencia eterna con sus eternos dolores, cuando la mano temblorosa de la caducidad no puede llevar á nuestros labios la copa de goce alguno; siempre que el sentimiento nos domina; siempre que rotas las ligaduras de la escuadra y el guarismo, la alma se habla con su lógica peculiar, Dios resplandece en nosotros y el espíritu ansía por relaciones y consuelos que no podrá suministrarle nunca el universo material.
Yo he sentido mi polvo mezclado á esta tierra, he visto mi tumba como una usurpacion; el hielo de la extranjería de la muerte ha llevado el frio á mis huesos; y advenedizo de la misma nada, á mí tornaba mi duelo como el polvo que se lanza contra el viento y ciega nuestros ojos. Mejor dicho; mi duelo era á los que no lloraban por mí sobre mi desconocida losa.
Sentia mi corazon enfermo, mi salida del Cementerio era como una exhumacion. Creia en mi alucinacion de muerte, y habia visto hecho cadáver el Parque Central.
En la noche á él me dirigí, y consigné mis impresiones allí, de esta manera:
Adioses de mis amigos.—La bahía.—La estatua de la Libertad.—Jersey.—Adios.—Fábrica de pianos de Stenway.—La maquinaria.—Varias manipulaciones.—Reflexiones sobre el pueblo americano.—La parte baja de la ciudad.—La Tesorería.—La Aduana.—Observaciones sobre la tarifa americana.—Cifras de las exportaciones é importaciones.—Otra vez el inglés.—El castellano viejo.
Mis amigos Alfonso, Pablo y Manuel, partieron al fin para nuestra patria: la noche precursora de su partida, entre los baúles, algunos amigos que quedábamos en el destierro y los criados que en tragin afanoso cruzaban de un cuarto á otro, se oian los encargos á las personas amadas, las recomendaciones encarecidas y palabras que volaban á morir en la sombra de los tristes recuerdos.
De repente, las explosiones del buen humor se disipaban y caia sobre todos ese silencio que se acentúa tan hondamente en el prólogo de todas las separaciones.
[42] Alguno mandó traer Champaña; la presencia en frio de aquellos estímulos del contento, no sé por qué convirtió en más sombrío el cuadro: chistes que en otras circunstancias habrian hecho una revolucion de risas y de bullicio; alusiones que se habrian propagado como llama, caian como á plomo, sin efecto alguno, para dejar imperando un dolor que, á solas, hubiera hecho derramar lágrimas á todos los circunstantes.
Alguno preludiaba una cancion, otro al empacar un retrato buscaba un tema de contento con recuerdos felices.... y el silencio, esta tiniebla del espíritu, avanzaba lento, envolviendo hasta los últimos destellos de alegría.
Muy temprano, en la mañana, todos estábamos listos.
Acudimos á los vaporcitos de Jersey.
La mañana estaba nublada; á nuestra izquierda, multitud de buques de todas las naciones hacian flotar al aire sus banderas; se veia la isla del Gobernador, puesto militar de la federacion, en que existe un destacamento de fuerzas permanentes, vestidas constantemente de lujo y haciendo el servicio siempre con la mayor severidad.
Del lado opuesto está el islote de Bell, donde debe, como formando pórtico en la bahía, colocarse la colosal estatua de la Libertad, regalada por la Francia, y cuyo brazo con su antorcha, figura hoy como un colosal monumento en la Plaza de Madisson.
La estatua, colocada sobre su pedestal, debe alcanzar una altura de doscientos veinticinco piés; se distinguirá desde el mar, en el confin del horizonte, como una aparicion humana entre las aguas y los cielos: será magnífica.
Al frente de nuestro barco, en amplio semicírculo y sobre[43] una loma que domina la bahía, se ostenta la ciudad de Jersey como sobre una cortina de árboles, con sus chimeneas, sus torres y sus cúpulas fantásticas. Abajo del escalon del pedestal que forman árboles y verjeles á la ciudad, hay una faja de muelles, como otras tantas puertas de salida para todas las naciones del globo.
En el gran salon contiguo al paradero de los trenes del ferrocarril, que conduce más directamente á Orleans por Filadelfia y Washington, se hallaban el Sr. Iglesias, su hijo, Gomez del Palacio, Schleidem, mexicano lleno de nobles cualidades, y yo.
Repicó la campana fatal: una voz anunció la hora suprema, y entre el tropel que corria á tomar los carros como por asalto, se perdieron nuestros adioses. A poco el resoplar del vapor, la esquila de la máquina, el ruido de las ruedas y el humo, envolvieron el ruidoso tren, huyendo un conjunto del que quedaban desgarrados girones de humo, que disipó el viento....
Cuando recuerdo las atenciones que á esos generosos amigos (iba á decir hijos) debí, su solicitud cariñosa, su chiqueo, siento duelo horrible en mi alma.
Ellos calentaban con sus esperanzas y su contento mis viejos años; ellos fortalecian mi ánimo cuando casi me vencia la mano de dolores implacables; ellos me formaban una atmósfera de patria cuando la frente pálida de la nostalgia venia á presentar á mi lado el esqueleto de mis recuerdos, sobre la tumba de mis esperanzas.
Tan nobles, tan sufridos, adivinando mis deseos, convirtiendo en motivos de contento la satisfaccion de mis caprichos, ¿cómo no consagrarles en estas desordenadas memo[44]rias mi gratitud, aunque su ternura y relaciones tengan interes tan solo para mí? ¿cómo no perdonar quien esto leyere el extravío de mi corazon, mi complacencia con un sentimiento que me aprieta el alma y me domina....?
Que vayan felices; que los vientos les halaguen apacibles y el mar sea como persona amiga que les lleve á los brazos de la patria; que en el seno de sus familias, en su hogar, cuando rodeados de los que les aman, cuenten sus aventuras, vuelvan los ojos y en algun lugar vacío busquen el semblante del viejo amigo que vivió léjos de la patria, con ellos, la tierna vida de familia, y que les está recordando, sin ver lo que escribe, porque están hechos lágrimas en mis ojos sus recuerdos.... La Providencia los acompañe; ella los restituya sanos y contentos á sus hogares!......
Vagando al acaso en la parte alta de la ciudad, donde están aún en lucha hombres y rocas; lucha que como que brotan del suelo á presenciar estupendos edificios; donde desemboca el túnel que ha venido como una serpiente subterránea del seno de las calles populosas; donde empinados puentes de distancia en distancia ven inclinar el plumero de llamas de la locomotora, que parece un gigante fantástico que saca á flor de tierra la cabeza; como una ballena de fierro que fué dotada de vida para atravesar en alas del relámpago las entrañas de la tierra, vagaba, digo, por esos lugares, cuando mi amigo Buzeti, un jóven mexicano con quien haremos amplio conocimiento, me puso en la puerta de un establecimiento grandiosísimo, y me dijo:
—Va vd. á conocer la fábrica de pianos de Stenway.
Ya recordará vd. los pianos de Stenway; son en México los de más alta nombradía; sus vibraciones brillantísimas son pompa y vida de los más opulentos salones. En Paris merecieron el primer premio.
El edificio que vamos á visitar, visto por la espalda, hace los tres lados (tres cuadras) de un cuadrado perfecto.
En el centro hay varios edificios, y uno especialmente llama la atencion; él encierra la gran rueda motriz y la maquinaria anexa, que es como un edificio de acero con sus balaustradas y escaleras de fierro.
Era nuestro guía un jóven campechano, alegre, y tan simpático, que me parecia castellano su inglés peliagudo, y digo peliagudo, porque se trata de un aleman: el inglés completado con aleman, es como una copa de whiskey completada con espinas de pescado.
La fábrica tiene cinco pisos visibles, en los que trabajan quinientos operarios como titanes, con su acompañamiento de escoplos, serruchos, cepillos, martillos y otros ruidos de imposible clasificacion.
Como ya se supone el lector, cada operacion de las que requiere la estructura de un piano, es una galera inmensa y un taller en que giran en los techos esas arañas de acero, esas víboras de cuero que se descuelgan y se enroscan, esas escuadras como duendes abiertos de piernas, y esa poblacion de endriagos y visiones animadas del mundo de las máquinas: brazos, dedos, codos, esófagos, cabellos, todo vive por su cuenta y riesgo, sin cuidarse de todos los demás, como si viésemos á nuestros brazos y á nuestras piernas proclamar su independencia, ó como sí en un panteon arma[46]ran gresca los fragmentos humanos, tomando cada cual su camino segun su capricho.
Asenté por primera partida en mis apuntaciones una máquina para desbastar la tabla en bruto.
Es una rueda clavada en un eje perpendicular, con dos fajas de acero; de la primera penden cuatro como ganchos, que desbastan la tabla; la segunda faja es el cepillo. Con aquella primera sacudida queda la tabla como seda, y entra como una hoja de papel á otra máquina como de imprimir, de donde sale tersa por ambos lados.
Las maderas que se usan para los pianos, despues de dos años de depósito y preparaciones, son: palo blanco, roble, pino, caoba, rosa y ébano.
Las sierras que se emplean son como sogas ó rosarios, que caen sobre una rueda y cuelgan haciendo destrozos.
Para que no quede ni resquicio de polvo de aserrín en la madera, usan una especie de fuelle de palo; pero no propiamente fuelle, más bien jeringa, que desempeña la funcion de la limpieza á las mil maravillas.
Desde esos primeros talleres comienza la obra laboriosísima de ensamblar las hojas de madera con los hilos de ella, en distintos sentidos, para evitar que se tuerza, poniendo en el centro de las ensambladuras maderas durísimas que las ligan.
La cola de que se sirven es la famosa de Pilles Cuple; viene en marquetas, y se amolda segun las necesidades de los talleres.
Los preciosos calados de las tablas que sirven de respaldo al teclado en la parte interior del piano, se delinean por hábiles dibujantes, y con sierras como hilos se ejecutan esas[47] maravillas de madera que avergüenzan á la filigrana y al encaje.
Los martinetes se forran en una especie de fieltro sólido como piedra y del grueso de tres dedos; forrado el palo de donde se sacan los martinetes, entra en una prensa de presion tan poderosa, que sale el conjunto como una hoja de espada.
En este departamento hay una máquina curiosísima, invencion de un hijo del Sr. Stenway, así como otra delicadísima para las oquedades de los tornillos de la guitarra del piano.
Toda esta gran seccion de la fábrica está destinada á la construccion de esa multitud de articulaciones, músculos, nervios y tendones de esa mano prodigiosa que produce las armonías en el interior del instrumento.
En estos gabinetes anatómicos, verdaderamente científicos, hay compases, escuadras y todo lo concerniente á tan delicado trabajo.
Los cuartos en que se fabrican las cuerdas están aislados, y se emplean en ellos, como en todas estas secciones, hombres de talentos especiales, muy bien pagados.
En una ala entera de uno de los amplísimos pisos divididos por calles de extensos salones, se verifica la animacion del piano.
Todos los tendones, la osamenta, los nervios y los cartígalos, están amontonados: las teclas de marfil que se fabrican como quien hace mosaico; las de ébano, que se pulen como joyas; el martinete y el resorte, que podrian figurar como dijes en el tocador de una reina, todos estos objetos se compaginan, se organizan, se concatenan, adquieren for[48]ma, se estremecen y rompen en un canto cuando la mano del hombre pasa sobre ellas, como el soplo de Dios sobre el barro cuando crió al hombre.
El piano de que oimos los primeros vagidos, tenia el número 33,592.
—Vé, le dije, atraviesa los mares, lleva á otras regiones tus cantos voluptuosos y tus himnos; vé, poeta, á perecer derramando tus armonías y dando vida á las creaciones del talento. Sé la gala del salon, la orquesta del hogar, el confidente de los ensueños....
La operacion del barniz consta de dos partes: en una se barniza la caja dos veces y se raspa en seguida, para que los poros más invisibles desaparezcan; la tercera mano de barniz es la que queda, presentando la caoba ó la rosa como bajo de cristales.
Hay inteligentes que presentan como rivales de los pianos de Stenway los de Weber; pero en México no se cree así, y lo comprueba el más alto precio á que se venden los primeros y á la confesion universal de que sus voces son muy brillantes.
Los pianos de Stenway tienen cinco patentes de honor y son celebrados en todo el mundo musical.
El edificio en que se venden los pianos de Stenway está en la calle 14, es de mármol blanco, contiene los almacenes de pianos y además la gran sala música construida con todas las reglas de la acústica, y que se considera con justicia como una de las primeras del mundo en su género. En ella se han hecho las primeras exhibiciones del Teléfono.
Al salir de la fábrica tuve el gusto de ofrecer mis respetos á uno de los hijos del Sr. Stenway, y dar las gracias á[49] mi inteligente cicerone, cuya finura me ha dejado los más agradables recuerdos.
Quiero darme cuenta á mí solo de las causas de la prosperidad de este pueblo; quiero estudiar afanoso el secreto de su desarrollo sorprendente, para formar conciencia, y despues de purificado mi criterio, llevar á mi país la buena nueva de su propia regeneracion. ¡Mis esfuerzos son inútiles!
Cada vez que estoy á mis solas, entro en mí, sondeo las partes componentes de este pueblo, se me figura á veces que una ciega admiracion me arrastra, otras que un sentimiento injusto de repulsion me domina, y termino por apartar el lienzo y arrojar de mi mano los pinceles, corrido de pretender llamar retrato la monstruosa figura que abortó mi mano.
Es cierto que los que tenemos la tradicion latina, es evidente que los que nos hemos instruido con la educacion romana, y los que hemos abierto los ojos de la razon bajo el influjo de la religion cristiana, no nos es dado ser imparciales en nuestras apreciaciones.
Hemos tenido ensueños de libertad, tentativas de igualdad, teorías de la intervencion del pueblo en sus negocios, y todos esos elementos han constituido y constituyen en el crítico una segunda naturaleza.
Teorías incompletas, doctrinas leidas, sistemas con inconstancia planteados, se ponen frente á frente de prácticas sostenidas, expeditas y que producen sus efectos en medio de aparentes contradicciones.
El protestantismo deja el campo abierto á las instituciones civiles, no se mezcla para nada con los gobiernos, buscando los vínculos de confraternidad en la moral universal; la religion protestante, por la naturaleza de su sér y sean las que fueren sus aberraciones, no permite esos conflictos entre los poderes temporal y eclesiástico, que tantas rémoras oponen á la paz y al progreso de las naciones.
La libertad pone al individuo en posesion de su sér, reconoce sus derechos como hombre y los proclama inviolables: íntegro el hombre, funciona vigoroso; y como para que sean expeditas estas funciones, tiene que respetar los fueros de otro hombre colocado en las propias condiciones, se produce la igualdad y con ella las sublimes armonías del progreso indefinido de los pueblos.
Las instituciones en ese conjunto están hechas, viven en observancia, la ley es el yeso que se coloca sobre la fisonomía de ese pueblo, y ese molde es tan propio, es tan suyo, que no le lastima ni importuna, ni le impide su accion cuando se sirve de él.
En los gérmenes primitivos de este pueblo estaban encerrados sus elementos todos de grandeza: la libertad religiosa; porque en pos de ella habian atravesado los mares los primeros pobladores, y llegó con ella á estas playas la libertad civil, porque al constituirse, ejercieron sus derechos en la ancha base de las funciones municipales, miniatura del gobierno y la igualdad; porque ni el sacerdocio reclamaba fueros, ni la casta distinciones, ni habia mas que un punto único y una mira única, que era el bien comun. No es, pues, la diferencia entre los Estados-Unidos y nosotros, que á ellos los uniese y á nosotros nos desuniese la federacion: la[51] diferencia es, que ellos eran hombres y conocian y sabian ejercer sus derechos, y nosotros éramos poco ménos que esclavos, enervados por una tutela de trescientos años.
Cuando la aglomeracion de gente y la distancia hicieron necesarias más complicadas relaciones, no tuvo que hacer nada; lo que en las sociedades antiguas se llamó el poder público, ese poder existia en todos y cada uno de los americanos, y existia en ejercicio constante; la agregacion de pueblos fué, como la de las individualidades, desde el hombre al municipio, al Estado; eran entidades perfectas, una sola era hábil para fungir con la misma aptitud que el conjunto.
La grande obra de Washington y de los constituyentes americanos, estuvo en reconocer con lisura esa verdad y hacer del gobierno general el policía que cuidara del órden y el portero que diese aviso á las naciones extranjeras de la voluntad de sus señores, sin entrometerse en todo.
El señorío del individuo le dotó, es cierto, de preciosos derechos; pero tambien le sujetó á grandes necesidades; valía por sí; era forzoso que subsistiese por sí; el trabajo fué una de sus condiciones de vida, y no el trabajo fincado en la ajena explotacion, porque se encontraria con la misma repulsa, sino el trabajo como fondo comun de la sociedad.
El que labraba los campos, el que atravesaba los mares, el que pedia á la ciencia sus revelaciones, vivian en el seno de una familia, en que tenian todos la misma representacion, las mismas aspiraciones, el propio grado de responsabilidad. Existia el pueblo: era una verdad que los que lo componian lo sentian, y los que lo veian tuvieron que admirarlo.
Cada cosa que pertenecia al individuo, tuvo que mirarse[52] con indiferencia casi, porque el individuo era responsable de sus acciones: lo que tenia que ver con la sociedad, era notado por todos. La opinion no fué solo un juicio, sino el anuncio de lo que se ejecutaria en un caso dado.
Así nacido, creado y funcionando el pueblo, formando la caudalosa corriente: sus aberraciones, sus enfermedades, no tienen influencia, como no influye en el curso de las aguas la hoja que se desprende del árbol, ni el fango que enturbia á veces su superficie.
La democracia se ha realizado, y esta realizacion la presenta con caractéres distintos de todo punto de los caractéres con que conocemos en la historia á los pueblos que no tienen de tales mas que el nombre.
Las clases, conforme á la tradicion en las sociedades antiguas, sobresalen, son el todo; ellas engendran eminencias que proyectan su sombra en las masas y las convierten en enfermizas y en viciosas.
La categoría del cielo consagrando la perversion del espíritu en el secuestro de la conciencia; la categoría militar haciendo del asesinato una profesion y un taller de violencias el cuartel, haciendo la disciplina un instrumento de asfixia; la categoría de la sangre, llevando á los destinos públicos la pereza, la ignorancia, la lujuria y el robo; la categoría del saber haciendo de las aulas estancos de la luz, cuando no oficinas de falsificadores de la verdad.
Y para sostener á estos enjambres de farsantes y verdugos, el pueblo, á su vez ignorante, rencoroso, paga, pero se hace incompatible con las otras fracciones sociales, con intereses opuestos al suyo.
En esta democracia militante, las religiones en su concur[53]rencia, compiten por beneficios reales; la escuela, el hospital, el taller, son objeto de su cuidado; y cuando pretende entrar, como el cristianismo, en terreno vedado, entónces la opinion lo contiene y la indiferencia lo restituye á sus rieles pacíficamente.
El elemento militar perturba y amenaza, pero tambien sin consecuencia: todo se reduce á pérdidas del tesoro, á disimulos en el presupuesto; pero el país es tan rico, que el propio despilfarro no importa un menoscabo.
¿Y las clases? ¿y la nobleza? ¿y toda la nomenclatura de saltimbanquis que son el azote de los pueblos? Esos no existen; y los vagos y los arbitristas pasan cayendo, fatigados en su camino, en medio de la rechifla universal.
Pero adviértase que esos caballeros de industria de las compañías fantásticas, de las empresas temerarias, esos alquiladores del viento, esos consocios del sol y del mar, son individuales, es decir, la espina, el grano, la verruga, no la sociedad americana.
Esas individualidades efímeras son las que extravían á los viajeros, con mucha especialidad á los de la raza latina, y es porque existe lo que se ve y lo que no se ve, como en uno de los preciosos sofismas de Bastial: se ve á la mujer pública en toda su desvergüenza, invadiendo las calles, asaltando los paseos, reclamando fueros y consideraciones; no se ven cientos de maestras en las escuelas públicas, modelos de saber, de recogimiento y de virtud; no se fija la atencion en las obreras de Haster; no se ven salir en las noches de la casa de Stuart, por cientos, las que fungen de dependientes y se concilian el respeto universal por su dignidad y compostura.
Se ve á los mil petardistas que explotan el humbug, y no los grandes inventos que honran á la humanidad.
Se ve al banquero que despide al mendigo de su puerta, y no al que envía cientos de miles para las bibliotecas, para las escuelas y casas de beneficencia.
En este particular es tan falible el juicio, que á primera vista, en un teatro, en un paseo, hay un personaje que comete inconveniencias de educacion impasables; muchas veces se indaga, y es porque el personaje de bejuquillo de oro y anillo de diamantes, es el carnicero, el herrero, el zapatero; y la gran señora á quien acaba vd. de ceder el asiento en un wagon, al siguiente dia la encuentra vd. barriendo los corredores de su hotel, ó va entrando en nuestro cuarto en demanda de nuestra ropa sucia para lavarla.
Como el trabajo y las empresas son más lucrativos que los empleos; como éstos no reconocen propiedad; como las consideraciones sociales están en razon de la independencia del individuo, éste tiene un modo de vivir ó lo busca, sin que se finque el modo de ser de una clase determinada de los empleos, y este es un elemento trascendental de paz.
El juez, el general, el presidente el dia que termina su encargo, vuelven á su taller en medio de la consideracion universal; el capitan que atraia las miradas en la mañana, va en la tarde con un tablon al hombro, sin esfuerzo y sin que nadie se fije en él.
En una palabra; nosotros, es decir, los pueblos hispano-americanos, como me hacia observar hablando de esto mi amigo Jacinto Gutierrez, venezolano ilustre, por nuestra tradicion y á causa de nuestra propia independencia, presentamos constantemente el espectáculo del pueblo en su tenden[55]cia á elevarse, y las clases en su afan de deprimirlo: el pueblo, un instante levantado, pero sin cimientos, sin bases sólidas, sucumbiendo para volverse á levantar de nuevo; y en este vaiven, un corto número de hombres de ideas verdaderamente liberales, segun la feliz expresion de Gomez del Palacio, luchando por hacer entrar en el carril del progreso social á los millones que tienen fuera de él los vicios de la educacion, la abyeccion y la barbarie.
Por fortuna del lector, y tambien mia, han tocado á mi puerta: digo por fortuna, porque terminan las soporíferas observaciones que me preocupaban y que continuaré cuando tema ménos que ahora aburrir á mis lectores.
Me proponia visitar la Aduana y estudiarla con el detenimiento posible.
Las cuestiones económicas en este, como en todos los pueblos, son tan importantes, que bien merecian dedicarles algunos ratos de disertaciones que son de otro lugar; y no tenga esto como una amenaza el lector, sino como motivo de expediciones á que me llevaba el deseo de hacer algo útil. Por otra parte, mi manía han sido esta especie de trabajos, y nadie tiene el corazon tan duro que no disimule las flaquezas de su prójimo de vez en cuando.
Me conducia en mi excursion el Sr. Macías, redactor del Comercio, persona en quien compiten el talento con la esmerada educacion.
La Aduana está situada en la parte baja de la ciudad, al Este, es decir, allí donde á sus anchas retozó el desórden[56] cuando los primeros pobladores de esta isla se instalaron en ella, echando, como quien dice, por el atajo.
Hace poco, la parte que ahora recorriamos era la corte de los milagros de la ciudad.
Por aquellas vecindades está la calle, de la que hacia, en 1869, la siguiente pintura la Guía de Nueva-York:
"Los cristales de las ventanas que no están rotos, se han vuelto opacos con la porquería que los cubre, reemplazando con frecuencia el vidrio que desapareció, algun sombrero viejo ó algun hediondo trapo, que impide á un tiempo la entrada del aire y de la luz. De vez en cuando alguna mujer desaseada y á medio vestir, asoma la cabeza por una de aquellas ventanas, para mirar vagamente y con aire perezoso, la desapacible perspectiva que desde allí se ofrece, ó para reprender agriamente, con abundancia de juramentos, á algun chiquillo de los de la calle que ha quebrantado los preceptos paternales.
"Cruzan del uno al otro lado de la callejuela, un sinnúmero de cuerdas cubiertas de harapos, que se supone haber sido lavados y que cuelgan allí para secarse y para mantener en estado contínuo de humedad el piso de la calle, saturando con sus líquidos desprendimientos, tan desagradables al olfato como perjudiciales á los sombreros y á los trages, á los muchachos que juegan debajo, ó á algun desgraciado transeunte que se ve en la precision de arrostrar aquella lluvia grasienta y hedionda. En la parte ancha de la calle hay siempre una muchedumbre que pudiera proporcionar materia al génio especial de un Hogart ó de un Dickens.
"Vense allí carretones que sirven de pescadería ambulante, desde donde se venden peces cuyo olor indica la larga[57] fecha que hace han abandonado su elemento, y otros vendedores que llevan sus mercaderías en otros carretones semejantes, con verduras que de todo tienen ménos de verde; que ó son lo que debieran ser las legumbres, ó están tan sazonadas, que han llegado al estado de fermentacion. Operarios sin trabajo, ladrones sin ocupacion, individuos ébrios de ambos sexos que se dirigen dando traspiés á sus habitaciones, ó más bien cuevas respectivas, abrazando cariñosamente frascos ó botellas de veneno, con el título de whiskey; criaturas prematuramente desarrolladas y arrugadas que ofrecen el doloroso aspecto de séres enanos y raquíticos: tales son los humanos elementos de aquel repulsivo vecindario."
Como he dicho, estas son las vecindades del rumbo que atravesamos; vecindades muy mejoradas, y en las que seria hoy pálido y sin verdad el cuadro que acabamos de copiar.
Trátase del laberinto de los bancos, de los tesoros de la gran ciudad y de las oficinas más importantes: la Tesorería y la Aduana.
En calles desiguales que se abren y se cierran por sus esquinas, entre alturas y depresiones de terreno, se va á ese asombroso manantial de dinero que se llama la Aduana de Nueva-York.
Es un edificio de granito de aspecto sombrío en su entrada, como si hubiera comprendido el arquitecto que se trataba de la inquisicion del comercio.
Las robustas columnas que forman el pórtico son estrechas, y en el mismo pórtico, entre las columnas del centro, está incrustada en fracciones la escalera que conduce al primer cuerpo del edificio, porque su bassement ó piso subterráneo es altísimo.
El salon del despacho es de forma circular, de mucha elevacion, y tiene de trecho en trecho columnas que dan á amplísimos salones.
En el piso del despacho, en círculo corrido, hay grandes bufetes de caoba con sus frentes cerrados y sus puertecillas en forma de arco, por donde solo puede asomar una persona á hablar con el empleado. Me parece inútil decir que el gentío era inmenso: estaban agolpados los hombres frente á las mesas, con sus sombreros puestos y sus papeles en las manos, en número como de mil personas, y eran las doce de la mañana, hora que menciono por ser de un calor insoportable, y por lo mismo, menor que á otras horas la concurrencia.
Sin trabajo alguno preguntamos por el jefe, para quien llevábamos recomendacion, y nos dirigieron al segundo piso del edificio, despues de atravesar un patio estrecho con fajas de tránsitos, que no me atrevo á llamar corredores.
La seccion del edificio por donde transitamos, está destinada á la contabilidad y al asesor ó fiscal que ordena la cuenta.
El jefe á quien fuimos presentados, es aleman de nacimiento, regordete, moreno, un tanto calvo, de ojos negros y de fisonomía abierta y marcial.
Se dice que este personaje, que á las primeras palabras se comprende que es un hombre lleno é inteligente, es notable economista y persona muy despierta en toda clase de negocios.
El Sr. Macías tuvo la dignacion de llevar la palabra: le expuso el objeto de mi visita, que no era otro sino ver las oficinas de la Aduana y adquirir datos para juzgar con fun[59]damento de nuestras relaciones mercantiles, cultivando estudios á que soy aficionado.
Con este motivo, entró en explicaciones el jefe que me pareció al frente de la oficina de contabilidad, y trayendo el Informe estadístico de comercio y navegacion que comenzó en 30 de Junio del año pasado y debe terminar en 1.º de Julio como nuestros años fiscales, me hizo notar algunos artículos de comercio activo de México, como café, cueros de res, caballos, henequen y palo de tinte, que representaban, con otros artículos que no menciono, la suma de diez millones de pesos poco más ó ménos.
En cambio, yo le recordé cifras en que convino, de las que resulta que los americanos no importan á nuestro suelo ni dos millones de pesos, y si se pusiera millon y medio, andaria mucho más acertado. Este resultado le hizo sonreir y yo le hice notar que las cifras citadas ponian de manifiesto los absurdos económicos de su tarifa.
—Se ha nombrado, me dijo, una comision ad hoc para que emita su juicio sobre nuestro arancel; tiene concluidos sus trabajos, y la próxima legislatura hará rebajas muy notables.
La tendencia de este gobierno, como la de todo gobierno bien intencionado, debe ser, me dijo, estrechar los vínculos por medio de relaciones de igualdad, y eso deberá hacerse con México por medio de un tratado en que se concilien todas las ventajas, de una manera amiga: un sistema como el del Zollwerein, haria efectivas todas las libertades....
Yo no repliqué, porque sentia que mi asiento se hundia y que me faltaba la razon.
Un sistema en que gozáramos todas las libertades por medio de un tratado como el del Zollwerein, es nada ménos[60] que la pérdida de nuestra independencia; ó así fué, ó así lo comprendí: el caso es que abrevié mi visita y me propuse imponerme con alguna otra persona de la cuestion de aduanas, ó no imponerme, que de cóleras estoy harto, y masco la bílis por estas calles de Dios. ¿Querer que México sea la India de esta Nueva Inglaterra? ¡Un demonio!
El jefe á quien fuimos recomendados, me hizo instancia para que repitiese mi visita; me obsequió con algunos documentos importantes, y yo salí ardiendo mi alma de aquel magnífico edificio.
La Zona, un mercado en que no se tenga concurrencia para dar salida á los artículos que produce este suelo; el proteccionismo que unos cuantos propagan en mi país, ciegos y obstinados, este será el cáncer que devore á México.
¡Mantengamos nuestras prohibiciones, alcemos nuestras tarifas de modo que se repudie toda concurrencia hasta buscar el nivel de los Estados-Unidos, y entónces seremos la India de esta Nueva Inglaterra!
¡Qué distinto rumbo nos marca el dedo certero de la libertad! Abatidas nuestras tarifas hasta donde más fuese posible, con puertos de depósito en todo el golfo y franquicias las más amplias en toda la frontera, el comercio para los Estados-Unidos tomaria el rumbo de México, y se verificaria una revolucion grandiosa en todos los pueblos hispano-americanos; por sí mismas se efectuarian entónces mejoras que abortan en especulaciones desastradas; se protegerian naturalmente industrias naturales que no necesitan fomento alguno; la alza del salario seria la regeneracion eficaz de nuestro pueblo, y el roce con las otras naciones, el elemento más poderoso de fuerza y de progreso.
A los artesanos politicastros, á los periodistas que por la curva de las juntas buscan las curules, á la masonería electoral, han de parecer muy amargas mis verdades y me producirán injurias; pero la evidencia de mis raciocinios tendrá apoyo un dia en todos los hombres rectos é ilustrados de mi patria.
Durante los once meses corridos del presente año fiscal, el valor de las exportaciones ha ascendido á 560.000,000 de pesos, ó sea un aumento de 165.000,000 comparado con el de igual época del año anterior. El de las importaciones ha sido de 430.000,000 ó sea una diminucion de 24.000,000. La exportacion del oro subió á 49.000,000 y la importacion á 39.000,000.
La parte digna de recorrerse como dependencia de la Aduana, son los almacenes en que se hace el despacho, y de ellos haré otro dia una descripcion á mis lectores.
Al regresar de mi excursion, me guarecí del sol infernal que derretia los sesos, en la oficina consular.
Juan Navarro, aparte de ser un sabio, es un hombre de muy buena sociedad y el platicador más divertido y más sazonado que vdes. pueden imaginar: conversaba con Mariscal y con Francisco Gomez del Palacio, diestros como ellos solos para esgrimirla sin hueso y dar riquísimas tintas á la caricatura de la palabra, cuando se trata del humbug y del escabroso idioma de Washington Irving.
Conmigo es el tema eterno de conversacion el inglés, porque saben y palpan mi dificultad infinita para pronunciarlo.
Pero les replicaba yo:
—Cuando una palabra tiene el hilo y el chisgo de nuestro idioma, pase, se da uno sus trazas para comprenderla; cuando la palabra es de todo punto diferente, entónces se da uno sus mañas para buscarle punta; pero yo no me puedo conformar con que comencemente de un colegio, sea fin de su año escolar y no principio: claim, reclamo y no clamor, y que cuando me digan cinic, me quede como una lechuga, porque me quieran decir hombre de experiencia y desengañado. ¿Cómo me puede entrar en la cabeza que descriminate sea distinguir y separar, sin tener nada que ver con la criminalidad?
—Más te escuecerá, me decia Francisco, que te llamen á tí Mr. Praits, á Negrete Negrito, á Iglesias Aiglisaias, á mí Pelesaio y á Diaz Daiaz.
—Para eso de entenderse con americanos, no hay como el castellano viejo, dijo Navarro, y si no me creen, díganme lo que opinan de la historia que voy á referir.
—Historia de españoles de fé son la materia inagotable de tus cuentos, como de Fernando Calderon los legos.
—Escuchen vdes:
Recien llegado, hace años, á esta ciudad, un dia estaba muy reposado y silencioso en un baño público, cuando de repente oí recias pisadas que revelaban largo y holgado calzado, y oí que sonaban las palmas de la mano como llamando.
—¡Ah de casa! dijo una voz acentuadísima de la Península Ibérica.
—Santos y buenos dias.
Se oyó salir á la irlandesa de servicio.
—Hijita, le dijo mi español, póngame vd. un baño con el[63] agua tibiecita, al calor del cuerpo.... por allí, por aquel rinconcillo.
La irlandesa, en el asendereado inglés que les es natural á los de su raza, le decia que si queria solo agua fria, para abrir, segun su voluntad, las llaves....
—Eso es, todo lo alistas.... que sea de lino la sábana.... ¿de la sábana me hablabas?
Emprendióse un altercado en que cada cual hablaba lo que le parecia.... yo, á medio vestir, saqué la cabeza fuera de la puerta.
Encontréme con un hombre con un sombrero á la Pipelet, panzon, mofletudo, con su vestido de rayadillo, su amplia alpargata y su paraguas encarnado bajo el brazo.
—Caballero, me dijo, ¿vd. quiere hacer el favor de decir por qué no me hace caso este pedazo de canto?
—Porque no se entienden, le dije, porque vd. le habla de la sábana y ella de la agua fria. Ya está el baño, vaya vd. por allí.
—¡Bendito sea Dios, hombre! ¡bendito sea! porque encontré persona de chirúmen; pues vea vd., en mi tierra, por negada que sea la persona, cuando uno pide agua, aquel á quien se dirige la palabra sabe á poco más ó ménos que de agua se trata; pero aquí todo anda al revés....
—Consuélate con las observaciones del español.
Así concluyó Navarro.
Instruccion pública.—Broad de Educacion.—Asistencia de niños.—Lecciones sobre las cosas.—Informe.—Carácter de la instruccion pública.—Carreras especiales.—Escuela normal.—Publicaciones y objetos de instruccion para los niños.—Educacion de la mujer.
Aunque mi propósito es escribir especialmente sobre la educacion de los Estados-Unidos, no para darla á conocer en México, porque eso se podria conseguir ventajosamente teniendo á la vista los luminosos escritos de mi distinguido amigo el Sr. Bachiller ó los concienzudos estudios de Hipau, y sobre todo la voz viva y las aplicaciones luminosas de Mantilla, sino como motivo para observaciones aplicables á mi país, no quiero dejar pasar sin notarlo el Informe que acaba de publicar la Direccion de Instruccion Pública.
Segun el Informe de la Direccion de Instruccion pública,[66] hay en Nueva-York 308 escuelas, repartidas del modo siguiente:
Escuelas de gramática para niños | 46 |
Para niñas | 46 |
Para ambos sexos | 12 |
Primaria de departamentos | 66 |
Escuelas separadas | 46 |
Para niños de color | 7 |
Escuelas incorporadas | 46 |
Escuelas nocturnas | 35 |
Escuela de náutica | 1 |
Escuela normal | 1 |
Escuela para maestros | 1 |
Colegio de perfeccionamiento | 1 |
308 |
La asistencia de niños fué de 252,155: concurren constantemente un 72% y llega al 90, de suerte que la pérdida se valúa en un 10%.
Las escuelas están servidas por 335 maestros, de los cuales 132 se emplean en las escuelas nocturnas, y 2,912 preceptoras.
Las escuelas son visitadas constantemente por empleados de la Direccion, quienes tienen el deber de examinar las clases, y hacer por escrito sus observaciones sobre asistencia, disciplina, aprovechamiento, estado del edificio y cuanto se cree conducente.
De los informes recibidos en el año, resultó que los cursos de instruccion eran muy complicados, no habiendo proporcion entre los esfuerzos de los niños, el costo de las es[67]cuelas y los resultados. Esto dió lugar á consultas y discusiones luminosísimas, de que resultaron reformas en todos los ramos, simplificando métodos y suprimiendo las materias no necesarias.
Uno de los puntos en que más se fijaron, fué en el sistema objetivo que aquí se llama lecciones sobre las cosas: el Informe hace observar que ha producido en muchos casos la confusion de las ideas de los niños, que recarga su inteligencia de un tecnicismo que los puede convertir en charlatanes.
Dedúcese del Informe, que el sistema objetivo puede fungir de dos maneras: ó dando al niño nociones generales de las artes y las ciencias, ó ilustrando sus conocimientos escolares, sirviendo á la explicacion como la estampa sirve al texto, pero siempre acomodándose á la inteligencia del niño, sin confundirlo; de suerte que no solo se requiere en el maestro vasta instruccion en lo que explica, sino conocimiento profundo de la capacidad de cada niño, buen sentido, y esto es muy raro: por lo mismo, en la reforma se ha limitado mucho esta enseñanza.
De la lectura rápida del Informe se notan cosas que merecen la atencion.
Es el Informe un libro en que constan las varias observaciones que se han hecho sobre la enseñanza, la disciplina, la inversion de fondos, el estado material de los edificios y las mejoras que es necesario introducir.
La lectura de este Informe, lleno de minuciosos detalles, de sagaces apreciaciones, y en que se revela una dedicacion religiosa, me ha hecho dar cuenta á mí mismo de peculiaridades en que no me habia fijado constantemente.
[68] El gran negocio de la instruccion pública es no solo de interes, sino de accion universal; no es la creencia, es la manifestacion activa de una funcion vital del conjunto de la sociedad.
Esta accion se renueva y vivifica con el nombramiento popular.
Dividida la ciudad en distritos peculiares de enseñanza, cada distrito hace su eleccion de tres individuos para la Direccion general.
Este cuerpo es, para expresarme á mi modo, el cuerpo legislativo de la enseñanza: él nombra comisionados ó ejecutores de sus órdenes, y así se cria un poder ejecutivo; pero la autoridad local nombra inspectores y los padres de familia tambien; de suerte que estas distintas fuentes de poder, forman la vigilancia recíproca.
Los fondos los constituyen propiedades, donaciones y suministraciones del presupuesto; pero una vez decretada la suma, la inversion depende de este cuerpo legislativo peculiar.
Los comisionados fungen cada uno en comision diversa; de suerte que dada la asignacion de un libro, el señalamiento es de una comision, de otra el número, de otra la paga, y se necesitaria una série de difíciles combinaciones para llegar al robo en un solo distrito.
Comunicado por todos y siendo negocio de todos la instruccion, el Estado sigue el movimiento, y las distintas religiones cooperan, desapareciendo el inconveniente formidable de que una sea la tendencia social y otro el interes religioso, y nazca esa pugna entre los intereses nacionales y los de secta, disputándose el corazon del niño.
Dotada con riqueza la escuela gratuita; estando bajo el cuidado y vigilancia del padre de familia; con los mejores maestros; con más ricos instrumentos que los que puede costear un particular, la escuela gratuita es la escuela comun; allí nace casi espontáneo el pueblo, y tiene su fuente la más pura democracia.
No hay decentes ni pobres; todos reciben el pan de la enseñanza sentados á una misma mesa; el talento y la aplicacion reclaman sus fueros con los mismos títulos; en las distribuciones de la escuela se cobra el hábito de acatar la autoridad independiente de la posicion del individuo; estrecha vínculos la simpatía á despecho de las desigualdades de fortuna; en la escuela, de una manera insensible, armónica y poderosa, se hace la patria.
La dotacion de la instruccion es un conjunto puesto á la disposicion de todos y para que todos gocen de él en toda su extension, y en este conjunto en que está desde lo primitivo hasta lo sublime de la enseñanza primaria, tienen acceso todos los niños y niñas, sin distincion alguna.
Las desigualdades, las diferencias, el límite señalado al niño entre la más rudimental y la mayor suma del tesoro de la instruccion, lo crian las circunstancias privadas del niño, no el Estado.
El Estado ve futuros ciudadanos, es decir, hombres que deben ser aptos para gobernarse por sí mismos, ya como particulares, ya representando á la nacion; y en esto no cabe pensar en pobre ni en rico, en artesano ni en músico, ni en astrónomo, sino en ciudadano y en miembro activo de una sociedad que se gobierna por sí.
Nosotros, por la educacion latina, por el espíritu de his[70]toria, por la reminiscencia de las clases, tenemos un molde para pobres, otro para ricos, uno para tontos, otro para hábiles; y eso es crear la rivalidad, y la casta, y las distinciones anárquicas en el corazon de la sociedad.
Aquí se ha pensado en el curtidor Grant, lo mismo que en el sastre Jhonson, y lo propio en ese sastre que en el inmortal Washington Irving: los elementos que da el Estado son para todos iguales. De ahí la manera viril de ser de la mujer que á nosotros nos sorprende, y que encomendamos al ridículo de puro no comprenderla.
Por esta razon las carreras especiales no son de cuenta del Estado: en ellas impera la ciencia; en la escuela comun, la patria.
La escuela normal es el cimiento y el complemento á la vez, con que se corona y en que descansa este sistema magnífico; ella conserva y enriquece el depósito sagrado de los conocimientos; ella envía apóstoles de la luz por todas partes; ella inunda los espíritus y los dirige al bien; ella discute, con los datos que le suministra la experiencia, sobre los medios de llevar á su mayor altura y comunicar más subido esplendor, al astro que hace cada dia más sorprendentes los adelantos de la nacion.
Convertido en objeto de predilectos cuidados el niño, y siendo universal el interes que por él se toma, la especulacion misma se plega y sigue la corriente.
Es inmenso el número de publicaciones y de objetos para los niños, que pueden tener aplicacion á la enseñanza: periódicos bajo todas sus formas, libritos de cuentos morales llenos de láminas y primores, barajitas con figuras históricas, manuales de juegos de sociedad en que se recorre la[71] geografía, se juega con la aritmética y se comenta la historia nacional en la chanza y en la travesura, y en todo está el designio de hacer del niño un hombre útil á sus semejantes y á su patria.
Repito que no es con el saco de viaje en la mano como se deben ampliar estas observaciones; pero no puedo resistir á la tentacion de hacerlas, porque en semejantes materias nada es despreciable.
Respecto á las niñas, hay igual ó mayor dedicacion; por regla general puede decirse, que la mujer en los Estados-Unidos es más culta y entendida que el hombre, aunque ménos reflexiva y de ménos sentido práctico. Aun en cuanto á la hermosura, no hay proporcion entre el número de mujeres realmente lindas, y hombres hermosos; y no porque éstos sean desgarbados y bausanes en general, sino porque no tienen gracia ni belleza sus facciones.
A las niñas se les ejercita desde muy temprano en el gimnasio: los aros y la cuerda son vulgares; corren como cabras y patinan, de hacer la desesperacion de un saltimbanqui.
De todo esto resulta que sean sanas, bien formadas, de admirables colores y que produzcan generaciones de atletas.
Escriben con perfeccion; para la contabilidad son solicitadas por su dedicacion y limpieza; no son extrañas á la música, aunque no brillen en ese arte divino, y corren en la danza parejas con el viento.
La mujer bien educada de esta tierra, es adorable de amabilidad y de cultura.
Despacho de la Aduana.—"Poblic Store."—"Delivery Office."—Puerta de salida.—M. Clark.—M. Grogan.—Depósitos del agua.—Division en secciones para el despacho.—Vigilancia.—"Luck up."—Reflexiones.
Al fin logré mi objeto de ver á mi sabor y hacerme cargo, como Dios manda, de las operaciones de la Aduana, en la parte de lo que llamamos el despacho, y en eso he empleado casi todo el dia.
El Sr D. Pedro Córdova, corredor muy acreditado y persona en quien no supe qué admirar más, si su bondad para conmigo ó la suma de sus excelentes conocimientos, ha puesto á mi alcance las operaciones aduanales con la mayor lisura y con paciencia inagotable.
El llamado Poblic Store, ó sea el edificio formado ad hoc para el despacho aduanal, está cercado por calles de tráfico[74] activísimo, que son, como hemos dicho en otra parte, una prolongacion del Mercado de Washington. Omnibus, wagones, carruajes, girando entre tercios, barriles, pacas y carros numerosos con verduras, entre cuyos objetos hierve este inmenso gentío de dia de juicio, que da á toda concurrencia aspecto tumultuario.
El edificio que vamos á visitar tiene diez pisos, sin contar con los subterráneos; diez pisos que son otras tantas filas de ventanas unas sobre otras. Es de advertir que estas ventanas son mi desesperacion, porque ellas interrumpen y convierten en imposible todo órden arquitectónico.
El primer piso, en todo el rededor del edificio, se compone de puertas rematando en arcos, y arcos, propiamente hablando, en número de treinta y cuatro, que equivalen á otras tantas puertas cocheras de las nuestras en México.
Nos dirigimos á un costado del edificio donde en una pequeña eminencia dimos con un caballero fresco, rojo como un betabel, blanca dentadura, revoleando de las puntas el pañuelo para darse aire.
Por las explicaciones que me hizo el Sr. Córdova y el rubro de esa puerta, Delivery-Office, conocí que ella funge como la puerta de salida, es decir, que salen los efectos despues de concluido su reconocimiento.
El empleado alegre y regordete nos recibió afable, indicándonos una oficina en el interior para obtener el permiso respectivo, ó mejor dicho, para proveernos de un guía experto.
El departamento en que estamos es una galera de sesenta varas de extension por cosa de veinte de ancho, con las cuatro secciones formadas de los pilares del edificio.
En una pieza elegante que dice: Deputy Colector, fuí presentado á Mr. Clark, persona muy distinguida, quien nos dió por guía á un empleado, tal como lo podia apetecer. Consignados á Mr. Grogan, nos dirigimos á uno de los elevadores, que son cinco los que recorren en perpétuo movimiento la vía aérea: tienen la forma de un platillo de balanza, en que caben veinte personas; de suerte que en cada viaje pueden subir y bajar cien personas.
Se camina de pié y montado al aire, en todo el rigor de la palabra.
Subimos al décimo piso, donde están los depósitos del agua, es decir, verdaderos estanques de fierro para la provision de todo el edificio, y para acudir á un incendio en caso necesario, haciendo tremendas cataratas.
—Vamos, me dijo nuestro guía, á recorrer el edificio; pero para que vd. forme juicio en conjunto, le advertiré que, así como vió vd. esa puerta de salida, hay una de entrada que da á una espaciosa galera: en ella se depositan todos los bultos designados para el registro en conjunto, y de ese depósito se extraen las mercancías, y se van colocando separadamente en cada piso, los cueros y las lanas, los tabacos, los libros, los licores, sin que nada se confunda. Los pisos están relacionados con las secciones del arancel.
Cada piso se compone de galeras como la que vió vd. abajo, con cuatro divisiones; una la forman las piezas de las oficinas ó sea despachos; otra es un corredor en que se practica la vista; el del medio es la calle ó tránsito, y las dos secciones últimas, enfardelamiento y depósito para la salida de los tercios.
Bajamos un piso.
—Aquí tienen vdes. el departamento de las lanas y los cueros, de que hace mucho tráfico México. Estos cueros tienen otro depósito más fresco en los sótanos.
Las oficinas que vd. ha visto en todos los pisos, son de reconocedores y aforadores, y sus ayudantes.
Es decir, me traduje yo, vistas y ayudantes de vistas; de suerte que los empleados vistas pueden pasar de doscientos, y creí quedar corto.
—Está vd. en el departamento de los tabacos, me dijo, bajando y escabulléndonos en pilas de tercios.
El aviso estaba en la atmósfera, que nos hacia estornudar.
—Descendamos, me dijo Mr. Grogan: esta inmensa seccion es de las medicinas; aquí tiene vd. habilitacion para todas las boticas del mundo.
Esta oficina llena de armazones, pesas, etc., está á cargo de un médico eminente, hombre de vastísima instruccion.
Preguntóme mi opinion sobre la clasificacion del arancel: me atreví á indicarle que era complicada y absurda en muchos puntos, y traté de probárselo: el doctor se mostró muy complacido; tuve el gusto de que mostrara aprobacion con mis ideas sobre tarifa. Y hubiera quedado allí mucho tiempo, tal fué el encanto de la conversacion con esta persona, que me colmó de distinciones.
En cada uno de los pasadizos de una seccion á otra, hay lavamanos de mármol, toallas y los útiles de aseo, así como lugares de desahogo en perfecto estado de limpieza.
Siempre descendiendo y entrando por vericuetos que nos conducian á grandes salas, nos iba diciendo el guía:
—Aquí se revisan equipajes. Este departamento es el que se entiende con los Express. Esta estancia más elegante y que parece más cuidada, es la seccion de joyería. Vea vd. esos cuadros, esos mapas, esos libros: todo es aquí librería.
Y así vimos las galeras de los abarrotes, licores, loza, etc.
Estábamos en el primer piso de regreso, y todavía se nos dijo que descendiéramos.
Hicimos el descenso al limbo de los cueros y de la loza y cristalería: los unos estaban allí presos porque el calor no los malease; la otra, por evitar en el tragin del mundo contactos que pusieran en peligro su existencia.
Aquellos subterráneos alumbrados por luz artificial; aquella ciudad desierta y cruzada por las sombras, es toda una epopeya de espanto.
Despues de andar algun tiempo, descendimos aún y nos encontramos circundados, despues de atravesar espesos muros, de la apacible luz del dia.
Ese es el palacio de las máquinas, el gobierno de las aguas y de la atmósfera.
El jóven que sirve este departamento estaba forrado materialmente en un lienzo listado, y apénas se puede dar idea de carácter más jovial y complaciente.
Lleno de tizne; con el vestido quemado y con el aspecto de un fogonero burdo, es un ingeniero de vasta instruccion, de finos modales y de bondad extrema.
Nos enseñó sus máquinas con el amor que un hortelano sus plantas queridas; como un inglés sus perros; como un viejo soldado sus armas. Nos dijo:
—Esos elevadores por donde vdes. han hecho el camino,[78] pueden contener tres toneladas cada uno; tienen la fuerza de diez caballos. En esas hornillas se consume al dia cerca de una tonelada de carbon. Esos tubos son para calentar el edificio: con esos otros se les comunica ventilacion.
Y el chico subia y bajaba y recorria las quiebras y accidentes de su reino, como una mano ejercitada las teclas de un piano.
—Habrá vd. advertido, me dijo M. Grogan, grandes números en todos los pisos y debajo de ellos una cajita. Esa cajita tiene un boton del que pende un alambre eléctrico puesto en contacto con un reloj. Esa es la gran vigilancia de estos almacenes.
De muchos guardas que se turnan, cada uno á su vez, y sin descanso, tiene la obligacion de recorrer todo el edificio en todos sus departamentos, en ménos de una hora, subiendo de piso á piso en cuatro minutos. Los botones están colocados de modo que se recorra todo el departamento ántes de llegar á ellos. El guarda sube y oprime el boton. Esta presion se marca en el reloj encerrado en la pieza del jefe del edificio. Cuando la señal no es exacta, se marca en el reloj el tramo, y puede decirse, que hasta el lugar en que se detuvo, se entretuvo ó se durmió el guarda, y hacer efectiva la responsabilidad.
Estos empleados son de gente escogida y tienen fianzas.
Los cargadores son gente escogida tambien, pero fungen á las órdenes de un contratista que responde de su seguridad.
Estábamos otra vez á flor de tierra y mi cicerone dispues[79]to á seguir; yo queria tirarme de bruces al suelo, rendido de cansancio.
—Un momento, me dijo Mr. Grogan: ¿vd. ve esa pieza por donde con unos ganchos están rodando barriles?
—Sí, señor.
—¿Ve vd? dice Luck up. En esa pieza se reponen y arreglan los envases descompuestos para que en nada padezcan las mercancías, y este es motivo de delicada atencion.
Despues de afectuosos cumplimientos nos despedimos de Mr. Grogan, á quien gustoso consagro, lo mismo que á M. Clark, un recuerdo de gratitud.
La simple clasificacion de artículos hecha en el edificio y los numerosos vistas, hacen el despacho rapidísimo: en dos horas pueden despacharse á la vez ciento ó más cargamentos, y esto por medio de las prácticas más sencillas.
Si á nuestro edificio de la Aduana se quitara su carácter de casa de vecindad, y en sus tres pisos se hicieran divisiones semejantes, ¡con qué holgura, con qué prontitud, con qué decencia se haria el despacho!.
En Poblic Store se verifica el despacho de los vistas: en el edificio de la Aduana se practica la liquidacion y se entrega el dinero que dia por dia se remite á la Tesorería general, observándose estrictamente que cinco pesos de devolucion se remitan de Washington, sin permitirse la extraccion de lo que una vez se ha depositado en la caja.
No obstante el buen órden de que he hablado, y refiriéndose á otros tiempos, hoy se pueden citar, respecto á aduana, escandalosos abusos: entre otros, se hablaba de depósitos confiados á la Aduana, que despues de extraviarse allí,[80] se obligó á pagar derechos de lo que le habian robado al causante, no obstante sus eficaces representaciones al Ministerio de Hacienda.... En México, que se pinta tan desordenado é inmoral en casos semejantes, ha pagado la Aduana su efecto al comerciante. Aquel es un rasgo de civilizacion, que no nos atreveriamos á imitar.
Otro dia hablaremos más de la Aduana.
El 4 de Julio.—La calle de Green.—Borrachines.—Bassement.—Bar-room.—Francisco.—Museum.—Carnicería humana.—Profanacion de nuestros héroes.— Washington en ridículo.—Hotel Windsor.—Su riqueza.—Diversas oficinas.—Dependientes.—"Lavandería."—Relojes de vigilancia.—Renta.—Nombres y consumos de los principales hoteles.
La lectura de viajes sobre los Estados-Unidos, la relacion de amigos verídicos, la tradicion de la festividad cívica del 4 de Julio, más que con curiosidad me tenia temeroso de esos solaces de los soberanos, de que suelen resultar contusiones y quebrantamientos de huesos.
Se arraigaban más mis temores con la ausencia de multitud de personas que iban huyendo á las demostraciones de entusiasmo popular.
En medio de una espectativa, bien desagradable por cier[82]to, esperaba, como en desquite, ver en trage dominguero y de fiesta á esta multitud y asistir á los fuegos artificiales, que se hacen con particular buen gusto, segun la opinion de los entendidos en la pirotécnica.
Algunos disparos, unas explosiones como de palomas y triquitraques, me hicieron creer la víspera que ayer era dia de rumbo y de trueno, y que á despecho de todas las sociedades de temperancia, íbamos á tener la de Dios es Cristo.
Daban consistencia á esa espectativa mis recuerdos.
Hablando de las espontáneas demostraciones de semejante dia, se hacian descripciones casi terribles.
Hombres disparando al acaso sus armas, mujeres sin límite ni valladar, haciendo ostentacion de sus encantos; y la orgía en toda su plenitud, se exponia como en caricatura para hacer el apoteósis de la emancipacion del pueblo gigante.
Infundados salieron mis temores y fallidas mis esperanzas, porque no he visto cosa más tristona ni más sosa que el dia que acaba de pasar.
La ciudad presentaba el aspecto de un domingo, las oficinas públicas y el comercio estaban cerrados.
Las desiertas ventanas, la ausencia de balcones y zaguanes, las puertas cerradas de las habitaciones, dan aspecto realmente lúgubre á la ciudad, cuando el tráfico no anima las calles.
En todas las oficinas, en los edificios públicos, en las casas particulares, en los carros y hasta entre las orejas de los caballos, flota la bandera americana, desde proporciones inmensas que pudieran cubrir la fachada de nuestras casas, hasta banderitas que pudieran figurar en un refresco.
Lo más curioso es ver esas grandes banderas con sus crias, es decir, sartas de banderas de pequeñas proporciones, agitándose como en tendederos diagonales y pendientes de azoteas y ventanas, como si en efecto se estuvieran secando al sol.
Las banderas de las otras naciones no son patrimonio de los funcionarios públicos; cualquier quidam enarbola su bandera ó hace sartas de banderitas, y se queda muy fresco.
En el número estrictamente preciso para molestar al vecindario, se quemaban cohetes chinos ó triquitraques y palomas en gran número; pero por niños y niñas, y lo estrictamente necesario tambien para sacar un ojo é impedir el tránsito.
Decíase que habia en tiempos, estrepitosos disparos de armas de fuego, de que resultaban desgracias y muertes. Yo nada ví sino tristeza y soledad.
En la calle de Green, calle que tiene cierta celebridad por habitarla gente de trueno y regocijada, ví algunas hijas de la noche haciendo disparos con pistolitas de bolsa; pero en corto número y rodeadas de unos cuantos amantes consuetudinarios y sin maldita la gracia.
En la bahía, los barcos todos estaban empavesados y la atravesaban vapores con música, concurridos por gente dispuesta á divertirse en familia y fuera de la ciudad.
Asegurábase tambien que ayer era el gran dia de los sacrificadores á Baco; y aunque me consta que estos Romanos del Mundo Nuevo, como disparatadamente se les llama, tienen wiskyductos estupendos, no se presencia á uno solo trazando X con los piés en las banquetas.
En este particular, mi desengaño ha sido el más comple[84]to: los borrachos, que los hay por gruesas, son silenciosos; pocas veces se presencia una riña; casi nunca arman esas grescas y esos Sanquintines de que pudieran jactarse los borrachines de la raza latina.
Ni lo extraño y accidentado de la voz, son peculiares de un estado de perturbacion mental, porque eso lo reserva el yankee para cuando está en su perfecto acuerdo.
En la taberna, y la taberna de baja ralea, yo no sé lo que acontecerá. En la calle, el borracho es sombrío, pasa gruñendo, taciturno, y por su parte el público lo ve con plena indiferencia.
Cuando el alcohol es muy retobado y le hace pasar ciertos límites al poseido, se encarga de él la policía y lo deja á guardar en la primera comisaría que le sale al paso.
En estos casos, el borracho suele gastar su pedazo de soberanía insultando á sus servidores de la policía; éstos, no solo les sufren, sino que los miman y consideran, segun la observacion de Juan Navarro, como quien dice: "hoy por ti: mañana por mí."
Hay muchos borrachos: como suicidas, se emborrachan en un aislamiento que contrista.
Así habia ayer personas que quemaban cohetes en unipersonal sombrío, como quien habla solo.
A las diez de la noche, la ciudad estaba más quieta que en los dias comunes.
A esa hora regresé al hotel: en la Plaza de la Union habia alguna gente agobiada por el calor.
De trecho en trecho se levantaban, al frente de los teatros ó de los hoteles, esos gigantescos candelabros con cinco bombillas de cristal cada uno, que forman esos promon[85]torios de luz que deslumbran. Exactamente como los del Zócalo de México, pero en gran número. Venia por Broadway y me entretenia en ir notando en los altísimos cristales de las tiendas no alumbradas en el interior, la reproduccion de la ciudad con todos sus detalles, y con tal perfeccion, como si fuera un espejo corrido la acera en que iba.
A mis piés, los bassements formaban una lista de luz con sus faroles, bombillas y reverberos, asomando á la orilla de las banquetas.
Estos bassements tienen su historia: cuando se está construyendo la casa, entónces se percibe en todas sus particularidades el esqueleto.
Como primera operacion para la formacion de ese edificio, se cava una especie de estanque más ó ménos profundo, segun que va á tener uno ó dos pisos el bassement.
La tapa de madera de ese estanque es el primer piso. Esta construccion es independiente de la altura de la banqueta, de suerte que el bassement, ó queda bajo de tierra, ó asoma más ó ménos á la calle.
En las calles centrales ó de cierta importancia, el bassement da al pequeño sembrado que está frente á las casas tras del barandal de fierro: allí están los comedores, se escuchan los pianos, residen familias acomodadas.
En otros puntos el bassement apénas saca un ojo con ahoguío de debajo de la tierra: el bassement es caballeriza ó bodega; pero en Broadway, por ejemplo, el bassement desciende por una escalera de piedra abajo del primer piso, y son las tiendas, los restaurants, los salones de billar, zapaterías, barberías y muy frecuentemente el bar-room, en que los coptails y la cerveza tienen su mejor y más delicado sazon.[86] El mostrador, los ostiones y en este tiempo las almejas, los ejércitos de botellitas con salsas que deben figurar entre los combustibles ó las armas prohibidas, asientes de tripié, mucho tabaco, mucho humo, mucho periódico y mucha pata al aire.
Al pasar por San Francisco, hablamos de los bassements que frecuenta el sexo flotante.
Cuando volví á mi posada encontré á Francisco paseándose como un leon en su jaula. Mi amigo ha seguido con suma diligencia y patriotismo los negocios de México, y les da la debida importancia.
Aunque este es un negocio, para mí vital; aunque me ocupo en él asíduamente, no he querido consignar en este escrito mis impresiones, porque es de tal modo ligero y sus tendencias son tan marcadas al solaz y al entretenimiento, que se resentirian de frívolas, observaciones que en sí tienen para mí extraordinaria gravedad y trascendencia.
Me limito á notar que el 4 de Julio hicimos contrapeso á duo á la consagracion al regocijo.
En uno de tantos palacios de Broadway, con escándalo de la publicidad, en un elegante pórtico de caprichosas columnas, adornado de figuras simbólicas y estatuas dando á la calle, se percibe este rubro colosal: Museum. Al pié del rótulo se pasea constantemente un hombre distribuyendo avisos con profusion.
Para mí, el aviso, el aparato y el hombre, eran perpétua tentacion, y no caia en ella, por temor á este humbug americano que le planta una banderilla al más pintado.
Al fin, no pude resistir: toméme del brazo con mi compañero Buzeti, y cuando volvimos la cara, nos hallamos á la una de la tarde al frente de un sombrío y extenso salon, alumbrado débilmente por la luz del gas.
Las paredes estaban tapizadas de cuadros; en el centro de la pieza hay grandes nichos.
Compramos un catálogo, que avisa en su carátula que aquel es un Museo de Anatomía, que se abre diariamente para ser visitado por hombres, y que está bajo la direccion del Dr. Jordan, médico de alta reputacion en esta ciudad.
Subimos por una escalera de caracol que está á la derecha, y entramos en una pequeña pieza bien alumbrada por la luz natural. El primer objeto que se ofreció á mis miradas fué, bajo cristales, un taller de tejas de barro con sus oficinas y figuritas como un nacimiento. Repelé contra aquella curiosidad anatómica, y volví los ojos á las paredes.
Estas estaban cubiertas de cuadros, ó más bien cajas con cristales suspendidas á las paredes, sobre hileras de nichos descansando en repisas ó fajas de madera, que circuyen gran parte de los salones.
Cada vez que me volvia por un lado, retiraba la vista al opuesto, herido por una impresion desagradable. Ya era un ojo reventado, ya una pierna al agusanarse, ya un seno hecho un arnero de llagas.... Brazos, huesos.... Salíme de la piececita y dirigí mis pasos á la luz de una ventana que da á la calle. Allí me ví de repente rodeado por focas y lagartos estupendos, así, estupendos, como de cuatro varas, en tan perfecta disecacion, que evitaba horrorizado su con[88]tacto, porque se me figuraba que al pasar me disparaban una tarascada.... Volvíme con disgusto, ó mejor dicho, en cierto estado de excitacion nerviosa que me tenia descontento.... Las paredes me ofrecian el espectáculo de caras humanas, pero en estado espantoso: narices en completa ruina, bocas diagonales con antros de putrefaccion.... las facciones humanas naufragando en el cáncer.... queria distraerme, y veia tambien, como figuras estrambóticas, como que saltaban de la cornisa chivos con cinco y seis piés, chicuelos de dos cabezas, carneros con dos cuerpos: lo estrambótico, lo absurdo, el desarreglo en la creacion, la embriaguez de los fenómenos animales....
Pedian auxilio en mi interior mis ojos y mis nervios, y al fin hallaron una especie de descanso con la vista de flores, de figurillas automáticas que vemos entre los muebles de salas, y chucherías que podrian llamarse de tocador.
Me fijaba en estos objetos como para que me amparasen de aquellos gestos, de aquellos ojos, de aquel cuerpo humano en dispersion desarticulada y horrenda, que me desasosegaba, que me perseguia en detall; queria como no verlos, se me figuraba que aquellas bocas me iban á morder, envenenándome la sangre.
Casi de huida, tomé la escalera; pero me cerró el paso un cadáver tan lúgubre, tan terrible.... su color verdioso, sus pómulos salientes, su boca entreabierta, sus cabellos á la frente....
Descendí, oyendo á mi espalda los pasos del muerto.
Bajé tan de prisa, que no advertí que ponia la mano en una mesilla en que funcionaba una máquina eléctrica, y sentí una conmocion espantosa....
De buena gana hubiera tomado la puerta y echado á correr; pero cierta fatalidad me contenia. Con los ojos inquietos, la piel esponjada, los cabellos hirsutos.... fuí entrando al salon, escasamente iluminado por el gas, como tengo dicho.
Aquel era un meeting de esqueletos; un esqueleto humano deteniendo un esqueleto de caballo; á su pié una beldad perfecta coronada de flores, cuya misma hermosura produce, no sé por qué, hondo terror.... y en las repisas y en las paredes, el despilfarro del martirio, la orgía de la putrefaccion, la tortura de todas las secciones del cuerpo humano, el banquete del gusano, la huelga loca de las vísceras y los intestinos.
Los esqueletos, los cadáveres que estaban á mi rededor, las calaveras, me brindaban consuelos, como que se humanizaban conmigo.... la hermosura ultrajada por la corrupcion....
Entre los objetos del centro de la pieza habia figuras de notable perfeccion: un zuavo casi augusto de majestad y de hermosura, con una herida en el pecho, corriendo la sangre casi, palpitante la carne....
Una jóven con los ojos alzados al cielo, sufriendo al vivo una operacion quirúrgica de las más tremendas.... Agarabatado, horripilado, perdido, me acurruqué en un rincon en que habia una carnicería completa.... corazones, intestinos haciendo rúbricas.... atroces.... todo me dolia.... Me volví contra la pared.... allá, en lo más oscuro, en lugares consagrados á los más recónditos misterios de la vida humana, ¿qué piensan vdes. que ví?.... pues, señor.... eran cuadritos pequeños con figuras de cera perfectamente[90] hechas, mejor dicho, retratos de generales, de sacerdotes, de personajes; pero de un tipo tan pronunciado de México, que me quedé absorto y pensando decirles: "¿Caballeros, qué hacen vdes. por aquí vestidos de gala, sin saber el idioma y en sitio tan inoportuno?".... Quise cerciorarme de lo que veia.... y no solo eran mexicanos, sino los padres de nuestra independencia.... Hidalgo, Morelos, Bravo, Allende.... Pero, ¡por Dios! ¿qué tienen que ver nuestros héroes con estas vísceras, y estos diafragmas, y estos borregos con dos cabezas?....
Mi compañero se habia alejado perdiéndose casi en las sombras.
Yo estaba junto á un cadáver que representaba á Washington durmiendo el dulce sueño del justo. Parecia salir de entre nubes blancas, así eran los lienzos de su lecho.... la muerte coronaba de majestad su noble frente; sus ojos se habian cerrado con dulzura, como dando un último beso á la luz.
El lugar de la pieza en que está este nicho es de los más oscuros: á poca distancia arde un pico de gas, con esa luz cárdena y rígida que tiene cuando el aire no la agita.
No sé qué pensaba, no sé qué abismos recorria mi mente; pero fijándome en el cadáver, creí ver distintamente que como que movia los labios.... repuesto de la intempestiva impresion, dirigí mi vista á los ojos.... entónces no tuve duda.... aquellos ojos se fueron abriendo lenta, muy lentamente.... yo volví por todos lados á buscar gente.... se me figuró que mi razon queria trastornarse.... me arrimé contra el cadáver en cierto estado de desmoralizacion grande.... y ¡el cadáver cerró los párpados!......
—¡Hombre! le grité á Buzeti, ¿no le parece á vd. una profanacion estos resortes y esta diversion con los últimos momentos de Washington?
Pero nadie me oia.... Mi compañero, horrorizado, me esperaba en la puerta, donde fuí á reunírmele, queriendo que por caridad me diese una tunda de azotes el primero que pasase.
Al salir del Museo queria emprender cualquiera conversacion que disminuyera mis desagradables impresiones, y Dios me deparó á M. R***, quien con su buen humor me relacionó su vida en el hotel, apuntando yo los pormenores administrativos del Hotel Windsor en que habita, y es de los de más alta nombradía en la Ciudad Imperio.
—Como sabes, me decia, el Hotel de Windsor está en la Quinta Avenida, y si no puedo afirmar que es el primero, sí es de los primeros de esta poblacion.
El propietario, continuó, tendrá millon y medio ó dos millones de pesos empleados en el hotel y su giro.
El término medio de huéspedes será el de seiscientos, teniendo escala las habitaciones, desde departamentos como palacios, hasta piezas elegantes: lo comun de una habitacion, son la sala y la alcoba, con cuarto de baño.
Se dan cuatro comidas al dia, fuera de los pedidos separados, que se llaman extras y que se pagan aparte, siendo estos extras, generalmente hablando, más costosos que la subsistencia comun.
La cocina es un salon perfectamente aseado, con sus hornillas económicas, sin que se perciban tronchos ni grasas,[92] con seis cocineros ó jefes y sus numerosos ayudantes. El vapor se pone al servicio de la cocina cuando es necesario.
En secciones separadas del edificio hay panadería con sus artesas, hornos y dependientes especiales: pastelería con comunicacion exterior y nevería con útiles y con aperos del más refinado gusto.
Todas las piezas y tránsitos están cruzados de tubos con llaves para el vapor, el gas y el agua.
La parte material del edificio está al cuidado de un ingeniero que vive en el hotel y acude á remediar cualquier desarreglo, fungiendo de jefe en caso de incendio.
En las noches, cuando ménos se espera y sin molestar á nadie, se ve una persona que está al tanto de todos los que entran y salen, para que en el interior del hotel haya la debida seguridad.
La nomenclatura de las secciones con sus dependientes, podria hacerse á nuestra manera, del modo siguiente:
Administrador.
Segundo.
Tenedor de libros.
Escribiente.
Jefes de los departamentos.
Criados de los pisos superiores.
Camaristas.
Criados para el aseo.
Cocina.
Panadería.
Pastelería.
Nevería.
Carpintería.
Pintor.[93]
Tapicero.
Criados para el despacho.
Veladores.
Máquinas de elevadores, etc.
LAVANDERIA.
Para formarse idea de ese solo departamento, es necesario una explicacion particular.
Las camas se mudan diariamente, de suerte que se lavan solo sábanas. | 1,200 |
En cada cuarto habitado se ponen cinco toallas. | 3,000 |
Cada vez que se sirve una comida se cambia mantel, en treinta mesas, lo que dan. | 120 |
El número de servilletas para 600 personas en las cuatro comidas, es de. | 2,400 |
Sábanas y toallas para baños, delantales, fundas, etc. | 1,000 |
Total de piezas que se lavan diarias. | 7,720 |
Ya se deja entender cuál será el trabajo y los dependientes que requiere una oficina, que tiene semejante movimiento.
Para hacer efectiva la vigilancia en las noches, cada guarda tiene un reloj al que se ha de dar cuerda precisamente cada media hora, so pena de que al menor descuido el reloj queda parado y no hay poder humano que lo haga andar. Estos relojes han producido los mejores efectos.
La renta que paga anualmente el actual arrendatario del edificio, es de ciento veinte mil pesos.
[94] Uno de los redactores de un periódico muy acreditado en esta ciudad, hizo hace dos años un estudio especial de quince de los principales hoteles, para averiguar sus consumos.
Los hoteles que sujetó á su estudio fueron los siguientes:
Albemarle.
Ashland.
Brewort.
Quinta Avenida.
Gilsey.
Gran Central.
Gran Union.
Hoffman.
Metropolitan.
New-York.
San Nicolás.
Sturtevant.
Union Square.
Winchester.
Windsor.
Resultaron de sus estudios los consumos que siguen:
54,000 libras semanariamente de carne, toda de res y ternera, y cuyo peso supone la matanza de 2,000 reses.
600,000 libras pescado.
15.000,000 ostras al año.
5.000,000 de huevos.
1.500,000 libras carnes de aves.
10,000 barriles harina.
20,000 barriles papas.
150,000 libras té.
700,000 libras café.
1,500,000 medias azumbres leche.
450,000 libras mantequilla.
2,000 libras de uvas.
[95] Se calcula que los huéspedes de los referidos hoteles hacen un gasto diario de cuarenta mil pesos, y me parece corta suma. Solo de jabon se gastan en los hoteles 24,000 libras semanarias, y se lavan 373,500 piezas de ropa.... y dejemos este diluvio de números que me está rompiendo la cabeza.
Beneficencia.—Hospital aleman.—Bellevue Blackwell.—Otros establecimientos.—Asilo de ciegos.—Particularidades.—El humbug.—Humbug político.—Oradores.—Farsas políticas.—Prestidigitacion.
Cuando entre nosotros se conceptúa de caritativa una persona, de esas que son el consuelo y el encanto de la humanidad, que debe á Dios un corazon puro, propenso á enjugar las lágrimas del infortunio, y nos interiorizamos en la vida de esa persona, vemos su afan por seguir al huérfano y la viuda, distinguimos á su puerta enjambres de mendigos, y el dia de su muerte, un número determinado de ancianos desvalidos, de jóvenes sin amparo, tienen un testimonio de su munificencia.
Pocos individuos, como el Dr. D. Pedro López, el Obispo Alcalde Lorenzana, el capitan Zúñiga, la Sra. Béistegui,[98] D. Luis de Haro, piensan en fundaciones de carácter perpétuo y colectivo.
Es característico y altamente honroso para los filántropos americanos, que muchas de sus grandes donaciones, de sus limosnas cuantiosísimas, de sus actos sublimes de desprendimiento y caridad, se hayan hecho estando vivos, en la plenitud de sus goces y aun en medio de sus placeres los bienhechores, como veremos á Girard, como hemos mencionado á Cooper, como hemos dado á conocer á Peabodi: hay en esta manera de ejercer el bien, mucho de noble, de espontáneo y generoso.
¡Qué contraste con esas donaciones por presion á la hora de la muerte, cuando se parece el bien mismo á la restitucion, cuando da el agonizante sus desechos, lo que no le puede servir!
¿Y cuando la sustitucion es hija de la presion sobre la conciencia, y cuando aparece la caridad como en un concurso de acreedores, entre las restituciones, los aprovechamientos del clero y las gestiones de los deudos ávidos?
Parece que estos filántropos, en medio de un festin, alargan su copa de oro rebosante en licores deliciosos, á los que tienen sed, llamándolos al convite de la vida.
Parece que la risa y el contento de los hijos y el amor de sus hermosas, quieren que se complete con la ventura de los que lloran y con la redencion de los que han dado sus primeros pasos en el vicio.
La riqueza, léjos de provocar el celo, léjos de ser motivo de envidia, es el bien y la esperanza. El concierto de los beneficiados por el poderoso, es la santa glorificacion del trabajo, en su expresion más tierna y sublime.
Yo conozco en México ricos mucho ménos estimables y útiles á la humanidad, que los caballos que tiran de sus carruajes, y sin embargo, son árbitros, cuando quieren, de aquella sociedad desventurada.... Los hay enjalmables, se lo puedo probar á vdes. con datos fehacientes. Hay muy honrosas excepciones; pero ¡qué contados merecen lo que tienen!
En este país, el mismo hombre que lanza de su puerta á un desventurado que le pide pan, se alista como bombero y prodiga su existencia por salvar de las llamas á un niño, se deshace de millones para una biblioteca, para las escuelas, para que se lleve á cabo una mejora trascendental.
En todo lo que á todos pertenece toman parte todos, y de ahí las restricciones del Gobierno y la accion poderosa de la libertad.
El Gobierno que lo absorbe todo y cria al fin la creencia de que todo tiene que nacer y todo se debe esperar del Gobierno, no se conoce aquí: cada individuo cria fé en sí mismo desde la niñez.
En muchas instituciones se ve que el Gobierno tiene participio, que sobrevigila, pero como que se desprende de funciones no estrictamente conexas con él, y entónces la asociacion constituye en centros independientes de accion, los ramos más trascendentales para la sociedad.
De principios tan sencillos, tan sanos y tan de acuerdo con la ciencia económica, ha nacido la organizacion de los establecimientos de caridad, que con tanta justicia son motivo de la admiracion y de las profundas simpatías de los viajeros.
Una administracion privativa, fondos que se acrecen co[100]n dádivas privadas, division en comisiones para la especial atencion de cada ramo y la publicidad como suprema garantía, hé allí los elementos que han llevado á tan alto grado de esplendor la caridad.
Parece que en las atenciones que dispensa nuestro modo de obrar, hay más amor que dulcifica más las costumbres, que conduce á contacto más cariñoso la alianza entre la bondad y el infortunio; pero infecundo ese sistema, socorre, no regenera; acude á un conflicto, no prevee á un futuro de bien.
En el otro sistema parece que no existe la caridad; se cree que impera la beneficencia; como que se desprende un rico de todo cuidado dando su dinero, y de ahí cierta frialdad, cierto indiferentismo que pudiera ser una faz del egoismo; pero evidentemente tal sistema es más previsor y fecundo, se presta ménos á la jactancia, hace el bien con verdadera inteligencia, y la caridad debe ser entendida y sagaz.
La caridad, si fuese una pasion ciega, llegaria á hacerse la fomentadora del vicio y la antagonista del trabajo.
La concurrencia de las diferentes religiones purificándolas, las convierte en más y más aptas para el bien; ellas concurren á esta tarea, y al tratarse del enfermo que padece, del niño que se educa, del sordo-mudo y del ciego, se encuentran en un solo camino todas las nobles aspiraciones, congregando á los espíritus en el sentimiento del amor.
Abruma realmente el estudio de las instituciones de beneficencia; por todas partes se hallan, y cada vez parece más sagaz y más noble la aspiracion de amparar la desgracia.
Numerosísimos son los establecimientos mencionados por el Sr. Bachiller en su preciosa Guía:
[101] Hospital aleman: Recibe enfermos de todas las creencias y nacionalidades, y pensionistas que pagan siete pesos al mes.
Asilos para ancianas de más de sesenta años.
Hospital de Bellevue, en que hay cátedras de medicina.
En la Isla de Blackwell:
El Hospital (Alms), la Casa de locos y la Casa de trabajo.
Casa industrial de las cinco puntas.
Beneficencia para las personas de color.
Hogar de desamparados.
Asilo de huérfanos católicos romanos.
Asilo de huérfanos de Leake y Watts.
Casa de niños vagabundos.
Hospital de emigrados.
Asilo de huérfanos.
Asilo de huérfanos de color.
Huérfanos hebreos.
Asilo de dementes.
Asilo de San José.
Asilo para la Juventud.
Casa de hospedaje para niños vendedores de periódicos.
Lactancia (institucion como la cuna).
San Lúcas.
La Magdalena (para mujeres arrepentidas).
El Monte Sinaí.
Asilo de la Union.
Isaac T. Hopper Home.
Asilo de huérfanos.
Casa de Refugio.
Sordo-mudos.
San Vicente.
[102] Hay además veinticinco boticas, llamadas dispensarios, en que se dan medicinas á los pobres y asisten médicos para consultas grátis.
El Informe anual de la administracion de estos establecimientos y los de correccion, difiere en cuanto á clasificaciones especiales; pero resulta que la administracion ha atendido y socorrido á 62,395, de los cuales asistieron á los hospitales poco más de dos mil.
Se necesitaria llenar muchas páginas para que se formara idea exacta del Informe (reporter), que tenemos á la vista y que nos está sirviendo de guía para nuestras observaciones.
Cada institucion, cada departamento de ella, da cuenta al superior del Estado que guarda su cometido, lo que se ha[103] observado en la práctica y las mejoras que son conducentes. De esta manera, en lo más minucioso y recóndito puede fijarse la atencion y provocarse año por año importantes mejoras.
Preocupado con las ideas que despertó en mí el Informe de Caridad y Correccion, salí de mi hotel y llegué al Asilo de Ciegos, situado en la Novena Avenida, entre las calles 33 y 34.
El edificio está situado en el centro de un cuadro de verde césped, sembrado de árboles que brotan de la tersa superficie; así son en general los llamados parques, y la verdura de las plazas son alfombras de aterciopelado césped sombreadas por árboles: no lo que nosotros entendemos por jardin.
La fachada del edificio tiene puertas, torres, ojivas de pretensiones góticas; pero esta ventana intrusa en la arquitectura americana, es una enfermedad que desnaturaliza todo órden conocido de arquitectura.
La piedra es sombría, de ese gris oscuro que apénas tiene oportuna aplicacion en los sepulcros y en esas tumbas de vivos que se llaman prisiones.
En el enrejado que circuye el prado está un aviso prohibiendo la entrada y advirtiendo que será entregado á la policía el que traspase, sin permiso, aquellos límites; pero es el caso que el portero está en el interior del edificio y la situacion era crítica.
Venciendo dificultades y trámites, me presenté al director del establecimiento, jóven rubio, de patillas y bigote espesos, abundante pelo sobre la frente y aspecto más bien de capitan de caballería.
Esta primera impresion fué desmentida por la más refinada cultura, el saber y la modestia reunidas, y un espíritu de bondad generosa para con los ciegos, que empeñó al fin para con el jóven director mi sincera simpatía.
Yo sabia que la institucion para ciegos fué debida á la caridad de los Doctores Samuel Wool y Samuel Askely, que consiguieron su reconocimiento oficial en 1831 y se abrió al público en 1832.
La administracion consta de un presidente y comisionados para los distintos ramos de instruccion, en lectura, escritura, geografía, etc., música y talleres.
El presupuesto del establecimiento contiene la cifra de 118,616 66 de egresos, y de ingresos 126,803 35, figurando en los ingresos solo 42,494 46, como auxilio del Gobierno:[105] la suma que equilibra el presupuesto se debe á la caridad de los particulares, entre los que figuran una persona dando 20,000 pesos y dos 10,000 cada una.
Se da educacion en el establecimiento á 200 niños y niñas, situados en secciones ó alas separadas del edificio, con escrupulosa independencia.
El señor Superintendente, que era quien nos mostraba el Instituto, nos hizo notar la ausencia de niños y niñas, porque se acababan de cerrar los cursos; pero insistió en darnos idea de la distribucion de labores y del sistema de enseñanza.
Cercano á la puerta, y en el arreglo más perfecto, está un almacen y en él expuestas las manufacturas de los ciegos, como bordados, canevás, tejidos de bolillos, y cosas análogas á la industria femenil; y cepillos, escobas, colchones y otros artefactos, que no exceden en perfeccion á los hechos en México en la Escuela de Ciegos. Esto no puede nunca considerarse como recurso, pero sí es un ingenioso motivo para excitar el ejercicio de la caridad.
Comenzamos entre esas ciudades de tablas que se llaman edificios, á hacer nuestra excursion por las cátedras y salas de estudios, que no ofrecieron para mí novedad alguna, porque el establecimiento de México dirigido por el Sr. D. Ignacio Trigueros, es magnífico.
En su hermoso despacho contiguo á una biblioteca propia para el establecimiento, nos detuvo nuestro guía, que es el Superintendente, como hemos dicho, y se llama William Vait.
Sentóse en su mesa y nos mostró varios libros.
—Vd. no puede figurarse, me dijo, todo lo que se adelan[106]ta en la lectura de los ciegos con que las letras sean angulosas como vd. ve. Las letras de gran tamaño, que son únicamente relieve de las letras comunes, sin duda complican más las sensaciones ó se presentan ménos conspicuas; el caso es que se nota gran diferencia en favor de las letras angulosas.
A pesar de ese adelanto, este método produce solo un diez por ciento de niños aprovechados, aun de aquellos con quienes se tiene mayor asiduidad con la enseñanza. Hubo una época que para la escritura se usó de una tinta espesa como jalea; el niño en cada letra dejaba muy prominente la forma, pero el sistema quedó sin éxito.
Reflexionando yo, continuó el Sr. Vait, en todas estas dificultades y con reminiscencias de los antiguos métodos, me[107] decidí por un alfabeto convencional de puntos, que hiciese muy sencillas las impresiones.
Para esto marqué dos líneas paralelas casi unidas, pero perceptibles al tacto de un ciego, y así planteé mi alfabeto.
Discurrí que en el inglés la e y la t entran lo ménos en un veinticinco por ciento de una peroracion cualquiera; pues bien, la t y la e se presentan en mi alfabeto, como vd. ve, con un solo punto, siendo la e en la primera línea, la t en la segunda. Vea vd. el alfabeto:
El alfabeto así dispuesto, la lectura se hace á la vez que la escritura, procediéndose así.
[108] Esto que tengo en la mano es un cuadrilongo compuesto de una lámina finísima de metal en que están las dos líneas muy marcadas como en una pauta. Este es un marco movible de esa lámina; en los bordes del marco corre esta faja con cuadritos, que es la guía del ciego.
Se interpone el papel entre la lámina y el marco, y se afianza convenientemente; se coloca el punzon en la mano del ciego, punzon romo para que forme los puntos, y escribe.... Vea vd. esta carta que recibí esta mañana de uno de mis discípulos. Vd. podria ensayarse.
En efecto, me ensayé y encontré facilísimo el sistema de Vait, que es el que se sigue en el establecimiento.
En la práctica de este sistema, sin desmentirse una sola vez, ha habido un ochenta ó noventa por ciento de discípulos aprovechados.
El volúmen de lo que se escribe es mucho menor, y permite que el discípulo estudie y lea libros que de otro modo no estarian á su alcance.
—Aquí tiene vd. un solo libro de la Biblia contenido en estos ocho gruesos volúmenes: el mismo libro por mi sistema está en un tomo. Ya vd. se figurará la diferencia del costo.
Para la numeracion, y sobre todo para la música, he seguido el mismo sistema con buenos resultados, como se lo prueban á vd. estos certificados de personas muy competentes.
El sistema de Vait está extraordinariamente generalizado, y por mi parte lo creo digno de estudio entre las personas que deseen el adelanto de establecimientos semejantes á este, que son honra de la humanidad.
Seguimos nuestro paseo, y en la cátedra de geografía ví que los mapas son de fracciones grandes de madera ó colocados en grandes círculos giratorios, de madera tambien, lo que facilita mucho el estudio.
El comedor que está en el centro del edificio es hermosísimo, puede llamarse de lujo, y en él están consultadas las comodidades y aun los gustos de los infelices ciegos.
Me parecieron en el comedor muy oportunos los manteles blancos de hule; éstos se conservan sumamente aseados, y su renovacion la hace una esponja húmeda á cada comida.
La cocina es de vapor; en el centro se hace uso de las sartenes y de las parrillas, y en grandes peroles de fierro se confeccionan los guisos, calentándose muchos peroles á la vez, por medio de las corrientes que parten del depósito del vapor.
En la seccion destinada á las niñas, se observa el mismo método que en la escuela de hombres.
El establecimiento del Sr. Vait es de los primeros del mundo, y este señor uno de los hombres dotados de más preciosas cualidades para su alto sacerdocio.
Cuando volví al hotel, hallé el cuarto de Iglesias con concurrencia desusada, puesto que él pasa el tiempo de todo punto aislado y leyendo constantemente dia y noche.
El departamento de Iglesias consta de dos cuartos; uno de ellos habita su hijo José María, el otro es el de Iglesias; libros por todas partes, su cama, lavamanos y ropero, un pe[110]queño sofá lleno de periódicos. En el centro de la pieza una mesita con un juego de ajedrez.
Estaban al momento de mi llegada en la pieza, Jorge Hameken, Rocha, Gomez del Palacio y los señores de la casa. Corria fresco el buen humor, la gente hablaba del humbug americano. Uno le comparaba al canard frances; los otros á la bola habanera; quien al chasco y al borrego mexicanos; pero aunque distintas las opiniones, se convenia unánimemente en conceder la primacía al humbug americano.
El humbug en una sociedad educada, calculadora, activa y en que domina el peso omnipotente, tiene que ser infinitamente flexible, revestir todas las formas, amoldarse á todos los gustos, iniciarse resuelto, proceder por sorpresa, llegar á la temeridad, apareciendo fácil y sencillo, y esto le da carácter fisionómico en esta sociedad.
En la política, el humbug se calza el guante blanco, se almidona los puños, se peina de polvo y vuelve locos á franceses y japoneses, á austriacos y españoles, que condescienden con estas excentricidades de los yankees.
—En política, me decia J. J. Baz, que ha estudiado con sagacidad el humbug, se manifiesta en toda su grandeza el humbug en la eleccion presidencial.
Francisco, con la sencilla claridad que constituye una de las dotes de su elevado talento, me decia:
—Marcy, Ministro de la Guerra de uno de los presidentes más notables, formuló el juego electoral con estas notables palabras: Los despojos son de los vencedores. Traducido al idioma palaciego, quiere decir esto: "Los empleos corresponden á los que trabajan en la eleccion."
Favorece la especulacion poderosa que aquellas palabras[111] crian, el artículo constitucional que da facultad al Presidente de remover y nombrar libremente á los empleados de la administracion dependientes del Ejecutivo.
Llaman los americanos á esta vuelta de la fortuna palaciega, rotacion, en cuyo movimiento resultan contusos y despostillados muchos, y muchos en la cumbre de la riqueza y los honores.
Para llegar al fin del movimiento está la máquina política, y para untar la máquina, aunque no oficialmente, pero sí casi públicamente, se hacen descuentos de sus sueldos á los empleados.
Próxima la eleccion, á punto de moverse los círculos y de comenzar á funcionar la máquina, los prohombres del partido, con sus respectivos coros, redactan la Plataforma, ó sea programa de la administracion futura, y se encomienda á la publicidad.
Dos móviles poderosos se emplean para acreditar la Plataforma, á cuyo través se perciben los candidatos á la presidencia: un resorte es la prensa, el otro el Speech.
En el primer órgano se apiñan los noticieros, los politicastros y la gente de turbulencia sedentaria, y aquello es la mar: por un lado el insulto, la diatriba asquerosa, la calumnia, las alusiones á la vida íntima, la rabia del desenfreno; por el otro, las promesas deslumbradoras halagando las ideas populares.
Así se apoderó la prensa de la cuestion de esclavitud, que aunque grandiosa en sí, no tuvo por móvil exclusivo aquí la reivindicacion de la humanidad; así fué la cuestion del Alabama para la eleccion de Grant; así para la competencia de Hayes y de Tilden, la reforma de la lista civil.
—Advierte que es un móvil poderoso, me hacia notar Francisco, porque se trata nada ménos que de purificar la administracion, de separar la intriga de las funciones oficiales para llamar al mérito á los destinos públicos, independiéndolo de los compromisos que trae consigo la complicidad en el fraude.... La prensa es la orgía del escándalo, la embriaguez de la difamacion, los defectos físicos, los descuidos de la niñez, crónica escandalosa: todo se exprime en el filtro de la opinion, para revestir de formas deslumbradoras el gran humbug.
El Speech es aun más incendiario; comunícanse órdenes desde á los ensartadores de palabras más oscuros, hasta oradores de merecida nombradía: hijo legítimo del Speech es el Stump.
Al desmontarse un terreno vírgen (esta es explicacion para que entiendas el Stump), los gruesos troncos que quedan en la superficie de la tierra, se llaman Stump, (troncon, traduciremos para entendernos).
En ese troncon, desde la sociedad naciente se levantó el orador primitivo: de ahí vienen el discurso y el orador de Stump. Estos energúmenos invaden plazas y calles, y hacen su tribuna de un cajon vacío, de un barril, de un poste.
Calentada la opinion por los recursos anunciados, los agitadores ó politicians (politicastros), congregan grandes convenciones de los jefes ó cabecillas del partido: las convenciones últimas de los republicanos fueron en Cincinati; los demócratas se reunieron en San Luis Missouri.
Aquellas convenciones son divinas: no hay ni en las olas ni en las tempestades nada que pueda compararse á una convencion en toda su efervescencia.
En la convencion se discute el ticket, ó sea la lista de los candidatos para la futura administracion, es decir, se llega al proyecto de reparto de los despojos de los vencidos: aprobado el ticket, se envía al Presidente en ciernes una carta acompañada de la lista, para saber si el Presidente acepta: esta es una pura fórmula, porque el Presidente acepta generalmente lo que viene de su partido.
Celebrado el pacto, se procede á la eleccion y luego al reparto del botin.... corroyendo semejante sistema todos los resortes del órden, de la moralidad y de la decencia.
Hayes, no obstante, ha querido con empeño realizar su programa; pero hasta ahora no ha logrado absolutamente nada. Hé ahí una faz, y muy importante, del humbug político.
La administracion de justicia (entiéndase que exceptúo la justicia de la federacion, propiamente dicha), los jueces en lo general, están contaminados de la corrupcion electoral.
Alborotadores de café, politicastros de bar-rooms, entrometidos y bullangueros, suelen tener influjo decisivo en las masas, y hacen el nombramiento de jueces: el resultado es que en los negocios en que ellos intervienen, se hacen servir despóticamente, y la justicia se plega á sus conveniencias, imprimiendo en los negocios un sello de prostitucion descarada á veces, que realmente escandaliza á los poco conocedores de esta clase de negocios.
Por lo demás, para despertar la curiosidad en esta Babel y entre gente tan preocupada de su negocio, la prensa suelta dia á dia cada humbug que canta el credo.
Empresas imposibles, descubrimientos estupendos, muer[114]tes horripilantes, todo está á la órden del dia con estrépito, en relieve, en són de catástrofe ó de contento, segun produzcan la sorpresa ó el halago del mayor número.
Hay un periódico semanal titulado El Sunday Mercury: en él está recopilado cuanto la mente humana no puede idear de más tremebundo.
Apariciones, endriagos, monstruos, tertulias de muertos, amores horripilantes, descubrimientos de países estrambóticos, erupciones volcánicas, brujas, milagros, y yo no sé cuántas cosas más.
En los teatros tienen su asiento y se aclimata lo más extravagante y lo más inconducente: como hemos visto, se pone en escena La Vuelta al Mundo, de Julio Verne; de tres dramas de asuntos diferentes, se hace uno de plan americano, y la cosa marcha. Hay romanos de revólver al cinto, y aparece en el Bosque de Boloña la Basílica de San Pedro. Todo esto no es de literatos, sino de saltimbanquis y teatros de segundo órden.
En espectáculos de otro género, basta seguir las peripecias de la vida de Barrum para persuadirse que no hay más allá....
El puebla de gigantes su espectáculo, ó produce enanos; expone á la vista hombres con las pieles de todos los colores, venidos de regiones misteriosas, ó saca á luz circasianas de profusas cabelleras y rostros confeccionados en Saturno ó en Júpiter.
Barrum es el rey del humbug y se enorgullece de su primacía, gana su dinero dando espectáculos de un género especial, se anuncia con procesiones de carros en que van expuestos los objetos y los animales y las maravillas que va[115] á exponer, y este anuncio ambulante es dispuesto con tal artificio, que por sí constituye una maravilla.
En los carros va al descubierto lo conveniente, y oculto lo que necesita el prestigio de lo singular.
Bajo las ricas mantas de algunos carros, se oyen rugidos de fieras, articulaciones en idiomas desconocidos, gemidos, como caidas de agua y como tempestades, y se ven luces siniestras entre gigantes, enanos, pájaros extraños é indescifrables.
Una vez anunció que habia sorprendido un borrego en los Alpes, de colosal tamaño, y de tan raro aspecto, y de tal singularidad de conjunto, que las sociedades de historia natural estaban con tanta boca abierta.
En efecto, el borrego era singularísimo; un hombre de pié apénas alcanzaba la altura del lomo.
El público le veia, le acariciaba y pagaba con gusto sus entradas: el dia ménos pensado, el borrego se soltó relinchando (el borrego era un caballo con lana sobrepuesta y pintorreado).... pero esto, léjos de disminuir, acreció la reputacion y la fortuna de Barrum.
En Paris, me contaba J. J. Baz, habia un caballero por el estilo, llamado Mayard, de extraordinaria celebridad.
Este hombre pretendia sincerarse á menudo de la nota de charlatan con que se le pretendia agobiar.
—Todos me dicen charlatan, clamaba, y nadie se fija en la mágia del lápiz de Mayard.
Y diciendo y haciendo, sacaba de su bolsillo un lápiz como una tranca; con una navaja como un alfanje le tiraba un par de tajos, y caten vdes. el lápiz cortado como en una máquina.
—Este lápiz no es comun, repetia: ¿vdes. han visto cosa semejante?
Y clavaba el lápiz en un tablon, como un puñal; despues, como distraido, hacia unos garabatos: era un engendro raro, unas rayas inconexas, un caos de líneas que todos veian casi con disgusto; trazaba un rasgo sobre ellas, y aparecia un pájaro tan perfecto, que se creia iba á saltar, cantando, del tablon; otras veces, entre esas líneas, dejaba caer como al acaso dos puntos y una raya, y saltaba haciendo muecas la caricatura de uno de los circunstantes, en medio de la risa universal.
Mayard y Barrum se encontraron y fueron amigos.
Le decia Mayard:
—¿Vd. ha repasado sus Memorias? ¿Ve vd. todos los modos de engañar que ha descubierto? pues ya le enseñaré á vd. uno nuevo.
Pasó el tiempo: Mayard desapareció de Paris; un periódico, una vez, dió la noticia de que estaba en Africa empeñado en una cacería de leones. Se describia su tren y su servidumbre.
Un dia, el mundo de la curiosidad y la mentira amanecieron de duelo.... Mayard habia muerto: habia luchado heróicamente con un leon.... pero uno de sus acicates se enredó en unas yerbas, cayó, y aquello fué espantoso.
Una tarde, entre los magníficos carruajes de la aristocracia, habia uno realmente deslumbrador; lo guiaba una especie de orangutan, pero revestido de oro; en el fondo se veia un caballero saludado con entusiasmo por la multitud.... Era Mayard que habia refaccionado su crédito, haciéndose devorar por un leon.
Descendiendo en la escala del humbug, deben mencionarse las medicinas milagrosas, raíces de la India, píldoras con extractos de hígados de serpiente, elíxires que contienen lágrimas de pescados de cuatro piés, y cosas que ni con calentura se discurren, ni los locos en sus extravíos imaginan. Por supuesto, las curaciones que operan, tienen certificados fehacientes y les han valido cruces y medallas á los autores. Entre estas medicinas ocupan lugar preferente las que reparan las fuerzas, y son el ensueño de los viejos verdes.
Pero donde para mí encuentra el humbug su apogeo, es en dos cosas.
Las ventas y combinaciones para rifas y loterías, y el humbug de la oratoria.
En cuanto al primero, habia un hombre una mañana en una encrucijada de la calle de Cidar, que la atraviesa otra ex abrupto y como cerrándola. El caballero estaba elegantemente vestido y hablaba con la sencillez de un niño. Tenia á su frente caramelos, cajitas de carton con anillitos y piedras falsas.
El hombre, ya envolvia un caramelo, ya ponia en una cajita un billete de á veinticinco centavos.
Confundido con otros caramelos, el del papel colectaba de á centavo para el que quisiera caramelo, y entre las manos hacia la rifa.... Todos los circunstantes ganaban su caramelo.... y él decia: "Esto es dulce," y procedia á otra rifa: el público acudia, y en las cajitas se ponian grimbaks de á veinte pesos.... el juego era de lo más divertido: ¡lástima que la policía no fuera de la misma opinion!
En las calles se ve perorando en alto, en mangas de camisa, con un sorbete reluciente, un pañuelo enredado al cue[118]llo, al rayo del sol, con una mesita al frente, un hombre que manotea, gesticula y dice cosas tremendas sobre las virtudes de un jabon mágico que quita las manchas de los sombreros: de repente el sombrero más averiado de la concurrencia está sobre la mesa: viene de no sé dónde, en alto, un vaso de agua; se lava el sombrero, se exprime, reaparece como nuevo; la gente aplaude y se venden aquellos pedazos de jabon, que es un juicio. Ya vimos en Orleans á uno de estos prestidigitadores.
En medio de una plaza se ve á un jóven moreno, de mirada escrutadora, con una jaulita de canarios al frente; entre los alambres de la jaula hay tiritas de papel de distintos colores; el confidente del canario explica con los colores, que el canario responde á la buena y á la mala fortuna, y siguen las consultas.
En una plaza de Orleans, como hemos visto, noche á noche, entre hachones, aparecia un pizarron para explicarse un método de contabilidad que era el asombro del mundo: despues se vendian los libritos.
En un quicio de puerta, al frente de una mesita, se ve un hombre como probando unas plumas; se tiene la pluma entre las manos, se humedece en un vaso de agua, se escribe.... y aquello es lindo: se ven pintiparadas las letras como si las hubiera parido el mejor tintero.... Va vd. á su casa, quiere hacer la propia operacion.... escribe vd..... y ve vd. despues el papel como la madre lo parió.... como si nunca le hubieran puesto la mano encima. Hay muchas de estas plumas que surten excelente efecto.
Una mañana, al vestirme, noté la desercion de dos botones de mi pantalon; me resolví á que entrase en campaña[119] mi ineptitud para la costura, y aquel fué tragin: me hice criba los dedos, pujé, bufé, grité.... y me entregué á la desesperacion. Pero la costura no fué para mí tan laboriosa ni humillante, como la ensartada de la aguja.... aquella postura de cazador, aquellos gestos contra la ventana, aquella desviacion del hilo que se parecia á la burla, me tenian humillado....
Salí á la calle, de pésimo humor: á la espalda del Correo habia frente á una mesita un viejo cano, fresco, alegre, bien vestido, de ojos grandes y dentadura blanca, con un carrete de hilo en la mano; hablaba tan sabroso, que tal me parecia castellano lo que hablaba: un inmenso círculo de gente le oia con verdadera complacencia. El mostraba su carrete que remataba en un aparato de estaño.... aquella era una maquinita de ensartar agujas: ni Cristóbal Colon se sintió más grande con su descubrimiento, que yo con el mio.
Hablando, hablando, aquel génio y aquel bienhechor mio, ensartaba agujas como quien traga anises. Yo estaba encantado: compré mi carrete en diez centavos, compré otro y otro, y hubiera querido traspasar su puesto al vendedor.... volví al hotel triunfante.... A Francisco le saqué conversacion, de modo que me viese ensartar una aguja él que me habia burlado en la mañana.... aquello era el imposible.... aquella treta hacia más difícil la operacion que con los medios comunes.... muchas agujas eran alambres de acero sin ojos.... Riendo me decia Francisco:
—¿No querias saber lo que es humbug?.... Hay tambien maquinitas verdaderas que surten ese efecto.
Es comun ver en las noches, en una banqueta, un teles[120]copio, y á su lado una persona grave dando un curso de astronomía, como no lo hubiera hecho el mismo Arago ó Flammarion.
Más adelante pondremos á los ojos de nuestros lectores anuncios que pueden pasar como tipos en materia de humbug.
La siguiente es una parodia del estilo yankee, tomada del Asmodeus, libro de crítica que se ha hecho muy raro, y del que no me ha parecido conveniente dar idea en estos Viajes.
Se trata de vender las acciones de una mina de leche, mantequilla y miel:
¡Nuestros prodigios no cesan jamás! ¡Poseemos minas capaces de redimir en un dia las deudas de todos los gobiernos de la tierra, inclusa la de los Estados-Unidos! Las Montañas Rocallosas tienen plata para que se forjen de sus desperdicios rieles que unan al Atlántico con el Pacífico.
Trabajamos á la luz saludable del sol montañas inagotables de carbon que no tienen rival en cualidad y de las que son tributarias, á su despecho, las miserables naciones de Europa, porque ellas tienen que descender á veces por ese precioso combustible al lecho del Océano. Para proveer á nuestras grandes ciudades de una luz más dulce y económica que la del dia, solo tenemos que abrir unos cuantos hoyos en dos ó tres de nuestros Estados; pero, ¡oh prodigio! ¡oh asombro! hoy anunciamos un descubrimiento que excede á las más estupendas creaciones de nuestros novelistas modernos y á los más inverosímiles milagros de las Mil y una noches.
Varios trabajadores, al trozar una loma en el Estado de Humbuggia, para ponerlo en relacion con las otras estrellas del firmamento americano, descubrieron con sorpresa extrema un pozo que brotaba leche de ex[121]quisito aroma y sabor. El estupendo fenómeno fué explicado cuando, profundizando el pozo, llegaron á inmensos depósitos de mantequilla y miel petrificadas.
Depósitos semejantes, que parecen haber permanecido en el estado que se hallan, por siglos de siglos, han conservado á los preciosos artículos que denunciamos, su sabor primitivo. La leche y la mantequilla, lo mismo que la miel, despues de expuestos unos minutos á la luz, se coloran suavemente de un tinte dorado, que les hace muy agradables á la vista.
El eminente profesor Sillyman ha extendido un luminoso Informe de este prodigioso descubrimiento; Informe aprobado por una Sociedad de geólogos y otros sabios ilustres, que han acudido de los más remotos puntos del globo á este privilegiado Estado de la Union. En el Informe se demuestra, á la luz meridiana, que esos inagotables depósitos se deben (salvo los errores á que puede inducir la falta de datos tratándose de fechas tan prolongadas), á una raza de hombres y animales de estupenda pujanza, probablemente gigantes, que habitaron ántes aquellas regiones. Los grandes banqueros Gulling y Cª han examinado los pormenores todos de la empresa, suscribiéndose con cuarenta y cinco mil pesos cada uno para la explotacion, organizándose en Compañía (conforme á las leyes del Estado), y dando vida á esta riqueza con que nos ha querido dotar la bienhechora mano de la Providencia.
Los mismos banqueros han permitido, á instancias de multitud de personas, que se pongan en venta cuarenta mil acciones de á cincuenta mil pesos cada una.
La suscricion al fondo de la "Compañía de leche condensada, miel y mantequilla," se abre hoy á medio dia, en el despacho de la oficina que se menciona, con la firma irreprochable que se ha dicho.
(Traduccion libre).
Copiemos ahora el anuncio verdadero de un Museo Anatómico, que no es el que describimos en nuestras páginas anteriores:
MUSEO
DE
ANATOMIA, CIENCIAS Y ARTES
EN TODO SU DESARROLLO
FIGURAS DE HOMBRE Y DE MUJER
DISECADAS EN CADA UNA DE SUS PARTES
Un mundo de secretos descubiertos.
Una mina explorada de riqueza anatómica.
Una fuente rebosando en bellezas.
Excursiones por un mundo misterioso.
Revelacion singular de las formas humanas,
Con ejercicios de su complicado mecanismo.
OBRAS MAESTRAS DEL PODER CREADOR
LAS SORPRENDENTES MARAVILLAS DE TODAS LAS EXISTENCIAS
LA ESTRUCTURA HUMANA
Su accion oculta, su organismo secreto revelado por la mano
de la ciencia y la destreza del génio.
Anatomía de la abeja,
Del buey, del caballo,
De las flores vegetales,
Y diez mil curiosidades más, que constituyen
este Museo en único en su género.
Para concluir esta parte de nuestra charla, copiaremos algunos avisos de la Gaceta Matrimonial. Es de advertir que los avisos los redactan los mismos interesados:
UNA señora viuda, de cuarenta años, sin estorbos,[1] de buena presencia, bien relacionada y con una renta moderada, desearia abrir correspondencia con un caballero como de cincuenta años, con miras de matrimonio.
[1] Los estorbos son los hijos.
UNA muchacha trabajadora, de diez y ocho años de edad, que gana diez pesos semanarios, quisiera casarse con un jóven que trabaje con regularidad, y que ni fume ni beba con exceso.
UN caballero inglés, de edad de cuarenta años, buena familia, no mala presencia, moreno, de buen natural y corazon ardiente, quisiera casarse con una jóven de ménos de treinta años.
UN clérigo de edad de treinta y cinco años, con elevadas relaciones, buena casa y comodidades, desea entablar relaciones para casarse con una jóven bien educada.
MARIANA, de edad de cuarenta años, representa diez ménos, bien educada, de mediana estatura, morena, bien parecida, amable, de cora[124]zon ardiente y disposicion amante, con una pequeña propiedad y residencia en Albany, desea corresponderse con un caballero de buenas proporciones y no enteramente viejo, con mira de casarse.
UN clérigo, que es á la vez maestro de escuela en un pueblo de Pensylvania, alto y moreno, desea correspondencia con una señora pasable, de algunas proporciones. No se desecharia una viuda sin hijos.
UNA jóven rubia, muy inclinada al matrimonio, desea contraer conocimiento con un caballero de honor, que le preste un auxilio moderado.
SOY un mecánico de treinta y tres años de edad, grueso, pero bien formado, americano de nacimiento, tengo deseos de saber las señas de alguna buena muchacha de juicio que desee tener su casita propia. Que no pierden su tiempo conmigo las muchachas de moda.
LA hija de un clérigo, de edad de veinticinco años, morena, bonita, muy viva, muy cariñosa y bien educada, desea una correspondencia, con objeto de casarse.... luego que mueran sus padres, tendrá una fortuna considerable. Está lista para marchar á cualquiera de los Estados de la Union.
[125] TEMPUS FUGIT.—Muchachas hermosas, la que de vosotras quiera un marido de poco más de treinta y cinco años, de carácter alegre, y fuerte como un buey, con tal que la que pretenda no sea muy afecta á vivirse en la calle, puede dirigirse con su retrato al editor de este periódico, quien tiene instrucciones.
El Herald, hace pocos dias anunció unos matrimonios por rifa, de chuparse los dedos.
En cuanto á los avisos del Mercurio, los hay tan pecaminosos, que nos ha sido materialmente imposible hacer la traduccion de ellos.
Establecimiento tipográfico y librería.—Appleton.—Librería.—Varias oficinas.—Mr. Veillet.—Periódicos.—Su carácter.—El Reporter.—Periódicos notables.
El establecimiento tipográfico y de librería, que lleva como un timbre de honor el nombre de Appleton, tiene, con justicia, celebridad universal; nadie desconoce su influencia bienhechora en la civilizacion del Nuevo-Mundo, y todo americano se vuelve reconocido hácia una fuente de instruccion que recuerda desde los planteles de la niñez.
Es la casa de Appleton un modelo en que están hermanadas sábiamente la especulacion y la beneficencia.
La librería y el gran despacho de los negocios están ubicados en la calle de Broadway, y de su suntuoso edificio de fierro hay numerosos trasuntos en publicaciones pintorescas.
Tiene el edificio la extension de una de las que llamamos[128] nosotros cabeceras, y un ancho de veinticinco varas, siendo de esa extension los salones superpuestos ó pisos de que se compone el edificio.
Mesas, mostradores y escritorios, están perfectamente distribuidos en el salon central, las alturas y el almacen subterráneo en que se hace propiamente el despacho.
Penetra la luz al interior de los salones todos por un espacioso tragaluz cuadrado, bajo el cual ascienden las escaleras formando balaustrados y puentes, que le dan aspecto grandioso y bello al conjunto.
Cientos de miles de volúmenes se ven en mesas y en estantes, y como de un manantial, de allí afluyen, á las americanas regiones esencialmente, las primeras semillas del saber humano, con sorprendente profusion.
La imprenta, la encuadernacion de libros y la fundicion de tipos, está situada en Broklyn, donde se dignó llevarme Mr. Veillet, dependiente de la casa de Appleton, autor de varias obras, y persona con quien en México tuve el honor de contraer relaciones.
La fábrica emplea más de quinientos obreros de ambos sexos en sus diversos departamentos, distribuidos en la manzana que ocupa el edificio, que consta de varios pisos con sus hileras de ventanas, como otros muchos que ya conocemos.
No me detendré en la descripcion de cada departamento, porque se trata de una industria muy conocida y adelantada en México: mencionaré lo que me llamó la atencion, presumiendo que para alguno pueda tener novedad.
A la entrada de la imprenta me detuve á examinar una máquina de secar papel despues de hecha la impresion.
[129] Compónese de un cilindro que encierra el calor, y que orea el pliego colocado debajo en unas cuerdas que le sostienen. Cuando entra el papel, está completamente húmedo: cuando sale se puede encuadernar. Yo no sé cómo no se ha hecho aplicacion semejante para los periódicos en México, donde pagan el porte por peso; la máquina produciria un ahorro de mucha consideracion. Las prensas hidráulicas colocadas en esa seccion del departamento, son de gran potencia, y en ellas solas está invertido un gran capital.
Las prensas de impresion son treinta y seis, que están en perpétuo movimiento, y preside á todas ellas la prensa en que se coloca la planta para hacer el tiro y la vuelta de una vez. Esto es, la planta cilíndrica que se ve con justicia como un gran descubrimiento.
Los procedimientos en el trabajo de prensistas y cajistas, son como los nuestros.
La oficina en que se estereotipan las plantas, ofrece interes por ser poco conocidas en México sus labores.
La planta estereotípica ofrece inmensas ventajas para su uso, á más de la baratura por el ahorro de manos. En primer lugar la celeridad, porque se pudieran tirar en varias prensas las mismas plantas, centuplicando los tiros: en segundo el ahorro, porque la letra se destruiria muy pronto donde se tiran muchos ejemplares: en tercer lugar, la conservacion de la planta por años enteros, sin temor alguno de que se empastele.
Despues de formada la planta y colocada en su cuadro de fierro, se vierte sobre ella cera derretida y se deja enfriar; al enfriarse la cera, conserva los más imperceptibles accidentes de la plancha. Entónces se sumerge en el baño gal[130]vánico, y á muy poco tiempo una lámina de cobre flexible tiene la impresion en relieve: se adapta con sumo cuidado á láminas de acero, y éstas se pulen y cepillan en varias máquinas de pujanza poderosísima y quedan aptas para la impresion, guardándose despues las planchas para todas las impresiones que se quiera. Se calcula en cerca de quince millones de pesos el valor de las plantas que tiene en almacenes la casa de Appleton.
Por ese medio se tira solo de libros de deletreo, anualmente, un millon de ejemplares.
La oficina de encuadernacion está servida en su totalidad por señoritas, en las que se admira la delicadeza y compostura, tanto como la destreza en el trabajo.
De esa oficina salen esos dorados como bruñidos espejos, esos relieves del cincel, esas pastas que hacen de las ediciones de Appleton objetos artísticos de merecida nombradía.
La máquina de cortar papel es un triángulo de acero giratorio, que sin mover el papel, practica el recorte con más celeridad y perfeccion que las máquinas de que nosotros nos servimos.
Hay máquinas de varias clases para plegar, y de alguna ya hablamos al visitar las prensas del Evening Post. En cuanto á las de coser cuadernos, las máquinas son muy sencillas y de fecundos resultados.
Las más de esas máquinas son variaciones de la máquina de coser comun. Sin embargo, es digna de mencionarse una en que la costura se hace con hilo de alambre y se adapta á los lomos resistentes de algunos libros.
Al fin de uno de los salones del departamento de encuadernacion, hay una especie de escondrijo con un estanqueci[131]to de agua sucia, que tiene ollas de pintura á los lados. Allí se hace el papel jaspeado y se jaspean los cantos de los libros. El artesano encargado de este trabajo, es un hombre seco como un bacalao, rubio y desdentado, de dedos largos y una fisonomía como de pájaro.
La agua que contiene el estanquecito está preparada con goma y no sé qué otros ingredientes. Sobre la tersa superficie de aquella agua, sacude sus brochas con pintura el artesano, quedando sobrenadando gotas azules, amarillas, verdes y rojas, blancas y de los colores que se quieren combinar: despues de esta operacion, se pasan unos peines sobre el agua, y con el extremo de la brocha queda hecho el jaspe; entónces se sumerge de canto el libro y se imprimen esos dibujos caprichosos, esos mosaicos de colores que tienen hermosura especial en algunas ediciones de Appleton.
El órden y el silencio que reina en todos los salones, la exquisita combinacion de la economía con la hermosura de las ediciones, hacen de aquella fábrica un objeto de estudio.
Muchas de las ediciones que publica la casa son pintorescas; y allí se ven esas ediciones tersas que encantan; esos grabados que compiten con los prodigios del buril inglés; y esas impresiones de dos y más tintas, que hacen de cada mapa un dechado de pureza de ejecucion.
A mí me desesperaba considerar la baratura increible que se podria alcanzar en estos libros de educacion, y que no se logrará nunca, miéntras no se ponga el papel libre de todo derecho.
¿Cómo es que se quiere proteger una industria que no tiene elemento ninguno de vida propio? ¿Cómo se ama el trabajo, y el resorte que lo hace más fecundo, que es la ins[132]truccion, se encarece y escasea? Los libros que se dan aquí por diez centavos, en México sacan un costo de cincuenta. ¿Cómo es posible marchar con estos obstáculos, que cria la barbarie y se respetan, en el camino de la civilizacion?
De todas las manifestaciones estúpidas que tiene en México la proteccion de la industria, ninguna me parece más censurable que la que da por resultado la carestía del papel.
El Sr. Veillet todo me lo explicaba con suma paciencia y bondad, haciendo en todo observaciones oportunas y dejándome muy sinceramente agradecido á sus finezas.
—Ya que he leido á vd. mis apuntaciones en la casa de Appleton, dije á mi amado amigo P. de Leon, quisiera me dijese vd., á quien creo muy competente, lo que hay sobre periódicos; porque venir á los Estados-Unidos y no hablar de periódicos, es ir al mar sin quererse acordar del agua.
—Los periódicos políticos me dijo, ven como muy en segundo término su parte literaria; de suerte que, por esa causa, llaman la atencion los intervalos lúcidos del World y del Times, las crónicas científicas de La Tribuna y las noticias bibliográficas del Herald.
Cada periódico lleva en alto la bandera de su creencia, sin embozo y sin inconsecuencias generalmente. Los periódicos tránsfugas son desconocidos. Pero como en las cuestiones administrativas, así como las de interes personal, caben opiniones diferentes, á cada momento hay antagonismo y contradicciones que pasan muy orondas, sin que nadie las note, ó que arman gazapelas domésticas que son una delicia.
El periódico tiene marcada independencia entre la parte de redaccion y la financiera.
En esta parte financiera, los periódicos, generalmente hablando, son empresas con administracion especial ordenada á estilo de comercio.
La redaccion se subdivide en secciones, en que figura la editorial, el reporter, el bohemian, etc.
Hay aun fracciones en la primera parte, encargadas de tales países ó de tales materias, sin confundirse y atendiendo cada cual á su asunto.
El reporter es el cazador de noticias, el pescador de chismes, el cortejo del escándalo; está en la fiesta, se ingiere en el duelo, se escurre en el bar-room, danza en el salon, reza en la iglesia y se muestra compungido en el cementerio.
Hacer el corretaje de lo increible, de lo imposible, es su triunfo: él es el que dice un dia que se ha dado direccion á los globos, que se ha destruido el Niágara, que fué mentira la muerte de Napoleon, que el Papa está casado en secreto; y como aquí la publicidad es el todo, el reporter es el clarin y el aviso, el tambor y el toque de fuego.
El reporter no es un hombre vulgar: al abordar á un alto personaje; al iniciarse en una querella; al terciar en un galanteo, tiene que mostrar instruccion, cortesía y flexibilidad suma de carácter.
La audacia es el elemento del reporter; pero esta audacia seria infecunda, si no fuera acompañada de otras prendas. Entre los reporters hay personas muy decentes, listas para todo servicio, lo mismo aquí, que en China ó en el Polo.
Un reporter del Herald se fingió loco, se hizo conducir al asilo de Blakwel Island, y salió á escribir sobre los abusos cometidos con los locos, atestiguándolos con su propia experiencia.
[134] El bohemian es la cria del reporter, su pimpollo. Escribe, y le pagan lo que escribe, si agrada.
La parte financiera del periódico no se entiende por suscritores sino por agencias. Hace la administracion su distribucion en grande, y éstas subdividen el reparto.
En todas las calles, en las plazas, en el interior de los barcos, la agencia se hace sentir, y el muchacho vendedor ha elevado al rango de industria la venta de periódicos.
Los avisos constituyen la seccion más lucrativa del periódico, y algunas de estas oficinas, en lo general, tienen suma importancia. Esto explica la mucha baratura de los periódicos. El Herald perderia dinero sin ese recurso que, como hemos dicho, llega á diez mil pesos diarios.
En materia de administraciones, hay una que es una perla, que vale un ojo de la cara.
Nos referimos á la Gaceta Matrimonial, periódico semanario consagrado á la agencia de matrimonios y procurar la felicidad conyugal. Algunas de las reglas de la publicacion merecen estar escritas en mármoles y bronces. Son el chisme y el corretaje del amor, en su quinta esencia de desfachatez y de insolencia.
Dicen así las más notables:
"En cada aviso debe citarse la edad y la posicion que el interesado tiene en la vida; tambien debe hacer el interesado ó interesada su descripcion, y decir si desea ó no correspondencia."
"Cuando una señorita ó caballero deseen entablar correspondencia, dirijan sus nombres (muy confidencialmente) al editor, como una garantía de buenas intenciones. Se entiende que los nombres en ningun caso se publicarán."
[135] "El editor no es responsable de las promesas de los avisos ni de sus particularidades."
"El editor recibe consultas pagándole por separado."
Ya ven mis lectores que el corretaje de amor se ha llevado al más alto punto en este pueblo gigante....
Y aunque parezca divagacion, diré, insistiendo en las libertades que se toma la prensa, que acabo de hacer conocimiento con otros dos periódicos que no le van en zaga á la Gaceta Matrimonial: uno es El Tiempo, semanario; el otro La Gaceta de policía: en este último, que es con estampas, las representaciones de algunas escenas de la vida íntima son tan al vivo, que apénas las cubre un velo mucho ménos espeso que la hoja de higuera.
Por fortuna, esa embriaguez de despropósitos la corrige el estado general de la instruccion: así, pues, la prensa es influyente cuando atina con la fórmula del buen sentido, y es de todo punto insignificante, cuando deja traslucir miras privadas ó esfuerzos por torcer las opiniones.
—Por lo demás, me decia mi amigo, oiga vd. las calificaciones de los principales periódicos:
El Evening Post.—Periódico independiente, republicano, paladin del libre cambio. Lo redactan Bryant, Pakari Godwin y otros hombres honorables.
El Herald.—Lo redactan muchos, sin responsabilidad especial.
El Sun.—Periódico contrario al partido que aquí se llama[136] republicano. Lo redacta Dana, hombre muy notable como escritor y muy bien aceptado entre las personas de valer.
El Sr. Dana es hombre independiente, incapaz de vender sus opiniones por ningun dinero; aunque, segun sus adversarios, es muy apasionado.
El World.—Demócrata.
The Trebune.—Republicano. Fué el periódico establecido y dirigido por Greely. Este periódico ha perdido mucho de su antigua reputacion de independencia.
Haciendo un resúmen del Directorio de periódicos que se acaba de publicar, resultan en los Estados-Unidos:
738—periódicos diarios.
70—tres veces por semana.
121—dos veces por semana.
6,235—semanales.
33—cada dos semanas.
105—quincenales.
747—mensuales.
13—bimestrales.
67—trimestrales.
——
8,129—Total: que son, 1.308,459 publicaciones cada año,
de las que se tiran millares de ejemplares.
Castle Garden.—Su historia.—Su estado actual.—Colonizacion.—Inmigracion.—Fonda y nevería de Bigot.—Otra vez la Colonizacion.—Venta de tierras.—El Ministro Shurtz.—Instrucciones.—D. Andrés Aznar.—New-York del lado del Este.—Bancos.—Sociedades de seguros.—Woll Street.—Operaciones de Banco.—Clearing-house.—Cajas de ahorros.—Edificios de la Aduana.—La Tesorería.
Desde el dia de mi laborioso ascenso á la torre de la Trinidad, al describir la bahía, quise detenerme en la pintura de una masa de piedra circular que como que llega á tierra y parece aún flotando sobre las aguas.
La rotonda á que me refiero, como es una construccion única en su clase, se singulariza extraordinariamente, y por lo primero que se pregunta es por Castle Garden.
En los alrededores de ese edificio estuvo en un tiempo la[138] insegura muralla que ceñia y resguardaba la desconocida isla de Manhattam.
Allí paseaban fumando sus pipas los gravedosos holandeses, admirando las piezas de á treinta y dos, que era entónces como la última palabra del arte de la guerra.
Corrieron los tiempos: el prado en que se solazaban los ganados primitivamente y despues pasearon los hombres, comenzó á poblarse, y un dia, dejando su aspecto marcial, se trasformó la insuficiente fortaleza en el templo de Apolo, y aquello fué un primor.
La Jenny Lind, Mario, la Grisi sobre todos, regaron con sus conciertos populares el aroma delicioso del buen gusto desde aquel sitio; pero hostigado al fin el padre Apolo de los calores, de los mosquitos y de cada ventisco que lo tenia sin sacar las narices por semanas enteras, abandonó su templo y lo ocuparon los primeros que llegaban á tierra. De este modo la coraza de Marte y la lira de Apolo, fueron suplantados por el baston y el saco de viaje del emigrante.
Ni por esas levantó cabeza Castle Garden: quedaron silenciosos sus muros, la basura le vistió como harapos de miseria, y la soledad se sentó, como Job, casi á maldecir el dia en que el castillo vió la luz.
Un dia, al fin, sonó la hora de la resurreccion, se barrieron las basuras, se trazaron verjeles, se abrieron amplias calles, brotaron del suelo árboles de pomposo follaje y frescas sombras, y Castle Garden, afeitado, vestido de limpio, alegre y con sombrero en mano, se adelantó á la orilla del mar á recibir á los emigrantes, como persona que sabe hacer con toda pulcritud los honores de la casa.
Hoy Castle Garden es una oficina anexa á las empresas de colonizacion.
Pero el parque lindísimo á que afluyen las avenidas todas, como un receptáculo de muchas aguas, para distribuirse en los muchos muelles que conducen al mar y son como pórticos de la bahía, y el parque contiguo á la batería que le sigue, sin más division que una calle, son bellos de belleza indescribible. Colocado el espectador al extremo y principio á la vez de la calle de Broadway, se encuentra al frente de un inspirado panorama. A su frente, y por entre las tupidas ramas de los árboles, se perciben las grandes calzadas con sus orlas de asientos y los prados en que los niños juegan, entre el tragin de carros, ómnibus y wagones. Si levanta la vista el espectador, casi le espanta ver atravesar fantásticos, perderse entre las copas de los árboles y desaparecer, los trenes del ferrocarril elevado sobre sus arcos, por donde cruzan los carruajes y entre cuyos ojos se descubre el mar con sus navíos, su bosque de mástiles, sus mil banderas agitándose, como si fueran congregadas á un festin divino todas las naciones del globo.
El rodar de los trenes y carros, los mugidos del vapor, los gritos del hombre, las explosiones de alegría del niño, todo se escucha, y se ve un todo en que los colores y las formas, y la luz, y el aire, se funden para producir sensaciones desconocidas é inexplicables.
Y aquella sensacion la nutrimos, porque vive en nosotros y nosotros vivimos de ella en comunion deliciosa, como se agita la última hoja del árbol con una brisa pura, como se refrigera el último de nuestros poros en un baño voluptuoso.
Castle Garden está ceñido de una pared exterior como una faja. Su entrada ve al Este.
Atravesamos un patio estrecho, penetramos por encrucijadas y salones en que habia gente escribiendo, y desde una puerta que da á una empinada escalera, pudimos abrazar la inmensa sala circular, cuyo exterior llama tanto la atencion del viajero.
El salon tiene el aspecto de una inmensa plaza de gallos, sin circo ó estadio en el centro. Al Oriente y al Occidente hay puertas: la una da á los parques por donde llegamos; la otra al muelle en que desembarcan los emigrantes y tiene al lado las oficinas de la Aduana.
Al frente de la comunicacion de tierra hay oficinas telegráficas y de despachos de ferrocarriles, unidas á un gran mostrador de muchas varas en forma de martillo, que es el despacho de los emigrantes. Frente al mostrador hay una cantina y á su inmediacion bancas.
Cruzan las alturas las cañerías del gas. El muelle es un tablado que toca en las olas, bajo una sombra de lona que protege á los empleados y á los amigos de los viajeros. Estos, á su entrada al edificio, toman á la izquierda y la puerta se cierra, quedando como toril la parte interior del edificio, y sin comunicacion los que están con los que llegan, hasta que no han llenado todas las formalidades del desembarque.
Yo me quedé mucho tiempo en el muelle, esperando la llegada de unos Mormones. Era de verse y trabar conocimiento con esos chicos, á quienes toca la fortuna ó desdicha de tener cinco hembras por barba.
Muchos participaban de mi curiosidad. Esperamos en[141] vano. En vez de Mormones llegaron unos cientos de austriacos.
Era aquel un enjambre de rostros patibularios, y trapos y sombreros como llovidos sobre sus cuerpos.
Casi todos traian consigo algun signo de su trabajo, como quien presenta ante todo su título social, y como quien no quiere desprenderse de su áncora de salvacion.
Una mujer, bajo su pañolon de lana, llevaba la parte superior de su máquina de coser; aquel atleta medio azorado blandia su serrucho; la jóven tímida tenia su cajita de pinturas; aquel caravanista de cachucha de lienzo llevaba colgado del brazo su violin; aquella especie de bueyes de sombrero de fieltro eran labradores.... y ¡oh nacion feliz! ¡ninguno de aquellos llevaba negocito de papeles con el Gobierno!
La mayor parte de los emigrantes, luego que se inscribieron en el registro que estaba en un mostrador, pasaron á otro en que se expedian boletas de ferrocarril.
La inmigracion ha sido una de las causas más poderosas del engrandecimiento sorprendente de esta nacion.
Estímulo eficaz del trabajo, medio rápido de educacion por el ejemplo, renovacion perpétua de la sávia popular y expresion la más pura de la riqueza, porque el hombre es una riqueza, sin duda la de más valía. Los americanos han prestado la más séria atencion á esta fuente de prosperidad nacional.
La Irlanda con su opresion y su pobreza; la Inglaterra con el cáncer de su pauperismo; la Alemania con su despotismo militar, son las naciones que han dado más fecundas creces á la inmigracion americana.
La audacia y el espíritu aventurero del colono; la desa[142]paricion de razas opresoras; el espectáculo de colonos que llegaron en sus mismas condiciones y se encuentran en la cumbre de la fortuna, y participando del poder y el encuentro con gentes que poseen su idioma, tienen sus tradiciones y les abren paso para su establecimiento, sobre todo las garantías que rodean sus personas y trabajo, incentivos son estos capaces por sí mismos de atraer al inmigrante; pero, en mi juicio, hay otras causas que les sirven, á más de las enumeradas, de poderosos alicientes.
La espectativa del ingreso á una sociedad en que pueden figurar en todos los círculos, sin otro título que la posicion que se procuren; una remuneracion del trabajo que no alcanzarian en sus países, en que el salario es tan mezquino en relacion con sus necesidades; un mercado próximo y abierto siempre á la realizacion del esfuerzo humano, y una facilidad suma de comunicarse con el suelo que los vió nacer, son motivos, en mi juicio, que independientes del pábulo oficial, asimilan dia por dia elementos á la nacion que consolidan, y extienden su prosperidad.
La sola inmigracion irlandesa de 1846 á la fecha, se calcula en dos millones de almas.
En 1869, llegaron de Alemania 132,537; 60,286 de la Gran Bretaña; 64,938 de Irlanda; 24,224 de Suecia; 20,918 de la América Septentrional inglesa; 16,068 de Noruega; 12,874 de China; 3,879 de Francia; 3,650 de Suiza; 3,649 de Dinamarca.
De estos inmigrantes fueron: 88,649 obreros; 28,096 labradores; 16,553 artesanos; 10,265 sirvientes; 8,809 mercaderes, etc., etc.
La inmigracion se ha verificado en los términos que va[143]mos á exponer, suponiendo un contingente en cualquiera de los años anteriores, de 345,837 emigrantes:
Nueva-York | 253,754 |
Michigan | 35,586 |
Boston | 23,294 |
San Francisco | 13,490 |
Baltimore | 11,202 |
Portland | 4,026 |
Nueva Orleans | 3,424 |
Filadelfia | 1,061 |
2345,837 |
El reparto sigue invariablemente la proporcion de la demanda de brazos, y la facilidad del trasporte distribuye los elementos de vivificacion donde son más necesarios.
El pasado año fiscal disminuyeron en mucho los emigrantes, atribuyéndose á repulsion por el mal estado de los negocios, que sufren indudablemente una crísis en su conjunto.
La inmigracion ha hecho tan sensibles sus beneficios, que un sentimiento unánime la acoge con benevolencia, porque realmente, con especialidad en Nueva-York, se arriba á un país de extranjeros; pero los muchos que se encuentran en una misma situacion, se buscan, se agrupan, se estrechan, revisten con la poesía de los recuerdos sus costumbres, se congregan al rededor del templo y se señalan como puntos luminosos en los paseos y en los teatros.
La conveniencia de la especulacion rodea al extranjero de medios de comunicarse; en los establecimientos públicos[144] se habla frances con generalidad; los sirvientes que saben dos ó tres idiomas tienen más pingües salarios que los otros; en varias peluquerías y tiendas está escrito en letras muy perceptibles: Se habla español, y no es raro que al entrar uno en una tienda, le saluden con un buenas noches que lo deja frio, para dar á entender el comerciante que conoce el idioma de Cervantes.
A pesar de la confusion descrita, por regla general, las mujeres y señoras europeas son las que reniegan más desvergonzadamente á su nacionalidad.
El trage largo y escurrido con profusa cola, el zapatazo con tacon agudo, el corsé tiránico, el gorrito retrechero, el portamoneda, el pañuelo abajo del cuadril en la bolsa especial del túnico, la sombrilla, todos los adminículos son objeto de su eleccion, y á los ocho dias ya le dice una europea, no inglesa, kandeschifer al pañuelo, guater al agua; pero en esta apostasía de la patria, la vieja se señala con una desfachatez que enferma los nervios, y más la vieja de raza española.
Es para ella tan inesperado el agasajo, le es tan extraña la compostura, el aprovechamiento de los despojos de su olvidada juventud le es tan simpático, que realmente se vuelve loca, se hace la mocozuela, se habilita de dientes en un decir "Jesus," se tiñe las canas en ménos que canta un gallo, se afila las uñas, se da colorete, se planta un gorro como un morrion, y se alista á correr la tuna como una polluela de quince años, diciendo á todo: yes, entre toses y sonrisas.
El hombre se obstina en sus hábitos, y si es español anda en el Parque ó en Broadway, lo propio que en cualquiera calle de Madrid ó de Sevilla, diciendo cada picardía que eriza[145] los cabellos y sintiendo que todas aquellas ladies se condenen porque no conocen la gracia de Dios.
El italiano que tiene el monopolio de las frutas, conserva su tipo miéntras está en la miseria, vaga con su organito, sus arpas y violines, exhala sus cantos y riega á veces por estos mundos los suspiros de su lengua dulcísima.
El chino suele atravesar tambien, deleitándose. Y el aleman perseverante, que es la araña de la mosca del yankee, fuma su pipa y se ríe con sorna cuando ve que el yankee, muy de buena fé, lo cree sustituyendo al negro.
La irlandesa sirvienta conserva tambien su tipo miéntras no tiene un chico, señal infalible de que ya posee un marido, un capital y toda la gracia de San Patricio.
La constante concurrencia de extranjeros, hace en Nueva-York no solo muy difícil; sino casi imposible, el estudio de las costumbres americanas, entre otras cosas, porque no existen tales costumbres: los mismos americanos que han viajado por Europa, y de éstos hay muchos, han modificado sus costumbres.
Lo más característico en lo ostensible es la comida americana; el escaso mantel ó mantel de hule, el ejército de platos, que de un tiron nos invaden con maíces, papas sin pelar, trozos de toro, cebollas, perejiles y rábanos, el pichel de la melaza, negreando de moscas, el jarron con agua, del aspecto de un párvulo de cuatro años en camisa, y el movimiento perpétuo del convoy que riega el vinagre, despolvorea pimienta como lumbre y tiene por escolta todo un botiquin de mostazas, pikles y salsas negras, confeccionadas con cardenillo y aguarrás.
Ese es el plan americano; pero en semejantes planes en[146]tran los obreros y hombres de negocios. Acaso se observan en el interior de las familias; pero en la buena sociedad de viajeros, la Francia domina y la carte del restaurant es la biblia del estómago.
Hé aquí hasta dónde hemos llegado partiendo desde la orilla del mar, ó como quien dice, desde Castle Garden hasta Bigot, que está bajo el suelo, sacando un ojo para ver Union Square.
En este recinto agradable; al ruido de esa fuentecilla con pescados de colores; viendo reproducida esta concurrencia con sus árboles y fuentes en el fondo, porque las paredes son como un solo espejo, sin accidente ni juntura visible; en este recinto descansaremos, para volver á la tarea con el nuevo dia.
—Bonita divagacion has tenido, me decia Francisco esta mañana cuando le leí, como de costumbre, lo escrito el dia anterior: ¿en qué quedó lo de la colonizacion?
—Te diré la verdad: como no estoy muy fuerte en la manera con que el Gobierno tiene reglamentado el negocio......
—Muy buen economista, que para todo busca al Gobierno y el reglamento.
—Pero, bueno, de alguna manera dirige el Gobierno la colonizacion.
—Y vuelta con la manía de la educacion española. Así te luces si juzgas á los Estados-Unidos.
—Hombre de Dios, algo ha de haber.
—Sí, señor, hay reglas para la venta de tierras públicas,[147] hay oficina de esa venta y hay agentes; pero nada sobre colonizacion á nuestra manera.
—Me estás atarantando. ¿Pues entónces, qué sucede?...
—Sucede que en medio de las muchas inconsecuencias y contradicciones que tienen estos hombres en su gobierno, y no obstante ser los más suspicaces en la defensa de su nacionalidad, al extranjero le llenan de consideraciones, le abren las puertas de los destinos públicos con poquísimas trabas, le garantizan en el interior plena libertad y seguridad completa para su persona y bienes, y esto es lo que da el Gobierno.... y no mas, ¿entiendes? libertad, seguridad y tierras baratas.
—Hombre, pero yo he visto una que llaman aquí Homestead-Law, que trata de colonizacion.
—No es cierto, mírala bien; esa ley determina las condiciones que hay que llenar para adquirir tierras, y ni siquiera se refiere á los inmigrantes en particular.
El Gobierno, es cierto, posee sobre cuatrocientos millones de acres en quince Estados de la Federacion; en los territorios tendrá otro millon.
De 1874 á 1875 se vendieron nueve millones de acres.
El precio de las tierras es en lo general un peso veinticinco centavos por acre, y en las inmediaciones de los caminos de fierro dos pesos cincuenta centavos por acre.
Pero, continuó Francisco, con la elocuencia natural que tiene cuando se exalta, no pierdas de vista que estos no usan jamás la palabra colonizacion; nada indica sumision ni dependencia: el ingreso del extranjero es insensible y asegurado por hechos positivos.
Si emigra el extranjero á su país despues de naturalizado[148] y allí se le molesta, se le ampara como americano con toda la energía del poder nacional. Así sucedia cuando los alemanes, huyendo de la conscripcion de la guerra, vinieron y se naturalizaron: al regresar á su país se les quiso perseguir, y allí los amparó el poder americano.
¿Qué más? Shurtz, el sabio ilustre, el orador eminente, el ministro del Interior hoy, ha llegado aquí como un fugitivo escapando como liberal á una cruel persecucion.
El menestral europeo que nació en una condicion humilde; el agricultor que hizo brotar de la tierra regada con su sudor, los títulos que merecen la honradez y el trabajo, no puede alternar con la gente decente: se le despide de los salones aristocráticos, se le humilla, y solo por contadas excepciones se le admite en el ejercicio del poder.
Aquí, al llegar, se siente soberano; á los seis meses se le llama á la eleccion: con la excepcion única de la presidencia, puede figurar en todos los rangos de la administracion; y cuando despues de seis meses en su pueblo, nota algo que le repugne, el municipio le abre las puertas, y puesto que paga su agua, y su luz, y su empedrado, y su policía, están á su alcance los goces sociales, de una manera fácil y segura.
Uno de los más poderosos elementos de verdadera grandeza están en estas leyes, que para un americano son prácticas y convierten en la gran nacionalidad del mundo la nacionalidad americana....
—Francisco, déjame por vida tuya enviar en deseo y aplicarme algunas docenas de azotes por estas leyes de colonizacion, agencias, direcciones, folletos, colonias y toda esa multitud de supercherías de que todavía tenemos lleno el chirúmen....
—Yo te he dicho ideas muy generales: si quieres estudiar la materia, lee á Chevalier (Cartas sobre los Estados-Unidos); lee Un Reporter, publicado en 1872, escrito por Young, ó por lo ménos el Atlantic Montly de Abril de 1872, en donde hallarás verdadera instruccion.
—Ya leeré todo eso; pero aquí he indicado lo bastante para llamar la atencion sobre la materia y para que no se duerman mis lectores.
Y ya era tiempo que dejara la pluma, pues por segunda vez tocaba la puerta Andrés Aznar, para llevarme á la parte baja de la ciudad, del lado del Este.
Desde que se llega á City Hall se conoce que se ha tocado, sin dejar Broadway, en una region de actividad suma: por millares acude la gente, rebosa en las banquetas, hormiguea en las plazas y hierve entre carros, ómnibus, tilburys, carrillos de mano y cuanto mueble rodante se ha inventado en esta bendita tierra.
Gigantes edificios, ó mejor dicho, alcázares en que el crédito ejerce su poder mágico en Bancos, Sociedades y Compañías; palacios en que se asienta dominante el cálculo para combatir la tempestad, contrariar el fuego y desarmar á la muerte de su saña destructora; y para hablar en plata, Bancos, Sociedades de seguros, Compañías de telégrafos, de ferrocarriles, de gas. Es decir, la especulacion con la vida, con el viento, con la llama, con las ilusiones y con las esperanzas, y todo en accion; de suerte que cruzan los aires viajeros por los elevadores, suben, bajan y se derraman de las[150] escaleras y brotan de los bassements á incorporarse con los raudales que cruzan y se escurren por las bocacalles.
Estas bocacalles, en la parte que recorriamos, llevan á calles tortuosas, desordenadas, de angostas banquetas y piso desigual, llenas de lodo y estorbos, interceptadas por carros y caballos, presentando fachadas, y torres, y aceras curvas y sesgas que forman verdaderos laberintos: allí se apiña aún más el gentío, y es una de empellones y codazos, que magulla el cuerpo.
En aquellos callejones, no obstante, continúan las tiendas deslumbradoras de riqueza: muebles, relojes, carros, joyerías, ropa hecha, frutas y grandes almacenes de todas clases, haciendo sus enfardelamientos, sus cargas y descargas, en medio de la banqueta, sin cuidarse maldita la cosa de los transeuntes.
—Esta es la calle de Woll: se compone casi en su totalidad de Bancos, me decia D. Andrés; antiguamente, como vd. sabe, se proclamaba la libertad de los Bancos; es decir, que Perico el de los Palotes podia, si queria, sin satisfacciones ni escrúpulos, poner su Banco y emitir sus billetes, ó sea papel moneda circulante, segun el crédito ó la voluntad de la Compañía.
Muchas veces una caja de fierro, un mostrador y unos cuantos libros, fué el capital del Banco, porque el resto del aparato lo daba la casa. Las quiebras se repitieron y el contagio de los desfalcos producia el pánico, ó como quien dice, el terror á las pérdidas, motivo de grandes trastornos.
Ahora cada propietario ó Compañía deposita en el Gobierno una suma en papel que sirve de garantía á las operaciones del Banco, y tienen otras seguridades las transac[151]ciones. En cambio, los banqueros tienen mayor preponderancia, como que la concurrencia es menor.
No obstante, puede calcularse en 300 millones de pesos el giro activo de los Bancos, lo que no es un grano de anís.
Las mil transacciones se purifican y rectifican diariamente en la Casa de liquidacion, que es exactamente como el Clearing-House de Lóndres. Es decir, casa en que á una hora dada, asisten los dependientes y cambian sus bonos, liquidando y pasando las sumas que uno da á la cuenta del que recibe, y vice versa, resultando cambios de muchos millones diarios, lo que es poderosísimo aliciente para la circulacion.
Hoy existen en la ciudad 72 Bancos de depósito y descuento, y 42 Cajas de ahorros.
El interes del dinero ha oscilado entre el 5 y el 7%, de algunos años á esta parte.
El Banco de Nueva-York, el de América, el del Comercio, son magníficos; son verdaderos templos, y el lujo ha agotado sus recursos en esos establecimientos.
—Ese grande edificio que está vd. queriendo reconocer, me decia D. Andrés, es la Aduana: tiene 200 piés de largo, 171 de ancho, 77 de altura. En el salon en que vió vd. tanta gente, caben tres mil personas, el costo del edificio fué un millon ochocientos mil pesos.
Vd., continuó D. Andrés, que siempre se está fijando en las irregularidades de la arquitectura, vea con cuidado ese edificio: es la Tesorería. ¡Qué correccion de pórtico! ¡cómo no desmiente una línea el órden dórico de las columnas de ocho varas de altura y más de cinco piés de diámetro! Se sube al pórtico por 18 escalones de granito.
El arquitecto, Juan Frases, hizo una copia feliz del Partenon de Aténas: no tiene vd. un trozo de madera de una pulgada en todo el edificio. Hay quien asegure que se depositan en él, dia á dia, las dos terceras partes de las rentas de los Estados-Unidos.
—Advierto á vd., le dije á D. Andrés, que voy sudando la gota tan gorda y que estoy rendido.
—He querido, me dijo, torciendo una esquina, traer á vd. á la gran Casa de Hallen (y como esta hay muchas), á que vea la multitud de máquinas para la agricultura. En México, continuó, ¿conocen vdes. esas máquinas?
—Sí, señor, se conocen muchas; pero, como secretos, no están al alcance de todas las fortunas; los dueños de las fincas suelen comunicarse sus ensayos, y si resultan felices, se los guardan para obtener ventajas en su explotacion: despues de mucho indagar, sabe un curioso que en tal calle ó en tal almacen hay unas máquinas.
Casa de Hallen.—Zapatos para caballos.—Máquina pulverizadora.—Molino de viento aplicado al riego.—Recuerdos.—Los cepillos de dientes.—Los wagones.—Reloj inspector.—Mi tertulia.—Los criados.
Entramos á la Casa de Hallen, que se compone de grandes galeras con toda clase de instrumentos y máquinas para la agricultura.—Ví en las paredes podaderas y tijeras adheridas á palos que prolongan sus piernas, y con las que se alcanzan grandes alturas.
Zapatos para el resguardo de los piés de los caballos, que hacen fáciles sus curaciones. Esqueletos de alambre para enredaderas y adorno de jardines.
—Ahí tiene vd. todo un trapiche, me dijo, al alcance de las fortunas más módicas. Esos alambiques duplican el rendimiento de las mieles.
Ese rastrillo para desenyerbar, apénas vale nueve pesos.
Este curioso aparato es para hacer mantequilla; lo mueve un perro, que al querer ó no, da vuelta á ese cilindro.
Esa parrilla con picos de fierro es una rastra: tiene diez piés de ancho, se mueve expedita con un solo caballo: cuesta solo veinte pesos.
La máquina que está á su espalda de vd., es lo que se llama grada pulverizadora. Pulveriza perfectamente la tierra, funciona muy bien en terrenos húmedos. No obstruyen su marcha las raíces: vale treinta pesos.
Cardadores, sembradores, todo lo que quiere decir ahorro de trabajo, produccion mayor, baratura, está previsto y conciliado en aquellos esclavos bienhechores del hombre.
Me puso frente á un molino de viento para examinarlo á mi sabor. En mis tránsitos por este país, en medio de risueñas sementeras, como complemento de paisajes encantadores, sobresaliendo de las casas, en vecindad con los palomares y las torres, le habia visto en movimiento, dando singular animacion á la finca rústica.
Sobre dos piés que unidos á una escalera de mano forman una pirámide que con robustos travesaños se convierte en sólida torre, se eleva un gran disco hecho como de los simétricos radios de una rueda: los ejes en que encaja el radio sostienen una gran pala como la cola de un cometa; de esa cola depende un fierro vertical que engancha con el émbolo de una bomba.
El molino se mueve con el viento más suave; cuando el viento es fuerte, gira expedito, y si es impetuoso, sigue la corriente del aire ó se plega sin sufrir deterioro alguno.
Este precioso molino, que he visto funcionar admirable[155]mente y que está vulgarizado en todas partes, seria en México de infinita utilidad.
En esas poblaciones y llanuras sin agua, en donde son tan profundos los pozos, en donde la noria y el acarreo de mano hacen tan exiguos los depósitos de agua; en donde hombres y animales se rinden de fatiga, teniendo que trabajar mucho para arrancar un cántaro del fondo de un abismo, y donde la esterilidad precursora de la hambre, convierten en raquíticos, enfermos y sucios, pueblos enteros; se veria en cada molino un Moisés que refrigerara los hombres y cubriera de fertilidad la tierra, ó por lo ménos, que aliviara á los viajeros y evitara la muerte de los ganados.
Muchas veces en un llano árido y quemándome el sol, he esperado á que se dé agua á los animales que me conducian, presenciando la tarea de los sirvientes.
Otras veces me he detenido á ver á un muchacho tirando de una cuerda, desde el brocal de un pozo, y andando con el cordel que pasaba por la ruidosa carretilla, haciendo empuje con el hombro y el cuerpo, echado hácia adelante para sacar una bota que no bastaba para apagar la sed de un caballo, y cuántas ahora, aquí, me he puesto al frente de un raudal perenne, pensando en México, á ver trabajar este inanimado obrero, al que se le contempla casi con reconocimiento, porque es el dispensador del bien.
D. Quijote en las aspas de los molinos veia brazos amenazadores de gigantes: el brazo del molino americano, nos llama para refrigerarnos, y agita su pandereta en los aires como una gitana enamorada, para regocijarnos.
Los precios de los molinos, desde la fuerza de medio á cinco caballos, es desde noventa hasta quinientos cincuenta[156] pesos; pero estos últimos se aplican á toda especie de maquinaria.
—Y no obstante la abundancia de máquinas, me decia D. Andrés, ya sabrá vd. que aquí es donde más alta remuneracion tiene el trabajo; y si no, vea vd. la lista de salarios que casualmente traigo en el bolsillo.
Sacó su enorme cartera del bolsillo D. Andrés, cartera que balija parecia, y me leyó:
POR DIA. | |
Albañiles, carpinteros, torneros, herreros, toneleros,
ebanistas, pintores de brocha gorda, canteros, hojalateros, sastres y zapateros | $2 50 á $3 |
En las fábricas el salario es á doce pesos por semana, y para las artes mecánicas se calcula en veinte pesos.
No quise abusar más tiempo de la bondad de los señores de la Casa de Hallen. D. Andrés me impuso de la facilidad con que habia logrado situar muchas de aquellas máquinas en Campeche y Yucatan.
Tengo entendido que sin esfuerzo alguno podria formarse en nuestra Biblioteca una seccion con todos los avisos que aquí se riegan en los suelos y que se dan á los que pasan. Eso, solo por el atractivo de las figuras, seria una instruccion, haria llegar á conocimiento de todos, mejoras y progresos de todo punto desconocidos.
Al regresar por entre el tejido de callejones y vericuetos, fuí testigo de una escena que me hizo olvidar un tanto mi fatiga.
En la esquina de una de esas calles angostas y pendientes, al rayo del sol quemante, sobre un cajon de vino, con[157] una mesita de tijera al frente, un yankee en toda la gloria del humbug proclamaba las excelencias de unos polvos maravillosos para poner los dientes como el marfil; suavizar los labios como pétalos de rosa y perfumar el aliento.
El hombre hablaba como un energúmeno y sudaba á mares.
En mangas de camisa y sombrero alto, pelo rubio, nariz aguzada, un cuello como barnizado con tierra roja, escaso bigote rubio.
Usa chaleco negro, y de sus ojales penden toda especie de colgajos que remedan medallas, entre ellas una de la Vírgen de Guadalupe, y un peso español, son sus distinciones de honor, al decir de las gentes; se pasaba el cepillo por los dientes y salia un liston, ó unas letras de oro, ó una pluma: la gente estaba lela.... endiosada.... habia aplausos y silbidos, que aquí es otra variante del aplauso.
Hablando, hablando, se apoderó de un muchacho que estaba cerca, se lo sentó encima, lo sujetó, y ántes que pudiera volver en sí el chico, ya le habia metido el cepillo con polvos en la boca y le habia dado algunos restregones; el muchacho, entre llorando y riendo, mostraba una dentadura deliciosa.... la gente aplaudia.... y yo me retiré, porque aquel caribe, una vez enfurecido, podia seguir barriendo las dentaduras de todos los circunstantes.
Cuando doblé la esquina, ya habia tres muchachos pelando los dientes, como avisos animados de la mercancía del embaucador.
En la noche tomé uno de los carritos, con mil trabajos, y me dirigí á mi tertulia de los viérnes.
He dicho que cogí el carrito con mil trabajos, porque no[158] obstante haber carros en todas las Avenidas, ménos en la Quinta y en varias calles, y no obstante que en la doble vía se suceden sin interrupcion esos carros, formando líneas en contínuo movimiento, los carros están constantemente llenos, y á ciertas horas son asaltos, aprensamientos y luchas formales las que se tienen que emprender para trasladarse de un lugar á otro, por el módico precio de cinco centavos, en trayectos que pasan de dos leguas algunos de ellos.
El conductor del wagon jamás rehusa viajeros, aunque el vehículo rebose en gente y vayan en racimos en las plataformas y escaleras.
Lleno el número de asientos de cada carro, la gente se coloca de pié dominando á los que van sentados, y se afianza á unos palos que hay en la parte superior del wagon con unas argollas de cuero. Así, la parte excedente, ó va como racimos colgada en un perchero, ó se abre de brazos, y es una preciosa procesion de Cristos la que se presenta á la vista; en el invierno suele la alta temperatura, que en todos sentidos produce la aglomeracion de gente, tener sus atractivos; pero en verano, el rosbeef humano es, bajo todos sus aspectos, desagradable.
La controle de los entrantes y salientes la marcan una especie de horario y minutero en una como carátula de reloj: á cada pasajero que entra, tira el conductor de un cordel, suena una campana y marca el minutero una línea; el horario señala con números los centenares de viajeros.
En uno de los dias de la semana anterior, un solo carro de diez asientos de la Cuarta Avenida, habia conducido mil quinientos pasajeros.
Adviértase que la Cuarta Avenida no tiene en toda su[159] extension el tráfico que la Quinta, la Sétima y Octava; en la Sexta están en movimiento carros de dos pisos; el superior con sus asientos al aire libre y su toldo. Se asciende á ese primer piso por escaleras exteriores á que trepan, las ladies esencialmente, con el mayor desembarazo.
En mi tertulia me esperaban las excelentes personas con quienes ya tienen conocimiento mis lectores, y que me han procurado los únicos goces parecidos á los goces de familia que haya en Nueva-York.
D. Ramon, D. Pedro, Doña Ambrosia, Adela, Pepita, me recibieron con su amabilidad de costumbre. Hablábase de modas, de guisos, de teatros y no sé cuántas cosas más; pero en lo que se fijaban muy esencialmente, era en las criadas.
—Tener uno servidumbre irlandesa ó americana es mucho cuento, es buscar á quien servir. La criada se ajusta de diez á catorce pesos, pide su programa como un ministro de Estado, y no la saca vd. de ahí ni para poner á un niño un babero.
—Por supuesto que en ese programa no entra, continuó D. Ramon, estar en la casa por la noche, y esto es lo que más escuece á mi Sra. Doña Ambrosia.
—A la oracion de la noche, recamareras y fregonas se lavan, se asean, se plantan su gorrillo y recorren las calles como la señora más encopetada.
—Yo no soy para esas cosas, porque hasta en el cielo hay jerarquías: habla vd. con una criada, y se alista á tomar asiento; cuando vd. va á buscar á otra, está con el periódi[160]co ó con la pluma en la mano: ¡igualadas! y cada una se sueña mujer del Presidente de la República.
—En California, dije yo, habia una señora mexicana muy distinguida, que daba lecciones de español y de música, sosteniendo con este recurso, muy decentemente, su familia: faltóle una criada, y se presentó, como todas, de sombrilla, guantes y muy desembarazada, una hija del país.—¿Cuánto quiere vd. de salario? le dijo la señora.—Me he propuesto servir á vd. por solo la comida.—¿Cómo así?—Lo que vd. oye, señora; pero luego que acabe yo mi trabajo, y despues de vestirme, me dará vd. lecciones de español y de música, con toda dedicacion.
—No siga vd., Fidel, no siga, me dijo Doña Ambrosia, porque se me alborota la bílis; yo hubiera echado á rodar las escaleras á esa insolente.
—¡Insolente! ¿por qué? ¿porque proponia un cambio de servicios, tan honroso el uno como el otro? Confiese vd. que lo que nosotros queremos son esclavos, y que nos asombra verlos entre gentes; ¿por qué la criada no ha de ver el teatro ni concurrir al paseo?
—La casa es su oficina, decia Don Ramon como en broma, cultiva relaciones y familia, se sujeta al pacto celebrado, y esto es todo. En la casa se regularizan las costumbres.
—Mucho que se regularizan: á la oracion de la noche no arde lumbre en ninguna parte; y ya vd. lo habrá visto, el dia que hay una necesidad, uno va á las grozeries por lo más preciso.
—Pues yo en los hoteles en que he estado he visto servir á las irlandesas, como no es decible, y en general son[161] laboriosas, seguras, y la que se aquerencia en una casa, es inmejorable.
—Hay de todo, replicaba Doña Ambrosia, y como vdes. no lidian con ellas.... No, yo no estoy por esas igualdades.
—Entremos en cuentas: ¿qué tenemos de más que los criados? ¿No valen más un cochero honrado, un cocinero hábil y cumplido, un cargador puntual, que multitud de vagos petardistas y demás gente perdida? Entre nosotros, ese cochero y ese camarista es un animal doméstico: aquí es un hombre.
Por otra parte, la criada presa es perezosa y ladina; no habla á la señorita como igual, pero la adula y se convierte en su complice, ó bien chismea y se hace el espía de la vieja. El nene de la casa no la pedirá en matrimonio, pero la seducirá como un vil y se le lanzará con infamia de la casa, aunque lleve consigo algo muy allegado á la familia.
—La educacion latina y colonial, decia D. Pedro. ¿Cómo atreverse á pensar los siervos? ¿cómo vestir el lacayo como el señor? De ahí esas libreas que hacen de cada criado un polichinela, que lleva como una patente de degradacion á cuestas. Ese cochero de escarapela de cintas y alamares, ese joquey vestido de encarnado, es el hazme reir.... Aquí el cochero viste lo propio que cualquier diputado, porque es lo mismo, y el dependiente de hoy, puede ser nuestro juez mañana. En Nueva-York se usa la librea, sin que por esto deje el cochero su carácter de ciudadano: la librea es más bien institucion de lujo europeo.
—Así es en todo, replicaba Pepita: nosotros teniamos distinciones para todo; aquí todo se iguala. Vd. lo ve, teniamos la costumbre de ver al vecino de limpiabotas; hizo[162] un viaje, volvió poderoso y acaba de mudarse á la Quinta Avenida, á una casa mucho mejor que esta.
—Decimos igualdad, clamamos por ella y nos espanta verla aquí realizada, decia D. Pedro.
—Bueno será todo esto, decia D. Ramon; pero la educacion es una distincion que se impone, aunque dominen las ideas más liberales.
—Para eso que la eleccion depende de uno, replicaba Juanito; y cuando se elige mal, nadie tiene la culpa sino el que eligió.... ¿Vdes. conocen á mi amigo Eduardo Piña?
—Lo conozco, dijo D. Pedro, es un excelente muchacho: se hace notable, sobre todo, por su finura y moderacion.
—Pues oigan vdes., continuó Juanito, lo que le aconteció, á los muy pocos dias de llegado aquí. No sabia palabra de inglés y vagaba deslumbrado con las muchas mujeres que pululan por todas partes en esta ciudad.
Una tarde encontró en un carrito una jóven de singular hermosura; la vió, coqueteó, sonrió.... la jóven salió del carro y él en pos de ella; anduvo un poco, tomó otro carro, y Eduardo la siguió frenético: al bajar por segunda vez, le dijo: "Yo amo á vd.," únicas palabras que sabia de inglés: ella sonrió, y á poco caminaban del brazo como Julieta y Romeo: al pasar por uno de esos restaurants, que son como desbordamientos de luz vivísima, como Dios dió á entender á Eduardo invitó á su adorado tormento á tomar alguna cosa, haciéndole señas, ó como pudo. La jóven aceptó; penetraron salones, subieron escaleras, y en un gabinete reservado, un criado oficioso sirvió ostiones, Champaña y no sé cuántas cosas más, porque ya sabemos que tienen diente devorador por aquí las hijas de Eva: terminado el refrige[163]rio, como es costumbre, el criado presentó en un platillo de plata su cuenta. Eran seis pesos y no sé cuántos centavos.
Sacó Eduardo un billete de á diez pesos: la jóven lo tomó y le dirigió la palabra al criado: el criado replicó, Eduardo no entendia una sílaba; pero veia algo de descompasado en la señora de sus pensamientos; acudió gente; á Eduardo se le figuró que el criado faltaba al respeto á la señora y se dispuso á arremeter con él, todo en medio de gritos y de escándalo, en que mi pobre amigo tenia fiebre.... sobre todo porque no entendia una sílaba.... por fin, vino el administrador de la casa, que sabe algo de frances, y explicó á Eduardo que la señorita creia exagerada la cuenta, y defendia á capa y espada unos veinticinco centavos.... Eduardo hubiera dado lo que llevaba en el bolsillo por haber evitado el escándalo.... ella estaba rabiosa, y á pesar de la conformidad de Eduardo, defendia sus intereses como una verdulera....
—Ya vd. lo ve; y si Eduardo fuera de ménos talento, diria que las damas americanas son pleitistas y furibundas como unas arpías. Aquella era una honrada cocinera.
—Añada vd. á eso, dijo Adela, que hay muchas criadas de buena educacion, y de modales que en nada se diferencían de los usados en la buena sociedad.
—Por qué no dices de una vez, que aquí se le ha hecho á la gentuza la suya, y así te quitarias de distinciones. ¿Dónde está la gente fina y de título?.... y no la hay. ¿Cuál es la clase media? y ni quien conteste. ¿Dónde está la canalla?.... pues si aquí no hay canalla; y tienen vdes. que pierde la cabeza el más pintado, porque uno tiene la costumbre de ver las cosas de otra manera.
[164] —En efecto, señora, lo que hay aquí es pueblo, que es lo que se encuentra con gran dificultad en nuestra tierra y en la de Fidel, repuso D. Pedro.
—¡Ave María Purísima! dijo Doña Ambrosia, ya vamos á entrar en la política, que á todos nos pone de mal humor.
—Ya no sigo, Sra. Doña Ambrosia, repuso D. Pedro; pero otro dia hablaremos de la gente fina y de las categorías sociales.
Pick-nick marino.—Rockway.—Los muelles.—El vapor "Plimouth."—Paisajes.—Bañadores.—Pavilion Baths.—Cantina.—Museo.—Fonda.—Los baños.—Modorra.—Un romance.—Regreso.—Las Tumbas.—Laberinto.—Asco y degradacion.—Una cita de poetas.—Jacinto Gutierrez.—Perez Bonald.—El Café Delmónico.—Lectura de mis versos.
Ayer sí que estuvo el diablo en holgorio: paseo en el mar, baile, baños; ¡cuántas cosas juntas para echar, no una cana al aire, sino todas las canas, y gastar todo un tintero de tinta color de rosa!
Trátase de un gran Pick-nick: yo tenia premeditada semejante excursion, habia recorrido con avidez el Heraldo, y me habia fijado en un paseo á Rockway, que es uno de tantos preciosos islotes que bordan y alegran la bahía.
Ya hemos dicho al hablar de los Pick-nick de San Fran[166]cisco y de Orleans, que ó esa diversion se hace á escote y en familia, ó es una empresa la que toma á su cargo procurar el local y la música, ó como éste, el empresario del Pick-nick toma el vehículo para determinado lugar.
Fué domingo ayer: á las nueve de la mañana mi caballeroso amigo Buzeti estaba listo, con todas las instrucciones correspondientes.
El vapor de rio es de los más elegantes; el precio, de tránsito cincuenta centavos; la música la del regimiento 23, famosa por sus walses y por sus cuadrillas de Orfeo en los Infiernos.
Como todos los domingos, la ciudad estaba desierta. Atravesamos calles y más calles solitarias, tomamos por el frente de los muelles, despues cruzamos la série de calles con sus tejados y sus hileras de pequeñas puertas que forman el sucio Mercado de Washington. En el mercado no habia una sola persona; los clavijeros vacíos, los mostradores solitarios: yo no he visto esqueleto más triste que el de ese mercado.
Del otro lado de la calle silenciosa, es decir, en la bahía, se oian músicas, y colgando de los altos palos de los buques flotaban grandes banderas y banderas pequeñitas, en cordeles que bajan desde lo más alto al casco del buque, recordando á todas las naciones de la tierra.... la bandera de México no se veia allí. Estas banderas con cria me caen en gracia.
A la entrada de cada muelle habia gente agolpada buscando el Pick-nick de su eleccion. Descendian de los carruajes y desembocaban de las bocacalles los paseantes, en lo general en familia: el padre cargando á los nenes y llevando[167] á otro de la mano, con sus botecitos de hoja de lata con comida; la mamá con un bolson ó con un canasto, tambien con municiones de boca; de vez en cuando una suegra, tambien oficiosa y útil, porque es de advertir que la suegra en este país es un animal de todo punto domesticado.
En pocos grupos amigos íntimos, casi en ninguno convidados.
Rios de gente corrian en los muelles, al punto que solo para Rockway y sus inmediaciones partieron ese dia más de cuarenta mil personas. Para Corregisland y los otros puntos de recreo, más de cien mil.
El vapor que nos condujo se llama el "Plimouth:" es un vapor de rio de grandes dimensiones y sin duda destinado para largas travesías. Amplio salon con alfombras, lleno de espejos, sofás y sillas lujosísimas, toldo á proa sombreando extensas y cómodas bancas, amplios corredores cubiertos de sillas, y en la parte baja la tabaquería y el bar-room, la venta de carnes frias y los puestos con dulces, flores y frutas.
En la parte baja del buque, entrándose por un pórtico de columnas graciosas y estatuas colosales, se extiende en amplísimo salon el comedor, con su mesa redonda y sus mesillas aisladas, con sus jarrones de flores y sus grandes ventanas, desde donde se ven los mil encantadores paisajes que va recorriendo el vapor.
Entre el mugir de las embarcaciones que llegaban y partian; al ruido de las campanas de los templos; á los ecos de las músicas marciales de los otros vapores, emprendimos la marcha cerca de dos mil personas, con la novedad que, aunque repetida siempre, siempre se produce á la vista de esas[168] ciudades flotantes y de esa multitud de sombrillas, sombreros de paja, gorros con flores, cintas, velos y gasas.
Los bosques de mástiles hacian ver, como tras de una celosía, por un lado Broklyn, por el otro Jersey, entre sus arboledas; al frente, los fuertes; á los lados, los botes mil y los barquichuelos, con sus velas tendidas rozando las aguas.
El conjunto era como el de una plaza pública; los niños atravesaban corriendo; las jóvenes y los jóvenes pasaban coqueteando; las ancianas y la gente séria leia sus periódicos, y las madres de familia batallaban con sus bebes y los tenian en su regazo dándoles el pecho. Y no obstante la multitud, el gentío era silencioso; no iba, lo trasladaban, estaba allí como pudiera en cualquiera otra parte.
—Vea vd., me decia mi compañero, aquella que parece gran señora, que cuando levanta su brazo ostenta sus muchas pulseras con campanillas y monedas, signo de sus muchos adoradores: es una obrera.... veale vd. las manos que oculta siempre con el pañuelo.
—¿Y esos jóvenes de sombreros de paja y bastoncillos, zapato bajo y medias de colores?
—Son sastres, empleados de las tiendas de abarrotes, conductores de ferrocarriles: de á legua se les distingue.
—Hombre, si no puede ser: esa es mucha seda, y mucho lujo, y mucho abanico.
—Pues es lo que le digo á vd.: yo no respondo de cómo estarán los retretes de estas hermosuras, ni las pobrezas que por allá revelarán camas y ajuares, sartenes y percheros; pero en la calle, todas son grandes señoras.
—Vea vd., ese es el calavera ordinario que da cada silbido que crispa las carnes, zapatea como un arlequin y reto[169]za como quien es.... Pero vea vd. qué aspecto ofrece (dejando este salon), la inmensidad del mar.
Vea vd. aquella multitud que parece devorada por las olas.
En efecto, bajo un escalon de verdura que baja á la playa oriental, se extiende una inmensa faja de arena, y se percibe, como saliendo de las olas, un inmenso letrero que dice: Northon and Murray Pavilion Baths.
Aquel y otros establecimientos de baños son frecuentados los domingos por más de cien mil personas. Corona la gente el escalon bajo toldos y sombrillas, y los nadadores se lanzan á las olas, variando al infinito los espectáculos.
El hombre usa para bañarse los calzones de punto que conocemos; las mujeres, sacos oscuros, pero no tan celosos, que no dejen percibir en toda su belleza las formas de estas mujeres hechiceras.
Sonó al fin el vapor, como relincha un caballo que reconoce su establo. Miéntras llegábamos, yo improvisé el versito que sigue:
[172] Rockway es un pueblecito en miniatura: se ve la lucha de muelles, hoteles y casas de campo, entre el arenal, las arboledas y las rocas; los muelles tienden sus brazos desde la playa; las ventanas y miradores sonríen al viajero. Por entre los árboles asoman las casas y sobresalen sus techos de las copas de los más elevados, blanqueando con alegría entre la verdura.
Tiene el pueblo soberbios restaurants y buenas cantinas, mostradores con soda, juegos de bolos, museo y baños.
En una ceja de tierra, y pronta para partir á Long-Island, esperaba la locomotora, bufando impaciente por partir.
Nosotros paramos en el hotel más afamado, que aloja personas distinguidas durante la estacion de los baños. En el extensísimo corredor que ve al mar, se suelen dar bailes magníficos.
Las dos mil personas que contenia el buque se vertieron como un torrente, dispersándose y tomando cada cual su camino; muchos se dirigieron á la sombra de los árboles á hacer en grupos sus almuerzos.
La calle única que merezca este nombre, no obstante lo sofocante del sol, estaba inundada de gente de paraguas ó sombrillas, que son adminículos indispensables allí, en todas las situaciones de la vida.
Ví el Museo, el Museo de segunda mano, el Museo tendejon, el burlote de Museo: un juil, una cresta de gallo, un gato: yo no sé lo que me pareció todo aquello; era como una de esas gracias que á todos dejan sérios; era como si cualquiera pusiese Museo, al cuarto que más desechos y tarantines tuviese en su casa....
[173] —Hombre, salgámonos de aquí, le dije á mi compañero, que tengo la bílis en las pestañas.
—American plan, me respondia mi amigo, conteniendo la risa.... Veamos si los baños nos presentan mayor diversion.
En efecto, el espectáculo, para mí, tenia más novedad.
Hombres y mujeres se bañaban juntos, y ya he descrito los trages; pero como el mar es bravo y tienen miedo las chicas, por cubrirse bien el pecho, se descubren las rodillas.... y ya solté esa especie de versito para los aficionados.... pero así es la verdad.
La leve envoltura de la bañadora se embebe tanto tanto, que aquello es una temeridad.... En las delgadas suele haber pliegues discretos y follaje púdico; pero en las gordas ¡santo cielo!...... esas gordas son una bola de gusto....
Y en este particular, la enjundia y el aquello de la civilizacion produce tales fenómenos, que personas del bello sexo que pudieran salir del baño al encuentro de su ropa, casi desapercibidas.... salen y rodean por donde la multitud, en semicírculo, disfruta del espectáculo de la natacion. Esos cuadros al natural no tienen precio. El yankee suele ver esto medio dormido.... y al presenciar algo de un mundo desconocido, exclama con imperturbable flema: oll right! y sigue mondando un limon con su enorme navaja.... pero no todo está tan frio, y los vejetes y los chicos de trueno.... se sacuden.... y mucho que se sacuden....
Yo no sé, pero la opinion unánime es que los baños son divertidos.... y á mí, para no mentir, me parecieron tambien muy divertidos.
Almorzamos en el restaurant: nos invadió la modorra, porque el sol era tremendo, y esperamos para regresar, las cuatro de la tarde.
—Vd. se ha fastidiado, me decia mi amigo; apénas hemos oido la música, y aquel coro destemplado no debe haber divertido á vd. mucho.
—Yo no sé, tal vez el estado de mi espíritu; pero la gente me ha parecido triste, no se comunican unos grupos con otros, casi no hablan, ni los amantes, que siempre tienen algo que decirse....
La tarde era magnífica. Algunas parejas aisladas habian tomado sus botes, y se veian á distancia bogando en el mar.
El caballero alquila el bote, se quita la levita y empuña sus remos; la dama, esbelta, audaz y generalmente enamorada, se sienta en la popa sombreándose con su paraguas, y así se entregan al desierto de las aguas.... Esos paseos me parecieron llenos de encantadora poesía.
—No crea vd., continuaba B***, que no se conformaba con mi tristeza, que todos los Pick-nicks son así. Muchos los forman familias, de las que cada una da un platillo para la mesa. En los Pick-nicks de franceses reina la alegría, no cesan las canciones, y los bailes tienen animacion, á la luz de la luna que ilumina el mar....
Aburrido de no entender palabra ni conocer á nadie, me senté en un rincon y consagré, en mi cartera, los recuerdos de mi expedicion á Rockway, del modo siguiente:
[177] Antes de escribir los últimos versos del anterior romance, estaba llamándome B*** para que saliese á ver la multitud de vapores, embarcaciones pequeñas y botes que iban cruzando las aguas por donde nosotros bogábamos.
El espectáculo era animadísimo: pescadores, simples paseantes, muchachos audaces, marineros en asueto, familias pobres con sus chicuelos al borde del bote, ó haciendo saltar las aguas en leves glóbulos, poniendo su mano contra la corriente.
A nuestra vista, los remeros levantaban sus remos en señal de respeto; los pañuelos y los sombreros se agitaban, unos chicos enarbolaban sus camisas, y nos saludaban sus mangas desgobernadas....
Anclamos en Brockyn, tomamos por ese laberinto de callejones que miran al Este, culebrean, se embrollan y parecen extenderse cerca de City Hall; pero saltan por su espalda, se enmarañan y complican, desembocando al fin á Broadway, que atraviesan como en fuga para perderse por el laberinto del Weste. La mayor parte de esas calles son como hechas en máquina: todas, las mismas paredes de ladrillo, las mismas hileras de ventanas con sus persianas verdes. Y la parte baja, tendajos, casas de empeño, y grozeries, entre almacenes, fábricas y templos.
Las Tumbas, esa prision pavorosa, con sus gruesos pilares, cuadrada, maciza, como sentada tras de sus hierros, y á medio cubrir con el manto de yerba que cuelga como desgarrado á su espalda.
En un salon colocado inmediatamente á la derecha de la entrada, es donde há lugar el primer exámen de los que caen bajo la accion de la justicia. Llámase "Tombs Police[178] Court," ó "Juzgado de Policía de las Tumbas," y allí toma asiento todas las mañanas un Juez de Distrito que escucha los cargos que presenta la policía contra los arrestados y dispone de la suerte ulterior de éstos. En los casos de menor cuantía, tales como embriaguez, conducta desordenada ó vagancia, aquel magistrado tiene la facultad de imponer multa, sumaria ó prision, ó perdonar la falta.
Las órdenes de encarcelamiento son para el juicio ulterior del reo, por uno de los varios tribunales superiores; pero el único de éstos que administra justicia en las Tumbas, es el Tribunal de Sesiones especiales, ó "Court of Special Sessions." Dos jueces presiden este tribunal, los mártes, juéves y sábados de cada semana, para resolver sobre los delitos de pequeños robos, asaltos y atropellos personales, y otros menores. El conocimiento que dichos jueces tienen de las clases y hasta de los individuos, la mayor parte reincidentes, cuyos desmanes tienen que castigar, les permite apreciar los distintos casos imparcialmente y aplicar el condigno castigo, y si las influencias políticas no se emplearan algunas veces en torcer el curso de la Justicia, esos jueces llegarian á ser el terror de los malvados, purgando en gran manera á la sociedad de los muchos que la infestan, confiados en la impunidad que dicha influencia política les ofrece. Muchos de esos criminales salen de este tribunal para ir á ocupar las celdas ó calabozos; pero la mayor parte de éstos recibe sus huéspedes del Tribunal de Sesiones generales y demás tribunales superiores. La distribucion y arreglo del interior de las Tumbas, en la parte carcelaria, se diferencían poco de los demás establecimientos de su clase, carecen de comodidades y tienen poca ventilacion.
La aglomeracion de presos, no solo perjudica la higiene sino que en lo moral tiene pésima influencia.
Hay once calabozos especiales destinados á los reos de prision perpétua ó pena de muerte. Otros seis calabozos se dedican para compurgar delitos de cierta gravedad, y los seis restantes sirven como de hospital.
En la parte superior hay ochenta y dos celdas. Cada preso cuesta al condado treinta centavos próximamente por su manutencion.
El patio interior que rodea los calabozos, es el lugar en que se aplica la última pena, y aun cuando nada denota el destino que de vez en cuando está llamado á ejercer, la lobreguez que lo domina, las barras de hierro que cierran los estrechos huecos por donde apénas penetran el aire y la luz en los calabozos, al parecer incrustados en las sólidas murallas de piedra gris, y las ideas que naturalmente surgen en la mente del que la curiosidad lleva á aquel sitio, le imprimen un sentimiento involuntario de terror, cada vez que el eco se despierta en aquel lúgubre recinto, al ruido de los pasos.
Las calles angostas y torcidas, la soledad, la suciedad y la basura, dan triste aspecto á esas calles que rodean las Tumbas, que parecen de una ciudad en que residen el hambre y la peste.
La vejez de la mayor parte de estos edificios es espantosa; las falsificaciones de piedra que hacen tan buen efecto cuando las casas están nuevas, se ponen en evidencia: es la costra, es la llaga, es la hérpes en las escaleras, el tumor en las cornisas, el mal de San Lázaro en las puertas y ventanas.
Por allí resulta reja de palo la que se creia pared; más[180] arriba la torre es el costillar de un esqueleto; cuelgan las duelas al suelo; las puertas, las celosías, aparecen como sobrepuestas, como si se quisieran reacomodar sobre un cráneo facciones de otro rostro humano.
Al abrirse un cimiento, se forma ante todo un estanque en seco, que es el basamento; despues se levanta un cono de ladrillo; esa es la cloaca y lo único que sobrevive entre aquella osamenta de astillas, ladrillos rotos, chirlos de papel dorado, pero de un oro sarcástico, terrible, como es terrible un rizo rubio y sedoso flotando sobre un cráneo.
A veces una puerta corrediza da paso á un callejon, despues á un corral coronado de esas habitaciones en alto, habitadas por grupos, por resíduos, por palizadas de gente, por trasformaciones de alacranes, mestizos, sapos y tortugas, que sin perder del todo su forma, pertenecen á la humanidad.
La decadencia del sombrero, la caducidad de la seda, la petrificacion del zapato y la trasmutacion de la piel humana en pellejo, en badana, en corteza y en cuarzo. Yo no he visto nada de más tremendamente hediondo ni espantable que hombres, y mujeres, y cosas, como las que yo percibí en aquella madriguera de la embriaguez y de la calentura perniciosa.
Comí de prisa, porque me esperaban mis amigos Jacinto Gutierrez y Perez Bonald, para tomar un refresco en el Café Delmónico.
Permítanme mis lectores que les presente á mis amigos, y descansaremos despues en el café.
[181] Es el Sr. D. Jacinto Gutierrez y Coll un hombre de cerca de cuarenta años, pequeño de cuerpo, de color moreno, profusa barba y ojos negros y grandes llenos de vida; nació en Venezuela, donde hizo brillantes estudios, completó su educacion en Paris, donde estuvo como secretario de la legacion de su país, encargado de negocios, y desempeña actualmente en Nueva-York el Consulado general de Guatemala.
El Sr. Gutierrez es notable poeta: nutrido en la escuela francesa, debe á ella sus bellezas y sus defectos; es correctísimo, pule con amor sus frases y las redondea con delicadeza exquisita, engastando en ellas joyas de valía, hasta ser como una filigrana, cuajada de piedras preciosas, cada una de sus composiciones.
La patria, los íntimos dolores del alma, el amor, forman las cuerdas más preciosas de su lira.
Habla con pasion; de su entendimiento concentrado se lanzan relámpagos de fogosa elocuencia por intervalos; y á la claridad de esos relámpagos, se percibe la lucha del poeta con el filósofo y el escéptico.
El Sr. Perez Bonald es un hombre de treinta y cinco años, venezolano tambien, alto, blanco, de frente despejada, insinuante y afable.
El Sr. Bonald está dedicado al comercio, sus ocios los entrega á la literatura y cultiva con muy buen éxito la poesía.
Posee varios idiomas, y entre ellos el aleman, con notable perfeccion. La dote más sobresaliente de su alma, es la admiracion por el ajeno mérito. Exento de toda pretension, ignorante con sinceridad de su elevado mérito, hizo culto de su cariño á Heim, y el gran poeta ha tenido un intérprete fiel de sus inspiraciones singulares.
[182] La traduccion de las poesías del Voltaire aleman, hechas por el Sr. Perez Bonald, acaba de ver la luz pública en Nueva-York, en medio de los entusiastas elogios de la prensa.
El Café Delmónico, uno de los más espléndidos de esta ciudad de esplendores, está situado en la Quinta Avenida y consta de tres secciones.
El gran Salon del Restaurant, con sus pequeñas mesas, sus alfombras, sus espejos, sus torrentes de luz de gas y su tapicería deslumbradora.
Los gabinetes reservados ó retretes en que se aisla una pareja de amigos ó una familia, verdaderos nidos del placer y del bienestar, y el café, vastísimo salon lleno de columnas y sembrado de pequeñas mesas, á la usanza de México, con su gran cantina surtida de licores delicados, refrescos, café y chocolate, que aquí se acostumbra aguado, sin dulce y tomado con cuchara.
El servicio no deja que desear: los criados visten con perfecta elegancia, presentan sus cuentas escritas en un platillo de plata. En el café se fuma libremente.
Instalámonos en una mesilla del café: el Sr. Gutierrez me habia leido sus versos, que yo habia admirado; el Sr. Bonald me habia obsequiado con un tomito de su preciosa traduccion. Nuestra cita era para que yo les leyese algunas de mis coplas; y no obstante haber hecho pocas y la mayor parte improvisadas, con lápiz, en la cartera, sobre la rodilla, la instancia fué tal, que rayaba en descortesía mi resistencia.
Pedimos refresco: saqué mi carterita y un rollo de manuscritos, y hénos ahí delirando, soñando, iniciando á aquella familia tierna y entusiasta que me deparaba el destino, en mis más íntimos dolores....
[183] Olvidé el café y las conveniencias todas; leia como si no tuviera auditorio; leia como quien tiene la conciencia de que por primera vez se le comprende. Era la lectura cansada; pero yo seguia, sin considerar que del mismo Homero habrian fastidiado dos horas de versos.... Pero ya los literatos y los conocidos no existian; eran los confidentes; eran los amigos; era el viejo marino que contaba sus naufragios á los que solo conocian del mar los esplendores y las brisas.
Insensiblemente nos veiamos el espíritu: la patria inspiraba; la raza reclamaba sus fueros; las auras de los primeros años replegaban el ala, para besar nuestras frentes enamoradas con el canto de nuestros recuerdos.
El café habia quedado medio solitario cuando acabé de leer, en medio de testimonios de generosa estimacion, que nunca olvidaré.
Mataderos de reses.—Su descripcion.—El verdugo de los toros.—Un cambio de frente.—El Dr. Agramonte.—El Lic. Agramonte.—El Puente de Harlem.—Alrededores y descripcion del puente.—Medicinas de patente.—Estudios médicos.—Hospital de mujeres.—Visita á varios departamentos.—Consultas y beneficencia.—La señorita Jhonson.
Hoy es mal dia, dije á mi querido Buzeti al verlo entrar por mi puerta. Hoy es dia negro, es el santo de mi hija y tengo el alma como un calabozo.
—Por lo mismo nos vamos, me dijo mi caballeroso compañero, y nos vamos muy léjos, vamos á ver un matadero de reses. Lo que vd. oye, continuó mi amigo. Vd. ha manifestado su deseo feroz de ver esas escenas de sangre, y nos vamos ahora á buscar la Segunda Avenida.
Y diciendo y haciendo, dejamos el cuarto, y remando y[186] codeando, llegamos á la Primera Avenida, tristona y desmantelada, atravesada por un solo carrito que conduce poca gente.
Llegamos á la Segunda Avenida y al punto designado para ver la matanza; pero nada me indicaba que estuviésemos en el lugar buscado, y es de advertir que caminaba con suma atencion, porque acababa de leer en un periódico las torerías que hizo una de esas víctimas de la gula humana, quebrantando su encierro y embistiendo con cuanto se le ponia delante, al extremo de haber algunos muertos y muchos contusos y desquebrajados.
Hizo alto Buzeti á la puerta de una larga bodega bien envigada, y en la que se veia delicado aseo. La bodega tenia salida por una hilera de puertas, y de la parte interior, entre ellas, habia pequeñas mesas como para escribir de pié.
La extensa galera está dividida por un corrido cancel de tablas que da á la mitad de la pared.
Entre el techo y el cancel hay líneas paralelas formando como caminos para rieles, y en que realmente ruedan aparatos que dan á carretillas suspendidas del lado opuesto del cancel de la bodega.
—Este es el matadero, me dijo mi guía, presentándome á un jóven elegantemente vestido y de cumplida educacion.
Frente á cada una de las puertas que dan á la calle, hay puertecillas de madera en el interior que comunican con la otra seccion, de las dos en que á la bodega divide el cancel.
Abrió, una puertecilla el jóven administrador de la casa y nos encontramos al lado opuesto de la galera, con sus puertas como la parte de la calle. Sobre cada puerta hay una[187] garrucha; en el suelo, junto al quicio de cada puerta, hay un gran círculo giratorio de gruesos tablones y vigas.
Un callejon de la extension de la galera, perfectamente enlosado, sirve de patio al matadero.
Al lado opuesto del callejon hay una série de toriles que dan á otras tantas puertas comunicadas con igual número, que se comunican con la espalda de la casa. Por allí entra el ganado colocándose en su toril, de una en una las reses.
Muy pocos dependientes, calzados bien, vestidos de negro, con sus camisetas limpias y algunos con un pequeño delantal, hacen el servicio.
En el fondo de la pieza estaba un banco: en él se veia un anciano de barba blanca, con manchones negros de pelo ensortijado blanco, nariz afilada, ojos hundidos, frente taciturna; tenia un larguísimo cuchillo despuntado en la mano. Aquel es el matador, el verdugo de los toros.
Corre paralelo á los quicios que dan al patio, un caño en comunicacion con los grandes depósitos de agua que hay en todas las alturas.
De las garruchas de la galera parten unos cables que caen en los toriles; allí se laza por las astas á la víctima, se abre la puerta y la carretilla se mueve hasta llevar al toro al círculo giratorio; da una vuelta el toro, resulta colgado de los piés y con la cabeza sobre el quicio que da al caño. Entónces llaman al verdugo, cargado de hombros, con unas largas botas en las que están introducidos sus pantalones, con un fieltro negro, cuyas alas pequeñísimas caen sobre sus cabellos canos y su frente.
El verdugo, veloz como no lo puede calcular la imagina[188]cion, degüella al toro: la sangre surge en un chorro humeante que recibe un criado en una cubeta, porque esa sangre se remite á las refinadurías de azúcar.
La sangre que cae en el caño desaparece por torrentes de agua. El círculo de madera gira de nuevo y quedan en la galera interior las secciones en que se destaza la res.
La operacion completa no dura diez minutos, y se pueden matar veinticinco reses á la vez. Es decir, ciento cincuenta toros en una hora.
La carne se coloca en la seccion de la galera que da á la calle, donde acuden á repartirla los carros, despues de hechas las apuntaciones respectivas en las varias mesitas ó escritorios de que hablamos al principio. Hay multitud de mataderos en Nueva-York como los descritos, que abastecen la gran ciudad. El matadero principal, que tiene otra forma, está entre Jersey y Newark.
El verdugo me hizo una impresion singular: su tremendo cuchillo es como una prolongacion de su mano; apénas permite que se vea, y no lo suelta jamás. Es todo él tan fino, que no le iguala la mejor navaja de barba. Los cuchillos de que se sirve esa casa, vienen de Paris á precios verdaderamente fabulosos.
Dimos las gracias al jóven que nos mostró el establecimiento, y tomamos el camino del hotel.
Apénas ponia yo el pié fuera del wagon para dirigirme á mi hotel, cuando una voz me dijo á mi espalda:
—Ahora suba vd. en ese otro wagon que regresa.
Volvíme á ver quién me daba órdenes tan terminantes, y ví el cuerpecillo flaco, los ojos azules y la poblada patilla rubia del Dr. Enrique Agramonte, persona que honra[189] por sus talentos y virtudes el nombre de Cuba, su patria, en la Ciudad Imperio.
El Dr. Agramonte es hermano del héroe ilustre Lic. Ignacio Agramonte, uno de los primeros y más esclarecidos caudillos de la independencia de Cuba: hizo sus estudios en su patria.
Cuando en 11 de Noviembre de 1868 estalló el grito de Bayamo en el glorioso levantamiento del Camaguey, se vieron á los dos hermanos Agramonte, que habiendo dejado su posicion social y sus fortunas, empuñaron las armas como últimos soldados y figuraron en esa série de combates que forma un proemio brillante á la Iliada de la independencia de aquella perla de las Antillas.
El padre y las hermanas de los jóvenes patriotas vinieron á residir á Nueva-York.
Orador elocuentísimo, sabio en el consejo y arrojado en la lucha, el Lic. Agramonte prestó eminentes servicios á la patria, hasta ser llamado al ministerio, que renunció por seguir al frente de las tropas, entre las que gozaba merecido prestigio.
Encontrábase la lid muy empeñada, cuando recibieron los hermanos Agramonte la noticia de la muerte del padre y del desamparo en que la familia quedaba.
Con tan funesto motivo, vino á Nueva-York mi amigo D. Enrique. Aquí recibió la noticia de la muerte de D. Ignacio, acaecida en la sangrienta batalla del Sinaguayu (11 de Mayo de 1873), cargando á la bayoneta al frente de sus tropas, y dejando en la desolacion á su familia y su esposa, que vió el cadáver del que tanto amaba, cuando aún brillaba en el cielo de su corazon la luna de miel.
Mi amigo Enrique, hecho cargo de la familia, recurrió á su profesion, en que sobresalia: se opuso á una cátedra en uno de los hospitales de más nombre, y la obtuvo, siendo cada dia más considerado en esta sociedad por su ciencia y virtudes.
Tal es el chico que me hizo retroceder en mi camino. Obedecí á su indicacion, y en el wagon me dijo:
—Voy á Harlem: miéntras hago mi visita, vd. verá el puente, y entretanto charlaremos.
Atravesamos calles y más calles al Norte de la ciudad, hasta que despues de mucho andar paró el carro, que llevaba traza de estar en movimiento por toda la eternidad.
Amplísimo es el rio Harlem, límite Norte de la célebre isla de Manhattam.
A la opuesta orilla hormiguean entre los árboles las casas y las fábricas. A mi derecha atravesaba, materialmente casi sobre las aguas, un ferrocarril; á mi izquierda se tendia el rio cruzado de botes y de vapores en movimiento.
A mis piés, en una hundicion de terreno, bajo un amplio tejado, está un salon contiguo á un elegante restaurant, donde por la parte que da al rio se sirven limonadas y helados.
Sobre el rio está el embarcadero y el punto de alquiler de los botes; á poca distancia el muelle para los vapores que atraviesan aquellas aguas.
El puente, aunque de maciza construccion, no corresponde en belleza á sus costos, pero es digno de las miradas del viajero. Tiéndese de uno al otro lado del rio en una extension de más de doscientas varas, formando una calzada de madera con rejas de fierro. La calzada tendrá veinte varas.[191] En su centro forman calle tres arcos de cada lado colocados de modo que entre los arcos y el barandal, quede amplio tránsito para la gente de á pié, miéntras van por el centro los carruajes. De los tres arcos de cada lado, dos tienden sus curvas á la altura de tres varas y el central de seis.
Por la parte exterior del puente que ve á las aguas, descansa su macizo maderámen en gruesas columnas de fierro que encajan en el rio. En el centro son cuatro las robustísimas columnas, y las coronan rieles circulares con ruedas, adheridas al reverso de esa parte del puente.
Sobre los arcos centrales de este monumento se levanta una casita de madera que domina el rio, y donde se hace el servicio del puente.
Apénas se anuncia una embarcacion, cuando como por mágia se desarticula el puente: toda la parte central, con la casa, los viajeros y carruajes, vuela sobre las aguas y queda suspendida siguiendo la corriente, miéntras altivo y resoplando cruza el vapor. Entónces vuelve á girar la parte separada, y se ajusta y continúa el tránsito.
El espectáculo fué para mí de todo punto inesperado; me tocó girar en la parte que se abre, y ví cruzar, como en un desvanecimiento, casas, árboles, navíos, caballos y carruajes.
El Puente de Harlem excita con mucha razon la curiosidad de los viajeros.
Regresó el doctor en compañía de un estudiante de leyes, habanero despierto, audaz, abusando del acento del país natal y dando suelta á esa suficiencia y á ese desenfado, patrimonio de los primeros años.
—Quite vd. de ahí, hombre, estos no son estudios ni valen un ardite, principalmente tratándose de medicinas.
Aquí el primer perillan que coge un poco de tizne de la cocina, le echa agua y unas gotas de álcali, ya puede pedir patente y salir por esos mundos de Dios curando con su Black watter, lo mismo los callos que la retina del ojo.
—No niego que hay mucho humbug y mucha droga; pero hay sabios de primer órden en el ejercicio de mi profesion.
—Yo no me meto en personalidades, replicaba el letrado de Puerto Príncipe; pero vd., caballero, decidirá. (Aquí fueron los saludos y las presentaciones.)
—Figure usted, siguió diciendo con suma animacion: aquí, para el estudio de la medicina, á nadie se pregunta, ni de dónde vienes, ni qué sabes. A Perico el de los Palotes se le viene á las mientes ser médico, y no hay más sino que se inscribe á los cursos.
Los cursos duran tres años: comienzan el 1.º de Setiembre y concluyen en fin de Febrero. En resumidas cuentas, en año y medio se recorre toda la ciencia médica, y no puede darse más diabólica aplicacion al vapor.
Las lecciones son orales, cada profesor tiene su ramo: se para en la tribuna cada maestro, y con una celeridad de que ni idea puede formarse, lanza como con jeringa una peroracion, y.... termina la cátedra.
Los exámenes son mucho, muy ligeros, se pasan en un trago, y la ciencia, encargada de la conservacion y de la vida del hombre, entra por la puerta de la superficialidad y de la charla, y sale por la de los negocios, como si se tratase de traficantes.
—Te confieso, decia Enrique, que no hay mucho de exagerado en esa pintura; pero lo que callas es que tiene tal[193] valía eso de que el hombre asuma la responsabilidad de sus acciones, que hay médicos eminentes, y entre ellos pueden citarse á Alfred Post, Martin Payne; al catedrático de anatomía, Winter; á Loomis y otros muchos que comprenden sus deberes como maestros y que profesan la santa religion de la ciencia.
—Te he dicho, replicaba el estudiante, que yo no me meto con las individualidades. Nada de eso; te digo que he visto tal tempestad de médicos y tan bárbaros muchos de ellos, que en mi tierra ni como albéitares figurarian.
Las mismas oposiciones, no se hacen por gloria ni porque ellas produzcan remuneracion, nada de eso; es uno de tantos recursos de avisar al público que allí hay un médico ménos adocenado que los otros, y eso trae clientela.
—Ya vd. lo ve, dije yo, el público y siempre el público, que es el marchante, es el que tiene de calificar la obra.
—Los exámenes, siguió Enrique, depuran la charla, y en ese punto nada más noble que el proceder de estos hombres: para la ciencia no hay extranjeros; los puestos más distinguidos son para hombres que no son hijos del país, pero sí eminentes profesores. Ya verá vd. el hospital de Belevue y otros establecimientos, y me dirá si se ve con desden la ciencia.
Yo veo el Colegio Médico diariamente, y admiro su regularidad y sus adelantos constantes.
En el gran salon de lecturas caben holgadamente quinientos estudiantes.
La sala de diseccion admira por sus combinaciones de luz y por la manera con que está ventilada.
En aparatos, instrumentos y alivio del enfermo, existe[194] allí cuanto ha inventado la ciencia, sin ponerse jamás coto ni medida en los gastos.
Ahora, en cuanto al sistema de estudios, diré á vd. que el año escolar se divide en tres sesiones. Preliminar de invierno, Regular de invierno y Sesion de primavera. La última sirve como de repaso á las anteriores.
Las lecturas preliminares en Setiembre, ó primeras sesiones de invierno, son de clínica, recorriéndose los ramos que van á estudiarse en lo futuro.
De Octubre á Febrero, esto es, en el período de sesiones regulares, se dan cinco lecturas diarias, que abrazan un curso completo de medicina y cirujía, acompañada de la práctica en el Hospital de Belevue y en las consultas de los pobres.
Despues de hechos estos cursos, el candidato obtiene su diploma firmado por el Canciller de la Universidad, el Dean de la facultad médica y cuatro ó más profesores. El total costo de una recepcion, son treinta pesos.
—Enrique, dijo su compañero interrumpiéndole, tú nos vas á espetar todo el Informe del año pasado, y Fidel está queriendo dormirse.
Así era la verdad; pero no estaba tan dormido que no cogiera al vuelo la promesa que me hizo Enrique de visitar al siguiente dia el Hospital de Mujeres, situado en la calle 59, al Este de la ciudad.
—Hasta mañana, Enrique.
—No hay que olvidarlo. A las diez en punto.
[195] El Hospital de Mujeres es de los establecimientos mejor servidos en Nueva-York, emporio realmente de los establecimientos de caridad y beneficencia.
La fábrica es de ladrillo, inmensa y monótona, en alas como hundidas, con su pórtico al centro, sus bastiones á los extremos, su desvan de zinc en la altura, su barandal de hierro al pié, ciñendo su alfombra de césped.
A la entrada me señaló Enrique, porque Enrique Agramonte fué mi cicerone, algunos salones aislados con altos y amplios respiraderos.
—Esos salones, me dijo mi guía, son destinados á las enfermedades que producen pestilencia ó contagio, y ya vd. ve, separacion tan obvia produce no solo comodidad, sino grandes bienes, porque aquí son desconocidas las enfermedades que abundan en los hospitales, como peculiaridad de esa falta de distincion.
Entramos al hospital: por supuesto que carece de patio, y este me parece grave inconveniente, aunque le ví subsanado con otras muchas ventajas.
En el salon de recepcion estaba una señora escribiendo, y al solo verla, me prendó su compostura, la decencia de su porte, la amabilidad exquisita de su trato.
Es la señorita Jhonson, que así se llama la persona á quien nos dirigimos, una de las empleadas subalternas que dependen de la Junta Directiva del hospital, compuesta de señoras de distincion.
Alta, con el cabello cano cayendo en esmerados rizos sobre su frente de nieve, ojos negros, y los destellos últimos de una notable hermosura. Oyó nuestra pretension, quiso complacernos ella misma, se inclinó al suelo, alzó un extre[196]mo de su vestido con sumo garbo y se dispuso á conducirnos, con tal gracia y desembarazo, que, ¡vamos! me subyugó.
Antes de emprender nuestro viaje por elevador y escaleras, nos mostró grandes lápidas de mármol en que estaban inscritos muchos nombres.
—Esos nombres, le dijo á Enrique, son de los creadores y sostenedores del establecimiento, porque el Gobierno compra con una pequeña subvencion el derecho de asistencia hasta para veinte enfermas.
Los socios, porque allí no se decantan los bienhechores, que dan por una vez dos mil pesos, pueden mandar cinco enfermas, es decir, tienen cinco camas disponibles en este hospital.
Ahora verán vdes. poquísimas enfermas; en esta estacion se trasladan á lugar ménos caliente, y entre tanto, como vdes. ven, se hacen las reparaciones del edificio.
En cada uno de los cinco pisos á que ascendimos por un elegante elevador, hay celdas para las enfermas de más distincion, cuartos para las consultas de los médicos, salas con sus útiles para operaciones y comedores para las enfermas convalecientes; todo sin lujo, pero con extraordinario aseo, decencia y propiedad.
En los cuartos ó celdas se ven muebles en que se ha consultado la comodidad, el desahogo y hasta el solaz de las enfermas. La ventilacion de estos cuartos, lo mismo que la de todo el edificio, consiste en séries de combinaciones á cual mejor y más oportunas.
Unas veces la parte superior de la vidriera que forma semicírculo se abre hácia arriba, como un labio, y establece corrientes con ventiladores que se hallan al ras del suelo,[197] sin que se sienta el menor aire en las camas de las enfermas.
En otras piezas, en sus rincones, están incrustados tubos con horadaciones que hacen que el viento circule en la direccion que se desea.
En el descanso de cada piso están situados los cuartos para las veladoras ó vigilantes, además de las que velan á las enfermas.
Inmediato á cada salon se ve en cada piso un grande almacen con ropa, colchones y lo necesario para mantener en estado perfecto de aseo todas y cada una de las camas.
La lavandería, la cocina y las dependencias todas de este hospital, son la realizacion del ideal, todo lo que pueden tener de más práctico la caridad y el bien.
Enrique me decia:
—Como este hospital hay muchos: el de Belevue es un modelo, y hay verdadero esplendor en cuanto á los aparatos é instrumentos médicos que se fabrican en los Estados-Unidos con toda perfeccion, aunque haya persona que prefiera los franceses.
En estas conversaciones descendimos las escaleras todas, siempre conducidos por nuestra amable guía.
Estábamos en un extenso salon dividido por hileras de columnas y dispuesto con extraordinaria decencia, con sillas, mesas y cierto aparato de bienestar.
—Este es el bassement, me dijo la señorita Jhonson, y el salon el que se destina á las consultas de los pobres.
Los médicos todos del establecimiento tienen obligacion de pasar aquí cierto tiempo atendiendo á las consultas de los[198] infelices, suministrándoles la casa, las medicinas y los cuidados en operaciones ligeras.
—Además, añadió Enrique, hay multitud de boticas que tienen sus asignaciones para los pobres, sostenidas por las Juntas de caridad. Es increible el número de personas que disfrutan de este beneficio, que en obsequio de la verdad, desempeñan siempre con el mayor gusto y con provecho, porque aquí la gran dificultad es darse á conocer.
Nada es exagerado, continuó con calor Enrique, de cuanto hayan dicho á vd. respecto de beneficencia y caridad en Nueva-York.
Como vd. ha visto, la grande iniciativa parte del impulso privado: el Gobierno se adhiere á lo establecido, desprendiéndose de la administracion oficial.
Con razon ha dicho el sabio Sr. Bachiller, que no es posible, en su juicio, que en ninguna otra parte del mundo tenga representacion más completa la beneficencia.
Las religiones todas compiten con ahinco en hacer prosélitos en el terreno del amor y del bien; la ciencia y la caridad en emulacion perpétua, inquieren todos los dolores para aliviarlos, todas las penas para prodigarles consuelo. Los ancianos, los ciegos, los dementes, el huérfano, la mujer abandonada, todos, ántes de hundirse, encuentran una mano que los salve.
En las inmediaciones de los templos; en los lugares más risueños por su posicion; en islas como Blackwell's, en medio de los campos, se levantan verdaderos palacios en que el amor brinda refugio á todas las miserias humanas.
Ya vd. ha visto el Instituto de ciegos; el de sordo-mudos es igualmente hermoso; en el Asilo de huérfanos se da edu[199]cacion, hasta los 14 años, á 900 hospicianos. En el edificio de niños vagabundos se alimentan más de 700, año por año.
El término medio de emigrantes socorridos en su hospital peculiar, es de 450 personas. En la casa de industria, seiscientos niños han hallado amparo y trabajo.
Y todo esto sin ostentacion, brillando en todas partes el órden y la moralidad más pura, sin que nadie haga objeto de su explotacion, ni relacione con su posicion oficial, esta dedicacion santa al amor de los que sufren.
Alta, muy alta idea se cobra de los Estados-Unidos, con especialidad en un hospital y en una escuela. La libertad hace allí el apoteósis sublime del bien: la religion misma, como que se desprende de la influencia del interes sacerdotal, para entrar en la sacrosanta comunion de amor en que Dios se complace.
Los Informes de beneficencia y de educacion, puede presentarlos este pueblo como sus verdaderos títulos para ocupar rango eminente entre los pueblos más civilizados del globo; y esto lo escribo cuando rebosa hiel mi corazon, por lo injusto y lo depravado de la política de los politicastros, y de algunos gobiernos americanos respecto de mi patria.
La señorita Jhonson respondia á mis preguntas, completadas con señas; me explicaba, me tenia encantado con su finura, me estaba muriendo por aquella viejecita tan pura y tan linda.
Por supuesto que al despedirme, le solté una arenga que me tiene hasta ahora dulces los labios.
Mi tertulia.—Charla benéfica.—Iglesias Bautistas.—Casamientos.—Entierro.—Pick-nick.—"Reception,"—La Policía.—Las Comisarías.—Penitenciaría.—Blakwell's.—Barbaridades.—Huelgas de obreros.—Matanzas y horrores.—Un "meeting."—Mi viaje.—Mi tertulia.—Otra vez los huelguistas.—Reflexiones sobre los obreros.
Quede rendido de mi visita al Hospital de Mujeres: en la noche, y por vía de descanso, fuí á la casa de D. Ramon, en donde estaba, como nunca, animada la tertulia.
El calor era sofocante: á la entrada de la casa, que no puede llamarse zaguan, estaban las señoras y señores formales; las señoras, en una especie de balconcillo contiguo, tenian sus sillones; el resto de la concurrencia estaba en tapetes, sentada en los peldaños de la escalera. Los chicos[202] subian y bajaban entre la concurrencia, juguetones y risueños.
—Mucho se habrá vd. entretenido en el Hospital de Mujeres, me dijo D. Pedro: cada uno de esos establecimientos tiene mucho que estudiar.
—En efecto, repuse yo; pero quedé rendido: al menor esfuerzo, me sale lo viejo por todas las costuras.
—¿Hay muchas enfermas? preguntó D. Ramon.
—No las pude contar, repliqué, porque han ido al campo, como es costumbre.
—No vaya vd. á creer, interrumpió Doña Ambrosia: ¿ve vd. ese gimnasio, y esas espaldas, y esas fuerzas de gañanes que tienen las mujeres? pues realmente son muy enfermas. Vd. figúrese: á los ocho dias de recibir éstas un niño de Francia, andan saltando como unas cabras por esas lomas.
—Vea vd., á mí me dijeron, que aquí reinan las intermitentes, las perniciosas, las reumas, la dicteria....
—Señores, dijo Adela, nos vamos á enfermar si seguimos platicando así. Fué vd. con tanto gusto al hospital, y no quiso ir al bautizo del otro dia que le habria divertido mucho más.
—Figúrese vd., dijo Juanito, que le dieron una zabullida en un estanque á la interesada, que se quedó tiesa.
—¿Qué me está vd. diciendo?
—Lo que vd. oye. En esas iglesias, así se hace, que lo diga D. Pedro.
—Son las Iglesias Bautistas, que como vd. sabe, tienen por institucion el bautizo de los adultos.
—En el centro de la iglesia hay un estanque con agua.
—Muy fria por supuesto, dijo Doña Ambrosia.
—Sobre el estanque se ponen unas tablas y se hace el bautizo, añadió D. Pedro.
—Papá, cuéntele vd. bien á Fidel; porque ha de saber vd. que hay muchísima concurrencia y cantos de dulcísima armonía. Cuando yo asistí á esa ceremonia, el sacerdote y una lindísima jóven de diez y seis años, estaban en el tablado.
—Iba la jóven vestida de blanco, como una nube, repuso Doña Ambrosia.
—Sus largos cabellos caian sobre los encajes y la trasparente muselina, añadió Juanito.
—Cuando nadie lo esperaba, cogió el padre de la nuca á la muchacha, y ¡zas! de sopeton la sumió en el estanque, dándole un sustazo de muerte: al padre no le sucedió nada, porque iba forrado de hule, dijo D. Pedro.
—Pues la muchacha estuvo de fortuna: yo he visto esa ceremonia en Washington: la tabla en que está de pié la catecúmena y descansa en el estanque, se zafa repentinamente, ella se sumerge, y aquello sí es cajeta: la rociada que llevan los concurrentes es para resfriarlos.
—Pues yo he visto más, exclamó Juanito: yo he visto en medio del invierno conducir en carretadas los negros, á bautizarlos en el Potomac, donde rompian el hielo con las cabezas: aquello sí era de encoger al más pintado. En cambio, los bautizos de los católicos se hacen como en todas partes.
—¿Y los matrimonios? pregunté yo esperanzado en saber algo de costumbres.
—De los matrimonios puede decirse, me respondió D[204]. Pedro, como del bautizo: la ceremonia es con arreglo á los ritos religiosos.
—Hablemos de protestantes, dijo Adela, deseosa de complacerme y con la viveza que le es genial. Se anuncia el matrimonio, poniéndose á la entrada de la casa una cortina é instalándose en la propia casa dos policías.
En la puerta de la iglesia se pone tambien cortina.
La novia va vestida de blanco, como el dia de la primera comunion....
—Pero en la iglesia, todo es muy desairado, observó Doña Ambrosia: figúrese vd. que no hay arras, ni hay velacion, ni nada; se cambian muy friones los anillos, y se acaba todo.
—Pero, dijo D. Ramon, al salir á la iglesia, se les echa á los novios flores á manojos, y se deslizan sus botellitas de Champaña entre las ruedas del coche.
—Eso no es nada, insistió Doña Ambrosia; tambien dirá vd. que entre las flores suelen arrojar un zapato.
—Eso quiere decir, exclamó Adela con malicia, que aunque sea en un pié, debe salir á la calle la mujer.
—Ese es el orígen del refran de la mujer casada: "los piés quebrados y en casa," que tiene su equivalente en español.
—Si se llevara á cabo ese refran aquí, las mujeres se morian.... para una mujer, encerrarla es como enterrarla viva.
—Y ahora que hablamos de entierros, seguí yo, ¿es cierto que luego que muere alguno se le sepulta en hielo?
—Es mucha verdad, contestó Doña Ambrosia: ¡figúrese vd. qué sorbete!.... ¡si tienen estos hombres cosas!....
—Eso tiene la ventaja de que á nadie se le entierre vivo.... del mal, el ménos.
—Ya se ve.... el más vivo espicharia con semejante refresco.
—Hay tambien su comitiva de duelo.
—Muy corta, cuando en la casa mortuoria hay proporciones; porque en la casa se alquilan los coches: cuando son pobres, cada cual lleva su coche.
—Pero ya habrá vd. visto; la gente va como de paseo tras el carro fúnebre: no se conoce el luto, las mujeres y los niños parece que se van á un dia de campo. No, esa sí es una falta de caridad y de respeto al muerto, dijo Doña Ambrosia: ya se ve, llevan á la iglesia el cadáver y allí le descubren, y cada quien lo está mirando y observando como si se tratara de una estatua.
—Pues á mí eso me agrada, dijo Juanito.
—Pues hay gustos que merecen palos, dijo Doña Ambrosia amostazada.
Yo, queriendo que no degenerara en tristeza la conversacion, pasé bruscamente de uno á otro punto, diciendo á D. Pedro:
—De lo que no tengo ni remota idea es de un baile en una casa particular, si no es en San Francisco, en casas mexicanas.
En Orleans asistí, como aquí, á Pick-nicks de carácter público, y no á los dias de campo de familias, que contribuyen con un manjar para sus comidas íntimas, como suele suceder entre nosotros.
El Pick-nick se verifica en un jardin; se canta, se baila, cuchichean los novios y los niños juegan alegres.
Hay diversiones de esas que tienen carácter de jamaicas, como hemos visto en Orleans; y por último, en el mar, como la de Rockway Island, de que he hablado; pero baile en forma, no lo conozco.
—Yo he asistido, me dijo Adela, á lo que se llama Reception, que es en realidad un gran baile en que se ostenta lujo y esplendor.
El Reception es de dia, á las dos ó tres de la tarde. La señora de la casa, que es quien ha hecho la invitacion, recibe á los invitados á la puerta del salon, con ramos de flores que les distribuye.
Se baila sin cesar cuadrillas y wals: la danza es desconocida casi.
En una de las piezas interiores hay una gran mesa con exquisitos manjares y vinos, entre los que el Champaña hace el principal papel.
No hay asientos al rededor de la mesa: las personas que desean refrigerarse visitan el comedor, comen con la premura que devora un lunche un hombre de negocios, y sigue bailando, no como quien ha comido, sino como á quien se ha dado cuerda.
—Pero esos bailes, que duran hasta las nueve de la noche, solo se verifican en invierno. En la presente estacion no se visita; se quitan las alfombras y se envían á que se renueven, se pintan las casas, se reparan los muebles y todo el mundo está en el campo y en los baños, en que como en Saratoga, se vive la vida del hotel y es un perpétuo festin la temporada.
Eran las doce de la noche: los cafés y parques tenian[207] concurrencia y se oian á lo léjos las locomotoras, rugiendo como leones.
Una de las cosas que más elogia y que más complacen al viajero que visita Nueva-York, es la policía, comenzando por el personal que siempre es escogido, aun tratándose del físico de sus individuos.
Visten levita y pantalon azul con botones de plata, guantes blancos de algodon y un sombrero de fieltro con sus borlitas de oro. Por toda arma usan una especie de grueso bolillo de dos tercias de largo, suspendido á su mano con un cordon.
Estos hombres rondan dia y noche la ciudad, aun los policías de los parques y paseos, que se distinguen porque su uniforme es gris y usan cachucha.
El Mayor ó Prefecto de la ciudad, elige los Jefes y la Junta de Comisarios.
Hay superintendente, un secretario y una fuerza de poco ménos de dos mil hombres, con 35 capitanes, 133 sargentos, 75 vigilantes y 80 ordenanzas. El total de los empleados en este ramo, son 4,000 hombres.
El Cuerpo de policía se compone de hombres en todo el vigor de la edad, y se buscan verdaderos atletas, que dan gusto de ver.
Nada más interesante que ver á los policías entre la maraña de coches y el indescriptible tragin de Broadway, que cruzan por entre carros y caballos, llevando del brazo á un ciego, cargando un niño, y amparando, siempre respetuosos, á una jóven.
La generalidad paga con afecto las atenciones de estos caballeros, porque tal nombre puede dárseles, y aun la gente viciosa les considera, con excepcion de los ébrios, que ponen á prueba su paciencia.
Por lo que á nosotros toca, jamás hemos visto á un policía maltratar á un preso; nunca esa familiaridad repugnante con la gente perdida; en ninguna circunstancia faltando á las leyes de la buena crianza y del deber, abusando de la autoridad.
A todas horas del dia y de la noche se les encuentra por todas partes y es de su deber guiar al viajero, lo que para los extranjeros aumenta más la simpatía.
Las comisarías, que tienen funciones como en México, están situadas convenientemente en la ciudad, en número de treinta y seis, y son oficinas en toda forma. La oficina que yo ví en la calle de Greenwich, tiene su amplio despacho, con las mesas cercadas de un barandal de madera, su reloj y su telégrafo para comunicarse con la oficina de City-Hall, dar avisos, pedir auxilios, acudir al llamado del superior, etc. Este telégrafo presta á la ciudad servicios importantísimos.
Contiguo al despacho hay un salon con asientos, y otra sala pequeña en que los heridos reciben los primeros auxilios.
Dividido por un pasadizo pequeño, pero embutido entre los muros del edificio, como un gran dado en su holgada caja, hay un edificio pequeño formado de celdillas en que se asegura á los reos hasta por una noche, miéntras se les conduce á su destino.
El piso del cuarto es como un ataúd, con una puerta de[209] barras de hierro; no podrian caber dos personas de frente dentro de aquellos cuartos, que son oscuros y malsanos. En uno de ellos habia detenido un niño porque habia cortado unas flores.
A mí me pareció cruel aquel modo de detener, aun á personas declaradamente criminales: cualquiera de las jaulas de fieras del Parque Central, me pareció en mejores condiciones de vida.
Habia visitado ántes en Blakwell's la Penitenciaría. Blakwell's es una isla en que hay hospital y edificios destinados á la beneficencia y al trabajo.
Allí se encuentra la casa de dementes, la de trabajo, el hospital y la penitenciaría, en que se tiene una detencion temporal.
La isla está al Este, y entre arboledas y risueños prados casi desiertos, se descubren los grandes edificios de piedra de cantería oscura, que negrea tristemente, como que va á morir en ellas la luz, y donde parecen condenadas á la expiacion las cortinas de enredaderas que trepan las paredes, dejando los claros de las ventanas, como hay muchas casas en la ciudad.
Desgraciadamente, la persona con quien hablé en la penitenciaría de Blakwell's, es de las muy pocas que he encontrado en los establecimientos públicos, ásperas y poco atentas con las órdenes y recomendaciones que yo llevaba; así es que ví mal el edificio y no puedo entrar en pormenores como quisiera. Diré, no obstante, lo que ví.
Figurémonos una inmensa galera de robustas paredes, con sus hileras de ventanas y su techo altísimo.
Dentro de la galera está construido el edificio, que es un[210] cuadrilátero de piedra, de celdas en ala, con sus escaleras y su corredor de hierro en la parte exterior.
Ese cuadrilátero queda como una gran caja dentro de la galera, sirviéndole en la parte exterior de salones y de tránsitos á la vez.
El interior de las celdillas tiene el ancho de poco más de vara; yo me puse en las sienes las palmas de las manos, y tocaba con los codos los muros. El largo será de dos varas. En uno de los rincones hay una ironía de cama.
Todo lo demás del sepulcro es desmantelado: la luz le viene de la pieza exterior.
La puerta la forman barras de hierro, cubiertas de modo que solo queda un boquete para la respiracion de la fiera. Una gruesa barra de hierro asegura la puerta.
Parece que la prision es accidental y que en ella residen por vía de pena correccional; pero yo ví en las puertas papeles que indicaban la permanencia en aquellos nichos de panteon, de cinco ó seis meses, aunque esto no es comun.
Aquella soledad, aquellos muros, aquella escasa luz, me parecieron peores que la misma muerte.
Dicen que la prision no es solitaria, y en efecto, ese sistema está del todo abolido; pero lo existente es brutal, es salvaje; convierte en afectacion hipócrita el cuidado del pájaro y del niño y la institucion caritativa para los animales.
Y por más que repugne y que parezca increible, se hace aquí la apología de los azotes de Delaware: hay Estados en que se sujeta al reo con un corbatin de hierro á la pared, y los ahorcados son comunes, habiendo en este acto sacrílego verdadero lujo de barbarie y de degradacion humana. ¡Qué vergüenza! !qué humillacion! !qué afrenta para el hombre el[211] de ese columpio infame desde el que parece que la barbarie en triunfo hace el apoteósis de la pena de muerte y desafía á la civilizacion y á la humanidad!
Hay veces que se tiene á los sentenciados meses enteros en espectativa del suplicio, y ántes de morir se les toma medida para el cajon en que los entierran.
Hace pocos dias hubo once ahorcados, y diremos algo de esta historia por la trascendencia que está teniendo.
Es el caso, que con motivo ó pretexto de la parálisis de los negocios, se habia hecho en varias negociaciones el rebajo de diez por ciento en los salarios, rebajo muy sensible, porque aquí son poderosas las necesidades del obrero. En varias fundiciones y fábricas, al mismo tiempo de amenguarse el salario, se aumentó el trabajo y en alguna se hizo notable el mal trato á los obreros.
Es de advertir que en este país hay sus imitaciones europeas, en cuanto á colisiones (Trait d'union), semejantes á las ligas inglesa y francesa que produjeron la internacional, y que entre las importaciones han tenido la de comunistas alborotadores y feroces, aunque con ménos éxito, por las condiciones de felicidad en que se encuentran los pueblos.
Los obreros de las fundiciones de Macburg (Pensylvania), protestaron y se levantaron contra la disminucion de sueldo y el aumento de trabajo; los dueños se opusieron, hubo desórdenes y asesinatos, y de resultas de ellos fueron condenados á muerte once obreros de los de mayor inteligencia y prestigio, que representaban en las colisiones.
Las ejecuciones se hicieron con todo el lujo de barbarie que hemos descrito, y estuvo al estallar una insurreccion[212] universal, porque operarios en el ferrocarril, fundidores, herreros, carboneros y toda esta especie de gremios, tienen poderosas ligas.
Al fin estalló la huelga en los caminos de fierro y minas de carbon de Macburg, Pittsburgo y toda Pensylvania; y como si hubieran sido regueros de pólvora los rieles, se propagó el incendio de una tremenda insurreccion.
Destrozáronse trenes de mercancías, incendiáronse wagones y se lanzaron ardiendo á los grandes depósitos; millares de hombres se precipitaban contra la fuerza armada que simpatizaba en algo para con los insurrectos, y el incendio, la matanza y el desencadenamiento de todo lo que hay de más feroz en el tumulto, se vió en grandes focos, y tiene, con razon, en alarma y en espanto á la sociedad entera.
El telégrafo, instante por instante, trasmite relaciones de horrores que vocean los muchachos.
En las mañanas, en las tardes, á deshora de la noche, los papeleros infatigables, van como con teas encendidas difundiendo la alarma.
Ayer 25 publicó El Herald, como encabezamiento de su periódico, con letras colosales como aquí se acostumbra, lo siguiente:
Un dia de alto en la historia del derramamiento de sangre.
Alborotos en Siracusa, Albany, Chicago y San Luis.
El Nueva-York central en huelga.
[213]Delaware, Lackwana y el Oeste se unen.
Extiéndese el alboroto en el Oeste.
Un tren con milicia detenido.
Efectos de la detencion de los fletes.
Escasez de carbon y fierro, fábricas cerradas en Pittsburgo.
La harina subiendo, los duraznos pudriéndose.
50,000 hombres próximos á lanzarse al tumulto.
Una voz para las fábricas.
Entrevista con el jefe Arturo, de la locomotiva de Brotherhood.
La situacion en Nueva-York.
Un gran "meeting" convocado por los comunistas.
Formidables precauciones para conservar el órden.
Ataque en San Francisco de alborotadores contra los chinos.
[214] El texto de lo escrito corresponde á los rubros: cuéntanse por millones las pérdidas; y las hondas lacras, y los grandes elementos de vida de esta sociedad, se ponen de manifiesto en estas circunstancias formidables.
La preponderancia tiránica de los ricos que fungen en grandes Compañías, con intereses opuestos á los de la comunidad; aristocracia del peor género, que tuerce la marcha gubernativa y todo lo corrompe: los grandes errores económicos que reivindican en un solo instante los principios de la ciencia, hacinan combustible que estalla con la más leve chispa.
La cuestion del Sur solapada, pero cuyas causas subsisten enérgicas, irritadas por la tarifa, que no es sino una máquina de opresion del Sur, todo está en fermento y todo escribe con letras de fuego y de sangre, lecciones que no deberian desaprovechar los serviles admiradores de esta gran nacion.
Y si hemos puesto delante de los ojos el reverso de la medalla, en el anverso figura el imperturbable acatamiento á la ley y la fé en los principios.
Anoche, en medio de la excitacion universal, se verificó un meeting de comunistas: nadie pensó en que se estorbase á los ciudadanos pacíficos el ejercicio de su derecho. Se tomaron precauciones, y eso fué todo.
En cuanto á la fé en los principios, no se ha pensado en aumentar el ejército; no se ha pedido socorro á la fuerza para que salve á los menores de edad, como lo habriamos hecho nosotros. En Pittsburgo, los ciudadanos en masa se han armado; ellos acuden al peligro; se arman, vigilan, se muestran hombres, se bastan á sí mismos, á pesar de[215] las defecciones de algunos; y esto es ser pueblo, y pueblo grande y digno de la libertad.
Las vociferaciones de la prensa se valorizan por el buen sentido, alimentado por la instruccion universal, y los grupos de alborotadores pasan como compañías de cirqueros, en medio de la indiferencia de la gran masa que garantiza la paz.
En las fábricas, otra es la cuestion; pero con todo, no tenderá sus brazos la Comuna, no encenderá sus hogueras el petróleo, no recorrerá la internacional los pueblos, con su cortejo de furias del hambre.
Franceses, irlandeses y alemanes comunistas, vagos de todas las naciones, derraman en frio sus reminiscencias; y aunque la parálisis de los giros es una gran calamidad, se espera que sea la perturbacion un mal pasajero, y se vuelven los ojos á los buenos principios para encontrar de una manera cierta la paz.
Yo tenia dispuesto mi viaje para el dia de ayer. Los trastornos que acabo de referir me tienen como preso, devorando el fastidio.
—Todo eso que vd. escribe, me decia Doña Ambrosia los otros dias, está muy bueno y á mí algunas cosas tal parece que las estoy mirando, sin quitarles pelo ni tamaño; pero convenga vd. en que se le va la mano en la miel cuando describe á las mujeres, y no es eso bueno, aunque la pique de galante.
—Pues yo no he visto nada de eso, dijo Adela, agitando su abanico y dejándose ir hácia adelante en su mecedora.
—Oh! si en esos cuadros de Fidel, las ladies son divinas: ¡qué airosas! ¡qué instruidas! ¡qué expeditas!
—Y no lo podemos negar, mamá; sorprende el número de mujeres hermosas; y si no, dé vd. una vueltecita por Broadway cualquier sábado, y deslumbra tanta elegancia y tanta hermosura.
—Todo estará muy bueno; pero vd. no ha pintado una mujer dándole el brazo al hombre y el hombre dejándose llevar, como no está en el órden; nunca ha dicho vd. que señoras que por tales pasan, alzan sus piés como cualquier macho y los ponen á la bartola miéntras leen su periódico; y en esto del abanico, se lo pegan como clavado en medio del pecho, y allí sacuden, sin aquel garbo ni aquel no sé qué de nuestra raza.
—Pero, mamá, esas son pequeñeces que no hay para qué mentar.
—Tampoco dice Fidel, continuó implacable Doña Ambrosia, que mucha de esa suelta y de esa libertad de los niños, depende de que no los soportan dentro de las casas, en donde acaban con las alfombras y hacen guerra á los muebles y al aseo; hay muchos bordings en que no se admiten á los huéspedes con hijos: sobre todo, mal se avienen esos chiqueos con señoras que andan en la calle.
—Está muy bien: podrá suceder lo que vd. dice, mamá, replicó Adela; pero pierde de vista aquí á los muchos aventureros y gente ordinaria, que hace cosas que les achacan á los extranjeros, como por ejemplo eso de la bebida. Bebe más siempre un irlandés que dos yankees: si no, vea vd. ese vecino.
El vecino es un propietario que pasaba casi en paños me[217]nores y sin sombrero, con su inmensa jarra en la mano, y de varias casas salian gentes con jarrones semejantes, como en procesion, por el Leager Ber.
—Espanta lo que se bebe aquí diariamente: D. Pedro tiene pruebas, por esos libros que él lee dia y noche, que este es el país del mundo en que se bebe más.
Estábamos entretenidos en esta plática, cuando llegó D. Ramon trayendo las noticias últimas del telégrafo: eran las diez de la noche.
—En Chicago, nos dijo, los huelguistas hicieron un grande empuje para entregarse á los mismos desórdenes que en otras partes. La fuerza federal tomó parte: reforzáronse las filas de los insurrectos hasta en número de diez mil, que se abalanzaron sobre la tropa. Esta hizo jugar la artillería, y han corrido rios de sangre entre montones de cadáveres. Se cree que la chusma sucumbirá y todo quedará en paz.
—Ya vd. sabrá del meeting de anoche; hizo fiasco, como lo preveiamos: se reunieron ménos de mil personas. Aquí todo el mundo puede gritar "¡viva!" los "mueras" se reprimen. Anoche, al primero y único "muera," sacaron sus cuellos cuatro ametralladoras, y se acabó el desórden.
A todos los edificios públicos se dió la órden de que tuvieran en las calderas agua hirviendo, para lanzarla á chorros sobre los amotinados.
—Eso habria sido espantoso, observó Adela horrorizada.
Es muy difícil, sobre todo para un extranjero que no conoce sino superficialmente y como de paso esta sociedad, desentrañar las causas que ocasionan las perturbaciones for[218]midables que está produciendo la situacion de las clases obreras.
La cuestion cae, por la naturaleza de las cosas, bajo el dominio de una crítica parcial, en que los partidarios de la libertad y los proteccionistas se inculpan recíprocamente y acaban por encerrarse con obstinacion en sus opiniones intransigentes.
Es cierto que se ven en las huelgas de los trabajadores y en la organizacion de los obreros tentativas de imitacion europea; pero las condiciones sociales son tan distintas y son tan ilustrados los mismos obreros, que ellos en su educacion tienen el correctivo de males que en Europa son de trascendencia funestísima.
La falta de reciprocidad en los cambios, provocada por el arancel protector, deja sin salida los efectos que produce el país, y eso determina la parálisis de las fábricas y la baja de salarios: ambos males causan la huelga y la miseria.
La educacion y el hábito de igualdad han propagado mucho el trabajo por participacion, es decir, el participio del obrero en las ganancias del capitalista, elemento poderoso de la conciliacion del capitalista y el obrero.
La baratura de los trasportes y lo movedizo de la familia americana, hacen que cambie con facilidad de domicilio, en busca de mejor fortuna. Sobre todo, las cajas de ahorro y el gran número de propietarios agricultores, enfrenan la revuelta y dejan en minoría á los perturbadores del órden.
A la noticia de las huelgas del Sur, se llenaron los cuarteles de la guardia nacional, las tropas estaban listas, se ofrecieron al Presidente de parte de algunos Estados del Sur, más de cien mil hombres, y los propios obreros se pu[219]sieron del lado de los conservadores de la tranquilidad pública.
Las concesiones constantes que hace la legislacion aduanera; la riqueza del Sur, que se reintegra en su esplendor antiguo; los intereses comerciales del Oeste, producirán irresistibles efectos en favor de la libertad, y sucumbirá ese sistema prohibitivo, plagio infeliz de List, fomentado por insaciables especuladores, que son las primeras víctimas en las insurrecciones de los obreros.
Algunos de los hijos de Pelayo son deliciosos para esto de juzgar las cuestiones sociales de los americanos.
Decia uno de ellos:
—Todo lo que vdes. ven, es porque á estos judíos no les entra una idea nueva, ni á mazazos: todos ellos están encastillados en su rutina.
—¿Pero qué rutina es esa? le preguntaron.
—¿Cómo qué rutina, hombre? la rutina de hacer dinero, que no se las saca vd. de la cabeza ni con tirabuzon, ni con una yunta de bueyes....
En el momento que el Norte modifique un poco la rutina de que habla el gachupin, las cosas se compondrán.
Al volver al hotel, Francisco trazaba en el plano nuestro largo camino.
En el suelo habia baúles abiertos, papeles regados y todos los anuncios del próximo viaje....
El calor ha sido espantoso: el termómetro ha llegado á marcar 95 grados. Esa debe ser la temperatura de la boca del infierno.
Geo Shiels.—Apothecary Broadway 896.—Apuntaciones sobre nuestros artículos de exportacion.—Un convite.—Poesía á Jacinto Gutierrez y Coll.
Varias ocasiones, al presenciar Francisco mis horas de aburrimiento, me habia invitado para que fuese á visitar á M. Geo Shiels, boticario famoso, y cuyo despacho es punto de reunion de mexicanos y de hijos de las otras Américas.
M. Shiels es mexicano de nacimiento.
Nacido en Yucatan y radicada parte de su familia en la Isla del Cármen, conserva frecuentes relaciones con México, y es buen patriota, excelente amigo y hombre por naturaleza fino y servicial.
Su despacho, encallejonado en el extremo de un espacio en que viven en patriarcal armonía unas modistas que cul[222]tivan la flor de la elegancia, unos fotógrafos poseedores de confidencias, un almacen de guantes y tocados, y por fin, la botica, prolongado estuche dividido por un mostrador, y que tiene por respaldo el almacen de drogas.
A la entrada de la botica está el depósito monumental de la agua de Sosa, con su ejército de vasos, jarabes y su fuentecilla de plata en que por sí solos se lavan los vasos, por medio de un ingenioso mecanismo.
En el medio del mostrador está el escritorio de M. Shiels, y en el respaldo de la pieza el laboratorio con todos sus útiles.
Frente al mostrador hay sus estantes y junto á ellos sillas para las visitas, que nunca faltan.
Pero, como la mayor parte de las boticas, la de Mr. Shiels es un refugio, una guía, un ómnibus, en que se satisfacen todas las dudas y se provee á todas las necesidades.
¿Se quieren informes sobre cualquier casa, cualquier banco, cualquier establecimiento? Pues Mr. Shiels, como los otros boticarios, tiene su gran directorio, y no hay más que irlo á consultar, sin pedir licencia y sin que nadie lo tenga á mal.
Drogas, mercería, cepillos, sobres de carta, sellos, menjurjes, aceites, medicinas patentadas, todo lo vende mi amigo, todo lo sabe y á todos sirve con puntualidad de cronómetro y con calma imperturbable.
Frenton, ojos azules, roma nariz, boca recogida, ancho y bien conformado: bajo el aspecto glacial de Mr. Shiels, existe uno de los corazones más nobles que yo haya conocido jamás.
Posee Mr. Shiels cinco ó seis idiomas con extraña perfeccion, y esto contribuye á hacer numerosísima su clientela.
[223] Las muchas visitas en nada embarazan sus trabajos; él los prosigue sin cuidarse de los que hablan ni lo que dicen, á no ser que se le interpele, en cuyo caso se encuentra siempre al hombre instruido y caballeroso.
Yo concurrí por primera vez á su botica, hojeé el Diccionario, tomé soda, compré un lápiz y escribí por vía de tarjeta los siguientes versos, que dejé sobre el mostrador:
Mr. Shiels recibió con amabilidad suma mi extravagante presentacion, y es uno de mis amigos más queridos y á quien debo más profunda gratitud en la Ciudad Imperio.
En la casa de Mr. Shiels vivia su hermano, vecino de la Isla del Cármen, que habia ido á Nueva-York á comprar un vapor, para establecer una línea de comunicacion entre Yucatan y Nueva-York, que producirá los mejores efectos.
De las conversaciones de este amigo, de las de Andrés Aznar, de las de un americano hijo de Filadelfia, casado con una linda y espiritual meridana, sacaba mis apuntaciones acerca de la exportacion de nuestro país, rectificaba mis juicios, y todo se hacia, como me gusta, mezclando á los cálculos la crónica, despolvoreando los chistes sobre los números, y soltando los libros de caja para remojar la palabra con las copas del bar-room del vecino Hotel Continental, guiñando de paso el ojo á la linda Galimbertti, si estaba en su ventana.
Volviendo á nuestro comercio, los artículos de exportacion para los Estados-Unidos son más numerosos de lo[225] que se cree generalmente; pero no se desarrollan, ya por falta de agentes, ya por las exíguas proporciones del cultivo, ya porque no hay constancia para vencer las primeras resistencias, que tienen en un mercado extraño los frutos extranjeros. Diré á vdes., así, al paso, y sin pretensiones, cuáles son los artículos que pudieran tener salida en este mercado:
Palo de Campeche.
Henequen.
Ixtle.
Maderas de construccion.
Vainilla.
Miel de abejas.
Cerdas.
Cauchuc.
Cueros de chivo.
Zarzaparrilla.
Purga de Jalapa.
Café.
Azúcar.
Tabaco.
Frutas.
Amacas.
Sombreros de palma.
Petates.
Ajos.
Chitle.
Cacao, etc., etc.
—Ahora van mis observaciones, dijo el negociante de Filadelfia.
El modo de raspar el henequen debilita su fuerza, aplastándolo, y le hace bajar de precio. Ahora se dice que se trata de remediar este mal. Es mucho muy reducido el número de los que negocian en henequen, y más que como corredores como comerciantes; así es que lo monopolizan, le imponen precios, y se hacen dueños de esa rica industria.
El ixtle es más resistente y flexible que el henequen; pero como la hebra es corta, no puede dedicarse á los usos del henequen, se riza y se emplea en cojines y colchones. Está tomando gran fuerza este comercio. El mejor es del Estado de Tamaulipas.
Los cultivadores de la vainilla, que es riquísimo producto, no se han fijado, en mi juicio, lo bastante, en lo que pierde secándose al fuego: secándose al sol valdria mucho más.
Se me olvidaba decir á vdes. en cuanto al palo de Campeche, que la inteligencia con los fabricantes de zarazas y estampados, le haria más estimable.
En cuanto á maderas, además de la caoba, el cedro y el moral, de que se hacen grandes ventas, se solicita una madera que vdes. llaman chechem, semejante al box: son muy estimados el ébano, el ciricote, el jovillo, y otras que no recuerdo y abundan en las costas mexicanas.
Respecto de miel, diré á vd. que la que aquí se expende viene de Tampico, y se suele vender hasta á 80 centavos el galon; pero se conoce que se descuida en México este cultivo: la miel es delgada: muchas veces llega agria. Bien cultivada, produciria mucho dinero.
Otro ramo de exportacion seria la cerda: viene ahora de Mérida, Tampico y Veracruz.
El cauchuc viene ahora, decia Shiels, de Tabasco y Veracruz y un poco de la Laguna; pero en muchos puntos de la República, como en la Huasteca, podrian emprenderse grandes explotaciones: domina ahora en el mercado el cauchuc de Sur-América, compitiendo.
—Vean vdes., decia Andrés Aznar: Buenos Aires nos hace competencia con los cueros de chivo, y los nuestros valen más; pero aquellos comerciantes son más inteligentes y estudian más este mercado. Aquí, esa falta de estudio nos ha hecho insistir en la venta de la zarzaparrilla, dominándonos siempre la de Honduras. En Europa es donde tiene grande aprecio esa planta preciosa.
—Por más que encarezcamos y pongamos el grito en el cielo ensalzando nuestro café, dijo un desconocido que despues supe es un mexicano muy inteligente en estas materias, en Orleans es donde se hace el tráfico: aquí se conoce muy poco, produciria millones popularizarlo.
El café de Java, de Rio Janeiro, de Costa Rica, de Venezuela, de Puerto Príncipe y hasta de Santo Domingo, proveen á este inmenso consumo; y vd. no lo creerá: en los ensayos de introduccion del café mexicano en este mercado, el que más se conoce es el de Oaxaca (Villalta), disfrutando en México mayor concepto, Colima, Uruapam, Atlacomulco, Córdova, y otros puntos desconocidos aquí totalmente.
De más importancia, relativamente hablando, es el consumo del azúcar: la nuestra compite aquí sin esfuerzo alguno con la de Cuba; y aunque por el momento hay en Nueva-York grandes existencias, me parece un ramo de comercio de mucha espectativa. El azúcar moscabada es la que se debe enviar, porque así paga menor derecho y la aprecian más las refinadurías. El verdadero mercado de nuestra azúcar está en Europa.
Pero en todo se ve la mano de la desidia, y se hace sensible nuestro abandono. El empaque de nuestras azúcares detestable: las hace desmerecer muchísimo.
—En mi juicio, decia yo muy sério, á los cónsules se les deberia caracterizar como agentes mercantiles, haciéndolos útiles, como lo han prevenido la Francia y la Prusia, ordenándoles que suministren datos estadísticos, favoreciendo á los comerciantes é informando sobre todo lo conducente al comercio.
Los Anales de comercio de la Francia, se componen de Informes de los cónsules en una gran parte, y muchas, muchas veces, he recurrido á ellos para saber algo de mi país respecto de su comercio exterior.
En esos Informes sabriamos, por ejemplo, por qué siendo los derechos tan altos sobre el tabaco y tan inferior el de Cayohueso al nuestro, aquel tiene mayor consumo.
Apénas los Tuxtlas han logrado hacer introducciones ventajosas, cuando podrian hacer remisiones, mayores Papantla, Misantla, Coyusquihuic, el Jovo y otros muchos lugares cosecheros en que se ha mejorado mucho el cultivo.
Tal vez nos instruirian esos Informes, por qué la California, Sur-América, las Floridas, Italia, Sicilia y hasta Smirna, tienen mercado para sus frutas, y nosotros no hacemos sino muy exíguas introducciones.
Ya se ve, el simple empaque hace que se coman en Nueva-York uvas frescas de Málaga, miéntras nuestras frutas más resistentes á la corrupcion, llegan impasables y para tirarse á la basura.
—Ha hecho vd. un sacrificio, me dijo Andresito: ya sabemos que vd. se calienta bastante la cabeza y estudia en su casa, razon por la cual gusta fuera de ella de la charla insustancial y de las conversaciones que no exijan atencion; pero nosotros deseábamos saber, ahora que ha visto por acá los negocios, ¿qué inconvenientes encuentra vd. en las formalidades de nuestros aranceles mexicanos?
—Varios he notado, respondí con condescendencia; pero no estoy cierto de la exactitud de mis observaciones.
Las facturas consulares son gravosas y el certificado que[229] vale cuatro pesos y á veces más, importa un desembolso no justificado donde tiene sueldo el cónsul.
En lo que se llama juego de facturas, que se tienen que poner marcas, números y la complicadísima nomenclatura de nuestro arancel, la factura que sirve de manifestacion al comerciante, que se haga en buena hora; ¿pero qué tiene que ver con la copia para la aduana, ni la que vaya al Ministerio de Hacienda? Si esos son documentos ó comprobantes del mecanismo de la oficina, ¿por qué no los hacen los empleados?
Por otra parte, la rigidez en la nomenclatura es motivo de extorsiones al comercio. El dia que en vez de pasas se pone fruta seca, aunque sea lo mismo, se expone al comiso el comerciante. Poner lienzos por tejidos, ó vice versa, es blasfemia aduanal, lo mismo que poner elástico por resorte.
La maicena paga derechos, y la harina de maíz que se hace de maicena es libre.
En las drogas medicinales, cada vez que se pone la mano se echa á perder más el arancel, al punto que siendo en cuanto á la cotizacion uno de los ménos tiránicos, la nomenclatura, las fórmulas y su pésima regularizacion, lo hacen odioso y brutal.
Vea vd. por encima, dije tomando el arancel mexicano y señalando al vuelo algunos artículos.
Pianos.... regulados por el peso bruto....
—Por supuesto no fué mal bruto el que incurrió en la confusion.
—Soda cáustica para jabon, paga más de lo que vale.
Clavo de especia, canela.... En fin, chicos, doblemos la[230] hoja, que esos caballeros que están á la puerta me esperan para que vayamos á comer.
Aquellos bienhechores mios, aquellos mis redentores del arancel de aduanas, suelen llamarse Jacinto Gutierrez, Bonald y Luis F. Mantilla, que llegaban asistidos de los dos grandes elementos que se necesitan para toda comida: mucha hambre y muy buen humor.
—Chicos, á la disposicion de vdes., les dije, y salimos de la botica.
Nuestra comida fué en el Delmónico, en un saloncito de cristales aislado, con todo lo constitutivo del lujo y del confortable, ó sea á propósito para estar cómodo y contento.
La atmósfera de la charla se fué tendiendo vaporosa y como brotando sus celajes de oro de las soperas, los platones y las copas.
Las bujías del alto candelabro irradiaban como un firmamento de llama, y las palabras eran como enjambres de aves de canto delicioso que vagaran al acaso en un verjel espléndido.
Bonald nos recitó algunas de sus deliciosas traducciones de Hein, que le han dado merecida celebridad en el mundo de las letras. Gutierrez declamó varias poesías suyas, que son como obras primorosas de filigrana; que son como esas creaciones de espuma de encaje y de niebla, escapadas del buril de Benvenuto Cellini ó del pincel soñador del delicado Corregio.
Gutierrez, puede decirse que es el hombre de la alta sociedad, parisiense: narra como Dumas, cria como Mery y[231] forja el cuento fantástico como Hoffman y como Richtter; argulle, disputa, hace saltar la paradoja inverosímil y la sostiene en un cabello como un equilibrista prodigioso.
Las risas, las emociones de ternura, la explosion del entusiasmo nos hacian cortejo, y las horas pasaban desapercibidas y como ocultándose, para no interrumpir nuestro contento.
Cuando pidió la palabra el corazon para que Gutierrez y Bonald hablasen de su patria y de sus padres. Mantilla, que todo es bondad y ternura, pidió que brindásemos por su negrita.
Entre bromas y alusiones cariñosas, pedimos al sacerdote de la niñez, nos dijese algo de su negrita.
La negrita de Mantilla fué su nodriza, nodriza negra, de la servidumbre de su casa: no solo le alimentó á sus pechos; no solo cuidó y dirigió su primera educacion, sino que fué su guía, su amparo, su madre y el ángel custodio de sus primeros años; y Mantilla no solo venera su memoria; no solo ha levantado un monumento que guarda sus cenizas, sino que sus recuerdos son poemas de arrullos, de ternura filial, que simpatizan y dejan entrever la bondad infinita de esa alma niña consagrada á los niños.
En efecto, Mantilla es uno de los hombres más respetables que yo haya conocido: su vida es una consagracion sublime á la purificacion del hombre por medio de la instruccion; su elevadísima inteligencia no busca lauros, no aspira á honores; quiere y anhela por la instruccion, y esa faz de lo bello y lo bueno, lo absorbe y lo embebe en su objeto con fanatismo sublime.
El Japon, la China, las Américas, los lugares más salva[232]jes resuenan con su nombre: los libros de Mantilla son la gran Cruzada de la civilizacion en todo el mundo; él es el único que ignora su mérito; es sencillo hasta la humildad, y pone su persona al servicio de los desvalidos, con placer y como si en ello recibiera favor.
Allí, á su celdita de monje, á su vivienda oscura, van estos recuerdos, recuerdos de gratitud, porque Mantilla honra cuando estrecha la mano de un hombre llamándole su amigo.
La conversacion, que solia adquirir esos matices de gravedad y conmocion, se rompia alegre al tocar en la frente de Gutierrez, y entónces, como de una cajita de chucherías y joyas, saltaban las ladies, los teatros, los paseos, las bellas artes, los poetas y las bacantes de la crónica escandalosa de la Ciudad Imperio.
Respecto de bellas artes, me hice eco de la opinion vulgar de que los americanos las descuidan, de que falta al pueblo de fogoneros y postillones el soplo divino que engendró los Rafaeles y Murillos; pero fácilmente corrigieron mis errores, con solo citarme las numerosas y bien dotadas academias de dibujo y la aplicacion de él á las artes útiles.
Yo replicaba:
—No me podrán vdes. negar que muy frecuentemente se confunde el mérito de las obras de arte; que el vulgo prefiere una muñeca medio desnuda y con pedazos de esmalte por soguillas y pulseras, á creaciones delicadas; que hay estatuas aun frente al Capitolio, que son blasfemias.
—Puede ser que en algo de lo que vd. dice tenga razon; pero es necesario para entendernos, me dijo uno de los circunstantes, que nos pongamos de acuerdo en el punto de[233] partida de la crítica. Fíjese vd., continuó, en que la práctica de la igualdad es cosa que repugna al europeo, y más al europeo bien educado; de ahí las amargas censuras á las faltas del bien parecer y de cultura á la europea. Como de esa crítica se apoderaron personas inteligentes, por otra parte poco capaces de analizar las instituciones y los elementos constitutivos de esta sociedad, cobraron boga las censuras al yankee, que enarbolaba sus piés sentándose en la espalda; del que escupe; del que forma un polvero de tenacilla con el índice y el pulgar; del que bebe con su criado, y del mozo de café que habla en un meetting con el desplante de Mirabeau. Lo mismo son las críticas de las bellas artes y de todo.
Pero hoy es distinto: los hijos de ricos comerciantes, capitalistas y banqueros, se educan en gran número en Europa: es muy comun en las personas de buen tono la posesion de tres y cuatro idiomas; la buena sociedad americana tiene mucho de la buena sociedad inglesa, sin su etiqueta tirante y sin las ceremonias, empalagosas á veces, del afiligranamiento frances.
Le prueba á vd, ese refinamiento, la boga de la Ristori y de actores de su mérito. La Aimée ha hecho en los Estados-Unidos una cuantiosa fortuna.
Las ediciones americanas pueden competir con las primeras del mundo, y sus delicadísimos grabados suponen artistas de primer órden.
Hay multitud de particulares que tienen galerías espléndidas en que se pueden seguir los progresos del arte moderno.
—Yo daré á vd., dijo otro de los amigos, algunas apunta[234]ciones sobre bellas artes, y por ahora me reduciré á hacerle notar que algunos viajeros especuladores pintan al yankee, como lo hacen, por la misma razon que nos pintan á los mexicanos bailando con sombrero jarano y espuelas, y á las damas con su rebozo terciado y su cigarrillo en la boca. Si nos pintaran de una manera comun, nadie compraria sus obras.
El Sr. Gutierrez, que es muy diestro y caballeroso para hacer los honores de anfitrion, dió otro giro á la conversacion, y abriéndose nuevos horizontes, volaron á ellos como parvadas de aves regocijadas nuestros pensamientos.
Como memoria de aquel delicioso convite, dejé á Jacinto Gutierrez el siguiente recuerdo de mi gratitud:
Bellas artes.—Literatura.
Ahora sí me puedo dar gusto elogiando un capítulo de mi obra; ahora sí que entré en esa fácil gloria de los que hacen recopilaciones, índices y cuadros sinópticos que arden en un candil y procuran reputaciones colosales.
Esto de las bellas artes me traia desasosegado; por una parte, decia yo, sigamos la corriente y digamos, haciendo coro con todos los viajeros, que estos hombres no son para la inspiracion y para el buen gusto; citemos esos muñecos que son delicia de muchos, con sus colores rechinantes y sus oropeles; pongamos en espectáculo esas rocas formadas de trozos de jamon y esos mares cuyas olas parecen de algodon escarmenado; con esto lisonjearemos á los que rabian de ver la prosperidad de estas gentes, y se realza indirectamente nuestra reputacion de patriotas, pues se deja[238] entender que para nosotros hay algo de muy superior en nuestra tierra. Pero no dejaba de escocerme recordar que en cada pueblo habia visto una academia de música ó dibujo, y las muy cuantiosas sumas dedicadas al cultivo de las artes, ya por el Gobierno, ya por los particulares. Además, en los grandes salones, en los teatros, en algun museo, habia visto obras de verdadero mérito, y no me parecia lícito cerrar los ojos á la evidencia, para adular servilmente una preocupacion por extendida que estuviese.
Revolviendo tales dudas en mi cabeza, consulté con mi amigo el Sr. Lic. D. Ignacio Mariscal, que aunque no ha hecho estudio detenido sobre la materia, ajena á su actual encargo y posicion, es persona de excelente criterio, de clarísimos talentos y de muchísimos más conocimientos que yo de los Estados-Unidos.
Es de advertir que promoví conversacion á mi amigo, á quema ropa, en medio de la calle, sin que tuviese á mano modo de rectificar sus opiniones; sin embargo de aquel asalto, y conservando en mi memoria letra á letra sus palabras, hice las siguientes apuntaciones, que espero no encontrará adulteradas su autor, y que verán sin duda con muchísimo gusto mis lectores:
"No están las bellas artes en los Estados-Unidos tan adelantadas como las artes útiles, que constituyen la industria; y, ni en número, ni en calidad, pueden todavía compararse los artistas americanos con los que hay en algunas naciones de Europa. Tampoco existen en ese país las grandes colecciones públicas de objetos artísticos formadas por el trascurso de los siglos y las rapiñas de los conquistadores. Sin em[239]bargo, se exagera mucho al hablar del atraso de los yankees en este ramo, y á la verdad en él tambien han hecho progresos considerables, si bien no guardan proporcion con sus adelantos de otro género. Para convencerse de ello, sin necesidad de haberlo visto, basta reflexionar en el íntimo contacto que guarda ese pueblo con la Europa, de donde recibe una contínua emigracion que á veces comprende artistas é individuos de una especial cultura, y en que la costumbre de sus ricos de viajar por el viejo mundo trayendo á sus hogares cuadros, estatuas, etc., es preciso que desarrolle el arte en aquel pueblo, más allá de lo posible en naciones comparativamente aisladas. De algunos años á esta parte, es asombroso el número de americanos que van anualmente á Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, y aun España, con el fin, entre otros, de estudiar sus tesoros artísticos. Durante el verano, suman estos turistas de cincuenta á sesenta mil, muchos de los cuales consignan sus observaciones en viajes y aun obras didácticas, que popularizan las nociones sobre bellas artes. Otros dan disertaciones (lutaces), para las que nunca falta auditorio.
"Estos hechos y el de que las pinturas, esculturas, etc., con tal que lleven el nombre de un artista célebre, encuentran siempre mercado entre los americanos de fortuna, notables por su lujo y ostentacion, han producido un estímulo en favor de aquellas artes que inevitablemente las hace adelantar. Lo mismo sucede con la música y el canto, por la concurrencia de artistas extranjeros, que, si tienen algun mérito, nunca dejan de hacer allí su negocio. Aun cuando fuera cierto que la raza anglo-sajona no descuella por su gusto é invencion estéticos, ¿puede decirse otro tanto de la ale[240]mana y de otras que allí abundan? No; el arte en general tiene en los Estados-Unidos admiradores de todas las razas, no le faltan hábiles adeptos, y cuenta, sobre todo, con gran número de gente que puede y sabe pagarlo; condicion prosaica, pero indispensable para su desarrollo.
"No han faltado ni faltan notabilidades artísticas de aquel país. En escultura puede citarse, entre otros, á Powers, autor de la Esclava Griega y otras estatuas elogiadas por los inteligentes. Hay una jóven escultora, cuyas obras ya tienen celebridad: se llama Miss Minnie Ream. En pintura, lo que más ha progresado es el paisaje, y en él se distinguen hoy Bieritadt y Church, que compiten con lo mejor que en el ramo produce la Europa. En música ha habido compositores de mediano mérito y cantatrices de talento extraordinario, como Adelina Patti, que aunque de raza italiana, es nacida y criada en los Estados-Unidos, de padres allí naturalizados. Existen otras muchas de dotes bastante apreciables, como la Kellogg, la Cary, las Natali, etc. Músicos hay excelentes y orquestas de primer órden, como la de Thomas, que ha hecho popular la música clásica alemana. En Nueva-York y en Boston se ha dado con buen éxito la famosa trilogia de Wagner "Der Niebelungen," que solo pudo darse en Bayrenth bajo la direccion del autor y el patrocinio del rey de Baviera.
"El arte dramático está bastante adelantado; y en las grandes ciudades de los Estados-Unidos se suelen representar piezas tomadas del frances, con una propiedad y lujo escénico comparables á los que se observan en Paris. Los dramas de Shakespeare se representan á veces con mucho esmero y magnificencia. Ha habido y hay actores de méri[241]to, reconocidos tanto allí como en Inglaterra, por ejemplo Torrest, los dos Booth, Jefferson, Miss Cuthman, Wallark, Maggie Mitchel y otros varios, la mayoría de los cuales se ha enriquecido en el ejercicio de su profesion. Nunca faltan público, aplausos y oro para los buenos actores nacionales ó extranjeros. Entre estos últimos, la Rachel, la Ristori, Salvini y aun la Aimée, han hecho bastante dinero en aquel país.
"No hay, segun he dicho, grandes conservatorios ni galerías como los de Europa, que se sostienen con fondos del Estado; pero en ninguna de las principales ciudades deja de haber una escuela de dibujo, y en Nueva-York, por ejemplo, á más del Instituto de Cooper, donde se enseña ese arte á los pobres, se conoce la Academia de dibujo en la Cuarta Avenida y calle 23, conteniendo una coleccion, que diariamente se enriquece, de cuadros, mármoles y yesos. Tambien el Museo Metropolitano de Arte ocupa un edificio en la calle 14, con pinturas antiguas, estatuaria, porcelana, armas, medallas, etc. Se acaba de abrir en la Quinta Avenida, más allá de la calle 59, una institucion más avanzada para la pintura, con una escogida galería, siendo todo, incluso el edificio, obra de la munificencia de un particular, Mr. Lenox, que en esa forma ha regalado al público varios cientos de miles de pesos. Lo mismo ha hecho en Washington el banquero Corcoran, que ha establecido en la capital una galería de algun mérito, dotándola para que pueda ir en aumento. Allí está uno de los originales de la Esclava Griega de Powers. Son, sin embargo, todavía superiores las colecciones privadas, entre las que sobresalen en Nueva-York la de Stewart, que contiene buenos cuadros de[242] Messonier y otros de la escuela francesa, habiendo costado uno solo de ellos hasta sesenta mil pesos; la de Marshall O. Roberts con magníficos paisajes; y la de Jerome con producciones de los mejores artistas que hoy tiene Europa.
"Suelen hacerse remates de cuadros de algunos ricos, vendiéndose á precios muy elevados; y hubo recientemente uno en que se remataron cincuenta cuadros pequeños, por más de doscientos mil pesos. Esto dará una idea del gusto desarrollado entre aquella gente por todo lo que pertenece al arte, gusto que existe ya aun con las extravagancias que caracterizan al virtuoso del antiguo mundo."
En cuanto á literatura y ciencias, tuve un procedimiento semejante con Néstor Ponce de Leon, mi amigo finísimo, cumplido caballero y hombre cuyos claros talentos é instruccion, solo pueden ser comparables á su modestia y bondad.
Franco, listo, abierto, parlanchin y sincero en el trato familiar; sesudo, escrupuloso é integérrimo en los negocios.
En su despacho, es el hombre del negocio; en su casa, el tiernísimo padre de familia á nuestra usanza.
Ponce de Leon, originario de Cuba, es eminente abogado; pero no pudiendo ó no queriendo estar en el extranjero mano sobre mano, botó en un abrir y cerrar de ojos el casacon del lejista, se remangó las mangas de la camisa y se hizo impresor, despues fué librero. Relacionóse con literatos eminentes, estudió con asiduidad, escribió libros preciosos sobre educacion, creó El Educador Popular, periódico que por sí solo es un título de gloria para sus autores, y á fuerza de trabajo, de constancia y de honradez, con[243]quistó un lugar distinguido entre la gente de ciencia y valer de los Estados-Unidos.
Su despacho y librería, situados en Broadway, números 30 y 32, es el cuartel general de todo bicho que habla el idioma de Cervantes.
Allí hay una especie de servicio grátis de noticias, encargos, depósitos é impertinencias: allí está sobre el tapete la cuestion de Cuba y las embestidas á México; allí la América del Centro improvisa arengas que arden en un candil; allí la madre España se acuerda de sus dorados tiempos, y el yankee se humaniza al punto de soltar una que otra interjeccion muy española, á la vez que alguna anciana de Sonora ó Sinaloa, penetra al despacho en busca de un "Padre Jaen" ó un "Ramillete de Divinas Flores," como pudiera hacerlo en la casa de Aguilar y Ortiz ó de Abadiano.
Abordé á Néstor pidiéndole apuntaciones sobre literatura; y al siguiente dia me presentó un haz de papeles amarillos, que coordiné con mil trabajos, y contiene lo que van á leer mis favorecedores.
Es de advertir que el trabajo de mi amigo, tal como se percibe al correr de la pluma y bajo cierta capa de frivolidad, ha merecido ventajosas calificaciones de literatos muy versados en las letras norte-americanas, y que aunque dice Ponce de Leon que lo más importante de sus apuntaciones lo ha tomado de una publicacion americana, ha expendido mucho de su propia cosecha, que revela el alto mérito de mi amigo.
¿Ya ven vdes. todo esto? Pues para probar que nada hay más atrevido que la ignorancia, con el mayor desembarazo del mundo, he hecho algunas ampliaciones á las ob[244]servaciones de mi amigo, agregando referencias que pudieran interesar á México. Basta de exordio: hable vd. al fin, querido Néstor, que ya le sabrá la boca á medalla.
El interesado, despues de dar como diez fumadas seguidas á su puro, hasta envolverse en una espesa nube, leyó:
"La literatura americana puede considerarse dividida en tres períodos:
"1. Período colonial.
"2. Primer período americano.
"3. Período de desarrollo.
"Los hombres más notables de este período son Jonathan Edwards, teólogo, moralista y filósofo de gran mérito: su obra más importante es el "Tratado sobre el libre albedrío."
"Cadwallader Colden, historiador, y
"Benjamin Franklin, moralista, hombre de Estado y literato distinguido, sobre cuyo mérito creo inútil decir nada, pues vd. le conoce mejor que yo: además fué un gran físico é inventó el pararrayos.
Nota curiosa.—Franklin fué impresor: quedan pocos ejemplares de los libros impresos por él, y es tal el fanatismo de este pueblo por la gloria de Franklin, que he visto vender sus almanaques originales en 60 y 80 pesos, en pública subasta.
HOMBRES DE ESTADO.
"Washington: sus obras, escritas en un estilo clarísimo y elegante, demuestran sus muchos conocimientos y su aptitud literaria: sus papeles de Estado y sus cartas son interesantísimas.
"Jefferson, autor del Acta de independencia: escritor concienzudo, su estilo es muy severo y conciso: su otra obra importante es "Notas sobre Virginia."
"Adams, John, autor de una excelente Defensa de la Constitucion, obra que fué de gran importancia en su época. Estos tres fueron presidentes de los Estados-Unidos.
"Hamilton, Alejandro, la capacidad más notable de aquella época, director del Federalista, en el cual lo ayudaron Madison y Jay, ambos distinguidísimos escritores, estadistas y autores de pequeñas obras históricas.
"John Marshall, amigo personal de Washington, gran jurisconsulto, presidente durante treinta y cinco años de la Corte Suprema de los Estados-Unidos y autor de una excelente "Vida de Washington."
"Además, como estadistas notables y distinguidos oradores se pueden elegir, entre otros, muchos de los de la época revolucionaria y tiempos cercanos á ella: Warren, Patrick, Henry Butledge, Otis, John Quincy Adams, etc.
"Poetas, ninguno hay de gran mérito: los más notables son Phillip Trevean, el poeta de la revolucion, en cuya época sus obras fueron muy celebradas, Trumbull y Barlow.
EN OTROS RAMOS.
"Sindley Murray, autor de una gramática que aun hoy es texto en Inglaterra y los Estados-Unidos.
"Brockden, el primer americano que escribió novelas.
"Ramsay (David), historiador de mérito: escribió la "Vida de Washington" y algunas obras sobre la guerra de la independencia.
"Wist, autor de una excelente biografía de Patrick Henry.
"Pick, viajero célebre que con el capitan Lerris hizo una expedicion por todo el valle del Mississippí hasta Oregon, y publicó sus viajes.
"En este período, la literatura americana se emancipa y toma su carácter propio.
HOMBRES DE ESTADO. | |
"Daniel Webster | Todos estos han sido grandes oradores, y vd.
conoce demasiado bien la historia política de este país, para que yo pueda decirle nada nuevo acerca de ellos. |
"Henry Clay. | |
"John Calhoun. | |
"Williams Mary. | |
"William H. Seward. | |
"Edward Everet. | |
"Stephen Douglas. | |
"Lerris Cass. | |
"John Randolph. | |
"Charles Sumner. | |
"Wendell Philips. | |
"Thomas Benton. | |
"Abraham Lincoln.[247] | Seria curioso hacer un paralelo entre estos
dos hombres, el primero poco ilustrado pero de gran capacidad, rectitud y lealtad; y el segundo gran estadista, pero zorro de cuenta. |
"Jefferson Davis. |
POETAS.
"El primero, en mi opinion, es su amigo William C. Bryant, cuyas obras conoce vd. mejor que yo; así, paso á otro.
"Richard H. Dana, poeta filosófico y descriptivo de mucho mérito, además jurisconsulto anotador del derecho internacional de Wheaton.
"Fitz Greene Halleck, cuyo poema Márcos Botzaris y otros tres ó cuatro, le valdrian la inmortalidad á que sus otras muchas obras no le hacen merecedor.
"Henry W. Longfellow, considerado por muchos el primer poeta americano: no me gusta porque le falta pasion; y para mí, la poesía fria, por muy artística que sea, es un huevo sin sal. Pero como poeta descriptivo es excelente, y como traductor no tiene rival.
"James Russell Lowell, poeta filósofo de gran imaginacion; además es un humanista de primer órden. Es ahora ministro en España.
"Emerson (Ralph Waldo), poeta filosófico profundísimo, de admirable estilo y adorador entusiasta de la naturaleza, es además el primer filósofo americano, y no hay en lengua inglesa nada que supere á sus ensayos.
"Edgar Allan Poe, gran poeta y novelista, murió jóven; nadie ha pintado mejor que él las pasiones. Tipo semejante á Espronceda, escribió además unos cuentos que han sido traducidos al frances y al aleman y son muy celebrados.
"Además, son notables como poetas N. P. Willis, Ch. J.[248] Hoffman, W. Allstin (pintor muy notable), J. R. Drake, O. W. Holmes, G. P. Morris, W. G. Simnis, John Wittier,[2] Joaquin Miller, autor de los "Cantos de las Sierras," muy aplaudidos en Inglaterra y que están llenos de alusiones á las costumbres mexicanas de la frontera, y otros muchos más que creo excusado mencionar para su objeto.
[2] Wittier es autor de una hermosa poesía titulada "Los Angeles de Buenavista," en que elogia la conducta de las mujeres mexicanas con los heridos en esa batalla.
"Como aquí está tan adelantada la educacion del bello sexo, hay un gran número de distinguidas poetisas: las más notables son Miss Osgood, Miss Welby, Miss Howe, Grace Greenwood, las dos hermanas Cary y Mary Townsed. Tienen bastante bueno, pero la poesía femenina no me seduce.
HISTORIA.—GEOGRAFIA.—VIAJES.
Aunque vd. sea demasiado severo con los yankees, más que yo con la poesía femenina, en historiadores tendrá vd. que hacerles justicia. Gracias á ellos sabemos algo de nuestra patria comun, la América ex-española:
La historia de los Estados-Unidos, la ha escrito con gran talento, belleza y crítica, George Bancroft: ha publicado ya diez tomos que llegan á 1774. Por demasiado prolijo suele ser cansado. Lo da á entender su extension cuando aun no llega á la época moderna.
Tambien han escrito buenas historias de los Estados-Unidos, Spencer, Hildereth, y Bensen Lossing.
"George Tiknor ha escrito la "Historia de la Literatura española," que, traducida por Gayangos, sirve de texto de enseñanza en España.
"Washington Irving, autor de la mejor "Vida de Washington." |
Sobre estos dos nada le digo, pues los conoce mejor que yo. |
"Prescott. |
"John Lothrop Motley, que acaba de morir, ha escrito dos historias de los Países Bajos y de sus revoluciones, obras de gran mérito: no conozco escritor de más ciencia, conciencia y paciencia, tres éncias no fáciles de hallar juntas: su estilo peca de severo, y á veces es árido, pero clarísimo, y su obra es un modelo de imparcialidad. A veces, al leer la primera de sus obras, me parece estar leyendo lo que, pasa actualmente en mi tierra; cosa que me demuestra que, aunque el mundo marcha, España lo hace demasiado lentamente.
"Pouke Godrin, autor de una buena Historia de Francia.
"Fenimore Cooper.—" Historia naval de los Estados-Unidos."
"Schoolcraft, Bradford, Catlin y otro Bancroft, han escrito excelentes obras sobre los indios norte-americanos, su historia, costumbres y antigüedades.
"Goodrich (S. G.) ha escrito una bastante buena historia Universal, y, con el nombre de Peter Parley, setenta y cinco pequeñas obras históricas para niños. A él se debe la reforma de los textos de las escuelas, pues fué el que los hizo ilustrados, haciendo divertida la enseñanza.
"James Parton es un historiador de gran mérito, cuyas biografías pueden citarse al lado de las mejores.
"Jared Sparks es otro biógrafo, más distinguido por su conciencia é imparcialidad, que por su estilo, que es algo árido y cansado.
"El célebre teniente Kane escribió relaciones admirables de sus viajes al Polo.
"Stephens y Squier han escrito bellísimos libros sobre las Repúblicas de Centro-América y el Perú; Wilkes (el almirante), una buena historia de la expedicion exploradora americana al Polo Sur; Lynch, la exploracion del Mar Muerto; Perry el viaje al Japon; Bartlett, las exploraciones de Tejas y Nuevo-México; Fremont, las de California y todo el interior del país; Heindon, las del Valle del Amazonas; Page, el valle del rio La Plata; Bayard Taylor, veinte ó treinta obras de viajes por todo el mundo, escritos con la mayor gracia y á cual más interesantes; Norman, ciudades arruinadas de Yucatan; Dana, viajes; Hayes, viajes al Polo Norte, y muchos otros más de ménos importancia.
NOVELISTAS.
"Fenimore Cooper y Washington Irving no necesitan carta de recomendacion para vd. Tampoco Mrs. Beecher Stowe, la autora de la "Choza del Tio Tomás," y hermana del gran orador Beecher, que es tan apasionado á faldas como cualquier otro prójimo, segun malas lenguas dicen.
"Son además muy notables Hawthorne, el autor de "The Scarlet letter," y de muchas otras novelas traducidas á todos los idiomas hablados por los séres racionales (¡hasta el español!); Poe, N. G. Simms y otros.
FILOSOFIA.—TEOLOGIA.—JURISPRUDENCIA.—ECONOMIA.—PEDAGOGIA.
"Filósofos notables solo hay Emerson, gran pensador, original en todas sus ideas y cuyo lenguaje es admirable;[251] Channing, que, lo mismo que el anterior, ha sido traducido al aleman, frances é italiano, y Jappan, autor del "Libre Albedrío."
"En la Iglesia son notables como grandes oradores, entre los muertos Jappan, Robinson y Baines, y entre los que aun andan por este valle de lágrimas, consolándose con sueldos de 20 á 60,000 pesos anuales, Chapin, Hipworth, Tyng y Henry Ward Beecher, á quien, por mucho que le gusten las faldas, nadie podrá quitarle ser el primer orador y el hombre más simpático de toda la América inglesa.
"Fuera de la Iglesia cristiana (de modo que no se salva), hay un gran orador sagrado, el Dr. Frothingham, predicador de la Iglesia unitaria, que, como vd. y yo, admite á Dios sin meterse á explicarlo, no admite revelacion alguna y cree que basta al hombre cumplir sus deberes para salvarse. Predica todos los domingos en el Templo Masónico, y son tan notables sus discursos, que El Herald da un extracto de ellos todos los lúnes.
"En jurisprudencia están los americanos tan adelantados como en historia. Los nombres de Kent, Wheaton, Story y Livingston, ya muertos, honrarian á cualquier nacion. Además, son notables Bouvier, Brice y otros.
"En educacion, puede citarse á Horacio Mann Calkins, Wickersham, Sheldon y otros infinitos á quienes debe este país, más que á todos los demás, sus prodigiosos adelantos.
"En economía política están los americanos á la cola: aquí solo ha habido dos ó tres que merezcan el nombre de economistas: Carey, Perry y Horacio Greeley: ya vd. los conoce.
PERIODISTAS.
"Raro es el político que no haya sido periodista: entre los grandes nombres del periodismo puede vd. citar Legaré, Raymond, Richardson, Manton Marble, Bennett, Greeley, Bryant, Dana, etc., etc.
"Las revistas literarias son tan grandes en número, como las estrellas en el cielo, y son distinguidos, todos los ya enumerados como historiadores, muchos de los literatos y estadistas, y además Holland, Putnam, etc. Hay Revista mensual, como la de Harper, que imprime 200,000 ejemplares de cada número!
DICCIONARIOS, ENCICLOPEDIAS, ETC.
"El mejor diccionario de la lengua inglesa es el del Dr. Noah Webster, que vd. conoce.
"Hay buenas enciclopedias generales, unas calcadas sobre las inglesas, otras sobre las alemanas; es decir, más científicas, históricas y prácticas que literarias. Las dos mejores son las publicadas por Appleton y por Johnson.
"El mejor diccionario bibliográfico inglés y americano es el publicado por Allibone: tres enormes volúmenes con las biografías, bibliografías y juicios críticos de todos los autores.
"Griswold ha publicado muchas colecciones de obras escogidas de autores americanos. Lo mismo Dana y Bryant.
"Hay una excelente Enciclopedia de la literatura americana publicada por Dunkirk, con biografías, retratos, etc.: la enseñé á vd. en mi oficina y le aconsejé la examinase; pero, como vd. hace lo que le da la gana, no me hizo caso:[253] le advierto, para su gobierno, que cuanto aquí le digo que algo valga, es tomado de ella.
CIENCIAS NATURALES.
"Como esta gente es tan práctica, si no tienen poetas que canten sus glorias (no es pulla) tienen hombres grandes que sepan abrir y desarrollar todas las fuentes de sus riquezas: á Franklin y sus pararrayos siguen, Fulton aplicando el vapor á la navegacion, y Morse la electricidad á las comunicaciones. Estos tres hombres bastarian; pero hay muchos que agregar.
"Bowitch, autor del comentario de la mecánica celeste de la Place y del "Tratado de navegacion," que por ordenanza se usa en las marinas de guerra y mercante de los Estados-Unidos é Inglaterra.
"Youmans, Henry Hare, Silliman, Hunt, Maury, Mitchell, Loomis, Peters, Dana, Olmstead, Bache, Ferguson, Goodrich, Gray, etc., son distinguidísimos por sus obras y descubrimientos; unos como geólogos, otros como naturalistas, como químicos, como astrónomos, etc.
MEDICINA Y CIRUJIA.
"Morton, Mott y Glidden, Parker, Wood, Casnoshan, Hammond, Sanger, escritores sobre anatomía comparada, cirujía en general, cirujía militar, régimen de hospitales, prostitucion, etc., é inventores de muchos aparatos y operaciones importantes.
"Elliot, Lee, Simms, Thomas, Metcalf, Chapman, Williams Flint (padre é hijo), y otros grandes médicos han publicado célebres obras de medicina.
"El arte del dentista está más adelantado en los Estados-Unidos que en todos los demás países.
"En mecánica y manufacturas ha habido muchos hombres notables; pero como poco se me alcanza de esto, dejo la pluma sin meterme en honduras, y me voy á dormir, dando gracias á Dios por haber acabado."
Para complemento de este capítulo, copiamos en seguida varias lindísimas composiciones de poetas muy notables, que tienen, á más de su mérito, la recomendacion de estar admirablemente traducidas por nuestros amigos los Sres. D. Pedro Santacilia, y Lic. D. Ignacio Mariscal:
Inquietud.—Noticias de las huelgas.—El 26 de Julio.—Decision de marcha.—Mi rumbo.—Gomez del Palacio.—Su traduccion del Tasso.—El Hotel San Julien.—Historia de una monja.—Un polluelo de bromita.
Las noticias que recibia yo de México eran cada vez más alarmantes por la salud de uno de mis hijos, Manuel Guillermo, á quien tenia agobiado una peligrosa enfermedad. Las calles, las casas, el estrépito de la ciudad y las conversaciones, como que me retenian á fuerza, como que me estorbaban las miradas con que mi alma pretendia seguir la suerte deparada á mi desventurado hogar.
Sentia como llorando en mis entrañas la sangre de mi hijo; yo queria que los traficantes, los periodistas, todos me hablasen de lo que mi corazon sufria, y el natural silencio de los extraños sobre mis penas, me hacia ver como desierto[268] la Ciudad Imperio y como fieras y verdugos á sus numerosos habitantes.
Las noticias más y más alarmantes sobre las huelgas ocupaban las prensas; las escenas de horror que se producian un dia, las relataba la prensa al dia siguiente en todos los tonos, con todos sus detalles, encargándose la litografía, el grabado y la fotografía de representar los lugares, los horrores del incendio, las fisonomías de los batalladores, la agonía de las víctimas, los grupos de mujeres y niños entre el incendio y las matanzas espantosas.
Mi resolucion para verificar mi regreso, era efectuarlo por Tejas, no solo por conocer esa parte interesantísima de los Estados-Unidos, sino por ver por mis ojos y estudiar con cuanto detenimiento me fuese posible, la cuestion de la frontera, tan comprometida, en mi juicio, y tan digna de una séria atencion.
Hice presente mi decision á mis compañeros, y Gomez del Palacio, como he repetido mil veces, inagotable en bondades para conmigo, se resolvió á acompañarme en tan costosa é incómoda travesía, sin atender á sus molestias ni á sus sacrificios pecuniarios.
Despues de incidentes dolorosos, pero de interes muy privado para mi persona, quedó resuelta la marcha para dentro de dos dias, fijando un derrotero prolongadísimo, evitando pueblos incendiados materialmente por las inquietudes del Sur.
Como á pecador abandonado, vinieron á mi mente en tropel mis culpas acerca de mis estudios sobre Nueva-York.
Me parecia, como es, que mis apuntaciones superficiales é informes, no podian dar ni remota idea de mis impresio[269]nes; que habia descuidado los datos estadísticos; en una palabra, jamás tuvo más sincero arrepentimiento de sus culpas pícaro contrito. Para reparar mi falta, pretendia, como si fuese posible, verlo todo, examinarlo todo, y me embriagaba el ruido y caia en más imperdonables divagaciones.
Aquellos mil suntuosos edificios, como que me salian al paso á decirme: "¿Cómo te has olvidado de mí, Fidelillo, que no merezco un lugar en tus recuerdos?...." y tomaba un wagon con un propósito, torcia siguiendo otro y me dejaba caer rendido en un café, ó en el asiento de un parque, ó en uno de los teatritos que conocia como la palma de mi mano.
El Hotel San Julien en que habitamos está situado en Washington place, á dos dedos de Broadway.
Es un hotel de segundo órden, pero servido con esmero á la francesa, y en que el arreglo y la limpieza extremada le comunican cierta decencia y cierto buen tono universalmente reconocidos.
El Parlor, ó sea salon de recepcion, el comedor y el despacho, están en primer término, suben cuatro escalerillas á otros tantos pisos con angostos corredores, departamentos uniformes y muebles como vaciados en un mismo molde.
Escaleras y tránsitos están perfectamente alfombrados; el aseo escrupuloso mantiene en perfecto estado el edificio y las habitaciones, y hay su pintura blanca que pudiera llamarse la toalla de Vénus de puertas y chambranas, que las mantiene en juventud perpétua.
En las noches permanecia la puerta que da á la calle accesible á todos los huéspedes.
Hay multitud de criados; pero el servicio de las habitaciones está encomendado á irlandesas, que funcionan con la más severa disciplina.
Mme. Clermont, propietaria del hotel, se consagra dia y noche al excelente arreglo de la casa.
La Sra. Clermont es de mediana estatura, muy gruesa, de moreno subido, de ancha faz, ojos negros aterciopelados, roma y gruesa nariz, abren sus alas dos grandes bucles sobre sus sienes, que acentúan enérgicamente su fisonomía.
Encargada de un departamento estaba una irlandesa, alta como el plumero de un tambor mayor, comprimida de armazon, al punto que dudo que hubiera cabido entre su pecho y espalda un pliego de papel, y tan llena de vigorosas cuerdas y tendones, que sus manos y brazos parecian diseños en relieve de multiplicadas cañerías.
Maguet era el nombre de mi cuidadora, de blanco mate, de cabello amelcochado, como de músico aleman dedicado al violonchelo, de ojos gatunos y arrebozados en espesas cejas, de boca grande y fresca, y de modales circunspectos pero expeditos, como de sacristan mayor en Juéves Santo.
Fornida como mi compadre el general Chavarría; concentrada y adusta como Mata, nuestro representante en Washington; dedicada á sus tareas con imperturbable asiduidad, como á sus máquinas Adorno, Orozco y Berra á la historia nacional y García Torres á pescar noticias para su Monitor, Maguet era, además, un tipo de honradez, de decencia y de bondad extrema.
Yo habitaba en compañía, como he dicho, de Gomez del Palacio, hombre estudioso, ordenado y limitadísimo en sus molestias á los demás.
Yo aparecia lo mismo, con la simple diferencia de ser en realidad todo lo contrario.
Maguet sondeó los caractéres de los dos huéspedes que estaban bajo su cuidado, y se supo manejar de modo que nos tenia encantados.
A Francisco se subordinaba, á mí se me imponia.
Con Francisco entraba en conversacion, ante todo porque Francisco posee el inglés. Yo, aunque para mí le hablaba perpétuamente en inglés, jamás me entendió palabra.
Mis frecuentes salidas, mi ninguna aptitud para dobleces de ropa, costuras y cuentas de lavanderas, zapateros y criados, tenia mi cuarto hecho una bola de gusto los primeros dias; la lavandera, la camisera, el zapatero, una dulcera italiana y muchachos vendedores de periódicos, armaban tertulias magníficas, y aquella libertad de comercio solia traer por consecuencias, camisas desaparecidas, zapatos nones, sombreros que cambiaban de dueño y toda la glorificacion del desbarato de un soltero.
A Maguet le daba á guardar mis escasos fondos y la encargaba de algunos pagos, porque es la misma probidad.
Luego que en las intimidades de su conciencia se persuadió que era necessario cuidarme, desparecieron como por encanto las visitas de mi cuarto, y ya no hubo debajo de la cama camisas que sacaran las mangas como pidiendo socorro, y me puso en un arreglo estupendo.
¿Queria yo salir? ¿llovia? Maguet bonitamente me quitaba el sombrero y lo hacia perdedizo.
Bufaba de coraje: Maguet ni reia ni se daba por aludida por mis señas. Era de matarla.
Cuando me veia escribiendo, con la mayor frescura me[272] encerraba con llave, y al querer ó no, soltaba pliegos como una máquina.
Le pedia dinero, de modo que ella creyese que podia faltarme para lo preciso, y era más fácil hacer volar á un buey, más fácil oir cantar una cancioncilla andaluza á Bonifacio Gutierrez, tipo de inmutable sequedad, que conseguir un centavo.
Pero bueno, decia yo, esta mujer es mi providencia, quiero que me hable.... Soltaba alguna chanza, y aquella fisonomía de hielo nada decia. Me desesperaba....
Maguet, ya por su físico, ya por su moral, era refractaria á todo afecto, era su corazon de amianto, y no obstante, le estaba obligado por sus bondades.
Armaba cada campaña con mis estafadores, que se hundia el hotel, apechugaba como si fuera mi madre cualquier negocio que me atañia; al volver la cara, ya tenia un pantalon nuevo, ya me veia obligado á afeitarme, ya me ponia frente á frente de un sacerdote irlandés á quien le habia de dar informes de México, pero con el designio de ponerme en contacto con gente de pró.
Necesidad vital de sentir afectos, halago innato del alma cuando se relaciona con otro sér, aquellos cuidados purísimos, aunque envueltos en brusquedad, aquella solicitud, aliviaban mis penas.
Maguet me gobernaba á su antojo luego que caia bajo su dominio; y Gomez le concedia la razon siempre que estallaban mis impertinencias en los altercados.
Jamás Maguet se tomó licencias que pudiera interpretar la malicia; jamás recibió gratificacion sino de manos de Francisco.... solo cuando arregló nuestros baúles para la[273] partida, con sus ojos inundados en lágrimas, sospechamos que aquella pobre mujer nos tenia afecto....
Seria una ingratitud indigna no consignar en mis Viajes el nombre de Maguet. Lo consigno, ¡vamos! con toda mi voluntad, y que salga el sol por Antequera.
Despues de mi última conversacion con Iglesias el 26, entré á mi cuarto, y Maguet comprendió á la primera ojeada de sus ojos de gato, que no se trataba de carbonato, ni de parche para los callos, ni de una contrariedad pasajera. Salió de la pieza, volvió con un trozo enorme de hielo, lo echó á nadar en el jarro de agua que habia constantemente en la mesita del centro del cuarto.... y desapareció....
Quise hablar á Gomez del Palacio; pero éste, para esas circunstancias críticas, tenia á mano su magnífica traduccion de la "Jerusalem," del Tasso.
No temo que la pasion por los talentos de amigo tan querido preocupen mi juicio; por el contrario, tengo una especie de remordimiento, cuando recuerdo la severidad excesiva con que le hacia notar uno que otro que me parecia defecto, severidad tanto más imperdonable en mí, cuando soy, lo confieso, temerario en materia de incorreccion.
Pero ¡qué estro tan levantado el de Francisco! ¡qué emulacion con su modelo hasta embellecerlo y superarlo! ¡qué flexibilidad de talento para seguir en sus cambiantes armonías al poeta divino! ¡qué perspicacia para percibir delicadezas que se escapan á la sensibilidad más exquisita y penetrante!
Y sin embargo, el trabajo de Francisco es de puro solaz y pasatiempo; triunfo me costaba decidirlo á que me leye[274]se: le decidia al fin, é iba desenrollando á mis ojos enamorados la série de cuadros encantadores del gran poeta que inmortalizó al capitan valeroso que el gran sepulcro libertó de Cristo.
¡Cómo sirvió aquella lectura de bálsamo á mis penas! ¡cómo deseo que termine aquella traduccion mi amigo, para honra de las letras y para satisfaccion muy privada de mi espíritu!
Era esta lectura mi primera recreacion poética; de la segunda voy á imponer más detenidamente á mis lectores; al cabo poco tenemos que hacer y mis entregas no son coches de sitio, que corren por horas.
Están vdes. para saber y yo para mal contar, que en las vecindades de mi cuarto, y no afirmaré precisamente si en mi mismo hotel, habia una beldad misteriosa de la que todos hablaban sotto voce y que nadie conocia.
Decíase que era una gaditana espléndida, de aquellas que dieron tema á los sabios con su mirada para inventar la máquina eléctrica y el pararrayos; de aquellas que donde clavan la vista dejan una señal, como si se hubiera pegado una tea, y que producen con una sonrisa el dolor de muelas del corazon.
Pero á derechas, nadie conocia á la linda misteriosa, y esto mismo revestia de los encantos de la leyenda, cuanto se encaminaba á descubrir la incógnita.
Yo me retiraba al hotel muy noche, tanto, que al pedazo de noche en que se verificaba mi llegada, le solian poner por mal nombre las dos y las tres de la mañana.
Y á hora tan importuna y silenciosa, cuando hasta las paredes parecian dormir por lo cerrado de los párpados de las[275] ventanas, en el cuarto de la bella se veia una chispa de luz de gas, se oia una tosecilla reprimida, hija del amago de la tísis y del insomnio, y se oia á veces el ruido entrecortado del sollozo furtivo contenido, como si él pudiera constituir una impertinente revelacion.
A pesar de que aquella luz y aquella tos nada tenian de particular, las noticias vagas de la hermosura de aquella mujer, la obstinacion con que se ocultaba á todas las miradas, el silencio que guardaba la vieja irlandesa, única persona que penetraba en el cuarto, la disposicion de mi espíritu ó lo que se quiera, me formaron una novela de amor, de lágrimas, de desesperacion y de misterio, que me tenian enajenado.
Oculté cuidadoso hasta de mi sombra mi curiosidad, que yo (sesenton bárbaro), equivocaba con la alucinacion romancesca, y me propuse entrar en relacion con aquella mujer, de cualquiera manera que fuese.
Es de advertir que el cuarto de la gaditana estaba precisamente al terminar la escalera de uno de los pisos, de suerte que cualquiera detencion se hacia notable, por tratarse de un lugar de tránsito contínuo.
Seducir á la irlandesa, era pretender lo imposible; entablar contestacion con Maguet, era buscarme un ruido; aventurar una pregunta, un peligro; fingir una equivocacion, un desaguisado, un escándalo; acudir al correo, infructuoso; hacer una publicacion alusiva en El Herald, inútil: en una palabra, no habia esperanza.
Entónces me propuse escribir cualquier cosa y fingir que mi escribiente equivocaba el cuarto y por arrojar el papel bajo mi puerta, lo arrojaba bajo la de la incógnita, poniendo[276] al calce de la supuesta copia:—"Copia de la leyenda de la Monja, para el Sr. D. Guillermo Prieto."
De esa manera me ponia yo á cubierto en cualquiera aclaracion.
Con los vagos datos que poseia yo de una gaditana viuda, en la flor de la vida, hermosa como el lucero de la mañana y encerrada en las cuatro paredes de un hotel, en país extranjero, hice mi composicion de lugar y sembré y cultivé en mi cerebro la leyenda de la Monja.
Tenia mi leyenda como epígrafe el sublime pensamiento de Santa Teresa, que dice: Compadezco á Satanás porque no ama. Y en esa introduccion, que era como el eco de los sollozos comprimidos que yo habia escuchado alguna vez, cuando dilatando mis pasos y comprimiendo mi aliento habia pasado frente al cuarto de la desconocida, lamentaba mi alma la desesperacion de no amar; el frio del desamparo, la queja muriendo sin eco, la tortura de la orfandad del alma, cuando la vida cae como la piedra que se desprende de la ruina, como la gota de lluvia que se embebe en la arena ó acaba, como la planta, con las raíces destrozadas, que tiene la existencia doliente de una luz fugaz; y terminaba la introduccion ofreciendo contar la historia de una monja sepultada en un claustro, entre los recuerdos de una tumba adorada y el desierto de no amar ante sus ojos.
Como se supone, las alusiones todas eran trasparentes á lo sumo; en cada inflexion del ritmo pretendí que vibrase un acento de pasion.
Escribí, puse al calce de mis versos aquello de "Copia para D. Fulano," y esperé la hora propicia para deslizar mi carta debajo de la puerta de mi vecina.
Es de advertir que viviamos mi vecina y yo en dos pisos diferentes; ella en el primero, yo en el tercero, y á la distancia de media cabecera de las nuestras.
Las ventanas de la gaditana daban cerca de la esquina, de modo que la luz dibujaba en la pared del frente con mucha imperfeccion las sombras, ó las rompia en la sombra de la calle.
Mis ventanas daban frente á las puertas laterales de un gran hotel, que estaban cerradas durante el dia; pero entrada la noche, tenian gran tragin, abriéndose, cerrándose, interponiéndose entrantes y salientes, apareciendo y desapareciendo la luz interior con desesperante persistencia.
La noche que me resolví á deslizar mi introduccion al cuarto de la vecina en el hotel, parece que habia una conspiracion contra el comun sosiego.
El banquero inglés del primer piso tuvo tertulia y bebieron y disputaron los hijos del Támesis como energúmenos.
Un matrimonio mal avenido dispuso una separacion temporal, y aquello era movimiento y bulla que espantaba.
Una maestra de música del último piso, que era un hipopótamo musical, berreó solfeos con sus discípulas, de aturdir, y Mme. Clermont jugaba ecarté en el Parlor á la una de la noche, con la frescura de si estuviera oscureciendo.
Yo no sentia interes alguno por la gaditana; pero me presumia que iba á ser aquella aventura un motivo de solaz en mis horas de insoportable fastidio; por otra parte, como tenia cierto viso poético, creí el episodio aquel muy digno de ocuparme.... mejor dicho, ahora pienso todo esto; entónces no me daba cuenta de por qué hacia yo semejante locura.
Como si tuviese quince años, me sentia ansioso é impaciente, sentia aletear sobre mis cabellos canos mis dulces ilusiones de la juventud, y léjos de parecerme ridículo, me parecia mi empeño un delicioso fraude á la vejez.
Cesaron al fin todos los ruidos: yo, que me habia quedado leyendo periódicos en el despacho, entre los criados que roncaban en ruidosa competencia, subí las escaleras como una sombra, me detuve como un malhechor frente al cuarto, distinguí la imperceptible raya de luz bajo la puerta, me acerqué, tendíme casi en el suelo del quicio, y disparé mi papel con cuanta fuerza me fué posible, despareciendo rápido en las sombras.
Entré á mi cuarto, quedé atento al menor ruido.... silencio profundo.... Saltaba mi corazon y no podia pegar los ojos.
Al siguiente dia se me figuraba que todo el mundo me habia descubierto, y que era objeto de todas las conversaciones la aventura; pero nada: pasé al frente de la ventana.... y nada.... Pues, señor, aquí dió fin la comedia; ¿y para esto tanta precaucion y tanto susto....?
A prima noche, miento, como á las nueve de la noche, en vez de las listas de la celosía que se dibujaban con constancia en la pared de enfrente, la ventana estaba abierta..... yo todo me volvia ojos, no sé cómo no me desbarranqué de mi ventana.... De pronto, se dibujó una sombra, ¡correcto perfil! ¡qué enhiesto talle! ¡qué explosion de rizos trémulos sobre el cuello y la torneada espalda! y al ir adelante en mi exámen, la sombra se hundia en la sombra de la calle, ¡y aquello era de desesperar!
A veces me parecia que tenia aquella mujer angélica, porque así habia de ser, mi papel en la mano, mi verso sin[279] duda; pero creia que se prolongaba: no es un periódico, es mi papel, y á la sombra.... ¿En esa sombra habia alguno? ¿Ese es un brazo humano, ó es el brazo de una cruz, ó el extremo de un mueble....?
Mi sombra era otra cosa, abria los brazos, mostraba papeles; pero las cambiantes de la pared que la pintaba, el abrirse y cerrar de las puertas aquellas, las volvia grotescas, me hacian figurar como un mono haciendo cabriolas.
La ventana superior cerróse como siempre, y yo traté de olvidar con mis amigos mi aventura.
Al regresar en la noche, por supuesto á hora oportuna, me sorprendió muy agradablemente que hiciera sensible mi presencia la mayor luz bajo la puerta: yo me eché á nado, porque tal era mi postura en el pazadizo.... ví entónces trasparente, blanquísima nube; percibí algo de perfume embriagador, se interceptó la raya de luz y ví que algo se deslizaba por la alfombra, al mismo tiempo que dentro del cuarto se extinguió totalmente la luz.
Tendí la mano, palpé un libro pequeño y me retiré á mi cuarto.
Encendí el gas, hasta que quedó como alumbrada por el sol mi estancia.... ví el libro.
Era un pequeño y preciosísimo Album forrado de terciopelo azul, con sus cantoneras de oro; incrustado en la pasta del libro habia un pequeño relicario con una miniatura de Santa Teresa de Jesus.
Abrí el Album, y en la primera hoja, con letra, humillacion y vergüenza del grabado, decia:
"La Monja.—Copia de una leyenda del Sr. D. Guillermo Prieto, poeta mexicano."
Aquello era de acalambrarse, de desmorecerse: ¿por qué no tenia veinte años ménos? ¿por qué no realizar y desenlazar como es debido esta leyenda, para dejar á estos yankees con un palmo de narices? ¡Hombre, Prieto, mírate al espejo! ¿Y que más da? ¿Está prohibido á los viejos tener corazon?
Y de esta manera ensartaba mis versos, sin sentir, hasta que oia la tos de Francisco, á quien oculté cuidadoso lo que me pasaba, pero á quien no dejaba dormir.................
En manera alguna podia interpretarse la accion de mi desconocida como interes, ni mucho ménos como amor, puesto que no me conocia, y aun conociéndome, entónces más se alejaban esas probabilidades.
No obstante, aquello de "poeta mexicano" mucho me lisonjeaba, no lo puedo negar; pero entónces, y suponiendo sin conceder que yo mereciese tal dictado, lo natural era suponer el deseo de leer versos mios á falta de otro quehacer.
Todo esto es muy cierto; pero es de tal modo miserable la condicion humana, que tal puerilidad, tal quimera, me preocupaban y sentia mi corazon como con arrimo, como en la patria del sentimiento, como en comunion con otro espíritu que me comprendia y se identificaba con mis penas.
Yo interpreté el envío del libro como aprobacion y demanda de la leyenda, y para prolongarme el placer de la[281] aventura y procurarme motivos de comunicacion, resolví escribir diariamente parte de la leyenda, llevarla y recoger el libro á la siguiente noche.
Pero, bueno; ¿y dónde estaba la tal leyenda? Era forzoso crearla, y hé ahí cómo la engendró mi fantasía. Va de leyenda.
En México, mi adorada patria, suponia yo, habia un convento casi á extramuros de la ciudad, cuya totalidad estaba ocupada por religiosas de muy severa regla, ménos la espalda del mismo edificio, del que aislándosele un patio lóbrego y de elevados y robustos muros, se habia hecho prision para los reos políticos.
A esa misma espalda, en la parte elevada del edificio, daban ventanas de algunas celdas de religiosas, y en la parte inferior ventanas de la prision con macizas rejas de hierro embutidas en la pared y á una altura competente para evitar toda comunicacion por la calle.
Quien hubiera pasado, en el tiempo que voy á referirme, por la espalda del convento á deshora de la noche, habria descubierto dos puntos luminosos: el del cuadro de la ventana superior, claro y marcando el cuadrado irregular de la ventana de la celda, y las rejas de la prision débilmente iluminadas. Los puntos sobre que acabamos de llamar la atencion, se reproducian en la pared del frente del convento, como en un espejo.
Sepamos ahora la historia de los dos séres que en medio del mundo y cada uno como en un desierto, hacian á la noche confidencias de sus dolores.
Adela, este es el nombre de la monja, vivia feliz en una de las fincas de campo de su padre cercanas á la capital;[282] allí conoció y amó á Rodrigo Alvarado, jóven de las principales familias de México, y sus primeros amores corrieron apacibles como aura blanda entre aromáticas plantas. Pero al estallar la revolucion de la Reforma, tomó Rodrigo las armas en su defensa, y esto desató una persecucion, un odio tremendo de parte del padre de Adela, apasionado partidario de la causa clerical.
Sea porque fuesen frecuentes las invasiones á las fincas de campo, sea por sugestiones del encono, metieron á Adela á un convento, le hicieron creer á poco que Rodrigo se habia casado, y hundida en llanto, enloquecida, tomó el hábito, para acabar sus dias en el retiro y en la penitencia.
Rodrigo se distinguió en las armas, se hizo uno de los caudillos de más prestigio, y mal herido en la accion de Carretas, cerca de San Luis Potosí, fué conducido á México, y despues que se restableció, le encerraron en la prision de los reos políticos.
No es difícil creer, en las circunstancias por que atravesaba mi país, una incomunicacion completa de los amantes, y ménos difícil si recordamos la regla severísima de la religion en que Adela profesó.
El consuelo único, la compañía, la esperanza de Rodrigo era aquella luz de la ventana superior que alumbraba como una mirada tierna el antro en que estaba sumergido. El mimaba la luz, la acariciaba, la recibia como la visita de una alma compasiva á su espíritu desamparado; era el alma de su alma, el sol de su ternura.
Fijos los ojos en su luz querida, vió llegar una vez á su centro un bulto: se dibujaba perfectamente su cabeza envuelta en la toca monjil, las anchas mangas del hábito pro[283]fuso, las manos delicadas.... Parecia arrodillada: sin duda habria algun altar ó alguna imágen á su frente.
La aparicion se verificaba todas las noches.
Unas veces la monja arrodillada se postraba haciendo su sombra un bulto informe; pero aquella cabeza temblaba. ¿Eran sus sollozos? ¿pegaba á la tierra sus labios gemidores para que no robase el viento los secretos que solo deberia saber su tumba? ¿En ese prolongado suicidio del claustro se escapaban á esos labios pegados al suelo, acentos que engendraba la ternura y se traducirian por despecho y blasfemia?
Otras veces el bulto negro enclavijaba sus manos, tendia sus brazos elocuentes, dejaba como derribar su cabeza hácia atrás y parecia entregar desesperada el pecho al dolor que la desgarraba, y otras, alzando los brazos, la cabeza erguida, el andar acelerado, aparecia y desaparecia en el claro de luz, como perdida en la demencia, hasta que extinguida la luz, se sepultaba la terrible vision en las tinieblas.
Era una necesidad para Rodrigo ponerse en comunicacion con la monja desconocida; pero cualquier esfuerzo equivalia á la realizacion de lo imposible.
Aventurándolo todo una noche, decidió, por medio del canto, dar á conocer su existencia en aquella mazmorra.
La voz de Rodrigo no tenia cultivo alguno; pero era un barítono claro, vibrante y apasionado.
Pero el cantar de Rodrigo moria en su tumba, no rebosaba un solo sonido, en su juicio, las altas rejas de su prision.
Sin embargo, á los oidos de la monja llegaron unos rumores vagos, unos ecos que parecian la forma de sus más[284] recónditos recuerdos. Atraida por la voz, despues de extinguir la luz, se asomó á la ventana y se fijó en la iluminada reja del prisionero. Este, entre tanto, arrimó el banco de su cama á la pared, colocó sobre él una mesa, despues una silla, escaló por los muebles, se asió de la reja y pegó en ella su semblante.
Entónces creyó escuchar un grito reprimido y oyó distintamente que se cerraba la ventana con estrépito.
La monja, aunque interceptado por las rejas, habia creido percibir el perfil de una cabeza, de un rostro, un conjunto que la perseguia despierta y en sueños, que era el culto de su desgarrado corazon....
Acaso le pareció una vision que para su castigo le presentaba el enemigo de las almas.
Por algun tiempo no se volvió á ver la luz de la celda.
Las noches de luna eran la desesperacion de Rodrigo, no solo porque habia transeuntes en aquella frecuentemente desierta calle, sino porque dando la luna en el muro, borraba y hacia más indecisa la luz artificial.
El continuó en sus cantos con esperanza remota de atraer la luz. Una vez, agobiado de tristeza, queriendo desahogar sus dolores en ecos que formulasen las angustias de su corazon, preludió ese Adios de Schubert, vibracion de agonía arrancada al ángel caido en el momento de dejar para siempre la morada celestial, canto de lágrimas que si no lo hubiese formulado el génio humano, se diria que es una evocacion eterna de los eternos dolores.
Adela era apasionada de la música de Schubert, y el Adios su melodía favorita.
A las primeras notas, se sintió conmovida en lo más hon[285]do de su alma; despues encendió su luz.... despues pudo percibir Rodrigo el bulto negro en agitacion febril.... y al morir sollozando aquellas notas divinas.... tendia la monja enloquecida los brazos, como para detenerlas, como para estrecharlas y esconderlas en el sagrado de su corazon.
Rodrigo, por su parte, adhiriendo á las rejas algunas tiras de madera que arrancó de su banco y de su mesa, pudo figurar estas letras: TE AMO, y esperó que la noche hiciese la revelacion.
Dos dias despues, á la hora de la siesta, vió caer de la ventana polvo, luego como tallos inútiles de flores, y al último, rozando con su ventana, pétalos de rosa, de los que uno solo que empujó el viento dentro de la prision, tuvo por relicario los labios de Rodrigo y fué su talisman idolatrado.
De esa manera imperfecta, trasmitiendo á la pared figuras adivinadas más que comprendidas, las relaciones tuvieron fomento, aunque envolviéndolas de contínuo negras sombras de duda y misterio.
La escala formada con los muebles, el mejor humor del prisionero, alguna astilla de los palitos que le servian para formar sus letras, se hicieron perceptibles á la intolerante policía y resolvieron cambiar su prision, tanto más cuanto que Aureliano Rivera, simpático y audaz caudillo de la Reforma, amagaba la capital y habia hecho dentro de ella incursiones temerarias.
Rodrigo esperó la noche dos dias ántes de su partida, y con voz desgarradora entonó su Adios.... Las últimas notas del doloroso canto vibraban en el viento, cuando con la misma luz de su prision distinguió fuera de la reja un hilo á[286] cuyo extremo oscilaba una carta.... en esa carta Adela sugeria al prisionero los medios de fugarse.
La carta estaba fuera de los hierros de la ventana, á muy poca distancia, pero intomable.... la desesperacion era extrema; arrancó uno de los piés á una silla, lo adelgazó, le puso otro palo pequeño formando gancho, atrajo á sí el hilo; pero sin duda dió en algun punto cortante del palo, que lo trozó.... cayendo la carta al suelo, de donde fué recogida, produciéndose escándalo espantoso.
Ejerciéronse con Adela todo género de crueldades; se disponian á fusilar á Rodrigo los enemigos de la libertad; tocaban á un desenlace sangriento los sucesos.... cuando se escucharon disparos de artillería en la plaza mayor, repicaron las campanas del convento.... y la multitud, rompiendo puertas, derribando obstáculos, penetró triunfal en los claustros, gritando "¡Viva la Reforma!" y proclamando á Rodrigo como uno de sus héroes más ilustres....
Acomodándose Rodrigo á las creencias de la familia de Adela, se dirigió al Santo Padre por medio de un letrado distinguido, haciendo ver que era Adela víctima de un engaño y que no tenian validez sus votos monásticos.
Los hombres de todas las opiniones, los teólogos más ilustres, los más escrupulosos sacerdotes, esperaban que la decision del Santo Padre abriese á los amantes las puertas de la felicidad!......
Tal era la leyenda que escribí en verso, sin quedarme con una copia; la dividí en capítulos, procurando que en cada uno de ellos fuese creciendo el interes y multiplicando las alusiones, segun las peripecias de mi situacion particular.
[287] Como he indicado, dejaba una noche el Album y lo recogia á la siguiente noche; pero nada avanzaba en mis pesquisas.... la luz que reflejaba la ventana me delineaba la linda figura, pero inmóvil, fria, con una silueta de estatua que me desesperaba.
Yo no sé cómo no me quedé litografiado en el quicio de aquella puerta, porque realmente me estampaba para distinguir algo que disipase mis dudas.... nada: la orla de seda de un vestido espléndido, dos piesecitos como dos pichones, que corrieran entre encajes.... y unos dedos de marfil y rosas que hubiera querido besar, si los labios, como debiera ser, tuvieran la facultad de volverse pinzas.
Pero la detencion frente de aquel cuarto era imposible; una vez me habian encontrado inclinándome al suelo, y yo saqué un cerillo fingiendo buscar una moneda; otra vez el lapicero era lo perdido; otras habia extraviado camino.
Algo debió notar Maguet de mis inquietudes, porque cuando volvia la cara, aunque fuese muy noche, estaba con una luz esperándome, y yo me daba á los demonios y seguia mi leyenda.
Cuando en ella llegué al punto del Adios de Schubert, no hubo aparicion en el círculo de luz; pero á poco de estar en la ventana, tendió sus alas aquella melodía sublime y una voz sobrehumana iluminó mi alma, empapando de lágrimas mis ojos.
Al siguiente dia de haber aludido en uno de los capítulos de mi Monja á la lluvia de pétalos de rosa, en una de las entradas que dí á mi cuarto, ví en la mesa del centro un espléndido ramillete de rosas blancas, atados sus tallos con un liston negro; redoblé mis tentativas, aunque solia decir[288]me: ¿A qué este empeño? ¿qué designio me guía? ¿qué siento en mí que pueda justificar una inquietud tan injustificable en mis años?
Hice coincidir el capítulo de la carta suspendida del hilo, con mis anuncios de partida, y por último, á uno de mis amigos le rogué, la noche que deslicé bajo la puerta la conclusion de mi leyenda, que cantase en mi cuarto, como cantó en efecto con voz dulcísima, apasionada y dolorida, el Adios de Schubert....
En el claro que formaba en la pared la luz del cuarto de la gaditana, ví inmóvil, como si proyectase la sombra una estatua de mármol, el bulto, los contornos y el perfil correcto de mi aparicion: con la última nota se extinguió la luz, envolviéndome en el silencio y el misterio.
Por más activas que fueron mis pesquisas, no pude hacer aclaracion alguna; por más audaces que fueron mis tentativas para conseguir copia siquiera de mi manuscrito, nada pude obtener; creo que los versos de esa leyenda, es de lo ménos malo que he hecho en mi vida.... Ni sospecha, ni conjetura, nada dejó en pos de sí la inspiradora de mi leyenda de la Monja.
Cuarenta y ocho horas precisas me quedaban para decir mis adioses á Nueva-York, que como he dicho, como que me rodeaba con su tumulto de palacios, sus ruidos, las cruces de sus telégrafos, su tropel aéreo de cúpulas y banderas y su conjunto arrebatador.
Levantándome estaba cuando entró en mi cuarto un jovenzuelo llamado M. Fayar, alegre como un fandango, mo[289]vible como una ardilla y vestido como un corredor de caballos, lo que le hacia aparecer doblemente expedito.
—M. Guillermo, vd. será por mí; yo quiere con vd. muchas muchachas señoritas.
—Chico, es cosa que no me repugna en ninguna circunstancia; pero estoy ocupadísimo.
—Pero vd. no decir nada de este en su Viaje.
—Hombre, en mi Viaje hablo bastante de este ramo y es lo mismo en todas partes, tratándose de los Estados-Unidos, con la diferencia de que aquí toman las cosas colosales proporciones.
—Ya verá vd. salones en toda forma, en cuyo menaje están invertidos capitales inmensos; haria vd. conocimiento con hermosuras de casi todas las naciones del globo.... y mucho contento.
—Amigo, he tenido en mi mano una Guía de forasteros ó Directorio, que se vende á los viajeros para sus visitas de confianza, y en ese librito constan todas las particularidades apetecibles para las visitas de confianza. Por otra parte, yo no he querido escribir un Manual del Calavera, sino consignar simplemente mis impresiones, y esto en la esfera limitada y con la superficialidad consiguiente á quien hace sus apuntaciones por ferrocarril: ya vd. lo ve, aquí, anualmente, se publican gruesos volúmenes, sobre cada uno de los departamentos de la administracion, sobre cada uno de los establecimientos de beneficencia, sobre cada uno de los servicios públicos; ¿qué puedo yo hacer, sino índices, indicaciones y notas que pongan de manifiesto mi deseo de que en mi país se conozcan y estudien estos pueblos?
—Esta bien, creo que vd. hace más de lo posible; pero[290] ni siquiera de M. Rails habla vd., y está llenando el mundo su proceso.
—No me he podido imponer á fondo. ¿Vd. conoce bien ese cuento?
—Bien, bien, no; pero un poquito, que está curioso. ¿Vd. conoce la Quinta Avenida que da entrada al Parque Central?
—Perfectamente.
—Se ha fijado en cuatro ó cinco palacios de mármol, que forman esa entrada, y llaman la atencion por su opulencia?
—Si, señor.
—Pues uno de esos palacios es de la persona de quien se trata.... De una abortivista.
—¿Qué me cuenta vd?
—Que es una profesora del arte de quitar estorbos, y que en contacto con personas muy acaudaladas y con hijas de familias menesterosas, hizo una inmensa fortuna.
Vivia en la opulencia hace muchos años; se jactaba de las mejores relaciones; en su casa se daban convites y habia tertulias espléndidas; pero cate vd. que por su mal, se organiza una Sociedad furibunda, nombrada "Preventiva del crímen," y las cosas cambian de aspecto.
La Sociedad es de lo más benéfico y curioso que vd. se puede imaginar. Compónese de personas poderosas, de probidad intachable y de habilidad notoria.
La Sociedad se constituye en amparo de la jóven á quien se pretende pervertir, de perseguidora implacable de garitos y casas de prostitucion, de azote de ladrones y todo género de malhechores; tiene sus abogados, su policía diligentísima y está perfectamente relacionada.
El abogado de la Sociedad mencionada acusó á M. Rails de su infame profesion; puso ella en accion sus relaciones, amagósela con una prision; para eludirla se le pidió una fianza de cien mil pesos, que la ilustre profesora puso en depósito....
Entónces la policía, por medio de sus agentes secretos, acudió á mil ardides, hasta que al fin logró tender una red sutilísima en que cayó la abortivista.[3]
[3] En estos últimos dias, y ya publicándose mis Viajes, se supo que M. Rails se habia suicidado: descubiertos sus crímenes, se metió en un baño y se abrió las venas.
Tambien es curiosa la causa hecha á un doctor de Nueva-York, que cultivaba el mismo comercio.
—Ya he dicho á vd., repliqué á M. Fayar, que sobre estos particulares creo me he extendido lo bastante en San Francisco, y que ahora serian fastidiosas mis repeticiones.
Comida en casa de Bachiller.—Noche.—Panadería de Viena.—Romero Rubio.—Mariscal.—Juan José Baz.—Escuela de Sordo-mudos.—Express.—Comercio.—Lluvia.—Salida de Nueva-York.
Circunstancias muy privadas y personales hacian dolorosa para mí la separacion de Nueva-York, y por una fatalidad de mi destino, los halagos de la vuelta á la patria mucho se enturbiaban por las condiciones de la salud de mi hijo, y por motivos no para narrados en estos tan accidentados como verídicos Viajes.
Ya he indicado en otro lugar que la familia del Sr. Lic. D. Antonio Bachiller y Morales, á la que pertenecen los Sres. Dres. Landeta y Castro, y el Sr. Lic. Néstor Ponce de Leon, se encargaron de aliviar mis penas, me crearon[294] familia y me llenaron de atenciones, que recuerda con profundo reconocimiento mi corazon.
La familia inteligente y bien educada de mi país, se ofrecia allí á mis ojos con todos sus encantos.
Pretextos para sabrosas comidas, discusiones al parecer tempestuosas que se deshacian en lluvias de flores, interes por mi salud, alivio á mis dolores, todo lo encontraba, pero tan sincero y espontáneo en todos, que más parecia que las satisfacciones de que me rodeaban eran más por el sentimiento egoista de procurarse mis amigos placer, que por el designio de hacerme olvidar mis penas.
De ponerse tablados era cuando en competencia con las señoras y acariciando mis más bellas memorias, exponia á la atencion curiosa de mis oyentes nuestro popular Paseo de la Viga, nuestro Chapultepec romancesco; y los cubanos, en revancha, me pintaban las risueñas perspectivas de su Jesus del Monte y su Guanavacoa, su paseo de Isabel II y su Jardin Botánico.
Entónces yo, á guisa de diestro luchador, hacia reminiscencias de nuestros paseos en burro, nuestras temporadas de San Angel y otros solaces cuya belleza no se percibe con los ojos pegados al cuadro, pero que á cierta distancia tienen encantos indecibles.
Bachiller es un jurisconsulto eminente y un literato distinguido; en la Habana, su patria, hizo sus estudios y desempeñó puestos importantísimos; su erudicion es vastísima y su criterio luminoso y seguro.
Pero aparte de sus clarísimos talentos y de sus obras científicas y literarias de exquisito mérito, sobresalen en Antonio dos cualidades que mis lectores me dirán si no son per[295]las y diamantes para los que tenemos la fortuna de ser sus amigos.
Allá va la una. Es un amor á México que llega al fanatismo, como debe ser el amor: mucho sentimiento y mucho anhelo por el bien de la persona amada.
Antecedentes de familia, reminiscencias muy queridas para mi amigo, fomentan y robustecen aquella pasion por México.
Posee en su archivo curiosidades de nuestra historia, anda perpétuamente á caza de noticias y periódicos de México, y constantemente se halla en correspondencia con personas notables de nuestra patria, comunicándoles cuanto cree que puede contribuir á su bienestar y adelantamiento.
Cuando en 1842 salió de México el eminente poeta Rodriguez Galvan para no volver á su patria jamás, yo, que conocia de nombre al Sr. Bachiller, por haber hablado de mis versos en El Diario de la Marina, le recomendé á mi malogrado amigo, que debia pasar por la Habana: allí cayó enfermo y murió Rodriguez.
Bachiller fué un amigo y un padre para Rodriguez, le abrió las puertas de su casa, tratándole como de su familia, lo relacionó con los más eminentes literatos, esencialmente con Milanés, quien le leyó su "Conde de Alárcos," y de quien son los lindísimos versos que yo atribuí á Turla equivocadamente, al tratar de mis impresiones de Orleans, y cuando enfermo y en su muerte le llenó de cuidados, prodigándole generoso toda clase de auxilios.
Mi gratitud á Bachiller por todos estos antecedentes, la hice sensible en relaciones cariñosas y no interrumpidas, durante más de treinta años en que yo no he dejado de recibir atenciones de tan cumplido caballero.
[296] Ardia la casa de Bachiller en impaciencia por mi llegada; el finísimo Dr. Landeta se preparaba á hacer los honores de la casa con la exquisita elegancia que tiene de costumbre. Néstor Ponce tenia lista cerveza suprema, y las señoras se disponian á celebrar mis sorpresas por los guisos al estilo de mi tierra, y los dulces deliciosos que recuerdan la especialidad que para postres y reposterías tienen nuestras mexicanas.
Parece que veo el cuadro. Bachiller, sosegado y dulcísimo, con su leviton de lienzo, rodeado de sus preciosos y juguetones nietecitos, que me recordaban á los mios.
La esposa con sus hermosas hijas, agrupadas junto de una amplia ventana en cuyo marco se divisaban flores y enredaderas, y la tropa masculina charlando y fumando frente al bufete del sabio, convertido con desacato en mostrador de cantina.
Dióse la voz salvadora de la sopa está en la mesa, y en tropel risueño nos dirigimos al comedor, donde los chicos gritaban y repicaban sus trinchis en copas y vasos, las señoras esperaban modestas y nosotros los hombres nos arrellanábamos á gozar, sin ser de nadie y sin pensar en nada de los hechiceros encantos de la gula, cuando llega á seducirnos acompañada del buen humor.
Despues de los primeros contentamientos á la tiranía animal, contentamientos que, como se sabe, se hacen en medio del silencio, la conversacion se hizo general y cada uno se esforzaba por acreditarse de alegre convidado, sin cuidarse de sexo ni edad. Por supuesto que la conversacion corrió, despues de culebrear un tanto, á los viajes, y á lo mucho que me faltaba que decir.
[297] —Lo conozco, señores, repetia yo; pero vdes. convendrán en que un viaje al vapor no es un inventario.
—Es permitida la ligereza, decia Néstor con ironía.
—Si se trata de ligereza en el sentido de no profundizar, como en tratados especiales, todas las materias, convengo, decia Bachiller; pero ligereza en cuanto importe inexactitud de datos estadísticos, observaciones políticas y mercantiles, no convengo, porque muchos de esos datos los han suministrado oficinas públicas y documentos oficiales, y nos tiene asoleados Guillermo, aclarando fechas, haciendo rectificaciones y estudios detenidos, á Néstor, á M. Bryant, á Mantilla, á mí y á cuantos conoce.
—No, repetia mi contrario, yo lo digo por los cuentecillos y cosas fantásticas.
—Eso es otra cosa, ese es mi plan: yo he buscado una forma para popularizar mi libro entre gente que se moriria de fastidio con los números y las disertaciones gravedosas; yo quiero que el mandadero y el carnicero, la polluela parlanchina y el vejete recalcitrante, lean mis Viajes, y al fin adquieran ideas exactas de este pueblo, de que se suele hablar en mi país como de los habitantes de la luna.
—Yo lo que deseo es que hable vd. fuerte, muy fuerte, á estos patanes, sobre su codicia, porque para ellos no hay más Dios que el dinero.
—En efecto, decia Néstor, ya el señor ha hablado bastante de la omnipotencia del dollar; pero lo que le falta que agregar es que si el yankee es ávido para adquirir y no se para en medios, tambien gasta con suma liberalidad; aquí no se ve, como en la tierra de vd., ó si se ve es con ménos frecuencia, hombres acaudalados, tratándose con[298] verdadera miseria, peor que los obreros de estas fábricas.
—¿Ya ve vd. cómo se desarrolla aquí la fiebre del oro? Pues la dote en la mujer es desconocida, y esos pescadores de fortunas con el anzuelo del amor, ni se mientan.
—Eso sí es cierto, replicó una de las señoras; aquí ni se habla de esos gansos del amor conyugal, muertos de hambre, calculistas, esperanzados, para salir de penas, en triunfar del corazon de una polla trasañeja, epiléptica y contrahecha, ó de una vieja, aunque impertinente y llena de achaques, poderosa.
—Por otra parte, decia otra señora, sesuda y de claro ingenio, por regla general, cuando el marido yankee no es borracho, es un excelente marido; acaso los negocios y la frialdad de carácter le hacen fiel y dedicado á su familia, es pacientísimo con sus hijos; acaso su defecto capital sea que muchas veces se deja dominar de la mujer, que es enfermiza y poco hacendosa, aunque esto admite sus excepciones.
—¿Qué me está vd. diciendo?
—La verdad, dijo Bachiller; esas hermosuras deslumbradoras caducan mucho más pronto que en Europa; son bellezas de un dia, y vd., al apreciarlas de otra manera, ha incurrido en una equivocacion.
—Eso depende, dijo una viejecita, muy viejecita, con su dentadura muy blanca y su cabeza como unos algodones, de que esas niñas no comen: cuando diga vd. mantenerse de golosinas, las yankas: por aquí las fresas; por allá la nieve; por acullá los candís, si tienen proporciones; y si no, todo se lo echan encima, es decir, todo lo gastan en vestirse: para algunas no importa que la casa esté como nido de aviones;[299] pero el gorrito listo, nuevo el velo de gasa, ajustados los guantes y el calzado como de reinas.
—Eso tambien debe atribuirse á que no conoce vd. mujeres más callejeras que estas americanas.
A título de libertad, se van llevando á la casa al novio, sin que nadie les diga: "esta boca es mia," platican con él, salen y entran con él, sin que nadie se fije en el aparecido; de suerte que á veces, á los tres ó cuatro meses, va sabiendo el papá que aquel señorito que entra y sale y se aisla con la mayor desfachatez á platicar á solas con su hija en el salon, es nada ménos que su futuro hijo político.
—Es la verdad, decia Néstor; los vínculos de familia están bastante relajados en el Norte; pero es necesario fijarnos en el punto de partida de nuestro juicio: aquí no hay herencias forzosas, y esto, aunque sea por la conveniencia, mantiene el respeto en las familias; de suerte que no se da caso que un muchacho haragan y con las manos lavadas, finque las esperanzas de mejora de fortuna en que espichen los autores de sus dias, ni hay esos pleitos en que hijos y padres son desvergonzados difamadores, ni esas bandadas de buitres que con el nombre de herederos forzosos acibaran los últimos momentos de un infeliz que cometió el delito de formar un capital con su trabajo.
—¿Ve vd. este pueblo? me decia un hermano del Dr. Landeta, que estudia á los yankees sin cesar.... ¿Ve cuántos rasgos de inmoralidad y disolucion?
Pues advierta vd.: al marido honrado que ha sido objeto de las traiciones y víctima de la mala conducta de una mujer frívola que desconoce sus deberes, á ese marido jamás se le burla, no se permite ni al ridículo ni á la maledicencia[300] poner en evidencia su infortunio y la deshonra de los hijos; y esas sátiras al marido manso, al predestinado, al sufrido, se rechazan de la buena sociedad, no las explota la caricatura, y aun en el teatro, se mutilan las obras francesas para desviarlas de nuestra manía latina de hacer recaer sobre el marido, censuras que solo merece la mujer....
—Señores, todo está muy bueno; pero nos estamos quedando sin comer: ese asado es excelente, aquí se tiene especial cuidado con las carnes.
—Eso merece un trago de este añejísimo Borgoña....
—No, yo no me puedo conformar, decia la bondadosa señora de Bachiller, con que no nos acompañe vd. á Saratoga.
—Al anuncio de los baños ó de las aguas de Saratoga, dijo un jóven elegante que estaba á mi izquierda, las casas se ponen en movimiento, los maridos aprestan los bolsillos.
Hay familias de ladies de tres á cuatro personas, que llevan quince ó veinte baúles, de esos baúles monstruosos que con cuatro ruedas y sus asientos, pudieran suplir á cualquier wagon.
Las familias, excepcionales por su riqueza y circunstancias, tienen sus casas ó residencias en Saratoga, muy elegantes y apartadas del bullicio; pero lo característico es la vida del hotel, y hay muchos y magníficos hoteles en Saratoga.
Los hoteles, como vd. sabe, son grandes edificios formados de dobles hileras de cuartos, que unos dan al exterior y los otros al interior del hotel: las familias toman cuartos dobles para mayor comodidad, no obstante que los paseantes de los corredores suelen hacer infernal ruido.
[301] A poca distancia de los hoteles está el pintoresco edificio de Congress hall, en el centro de un parque cultivado con esmero. En el parque está el afamado pozo de las aguas medicinales.
En el brocal del pozo se hallan constantemente unos niños perfectamente vestidos, con unos palos que tienen sus vasos en el extremo para extraer el precioso líquido, que dizque cura las enfermedades del estómago; y no dije siquiera vientre, porque esas palabras se reciben como obscenas y están relegadas á la gente ordinaria, como camisas, piernas, etc.....
A primera hora se sirve el almuerzo con abundancia y variedad notables, y en el terraplen cercano se instala la música militar, á alentar, con sus marchas y canciones, la conversacion de las damas, los paseos de los viejos y los juegos de los niños.
Empréndense con suma frecuencia excursiones á un lago inmediato, delicioso por el paisaje que le rodea y por sus cristalinas aguas. Por supuesto que los paseos acuáticos son encantadores.
Verifícanse las comidas en el hotel, entre dos y tres de la tarde: terminada la comida, llegan por la concurrencia elegantísimos carruajes de todas formas, tirados por arrogantes frisones, y se forma el paseo del Parque, ostentacion de lujo y hermosura, más para vista que para descrita.
A las siete de la noche se sirve el thé.
Es de advertir que por costumbre los dueños de todos los hoteles se hacen la obligacion de dar un baile por turno cada noche (hop), baile de confianza, sin lujo, pero en que[302] se pasan ratos muy agradables. Dura la diversion hasta las doce de la noche.
Es costumbre que los huéspedes de unos hoteles conviden á los de los otros, y de esa manera se generaliza el contento y se fomenta una benéfica competencia para atraer cada dueño de hotel mayor número de parroquianos.
Hay otros bailes de mayor rumbo y trueno, en que se sirven cenas grátis á los convidados y desplegan mucho lujo las americanas. Duran hasta las dos de la mañana.
El Dr. Landeta, persona educada en la selecta sociedad de Paris, donde hizo su carrera, añadió, dirigiéndose al jóven que hablaba:
—Ha hablado vd. de las aguas medicinales; los lugares destinados á baños están rodeados del mismo ó semejante aparato de distracciones.
Mañana y tarde se anuncian los baños, suspendiéndose en cada baño una gran bandera á un alto mástil. Enarbolada la bandera, se da á entender que los baños están listos, porque su buen estado depende de la marea. Por lo demás, continuó el doctor riendo, ya vd. nos ha hablado bastante, describiendo á Rokway, de ciertas exhibiciones; pero lo que no llamó á vd. la atencion y lo extrañé, es que esas exhibiciones, para vd. y para nosotros alarmantes, los yankees las ven con profunda indiferencia, nadie se permite un espionaje ofensivo, nadie excita á un compañero á una contemplacion irregular, nadie deja su copa, ni su baile, ni su conversacion, por el cultivo de las escenas de la escuela realista, y eso le quita mucho al espectáculo, del carácter de inconveniencia que pudiera tener entre nosotros.
Los postres estaban en la mesa, se entraba por las puer[303]tas del comedor una tortilla de huevos flamante, y al través del azulado incendio, sonreia la costra azucarada del manjar aleman.
Era la hora de las tiernas expansiones: mis amigos me dieron la dulcísima sorpresa de que una lindísima niña, por quien conservo recuerdos muy cariñosos, me recitara un bello romance de mi querido amigo Pedro Santacilia, que coloco aquí como una joya literaria, y que se ha convertido en la fórmula expresiva de los hijos de Cuba, que lloran á la patria ausente á las orillas del magnífico rio Hudson.
Habla María, que María habia de ser para que yo la amase con tanta ternura:
Hubo un momento de silencio: pasó sollozando en el horizonte de nuestras almas, la memoria de la patria.
Terminada la comida, espié un momento para escaparme, porque tenia resuelto no despedirme de aquella casa, á la que tanto debí y á la que amo tanto......
Me escapé al fin, sin que nadie lo apercibiese, y al hallarme solo en la sombría calle 26, oyendo á lo léjos, como las caidas de agua de la montaña, el rumor de las avenidas de la gran ciudad, no cesaba de repetir: "Amor y bendiciones para los que acogen al extranjero como á hermano, y le sientan en su hogar y calientan su corazon con el cariño. Que la prosperidad les acompañe, y que la salud y el contento aderecen su mesa y hagan mullido su lecho de descanso; que la virtud y la sabiduría estrechen á su seno á las hijas y á los hijos de esta familia, y que la Providencia divina derrame como lluvia benéfica, sus más preciosos dones sobre esas flores de mi corazon......"
Vagué unos momentos al acaso, me senté en la plaza de Madisson, y veia con indiferencia de autómata el círculo trasparente en que, á guisa de vistas disolventes, se suceden figuras, que es una forma singular de avisos.
[307] Aquella fantasmagoría me producia un efecto semejante á la locura: ya era una fisonomía á la que yo encontraba semejanza estrambótica; ya un barco medio hundiéndose, que yo traducia por agüero de futuro naufragio; ya unos gorritos de niños, que yo animaba con los cabellos rubios y los rostros angélicos de mis nietecitos: aquella vista me hacia mal.
Tomé, pues, la calle de Broadway para dirigirme á mi hotel.
Serian las doce de la noche, y los aparadores de las mil tiendas, en la parte alta de la ciudad, estaban abiertos, como si se quisiera dar un chasco á la noche.
Vino á mi mente la idea de hacer compras para los chicuelos, y no pude hacerlo: esto me condenó á un positivo martirio.... las horas negras revolaban sobre mi cabeza con sus alas de cuervo.
Al pasar por lo que se llama Panadería de Viena, que estaba luciente y concurrida como un salon de baile, quise tomar un refresco.
Es de advertir que la Panadería de Viena se llama así, porque allí se fabrica pan exquisito, especial, como no lo habia comido en mi vida; pero en realidad es uno de los más elegantes cafés de Nueva-York.
La Panadería de Viena está situada en un recodo de la calle 9 que da á Broadway; el ángulo está guarnecido de un hermoso barandal de hierro, que resguarda un pintoresco jardin, en que hay un techo saliente sostenido por delgadas y esbeltas columnas, y del que cuelga una profusa cortina de lona.
Entre las flores, arbustos y macetas del jardin, se ven re[308]partidas simétricamente, mesitas con su tabla de mármol y sus piés de fierro.
Los efectos que se sirven en el café de Viena, son de la mejor calidad.
Mi curiosidad se despertaba al ver servir los chocolates en grandes tazas, sumamente aguado y con cucharita, como si fuera thé.
Me caia en gracia ver llegar á los criados por su helado, que no sé por qué le llaman (ladrillo helado), y el criado, ó el caballero, ó la lady, lo conducian muy orondos, hecho piedra realmente, en su cajita de carton; y me divertia la canastita curiosa de mimbres en que se sirve el pan, y la servilletita cuadrada de alemanisco, con sus rayas encarnadas, que solo sirve para limpiar los dedos y la boca, y no como fungen las servilletas en nuestras mesas.
Sombría, hondamente sombría estaba mi alma, y no me puedo dar cuenta de por qué, ansiando tanto volver á México y sintiendo en medio de aquel bullicio, hasta mis huesos, el frio del aislamiento, hacia mi partida con tristeza, como si me esperasen á la entrada de la patria más hondas penas de las que yo sufria.
En los salones en que se advierte que se reciben señoras y caballeros, no hay cantina, reina la mayor compostura y son frecuentados por culta sociedad.
Algunos jóvenes, de regreso de los teatros y sus correrías; algunas parejas afortunadas cantando en voz baja el eterno y siempre nuevo duo del "yo te amo;" los picos del gas reverberante, pero alumbrando fisonomías soñolientas y flores como dormidas sobre sus tallos, todo tenia singular aspecto.
[309] Al retirarme de aquel sitio, me pareció oir voces en español en una mesita colocada á la sombra; acerquéme con cierta confianza, porque yo no sé por qué dí y tomé en Nueva-York, que todos los que hablasen español tenian de ser mis amigos íntimos por fuerza.
En esta vez no salió fallida mi extravagante regla: en aquella mesita, y departiendo muy amigablemente, se encontraban mis amigos Manuel Romero Rubio é Ignacio Mariscal, á quienes, en union de Juan José Baz, habia visto en la mañana en el consulado.
Dos de estos amigos, Romero y Baz, desentendiéndose de los antecedentes que nos reunian en el extranjero, atentos solo á los recuerdos de afecto, y acaso en vista de mi mala posicion, fueron para conmigo finos y hermanables.
Baz, ántes, con esa franqueza que forma el fondo de su carácter, habia encontrado á mi hijo Francisco en la calle, y sin esperar saludo ni cumplimiento, le llamó.
—Ven acá; tú no has de tener dinero; que nada te falte; aquí me tienes, pídeme; poco te importa que esté ó no contento con tu padre; tú eres su hijo y él es mi amigo.
Romero fué lo mismo conmigo, y cuando supo que hacia apuntaciones, que buscaba noticias, se hizo mi colaborador. De Mariscal ni se diga, lo quiero con el alma, tengo idea que es de los hombres que nos han hecho honor en el extranjero; él ha sido mi consultor y le debo muchas de las observaciones que pueden tener mérito en esta obrilla.
—¿No tomas nada?
—Ya tomé una grosella.
—Siéntese vd.
[310]—¿Pronto la marcha?
—Muy pronto.
—En fin, y se puede decir, replicaba Romero, que has visto todo por encima, sin detenerte en nada.
—Para detenerme necesitaba yo, como vd., decia yo á Mariscal, vivir ocho ó diez años en Nueva-York.
—¿Viste por fin la casa de Appleton?
—La ví y tengo ya mis apuntaciones.
—¿Y el Correo?
—Consta en mi cartera.
—¿Y la Escuela de ciegos?
—Idem.
—¿Y la de sordo-mudos?
—La ví y no la estudié, porque de esos establecimientos conocemos por lo que hemos leido de Europa, porque la escuela de México da idea de estos adelantamientos, y sobre todo, porque cuando supe que tú habias ido, tuve esperanza de que me darias detalles.
—Los detalles, continuó Manuel, serian frios y no tendrian interes; los procedimientos de la enseñanza ya los conoces; pero puesto que lo quieres, te contaré mis Impresiones de viaje:
"Se me habian hecho grandes elogios de la institucion de sordo-mudos, proyectada en 1817, planteada en el de 1818, y que tuvo por uno de los primeros presidentes de su Junta Directiva, á Cliton.
"Desarrolló un plan completo de mejoras en 1831, Mr. Henry P. Peet, y hoy cuenta 400 pupilos en un hermosísimo edificio, en el centro de un parque, en Washington Heigts, número 162.
[311] "De los treinta profesores del establecimiento, quince son sordo-mudos.
"Aunque la institucion se instaló y subsiste de la beneficencia privada, hoy la Legislatura la subvenciona y el Estado de Jersey mantiene allí cincuenta niños."
—Despues de esa introduccion, ya te supongo de viaje.
—Te equivocas, he hecho ya el viaje, y mi charla de guía fué para entretenerte en el camino.
Estamos á la puerta del grandioso edificio, y digo estamos, porque lo visitaba en compañía de otros mexicanos.
Saliónos á recibir el médico del establecimiento y otros caballeros (los supongo directores), que nos trataron con aquella finura y atenciones con que tratan á todos los viajeros.
[312] Comenzaron aquellos señores por enseñarnos las oficinas todas del servicio del establecimiento, haciendo curiosas reseñas de la organizacion administrativa; ya conoces esto: la cocina con todas sus secciones, comunicacion de vapor, tubos, asadores, etc., la lavandería, el comedor, todo perfectamente aseado.
Despues de recorrer estanques, leñeros, ventiladores y lo más íntimo, ascendimos á la primera seccion de enseñanza para los niños que comienzan, y tienen doce años lo ménos.
El sistema es una combinacion de señas, y como ilustracion el objeto.
Hay un salon con grandes pizarrones, cada niño tiene su jis. En el centro de la pieza se ve una mesa con varios artículos; por ejemplo, sombreros, bastones, guantes, velas, vasos, etc.
Se designa y tiene en la mano el objeto, se dice por señas su nombre, se escribe en seguida.
—Sin duda un estudio profundo ha demostrado á los autores del sistema, añadí yo, que nosotros percibimos grupos ó conjuntos y que la particularizacion de esos objetos es el nombre sustantivo: así se podrán comparar dos bastones y los distinguirá el adjetivo, etc.
Para cerciorarse el profesor de si ha comprendido el discípulo, escribe el nombre del objeto y el niño lo designa ó lo conduce.
Despues, por medio de cambio de lugares de los objetos, da idea del verbo, que es el enlace de los nombres, su accion y la vida del idioma.
Esto puede decirse que es lo rudimental; pero el apoteósis del esfuerzo humano, la lucha con el infortunio, estriba[313] en hacer hablar á los sordo-mudos, y esto, aunque lo habia oido decir, me maravilló.
Careciendo el discípulo de idea del sonido, no se pudo aprovechar ese elemento; pero se aprovecharon las ideas de los signos y se inventaron figuras que correspondiesen á los movimientos de los labios, á la posicion de la lengua y á la emision del aliento sonoro, de suerte que hubo una especie de escala para las vocales, etc.
Hecha la articulacion, aparece la letra y hace visible la palabra que comprueba la presencia del objeto, así con el signo convencional, así al frente, y el preceptor delante armado de infinita paciencia, balbute "papá," "mamá," "amo," y palabras fáciles como "baba," "papa," "ama," etc.
En este ejercicio se adiestran tanto los niños, que por el movimiento de los labios comprenden á sus preceptores, platican y entran en perfecta comunicacion.
—Yo no sé, continuó Romero, por qué me conmovió tanto aquella gloriosa restitucion del hombre á la sociedad.
El sabio y venerable preceptor nos pidió, sin duda para presentarnos una prueba especial de los adelantamientos de sus discípulos, que escribiésemos alguna cosa para que lo repitiese una preciosa niña, brillante de inteligencia y hermosura.
Un amigo escribió no sé qué sentencia en español.
Aquello lo tradujo la niña en sus signos, y articuló la sentencia en español, con la misma propiedad que uno de nosotros.
Entramos por último al salon de adultos, que alumbraban rasgadas ventanas, y que columnas, muebles, plataformas y techumbre, eran grandiosos.
[314] El director nos presentó á sus discípulos como mexicanos notables, con expresiones de cortesía.
En seguida ordenó que escribiesen alguna cosa alusiva á nuestro país.
Cientos de manecitas como palomas con sus picos blancos, volaron sobre los pizarrones, y dejaron líneas como huellas de su tránsito.
¡Qué elevacion de ideas! ¡qué conocimiento de nuestra historia! Muchas inscripciones decian, que algunos creian que habia diferencias entre su nacion y la nuestra, que dios era la paz, y el triunfo de la razon y la justicia, la grande aspiracion de los pueblos....!
Repito, dijo para terminar Romero, que yo estaba abismado y que nunca olvidaré mi visita á la institucion de sordo-mudos. Esta es la causa porque lamentaba que la hubieses mentado de paso, y que no te hubieses detenido á examinarla.
Dí las gracias á mis amigos por sus atenciones, y me retiré al hotel, que estaba sepultado en profundo sueño.... Ardia, sin embargo, la luz de la desconocida de la leyenda de la Monja.... ¿Me detengo?.... ¿Disparo contra esa puerta un adios postrero.... que tiemble el mundo....? Juicio, Fidelillo, y á dormir.
Dormí muy poco y con extremada agitacion. Antes del alba, Maguet estaba de pié junto á la mesita en que yo escribia, poniéndome la mano en la frente, con aquella su tiesura de palo, para cerciorarse si estaba yo enfermo: por sí ó[315] por no, me llevaba un tazon de té en que cómodamente me hubiera podido dar un baño.
Con mucha formalidad, y siguiendo una espontánea inspiracion de mi gratitud y mi ternura, me puse á escribir los nombres de aquellas personas con quienes tenia obligaciones contraidas y á las que deseaba decir adios, fuera de aquellos de quienes he hecho especial mencion.
El Sr. Dana, director del Sun, y persona en quien no se sabe qué admirar más, si la probidad ó el talento, fué la primera persona que ocupó mi lista.
Le merecí franca y leal amistad; pero además, todo mexicano le debe especial consideracion.
Por un sentimiento espontáneo de simpatía, porque estén de acuerdo con sus ideas las que nosotros defendemos, ó por lo que se quiera, jamás se tratan las cuestiones de México, sin que M. Dana esté de nuestra parte, con un conocimiento exacto de las cosas y con admirable desinteres.
Los Sres. García, de Las Novedades; los redactores de La Voz de Cuba; el Sr. Macías y otros literatos distinguidos, merecen mi profundo reconocimiento.
Los Sres. Cisneros, Aguilar, Agramonte, Jardines, Roselló, á todos queria hacer patente mi reconocimiento, y me disponia á salir, cuando Francisco, que habia arreglado lo conducente á la marcha, me dijo que queria que le acompañase á tomar los boletos.
Emprendimos el viaje hasta la parte baja de la ciudad, en donde están los despachos de líneas de vapores, ferrocarriles, express, y como quien dice, las llaves para abrir todas las puertas del mundo.
Cuartos y salones extensos tapizados de mapas, guías,[316] derroteros, instrucciones para viajeros, todo se encuentra allí explicado por corteses dependientes, que se esmeran en particularizar detalles, y que le llevan á uno como por la mano á los puntos á que quiere dirigirse.
En estantes, á la entrada de esos salones, hay grátis y al alcance de todo el que quiera, mapas y directorios utilísimos.
Quedó arreglado el envío del equipaje, el cochero que habia de pasar por nosotros á las siete de la noche, y cuanto podiamos apetecer.
La ciudad me parecia más bella y animada; sus altas paredes, sus magníficos edificios, sus cúpulas, sus torres, sus banderas, como que salian á verme partir, y me señalaban entre aquel tumulto de coches, de carros, de vendedores, de hombres de negocios y de paseantes.
El almuerzo fué tristísimo; se trataba de cosas indiferentes; pero el eco de la voz tenia amargura, y no se atrevian á encontrarse nuestras miradas.
La lluvia se desató á torrentes; yo me encerré en mi cuarto, y para distraerme del fastidio que me agobiaba, me puse á copiar y extractar del New-York Times lo siguiente, que me pareció curioso.
Pero es el caso que dentro del periódico, y como por vía de introduccion, habia puesto no sé cuántas sandeces que en aquellas circunstancias se avenian con la disposicion de mi espíritu, como un par de pistolas con un Santocristo.
No quiero, rematadamente no quiero poner ni quitar letras: allá va el extracto con todo y copete inadecuado y estrambótico.
Ahora que reviso mis apuntaciones, como quien repasa un exámen de conciencia, veo lo muy superficial de mis es[317]tudios, el mucho tiempo perdido en fandangos y bureos y lo mal que corresponde el anuncio de Viaje á los Estados-Unidos, con el diminuto y mal perjeñado texto de Fidel.
Me consoló un tanto de tan amargas reflexiones, convencerme que este defecto mio es de familia.
Tenia un tio (que por algo se ha de empezar), que se la daba de muy entendido en esto de mapas y estudios geográficos.
Anunció un dia que se iba á encerrar con sus libros, y cátenlo vdes. invisible para el comun de los mortales: los que lo espiábamos por el agujerito de la chapa de la puerta, le veiamos amontonando pergaminos, extendiendo papeles, tirando líneas, y estudiando, lleno de afan, hasta las altas horas de la noche.
Un dia salió del estudio con un gran libro en las manos, reclamando los honores del triunfo; abrió el libro con cierta prosopopeya, entre asombrados circunstantes que leyeron en la portada:
Gran Mapa de la Catedral.
Voltearon hojas y hojas que contenian varios dibujos de flores, bailarinas, barcos y figuras caprichosas: como al medio del libro se repitió el letrero de la portada:
Gran Mapa de la Catedral.
Agosto 10 de 1812.—Este dia hubo ahorcado....
Todos quedamos estupefactos del modo de hacer mapas del señor mi tio.
[318] Pero mi pariente, á su vez, tuvo un padre venerable que preparó en su casa una espaciosa galera con grandes divisiones. La galera tenia escrito en la puerta:
Gabinete de Historia Natural.
Al cuarto nadie penetraba. Cuando murió el naturalista, abrieron la bodega y encontraron un gato y una guitarra.... Yo no sé cuáles serian los planes del tio ni la analogía que aquel sabio encontró entre el instrumento músico y el gato.
De consiguiente, de esa escuela son mis Viajes.
Tratando de reparar en lo posible mi falta de gravedad, pedí noticias, revolví volúmenes, y al cabo me encontré unos papelejos que pueden dar en conjunto idea, aunque ligera, del movimiento mercantil é industrial de Nueva-York, cosa, aunque indicada varias veces, no considerada de un modo especial en estos tan asendereados como contingentes Viajes.
Vamos al extracto:
"En la bahía de que hemos hablado muchas veces, que tiene seis millas, pueden caber gran número de buques, y en años en que ha dado abrigo el puerto hasta siete mil, no se han embarazado en sus movimientos.
En los rios del Norte y del Este hay extensas líneas de muelles para descarga de las embarcaciones.
En las costas de New-Jersey, de Long Island, y al frente de Broklyn, hay diques y represas las mejores del mundo, y además grandes almacenes para depósito de toda clase de efectos.
[319] La exportacion del año fiscal que concluyó en Junio de 1877, fué:
Mercancías | $632.980,854 |
Metálico | 43.134,738 |
Total | $676.115,592 |
La exportacion de Nueva-York en el mismo tiempo, fué:
Mercancías | $274.120,814—43% |
Metálico | 26.847,747—62 " |
Total | $300.968,561—44½% |
Esto representa poco más de la mitad del tráfico de exportacion, por los 89 distritos de aduana de los Estados-Unidos. Lo que sigue en importancia á Nueva-York es Orleans, que manda al extranjero 70 millones en mercancías, de las cuales, 64 millones son de algodon.
La importacion de los Estados-Unidos importó | $532.871,954 |
y del solo puerto de N. York | 361.802,540 |
La exportacion de los Estados-Unidos á México fué 4.509,041, y esto nos parece exagerado, segun los datos de que ya hemos hecho mérito.
Innumerables ferrocarriles cruzan en todas direcciones y ligan entre sí los diversos Estados de la Union; los lagos y los rios son vehículos poderosos que activan y desarro[320]llan las riquezas; el telégrafo lleva por los aires la palabra en alas del rayo, para desenvolver en todas partes los elementos de vida, y se ensaya el teléfono para que, íntegra la voz humana, trasmita la expresion de la voluntad resguardada en su túnel de gutta perca, que se balancea en el viento.
Muchos millones de fanegas de maíz y trigo se conducen por vapor á Buffalo, y desde ahí, por vapores de canal, al Canal Erie. El tráfico del Erie y otros canales del Estado durante el año, es de cuatro millones de toneladas de Oeste á Este y de diez millones de Este á Oeste, y su valor doscientos millones. El valor del comercio interior del Estado es de dos mil millones de pesos.
En el Estado de Nueva-York habia en 1865, 164 caminos de hierro, teniendo un total de 11,019 millas de largo, ó sean tres mil quinientas setenta y tres leguas.
El costo de su construccion y equipo fué 598.543,930, y trasportaron 33,555,595 de carga, valiosa en 1,376.720,254.
Segun el último censo, habia en uso, en las 1,624 fábricas establecidas en la ciudad, 1,261 máquinas de vapor, 129,577 obreros que devengan 63.824,049, siendo el capital invertido 129.925,262, miéntras el costo de los materiales empleados, ascendia á 178.628,930, y el producto á 332.951,120."
Dejé el papel, hostigado de los números, y esperé, pero con susto y temeroso de quedarme á solas conmigo: solté la pluma, iba y venia de uno á otro punto, tomé la pluma de nuevo y escribí en mi cartera los siguientes versos:
Seguí despues:
"Está sonando monótono un organillo debajo de la ventana de mi cuarto, repegado á la pared por la lluvia.
[323] "Toca el organillo una pobre italiana que tira de un carrito, en donde duermen dos niños tan rubios, ¡tan apacibles, que no sé por qué me interesan tanto!
"¿Qué es esta vida mia tan agitada y tan dolorosa?
"¿Qué es este sembrar ilusiones siempre, para siempre cosechar desengaños?
"A nadie he dañado yo deliberadamente, y no tengo sino motivos de dolor por todas partes.
"No hay estúpido que no crea en mi país que para acreditarse de hombre de talento, necesita decirme desvergüenzas.
"Deja más huella una gota del Océano embebida en la arena, que mi desaparicion de aquí....
"Al cabo.... todos los caminos de la vida guian á la tumba...."
Las sombras caian lentamente: poco ántes de las siete, el Sr. Buzeti tocaba á mi puerta.
Es el jóven Buzeti de veinticinco años, delgado, patilla poblada y ojos negros. Es mexicano de nacimiento y conserva con orgullo su nacionalidad; su padre, frances de orígen, residió en Veracruz mucho tiempo. Su familia vino á negocios á Nueva-York; aquí murió el padre y se mantiene la familia de las lecciones de una niña encantadora profesora de música, y de mi amigo Emilio, corredor del comercio.
Buzeti, sin antecedente, se hizo mi amigo y fué mi compañero inseparable, mi intérprete, mi guía y mi luz en este laberinto, sin querer admitir por sus servicios retribucion alguna.
[324]Llegó el momento de la partida....
En el carruaje íbamos, sin pronunciar palabra ni vernos las caras por la oscuridad, Francisco, Buzeti y yo......
Llegamos al muelle, atravesamos la estacion, mal alumbrada por la luz artificial, como unas sombras.... la lluvia arreciaba.... sonó el pito de la locomotora, y vimos avanzar la luz del ojo del gigante, como abriendo un surco de llama en un mar de tinieblas....
Trenton.—Filadelfia.—Baltimore.—Llegada á Washington.
Volaba el tren del ferrocarril como si fuera atravesando un subterráneo; las tinieblas se presentaban como espesos muros, el cráter de la locomotora lanzaba erupciones de chispas que se desbarataban en centellas.
El interior del wagon era sombrío, las lámparas alargaban su llama entre humo espeso que se pegaba al tubo; la mayor parte de los pasajeros dormian, tomando esas figuras estrambóticas del sueño, y la trepidacion ó cernimiento del carruaje, les hacia mover como de una pieza, y como movimiento de cadáveres.
Francisco, con su cachucha sobre las cejas, se concentraba sin hablar palabra: despues de algun andar, me dijo:
—Vamos á pasar por Trenton, capital de Nueva-Jersey.
Algunos faroles, una casa de comercio abierta, fué todo lo que conocí y de que puedo dar idea.
—Si de este jaez, dije á Francisco, son mis impresiones sobre Filadelfia, me voy á divertir.
—Pues así serán, porque pasaremos por allí ántes de que amanezca.
Hizo un alto el tren é ingresaron á él dos caballeros que tomaron asiento frente á nosotros, saludándonos en correcto español, muy cortesmente.
Yo respiré; ardia en ganas de hablar de Filadelfia, y Francisco no tenia humor de darme gusto.
Los nuevos compañeros son originarios de Venezuela: llámase el uno, el más jóven, D. Juan Herrera, y el otro, D. Estéban Galvez.
Herrera, como yo, no conocia á Filadelfia; pero le importaba un bledo, tenia suficiencia para figurársela poco más, poco ménos, á la vez que Galvez trataba de instruirle con particular interes.
—Esta ciudad (Filadelfia), decia Galvez, está situada entre los rios Delaware y Schuytkill, á seis millas de su confluencia y á noventa y seis del Atlántico.
—Déjate de particularidades. ¿La ciudad es bonita? Me han dicho que es tristona: no te canses, el que ha visto Paris....
—Es la ciudad monótona, aunque regulares las calles. Corren de Norte á Sur, y como en todas las ciudades americanas, un nombre sirve para la extension de una vía, aunque tenga varias secciones, y la numeracion es de pares de un lado y nones del otro.
—Lo mismo da todo eso.
—¿Quién habia de decir á Guillermo Penn, observaba Francisco, cuando en 1682 vino aquí con su colonia de cuákeros, el sorprendente desarrollo de estos pueblos?
—Sin embargo, la emigracion fué muy rápida, objeté yo, y se consideró como la ciudad más importante en tiempo del gobierno colonial.
—Aquí se reunieron el primero y segundo Congreso, y se hizo la solemne declaracion de la Independencia el 4 de Julio de 1776.
—Tambien pueden citarse, dijo Galvez, como títulos históricos, la reunion de la Convencion para formar la Constitucion, en 1787, residiendo allí el Presidente de la Union.
—¿Y cuál será la poblacion actual de Filadelfia? pregunté.
—Segun la estadística del año de 1876, Filadelfia contaba 817,448 habitantes.
—No es mal pico, dijo Herrera; pero ochenta grisetas hacen más bulla y son más divertidas que esos miles de mochos, complemento de sus máquinas.
—El comercio es muy cuantioso; el número de establecimientos es 8184.
Los operarios empleados, 137,496.
El capital invertido, 174.016,674.
Y los productos del año de 1870, 322.004,517.
—Pero, hombre, te estás quedando dormido....
---Y tú tambien, me dijo Francisco.
—Pues si esto solo puede divertir á D. Bonifacio Gutierrez ó á José María Mata.
—Yo creo, dijo Herrera, que en vez de esos bocados de estadística, algo diéramos por descansar en el Continental[330] ó en Girard hotel, que dicen que son excelentes posadas.
—Muy caras, replicó Galvez, lo mismo que el hotel de la Columnata, porque son cuatro pesos diarios los de más lujo, ó tres pesos y medio los de segundo órden.
—Creo, me dijo Francisco, que en materia de cafés y restaurants, Filadelfia no está á la altura de Nueva-York.
—Convengo, dijo Galvez; pero el Hotel-café, el Bresorter, el Asher, son buenos restaurants, y en el Union league Club, se come como en el mejor hotel de Nueva-York.
—No hagamos comparaciones, dije yo; personas muy conocedoras me han asegurado que la sola calle de Broadway vale todo Filadelfia.
—Pues no crea vd. que Market St., que es en Filadelfia la calle de los grandes negocios, es cualquier cosa; tiene cien piés de ancho y es animadísima.
—Broad St. y Chesnat, son tambien hermosas, añadió Francisco, y tienen, como Market, suntuosos almacenes.
—Nada de riquezas, ni de hermosura, ni de placer y amor, dijo Juanito; vdes. repasan vejeces cuando tratan de Filadelfia.
Allí está la iglesia más antigua, The old, Twea'church, construida en 1700 en el lugar que estuvo la primitiva, construida en 1677. Allí, segun Estéban, llevan á vd. muy reverentes los yankees á ver una casa grosera de ladrillo, construida por Penn; más adelante, como si visitara vd. los Santos Lugares, le enseñan un cafesucho de mala muerte, donde se reunen hace más de un siglo los magnates de la ciudad. Acullá un obelisco señala el lugar que ocupaba el olmo, bajo cuya sombra hizo Penn su primer tratado con los indios.
Paseando con un yankee, tiene vd. que mostrarse extasiado en Carpenter's Hall, lugar donde se reunió el primer congreso....
—De todo, lo que se puede considerar como más curioso, observó D. Estéban, es el edificio llamado Independence Hall, grande fábrica en Chestenat St., construido de 1725 á 1735, con el costo de ménos de treinta mil pesos.
En una pieza del lado del Oriente se hizo la declaracion de Independencia. La pieza se conserva con religioso cuidado en el mismo estado que tenia cuando aquella declaracion.
Las mismas pinturas, los mismos muebles.
Hay en aquel edificio una estatua de Washington, de mérito, así como retratos y reliquias de la revolucion, considerándose como preciosa la campana que sonó inmediatamente despues de hecha la declaracion de Independencia, y á la que llaman Liberty bell (Campana de la libertad.) Todo grande amor es fanático.
—Pues yo no tengo esa pasion por las baratijas, dijo Juanito. Cuando me encarecen el mérito de un sombrero de Napoleon, yo, siendo su dueño, lo daria por cualquier sorbete de uso comun.
—Hazme favor, Juanillo, de reprimirte, dijo Estéban; hazme el favor, porque á la tierra que fueres, haz lo que vieres.
—Y de edificios verdaderamente notables, ¿qué me cuentas? pregunté á Francisco.
—Que el Correo, la Aduana, y la Casa de Moneda, son muy hermosos.
El Correo está concluyéndose y ya sorprende su magni[332]ficencia. El extenso patio es de mármol azul, las paredes de mármol blanco, la torre que corona el edificio tiene 450 piés de alto, ó sean ciento treinta varas, es decir, más del doble de las torres de la Catedral de México.
La Aduana es una copia del Partenon de Aténas, y la Casa de Moneda, de mármol blanco y construida del órden jónico, es admiracion de los artistas inteligentes.
—La vez que más me detuve en esta ciudad, dijo D. Estéban, no visité esas maravillas por ver el Asilo naval, ó sea hospital para marineros inválidos.
Hay dos arsenales, el uno para la construccion de vestuario para el ejército, y el otro para la fabricacion de municiones, siendo de advertir que este es el más grande depósito de pólvora de los Estados-Unidos.
—Siento que no veas la Penitenciaría. Su aspecto te inspiraria una leyenda, porque tiene la forma de un castillo feudal.
El sistema adoptado es de separacion de celdas, no de aislamiento, aunque el aislamiento se modifica cuando está muy llena la prision, de modo que estén á la vista y sin molestarse, dos presos en cada calabozo.
El prisionero está provisto de útiles y material para un trabajo moderado, y tiene permiso para hablar con el capellan, sus celadores, y los oficiales de la Penitenciaría, pero no con sus compañeros de prision.
—Dejemos, si te parece, mercados, templos y bancos, interrumpió D. Juanito; los templos son cerca de trescientos, los mercados bien surtidos y los bancos riquísimos. Todo eso lo traigo en la punta de los dedos; pero háblame tú á la europea, no olvides que mi pasion es Paris. ¿Qué hay de teatros?
—Pues creo que no te disgustaria el de la Academia de Música, que tiene asientos para más de tres mil personas.
—Poca cosa, chico, poca cosa; en Paris hay por centenares de esos teatros.
—Juan, contente.... porque te pasas de la raya.
—Sobre que cada parisiense vale por tres yankees: hay, además, el teatro de la Calle del Arco, el de la Opera, el Central.
—¿Y respecto á librerías? pregunté á Francisco.
—Abundan, así como las Galerías de Artes. En primer lugar, se cuenta la Biblioteca de Filadelfia, instituida por la influencia y bajo los auspicios de Franklin, que tiene 100,000 volúmenes.
Doce mil volúmenes más encierra la librería mercantil.
La de los Aprendices, la del Ateneo, la Alemana, están perfectamente surtidas de libros especiales, y no menciono librerías pequeñas, porque seria cosa de estarnos inventariando bibliotecas toda la noche.
Lo verdaderamente admirable, se interrumpió Francisco con cierto entusiasmo, es la Academia de ciencias naturales; posee y exhibe en salones espléndidos colecciones riquísimas, que se aumentan dia por dia, de zoología, ornitología, geología, mineralogía, conchología, etnología, arqueología y botánica. Agassiz afirma que hay más de 250,000 muestras, y que es la más variada y hermosa coleccion de objetos de ciencias naturales de cuantos existen en el mundo.
—A mí, dijo D. Estéban, me agradó mucho, cuando lo ví, el Instituto Franklin para fomentar la mecánica y las artes útiles. Posee el Instituto una biblioteca numerosa y escogida, y los sabios dan allí lecciones al público, sobre ciencias.
—Con nosotros habian de dar, dijo Juanito; vaya vd. á reducir á nuestra raza á que cultive el gusto de los sermones.
—Amigo, dije yo, para eso nuestros sabios; dicen que son prodigios, cuando se paga á un médico ó cuando despabilan media fortuna como resultado de un pleito; pero esas becas de gracia, concedidas á los jurisconsultos; esas asignaciones á la agricultura; esos aparatos científicos, no han valido al pueblo, sino pocas veces, estoy por decir que ninguna, una leccion sobre el uso de la garrucha, acerca de los derechos del hombre; nada.... cuando más se dignan los sabios censurar.... aunque peguen cada rebuzno cuando abren los labios, que atarante....
—La Academia de Bellas Artes, continuó Francisco sin fijarse en mi charla, es del estilo gótico; en extensísimos salones de rasgadas ventanas hay galerías de pintura y escultura muy valiosas, y modelos traidos de Francia é Italia á todo costo; los trabajos están perfectamente distribuidos; es prodigioso el número de alumnos, y muchos se hacen notables por su aprovechamiento.
D. Juanito dormia en el hombro de D. Estéban; Francisco, que es poco afecto á la conversacion con personas desconocidas, se bajó hasta la punta de la nariz la visera de su cachuchilla, y yo seguí en vela en el wagon, aburrido y asendereado, esperando con ansia que llegase la luz.
Pero quiten vdes. de ahí, si la noche era como el alma de Judas de negra, y la lluvia repicaba que era un contento en los cristales del wagon....
De pronto paró el tren; serian las once de la noche; yo creia que habia ocurrido alguna desgracia. Era simplemen[335]te arreglar la locomotora para que atravesase el tren un costado de la ciudad. Antes se atravesaba ésta, tirados los wagones por caballos.
Al fin, por media hora cesó el ruido y cesó el movimiento que me traia desencajados los huesos.
Francisco me sacó á la plataforma del wagon; pero, repito, el cielo era de bronce, y de ébano la oscuridad en que estábamos encerrados.
Algunas luces dispersas, como aves refugiadas de la tempestad, se veian pegadas á altísimas vigas y á cornisas gigantescas sin duda.... aquello, segun congeturaba, era una estacion.
A cada uno de los fugaces, pero rapidísimos relámpagos, como que brotaba sorprendente la gran ciudad con sus calles, sus cúpulas, sus torres, sus macizos de árboles y su conjunto inmenso; yo, en aquellas apariciones súbitas, le ponia nombre á lo primero que veia, segun las reminiscencias de mi guía. Aquel, le decia yo á Francisco, debe ser el Hospicio de Pobres, que dizque lo forman cuatro edificios espaciosísimos, que ocupan diez acres de tierra.
Los relámpagos seguian, y con ellos mis extravagantes congeturas.
—De fé, le decia yo á Francisco, aquellos dos edificios son el Colegio de ciegos y el de Sordo-mudos.
—Nada de eso: lo que señalaste es el Hospital de locos, donde mereciamos tú y yo estar, por hacer viajes á vista de relámpago.
—Pues, mira, estoy cierto que aquellas que nos parecian inmensas murallas, son el Gran Parque de Filadelfia (Fairmount Park).
—En efecto, atinaste por casualidad. Ese parque tiene una extension de 2,740 acres. Se extiende por una y otra ribera del rio Schukill y de Wissahickon Creek, por más de 13 millas. Contiene muchas bellezas campestres, más dignas de una hacienda que del parque de una gran ciudad.
Los cuatro depósitos de agua que se ven en aquel parque, para surtimiento de la ciudad, son admirables; la represa para la formacion de esos depósitos tiene 16,000 piés de largo; el agua se hace subir hasta la cima del monte, por medio de ruedas y bombas.
En el parque hay una galería de pinturas, de las que algunas son muy celebradas, como los cuadros de las batallas de Gettysburg, de Rothermal, Cristo rechazado por el pueblo judío y una gran alegoría de la Nueva República, pintada por Powell.
Inmediata al parque se ve una extensa y abierta plaza en cuyo centro descuella gigantesca una estatua de Abraham Lincoln.
—Pon cuidado hácia Fairmount park. ¿Viste á la luz de esos relámpagos continuados, como una ciudad de cristales colorándose fantástica con la roja luz de la tempestad?
—Perfectamente: al Oeste de la ciudad, ¿no es cierto?
—Aunque se han destruido muchos edificios de los que se hicieron en la Exposicion, otros muchos quedan en pié, y siempre tiene belleza extraordinaria el sitio que encierra un extenso y cristalino lago, pequeños valles tapizados de aterciopelado césped, grupos de árboles y accidentes de terreno, que no embellecen á éste, comparado con el bosque de Boloña por los franceses, y no puedo decirte más, me dijo Francisco, porque, como sabes, no la ví.
—Yo tuve la fortuna de ver la Exposicion, observó Galvez, y para mí fué sorprendente, acaso porque no la pude comparar con las europeas.
El economista Molinari, que describe el terreno de esa Exposicion, dice que tenia la forma de una montera extendida en una superficie plana (comparacion rencorosa del frances contra el yankee). La punta de esa montera la ocupaba el departamento de agricultura; la base, dos departamentos perfectamente iguales, llamados Main Building y la Galería de las máquinas. El intervalo de las grandes secciones descritas, lo llenaban construcciones de todas dimensiones, de todos los estilos conocidos, de multitud de colores y de objetos los más variados que puedan imaginarse. El autor que acabo de citar, dice que eran ciento setenta y uno esos edificios.
El detalle de la Exposicion debe vd. haberlo visto en varios periódicos, y tengo noticia que en México se publicaron, con este motivo, artículos muy notables de Bachiller y Morales.
Hizo esta cita Galvez y entramos al wagon, porque nos comenzaba á molestar la lluvia.
—Los he leido, dijo Gomez del Palacio, y en ellos te puedes imponer á tu gusto de cuanto desees saber.
—Yo, quien habria deseado, añadí, que hubiese publicado sus apuntaciones sobre la Exposicion, es nuestro distinguido naturalista Mariano Bárcena.
—He oido mentar ese caballero con mucha estimacion, y aun me valí de un amigo para que me lo presentase, dijo Galvez.
—Bárcena es muy jóven y su modestia tal, que hasta que[338] no se dieron á conocer muy ventajosamente sus obras, no se fijó en él la atencion.
De mediana estatura, robusto, sin tocar ni de léjos á la obesidad, sus movimientos son listos y de hombre acostumbrado á las fatigas.
Rosado, cariredondo, de ojos negros y nariz proporcionada, un ligero bigote sombrea sus labios, y sus ojos, aunque no grandes, son expresivos y brillan con la luz intensa de la penetracion y del talento.
En su trato familiar, lleva Bárcena la modestia hasta el punto de confundirse con el comun de las gentes; aunque siempre entregado á estudios gravísimos, no esquiva la sociedad, es alegre y consecuente con sus compañeros de colegio, y con todo el mundo finísimo y considerado.
Ama los viajes con delirio: nunca más feliz que cuando cabalgando en un caballo tísico, sin más equipo que una maleta y un criado á su lado con sus instrumentos científicos, se lanza en pos de raíces y pedruscos, penetra en las cavernas y escala las montañas.
Vuelve cargado de cada expedicion, de objetos preciosos para las ciencias, y entónces le cercamos, nos charla, nos instruye, y los que tenemos él honor de tratarle, confirmamos la merecida opinion de que disfruta en el mundo científico, y nos envanecemos con la gloria pura y universal de ese guapo muchacho, honra de México.
Cada vez que en mis articulejos de chismografía tropiezo con algo científico que me deja á oscuras, ocurro á su celda, porque así pueden llamarse las piececitas que ocupa en el Museo, y allí, entre un fémur de mastodonte, esferas, pajarracos y pedruscos, está Bárcena como la mosca en la miel.
—Dígame vd., Mariano, qué hay sobre tal materia, porque si no, invento y sale una sarta de barbaridades que entuman.
Bárcena ríe, me hace con suma paciencia luminosas explicaciones, y salgo de su cuarto, echando chispas de entendido y hasta de sabio.
Cuando volvió de la Exposicion de Filadelfia, le asalté, y sin más ni más, le pedí sus apuntaciones. (Hablando así, tomé unos papeles de mi bolsa de viaje).
—Sr. Prieto, todas están en desórden; pedazos de papel por aquí, cálculos de lápiz por acullá.
Y solo íntegro lo relativo á su informe oficial, muy ordenado y pronto á presentarse....
—¡Hombre de Dios! ¿por qué es vd. tan árido? Yo venia buscando lo que ha encontrado vd. adaptable á México.... vd. pensará, yo charlaré, y al último, vulgarizaremos los dos los conocimientos.
—No crea vd., me dijo mi sabio amigo, que he descuidado lo que vd. me dice, ni que me he olvidado de vd.; pero ya vd. ve que tengo muy poco tiempo disponible: en prueba de mi buena voluntad, vea vd. esta carpeta.
Ví la carpeta, y con mucha satisfaccion mia, leí que decia: "Para platicar con el Sr. Prieto."
Sin esperar razones, me apoderé de la carpeta, que contenia una porcion de apuntaciones escritas con pluma y con lápiz.
—Pero.... dije yo, ¿qué demonio de solfa tiene vd. aquí?
—Son apuntaciones muy privadas, indicaciones más bien que me proponia desarrollar al hablar con vd.
[340] —Veamos cualquiera de esos papelitos, que me están mirando como cosa mia.... Haber ese de líneas coloradas y azules, que parece arrancado de un libro de caja.
Departamento de Maquinaria.
Ese, ese, exclamé con impaciencia; yo no conozco más departamentos de maquinaria que las oficinas públicas.
Bárcena leyendo:
"Amplio y vistoso edificio; tiene 1,402 piés de largo y 360 de ancho; costó 542,300 pesos. En el centro del edificio habia una máquina de vapor con fuerza de 1,400 caballos. Esta comunicaba movimiento á las otras máquinas que poblaban el edificio."
—¿Qué dice aquí?
—Máquinas industriales, leyó Bárcena.
—Para hacer ladrillos, leí yo.
"Las principales eran una francesa y otra rusa. Se ponia en ellas el lodo, tal como se encontraba en el campo, y por un simple movimiento de la máquina, salian ya cortados y perfectamente comprimidos los ladrillos."
—Vd. ve: en México se hacen barrancas para extraer la tierra, se forma el lodo, se bate, se le mezcla estiércol, y no sé despues cuántas operaciones se hacen, que los ladrillos resultan malos y caros.
—Léame vd., Sr. Bárcena, ahí donde habla de la máquina para hacer cubiertas de cartas.
Mi amigo leyendo:
"Entraban en ella los pliegos de papel; un golpe cortaba, otro doblaba, y las cubiertas se acomodaban en una rueda[341] que las pasaba sobre un gran cepillo con goma, que untaba sus bordes. Esto seria utilísimo para oficinas y toda clase de establecimientos."
—Y como creo que esas máquinas serán muy poco costosas, habria modo de que las adquiriese la gente pobre, y aun un recurso para las mujeres....
—Esta otra no. Vea vd., siguió Bárcena:
—Máquinas de cortar rocas. Habia varias: la de Emerson laminaba las rocas con gran facilidad; las losas salian pulidas.
—Y el Ayuntamiento, ¿tendrá noticia de esas máquinas?
—¡Oh! ¡oh! seria una falta de patriotismo no hacer contratas con nuestros paisanos.
—Eso que está ahí escrito interesa muchísimo á nuestro país.
—¿Qué cosa?
—Las bombas. Léame vd., Sr. D. Mariano.
—Las bombas, continuó mi complaciente amigo, se encontraban funcionando en un vasto estanque que se hallaba en el mismo edificio de la maquinaria: habia algunas de gran poder, propias para minas. Se recomendaban entre otras las de Blake, Hardik, Kowles, etc.
Las automáticas de Sloushour, las movia un hombre muy fácilmente, dando impulso oscilatorio á una palanca: pueden servir para sacar agua de acequias y canales, para practicar riegos, etc., etc.
Todas las máquinas funcionando á la vez, producian bosques de chorros, laberintos de corrientes, capelos, abanicos, lluvias, polvo de plata y todo lo que la imaginacion de vd. puede concebir.
—Precioso, preciosísimo es eso, le decia yo á mi amigo, y de muy fácil aplicacion.
—Por supuesto que no faltarian amigos del trabajo, que dijeran que quedaban con todo esto brazos ociosos.
—Para eso, atenerse á la uña para excavaciones, y á los buches para trasladar el agua de un punto á otro.
—Entre las máquinas agrícolas, esta para hacer cercas, va á llamar la atencion de vd. (leyendo):
"Habia una máquina muy curiosa; se ponian en ella algunos trozos de madera y salian divididos en láminas que tenian agujeros cilíndricos equidistantes; por otro lado salian tallos cilíndricos; con esos materiales se hacian cercas. Las láminas se clavan en el terreno y los tallos cilíndricos se pasan por los agujeros de aquellas.
"Entre las máquinas para cortar pastura, las habia que aprovechan tallo, mazorca y hojas.
"Entre las de segar me llamó la atencion la que practica la operacion, coloca tallos y espigas y forma atados ó haces con hilo ó con alambre...."
La relacion que hacia á mis compañeros de mi entrevista con el Sr. Bárcena, reproduciendo el diálogo y leyendo las apuntaciones que me dijo, fué imperfectísima, olvidando mucho y quitándole el aplomo que en estas descripciones da á su dicho el hombre de la ciencia; pero tal como es, mató el fastidio de la espera, y apénas nos apercibimos de que continuábamos nuestra marcha.
Los compañeros todos, aunque guardando difíciles equilibrios, se quedaron dormidos; yo no podia dormir, y tenia necesidad de distraerme.
Don Estéban estaba en situacion análoga, y me decia:
—Es sensible que no haya vd. podido permanecer en Filadelfia; es interesante y mucho, por la grandiosidad de sus edificios y sus plazas, por sus recuerdos y por la diligencia con que se acogen los adelantos de las ciencias.
Entre otras cosas, habria vd. gozado mucho con la vista y conocimiento del Colegio Girard, magnífico establecimiento para asilo é instruccion de huérfanos, fabricado y dotado con dos millones de pesos.
Es gigantesco el edificio, todo de mármol blanco, deslumbrador de riqueza y hermosura. En cuanto á las particularidades de la vida de Girard, cuya memoria es tiernamente amada en Filadelfia, poco puedo decir á vd.
Entretenidos con las anteriores pláticas y lecturas, no advertimos siquiera cuando pasamos por Washington, capital de Delaware, en cuyo hermoso astillero se construyen afamados buques.
El conductor anunció que pasábamos por Baltimore, y despertó Juanito, que habia dormido, como en lo general duermen los tontos, es decir, perfectamente.
Don Juanito se habia quedado dormido precisamente leyendo las Guías de Baltimore y Washington, de suerte que pudo ostentar conmigo su erudicion, con aquella prosopopeya y aquel aplomo con que se proponia aturdir á sus admiradores, al regreso á la patria.
—Ahí tiene vd. una de las ciudades más importantes de los Estados-Unidos, á la orilla del rio Patapso, con una de sus entradas en la Bahía de Chesapeake, como quien dice, tocando con la mano el Atlántico, que está á ménos de cinco leguas.
Como si para esta gente no bastase con tantos elemen[344]tos de grandeza, hay un arroyo que se llama Jones Falls, que corre apacible por el medio de la ciudad, la divide en dos partes y la hermosea y fecundiza.
El puerto es amplio, seguro como un baúl y tan defendible, que pudo resistir el terrible bombardeo de 1812.
—Muy bien, Juan, estoy contento de escucharte, le dijo D. Estéban.
—Como que pienso, continuó D. Juanito, imprimir mis Viajes en cuanto llegue á mi país.
—Entónces comenzarás refiriendo la fundacion.
—Diré que se eligió el sitio para la gran ciudad en 1722, que se le puso nombre en 1745, en honor de lord Baltimore, propietario de Maryland; por supuesto que le invento al tal lord, cuatro anécdotas que saquen lumbre; que yendo y viniendo dias, el puerto comenzó á ser visitado, se empedraron las calles, se construyeron edificios y templos, y que la poblacion subió por saltos, de este modo:
1797 | Poblacion | 26,000 | almas. |
1850 | " | 200,000 | " |
1860 | " | 212,000 | " |
y al presente muy cerca de trescientas mil almas.
Diré que dos magníficas líneas de vapores ponen en comunicacion al puerto con Europa; que multitud de embarcaciones llegan á sus aguas en demanda de lucrativos cambios, y que una red de ferrocarriles trae y lleva, que es una gloria, pasajeros y mercancías.
Despues de toser, fumar un puro, contaré á mis lectores que en virtud de mis vastas relaciones y de mi amistad personal con Hayes, que es chico de buen humor y á quien[345] le gustan mucho las hermosas, me procuré datos de las exportaciones, que consisten en tabacos (informe del que me vende mis puros), algodon (mi costurera), petróleo (el atizador de los quinqués de cierto teatro), tocino, manteca, queso, mantequilla (cualquier cocinero me pone al corriente de lo que debo decir sobre todo eso). Diré, para concluir haciendo sensacion, en un capítulo, que en Baltimore se benefician los ricos minerales de cobre del Lago Superior, y producen anualmente 4.000 toneladas de metal refinado; que de ostiones, frutas y verduras, se venden 5.000,000 de pesos, y 500,000 de cueros curtidos que se remiten generalmente á la Nueva Inglaterra.
—Está muy bien, decia Estéban; pero con ese tonillo y esa tu manera, te expones á que tengan por dudoso lo cierto, porque esos datos son fehacientes, y las Guías, aunque relaciones que andan de mano en mano, tienen en general mucha exactitud, y los datos que contienen son tomados de documentos oficiales.
—Eso lo debe suponer el lector, decia Juanillo; pero si ensarto números y números, dimensiones y tablas de cuentas, ya verás mi Viaje con un solo lector.... el de las pruebas.
—D. Juanito, hágame vd. el favor de seguir su Viaje, porque á mí me interesa, aun cuando solo sea de oidas, conocer á Baltimore.
—Seguiré, continuó Juanito, diciendo lo que recuerde de la Guía, porque este pícaro de Estéban acaba de cortar las alas al génio.
Como en todas las ciudades de la Union, hay magníficos hoteles y restaurants; si quiere vd. lo mejor entre los pri[346]meros, pregunte por Carolton ó Barnim-Hotel, y en cuanto á los segundos, Pappes es sin duda el mejor atendido.
Once líneas de wagones trasportan á vd. donde le parece, momento por momento; y en cuanto á carretas, carros y carritos, ya vd. sabe lo que son estos tios de viciosos.
La calle que tiene por nombre "Baltimore," es la principal de los negocios, sin que dejen de tener importancia, Broadway, la plaza de Mont-Vernont y las que rodean los muelles.
Por más que hablen á vd. de los muchos y grandiosos edificios de Baltimore, los que se singularizan son el Cambio, que tiene una fachada soberbia de 240 piés, cuya fachada la decora una columnata de mármol de Italia, espléndida, el Banco y City Hall, que tuvo de costo más de dos millones de pesos.
El Templo Masónico, que se usa para conciertos y lecturas, tuvo de costo cuatrocientos mil pesos, y es elegantísimo edificio.
El Teatro de la Opera, el de la Academia de Música, son dignos de la hermosa ciudad, así como fuera de ella llama la atencion el Circo de Jockey Club, destinado á las carreras de caballos.
Los sabios pueden entretenerse con las bibliotecas del Ateneo de Baltimore (15,000 volúmenes), la Mercantil (26,000), Biblioteca Baltimore (10,000), Instituto Peabody (56,000).
La Academia de Ciencias es con justicia celebrada, por sus riquísimas colecciones de historia natural.
Hay suntuosos templos, aunque, por lo que he visto, á todos los ofusca la Catedral Católica.
—Es realmente imponente y magnífica, dijo Estéban. Es de granito, de forma de cruz, cuyos brazos tienen cada uno 177 piés de extension, la altura es de 127 piés.
Las dos torres, de estilo sarraceno, tienen la apariencia de los minaretes de una mezquita; hay en la Catedral pinturas de sobresaliente mérito, donaciones de Luis XVI y Cárlos X.
No desdice Baltimore de las otras ciudades de la Union, en el estado de su instruccion pública y sus establecimientos de beneficencia y caridad.
—Vea vd., sobre esto, lo que dice la Guía: (leyendo)
Colegio de Medicina de Maryland.
Universidad de Washington.
Colegio de Jesuitas de Mujeres, de Baltimore.
Colegio Peabody, fundado por el eminente banquero americano establecido en Lóndres, Jorge Peabody, destinado á las ciencias y á la literatura.
La Universidad Hoppins, fundada por el rico propietario de ese nombre, quien dedicó su inmensa fortuna á objetos de educacion y beneficencia.
Entre los más notables establecimientos de caridad se señalan el Hospital de locos, el de Ciegos y el Hospital del bendecido beato Hoppins, el más hermoso de cuantos existen en América, dotado para su asistencia con dos millones de pesos.
—A Baltimore, interrumpió Francisco, se llama la Ciudad Monumental, y en efecto, contiene monumentos que cualquiera de ellos podria ser la gala de la ciudad, como el llamado de La Batalla, erigido en memoria de los que sucumbieron en defensa de la ciudad, en Setiembre de 1814.[348] El consagrado en honra de Wildey, fundador de la Orden de los Odd-Fellows (rito masónico), en los Estados-Unidos, y el que perpetúa la memoria de dos jovencitos heróicos, muertos en la batalla de North Pourt.
Pero yo de lo que conservo apuntaciones, continuó Francisco, es del gran monumento de Washington, construido en la grandiosa plaza de Mont-Vernont, que es el más notable de su género que he visto en mi vida.
Está situado el monumento á más de treinta y tres varas sobre el nivel del agua: su base es de diez y seis varas poco más, y siete varas de altura, y sostiene una esbelta columna dórica de cincuenta y nueve varas, sobre la cual se eleva una estatua colosal de Washington, de más de cinco varas de altura, de manera que la total elevacion del monumento es de ciento cuatro varas sobre el nivel del rio. Está construido de ladrillo, con revestimento de mármol blanco, y costó doscientos mil pesos.
Desde la balaustrada del monumento se disfruta una vista deliciosa: la ciudad con sus mil torres, cúpulas y columnas, se distingue entre sus verdes arboledas; el puerto, lleno de embarcaciones, se extiende á la vista; cruzan los rios alegres sementeras y se ven á sus orillas quintas preciosas; el tráfico activísimo, á todo comunica animacion y aspecto de contento.
En estas conversaciones, y al vislumbrar la luz, tocábamos en Washington, y teniamos á nuestra disposicion tres horas para dar un vistazo á la ciudad.
No obstante no ser ni accidentado el viaje de Nueva-York á Washington, ni los carruajes incómodos, ni la concurrencia desagradable, el trayecto me estropeó, acaso por[349]que la noche anterior la habia pasado sin dormir y lleno de fatiga y emociones.
Francisco, que habia estado varias veces en Washington, lo mismo que mis dos amigos, tenian más gana de dormir y de desayunarse, que de servirme de instructores. Por otra parte, bien á bien no amanecia, y no pude disfrutar de la vista de los alrededores de Washington y de las estancias elegantes de próceres de todas las naciones, en que se hermanan las grandezas palaciegas con la imitacion de los paisajes y de las estancias campestres. Esto lo sentí más, despues de haber oido la magnífica descripcion de estos sitios, por Manuel M. de Zamacona.
[353] Habia hace años en mi tierra un diputado tan amigo de que no se perdieran en el olvido sus discursos, que cuando cerrada una discusion no le tocaba la palabra, al siguiente dia, en el periódico que tenia más á mano, iba publicándose, como corriendo tras de sus lectores, el discurso que debió haber pronunciado el diputado H***, con tal motivo: creíase que no habia más allá en materia de candor y amor propio; pero los que tal pensaron se llevaron chasco, porque un espúrio del Parnaso, siempre que no podia hablar en un convite, insertaba á vuelta de hoja en un periódico: "Improvisacion del C. Verso-Cojo, con motivo de tal solemnidad, etc., etc."
De ese jaez es el presente paréntesis: son apuntaciones hechas con el propósito de aprovecharlas en un proyectado viaje por la Nueva Inglaterra, viaje que no pude realizar; y como un diputado y un poeta me habian dado un buen ejemplo, yo no quiero ser ménos, y por nada de esta vida me quedo con mis apuntaciones en el cuerpo. Allá van:
[354]VIRGINIA.
Despues del descubrimiento del Nuevo-Mundo por Cristóbal Colon, españoles y portugueses se lanzaron á los mares en pos de prodigiosos descubrimientos, creyendo cada quien, en el delirio de su ambicion, que les estaba reservada la misma gloria que al inmortal genovés.
La Iglesia, que en aquellos tiempos en todo se ingeria, acordó, por la mano de Alejandro VI á las coronas unidas de Castilla y Aragon, todas las tierras descubiertas y por descubrir, más allá de una línea imaginaria de uno al otro polo, cien leguas al Oeste de los Azores, dando al Este en propiedad á los portugueses.
Este arranque de Su Santidad, que desheredaba del resto del mundo á las naciones del antiguo continente, fué desatendida, y la Inglaterra, la Holanda y la Francia, cuidándose muy poco de la bula y de los anatemas de Su Santidad, armaron expediciones, emprendieron conquistas y establecieron colonias, combatiendo contra españoles y portugueses, quienes, como dice Laboulaye, se empeñaban en conservar el monopolio del nuevo mundo.
En 1496, de órden del mismo Dios, que habia autorizado á Alejandro VI, la Inglaterra dió á Juan Cabot, veneciano establecido en Bristol, una comision semejante á la que Fernando é Isabel dieron á Colon. No habia más diferencia sino que Cabot tenia que hacer los gastos á sus expensas, reservándose el Rey el señorío de las tierras descubiertas, y el quinto de los productos de la expedicion.
Armado de este tan amplio como disputable título, Cabot, acompañado de su hijo Sebastian, hizo su primera ex[355]cursion, y en la segunda de sus tentativas, plantó en las Floridas, como signo de posesion, la bandera inglesa.
El suelo que ocupaban los ingleses estaba habitado por tribus salvajes; pero se les incluyó como entre las fieras, sin representacion y sin derechos, porque en aquellos tiempos era lícita toda iniquidad con los que no eran cristianos. Los títulos fueron de la Inglaterra y España, que tenian su Dios oficial.
El primer ensayo sério de colonizacion, se intentó en 1584 por Walter Raleigh, persona caballerosa y novelesca, el mismo que tendió su manto bordado sobre el lodo, para que su soberana no se manchase los piés.
La concesion hecha á Raleigh fué amplísima, las tierras extensas, y en cuanto á los emigrantes, se dejaban en plena libertad para que se arreglasen en los términos más convenientes con el lord propietario: Raleigh tenia una jurisdiccion absoluta en pleno señorío.
En el primer viaje de exploracion se costearon las Carolinas, y el país pareció tan encantador, que se le puso el nombre de Virginia para perpetuar el recuerdo de la Reina Vírgen, bajo cuya advocacion se habia hecho descubrimiento tan feliz.
Raleigh, perseguido por un enemigo rastrero, fué acusado de conspiracion y condenado á muerte por un jurado cobarde y corrompido.
En su prision escribió obras muy estimables.
Despues de permanecer mucho tiempo preso, fué puesto en libertad; pero sin sus bienes, sin representacion alguna, vigilado y sordamente perseguido.
Exasperado por su posicion y por sus villanos enemigos,[356] se hizo pirata, y como el Drake, persiguió las flotas y galeones españoles.
Aprehendido Raleigh en una de sus aventuras, se le revivió indignamente la causa porque habia sido juzgado quince años ántes, y se le decapitó el 26 de Octubre de 1618, muriendo este personaje con notable entereza y dignidad.
El rey Jacobo trató de proteger las empresas de las lejanas tierras, y aunque no fué siempre acertada ni bienhechora esa proteccion, las colonias, bajo su reinado, tuvieron notable desarrollo.
En 1606, dividió el Rey en dos grandes porciones el territorio en que estaban colocadas las doce colonias que en toda su extension tenian el nombre de Virginia.
Andando los tiempos, la seccion del Sur conservó su nombre de Virginia, y la Norte tomó la denominacion de Nueva Inglaterra.
La Nueva Inglaterra se componia de las colonias que siguen:
New-Plimouth, Massachussets, Rhode-Island, Providence, Conneticut, New-Haven y Maine.
La carta de la concesion del establecimiento de la Colonia de Virginia fué expedida á una reunion de mercaderes de Lóndres, cuyos jefes eran: Thomas Gates, Georges Summers y Ricardo Hakluyt.
La carta no era como la de Raleigh concediendo mando y señorío: era un permiso mercantil para la pesca y el cultivo de la tierra, aunque en ella habia artículos para alentar la inmigracion.
A los colonos se declararon iguales derechos á los que disfrutaban todos los ingleses.
[357] En un principio los trabajos fueron en comun: se desconoció el principio de propiedad y las consecuencias fueron desastrosas.
En la Nueva Inglaterra se siguió el mismo sistema, aunque los resultados fueron ménos funestos, merced á la intensidad del sentimiento religioso, como veremos en su lugar.
Veamos á las colonias de plantadores bajo su aspecto político.
La direccion de la Compañía residia en Lóndres, la administracion estaba encomendada á un presidente y á un consejo local, nombrados por el Consejo de Lóndres con aprobacion del Rey. Estas dos autoridades desempeñaban funciones ejecutivas y legislativas.
La administracion colonial no tenia poder sobre la vida de los colonos, y cuando se trataba de delitos de cierta gravedad, los juzgaba Inglaterra. Los delitos en general eran juzgados y castigados por el presidente, de acuerdo con el Consejo.
A los colonos no se les otorgaron derechos políticos.
La primera expedicion se hizo en 1607, y su título único de celebridad es que la dirigia el Capitan Smith.
El Capitan Smith es el héroe simpático del Romance Americano.
"El mismo, dice Laboulaye, nos ha contado en un curioso relato, su vida aventurera, sus combates contra los turcos, su prision, su fuga atravesando la Rusia, y en fin, el episodio más conmovedor de sus viajes, su prision entre los indios salvajes, su condenacion á muerte, su marcha al suplicio y la interposicion apasionada y sublime de la bella Pacohontas, hija del Rey, salvándole la vida."
[358] Smith, por sus combates con los indios, por su prevision y constancia, merece el título de fundador de la colonia.
Hiciéronse otras expediciones á las órdenes de lord Delaware; pero lo que dió vida á la Virginia fué el cultivo del tabaco, único producto de cambio: de él, y á pesar de la escasez de dinero, dando más y más vuelo á la libertad de comercio, fundó Virginia su prosperidad, debido al triunfo de un gran principio económico.
Por aquellos tiempos, 1620, llegó á Virginia, procedente de las costas de Guinea, un bajel holandés y vendió veinte esclavos á los colonos. Esto dió orígen á la esclavitud en los Estados-Unidos.
La division territorial, la cultura del tabaco, la consolidacion de los elementos sociales, afianzados y garantizados por la propiedad, hicieron que los plantadores reclamasen los derechos de ciudadanos ingleses, ofrecidos por la madre patria.
Sir Jorge Yardley, Gobernador de la colonia en 1619, convocó una Asamblea compuesta de los propietarios de las diversas plantaciones, y se nombró un cuerpo que fungiera como legislatura, al lado del Consejo colonial.
El Consejo Superior de Lóndres aprobó lo hecho y expidió una ordenanza, asegurando la libertad de los colonos y con ella dando garantías á todas las fortunas.
La forma de gobierno dada á la Virginia fué una imitacion de la constitucion inglesa, y ella sirvió de modelo despues á las otras colonias.
Un Gobernador elegido por la Compañía, un Consejo permanente, una Asamblea compuesta de los miembros del Consejo y de dos diputados elegidos por cada planteacion por[359] los habitantes de ella, tal fué la organizacion del poder público, que recuerda al Rey, á la Cámara alta y la de los Comunes.
El poder legislativo tenia amplias facultades; pero tenia veto el gobernador.
El poder judicial estaba dotado de la robustez y seguridad que en Inglaterra.
Las libertades acordadas á Virginia le auguraban gran prosperidad; pero una invasion de indios en que los ingleses rivalizaron en ferocidad con los mismos salvajes, hizo necesaria la proteccion á los plantadores de la Compañía de Lóndres; esto excitó los celos del Rey, quien conspiró por la ruina de la colonia, hasta conseguirla.
Despues de una matanza horrible de los indios á los plantadores, el Rey anuló la carta de conocimiento de la Virginia, declarándole provincia real, en cuya condicion permaneció hasta 1776.
El Rey Jacobo nombró un Consejo que dirigiese desde Lóndres los negocios de la Virginia, reservándose el derecho de dictar sus leyes fundamentales; pero la muerte paralizó los trabajos del real legislador.
Cárlos I confirmó el monopolio del tabaco, que el rey Jacobo le habia concedido para asegurar su fortuna.
De hecho, la colonia conservó su Asamblea y gozó las libertades que habia conquistado á la sombra de la indiferencia del Rey.
Los sentimientos aristocráticos, el viejo realismo inglés tomaron en Virginia poderoso ascendiente.
Con esta independencia de hecho, conquistó al fin la Virginia, como derechos, en los dias de Cronwell:
Que Virginia conservara todas las libertades del pueblo inglés; que la Asamblea general se reuniria como ántes á dirigir los negocios todos de la colonia; que los habitantes tendrian en todas partes y con todas las naciones la misma libertad de comercio que la Inglaterra, y que no se podria, sin el consentimiento de la Asamblea, imponer contribucion, exigir préstamos, construir puertos ni mantener fuerza armada. Es decir, la independencia más completa, sin más que sombras de respeto á la madre patria.
Cárlos II, á su avenimiento al trono, mandó que se restringieran las libertades concedidas á Virginia.
Desde entónces la historia de la Virginia no es sino la historia de las luchas de la colonia contra las restricciones y violencias de la metrópoli.
Las doctrinas que dieron por resultado el Acta de Navegacion, pesaron con todo su rigor sobre la colonia, se instalaron, crecieron en los mares, se edificaron fuertes á título de perseguidores del contrabando, se llenó de esbirros aquel suelo. En una palabra, en nombre de la proteccion á los intereses agrícolas é industriales de la Inglaterra, se arruinó la Virginia.
El 4 de Julio de 1676, los plantadores, á las órdenes de Nathaniel Bacon, desconocieron la autoridad de Berkeley, Gobernador de la colonia; siete meses duró la rebelion, que se extinguió con la muerte de Bacon.
Entretanto, Berkeley mandó por auxilios á Inglaterra, y aunque cuando llegaron, la paz estaba restablecida, le sirvieron aquellos soldados para el ejercicio de crueles venganzas.
La insurreccion sirvió de pretexto á la corona para la ne[361]gacion de los derechos políticos á la colonia y el rigor de las restricciones comerciales.
Nicholson, Gobernador en 1698, llegó á proponer la concentracion de las colonias, todas en un solo cuerpo, con un virey á la cabeza.
Por último, la conducta del Parlamento, más tiránica y servil que la de los reyes mismos, fué la que preparó con mayor eficacia la separacion de los dos pueblos.
Tracemos ahora con la brevedad posible la historia de la Colonia del Norte, llamada Colonia Plimouth y más tarde Nueva Inglaterra.
Esta, como observa Laboulaye, es una denominacion un tanto arbitraria, porque nunca ha existido provincia ó Estado de la Nueva Inglaterra; pero es un título especial y característico, que designa cierta clase de colonias que se distinguen del resto de América.
La Nueva Inglaterra es el panino del yankee (corrupcion india de la palabra englisch ó inglés), ese tipo que no se confunde con otro alguno; áspero, audaz, perseverante, independiente, religioso, y el hombre de negocios.
Los Estados hoy comprendidos en la Nueva Inglaterra, son Maine, New-Hampshire, Vermont, Massachussets, Rhode-Island, y Conneticut.
Digamos algo de historia.
La vida y el establecimiento de la Nueva Inglaterra se debe al sentimiento religioso, y de él se verán afluir las libertades, como de un modo espontáneo y natural.
Conocida es del mundo la Reforma Protestante encabezada por Lutero; plumas elocuentísimas han hecho patente su trascendencia y la revolucion que agitó los espíritus.
Conocemos tambien las modificaciones severas de Calvino á los principios del grande innovador, y se menciona en todas las historias la secta de Brown, cuyas interpretaciones de la Reforma tuvieron séquito maravilloso.
Para nuestro objeto, baste saber que desatada, implacable la persecucion contra los llamados puritanos por la rigidez de sus creencias y su apartamiento de la dependencia del poder temporal, se redobló contra ellos la crueldad, hasta ordenarse su expulsion del Reino Unido.
La doctrina de Brown no admite potestades ni categorías; en la Iglesia admite creyentes; ellos nombran su pastor de entre sus miembros, sin más requisito que merecer su confianza y que el electo proteste profesar sus creencias. Todo se decide por el voto universal de la congregacion de Cristo, como dice Milton.
Visiblemente, observa Laboulaye, la república estaba en gérmen en esta doctrina de los puritanos.
Hé ahí á la Iglesia abrigando en su seno el embrion poderoso de la democracia pura.
Hostigados los puritanos por la persecucion cada vez más y más cruel, emigraron á Holanda; allí vieron que las recientes colonias de América podrian ofrecerles asilo y campo para el desarrollo de sus creencias, y obtuvieron fácilmente una concesion para trasladarse al nuevo continente.
El 17 de Setiembre de 1620, despues de un riguroso ayuno, los padres peregrinos (father pilgrims), así llamados por el respeto de la posteridad, se embarcaron en el navío llamado Flor de Mayo, célebre más que otro alguno, por llevar en aquellos hombres los gérmenes de ideas y de[363] naciones que habian de asombrar al mundo por la sorprendente eficacia de los principios liberales.
Aunque el destino de los peregrinos era á las orillas del rio Hudson, el capitan del barco los desvió hácia el Este, y extenuados por la fatiga, las enfermedades y la escasez, desembarcaron en la costa, al pié de una roca, llamando á aquel paraje Nuevo Plimouth, en memoria del último punto que habian abandonado en Inglaterra. La roca de Plimouth es un objeto que hoy se ve con particular veneracion.
Poco ántes de desembarcar los peregrinos, sobre la cubierta de la Flor de Mayo firmaron, de comun acuerdo, un convenio en que estipulaban hacer tan justas y tan equitativas leyes, ordenanzas, actas y constituciones, como conviniese al bien y prosperidad de la colonia, para lo cual se sometian á la más completa sumision y obediencia: esta acta tiene fecha 11 de Noviembre de 1620.
Los principios de la colonia fueron penosísimos. Los colonos no veian en torno de ellos, dice la historia, sino un país miserable y desolado, lleno de animales y de hombres salvajes, de los que se ignoraban el número y el grado de ferocidad. La tierra estaba cubierta de nieve y sembrada de zarzas y malezas. Todo tenia un aspecto bárbaro. Detrás de ellos no percibian sino el inmenso océano que los separaba del mundo civilizado. Para encontrar un poco de paz y de esperanza no tenian más arbitrio que dirigir sus miradas al cielo.
Como en Virginia, se quiso establecer el trabajo en comun, y esto aumentó el malestar y el hambre. El error tuvo corta duracion, el reparto de la propiedad devolvió el valor á los colonos, mujeres y niños acudieron al trabajo, y[364] á poco se estableció un comercio de granos bastante lucrativo.
En cuanto al Gobierno, la igualdad era absoluta; entre los peregrinos, la habian instituido y fomentado la persecucion y la pobreza. Así, la democracia se escapaba, observa Laboulaye, del seno mismo de la sociedad feudal, y la libertad política triunfaba al lado de la libertad religiosa.
Un Gobierno nombrado por el sufragio universal, un Consejo de cinco miembros y una Asamblea, tal fué la forma constitutiva de Nuevo Plimouth.
Solicitaron su patente como concesion comercial, autorizando á William Bradford; nadie se ocupó de la nueva colonia, hasta Cárlos II que negó la concesion.
Anuláronse en seguida las concesiones á las colonias, y la de Nuevo Plimouth fué incorporada á Masachussets, por la Carta de Guillermo y de María, desde cuya época dejó de tener una historia particular.
La carta de la colonia de Masachussets se acordó al Marqués de Buckingham y á algunos de sus compañeros distinguidos, que más bien pensaban en vender las tierras que en irlas á colonizar.
Como la persecucion religiosa no se relajaba; como el número de puritanos crecia y se hacia más ardiente su creencia con los sufrimientos, y como el espectáculo que ofrecia la colonia de Plimouth presentaba atractivos á sus sentimientos y á su sustraccion á la tiranía que pesaba sobre ellos, muchos de esos puritanos abrieron negociaciones con el Gran Consejo de Plimouth y lograron extensas concesiones en Masachussets, Conneticut, New-Hampshire, Rhode-Island y Maine.
En 1629, Cárlos I constituyó á varios comerciantes concesionarios, bajo el nombre de Gobierno y Compañía de la Bahía de Masachussets, y le dió una carta semejante á la que el mismo Rey concedió al Gran Consejo de Plimouth.
Fué confiada la administracion á un Gobernador, un Vice y á un Consejo de diez y ocho personas, elegidas por los friemens, ó como si dijésemos, accionistas de la Compañía.
En virtud de esta carta, recibió Masachussets trescientos emigrantes puritanos, á los que conducia, no la ambicion, no el amor á las riquezas, sino el anhelo de escapar á la persecucion religiosa.
Uniéronse en sociedad religiosa, se estableció el culto, que consistia en la predicacion.
Algunos emigrantes se separaron de aquel conjunto.
Pero la separacion de la metrópoli se hacia más y más sensible, el espíritu de independencia cobraba en la práctica mayor desarrollo, y al fin, dividiéndose la Asamblea en dos Cámaras, cada una con el derecho de veto, se constituyeron las colonias en 1664. Las colonias de Rhode Island, Conneticut y New-Hampshire tomaron el ejemplo de Masachussets.
La libertad religiosa y la política se consolidaban á la vez.
Las colonias de Providence y Rhode Island debieron su existencia al sentimiento religioso, pero bajo un aspecto diferente.
La intolerancia de los puritanos de Masachussets hizo que reclamase los fueros de la santidad de la conciencia, Sir Roger Williams, Ministro de Salem.
"Prohibir á un hombre, decia el venerable Ministro, que se una á personas de creencia diferente, era una violacion[366] manifiesta del derecho natural. Arrastrar á determinada Iglesia al que no cree, era precipitarle á la hipocresía. Nadie debe sostener el culto contra su voluntad."
Estas simples y grandes verdades encerraban el gran principio de la separacion de la Iglesia y el Estado, de la creencia y la autoridad.
"Los magistrados, decia Roger Williams, no son sino agentes del pueblo, no se les puede conferir autoridad espiritual."
"Separar de las almas el yugo que las oprime, es no solo hacer un acto de justicia y caridad, es desenvolver una fuerza poderosa, es empeñar todos los intereses y todas las conciencias en conservar la paz y la libertad comun."
Proclamando y sosteniendo estas ideas, fundó Sir Roger la Colonia de la Providencia, que se declaró abrigo de todas las conciencias perseguidas.
Por aquellos tiempos, Ana Hutchunson agitaba Masachussets con cuestiones sobre la gracia y vasos de eleccion, ardian los ánimos, se enfurecieron las sectas, se prescribieron penitencias y ayunos, y al fin fueron condenadas las doctrinas de Ana, y ella desterrada de la colonia.
El Ministro Roger dió asilo á los expulsos en las vecindades de Providence, y así tuvo orígen Rhode Island.
Providence y Rhode Island se reunieron bajo este último nombre, tomando por divisa un haz de flechas, con esta inscripcion: "Amor onicit omnia."
Al fin consiguieron los fundadores de la colonia su carta, en que se consigna la más amplia libertad en materias religiosas y el ejercicio de los derechos civiles.
En tiempo de Jacobo II se quisieron restringir las liber[367]tades acordadas á Rhode Island, la colonia devolvió sus privilegios en 1686, pero para recobrarlos en 1688 y conservarlos hasta 1776, desarrollando aquellos principios sin modificacion alguna, hasta 1842.
A la rivalidad de dos de los principales Ministros puritanos de la Colonia de Masachussets, Cotton y Hooker, debe Conneticut su nacimiento.
El último decidió emigrar con sus adictos y se estableció en el fértil valle del Conneticut, donde ya habia instalados algunos holandeses segregados del terreno de Manhattan, hoy New-York.
Organizóse la Colonia como las de Plimouth y Rhode Island, dominando el espíritu puritano y el democrático.
Concedióse el derecho electoral á todos los ciudadanos. La legislatura y los magistrados se eligieron por la mayoría del pueblo, y cada distrito, segun su poblacion, eligió sus representantes.
Por ese tiempo se instalaba la Colonia de New-Haven, bajo la direccion de Teófilo Eaton, Ministro religioso que fungió de Gobernador cerca de veinte años.
Los colonos tuvieron su primera reunion bajo una encina, y Davenport, su Ministro, les dirigió una fervorosa locucion.
Por la palabra y por la influencia de este Ministro, fué reconocido que la Escritura era la regla perfecta de un Estado; que la pureza de la fé, y la rigidez de la disciplina, son los grandes fines del órden civil, y que por consiguiente, solo los miembros de la Iglesia tenian los derechos de ciudadanos.
[368] La palabra de Dios fué proclamada la sola regla de los negocios públicos.
En Masachussets, como en New-Haven, el derecho criminal estaba tomado literalmente del Levítico y del Exodo.
La idolatría, la hechicería, la blasfemia, la traicion, el asesinato, el falso testimonio, el adulterio, etc., eran castigados con pena de muerte, porque así lo habia ordenado Moisés.
Confundidos el magistrado y el sacerdote en unas mismas funciones, se descendió hasta lo más íntimo de la vida para la reglamentacion; leyes que se han conservado con el nombre de leyes azules.
Entraron en los reglamentos, vestidos, calzados, cintas y dijes; se abolieron las pelucas, se prohibió el uso del tabaco, se caracterizó en todo de austera, singular y extravagante, la comunion puritana; pero en el fondo, las libertades todas se afianzaron en una moral sólida, robustecida por la fé religiosa.
La forma de gobierno fué la de las otras colonias: Gobernador, Asistentes ó Consejo, elegidos por el sufragio universal. Poder absoluto para gobernarse por sí mismos los colonos. Jacobo II atacó la colonia y las libertades de Conneticut como las otras; pero la noche que se les exigió su carta constitutiva, en medio de un tumulto se extinguieron las luces, se recogió la carta y se depositó en el hueco de una encina que se conserva con la mayor veneracion.
Hé aquí en dos palabras la historia de New-Hampshire y Maine.
Ya hemos dicho al hablar de la primera planteacion de Masachussets, que vendió algunas tierras trasmitiendo su concesion. De estas tierras fueron las que adquirió la Com[369]pañía llamada de Lacoma, á cuyo frente estaban Georges y Masson, que se las dividieron en dos secciones: la del Este, que correspondió á Georges, tomó el nombre de Maine, en honor de la reina Enriqueta, hija de Enrique IV, esposa de Cárlos I; el Este se acordó á Masson, quien la llamó New-Hampshire, del nombre del condado que habitaba en Inglaterra.
Masson murió á poco de instalada la colonia; ésta fué abandonada; varios habitantes de Masachussets la ocuparon, formando una pequeña república en que se gobernaban electivamente.
Promoviéronse algunas disputas entre los antiguos y los nuevos colonos: un poco de tiempo New-Hampshire se incorporó á Masachussets, y al fin, se erigió como provincia real, con su Presidente nombrado por el Rey, lo mismo que su Consejo.
El poder legislativo lo formaban el Presidente, el Consejo y miembros nombrados por los colonos.
La historia de Maine es poco más ó ménos como la anterior.
A Sir Fernando Georges fué concedida la direccion de la colonia, con la jurisdiccion y derechos reales pertenecientes al obispo del condado palatino de Durham.
La carta se hizo por el modelo comun; pero en ella se reservaba la soberanía la corona.
En 1652, Maine reclamó toda la extension del territorio. En 1665, Cárlos II le declaró bajo su proteccion. Apénas se separó de la influencia de aquel Rey, Masachussets, sostenido por una minoría, recobró su autoridad por la fuerza de las armas.
Masachussets fué soberano de Maine. Los puritanos nombraron Presidente del Consejo, y á los colonos solo se les dejó el derecho de nombrar los miembros de la Asamblea general.
En 1691, cuando bajo el imperio de una nueva carta se convirtió Masachussets en una provincia real, Maine no fué sino una provincia, hasta que despues de la independencia cobró su rango de Estado soberano.
Laboulaye hace notar, al concluir la historia de las colonias de la Inglaterra, en todas ellas la unidad religiosa, la de raza y la identidad de instituciones.
En todas partes, dice el autor que hemos citado, vemos hombres celosos de su independencia, con la conciencia de sus derechos y con aptitud de gobernarse por ellos mismos. En suma, un pueblo republicano por sus creencias, instituciones y costumbres.
El temor á las usurpaciones de la colonia holandesa de las orillas del Hudson, provocó la alianza de las que se llamaron Colonias Unidas de la Nueva Inglaterra, y en el pacto primitivo están los gérmenes de su sólida constitucion.
Resistir unidas á los ataques exteriores, combatir las invasiones de los bárbaros y mantener sus libertades, hé ahí expresada la comunidad de interes, y palpitante la vida social.
La independencia fué la declaracion de hechos consumados, y el reconocimiento forzoso de una emancipacion que se habia verificado desde el nacimiento de las colonias.
La filosofía y la ciencia política deducirán de estos hechos las consecuencias que crean oportunas.
Para nuestro objeto, baste lo dicho para dar á conocer,[371] aunque sea muy ligeramente, la historia de la parte más importante de los pueblos que dejamos de visitar.
Mi impaciencia por recorrer, aunque fueran las principales poblaciones de los Estados de la Nueva Inglaterra, era extrema: proveiame yo de Guías, adquiria noticias y me empeñaba en conversaciones sobre el yankee, personaje para mí tanto más digno de estudio, cuanto que tenia ménos puntos de contacto con cuanto habia conocido.
El viajero no puede ménos de estudiar con particulares atractivos los Estados, que va á pasar mi charla en revista, comenzando por los ménos importantes.
Portland, metrópoli comercial de Maine, es una ciudad muy pintorescamente situada á la extremidad S. O. de Casco Bay.
Desde la fundacion de Portland, su acrecimiento fué rápido. En 1866 ocurrió un gran incendio que destruyó su parte principal, ocasionando la pérdida de diez millones de pesos. No obstante, la poblacion, en 1875, eran 34,420.
La Sociedad de Historia Natural de Portland es riquísima: la sola coleccion de conchas, cuenta sobre cuatro mil especies.
Muy notables son en esa Sociedad los gabinetes mineralógico y zoológico y la librería, que cuenta más de quince mil volúmenes.
La ciudad se pierde casi entre frondosísimas arboledas y risueñas calzadas, sobre las que descuella el Observatorio, objeto de la atencion y del estudio de los viajeros.
Digamos algo de Conneticut.
New-Haven es de las más grandes ciudades del Conneticut: está situada á la cabecera de Island Sound, en un ancho llano rodeado de pequeñas y verdes colinas que la hacen muy pintoresca. Fundóse la ciudad en 1638, y fué declarada con tal carácter en 1784, hasta 1875 que se declaró una de las capitales del Estado.
New-Haven sirve de centro al tráfico de cinco caminos de fierro que la hacen muy rica y animada; su comercio con el extranjero es muy considerable y principalmente con las Indias Occidentales. El comercio de cabotaje ocupa muchos brazos y capitales.
Las renombradas manufacturas de New-Haven consisten en maquinaria, quincallería, relojes, armas de fuego, carruajes, órganos, pianos, joyería, objetos de cautchouc, etc., etc. La poblacion de la ciudad es de más de 60,000 almas.
New-Haven se percibe blanqueando como dentro de un bosque de olmos, y son estos árboles tan pomposos y magníficos, que muchos le llaman la Ciudad de los Olmos. La mayor parte de ellos fueron plantados á fines del siglo pasado, por James Hillhouse.
La educacion pública es objeto de preferente atencion en New-Haven: el colegio de Yale es considerado como uno de los primeros de América.
Fué fundado el colegio en 1700, y trasladado en 1717 de Saybrock-Point á New-Haven. En 1875 contaba 86 profesores y 1,051 estudiantes. Además de su departamento académico tiene escuela de medicina, de leyes, de teología, de ciencias y de bellas artes.
Los edificios más notables son la Biblioteca, que tiene[373] 90,000 volúmenes, y el Art building (edificio del arte), que posee una numerosa y escogida coleccion de pinturas antiguas y modernas.
HARTFORD.
Grande y general reputacion de hermosura tiene Hartford, ciudad situada en la cabecera de la navegacion de chalupas del rio de Conneticut, á cincuenta millas de Long-Island. Comprende la ciudad un espacio de más de tres leguas cuadradas; tiene de largo más de una legua y de ancho más de legua y media.
Atraviesa á la ciudad el rio por once puentes, de los cuales uno, atrevidísimo, de mil piés de largo, une la ciudad propiamente dicha, con su parte oriental.
La ciudad fué fundada por los holandeses en 1638, y el lugar de los primeros edificios ubicados en la confluencia del rio, se conoce hasta la fecha con el nombre de Paso de los Holandeses.
Los negocios que alimentan á Hartford son muy extensos, no solamente por sus manufacturas, sino por sus seguros de incendios y de vida, cuyos capitales ascendian en 1874 á 135 millones de pesos.
Sus manufacturas son: ferretería, quincallería, objetos de laton, máquinas y calderas de vapor, máquinas de coser, armas de fuego, instrumentos mecánicos, obras de plata y de piedra, tejidos de lana, cubiertas fertilizadoras, y un gran número de artículos de menor importancia. La poblacion, es de cuarenta mil almas.
La ciudad está trazada con bastante regularidad, son mu[374]chos los edificios de piedra y de ladrillo, y la abundancia de aguas le comunica perpétua alegría.
Las estancias ó casas particulares de los suburbios, están entre verjeles y compiten en elegancia y belleza.
El palacio del Estado, la Casa municipal, el Correo, etc., son edificios de gran belleza. En el Senado hay un retrato de Washington de cuerpo entero, obra de Stward.
Actualmente se construye un nuevo palacio para el Estado, valioso en un millon y medio de pesos.
El Asilo para sordo-mudos de Hartford, fué el primero que se estableció en América.
La Iglesia del Buen Pastor, es la que tiene mayor nombradía.
La fábrica de armas de fuego de Colt y la de W. Wat, forman por sí solas una villa al S. E. de la ciudad. Sus tierras se extienden desde la orilla del rio hasta la calle principal (Main St.), donde está la elegantísima casa de Colt.
BOSTON.
La gran ciudad de la Nueva Inglaterra, la que puede considerarse como su opulenta metrópoli, es Boston, justamente elogiada por los viajeros.
Boston está situada á la extremidad occidental de la risueña bahía de Massachussets, y la componen un conjunto de pequeñas ciudades, entre las que se distinguen tres grandes divisiones: Boston, propiamente dicho, Boston Oriental y Boston Meridional, con los otros pueblos como Rosburg, Roschester, Charlestwn, Brigtory y Rosburg Occidental.
La primera seccion ocupa en una extension de 700 acres[375] un terreno accidentado y pintoresco, en el que sobresalen tres airosas colinas que lo embellecen y caracterizan.
El nombre indígena de esta península significa Aguas dulces.
Los primeros pobladores le llamaron Fremont. Una estrecha lengua de tierra, (The Nock), une á la península con la tierra firme, que poblada y despoblada alternativamente, hoy está cubierta de fábricas, establecimientos mercantiles y lugares de activísimo tráfico.
En las aguas del puerto hay cincuenta islas, todas cultivadas y pobladas, como flotando en aquellas tranquilas aguas, lo que ofrece á la vista un delicioso panorama.
El primer habitante blanco de Boston fué el Reverendo Jhon Blackton, quien se supone clérigo episcopal y que llegó en 1623. Vivió allí solo hasta 1630 que llegó Jhon Wintus, despues primer Gobernador de Massachussets, que por el rio vino de Charlestwn donde habia permanecido con algunos emigrantes algun tiempo.
En 1635, M. Blackstwn vendió sus derechos á la nueva y popular península por treinta libras (ciento cincuenta pesos), y se trasladó á Rhode-Island.
La primera iglesia se construyó en 1632 y el primer muelle en 1673; cuatro años despues se nombró el primer maestro de postas, y hasta 1704 se publicó el primer periódico titulado Boston New Letter.
Boston fué cuna de los primeros movimientos revolucionarios.
En 1822, la poblacion de Boston era de 45,000 habitantes.
1850 | 136,881 | habitantes. |
1860 | 177,840 | "[376] |
1870 | 260,526 | " |
La agregacion reciente de Brigton, Charlestwn y Rosburg Occidental, ha hecho subir la poblacion de Boston en 1876, á 341,919 habitantes.
El 9 de Noviembre de 1872 ocurrió el terrible incendio, uno de los más horrorosos en los Estados-Unidos: duró el incendio tres dias con sus noches; se aniquilaron muchos hermosos y opulentos edificios, calculándose las pérdidas en más de ochenta millones de pesos.
La ciudad está perfectamente surtida de hoteles, como todas las de primera importancia en los Estados-Unidos.
El sistema de comunicacion en el interior de la ciudad, basta á sus muchas necesidades; el servicio de tranvías es perfecto.
Las calles, en la parte más antigua de la ciudad, son irregulares y estrechas, como lo exige lo accidentado del terreno; pero despues del incendio, las calles y plazas que se han reformado, tienen mayor belleza y amplitud, y la calle central está llena de árboles en su centro.
En las calles de Washington, la de Fremont y la de Winter, hay mayor tráfico.
La avenida que atraviesa la parte más nueva de la ciudad, tiene 240 piés de ancho (ochenta varas), y en el centro un elegantísimo parque, descollando en él, sobre su magnífico pedestal de granito, la estatua colosal de Alejandro Hamilton.
El barrio más de moda hoy es el de la Bahía de Back, al Oeste de Common. La belleza de aquellos alrededores sorprende y encanta, perdiéndose la vista en las frondosas y[377] alegres calzadas que los atraviesan y de la que es principal Chesnut Hill Reservoir, de cinco millas de largo (poco más de legua y media).
Entre los edificios históricos de los Estados-Unidos, el más interesante, despues de Independence Hall, es Faneuil Hall, que tiene recuerdos históricos semejantes al de Filadelfia.
Este famoso edificio, "Cuna de la Libertad," como allí se le nombra, está en Docke-Square, que tambien tiene reputacion histórica, por el meeting de los patriotas revolucionarios, que se verificó allí. Fué construido en 1742 por Pedro Faneuil, comerciante hugonote, y cedido por él á la ciudad.
Destruido por el incendio de 1761 y reedificado en 1763; se amplió muchísimo en 1805.
Las paredes del gran salon del edificio están adornadas con los retratos de Washington, por Stuart; de Webster, por Healy; de Samuel Adams, por Copley; de Quincy, Adams de Everett, de Abraham Lincoln y del Gobernador Andreu.
Los anales revolucionarios han dado tambien celebridad al Palacio del Estado, que fué la gran Corte general de Masachussets.
La Iglesia de Cristo es la más antigua; pero tiene mayor celebridad la Iglesia del Sur, que reunió á los patriotas y sirvió de cuartel de caballería.
Contigua á la capilla del Rey, y haciéndola notable, se distingue el primer cementerio que hubo en Boston, y en el que están sepultados Isaac Joluyon, el Presidente Orostoni, el Gobernador Winthrop, John Colton, etc., etc.
En el actual Palacio del Estado existen las célebres esta[378]tuas de Washington, el Gobernador Andreu y los bustos de Adams, Lincoln y Summer.
El Correo es un vasto y elegante edificio que tuvo de costo un millon y setenta y seis mil pesos.
Los teatros más notables de Boston son: el antiguo, que lleva su nombre, el del Globo, el del Museo y el del Ateneo.
En Music Hall (Conservatorio de Música), existe el órgano, que por su grandeza y valor, se considera como el segundo del mundo.
Para dar idea de las bibliotecas públicas de Boston, diremos que la principal es considerada como la más numerosa y escogida de América. Contiene doscientos sesenta mil volúmenes, además de cien mil folletos y la valiosa coleccion de grabados de Torti. Es libre para todos, pero solo los que residen en la ciudad pueden sacar libros fuera.
El Ateneo es un imponente edificio y una de las instituciones de su clase mejor organizadas en el mundo, al decir de los americanos. El Ateneo tiene tres pisos: el primero contiene esculturas de gran mérito, entre las que hay de Greenough, Crawford, etc., y numerosos modelos.
El segundo piso es una biblioteca que cuenta 96,000 volúmenes, y el tercero una famosa galería de pinturas.
La Academia Americana de ciencias y artes, tiene una biblioteca de 15,000 volúmenes.
El Museo de Bellas Artes es un elegante edificio que contiene galería de estatuas, biblioteca, galería de pintura, valiosas colecciones de antigüedades, esculturas egipcias y algunas obras de arte, que se consideran las más valiosas del país.
[379] El jardin de horticultura es un verjel lleno de variadísimas y bien cultivadas flores, con extensos y elegantes salones en que se dan conciertos y lecturas.
La Sociedad Histórica tiene una biblioteca de 13,000 volúmenes y ricas colecciones numismáticas, mapas, retratos y curiosidades históricas.
Hay ciento cincuenta iglesias.
En cuanto á establecimientos de educacion, se ha llevado el esmero al último extremo, y esencialmente en la educacion científica, Boston ha tenido reconocida supremacía. En 1876 habia ciento diez y nueve profesores en las escuelas de leyes, medicina, ciencias físicas y teológicas.
La Universidad de Boston, fundada por Isaac Riech, sacó de costo dos millones de pesos.
Gran riqueza de dotacion tienen los establecimientos de caridad: el de Perkins, para los ciegos, es famoso en todo el mundo; lo fundó en 1831 el Dr. Samuel Howe, y estuvo bajo su direccion hasta su muerte.
El Carney-Hospital es hermosísimo, y lo sirven con particular esmero las Hermanas de la Caridad.
El movimiento marítimo de Boston, le da rango eminente entre todos los puertos de la Union; despues de Nueva-York se considera el más importante puerto. Despues de Boston, Salem es el mejor puerto de Masachussets.
Inglaterra envía á Boston sus tejidos, las colonias inglesas y Cuba sus azúcares, y mantiene activas relaciones con Haiti, las Indias Orientales, la Plata, la Francia, la Rusia, etc.
En general, los artículos que Boston pide al extranjero consisten en tejidos de lino, sedería, quincallería, efectos co[380]loniales, thé, vinos, aguardiente, especias, cueros, añil, palo de tinte, etc., etc.
Boston se surte de Nueva-York, Pensylvania, Maryland y otros Estados, de trigo, harina, avena, maíz, arroz, algodon, tabaco. La plaza recibe más de un millon de barriles de harina, 250,000 balas de algodon, etc., etc.
El comercio del Mediterráneo y el de la India, constituyen la importacion de Boston. El primero se hace con la Turquía por Smyrna; los artículos que ésta importa son: plomo, salmon, azufre, limones, naranjas, higos, uvas, etc.
Otros artículos tienen su procedencia en Málaga, Sicilia, Francia é Italia, como las almendras, las nueces, la crema de tártaro, vinos, mármoles, aceite, jabones, etc.
Boston exporta para los otros Estados de la Union, salazon de buey y de cerdo, pescado salado, seco y ahumado, calzado, papel, tejidos europeos, muebles, clavos y cordaje para buques.
El hielo es un artículo de riquísima exportacion, y se expenden cantidades increibles para las Indias Orientales, la China y la Gran Bretaña.
Existen treinta ó cuarenta bancos, cuyo capital se calcula en 32.000,000 de pesos.
No es de nuestro propósito mencionar con detenimiento los lugares de recreo, plazas y monumentos que embellecen á Boston.
Los viajeros mencionan el Parque ó Boston-Common, que ocupa 48 acres en el corazon de la ciudad, está cercado de una hermosa reja de fierro, formado de prados que atraviesan sombrías y bien terraplenadas calzadas, y tránsitos, fuentes y glorietas.
[381] Entre los más hermosos árboles se veneraba allí el olmo viejo, que se creia haber existido desde ántes de la fundacion de la ciudad, y que á pesar de los muchos cuidados que con él se tuvieron, lo derribó el huracan de 15 de Febrero de 1876.
Cerca del olmo viejo se construyó con toda magnificencia el Monumento de los soldados, que tiene noventa piés de altura.
El plinto del monumento forma una cruz griega ricamente labrada, y en las cuatro esquinas se elevan otras tantas estatuas simbolizando la Paz, la Historia, el Ejército y la Marina, de tamaño colosal. La parte alta es una columna romana de órden dórico, con cuatro figuras que representan el Norte, el Sur, el Este y el Oeste, esculpidas en bajo relieve al derredor de la base. El conjunto está coronado por una gran estatua de la América, descansando sobre un hemisferio, y cuatro águilas americanas con las alas extendidas.
Cerca de la calle del Parque está la hermosa Brower Fountain de bronce, fundida en Paris, con estatuas tambien de bronce, de Neptuno, Anfititre, Asis y Galatea.
En el Jardin Público, que es encantador por su riqueza de plantas, buena distribucion y elegancia, se admira la estatua ecuestre de Washington, por Bull; otra de Eduardo Everet, por Story; la que representa á Vénus naciendo de las olas, y un hermoso monumento en honor del descubrimiento del éter como aneastético.
Los alrededores de Boston son pintorescos y hermosos. En Charlestwn existe el famoso Hill Monument, en conmemoracion de la batalla dada en aquel lugar el 17 de Junio de 1775.
Brookline es una hermosa ciudad que está sobre el camino de fierro de Boston á Albany, y en el que hay un recevoire ó receptáculo de aguas que tiene capacidad para 120 millones de galones, así como el de Chesshut hill es de 300 millones.
El puerto de Boston es el mejor y más espacioso de toda esa costa.
De las ciudades de Rhode-Island merecen mencion Newport, entre Nueva-York y Valle River, ciudad de Masachussets y Pawturet, que tiene una hermosísima playa y excelentes baños.
El Conneticut cuenta entre sus ciudades notables á Stanford, residencia campestre de ricos comerciantes de Nueva-York.
Bridge port, ciudad floreciente, muy celebrada por la extension y variedad de sus manufacturas.
New London que explota en muy grande escala la pesca de la ballena y es de las más importantes estaciones navales de los Estados-Unidos.
Stonnton, muy frecuentado por sus manantiales.
Concluiremos esta imperfecta revista, traduciendo lo que dice la Guía de Appleton sobre Providencia, considerada como una de las principales ciudades de la Nueva Inglaterra:
PROVIDENCIA.
"Providencia, una de las más bellas ciudades de la Nueva Inglaterra, inferior únicamente á Boston en poblacion y en riqueza, es la ciudad principal y una de las capitales de Rhode Island. Está pintorescamente situada en el brazo[383] norte de Narriugaset Bay, conocida con el nombre de rio de la-Providencia. El rio se extiende al centro de la ciudad donde hace un hermoso remanso de cerca de una milla de circunferencia, á lo largo de la cual hay una pared con un barandal de fierro y un parque de olmos que la rodea. El terreno sobre que está edificada la ciudad, es muy irregular. Por el Este se eleva una colina á 204 piés sobre el nivel del mar; por el Oeste, despues de un cuarto de milla á nivel, hay una elevacion de 75 piés. Los costados y las cumbres de las colinas están cubiertos con habitaciones mezcladas con jardines y adornadas con árboles. Providencia es una ciudad antigua que data desde 1636, cuando su fundador Roger Williams, desterrado de Masachussets por sus opiniones religiosas, buscó aquí la libertad que allí se le habia negado. La roca (cuán cara roca), en que desembarcó y fué recibido por los indios, se conserva á una milla del centro de la ciudad. Esta sufrió mucho en la famosa guerra con el Rey Felipe (1676), y fué quemada una parte considerable de ella. Incorporada en 1832, tenia en 1875 una poblacion de 100,675 habitantes. Nueve ferrocarriles convergen en Providencia, que tiene tambien un gran comercio de cabotaje y algun comercio extranjero. Sus manufacturas son muy extensas, y consisten en indianas (para las cuales es el principal mercado americano), géneros de algodon y de lana, mercancías de oro y plata y otra multitud de artículos. Siete de los nueve ferrocarriles hacen uso de la misma estacion, que es un elegante y espacioso edificio situado cerca del centro de la ciudad.
"La calle de más movimiento es la de Westminster. La Arcade es el más hermoso edificio de su género en los Es[384]tados-Unidos. Tiene 225 piés de largo por 80 de ancho, y en el centro 50 piés más: tiene tres pisos con 78 tiendas, y está destinado principalmente al comercio al menudeo de tejidos, calzado, sombreros y joyería: es de granito y tiene dos imponentes pórticos dóricos, uno para cada calle. La Casa Municipal es uno de los más hermosos edificios de su género en la Nueva Inglaterra; costó 1.000,000 de pesos. En frente está el Monumento de los soldados y los marineros, erigido por el Estado, en memoria de los que perecieron en la guerra civil. Fué diseñado por Randolfo Rogers: costó 60,000 pesos, y consiste en una base de granito azul, con cuatro estatuas de bronce. En el monumento están grabados los nombres de los soldados (1741).
"Hay ochenta y dos iglesias en la ciudad, de las cuales las más notables son: El Primer Bautista, la Iglesia de la Gracia, San Estéban, etc. Brown University, antiguo é importante establecimiento de instruccion, tiene seis hermosos edificios, ocupa un terreno de 16 acres, adornado con olmos; tiene una biblioteca de más de 40,000 volúmenes, que es notable por lo rico, raro y costoso de sus obras; tiene tambien un museo de historia natural, con valiosas colecciones y obras de arte, entre las que hay algunos buenos retratos. La Sociedad histórica de Rhode Island, tiene 6,000 volúmenes, 35,000 folletos y una gran coleccion de manuscritos de historia del Estado. El Ateneo, 34,000 volúmenes, algunas valiosas pinturas, entre las que hay retratos de Milton, de Sir Joshua Reynolds y la obra maestra de Malbone. Establecimientos de caridad, hay: el Hospital de Dementes, de Bukler; el Asilo para los pobres, de Dexter; el Hospital de Rhode Island, etc., etc.
[385] "Además de los paseos sobre el rio, hay otras muchas plazas públicas pequeñas. Swan Point Cementery está construido con muy buen gusto y adornado elegantemente. "Vue del'Eau" se llama un hotel pintorescamente situado en alto, frente á la Bahía."
Despues de este paréntesis, bueno para conciliar el sueño, sigamos sin interrupcion nuestro viaje.
No obstante estar molido y semidescoyuntado por la noche que acababa de pasar, y que pedia más mi cuerpo descanso que emociones de viajero, era forzoso aprovechar el tiempo, y tenia contados los minutos de nuestra detencion en la gran capital de la Union.
Rey y señor puede considerarse cualquiera de nuestros cafesuchos de segundo órden, comparado al cafecito en que pedimos un tente en pié y sirve como de apéndice á esa estacion, que es la antigua y la conocida con los nombres de "Baltimore" y el "Ohio."
Desnudas paredes, un mostrador mezquino, con seis botellas por banda en la armazon del respaldo, tres mesas en menguante, pelonas como una bola de billar, y un piso de asfalto capaz de enfriar la inspiracion del propio Lord By[390]ron, hé ahí el ajuar del paradero aquel, al que no me atrevo á repetir el dictado de café.
Soñolientos los criados, el café frio, el pan helado y con elasticidad desesperante, tal fué nuestro desayuno.
Miéntras lo servian, me decia Francisco:
—Componte esa corbata, que estamos en la capital de los Estados-Unidos, alíñate y enderézate, que has tocado en la alta residencia de los Poderes de la Union, como quien dice, al fiel de la balanza de ese conjunto de reinos que se llama Nacion Americana, la fundada por Washington mismo, quien colocó la primera piedra. Al distrito de Colombia tocó la suerte de albergar los poderes supremos, Maryland vendió el terreno, que ya verás, se extiende á la orilla del rio Potomac, de tanta celebridad histórica.
—La ciudad es novísima, expuse á Francisco, creo que se designó su sitio en 1790, y diez años despues se trasladaron aquí los poderes, ántes residentes en Filadelfia.
Dimos á guardar nuestros sacos en el cafecito, y salimos en pos del Capitolio.
Pero es el caso, que aunque todo yo me volvia ojos, no habia sino llanuras verdes, secciones de tierra cercadas con esmero, y á distancia, y aquí y acullá, grandes edificios, columnas y cúpulas; pero en cierta dispersion y como si estuvieran en solitaria espectativa.
—Sábete, dije á Francisco, que he venido á ver lo que me parecia un chiste de mi maestro Cardoso; es decir, una ciudad en el campo: me parece que voy andando por los alrededores de Mixcoac ó San Angel.
—Deja que torzamos esa esquina, y ya hablarás de otra manera.
[391] En efecto, á pocos pasos tocábamos en la grande Avenida de Pensylvania, dilatadísima calle, sombreada por frondosísimos árboles. La avenida tiene una extension de setenta varas, poco más, de amplias banquetas y pavimento sólido y terso como una sola losa.
—Ese es el famoso asfalto de Neuchatel.... Vuelve por aquí, dijo Francisco.
Aunque á gran distancia, es decir, á mil quinientas varas, percibí en medio de arboledas, descollando gigantesco y estupendo, el Capitolio. Rodeábalo y perfilaba su elegante cúpula el sol naciente, y salia de entre la verdura como en ascension fantástica.
Como al flotar bajo el cielo azul, en el éter purísimo, distinguia un primer semicírculo de altísimas columnas, como la mitad de un inmenso circo ceñido por salientes cornisas, base y engaste de otro semicírculo más recogido, tambien con sus columnas y con ventanas interiores que se destacaban con la vivísima luz del sol, calando y cincelando la primorosa arquitectura....
La segunda columnata como que la ciñe afiligranado anillo con huecos como calado exquisito, y de allí arranca en gajos, el cierre de la cúpula, cuyo remate es una linternilla en forma de delgados, pero esbeltísimos pilares, que sustentan una peana, sobre la que se enseñorea triunfal y poderosa la estatua de la Libertad.
Francisco me dejaba gozar en silencio mis impresiones y detenia sus pasos, miéntras yo hacia mis apuntaciones, advirtiéndome prudentemente con ver el reloj, que teniamos poco tiempo disponible.
Aunque los árboles, los sembrados, las mil flores y los[392] edificios eran para distraerme, yo, con los ojos hácia el Oriente, caminaba y estaba en el centro del parque hermosísimo, que rodea esa parte del Capitolio y se cuida con particular esmero.
A medida que ascendia el terraplen que lleva á las primeras gradas del monumento épico, éste iba como saliendo de entre las ramas y apareciéndoseme en toda su majestad.
Subí la primera escalera y me encontré como sobre una muralla ó talus, desde donde comenzaban á dominarse los alrededores: despues de la segunda escalinata, ya se tiende la vista sobre campiñas y vegas deliciosas, se perciben columnas y agrupamientos de casas y grandes edificios aislados al Norte, miéntras en la parte Sur el campo, los árboles y las aguas se esparcian en festin alegre, recreando los sentidos.
Aunque no me encontraba convenientemente colocado para contemplar el conjunto del grande monumento, admiré el pórtico saliente y de estilo griego que se acentúa en la medianía de dos extensas alas con sus grandes ventanas en la base, columnas y cornisas soberbias en la parte superior.
Muros y columnas son de mármol blanco; pero con tal primor pulimentado, que compite en brillantez y hermosura con el cristal. Todos los fustes de esas columnas de diez varas, son de una sola pieza.
Penetré, pues, al Capitolio y me encontré en lo que se llama la rotonda, es decir, bajo la inmensa cúpula cuya elevacion sorprendente la hace augusta y la reviste de especial magnificencia.
Los rayos del sol que caian como desprendidos de la reverberacion de los cristales, la luz que corria y como que se[393] precipitaba de las rasgadas ventanas y las magnificencias de la arquitectura, me tenian absorto.
En el gran salon octágono que está abajo de la rotonda y que no tiene mueble ni adorno que llamase mi atencion, se ven algunas pinturas de mediano mérito, que, no obstante, contienen brillantes páginas históricas.
Esas pinturas, que recuerdo en desórden, porque no tengo á mano la Guía ni tiempo para buscarla, representan:
La declaracion de Independencia, con los retratos de cuerpo entero y excelente parecido, segun la voz general, pero que no merece mucho crédito despues de trascurrido tanto tiempo.
La rendicion en Saratoga del general inglés Burgoque, en 1777.
Rendicion de Cornwallis, en Octubre de 1781.
Renuncia de Washington.
El bautismo de la india Pocahontas, 1613.
Descubrimiento del Mississippí por Soto, en 1541.
Desembarco de Colon á la Isla Española, en Octubre de 1492. Este cuadro es de Vauderling, y tiene bastante mérito.
Embarque de los peregrinos en Holanda.
La altura de la rotonda es de más de sesenta varas, su diámetro de treinta y tres; en la parte de que arranca la cúpula se ve un círculo de pilastras, de las que penden guirnaldas que circundan los bustos en relieve de Colon, descubridor del Nuevo Mundo; Cabot, Raleigh y La Salle.
Además, y en los mismos entrepaños en que caen las guirnaldas, se ven otras composiciones de bajo-relieves[394] que se refieren á las conferencias de Guillermo Pen con los indios, el conflicto de Daniel Boone con los mismos y el acto heróico de la india Pocahontas, que bien merece una leyenda.
Pocahontas era una india linda como la hora del crepúsculo cuando cierra sus ojos viendo los lagos de mi patria.
Hija del caudillo indio Prohatan, le seguia en sus campañas, y estaba presente cuando su tribu valerosa hizo prisionero al capitan Smith y le mandó sacrificar.
Pocahontas se conmovió á la vista del prisionero; lloró, suplicó, y viendo que todo era inútil y que se iba á consumar el sacrificio, se lanzó donde estaba Smith, colocó su cabeza junto á la suya en el tajo que debia inmolarlo.... y el feroz caudillo mandó suspender la ejecucion, porque adoraba en su hija.
Es de suponer que en todo este paseo me acompañaba Francisco corrigiendo mis errores, rectificando mis dudas é instruyéndome, porque yo solo no le hubiera encontrado punta á la hebra.
—Ya estás ensartando una novela y no tenemos sino hora y media, Guillermo; dáte prisa, y deja en paz á esa india que te está preocupando, cuando el tiempo no lo permite. Ven por aquí....
—Tú sabes, le dije ¿de qué autor son esos bajo-relieves?
—Son de dos discípulos de Canova, uno de los cuales se llama Capitani.
Atravesamos por un intrincado laberinto de columnas, subimos, cruzamos corredores magníficos, en los que se distinguian grandes salas con sofás, espejos, mesas de mármol, candelabros y lámparas, y al fin nos asomamos á un[395] barandal, desde donde vimos, inclinándonos, la Cámara de Diputados.
Es la Cámara un rectángulo. En el centro de uno de sus lados más largos se suben dos ó tres escalones y se extiende un ancho estrado en cuyo centro se ve una mesa de mármol, en la que se coloca el secretario y algunos de sus dependientes.
Siempre contra el muro y dominando la mesa, hay otro estrado más pequeño en que estaba un sillon frente á una pequeña mesa de mármol; allí, solitario é incomunicado, se sienta el Speaker ó presidente de la Cámara, que tiene á su derecha un martillito ó mayeta con que golpea la mesa para llamar al órden, porque no hay campana.
En el piso del salon, y frente á las mesas del secretario y el Speaker, se abre en abanico semicircular la sillería, colocados asientos de dos en dos, con bufetes dobles á su frente, que tienen recado de escribir, papel, etc. Al pié de los asientos de cada diputado, hay sus ventiladores con sus rejillas y su tapa, que se cierra á la voluntad de cada individuo á quien corresponde. En verano, por esos ventiladores sopla el aire fresco, que impulsa un ingenioso aparato de abanicos, y en invierno penetra aire calentado en hornos á propósito, que existen en el subterráneo.
No hay tribuna: cada diputado hace uso de la palabra en pié, al lado de su asiento.
—Ojalá hubiera podido venir, dije á Francisco, en un dia de sesion.
—Poco hubieras ganado.
—Entónces, tal vez sea cierto lo que me han asegurado personas formales; es decir, que de lo que ménos parecen[396] ocuparse los diputados es de la sesion: unos escriben su correo, los otros leen periódicos, algunos dormitan con los piés en alto, y miéntras, el orador se desgañita como un desesperado, como si predicara en desierto....
—Algo dicen que hay de eso, dijo Francisco con cierta sorna, como quien no quiere aclarar paradas.
Son como trescientos diputados, y me hice cargo de ese dolce farniente de los elegidos de los pueblos.
Las galerías corren sobre todos los lados del rectángulo, teniendo los asientos en forma de gradas, como los teatros, lo que da cabida cómoda á muchísima gente.
En las galerías hay dos departamentos con destino particular; uno para los individuos del cuerpo diplomático; el otro para los periodistas, á los que se facilita recado de escribir y agua helada, que es un obsequio en la estacion de los calores. El resto de las galerías se divide en dos partes, una para señoras y otra para el sexo masculino. Las señoras concurren en mayor número. El público asiste á las discusiones en perfecto silencio, no permitiéndose ni aplaudir á los oradores, ni mucho ménos dar signos de reprobacion. Ha habido aplausos en casos muy extraordinarios, como al sancionarse la enmienda al art. 15 de la Constitucion, que dió igualdad de derechos á negros y blancos.
Ya hemos dicho que las comisiones todas tienen sus salones espléndidos; además, hay uno especial decorado con lujo extraordinario, donde recibe el Speaker á personas distinguidas y al Presidente de la República y sus ministros, en los dias que señalan las leyes su presencia en la Cámara.
El techo del salon es de hierro colado y se ve como una obra artística de sobresaliente mérito; el tablero está dividi[397]do en rectángulos cubiertos de cristales, y en esos claros están pintadas de mano maestra las armas de los Estados de la Union.
En las noches, la vista es encantadora y como de un palacio de hadas: el edificio magnífico. La iluminacion se hace por medio de una batería eléctrica y de un solo golpe, como si estallase súbito un incendio en rotonda, tránsitos y salones.
Teniamos una hora disponible: salimos precipitadamente y vimos, así al paso, una pieza pequeña en que despacha la Corte de Justicia, y el Senado, que es de la misma forma, pero más pequeño que la Cámara de Diputados.
Antes de apartarme de aquel sitio, quise ver de frente el Capitolio.
A lo léjos distinguí, cuando yo salia, una gran estatua de Washington: unos dicen que tiene gran mérito; los otros la llaman el Júpiter doméstico, como quien dice, el leon faldero.
Washington está sentado, con su toga romana, objeto de censuras: yo no puedo dar opinion, porque no pude examinar bien aquella escultura.
Hay un Colon en actitud de jugar á los bolos, que seria de mérito en cualquiera de nuestros Tívolis: allí me pareció de desgraciado efecto.
No opino lo mismo de un correcto y soberbio grupo que representa á una linda mujer con su niño en los brazos, amagada por el hacha de un salvaje, y contenido y sojuzgado por la mano vigorosa de un yankee.... Es el apoteósis de la civilizacion, su triunfo sobre la barbarie.... El pensamiento me pareció magnífico y desempeñado con gusto ad[398]mirable: ¿qué mejor empleo de la civilizacion que proteger á la mujer y al niño? ¿qué manifestacion más repugnante de la barbarie que el ultraje á los inocentes y á los débiles?
Aquellas actitudes, aquella accion, aquel conjunto, son de raro mérito, y me separé con repugnancia de ese grupo que bien merece detenido exámen. Este grupo hermoso es de Horacio Grinoffh, célebre escultor americano nativo de Boston, que murió en 1852.
Al salir por el interior del edificio para tomar el camino por donde venimos, me hizo notar Francisco la soberbia puerta de bronce que está al salir de la rotonda y tiene en relieve los paisajes más notables de la vida de Colon: aseguran que esa puerta costó cerca de treinta mil pesos.
—¡La Biblioteca! me dijo Francisco.
—Hermano, lo ves, ya no hay tiempo: tenemos tres cuartos de hora.
—Te pierdes de conocer una de las más hermosas bibliotecas del mundo, acaso solo la de Paris le iguale: tiene 300,000 volúmenes.
Estaba al frente de la opulenta Avenida de Pensylvania: dos líneas de verdes, juveniles y arrogantes árboles, marcaban la amplísima calle; de entre las copas de los árboles parecian salir los edificios á admirar el Capitolio, engalanados como para formarle desde léjos cortejo respetuoso.
A mi derecha distinguia varios edificios suntuosos: Francisco, conociendo mi deseo de informarme sobre lo que veia, me decia:
—Ese edificio en que te estás fijando, ocupa toda una manzana, ¿Ves su extension de 300 piés? Es el Correo. Costó 1.700,000 pesos.
El que está un poco más léjos, mediando solo el ancho de una calle, es el Ministerio del Interior. ¿Le ves blanquear? Es de mármol, como el Correo: contiene la famosa oficina de patentes, 120,000 modelos de distintas invenciones, distribuidos en cuatro salones inmensos. Allí se conservan con veneracion las prensas de Franklin. Ese edificio se incendió en 1836, destruyéndose los modelos acumulados en cerca de medio siglo; de suerte que el número de modelos que existe, es de 1836 á la fecha.
—Esto prueba que en materias de invencion, estos hombres les dan la debida importancia. El Ministerio del Interior funge á modo de nuestro Ministerio de Gobernacion, y tiene á su cargo lo relativo á los indios, las tierras públicas, y como hemos indicado, las patentes de invencion.
Ahora ponte de frente, como quien ve el término de esta Avenida de Pensylvania.
El inmenso edificio de granito que tienes delante es el Ministerio ó Departamento del Tesoro. Es una copia su arquitectura del templo de Minerva: lo dirigió Walter, arquitecto del Capitolio. En él se fabrican parcialmente los greenbacks ó billetes de papel moneda; las labores de toda clase de ese Ministerio dan ocupacion á muchísimos empleados, entre ellos 800 mujeres que tienen generalmente sueldos de cien pesos y que han observado conducta irreprensible. La existencia que ahora tiene la bóveda para el oro, es de diez millones de pesos, entre monedas de este metal y certificados de depósitos existentes entre otras oficinas. El edificio consta de doscientas piezas.
—Ese edificio que está un poco atrás blanqueando entre los árboles, ese sí lo conozco, por la exactitud de las es[400]tampas que he visto, dije á Francisco. Esa es la Casa Blanca.
—En efecto, continuó Francisco, esa es la residencia del Presidente de la República; el edificio es modesto, aunque está amueblado interiormente con bastante lujo.
Aquí tiene sus recepciones públicas el Presidente, y en ellas no se acostumbra más que saludarlo y darle la mano, pasando frente de él. Para hablarle de negocios se necesita pedirle audiencia por escrito, á no ser los altos funcionarios, á quienes recibe en horas determinadas.
Por supuesto tiene sus reuniones íntimas, á donde no van sino las personas de su parentesco y amistad particular.
—Entónces, interrumpí á Francisco, ese toro embolado que hay en Palacio con el nombre de "Audiencias públicas," no lo conocen estos, aunque sean muy democráticos.
—Mira en esta misma direccion, sobre las copas de los árboles, esa masa: es la parte alta de un edificio magnífico. Ese es el Ministerio de Relaciones, que aún no está concluido. Cuando esto suceda, rivalizará en grandeza con el Capitolio, pues ha de comprender, á más del Ministerio citado, el Ministerio de Justicia ó sea del Procurador general. Ya sabrás que el Procurador general es aquí un miembro del Gabinete, y por lo mismo, nombrado por el Presidente.
Detrás de ese edificio, que tiene por frente principal al rio que corre á nuestra izquierda, hay dos grandes edificios viejos y de ladrillo, que son los Ministerios de la Guerra y el de la Marina. Nada tienen de particular, porque no es aquí particular que tenga cada oficina un ejército de empleados. Vuélvete un poco á la izquierda.
Lo hice así, como me lo decia Francisco.
[401] Ví entónces el Instituto Smithsoniano, que es de piedra roja.
Descuella el edificio de estilo romanesco entre el Capitolio y el Departamento de agricultura. El noble edificio fué instituido por el inglés James Smithson, para el adelanto y difusion de los conocimientos científicos entre los hombres. Tiene 447 piés de largo, 450 de ancho, y 9 torres de 75 á 150 piés de altura.
Contiene un Museo de Historia Natural, con muchas y valiosas muestras, arregladas en unos salones en que se ven y estudian colecciones metalúrgicas, mineralógicas y etnológicas.
Persona que debe saberlo me dijo, que entre las curiosidades que se notan en aquel Museo, hay un aerolito de gran tamaño, que tiene la figura de un anillo, y que lo llevó allí desde México algun yankee garboso, de órden de Dios que puede más que nadie. Le llaman el aerolito Ainza, del nombre del sonorense que lo donó.
Sin fijarnos en el Departamento de Agricultura ni el Jardin Botánico, Francisco, viendo su reloj y arrancándome al panorama que contemplaba tan entretenido, me dijo:
—Fíjate bien en aquel edificio que está á la izquierda: es un hospital de mujeres dementes; recuérdame que te tengo que hablar de él.
A escape bajamos las escaleras y corrimos hácia la estacion.
—Francisco, Francisco, no vimos ni me hablaste del monumento de Washington, que está tan hermoso en las Guías.
—Esa es manía de los fabricantes de Guías, dan por he[402]cho lo que es proyecto: ya viste la Casa Municipal de California y la de Albany.
El monumento de Washington, aunque no levanta sino poco más de cincuenta varas del suelo, da lugar á que se diga en la Guía que tendrá 200 varas de altura, que lo van á poblar en su interior estatuas de los héroes, y qué sé yo qué más prodigios. Lo cierto es que ha costado 130,000 pesos, y que segun todas las trazas, no concluirá.
El monumento está colocado en un terreno bajo y pantanoso inmediato al rio Potomac. Todo el mundo critica su mala colocacion: á causa de esto parece haberse enfriado el entusiasmo por continuarlo.
Hace cosa de dos años hubo grandes cuestiones, que tuvieron mucho eco en la prensa, sobre lo que se pudiera hacer con el monumento: unos opinaban por su demolicion; otros por convertirlo en un arco triunfal, y otros por aprovechar el material para construirlo en otra parte. Se habló mucho de que se estaba hundiendo por lo falso del terreno; hubo, á consecuencia, un reconocimiento de peritos, que dejó las cosas en duda.
Hay cerca de ese principio de monumento un cobertizo donde se guardan varias piedras, generalmente de mármol, enviadas, para que formen parte de él, por los diferentes Estados de la Union; todas ellas contienen alguna inscripcion, explicando su orígen, y conteniendo alguna expresion de afecto al padre de la patria. Hay algunas de naciones extranjeras, entre otras, una del Imperio Celeste.
En esto llegamos á la estacion: un dependiente de un hotel puso en mis manos dos cartas de Nueva-York.
Eran de dos amigos sur-americanos muy queridos; uno[403] y otro me invitaban á detenerme en Washington. Me reservé para leer las cartas en el camino.
Gran disgusto manifestaba de no haber distinguido siquiera desde el Capitolio á George-Town, antigua ciudad situada en una pintoresca hilera de colinas en el Valle del Potomac. Es puerto de entrada del Distrito, y hay una línea de stimbotes que lo comunica con Nueva-York. Uno de sus puntos más notables es un Colegio de Jesuitas.
Mont Vernount.—Carta de Palma.—Carta de Fagoaga.—Richmond.—Excentricidades de yankee.—Catanogua.—Menphis.—El paso del Mississippí.—Un mexicano.—Historia de lágrimas.—Llegada á Texas.
Aunque fresca y alegre la mañana y realmente seductores los paisajes que tenia delante de los ojos, me preocupaba la idea de haber visto tan superficialmente Washington.
Tenia en mis manos la Guía, concluida en mi cartera la traduccion de Mont Vernount, y yo, ni por todos los tesoros del mundo, queria dejarla de consignar en mis apuntaciones de viaje. Allá va la apuntacion de mi cartera:
"Mont-Vernount está quince millas abajo de Washington, en el lado de Virginia del Potomac, y se llega á él por vapores, cuya navegacion por el rio es deliciosa y proporciona excelentes vistas del país y de los alrededores de Washington. Mont-Vernount; conocido ántes con el nombre[406] de Huhtik Creck, fué legado por Agustina Washington, que murió en 1743, á Lorenzo Washington. El último le puso el nombre del Almirante Vernount, bajo cuyas órdenes habia servido en las guerras de España y al que profesaba grande afecto. George Washington heredó la propiedad en 1752. La parte central de la casa, que es de madera, fué construida por Lorenzo, y las alas de ella por Jorge Washington. Contiene muchas é interesantes reliquias históricas, entre las cuales está la llave de la Bastilla, regalada á Washington por Lafayette. Algunas piezas del avío personal y militar de Washington, retratos y pinturas de Rabreau Peale, representándole, delante de Yorktown. La tumba de Washington está en un local aislado cerca de la casa. Es una construccion sencilla, pero sólida, de ladrillo, con una reja de hierro, á través de cuyas verjas se puede ver el sarcófago de mármol que contiene los restos de Jorge y Marta Washington.
"La casa y la tierra que la circunda la compró en 1856 una Asociacion de Señoras, en 200,000 pesos, y la donó al Gobierno para que se considerase como propiedad de la nacion."
El camino me parecia en descenso; ni un solo palmo de tierra estaba sin cultivo, y como rebaños dispersos, se veian por aquí y por allá casitas blancas que indicaban propiedades de diligentes labradores.
La concurrencia del wagon que nos conducia comenzó á pardear (á contener negros), más de lo que yo hubiera querido; de suerte que ménos me divagaba y más importunaba á Francisco con mi eterno preguntar.
—Creí, le dije haciéndome el chistoso, que me habias prometido decirme algo sobre el hospital de mujeres dementes.
—En efecto, me contestó Francisco; pero no esperes que yo te cuente lo que he oido, á tu manera, sino á la mia, muy extraña á las flores y á los ambajes.
Es de advertir que Francisco tiene dotes poéticas eminentes, que pretende ocultar como un tuerto presumido su ojo apagado.
—Todo yo soy orejas.
—Vivia en la Nueva Inglaterra una jóven que se hacia notar por su hermosura angelical, y más aún por su recato, por su dedicacion al trabajo y por las otras virtudes que la distinguian.
Un jóven de arrogante presencia y de excelentes cualidades, se enamoró de Miss Harris, que es el nombre de la hermosa, rondó su casa, se mostró rendido y le dió palabra de esposo.
La encantadora lady, que realmente adoraba á su novio, con empeño tan formalmente contraido, dió rienda á su ternura y prodigó atenciones y cariño á su prometido, hasta donde el pudor y la decencia podian autorizarlo.
¡Qué paraíso de ilusiones! ¡qué cielo de ensueños! Eran envidia de amantes, modelo de novios consecuentes, y las polluelas almibaradas, cuando los veian pasar, decian: "¡qué felices son!"
Sin antecedente alguno, interrumpiendo sus visitas y sus hábitos, el jóven se trasladó á Washington, donde estaba empleado en el Ministerio del Tesoro.
Al principio palió su ausencia el jóven con sus ocupado[408]nes; despues sus cartas parecieron tibias; al último dejó de escribir.
La jóven no creia en su inmensa desdicha: todo cariño tierno es indulgente; disculpó á su amante, atribuyó la que llamaba aparente frialdad, á escasez de recursos, y voló á Washington á allanar todo inconveniente y unirse al amado de su corazon.
Llegó desasosegada y encerrando un mar de pasion en su pecho: anunció su arribo á la ciudad, y el mal caballero, el indigno jóven, le dió una cita para una casa no frecuentada por los santos amores.
Supo Miss Harris el ultraje de que se la queria hacer víctima, y sintió que su corazon se despedazaba.
Disimuló sin embargo y provocó otra cita. Entónces supo que el nuevo lugar que se le designaba, tenia mujeres desenvueltas, se oian allí palabras que quemaban la piel, se distinguian fisonomías de bacantes; y humillada, trémula, enloquecida, fué en busca de quien así restregaba en los suelos, su honra, su alma, su inocencia y su vida.
Dirigióse la ultrajada señorita á la oficina del jóven, en pleno dia; le llama, mediaron algunas palabras, y con un revólver que llevaba prevenido, dió muerte al jóven que habia querido sepultar en el fango, cuanto tenia de más amado en el mundo.
Aprehendida la mujer desdichada, bella como nunca con su indignacion y su infortunio, fué conducida al Jurado.
Su defensor, el célebre abogado Brady, expuso con tal elocuencia la situacion de aquella mujer, sus creencias despedazadas, la naturaleza del ultraje inferido, que por unanimidad la absolvió el Jurado. El defensor pintó su excitacion[409] como una verdadera demencia, y adujo el testimonio de algunos alienistas que justificaban su asercion.
El pueblo, que oyó la causa y la defensa, estalló, en "¡vivas!" al saber el veredicto de absolucion del Jurado, paseando en triunfo á la terrible vengadora de su honor.
Pero la niña desventurada, al aniquilar al verdugo de su alma, habia destrozado su corazon. En medio de las aclamaciones de regocijo, dió señales del espantoso extravío de su razon.
Ahora se visita el Hospital de mujeres dementes del Distrito federal, y en el departamento de mujeres suele pasar delante del viajero una jóven alta, hermosa sobre toda ponderacion, que solloza, ríe y queda sepultada en honda meditacion.
—"¿Quién es esa mujer?" se suele preguntar.—"Es Miss Harris, la misma á quien pasearon en triunfo hace tiempo por las calles de Washington......."
—Mucho te agradezco tu anécdota, dije á Francisco, y voy á unirla á la historia de un plagio que mucho llamó mi atencion, por no ser fruta de estas tierras, y que corrobora el refran que dice: "En todas partes cuecen habas." Oye mi historia:
Hace más de cuatro años, un Sr. Roos, rico comerciante de Germantown que, como tú sabes mejor que yo, es una prolongacion de Filadelfia, tenia dos hijos, uno de seis y otro de cuatro años: el de cuatro años se llamaba Charley; era alegre como los ojos de una china de mi tierra, y lindo como un serafin.
[410] Los chiquitines, con sus vestidos primorosos, sus sombreritos llenos de listones y sus juguetes en las manos, salian solos á la calle y se daban unas paseadas, que era un contento.
Una tarde que los chicos corrian con sus aros, bajo las frondosas arboledas de una de las calles más céntricas de Filadelfia, se detuvieron ante ellos dos hombres que iban en un bogue. Al parecer, aquellas eran personas decentes, puesto que los niños no mostraron extrañeza, cuando uno de ellos se apeó del carruaje, y dijo al grandecito que les llevaria á dar un paseo y les compraria dulces y juguetes.
Los niños partieron con sus raptores; pero el mayor de los dos mostró disgusto del paseo, dió señales de inquietud é impaciencia, y los hombres del bogue le bajaron del carruaje, cerca de su casa. En ésta, á la llegada del niño, se supo la aventura, y desde ese momento comenzaron las diligencias para buscar al otro niño, con cruel ansiedad.
Cuatro años habian trascurrido desde la aventura del bogue, sin que el niño pareciera. La casa de M. Roos, ántes tan llena de la alegría de los niños, estaba lúgubre y como desierta.
El desventurado padre de Carlitos habia recorrido los pueblos más remotos de los Estados-Unidos, la prensa en constante clamoreo, habia simpatizado con el grande infortunio de M. Roos, haciendo cargos tremendos á la policía.
En tales circunstancias, recibió M. Roos un anónimo en que se le pedian veinte mil pesos por la devolucion de su hijo. La policía lo supo y se opuso á aquella condescendencia, diciendo que estaba sobre la pista de los plagiarios.
Las pesquisas se redoblaron, se consideró como punto de[411] honor del Estado descubrir á los malvados, y toda diligencia fué en vano.
M. Roos, no obstante que no habia envejecido, estaba enfermo, devorado por la idea fija de encontrar á su hijo, y aniquilada su cuantiosa fortuna, ofreció diez mil pesos al que le diera noticias del niño; la policía hizo igual oferta, y la misma el Estado.
Muchas veces escribieron cartas misteriosas al padre dándole falsas noticias; abandonaba sus intereses y su casa, se galvanizaba, corria, se formaba risueñas ilusiones y volvia á su triste hogar, abatido y con la desesperacion en el alma.
En una de estas ocasiones hubo un robo famoso en Nueva-York; fueron en él sorprendidos dos malhechores; uno de ellos, al morir, en la penitenciaría, declaró que era uno de los plagiarios del niño de M. Roos, á quien tenia un compañero suyo.... Entónces revivieron las esperanzas, la prensa narró todos los detalles de la declaracion del bandido, produciéndose en el público intensa sensacion: se dijo que el niño se encontraba por Texas. M. Roos, que estaba bastante enfermo, pareció revivir con aquella noticia, se puso en marcha, recorrió el Oeste, registró los últimos rincones de Texas, y volvió hecho un viejo, doblado por los sufrimientos, á caer sobre la tumba de todas sus esperanzas.
Jamás se ha sabido del niño; muchas personas creen que murió ó lo mataron, temiendo que se descubriera el crímen.
—Muy triste, dijo Francisco, está siendo nuestro camino con esas relaciones; lee las cartas que te entregaron en la[412] estacion. Veamos si esos muchachos dicen algo que valga la pena.
—Mira, dije sacando una de las cartas. Esta es de Luis Palma, aquel chico despabilado que siempre hablaba de política y queria acompañarnos hasta Washington.
—Excelente muchacho, dijo Francisco; esas ligerezas y ese brío que tu le echabas en cara, son cosas de la edad. Leamos su carta.
—Escucha:
"D. Guillermo:
"Ménos del plazo que conceden á un ahorcado le pido á vd. de espera, para que paseemos juntos siquiera dos dias en la Capital de la Union.
"¡Qué buenos ratos nos podemos pasar! aunque no abundan las diversiones, como en Nueva-York, no falta en que pasar el tiempo, y veria vd. comedias diplomáticas divertidas.
"Es singular: estos yankees, que viven tan sans façon, y de cuyo desparpajo se ocupan todos los viajeros, esencialmente si son franceses, observan la etiqueta con inflexible escrupulosidad.
"El chisme, aunque de guante blanco y casacon con bordados y cruces, recorre grandes y pequeños salones, y con finura no vista, se despellejan las potencias amigas, al darse tiernos besos de confraternidad.
"Lo que quiero es que pasemos revista de los grandes hombres que tienen en sus manos la suerte de la gran nacion americana.
"¿No conoció vd. á Hayes cuando estuvo en Nueva-York? Es un hombre que representa cincuenta y cinco años;[413] ántes se le oyó mentar en la guerra como Coronel de voluntarios, y era en realidad un hombre oscuro, apénas conocido en el Ohio, de donde era Gobernador accidental cuando se reunió allí la convencion de Chicago, y resultó candidato de presidente, de la pura anarquía y desacuerdo para elegir, de entre los hombres eminentes del partido republicano: su poca importancia, que á nadie inspiraba celos, fué el secreto de su elevacion: de esto se ve todos los dias.
"Hayes tiene una fisonomía comun, y en su porte y maneras, más bien parece un hombre de iglesia que un político. De secretario de un obispo no tendria precio.
"La parte moral corresponde á ese físico, es retraido y monástico. Es un metodista severo y solo comparable á su esposa. Pertenece el austero matrimonio á la Sociedad de Templanza, al extremo de pretender suprimir el vino en los convites diplomáticos.
"Cuando convidaron á comer al Príncipe Constantino de Rusia, estuvo muy á pique de beber agua, de susto; pero los periódicos ridiculizaron tal ocurrencia, y se dispuso entónces que solo para el Príncipe se sirviese vino, teniendo los demás que ver y desear, entre cuero y carne, es decir, en el fuero íntimo.
"En el órden comun de convites, cuando se sirve pescado, le hacen seguir del café para que el animalito no reviva, y despues continúa proveyendo el líquido elemento, como en los dias de la creacion.
"No obstante ser la costumbre del Presidente ir en coche á la iglesia, á él le asaltó el escrúpulo de andar en coche el domingo, con beneplácito de sus amigos de creencias.
"Lo notable hasta ahora de su política es el retirar las[414] fuerzas que se decian oprimir al Sur, y algunas ternezas con México, que más vdes. que yo pueden calificar.
"Otra cosa es M. Evart, Ministro de Relaciones, jefe del gabinete, su alma y su vida, como decimos nosotros.
"M. Evart es alto, delgado, seco, acartonado y huesudo; su rostro es lampiño, pequeño, y su frente calva; vese su cabeza como una naranja clavada en una asta bandera. Son desairados sus movimientos, como los de todo largo, porque miéntras el espíritu anda por un lado, queda como en huelga el resto del cuerpo. La edad de M. Evard es de sesenta años; no es aleman como habian dicho á vd., sino de la Nueva Inglaterra; pero ha residido constantemente en Nueva-York.
"Carece M. Evard de antecedentes políticos; pero como abogado, ha sido considerado como el primero de Nueva-York. Su erudicion es variada y profunda en la ciencia del derecho; su palabra, tarda y pesada, se pasea en todos los vericuetos forenses, y es verbosa, difusa, sin aliño. Si hubiera nacido en España, se le habria comparado á Gregorio López ó al Conde de la Cañada.
"En la prensa se le censura la longitud de sus períodos, que le achacan que mide por la sombra de su cuerpo.
"Cuando se propone desleir su pensamiento en la fuente de sus palabras, corre y corre su discurso, hasta que despues de varios dias se le encuentra el fin.
"Pero el título de más reciente celebridad de Evard es su triunfo forense en la causa del R. Beecher, de que voy á hablar á vd.
"El R. Beecher es orador eminente y ejerce influencia poderosa en el país.
[415] "Pastor evangélico, reside en Broklyn, llamada Ciudad de las Iglesias, y la suya es la de más moda y renombre de la Ciudad Santa.
"Dicen los entendidos en materias literarias, que Beecher es elocuentísimo, y que sus dotes oratorias, unidas á una gallarda presencia, le hacen positivamente seductor.
"Creció su fama y se desarrolló la influencia de este personaje en la pasada guerra, en que favoreció con su palabra la causa de la Union, convirtiéndose en una verdadera potencia.
"Además de ocupar Beecher lugar tan prominente como orador sagrado, es escritor de mucho mérito.
"Se ha acusado siempre al Reverendo de inclinaciones mundanales.
"Entre las ovejas que apacentaba el siervo del Señor, de que hablo á vd., se contaba Elisabeth, mujer de Tilton, escritor religioso muy amigo del Reverendo.
"Yo no sé qué clase de ejercicios poco piadosos notaria Tilton, el caso fué que estallaron disturbios conyugales, y acusó al párroco de adulterio, demandándole cien mil pesos por daños y perjuicios.
"Estos daños y perjuicios me han caido mucho en gracia, porque al fin se valúa en alto precio la corona.... del martirio.
"El escándalo fué estupendo: los periódicos se apoderaron del gran chisme, y anécdotas, retratos y todos los medios de producir sensacion, se pusieron en juego á medida que avanzaba la célebre causa.
"En medio de una excitacion tremenda, se reunió el Jurado. Los abogados hicieron alegatos piramidales, y Evart,[416] defensor de Beecher, habló de un hilo durante una semana.
"A la elocuencia de Evart, á la posesion de Beecher, que es hombre que gana en su iglesia anualmente de setenta á ochenta mil pesos, y á sus amigos poderosos, se debió la absolucion del Reverendo, quien solo tuvo débil mayoría en el Jurado; pero como vd. sabe, el voto de éste para la condenacion, ha de ser unánime, y á tal circunstancia debió Beecher tambien su buena fortuna.
"Tilton, con envidiable serenidad, se consoló de su infortunio con el renombre adquirido en su lucha con su socio conyugal, y que le produjo dinero en las lecturas públicas que comenzó á dar.
"Por su parte Beecher ganó en celebridad; la gente acudia en tropel á conocerle y escucharle, y era invitado á residir en los mejores hoteles, porque allí donde posaba Beecher, la concurrencia era mayor.
"El triunfo de Evart acentuaba poderosamente su personalidad cuando la eleccion de Hayes.
"Fué empleado por el partido republicano en la cuestion de la eleccion presidencial disputada en Luisiana y otros dos Estados para alegar por Hayes. Este es el precedente inmediato de su nombramiento de Gefe del Gabinete.
"Por lo demás, su política no se ha caracterizado de un modo especial: yo he oido decir que aspira á la próxima presidencia, y que uno de los medios de que piensa valerse, es provocar la guerra con México.
"En cuanto á los otros ministros, querido Fidel, sobran ejemplares en su país de vd., como el Ministro de la Guerra Mac-Greacrey, áspero, hombre de cartucheras al cañon, ardiente republicano y partidario de Hayes.
[417] "Sherman, Ministro de Hacienda, es hermano del general célebre de la pasada guerra: debe en parte su elevacion al poder, á la influencia que tuvo en la eleccion de Hayes.
"El director del Correo, Rey, que como vd. sabe, forma parte del Gabinete, es una prenda de reconciliacion de los partidos, porque Rey fué separatista; es un buen orador y se le confiesa talento y probidad.
"En una palabra, vd. haria sus revistas de la gente de gobierno y se divertiria.
"Repito á vd. que estando abiertas las Cámaras, Washington cobra animacion; los diputados se reunen el primer lúnes de Octubre. Un mes entero se ocupan generalmente en el nombramiento de comisiones y de Speaker, que no se turna mensualmente, sino que dura todo el tiempo que funge la Legislatura, y tiene, por lo mismo, grande influencia....
"Con las alegrías de Noche Buena se dispersan los padres de la patria, y van á sus hogares á disfrutar sus vacaciones, volviendo á sus tareas desde el 2 de Enero, hasta que el calor los lanza de las curules; vuelven el otro Diciembre, en que el período termina forzosamente en Marzo, por las nuevas elecciones, porque el encargo dura por dos años, como entre vdes.
"El órden que se guarda en el Senado es el mismo.
"El Presidente del Senado, como vd. sabe, es el Vice-presidente de la República, y como el Senado funge en la administracion, y como hace parte del Gobierno como su Consejo, este carácter político le identifica con la accion del poder.
"En México, segun vdes. me contaban, no es lo mismo:[418] el Vice-presidente es el Presidente de la Corte, y esto ingiere en la política activa á un poder esencialmente regulador de la marcha social, aumentando los elementos revolucionarios.
"Las sesiones del Congreso son de once de la mañana á cuatro de la tarde; pero cuando los negocios lo requieren, se prolongan las sesiones hasta la noche.
Miéntras dura la sesion, hay sobre el Capitolio una gran bandera, y durante los períodos en que están reunidas las Cámaras, una luz vivísima brilla sobre el mismo Capitolio, y se distingue como un astro á algunas millas de distancia.
"No hay solemnidad alguna para abrir y cerrar las sesiones. Al comenzarse, remite el Presidente un mensaje á las Cámaras, en que les da cuenta del Estado que guardan los negocios.
"Los Ministros envían sus Memorias y asisten á las comisiones, pero no dan funciones grátis en dimes y diretes con los diputados y senadores.
"Quédese vd. por tres ó cuatro dias en ese punto, y no se arrepentirá...."
Seguia Palma en su larga carta hablándome de los amigos de Nueva-York, mezclando siempre, como era su manía, la política á todas sus observaciones.
—Es divertida tu carta, exclamó Francisco; parece una foja del Almanaque de Gotta; pero si te ha divagado la murria, santo y bueno Sr. Palma. Veamos lo que te dice el Sr. Fagoaga.
Desdoblé mi carta, pasé los ojos por ella, y dije á Francisco:
—Este jóven es más previsor, y me quiere prestar un servicio.
Leo, pues:
"Supongo que una ó dos horas será lo que vd. se detenga en Washington, porque así lo requieren los cálculos de vd.: esta consideracion me hace no reunírmele como queria; pero deseando serle útil de alguna manera, le envío copia de las apuntaciones que hice en mi primera visita á Washington, en la calidad de agregado á la Legacion de mi país. Vd. tome de ellas lo que guste, corrigiendo, borrando y poniendo en cristiano papeles que escribí para mi uso privado. De todos modos, y aunque no sirva á vd. de nada el mamarracho, él le probará mi decidido afecto y el interes que tengo porque su obrita contenga el mayor número de noticias posible.
"Así como confieso lo desaliñado de mi escrito, le aseguro que le garantizo la verdad de cuanto en él expongo, pues repito que, como para mí, no pude tener la pretension de engañarme.
APUNTACIONES DE MI VIAJE Á WASHINGTON.
"La poblacion de Washington varia constantemente, como que se forma de empleados que á cada cambio de gobierno andan á salto de mata, individuos de la Cámara que van y vienen como las aguas, personajes del cuerpo diplomático que aparecen y desaparecen como sombras chinescas, y ricos caprichosos que suelen pasar el invierno disfrutando de aquella buena sociedad, que en obsequio de la justicia, es fina é inteligente como pocas.
[420] "Las costumbres por una parte, y el modo con que se verifican las reuniones, hacen que en realidad se goce en ellas poco.
"Hay personajes distinguidos que declaran su casa abierta: así se publica en los periódicos ó se advierte por invitaciones; pero toda persona decente tiene acceso á la reunion aun sin invitacion especial, como se puede ir á la iglesia ó á ver un Museo.
"Las piezas de las habitaciones son en general pequeñas, aunque muy decentemente amuebladas: la señora y el señor de la casa se colocan de pié á la entrada del salon en que se recibe: se llega, se saluda sin detenerse y se entra en busca de conocidos y amigos; pero todo esto sin detencion especial, de pié, como de viaje, como en la estacion de un ferrocarril.
"Nadie se sienta, con excepcion de tal cual anciano, ó de tal cual enfermo.
"Semejantes centinelas en aquel agolpamiento, no es posible que emprendan conversaciones; están como en espera de algo para marcharse. "¿Cómo está?" "¿qué tal va?" es lo que se escucha entre costado y costado, y como si se lo dijeran dos viajeros que cruzan en opuestos rumbos.
"Estas recepciones son de noche.
"A las once, poco más ó ménos, despues de tener la comodidad que en una plaza pública, se hace la invitacion para pasar al comedor, donde tampoco hay asientos.
"Sobre una gran mesa hay fiambres y licores, que sirven los criados con diligencia y compostura. Es general en la alta sociedad el consumo del Champaña.
"Cuando no son los criados bastantes, entónces los caba[421]lleros sirven á las señoras que conducen ó quieren obsequiar, teniendo fatigas para conquistar en aquella confusion, unas cuantas hebras de ensalada ó una medita de galantina.
"Pero la posicion en pié hace la escena del servicio difícil y á veces cómica; el caballero tiene el plato á la altura de los brazos de la señora, ésta pica infirme y se acomoda á lo inseguro del suplemento de mesa.
"La señora, á veces, no consiente en aquel espectador cercano de su alimentacion; entónces ella sostiene su plato, embarazada con el pañuelo, el abanico ó cosas semejantes, haciendo á cada bocado prodigios de prestidigitacion, si no es que algun caballero se encargue del depósito de sus atavíos, ó si no es que transite brusco un importante diputado del Oeste, con el pelo de la dehesa, muy raro en aquella sociedad distinguida, y dé un codazo á un plato ó vierta el vino sobre el vistoso trage de la lady, en uno de sus movimientos de mastodonte.
"En las reuniones que describo hay mucho lujo; las señoras gustan de lucir riquísimas alhajas.
"Suelen aparecer tipos ridículos de esos foráneos que solo tienen la primera silla.... curul.... Ellos monopolizan el leviton dominguero de la aldea, y sus consortes, trages y tocados que tienen la autoridad del tiempo que pasó. Es de advertir que aunque en esos salones hay gente desconocida, jamás se lamenta ninguna especie de desórdenes. Hay tertulias de este género que son de invitacion individual, y por lo mismo, más aristocráticas.
"Muchas y variadas son las recepciones de que acabo de hablar, pudiendo asegurar que desde Enero y Febrero que[422] comienzan, hasta la Cuaresma, hay por lo ménos una cada noche. La concurrencia se disuelve á las doce.
"Las señoras por su parte tienen sus recepciones de dia. Comienzan á la una y concluyen á las cinco de la tarde. En ellas suele aparecer uno que otro caballero como mosca desvelada.
"Durante la semana, las señoras, segun las clases oficiales de sus maridos, dan esas recepciones diurnas, poco más ó ménos en el órden siguiente: el lúnes, las señoras de los Jefes del Ejército y la Marina; el mártes, las señoras de los individuos del Congreso; el miércoles, las señoras de los Secretarios del despacho, y así sucesivamente, siempre con excepcion de los domingos, en que ya se sabe que todo el mundo se aisla y se encierra en su casa.
"La del Presidente recibe señoras los sábados, de dos á cuatro de la tarde. El Presidente asiste á esa recepcion cuando sus ocupaciones se lo permiten.
"Durante la estacion del movimiento en Washington, el Presidente da tres ó cuatro convites de ceremonia, generalmente en el órden que sigue:
"1. Ministros del Gabinete y señoras.
"2. Cuerpo diplomático, sin comprender generalmente más que á los Jefes de Legacion.
"3. Los Presidentes de las Cámaras y algun otro diputado notable, pues en la mesa no caben mas que treinta y cuatro personas, y esto limita el número de convidados.
"La gran recepcion del Presidente es el dia de Año Nuevo.
"Comienza á las once y termina á las tres de la tarde.
[423] "Esta recepcion se hace con la mayor formalidad. Se publica programa, se marcan las puertas para la entrada y salida de los coches, y numerosos policías cuidan de que se guarde la mayor compostura.
"El cuerpo diplomático se presenta en la recepcion, que es propiamente la felicitacion de Año Nuevo, de grande uniforme; el Presidente y los Ministros, de frac negro, como es la etiqueta, aun cuando el Ministro de Guerra haya sido ó sea militar: caeria en ridículo una incrustacion de sombrero al tres y de espadin, en aquel gabinete.
"Los Ministros mexicanos asisten á estas ceremonias, de veinte años á la fecha, de frac negro, sin singularizarse por nada.
"El gentío inmenso llega en interminable fila á dar la mano al Presidente; los Ministros extranjeros presencian los saludos á la espalda del Presidente, y la concurrencia es tanta, que se rinde el Presidente de dar la mano, y alguna vez han tenido que sostenerle el brazo.
"Un dependiente de palacio anuncia á las personas notables que saludan al Presidente.
"Es costumbre robustecida en los últimos años, que se feliciten las personas que tienen relacion, y cumpliendo con esa etiqueta, se da ménos importancia y aun se disimulan las visitas y el envío de tarjetas los dias de natalicios, pascuas, etc., etc.
"La fiesta de Noche Buena es, como entre nosotros, la fiesta del hogar; se verifican reuniones íntimas y de familia, siendo para ellos tan sacramental el guajolote (Torkey), como entre nosotros la ensalada de Noche Buena.
"Al cerrarse las sesiones se redoblan las visitas, pero[424] con ménos ceremonia, y gran parte de la poblacion emigra á Nueva-York, donde hacen parada, unos para dirigirse á Long Branch, New-Port, Saratoga, Cap May, etc., y los que tienen grandes fortunas, emprenden viaje á Europa, donde gozan más y gastan ménos, porque la vida de los baños es en extremo costosa...."
Sin sentirlo, con la lectura de las cartas y sus comentarios, pasamos gran parte del camino, haciendo parada en un punto en que se vendian sandías y melones hermosísimos, y en que un hombre en una especie de cepillo de carpintero, inverso, convertia en polvo la nieve para mezclarlo á las frutas, á el agua y al vino.
La tierra estaba perfectamente cultivada, sin que dejase de tener cada campo su cerca de palo, notándose la opulencia agrícola de aquellas fértiles comarcas de la Virginia.
Pasamos por Richmond, capital de la Virginia, poblacion que renace de entre sus cenizas y sus ruinas, despues de los estragos que le causó la última contienda. Cuenta sesenta mil habitantes.
Richmond, situada á la orilla del rio James, está en el centro de una red de comunicaciones por agua y por vías férreas, con todos los Estados del Sur y los más importantes de la Union.
La agricultura y la industria manufacturera parecen haber establecido competencia para enriquecer á la capital privilegiada.
Exporta tabacos, granos y harina para Europa, y recibe esencialmente de la América del Sur, maderas, azúcares, melaza, cueros, guano, etc.
[425] Valúanse sus productos manufactureros en veinte millones de pesos, y la sola industria de tabaco rinde siete millones.
La ciudad está situada como en fajas de colinas superpuestas, en cuyas alturas, conservándose los accidentes todos del terreno, se han construido las habitaciones entre arboledas y jardines, produciendo una vista deliciosa.
Al pié de la faja de habitaciones corren wagones y carruajes, y descendiéndose, está la parte comercial, en la que se ven edificios soberbios que, como el Capitolio, tienen renombre universal.
Como se sabe, el desenlace de la tremenda guerra del Sur se verificó en Pettersburg y en Richmond mismo; las tropas separatistas, ántes de abandonar la ciudad, la incendiaron, y la costosa victoria del General Grant se proclamó entre ruinas humeantes, el espanto y la desolacion.
Hablóse del Capitolio y del Parque que lo circunda. Se hizo mencion de una estatua de mármol que está en uno de los salones del gran monumento, obra del escultor Houdon, calificándola de obra de mérito.
Refiriéronse varias curiosidades que se encuentran en el Capitolio, como una estufa de los tiempos coloniales, que estuvo en la Casa Municipal al servicio de William Burg, y un busto de Lafayette.
Tambien no faltó viajero que hiciese la descripcion de la estatua ecuestre de Washington, que está frente al Capitolio, rodeada de varias estatuas de bronce de Jefferson, Nelson, Andrieu, Levis y otros héroes. Los americanos tienen en mucho la estatua de que hablamos, y autores hay que digan que el monumento es de los mejores del mundo.
[426] Tres estatuas, una de Clay, otra de Foley y la otra de Jackson, completan la decoracion de la gran plaza del Capitolio.
Entre los templos, que hay muchos, y algunos suntuosos, se cuenta el Sant Pauls, donde Jefferson Davis recibió la noticia de que Lee estaba á punto de abandonar Pettersburg.
Aunque hay en Richmond muchos cementerios, el principal es Houngwod, que es un sitio de especial belleza, adornado de árboles venerables, prados y flores. En ese cementerio se guardan los restos del Presidente Monroe, del General Stuart, comandante de la caballería de Lee, y existen los sepulcros de cien confederados, entre los que descuella un soberbio monumento.
Nuestro paso por Richmond, puede decirse que fué á vuelo de pájaro; parece que á todos nos absorbian los recuerdos de la sangrienta contienda de los tiempos modernos, que eclipsó, por sus proporciones titánicas, cuanto habian cantado los poetas y perpetuado los historiadores en el antiguo continente.
Catanogua, por donde tambien atravesamos, debe su celebridad á la última guerra. Cuando quise fijarme en ella, habia pasado el tren como relámpago.
El tren que nos conducia nos hacia recordar con amargura las comodidades de los pasados alojamientos ambulantes; y de la concurrencia ni se diga, porque me hartó de feo hasta la punta de los cabellos.
En lo más hondo de la noche escribia yo en mi cartera:
[427] "La luna está suspendida, opaca y triste, en la cima de la montaña oscura que sobresale en una hilera de eminencias silenciosas y lúgubres; detrás de ese muro, como que asomaban pasajeros relámpagos de miradas terribles, que parecian de furias acechando nuestro tránsito.
"Nuestro tren se dirigia al ocaso con su galopar de acero, tendiendo un manto de humo espeso bordado de chispas refulgentes, que como que formaban enjambres y se desbarataban en líneas fantásticas.
"Al Sur se tendia vaporosa y apacible una línea luminosa, que dilataba al infinito el horizonte dulce y melancólico sembrado de luceros....
"Ver á los cielos, hacer salir al alma en nuestra mirada, para recorrer el infinito, ¡oh, cuán bello es! como que flota el espíritu, como que halla en ese vago remedo de lo eterno, el testimonio de su inmortalidad sublime!"
Fuera de estos consuelos realmente poéticos, la noche fué infernal; sentia magullado y altamente comprometido el forro de mis cuadriles, con las sacudidas del carruaje, en aquel asiento de cantería.
Desvelado, hambriento, molesto, sahumado con la atmósfera que la negrería formaba en nuestro derredor, apénas salió la luz como ruborizada de alumbrar tanta fealdad, cuando yo, como quien empuña la espada del ángel exterminador, empuñé mi lápiz, y deseando que las letras se hubieran convertido en alacranes para picar á mis accidentales compañeros de viaje, escribí el siguiente bilioso romance:
¿Quién lo creerá? Me ha puesto de excelente humor la intempestiva presencia de unos girasoles, unas violetas y otras flores de mi antiguo conocimiento, cortejando y engalanando hermosísimas milpas. ¿Cómo andamos ahí, caballeros girasoles? ¿han tenido vdes. noticias de nuestra tierra? Supongo que vdes. están aquí de paso.... ¿y vdes., señoras mazorcas, qué tienen que hacer tan distantes
En efecto, las sementeras, las aguas cristalinas corriendo entre los surcos de las milpas, el aire tibio y sensual, las hermosas lomas y los blancos caseríos, me hacian la ilusion de que un pedazo del cielo de mi patria me cobijaba.
Los pocos de cara despercudida que nos encontrábamos en el incómodo tren, fraternizamos en un decir "Jesus," y en español, en inglés, en frances y en italiano, soltamos la sinhueso, entendiéndonos á medias y sacando una que otra hebra de buena inteligencia entre aquellas marañas de palabras.
Por supuesto, el tema favorito de la conversacion fueron las rarezas de los yankees; tema rutinero, es cierto, pero que se desea explotar para formar repertorios de novedades; y así como hay viajeros que yendo á España ansían por encontrar quien los salude en són de bolero y al repique de las castañuelas, y viajeros que yendo á México se desencantan de no hallarnos con el carcax al hombro y el arco en la mano, así queremos á fuerza que el yankee sea todo extravagancias, y cuando nos lo encontramos hombre como todos, nos pelamos las barbas de coraje.
Cierto es que el wagg ó gracioso, lo propio que el original ó excéntrico, tienen su boga y su prestigio; pero es cierto tambien que muchos payasean el papel y son impertinentes y groseros.
Yo contaba, refiriéndome á algunas singularidades que habia visto, que en mi primer viaje á Orleans, navegaba en el magnífico vapor "John Steefens," en que hacian su travesía multitud de viajeros, algunos de ellos de regreso de California, donde habian improvisado sus fortunas.
Entre esos viajeros habia uno grueso, cargado de espaldas, y de pelo rubio y entrecano, fumaba sin cesar, y donde quiera se abria de piernas, se tendia en banca ó silla, deteniéndose, mejor dicho, colgándose de la nuca con desvergonzado abandono.
No sé con qué motivo, álguien le preguntó de dónde venia y adónde se dirigia, con ese desplante que tienen para hacer preguntas los yankees mal educados.
—Vengo de California, donde fuí por un dinerito; voy á Durango á ver una muchacha que quiero mucho, y me caso con ella.....
No atino por qué, respuesta tan sencilla despertó la curiosidad, y á poco se le presentó otro viajero y le dijo:
—¿Vd. va á Durango?
—Sí, señor, vengo de California, donde fuí á recoger un dinero, y voy á Durango á ver una muchacha que quiero mucho, y me caso con ella....
No habia concluido su relacion el viajero, cuando llegó otro curioso y le interpeló:
—¿Va vd. á casarse á Durango?
—Sí, señor, contestó el yankee, vengo de California, donde fuí á recoger un dinerito, y voy....
Aquí llegó otro personaje.
—¿Vd. es el que viene de California?
Entónces el interrogado viajero les dijo:
—Esperen vdes. un momento.
Entró en su cuarto y volvió despues de un rato con un cuarto de papel blanco pegado en el sombrero. El papel decia: "Vengo de California, donde fuí á recoger un dinerito, etc., etc."
Fija su noticia en su sombrero como en un poste; se puso á leer su periódico, dejando que yentes y vinientes se fijaran en lo que decia el papel de su sombrero, sin dársele un ardite de lo que dijeran los lectores celebrando la ocurrencia.
—Pues ahora, dijo otro compañero de viaje, contaré á vdes. un rasgo de un yankee expedito, que merece figurar en esa coleccion.
Me encontraba en una barbería del Kentuky, cuando llenando la pieza, hundiendo el suelo y haciendo gemir el asiento que ocupó, se me puso al frente un personaje que era un cetáceo de carne humana, con un envoltorio estupendo bajo el brazo, envuelto en esas sábanas impresas que son sus periódicos.
El hombre del Kentuky depositó su carga en el suelo y pidió que le desmontasen cabello y barba.
Cumplió el barbero con su deber, dándole una tunda tremenda con navajas, cepillos, escarmenadores y uñas rajantes como las del tigre.....
Concluida la operacion quirúrgica del aseo, se inclinó el atleta sobre un lavabo, y con un jabon arenisco como de piedra pómez, se dió una raspada, que equivalió para mí á la sensualidad de desollarse vivo.
Despues se introdujo como furtivamente tras la armazon de la barbería.
La facha del hombre aquel me pareció repugnante; pero su desbarajuste, sus harapos, su mugre, sus botas despedazadas, lo hacian insoportable.... Sin embargo, seguia sus movimientos con curiosidad.
De repente, de por el lugar donde el rinoceronte aquel[434] habia desaparecido, salió un caballero perfectamente vestido, airoso, de fieltro flamante, de calzado lustroso.... me pareció un banquero.... Era el mismo personaje del Kentuky, que habia hecho su trasformacion de pié y como quien se baña, dejando su equipo, ó como quien dice, su piel antigua, para que la tiraran á la basura......
Reímos del desenfado del de Kentuky, y un españolito de la primera tijera con el pelo de la dehesa, nos dijo:
—Pues á mí, fresquecito me acaba de acontecer un percance que me dijeron que era de un chistoso, y que me tostó la sangre.
Era un dia de Norte; la gente tiritaba, yo no tenia maldito el frio.... y por otra parte, estaba desprevenido contra aquel malhumor del cielo.
Así es que no fué obstáculo para que saliese á la calle, mi pantalon de lienzo y todo mi equipo de verano.
El lance fué en Orleans, y el teatro representa una casa en que se venden ostras, frente á la Levé.
Me azotaba la cara el cierzo: para refocilarme, resolví echar un buen trago sobre una docena de ostiones. Dirigíme á la casa susodicha; tras de la puerta estaba un viejecillo en cuatro dobleces, con más envolturas que regalo de novia.
Pedí en el mostrador las ostras y el Jerez, sin cuidarme del avechucho aquel de detrás de la puerta; pero éste me llamó, y despues de dar dos ó tres fumadas á su pipa, me dijo con voz agridulce llena de malicia:
—Ese pantalona está perdido por hoy....
Un tanto molesto, pero no queriendo ser descortés, le repliqué:
[435]—Es cierto; pero salí con precipitacion....
Me volví al mostrador, tomé un plato y dije al viejo:
—¿Vd. gusta?
—Gracias, gracias.... aunque diré á vd. que ese pantalona está perdido por hoy....
—Pues vea vd., á mí no me importa.
—Justamente.... dijo el viejo.
Tomé mis ostras, bebí mi trago.
El viejo se puso en pié y me dijo:
—Siempre me permito, señor, decir á vd. que ese pantalona está perdido por hoy....
—Pues yo usaré el pantalon que se me dé la gana, está vd., y á vd. no le va ni le viene meterse en mis negocios; y si no fuera vd. viejo, le corregiria por imprudente.
—Tal vez lo mereceria.... añadió el moscon aquel; pero diré á vd. en mi conciencia, que ese pantalona está perdido por hoy....
Yo estaba al saltarle al cuello al viejo ridículo.... los dependientes de la casa reian... uno de ellos me dijo "que aquel era un caballero excelente; que usaba aquellas bromitas precisamente con las personas que le simpatizaban; que era un excéntrico...." En efecto, me brindó con una copa, y me encontré con el hombre más amable, y á quien quise mucho.... pero me dió un tabardillo.
Los dichos agudos que se citan de los americanos, tienen un carácter peculiar.
—No irriten vdes. á la Francia, decia un compatriota de Víctor Hugo, porque cada frances vale por tres yankees.
—Bien, bien, decia con flema el hijo de Guillermo Pen, ya les pondremos cuatro yankees.
[436] —¿Por qué usan muchos de vdes. una sola espuela cuando montan á caballo?
—Porque el otro medio caballo nunca se queda atrás, respondió el yankee.
—Pondré á la vista de vdes., interrumpí yo, el retrato de un yankee de mi particular estimacion. Es uno de mis conocimientos más cariñosos de Nueva-York:
En estas pláticas llegamos á Menphis, capital del Mississippí, donde descansamos hasta las cinco y media de la tarde.
La estacion es un jacalon á la rústica; tiene adherido, como un lobanillo, un cuartito con las pretensiones de restaurant, y obsequia al viajero á su entrada, un tendajo con su aparador con botes de conservas y pikles, licores, queques y carnes frias.
Calles en iniciativa por aquí, tablazones por allá, grandes edificios con cristales, aceras intermitentes, duda sobre si se trata de una poblacion que espicha entre tablones y escombros, ó una sociedad que nace de entre el lodo y la yerba. Por supuesto que negrea de habitantes la poblacion.
A la salida del tren admiramos campos hermosos, horizontes risueños, fincas rústicas y ganados.
Menphis toma creces momento á momento: el tráfico, que alimentan Galveston y Texas, lo desarrolla poderosa la comunicacion con el Palestine Longvieu Troup; y colonias, en que palpita enérgico el trabajo y se desarrolla el comercio, hacen que Menphis proceda como á saltos y por improvisaciones, á su engrandecimiento.
Sobre todo, la nueva y poderosa empresa del ferrocarril del Pacífico (Souten Pacifique), llevará al Oeste las comunicaciones, en tres dias ménos que el actual ferrocarril que hemos recorrido.
Las nieves no paralizarán la nueva vía, produciendo grandes ahorros y haciendo regular el tráfico; los intereses agrícolas cobrarán creces invencibles, y los Estados del Norte sufrirán una crísis de incalculables consecuencias. Triunfará entónces la libertad mercantil, tomará otras fases el contrabando.... y nosotros.... nosotros.... arrogantes con el proteccionismo, compraremos unas chalupas para poner murallas á nuestros mares, y salvar los intereses de nuestras industrias protegidas por el Gobierno.
Apénas saliamos de Menphis, cuando como que nos salió al paso de entre las chozas y las milpas, el Mississippí, con toda su magnificencia.
Como corcel impetuoso que sorprendido por la presencia del torrente, echa hácia atrás el cuerpo, estriba en las tirantes patas, resopla asustado y queda trémulo sin avanzar.... así, como dotado de instinto y de vida, quedó el tren.... La vía férrea se abrió y desarticuló en secciones.... un buque que se hallaba á la orilla, se acercó como gente á tender su mano.... y pasar en sus hombros el tren.
El buque tenia sus rieles, que ajustaron perfectamente, por[440] una série de operaciones rapidísimas, á la vía de tierra: la locomotora enmudeció, despues de rezongar con extrañeza, á la vista de aquel embarque extraordinario.... Estábamos embarcados con todo y wagones, y navegamos cortando de lo lindo las aguas del rio....
El jefe de aquellas maniobras, aunque lleno de tizne, con sus manos callosas y su mandil, parecia un hombre educado, conocia el español y lo designaban como ingeniero y mecánico muy hábil....
No sé cómo tuvo conocimiento de mi insignificante persona, de mis coplas y de mi admiracion á Mr. Bryant. Yo habia seguido con admiracion sus movimientos, por su destreza y atrevimiento. ¿Quién habia de creer que aquel jóven era un literato con pasion por los autógrafos, como otros muchos? Cuando estábamos del otro lado del rio, y yo materialmente absorto de la temeridad de nuestra travesía, se acercó el jóven por uno de los postigos del coche y me dijo, sin más cincunloquios:
—¿Vd. quiere ponerme en esta cartera su firma, Sr. Prieto, mexicano....?
—Con mucho gusto, respondí.... y no solo mi firma, sino una cuartetilla que se me escurrió, sin sentirlo, de la punta del lápiz.
Me dijo no sé qué cumplimientos con tan tierna expresion, que yo le pedí escribiese en mi (carnet), librito de apuntaciones, su nombre, y él, con unas letrotas como nueces, puso:
Julio 30 de 1878.
Querido de Prieto.
H. B. Nutt.
[441] En Litl Roch, conjuncion de los caminos del Norte y el Oeste, cambiamos carruaje para continuar á San Antonio.
El nuevo wagon contenia viajeros de todas partes del mundo, que iban en calidad de colonos á Texas.
Era como el resíduo, como los harapos humanos de todo el globo; eran los Cuasimodos de todas las naciones, como regados sobre el fondo negro de la raza africana.
La marcha del tren era lenta, el camino fangoso, la luz del interior del wagon amarilla y enferma, la atmósfera espesa y pestilente.
Para que no nos faltara ningun disgusto que sufrir, como ataques de estornudos intempestivos, como invasiones nerviosas, yo no sé con qué motivo acometieron accesos de risa y alegría, á negros, negras y negritos, circularon de boca á boca botellas, reventando de wiskey, desenvainaron de no sé dónde unas guitarras los hijos de la tiniebla, sonaron los palillos, que repican como castañuelas, y aquello fué fandango.
Francisco, de un salto, se puso fuera del wagon, y se colocó en la plataforma, echando chispas; otros tres viajeros lo seguimos, resueltos á pasar la noche á la intemperie, ántes que estar en aquel infierno.
Entre los viajeros que nos seguian habia un hombre vestido de cuero, bruscos movimientos, aunque se conocia que eran afectados, y callosas manos; pero su fisonomía formaba contraste.
Era un hombre de semblante apiñonado, un tanto pálido y de ojos negros; el cabello descuidado, pero finísimo; la boca con el labio superior algo levantado, y la barba y el cuello de persona de alta distincion: desde que entramos al[442] wagon, Enrique, á quien discretamente llamaremos así, nos colmó de atenciones, hizo que sus criados nos sirviesen y se captó nuestra voluntad.
Preguntéle si era español; me dijo que era mexicano; y en efecto, le era conocida no solo nuestra historia, sino peculiaridades de colegio, que convirtieron casi en íntimas nuestras nacientes relaciones.
Por su parte, para Enrique el nuevo conocimiento se advertia que le era muy grato; pero cuando Francisco y yo hablábamos de nuestras familias, se le veia hondamente afectado, y aun me pareció ver alguna vez que con disimulo enjugaba una furtiva lágrima.
En el grupo que formábamos los cuatro prófugos de la orgía, no daba luz alguna; sospechábamos movimientos y fisonomías, la noche era oscurísima, el carruaje marchaba lentamente; era un paseo en la barca Caron, porque nos deslizábamos como sombras.
Alguno me dijo:
—Aunque sea un cuento, cuéntenos vd., Fidel; ya este es mucho fastidio.
—A tí te toca, Francisco, que eres el que ménos hablas: haz ahora el gasto.
—Enrique, Enrique que es el más jóven, tiene obligacion de entretener á los viejos, dijeron los otros.
—Allá voy, dijo Enrique. Voy á contar á vdes. la historia de Fernando Verjeles, historia que me trajo por estos mundos, como por incidencia, por tabla, como dicen los jugadores de billar de nuestra tierra.
Ya advertirán los lectores que aunque Enrique supuso el nombre de Fernando, él realmente era el héroe de la[443] novelita que voy á referir, aunque sin la naturalidad y la gracia que lo hizo Enrique, y sin el atractivo que le comunicaron las circunstancias particulares en que me encontraba.
Enrique, despues de anunciar su cuento, quedó con la cabeza inclinada. Acaso dudaba hacernos su confidencia; pero, como supe despues, superó en él la idea de vindicarse de la nota de bandido ó de traidor. Tan absorbido estaba en su meditacion, que fué necesario que le dijéramos:
—Estamos esperando el cuento.
Volvió en sí como quien despierta, y habló como sigue:
—Era de por estas tierras Fernando, pobre como Aman y entusiasta y ambicioso de gloria como César ó como Goethe.
Una madre anciana, una camisa sin parentesco con otra alguna, y un firmamento de esperanzas en el cielo de su alma, hé ahí su patrimonio.
En medio de tan escasa fortuna, su alma estaba dotada de la alegría, luz intensa, flor de ricas esencias que perfuma todos los caminos y corona de encantos la frente misma de la adversidad.
No sé qué traza se dió Fernando que resultó en México, como llovido del cielo, con su tierna madre á quien idolatraba, y se estableció en una casuquita interior en la calle de las Gallas, sin otro amparo que el del mismo cielo.
Un banco de cama tartamudo de piés, una mesa de palo blanco con una espina dorsal en el centro, que le quitaba toda utilidad, cinco trastos para guisos y servicio de mesa, una silla desfondada, pero conservando gravedosa su figura, y otra que mantenia al ocupante en cuclillas, hé ahí el ajuar de la casita de Fernando.
No obstante, con el brío y la entereza de que estaba dotado, entróse de capense en Letran, captóse la voluntad de Lacunza, y á poco el Dr. Arrillaga, capellan de Santa Brígida, le abrió de par en par las puertas de su confianza, y caten vdes. á mi capense con seis reales diarios, por escribir sermones y polémicas teológicas.
Doña Pepita, santa y nobilísima mamá de Fernando, tuvo su criada, apareció deslumbrante un espejillo en la desnuda pared de la sala, hasta media docena de sillas de tule iniciaron el ajuar, sintióse en la cocina calor y en la hornilla la alegre algarabía de las frituras.
Fernando trabajaba sin cesar, estudiaba, escribia, pronunciaba discursos y hacia unas coplas tales, que era el Campoamor de todas las costureras de modista, y el Zorrilla de todos los amantes de tres al cuarto y escasa fortuna.
Patio no lo habia en la casa, las piezas se encerraban en dos; no quedaba más campo á la inspiracion que la azotea, y la azotea fué el templo del ingenio y el pedestal de las soñadas glorias de Fernando.
Su hablar recio, sus aspavientos frente al sol poniente, sus apóstrofes apasionados á los horizontes y á las montañas, dieron cierta celebridad al poeta, con recamareras, cocineras, y niñas entregadas á la costura, frente á exíguas ventanillas que les regatean hasta pedazos de cielo.
Capotin destrozado y lleno de chorreones, sombrero independiente de toda línea y conformacion regular, calzado en desavenencia eterna con el pié, corbata buscando una tangente sobre el hombro, escondiendo uno de sus extremos como víbora en la abierta camisa, alborotado sobre la frente el rubio cabello, cubriendo casi los vidrios de sus an[445]teojos, pero alegre, ufano, decidor y atrevido, he ahí á Fernando en sus paseos sobre las alturas, como ave torpe que sube á la cima del árbol, ensaya sus alas y las recoge triste desconfiando de su fuerza.
Paseando la azotea y espiando hácia abajo, ya por aquí, ya por allá.... le llamó la atencion en el centro de una azotehuelita reducida, un jóven vestido con cierta compostura, aunque muy pobremente.
Era levantado sobre la frente su rubio cabello, lleno de carrillos y gruesa papada, boca grande, pero con dentadura blanquísima, y unos ojos que tenian el reflejo del topacio.
Nada le pareció más perfecto que sus manos de alabastro, tan bien hechas y aristocráticas, que parecian haber sido modeladas para las caricias.
Estaba el jóven sentado en una sillita baja, de las que llaman de costura las señoras de nuestra tierra, y tenia en sus rodillas una de esas tablas que hacen una curva en uno de sus lados, de las que se servian en aquella época los sastres infelices para sus cortes y arreglos.
Sobre la tabla habia un lienzo; parecia trazar con una uña de jabon unos pantalones.
A la derecha del incógnito jóven, en otra sillita pequeña, habia abiertos unos libros, y una tira de papel con un lápiz descansando sobre ella.
El jóven trazaba su pantalon, tarareando no recuerdo qué; pero de repente apartaba los toscos lienzos y se entregaba á profundas meditaciones sobre su libro, haciendo apuntaciones.
Yo (digo, Fernando), tras el pretil de la azotea, todo lo[446] veia, y veia, como entrada á la casa, una pequeña pieza que era la cocina, donde no habia percibido gente....
De repente el sastre-literato gritó: "¡Leonor!" y formándole marco la entrada á la cocina, vió Fernando una mujer de rara hermosura, que tal vez por lo inesperada le deslumbró.
Era la jóven delgada, pálida, augusta en su porte y en su inocente majestad.
Bajo su cabello negro se veia su semblante de alabastro, como bajo una nube un horizonte luminoso; sus grandes ojos negros resplandecian coronados por sus largas pestañas, que sombreaban la parte inferior de sus ojos; su nariz, de delicadeza griega, llevaba la vista á sus labios, que se habrian podido cerrar con el pétalo de un clavel, y su barba y su torneado cuello, como que abandonaban la provocacion al encanto, para glorificar aquella hermosura angélica.
Vestia Leonor humildísima muselina azul; pero el trage, tan limpio y bien tallado, que parecia orgulloso de estar al servicio de semejante dueño.
Formaba contraste con el primer aspecto de la hermosura severa, el regocijo, la gracia realmente infantil con que se acercó juguetona al jóven rubio.... tomó de sus manos el proyecto de pantalon, se sentó á su lado y comenzaron su trabajo; la una cosia, el otro estudiaba, y se interrumpian y cantaban en el colmo de la felicidad.
Unas veces suspendia su trabajo la niña, para tomar la leccion al hermano; otras el hermano daba su voto acerca de los pantalones, siempre riendo y como el cuchichear de dos alegres golondrinas.
Fernando estaba endiosado, no queria abandonar aquel espectáculo; el sol recogia en Occidente sus últimos rayos, y en la pared de la azotehuela se dibujaba perfectamente el busto del intruso espectador....
El jóven literato lo advirtió y alzó la cara: vió á Fernando y le dió las buenas tardes, sin abandonar su alegría.
—¿Qué hace vd. por ahí, amigo?
—Este es mi salon de estudio.... un poquito más grande y mejor ventilado que el de vdes. Este es un taller al aire libre, con mejores vistas....
—Pero de muy difícil subida, dijo Leonor.
—Diré á vd., señorita, las subidas son relativas á la altura de las azoteas.
—De todos modos, á mí no me podria acompañar Leonor.... y me hace falta.... ya vd. lo ve.
—En cambio, yo puedo deshacer mis pantalones bajando, con ménos trabajo que los que vdes. hacen, segun veo....
—¿No gusta vd. de pasar? le dijo el jóven á Fernando.
—De muy buena gana lo haria, respondió éste; pero vd. ve que no puedo hacerlo, sin comprometer la integridad de mi territorio.
—¡Eh! ahora, con el cloroformo, nada importa romperse una pierna.
—Vd. lo dice porque teniendo una sola pierna los pantalones, trabajaria ménos Leonor.
—Baje vd., decia ésta; traigo una mesa, sobre la mesa se pone una silla; así se alcanza á la azotea del palomar, y á ella se baja con un salto pequeño.
—Señorita, el salto de Alvarado fué á lo ancho siquie[448]ra.... si he de llegar á vd. por el camino de los héroes, avíseme con tiempo.
Hablando, hablando, trajo el letrado la mesa, se colocó la silla, me armé de resolucion, (se armó Fernando de resolucion), y despues de tres maromas, estrechaba la mano de los nuevos amigos.
No sé ni podria recordar todo lo que hablaron; pero todo era oportuno, risueño, caia en gracia, se celebraba con entusiasmo, aunque fueran tema de los epígramas los desdenes de la fortuna, que realmente trataba de perros á los tres actores de este drama.
—Pase vd., amigo: ¿cómo se llama vd.?
—Fernando, para servir á vd.
—Pase vd., y le hablará á mamá.
Atravesaron la cocinita y dos piececitas que servian de toda clase de departamentos de una habitacion, y en una de esas piezas estaba una viejecita limpia, afable y de dulcísima voz, que me felicitó (á Fernando), por el conocimiento que habia hecho con sus hijos.
Entónces fué el relato de las historias: ya vdes. saben la de Fernando; la de Miguel y Leonor era muy sencilla. Hijos de un opulento negociante, dejó parte de su fortuna para obras piadosas; los abogados de los conventos á quienes habia hecho el negociante legados, emprendieron pleito para quedarse cada quien con la mayor parte del caudal. En esto se destruyó la fortuna: la familia vivia á expensas de un bienhechor generoso y desinteresado, hermano de la mamá de los jóvenes, y éstos, estudiando el uno para abogado, y los dos cosiendo municion, atendian á las necesidades de la casa.
El trabajo, la virtud y la conformidad con la mala suerte, hacian la riqueza de aquella familia venerable y encantadora....
Miguel, que hemos dicho era el nombre del futuro abogado, quiso á Fernando con pasion desde que lo vió.
—Merienda vd. con nosotros, muy pobremente, le dijo.
—No muy pobremente, dijo Leonor; yo prepararé un banquete de manteles largos.
—Me van vdes. á hacer mal: á mí me tiene á dieta rigurosa el Dr. Arrillaga.
—Ya verá vd., yo soy una notabilidad de brasero.
—Yo en ese ramo, he aprendido á soplar; desbarato en cada fagina un aventador.
—Queden vdes. platicando, dijo Leonor, que yo voy á disponer la merienda.... y desapareció.
A poco de salir Leonor de la pieza, escuchó Fernando desusado tragin en la cocina; entraba y salia la mocita, y se escuchaban esos rumores que acompañan á los guisos y forman un lenguaje que comprende regocijado el estómago.
Poco tiempo duró la espectativa: llamólos la voz musical de Leonor á merendar, y no asistió á la mesa la señora por sus enfermedades.
La mesa albeando, la iluminacion a giorno, porque habia dos velas, la sal remolida, unas florecitas en una copa, fungiendo de ramo, todo revelaba mujerío completo, esmero delicado, y Leonor no cabia en sí de contento.
El festin verdadero estaba en las almas, los manjares eran pobrísimos; pero, ¡qué sazon! y cuántas atenciones de los muchachos á Fernando; se acogia cualquiera ocurrencia[450] con placer, se reia y habia sus palmadas, como en estrepitosa francachela.
Lo singular de este cuento es que Fernando, no obstante desmorecerse por las hijas de Eva, y no obstante que Leonor era un verdadero prodigio de hermosura, no le dirigió palabra ni mirada que pudiera tener interpretacion amorosa; era una franca é inocente simpatía, una explosion de afectos puros, alegres, incontenibles; eran las auras de la juventud, abriendo las almas y embalsamando los aires.
Miguel penetraba en el espíritu de Fernando, y se enorgullecia de aquella relacion.
Modas, bailes, anécdotas risueñas, versos sentidos, cayeron como lluvia de perlas en el festin, y al despedirse los muchachos, Fernando ofreció su habitacion en la misma casa, con la más exquisita finura.
Al salir Fernando deslumbrado del convite, se felicitó de no haber hecho una de las suyas; esto es, de no haber insinuado afecto alguno á Leonor, que tanto respeto merecia.
Cumplia como caballero Fernando, puesto que estaba formalmente comprometido para casarse con Julia, su primer amor, la señora de su alma, el ángel inspirador de los primeros cantos de su lira.
Pero nada de esto obstaba para que Leonor fuese divina.
En estas circunstancias, la señora mamá de Fernando fué atacada de una angina de pecho; enfermedad cruelísima que puso desde su primer anuncio en peligro su existencia, convirtiendo en horrible la situacion de Fernando.
Salia la primera noche en busca del médico, sin saber qué hacer ni tener con qué pagarle, cuando se le unió Mi[451]guel, le llevó con un médico amigo, y volvieron con él á la casa.
Leonor, entre tanto, habia provisto á las necesidades de la casa; la señora mamá de Fernando estaba en su lecho, la vela encendida y todo á punto de emprenderse la curacion.
Calificóse el caso de gravísimo, se aplicaron á la enferma sinapismos, se recurrió al éter, se recetó cáustico, y todo apareció allí como por encanto.
Fernando tenia que concurrir á su colegio, no podia abandonar al padre, que era su recurso único de subsistencia, las noches las pasaba á la cabecera de la enferma, ó tirado á sus piés como un lebrel, atado con una faja á su brazo, para que le llamase su madre cuando sintiese el acceso del horrible mal que la privaba del sentido, y que cuando pasaba, dejaba trastornada su razon.
Iba Fernando á sus quehaceres dejando al arbitrio de una criadita de doce á trece años, la preciosa vida de su madre.
Cuando volvia Fernando á la casa, la hallaba perfectamente aseada; Leonor habia guisado, barrido, curado á la enferma, consolándola de sus penas, siendo el ángel bueno, el aroma y la luz de aquella mansion de dolor y miseria....
Y miéntras tanta diligencia y cuidado tenia Leonor, evitaba ver á Fernando, espiaba sus pasos, se valía de subterfugios para que no le humillasen sus favores, y tenia delicadezas de las que revelan una alma sublime y generosa.
Miéntras estas atenciones se hacian más sensibles, más respetuoso era Fernando con su bienhechora, á quien profesaba apasionada gratitud.
Miguel se recibió de abogado, y á poco de recibido, obtuvo un destino en Mazatlan, dejándome (dejando á Fernando), al cuidado de la casa, aunque, como se ha dicho, era su sostén un tio de la señora mamá de Miguel. Fernando varió de habitacion y de fortuna no sé por qué accidentes.
Una noche, á deshora, pasando frente á la Profesa, atravesaron dos señoras junto á Fernando, con rara precipitacion: una de ellas, anciana, iba sofocándose: siguiólas Fernando, y aquellas voces sonaban anegadas en llanto....
—¡Leonor! gritó mi amigo al reconocer á la jóven: ¿dónde van vdes.?
—Mi tio acaba de morir, contestó Leonor, vamos á su casa, calle de Capuchinas. ¡Dios nos ha traido á vd.!
Siguieron su camino en silencio; la señora iba sollozando.... entraron en una gran casa.... Fernando suplicó al portero que avisase á la señora su madre que no le esperase.
La sala á que penetraron estaba desierta; en el centro habia un lecho, entre cuatro robustos hachones de cera. En el lecho estaba el cadáver, con su hábito de San Francisco, sus manos cruzadas sobre el pecho.... y su silencio horrible sobre las rígidas facciones.
La señora madre de Leonor oraba de rodillas á corta distancia del cadáver.
Fernando y Leonor se colocaron, buscando fresco, en el balcon. La niña infeliz lloraba sin consuelo.... Fernando guardaba profundo silencio.
En la acera de la habitacion en que pasaba esta escena, caia la sombra, y se reflejaba la intensa luz de los cirios en[453] la pared de enfrente; sobre las azoteas que se veian desde el balcon brillaba la luna, y al Sur culebreaban fugaces relámpagos sobre las montañas.
La situacion no se podia prolongar.... comenzó Fernando por excitar á Leonor á que cuidase de su mamá, á que ella, tan tierna y generosa, la consolase, y elevase su espíritu á la consideracion de que era el amparo de su familia.
Leonor casi no escuchaba, y entónces Fernando, por distraerla, le llamó la atencion sobre los encantos de la noche, la apacible claridad de la luna y la tranquila majestad del firmamento....
La luz de los cirios heria el perfil perfecto de Leonor; en sus ojos húmedos morian los destellos de la llama, cortejo de la muerte; el busto de la hermosa tenia esa animacion épica, sombría, de los retratos de Rembrat, presentando la lucha de la tiniebla y la luz sobre la fisonomía humana.
Fernando, arrebatado por la aparicion, sin premeditacion, frívolo, entusiasta, haciendo, sin quererlo, pueril alarde de su facundia arrebatadora, habló sentido, ardiente, enamorado, envolviendo en las ráfagas de su palabra á la niña inocente que se dejaba arrebatar, enloquecida de aquel torbellino de pasion intempestiva.... Dejábase arrebatar voluptuosa como la ola, sensual como el ave que se mece en las auras embriagadoras; se inclinaba, como la flor, á la lluvia que la refrigera y embellece....
Y habló de tal modo Fernando, que la niña le interrumpió diciéndole:
—Sí, vd. me ama, me ama, y si no, yo moriria: era capaz de haber hecho yo esta misma revelacion; pero vea vd.[454] lo que dice, por Dios, vealo vd., porque un desengaño me mataria....
Y él, mal caballero y pérfido, creyendo acto tan solemne un galanteo, con el alma entregada á otro amor, con el corazon envenenado por el engaño, creyendo que con las sombras se disiparia aquel juego sin consecuencia.... seguia dejando escapar de su corazon notas vibrantes de falaz ternura...... y complaciéndose en ver perdida en el éxtasis de la fascinacion, á la niña, á la vírgen, al ángel bienhechor de su madre....
La voz de Leonor estaba convulsa y la entrecortaban los sollozos.... no se veia su fisonomía, Fernando la adivinaba, expresando la agonía y la locura....
Algun rumor que escucharon, los hizo volver el rostro.... La santa madre de Leonor seguia orando cerca del cadáver....
Pasó aquella noche como un sueño; ella envolvió aquellos juramentos y aquellas promesas.
Fernando evitó todo encuentro con Leonor.... murió su buena madre, ella se refugió con unas parientas infelices.
La fortuna de mi amigo habia cambiado; se enlazó á su prometida: gloria, distinciones, riquezas y honores le cercaron.... Solia á veces sombrear su frente un recuerdo.... lo separaba con aturdimiento y disculpaba su conducta con las locuras de la juventud....
Solian humedecerse sus ojos por un vago dolor, por una sombra errante que pasaba gemidora en su memoria.... pero se decia, usando el lenguaje del mundo: "Ella amará[455] á otro.... ya no se usan las Eloisas: estamos en un siglo positivo."
Un dia entraba en palacio mi amigo con varios compañeros; un muchacho desbarajustado, haciendo caballo en un carrizo, le preguntó:
—¿Vd. es D. Fernando?
Hizo señas de que él era, y le entregaron un papel....
Calle de **** 2º núm. 4.
Ahora mismo.
Leonor.
¿Quién lo creerá? aquello fué para Fernando como el prólogo de una aventura de libertino. No vaciló; dejó á los compañeros y partió tras el muchacho; iba en el camino ensayando vil, actitudes cómicas, palabras de disculpa.... farsas de sentimentalismo....
Aseguro á vdes., por mi honor, que Fernando no era un malvado; pero, ó no tenia conciencia del mal que hacia, ó se le figuraba que era pasar por desairado y por imbécil, dejar sin galantear á una hermosa. Acaso pensó en que la jóven Leonor, con su actitud doliente y con sus lágrimas, con la pintura de su desesperacion y su abandono, tambien le representaba una comedia. ¡Nos da tantos tintes de experimentado y de diestro, decir que todo es artificio en las mujeres! ¡Nos acredita tanto decir que en ellas todo es fingimiento! ¡Es de tan mal tono presentarse como crédulo! Poseido de estas ideas, cuando el remordimiento atravesaba su espíritu, lo desechaba, y la entrevista misma se le presentaba con el atractivo de una novelesca aventura.
[456] Entró risueño, feliz, en la casa.... era una humilde casa de vecindad, trascendia á incienso.... estaba regada de trebol y flores la escalera; subió precipitado, preguntó por Leonor.... Estaba en el quicio de una vivienda.... al frente de la puerta habia un altar, entre cortinas blancas como nieve salpicadas de rosas; la cera aún ardia: se acababa de servir el pan eucarístico.
Volvió el rostro: en un lecho purísimo de armiño, descansaba Leonor.... sus ojos le atraian con infinita ternura.
Fernando se acercó aterrado, estupefacto, yerto....
La niña retiró á la gente: quedóse sola con Fernando, y le dijo:
—Con mi alma lo amé.... con toda mi alma, y quiero dejar aquí mi secreto, porque turbaria mi felicidad en el cielo.... Creí.... y era nesesario morir.... una vida por un momento de dicha....
Pero vd. es jóven, vd. tiene música en su palabra y embriaga aun mintiendo.... ¿qué uso es ese de la voz de Dios y del talento? ¿qué placer se puede hallar en el envenenamiento de una alma que el delito que tiene es amarnos? ¿cómo pasa por frívolo ese juego que nos acarrea la prostitucion del espíritu, ó la muerte?
Sea vd. bueno, no haga de su elocuencia instrumentos de tortura; yo le perdono á vd., porque le he amado; le perdono, y me muero, queriendo que me hable para morir tranquila.... ¡Adios!.... y mi muerte sea una leccion contra el libertinaje de la palabra, que casi es una recomendacion en el mundo....
Leonor quiso seguir.... sus manos errantes buscaban en[457] vano la vida que se le escapaba; sus labios, en sus últimas contracciones, como que besaban el nombre de mi amigo.
Dejando familia, abandonando cuanto poseia, Fernando vino á sepultarse en estos desiertos, y yo le acompañé....
Enrique quedó inmóvil y silencioso: mucho tiempo despues de haber concluido su narracion, le oimos sollozar....
Habiamos pasado Palestine y la Troupe.
La aurora apuntaba en el horizonte: estábamos en el Estado de Texas.
Texas.—Recuerdos históricos.—Aspecto de las llanuras de Texas.—Gérmenes de pueblos.—Algodon, cebada, maíz.—Manzanas.—Grande estacion.—Minger-Hotel.—S. G. Benavides.
El Estado de Texas linda por el Norte con Arkanzas; por el Este con el Estado de la Luisiana; por el Sur con el Estado de Tamaulipas de la República Mexicana y Golfo de México, y por el Oeste con Coahuila, Chihuahua y Nuevo-México.
Texas tiene, sobre la mayor parte de los terrenos de nuestra República, la ventaja de encerrar en su seno rios hermosos y navegables, beneficio que es acaso el único que falta en nuestro suelo privilegiado. Texas, por su feracidad y riqueza, por su clima y situacion, cuenta con todos los elementos para prosperar como nacion en la agricultura, la industria, el comercio y la navegacion.
[462] Al aparecer ante el mundo la Nacion Americana, despues de haberse emancipado tras una lucha gloriosa con la Inglaterra, la acompañaron felices auspicios, los elementos constitutivos de su sér social la pusieron en vía de progreso sorprendente; y orgullosa con su prestigio y su pujanza, la hizo soñar, si no con el dominio, con la preponderancia absoluta en el Nuevo Mundo.
No se ocultaron las miras ambiciosas de la nacion naciente al célebre conde de Aranda, quien dijo: "Esta nacion ha nacido pigmeo; tiempo vendrá que llegue á ser gigante y aun coloso muy temible en aquellas vastas regiones. Su primer paso será apoderarse de las Floridas, para dominar el Golfo de México."
"A dos pueden reducirse sus ideas sobre este punto, decia el sabio Sr. Iglesias en un Estudio sobre el orígen de la guerra de Texas, de donde extracto algunas de estas noticias: una á sujetar á sus leyes y dominacion toda la América hasta el Istmo de Panamá; otra á abrirse paso por tierra hasta el Mar Pacífico, y hacerse de buenos puertos que pusieran en boga su navegacion. De esta suerte, establecida una comunicacion fácil, y de pocos dias entre ambos océanos, ninguna nacion podria competir con ellos: la misma Inglaterra tendria que ceder el campo á su afortunada rival; y ésta, dueña del comercio del mundo entero, poco tardaria en tocar el punto de engrandecimiento á que aspira."
Sea de esto lo que fuere, y sin poner de manifiesto las violencias de la fuerza ni la perfidia de la diplomacia, los americanos se hicieron dueños de las Floridas, el Oregon y la Luisiana.
Con pretexto de cuestiones de límites, avanzaron sus líneas los americanos, arrancaron á España los tratados de 1795 y 1802, y tendieron sus redes sobre el resto de las Floridas y de Texas.
Pretendian los americanos, con notoria injusticia, que los límites de la Luisiana eran el Rio Bravo del Norte, y de hecho comenzaron las tentativas de posesion, teniendo lugar un encuentro ruidoso en la mision de los Adaes, en que se manejó brillantemente el marqués de San Miguel de Aguayo.
El 22 de Febrero de 1819, el Gobierno de Washington, con el representante de España, D. Luis Onis, celebró un tratado en que se fijaron como límites de la Luisiana, el rio Sabina, y que se daban por terminadas todas las diferencias sobre este punto, afirmándose sólidamente la paz.
Entre tanto, México consumó su independencia: el primer anhelo de nuestra patria fué estrechar los vínculos con una nacion que realizaba los progresos que eran el ideal de nuestros padres.
Por su parte los Estados-Unidos se apresuraron á reconocer nuestra Independencia, y en este trabajo se hizo acreedor á nuestra gratitud Mr. Henry Clay, que siempre mostró las más vivas simpatías por México.
Para afianzar relaciones que tenian al parecer principios tan fraternales, enviamos en 1824, en calidad de Ministro plenipotenciario, á D. Pablo Obregon, y recibimos con el mismo carácter á Mr. J. R. Poinsett, que ha dejado entre nosotros funesta celebridad.
Despues de varias contestaciones, en 1832, se ratificó el tratado, y para algunos ilusos quedaron terminadas las cuestiones entre los Estados-Unidos y México.
Durante la época colonial, la suma prevision y energía del Gobierno español impidieron los motivos de conflicto. Se establecieron misiones y puntos de vigilancia, se rechazó la introduccion de extranjeros al territorio, y hasta 1819 no se dió á Moisés Austin la autorizacion para establecer en México una colonia, debido á que Austin se presentó con los suyos, como víctimas de sus creencias cristianas.
En 1820, Estéban Austin, hijo de Moisés Austin, dió principio á una vasta empresa de colonizacion entre los rios Bravo y Colorado.
La Independencia abrió de par en par nuestras puertas á la emigracion, se celebraba con ahinco ese grande elemento civilizador, y no se puso coto en cuanto á la liberalidad de las concesiones.
No obstante, alguna prevision sobre la futura suerte de la frontera, dictó restricciones que pronto echaron por tierra los entusiastas, aunque ciegos defensores de la soberanía de los Estados.
La Legislatura de Coahuila, que lo era ya de Texas, por haberse reunido en un Estado ambas provincias, expidió en 24 de Marzo de 1825, su ley de colonizacion, en que decretaba: Que todos los extranjeros que en virtud de la ley general de 18 de Agosto de 1824, deseasen establecerse en los terrenos del Estado de Coahuila y Texas, eran libres para hacerlo y se les invitaba por esa ley á verificarlo.
Además de las franquicias que se otorgaban á los colonos y de no pedirles remuneracion alguna por las tierras que ocupasen, se les exceptuó de toda contribucion por diez años, no dejando en realidad vínculo alguno con la patria que los adoptó como hijos.
[465] Los colonos, en su mayor parte americanos, no hicieron caso alguno de nuestras leyes, se organizaron como en su patria nativa, y aun la abolicion de la esclavitud en México, ya los tenia rebelados de hecho, pues conservaban sus esclavos, aunque despues se invocaron otros pretextos, como la prohibicion de venta de terrenos del General Bustamante, la actitud resuelta del General Teran y la caida de la Federacion.
Al fin, agotados los medios de conciliacion con los texanos, despues de promesas y concesiones que nos hubieran sido, á más de funestas, humillantes y estériles, se abrió la campaña al mando del General Santa-Anna.
Las victorias del General Urrea (7 de Marzo de 1836) en San Patricio, el combate sangriento del Refugio, la ocupacion de la bahía del Espíritu Santo, la rendicion del Cópano y otras brillantes acciones, levantaron nuestro nombre y auguraban un éxito feliz á nuestras armas.
Santa-Anna, desde Béjar, destacaba una division al mando de Ramirez y Sesma, que marchó al Rio Colorado, y otra al mando de Gaona, que se dirigió á Nacogdoches. Filisola debia reunirse en Austin, capital hoy de Texas, á Ramirez y Sesma.
Por aquellos dias murió el Presidente interino Barragan, y entró al ejercicio del poder D. José Justo Corro.
Santa-Anna, que era el presidente propietario, al saber las noticias que acabamos de mencionar, se propuso marchar á México; pero al verificarlo, supo que el General Ramirez y Sesma se encontraba amagado por el enemigo, sin poder atravesar el Rio Colorado. Santa-Anna acudió al lugar del peligro, proveyó de medios para que atravesasen las fuerzas[466] el rio, y ocupó Austin, que habian abandonado los texanos despues de incendiarla.
Houston, jefe de los rebeldes, se resolvió á disputar un paso del rio de San Jacinto; Santa-Anna se aprestó á librar en aquel punto una batalla....
En esa batalla sucumbieron nuestras armas, no sin recomendar la gloria nombres como el de Luelmo, acreedores á los honores de los héroes.
Los Estados-Unidos, entre tanto, propalando que veian como neutrales aquella lucha, protestando que sus fuerzas se limitaban al simple cuidado de sus fronteras, apoyaban con todo su poder á los texanos, cubriéndolos el General Gaines, que al fin consumó la violacion de nuestro territorio, ocupando Nacogdoches. Con este motivo dice el Sr. Iglesias:
"Para disculpar aquel atentado, los Estados-Unidos no alegaron más fundamento que el de que México no podia impedir á los indios de su territorio que hicieran excursiones hostiles contra sus conciudadanos. Este principio chocaba con las reglas establecidas en el derecho internacional, segun el que, un pueblo no puede ocupar militarmente el territorio de los demás con el pretexto de que defiende su frontera.
"Agregábase á esto que ese pretexto, que aun suponiéndolo verdadero, no hubiera nunca servido para justificar aquel hecho atentatorio, carecia de todo fundamento. Las hostilidades de los indios eran supuestas, ningun riesgo corrian las fronteras de los Estados-Unidos, el peligro que se aseguraba era inminente, no existia mas que en las suposiciones gratuitas de los gobernantes."
[467] México, representado dignamente por el Sr. D. Manuel E. Gorostiza, reclamó con dignidad y firmeza, y los ministros Gorostiza y Ellis, representante en México de los Estados-Unidos, se retiraron de sus puestos, sin obtener solucion satisfactoria las reclamaciones.
No obstante haber motivos más que suficientes para un rompimiento, México atendió las quejas de los americanos por sus supuestos perjuicios, y se obligó á pagar cerca de tres millones de pesos, haciendo desembolsos y aun imponiendo préstamos para el pago de los abonos.
Las principales potencias habian reconocido entre tanto la Independencia que proclamó Texas, los Estados-Unidos disimularon y como que vacilaron; pero creyendo percibir aprestos de guerra de parte de México, arrojaron la careta y declaró su ministro Shannon que la política de la Union habia sido, hacia veinte años, apoderarse de Texas, y que cualquiera agresion de México contra Texas, se considerase como ofensa propia.
México, en vez de una declaracion de guerra, protestó contra la agresion de Texas á los Estados-Unidos.
El 1.º de Marzo de 1845 declaró la Cámara de diputados de Washington incorporado Texas á los Estados de la Union Americana y consumada la usurpacion inícua.
Santa-Anna habia sido derribado del poder por la revolucion del 6 de Diciembre de 1844.
El gabinete del Sr. D. J. Joaquin de Herrera defendió, como base de su política, el pensamiento de conformarse ántes con la independencia de Texas, que con su incorporacion á los Estados-Unidos. La oposicion se desencadenó frenética contra ese pensamiento.
[468] El Gobierno persistió en su política, tomó en consideracion, autorizado competentemente, las proposiciones hechas por Texas, en que se comprometia á no agregarse á ningun otro país.
Ingiriéronse en estos negociados los Estados-Unidos. México rehusó recibir al Ministro Slidell y se sostuvo en su resolucion.
En tan graves circunstancias, se pronunció (1846) Paredes contra Herrera, derrocando la administracion de Diciembre.
Hiciéronse entónces sensibles agresiones de americanos en varios de nuestros Estados, recibió el Gobierno autorizacion de repeler la fuerza con la fuerza, y entre tanto, siguiendo los Estados-Unidos con su conducta pérfida, protestaban el deseo de evitar todo rompimiento, á la vez que sus buques ocupaban nuestras costas y sus tropas avanzaban en nuestro suelo.
Por fin, la invasion se presenta en toda su brutal desnudez: el General Taylor atropella nuestro suelo, con el pretexto de defender los límites de la Luisiana, y despues de combates sangrientos, en que se salvó la honra de México, se terminó la lucha, borrando el tratado de Guadalupe de nuestro mapa, uno de los territorios más privilegiados por Dios, y haciendo aparecer, la usurpacion y la violencia, enriquecido el pabellon de las estrellas con la estrella de Texas.
En 1847, se calculaba la poblacion de Texas en 20,000 almas.
[469] Con los anteriores recuerdos y otros que me callo, porque estoy hasta aquí (señalándome el copete) de sério y prudente, dí mis primeras ojeadas al Estado de Texas.
Tendidas llanuras, cercas, limitaciones pintorescas y sementeras deliciosas.
De trecho en trecho descubriamos un gran jacalon: era una estacion de ferrocarril, ó como quien dice, el venero de pobladores que convertirán en pueblos florecientes aquellas comarcas.
Montado á caballo un gran jacalon sobre unos morillos, se distingue á distancia la estacion.
Su parte interior se divide por un tabique de tablas; en una seccion hay un cuarto en que se toman y se dejan los equipajes portátiles y que sirve para los viajeros. Del otro lado, es decir, en la otra seccion, hay un pequeño mostrador coronado por su reloj de palo, y aquella es la oficina ferrocarrilera; en uno de los rincones de la pieza funciona el telégrafo que es un contento, y de partes afuera del jacalon, coquetea el bar-room en amigable ayuntamiento con latas, comestibles, zapatos, sombreros y lo que podriamos llamar una tienda mestiza.
Generalmente cercan la estacion dos barandales de latas, por cuyo centro entran y salen los wagones y se hace su carga y su descarga.
A corta distancia de la estacion se perciben los grandes almacenes.
Y en la llanura descombrada, como sobrepuestas y al trasladarse, se ven filas de carretas, barriles, tercios é instrumentos de labranza.
Las carretas tienen cierta ordenacion como para una fe[470]ria; arriba, bajo el toldo y en el suelo, entre las ruedas, está alojada una familia, y otra, y otra más, que entran y salen como abejas en sus colmenas.
A poca distancia se ven construyendo armazones de casas, y hay casitas á medio construir y construidas, con sus amplios corredores, sus columnas, su pórtico, sus vidrieras y persianas, y los anuncios de la comodidad y el bienestar.
Y así como de las habitaciones rodantes ó sean carretas, salian figuras carnavalescas y estrambóticas de hombres y mujeres, viejos como sacos destripados, muchachas con su gardesoleil como unas escobas, y muchachos enjutos y cabelludos como limpia-chimeneas, en los corredores habia sus preciosos niños con sus aros y sus carretelitas, sus ladies airosas y sus campesinos de sorbete, pipa en boca, calzon remangado y botazas hasta las rodillas.
Lo singular era que en las casas por hacer, en las carretas y en los palos clavados en el suelo, habia sus rubros que decian: Grande hotel continental—Academia de música—Galería de pinturas—Correo—Empresa de gas—Avenida Fulton—Sucursal del Banco H***, etc., etc.
El pueblo nace de en medio de sus elementos de vida y desarrollo; es un canevá el terreno, en que borda la poblacion, que lleva en cada uno de sus gérmenes la dote de condiciones políticas y sociales, para desenvolverse independientemente cada familia y robustecerse instantáneamente por el conjunto.
Así son multitud de pueblecitos como la Troupe, Palestine y no sé cuántos más.
Grandes estancias de ganado, espaciosos campos sembra[471]dos de algodon, milpas de maíz como en nuestra patria; de entre esas milpas ví salir dos rancheros sobre sus sillas de montar, á la mexicana, sus sombreros anchos como nuestros rancheros y su fisonomía y aspecto como de gente del Bajío; quise gritarles un adios, amo que los dejara boquiabiertos; pero me contuvo Francisco, para que fijase la atencion en unas manzanas y duraznos lindísimos que llevaban en sus cestos unas preciosas muchachitas que venian de un mercado cercano....
A las oraciones de la noche tocábamos en la grande estacion de San Antonio, y de ella fuimos trasladados al Minger-Hotel, donde habia concurrencia inmensa y estupendo movimiento de viajeros.
Minger-Hotel está situado en una altura, al frente de una extensa plazuela que lleva su corriente á la calle principal de San Antonio.
La fachada del hotel está hermoseada por corpulentos árboles; el despacho, que está en el tránsito de la calle al patio, es amplio, le limita largo mostrador y da al patio por uno de sus extremos, teniendo á su frente salones para los viajeros.
El patio del hotel es cuadrado; tiene su barandal de fierro, corrido en todo el cuadrado, y sus cuartitos pequeños, pero aseados.
En la parte inferior, contiguo al patio, está el gran comedor con sus rasgadas ventanas, sus mesas albeando y su competente servidumbre.
A nuestra llegada, el hotel se hundia á gritos; poco ántes de nosotros habia caido como una manga de agua una de esas falanges de viajeros que hacen por aquel tiempo ale[472]gres excursiones, y que son la cosecha y el regocijo de los grandes hoteles.
Cantos, disputas, carreras del despacho á los corredores, de los corredores al comedor....
En el hotel no habia desocupado un hueco en que cupiese un grano de trigo; pero los dueños se habian procurado unas piezas vacías á donde confinaban á los huéspedes sobrantes, con dependencia del hotel. Allí fuimos consignados; Francisco fué renegando.
Ocupamos un cuartito pequeño con catres por todas partes, arrimamos á las paredes nuestros equipajes y nos propusimos descansar.
La pieza en que estábamos era baja, las puertas que daban á la calle quedaron completamente abiertas, porque el cuarto era un horno.
Mucho mejoraron en aquellas circunstancias nuestra situacion, las atenciones del Sr. General Benavides, quien con finura extrema hizo que se nos atendiese y que al dia siguiente se nos alojase convenientemente.
El calor nos empujaba del cuarto; Francisco se sepultó en su catre, como quien se suicida. El General Benavides y yo quedamos en plática en unas sillas que sacamos á la calle; yo, al último, me mantuve en vela, dando rienda suelta á mis recuerdos.
Recuerdos.—Instalacion.—Paseo matutino.—Antiguos conocidos.—Suvervielle.—M. Poinsart.—El Dr. Cupples.—Comida en su casa.—María.
El año de gracia, que maldita la que me hizo á mí, de 1866, me dió conocimiento mi asendereada fortuna con San Antonio de Béjar, con tan villano tino y con espíritu tan decidido de quemarme la sangre, que era precisamente cuando despejándose nuestro cielo de las negras nubes de la intervencion francesa, el regocijo nacional regaba de flores el regreso triunfal de Juarez al palacio de los Moctezumas.
El ilustre general Patoni y yo, con nuestras familias, abandonamos el Paso del Norte en Diciembre de 1865, atravesamos con inauditas penalidades el desierto, en una travesía que duró más de un mes, y nos reconciliamos con el mun[474]do habitado hasta el 5 de Febrero de 1866, dia del protomártir aquel á quien reverdeció la higuera.
Caimos mi compañero de viaje y yo en San Antonio de Béjar en un hotelito de mediana fortuna, dirigido por una matrona francesa entendida y amable, con su servidumbre de negros, su comida á la francesa y sus huéspedes, en su mayoría mexicanos, con excepcion de Mr. Cupples, eminente médico inglés, severo y taciturno, que tenia por su cuenta un departamento del hotel.
Los huéspedes mexicanos que alegraron nuestra llegada, eran el General Gonzalez Ortega, D. Benito Zenea, oficial del Ejército, los Generales Poucel D. Fernando, Carbajal Antonio y no recuerdo quiénes más.
Como es nuestra pícara costumbre, á los pocos dias se relajaban las prescripciones de la casa, se introducian en la mesa nuestros platos favoritos, se cantaban al piano nuestras canciones, y el sabio médico inglés jugaba juegos de prendas con los emigrados de México, guisando en inglés los chistes mexicanos.
Hondas eran las penas que á varios de nosotros aquejaban, pero valerosa la lucha, en que al fin se sobreponia la juventud, y sobre todo, el orgullo de que ninguna de nuestras frentes se habia doblado al yugo ignominioso del invasor extranjero.
San Antonio constaba entónces de una sola calle amplia y regular, en que se caracterizaba la fisonomía americana. Calle con sus edificios altísimos, sus ventanas de persianas verdes, sus amplias banquetas ó aceras y sus tiendas de grozeries, bar-rooms y almacenes.
Fuera de la calle y á la vista, con irregularidad completa,[475] veíanse estancias aisladas, iniciativas de calles, dilatadas cercas, sembrados, y casas de comercio, ya como en llanos y plazuelas, ya entre arboledas y jardines.
En las dos extensas plazas del centro de la poblacion se distinguian, como mal avenidas con su ayuntamiento, casitas bajas y accesorias como las de nuestros pueblos, y edificios opulentos llenos de letreros, muestras y muebles americanos.
La iglesia cristiana de la antigua mision aparecia como fuera de quicio, como un sordo en un concierto, con su chaparra y sólida arquitectura, sus dos torres con sus campanas y su aspecto como de la parroquia de Mixcoac, sin barda y sin accesorios.
Análoga á la heterogeneidad de las casas era la de los habitantes: estaban como en lucha el sombrero ancho y el fieltro, la blusa y la chaqueta, la calzonera y el pantalon ajustado, la bota grosera y el zapaton desgobernado, el albardon y nuestra silla de montar.
En el mercado, en los campos, en todas partes, se notaba la propia lucha; pero con dolor se palpaba la desventaja de la competencia, la decadencia y el naufragio de nuestra raza.
De las alturas de la ciudad parecia descender, como torrente, la invasion americana, que iba arrollándolo todo, quedando en pié vacilantes algunas propiedades mexicanas de gente de algun viso; pero los infelices, despreciados, perseguidos, sin el auxilio del idioma, sin leyes y sin jueces, se refugiaban en los afueras de la ciudad, donde el barrio mexicano presentaba tristísimo aspecto.
A las orillas del cenagoso arroyo de San Pedro, entre las quiebras de un desigual lomerío, bajo enramadas, toldos de[476] lona y de cueros, en tertulia perpétua con perros, caballos y mulas, se albergaba la poblacion mexicana, sucia y desnuda, llena de miseria y desprecio.
Muchos, para sustraerse de la situacion descrita, imitaban el trage y los modales de la peor canalla, bebian con temeridad, usaban navaja, calzaban botas groseras, se ponian en cuclillas (postura muy yankee), á las puertas de las tabernas, y se convertian en espías y enemigos de los mexicanos.
Suelen las grandes corrientes arrastrar troncos y amontonar las basuras que barre, en sus orillas; así quedaba la poblacion, como testimonio palpitante de lo que se espera á nuestra raza.
Llegaba á tal punto el desprecio y la humillacion de los mexicanos, que habiendo invadido en aquellos dias el cólera la ciudad, se cebó en ellos la epidemia; la misma caridad les mostraba desdenes.
El Dr. Cupples se hizo notable y cobró títulos á mi gratitud eterna, porque abandonando sus visitas lucrativas y costeando de su peculio abrigos y medicinas, se dedicó á ser la salvacion y el amparo de los mexicanos, como lo fueron Suvervielle, el gran Víctor Considerant, de quien tengo la honra de ser amigo, y mexicanos como Douai, Elliot, Leal y los Sres. Miguel y Juan Manuel Gonzalez, modelos de generosidad y nobleza.
Cuando la epidemia se mitigó; cuando parecia haberse aplacado la horrorosa plaga, se anunciaba en los periódicos:
"El cólera se va: demos gracias á la Providencia divina. Ya solo mueren algunos negros, y siguen muriendo los mexicanos."
Acababan de pasar la guerra del Sur y la bonanza del[477] algodon: la primera destruyendo grandes fortunas y dejando en la orfandad muchas familias; le segunda derramando por todas partes cuantiosas riquezas é improvisando caudales en toda nuestra frontera y hasta Monterey y el Saltillo.
Al revés de California, en Texas, los hijos de mexicanos en general, borraban y como que escondian los recuerdos de sus padres, y éstos hacian más hondo é implacable su odio á los yankees.
La razon de esta diferencia es muy obvia. Los mexicanos enriquecidos de California se elevaron á una decente posicion social, en medio de personas de todas las naciones: en Texas se abatieron bajo el yugo yankee, porque hasta hoy es cuando se está desarrollando el elemento aleman.
Era objeto de nuestro especial cariño, en el hotel que he descrito, una niña, nietecita de M. Jecks, que entónces tendria de seis á siete años.
Blanca, de azules ojos, rubia y tan espigada, ligera y gallarda, que la comparacion con su conjunto seria grosera, si no apelara al recuerdo del celaje leve, dorado por los primeros rayos del sol, ó de la espuma flotante cuando se desliza, dejando apénas huella sobre las olas.
¡Qué alegre la contemplábamos! ¡cómo el doctor y yo, suspendiéndola de los bracitos, le fingiamos vuelo y reiamos de su reir estrepitoso y sincero!
Algun tiempo vivimos en el hotel; despues nos establecimos en una casa sola con su cercado de verjas de hierro, sus amplios departamentos y su jardin espacioso.
En esa casa pasamos cerca de ocho meses Patoni y yo con nuestras familias, el pundonoroso y patriota general[478] Poucel y Benito Zenea, veracruzano entusiasta y á quien todos queriamos mucho.
Estos eran en confuso los recuerdos que evocaba yo en Minger-Hotel, miéntras los criados acarreaban nuestros baúles y maletas y nos estableciamos en nuestros respectivos cuartos en toda forma.
Apénas cumplí con las reglas de mi poco fervoroso culto á la diosa del tocador, cuando salí á la calle en pos de mis recuerdos y de mis amigos y conocidos.
¡Cuán otro estaba San Antonio y qué sorprendente habia sido su desarrollo en ménos de doce años!
A los lados de la calle principal de uno y otro viento hay risueñas estancias, frondosas arboledas y calles como en Orleans y otras ciudades americanas.
Las toscas cercas y corrales se habian trasformado en barandales y jardines, atravesaban vistosos carruajes la ciudad y me parecia más que duplicada la poblacion.
Dirigíme á la casa de M. Suvervielle: su misma escogida librería, su botella de rapé en el escritorio, su ancha poltrona, sus golosinas en la pieza interior.
—Ah de casa!
—Allá van.
Fresco, regordete, alegre, con sus pantuflas y su sombrero de jipijapa.
—Oh, mi D. Guillermo!
Otros cincuenta abrazos.
—Siéntese vd., mande vd.: aquí, como siempre, es de vd. toda la casa.
—No me detengo, voy en pos de Poinsart y de Cupples.
A cincuenta pasos, tomando por la calle real, medio hun[479]dida, descubrí la casita de madera de Poinsart, mecánico excelente.
Es M. Poinsart chiquitin, colorado, alegre, de nariz roma y movimientos listos, recalca la r para hablar, sus pequeñitos ojos son el asiento de la malicia y el buen humor.
Entre exquisitas pinturas, relojes, formones, máquinas para destilar agua, telescopios y serruchos, tiene M. Poinsart sus poetas favoritos, ostenta su intimidad con Beranger, tutea á Voltaire y se da sus ratos de solaz con Alfonso Karr, con Dumas y con Alfredo de Musset.
Al descubrirme, me saltó al cuello este viejo querido, me tomó del brazo y no lanzamos nuestra primera palabra sino frente á dos vasos de cerveza, riendo sin saber de qué, pasando alegre revista de nuestros amigos y extraviando la charla por los más escondidos vericuetos de la íntima confianza....
—¡Eh! amigo Elliot, aquí, aquí, venga vd., aquí está D. Guillermo.
Y Elliot, que es un gordiflon muy campechano, se entró en mangas de camisa, como andaba en la calle, en el bar-room, y quedamos aplazados para cuando volviese de la casa de mi Dr. Cupples.
La botica en que refrescaba en los dias de grandes calores habia desaparecido; la opulenta casa de los Sres. Gonzalez estaba trasformada en oficinas militares y despacho del General Ord, la reducida piececita del Correo era una casa de comercio y el Correo tenia su edificio separado, elegante, y con todas las dependencias que exigia el acrecimiento de la poblacion.
Llegué por fin solitario, apoyado en mi baston, silencioso[480] y meditabundo, al que fué nuestro hotel y hoy es habitacion del Dr. Cupples.
La casita desaparece casi en raudales y cortinas de follaje que cuelgan y se balancean sobre el jardin más lleno de vistosas flores y más esmeradamente cultivado que se puede imaginar.
Lo que ántes era patio posterior, era jardin tambien, pero lleno de corpulentos árboles con sus calzadas de menuda arena, sus kioskos y sus enredaderas en los pilares del corredor inferior.
La aparicion en tropel de mis recuerdos; la ausencia eterna de mi adorada compañera de infortunios; la separacion de mis hijos; el fin trágico de Patoni; la situacion de Ortega, todo me preocupó y llenaba mi alma de tal modo, que no percibí que Katty, que es ya una lindísima señorita, desde el corredor superior de la habitacion apartaba las yerbas y veia y seguia los movimientos del viejo, que con los ojos clavados en el suelo permanecia mucho tiempo entregado á profunda contemplacion.
Sin duda para saber quién era el visitante inmóvil, hizo algun ruido; levanté mis ojos, oí mi nombre, y la linda muchacha vino gritando regocijada los nombres de María y de mis hijos: como si hubiera sido mi hija, queria darme el brazo, quitarme el sombrero, llevar mi baston, que me rodearan las criadas y criados, y que Lora, su mamá, que fué de nuestra familia, hiciese festin y mandase llamar al doctor.
¡Qué lindo se platica cuando las palabras solo son pretextos de lo que se dice y siente el corazon! ¡qué de palabras cortadas! ¡qué de risas intempestivas! ¡qué quererlo saber[481] todo y que todos escuchen lo que á nosotros nos halaga y saboreamos como empapado en almíbar!
Venia en la calle el doctor, y Katty ya me anunciaba como una feliz nueva, viniendo á mis brazos el noble y generoso amigo, á enorgullecerse de tener lugar distinguido en mi corazon.
El Dr. Cupples es inglés de sangre pura y aristocrática: su cútis es suavísima como la de la más cuidada señorita; sus cabellos, en hilos de oro y plata, embellecen su frente luminosa, y en su mirada se abre paso la sabiduría, entre los reflejos de la bondad.
La voz de mi doctor es apagada y quejosa, pero llena de dulzura; todo lo grande del sentimiento; todo lo más elevado de la ciencia, tienen su culto en aquel noble corazon y en aquella clara inteligencia.
—¡Oh, D. Guillermo! ¡mi D. Guillermo!
—No quiere tomar nada, dijo Katty.
—Vea vd., D. Guillermo, su cuarto, su mesa y las plumas con que escribia.
—Lora, ve á traer esa buena cerveza que es la del Sr. D. Guillermo: ¿dónde está su equipaje? ¿ya avisaron lo que come D. Guillermo?
Y todo eran finezas y todo cariño. Anuncié la visita del Sr. Gomez del Palacio; se recibió con júbilo la noticia y quedamos aplazados para comer en familia, frente al jardin, pasándose invitacion especial á Gomez del Palacio y á Mr. Suvervielle, que es conocedor de nuestras costumbres, de nuestras leyes y de los negocios de la frontera, como muy pocos mexicanos.
A mi regreso al hotel, iba entrando, ya en el Correo para[482] hacer conocimiento con el nuevo edificio, ya á una fondita en la que me llamaron la atencion las banderas mexicanas, y tiene el nombre de "San Luis Potosí," ya á la casa de Elliot, ya á una tienda en que abracé á Pascual Hernandez y departimos contentos, recibiéndole ofrecimientos generosos.
En el hotel me entregaron una tarjeta del Sr. General Ord, que habia estado dos veces á buscarme.
Con motivo del paso de las fuerzas americanas á nuestras fronteras, habia yo escrito en El Sun de Nueva-York, tres ó cuatro artículos vehementes en contra del atentado, y habia rechazado aseveraciones deshonrosas del Senador Sleicher, al parecer enemigo irreconciliable de México.
Yo no tenia deseo de ver al General Ord; pero aquella demostracion de finura, me hizo concertar con Gomez del Palacio nuestra visita para el siguiente dia.
Otra de las tarjetas era del Sr. Leal, mexicano y padre de una familia adorable, en que forman atmósfera deliciosa la bondad y la alegría.
Por el momento, la gran cuestion era comer con el doctor y su familia; expuse á Francisco mi compromiso, suplicándole á nombre de mis amigos que nos acompañase.
Limpieza suma, manjares excelentes, amigos alegres, señoras como ángeles.
A las pocas palabras, el doctor y Francisco eran como viejos amigos. Suvervielle dió suelta á su verba francesa, Katty hacia sus monerías y se volvia niña de seis años, como cuando le enseñaba yo las primeras palabras que supo en español.
En la tarde y la noche de ese dia me ocupé en buscar á[483] un amigo á quien me recomendó Cárlos Mejía, quien lo es mio muy querido y una de las personas que mejor conocen los Estados-Unidos, y á quien no da la valía que merece su excesiva modestia.
A ese caballero y á mi hermano Francisco Urquidi, debo las siguientes noticias de Texas, extractadas del discurso del Gobernador Kubber para la exposicion de Filadelfia, en Setiembre de 1876. Atencion al extracto:
"Historia.—Al anexarse Texas á la Union se reservó la propiedad de todos sus terrenos públicos, que ascendian entónces á cerca de 200.000,000 de acres, y el derecho de dividir su territorio cuando fuese su voluntad hacerlo entre los demás Estados, lo cual no tendrá efecto, dice el discurso, hasta que se olvide San Jacinto y el martilogio del álamo, porque la anexacion nada costó á este Gobierno, y Texas pagó su propia deuda, que importaba algunos millones.
"Area del territorio y topografia.—Texas es el más grande de los Estados americanos, mayor en extension que Nueva-York, Pensylvania, Ohio, Virginia, Maryland, Delaware y los seis Estados de Nueva-Inglaterra juntos—más de 175.000,000 de acres de tierra—274,360 millas cuadradas de territorio.
"Topográficamente se divide Texas en tres partes:—1ª. La orilla del mar del Sabina al Rio Grande.—2ª. Las tierras altas ó medianía de Texas, que constituyen la mayor superficie del Estado, y que se eleva de 500 á 800 piés sobre el nivel del mar, conteniendo gran variedad de terrenos accidentados, con colinas y valles, alternando bosques y llanuras, regados por mansas corrientes.—3ª. Los grandes[484] llanos, inclusive el llano estacado y las tierras planas que se extienden largamente por el Oeste y el Noroeste, cuyos llanos están interrumpidos aquí y allí por elevadas cadenas de montañas, en las cabeceras de los rios Colorado, Pecos y Brazos: la primera y segunda de estas clasificaciones topográficas, no tienen igual en riqueza, fertilidad de tierra y salubridad de clima. La tercera y última division es aún la morada del salvaje, y más hácia el Oeste el criadero del búfalo.
"Salubridad.—Como prueba de ello se asegura que más de 20,000 personas viven actualmente á campo raso en las praderías de Texas, etc., etc. La mortalidad es de ménos de diez y seis al millar anualmente.
"Produccion.—Texas ha cosechado este año más de 680,000 balas de algodon. Una quinta parte del territorio puede producir una cosecha anual mayor que la de todas las tierras del globo. En las épocas más recientes ha aumentado mucho la produccion del trigo, y en el año pasado se aproximó á 10.000,000 de buchels. El algodon, el trigo, el maíz, el centeno, la avena, el arroz, la cebada y la azúcar, se producen una al lado de otro en los mismos fértiles campos.
"Temperatura y lluvia.—Segun las observaciones de varios años hechas en San Antonio, Italia no podria presentar una tabla tan extraordinaria de temperatura media, humedad relativa del aire y lluvias, como la que proporcionan dichas observaciones, y que hacen que aquella ciudad pueda llamarse la más sana del mundo.
"Adelantos interiores.—La primera milla de ferrocar[485]ril se construyó en 1853; despues se han construido cerca de 3,000 millas, se ha adelantado en todo género de industria, el remover obstáculos de sus rios navegables y la irrigacion de sus llanuras occidentales, siendo la consecuencia haber adquirido millones de riquezas, una poblacion industriosa y haber extendido sus fronteras hácia el Oeste, 200 millas en veinte años.
"Educacion. Escuelas libres.—Las escuelas están dotadas con el producto de las tierras que les están destinadas, á razon de 221,400 acres por una Universidad del Estado, y 17,212 acres por cada condado, en los cuales hay 168 organizados, á que corresponden 20.000,000 de acres que se arriendan, por término medio, á $3-1/2, ó sea 61,992 pesos para cada condado. En la actualidad las tierras de la Universidad producen 749,000 pesos.
"Riqueza y poblacion.—Existen sin enajenar 75.000,000 de acres de tierras públicas: la propiedad importaba, en 1850, 51.000,000 de pesos; en 1860, 194.000,000; en 1870, 274.000,000; en 1875, 275.000,000; en 1876, 300.000,000. Se cosecha algodon anualmente más que en ningun otro Estado, llegando á la cantidad de 680,000 balas. Su exportacion anual de ganado se estima en 6.000,000 de pesos; de lana, en 15,000; cueros, 1.800,000 pesos; carne de res, 1.300,000 pesos; frutos y otros artículos, 3.000,000. La poblacion, en 1850, era 212,000; en 1860, 600,000; en 1870, 818,000; en 1876, 2.000,000 aproximadamente. Segun los últimos datos oficiales, el aumento anual de poblacion, solamente por la inmigracion, es de 250,000 personas.
[486] "Adelanto moral.—Un gran respeto por la religion y la ley.—70,000 bautistas, 70,000 metodistas, 140,000 católicos, etc.—2,000 predicadores del Evangelio y 50,000 asistentes á las escuelas dominicales, que están aprendiendo á recordar á su Creador en los dias de su juventud.
"Emigracion y tolerancia.—Se invita á los emigrantes ofreciéndoles la más cordial hospitalidad y la mayor tolerancia respecto de opiniones políticas y religiosas, para que de todas partes de la tierra vengan á vivir y morir por Texas y la Union, en gloria de la paz y en defensa de su bandera."
POBLACION DE SAN ANTONIO. | |
Americanos, ingleses é irlandeses | 4,450 |
Alemanes, incluyendo los alsacianos | 5,100 |
Polacos | 48 |
Franceses | 65 |
Suizos | 38 |
Mexicanos, españoles é italianos | 4,950 |
Negros | 1,650 |
Total de la poblacion | 16,301 |
Antes, en todo el Estado, como hemos dicho, habia veinte mil almas.
Era el 2 de Agosto, dia para mi corazon de muy tiernos recuerdos; era el cumpleaños de mi María, consagrado en otro tiempo á los goces íntimos de mi modesto hogar, y hoy á la exhumacion dolorosa de recuerdos adorados.
Apénas anocheció, me dirigí entre las sombras al lugar en que habité con los mios.
Las calles estaban solitarias y un tanto oscuras. Los árboles eran como fantasmas, destacándose más negros en el horizonte oscuro, y produciendo el rumor de sus hojas algo como el murmurio de la voz humana.
Llegué á la casa, no como ántes aislada, sino perdida entre otras habitaciones con sus pórticos alegres, sus jardines, sus enverjados de palo y sus cercados de chopos y de lilas.
En algunas de esas habitaciones habia luz; se veia á la mamá tejiendo, á los muchachos corriendo y haciendo bulla, al viejo repantigado en su silla, con los piés en alto y los brazos levantados, sosteniendo su periódico.
A pesar de la oscuridad, reconocia los escaloncitos de la escalera en que Patoni se sentaba, recordaba su melena de cabello rubio, su nariz roma, su dentadura blanca, su carcajear sincero y estrepitoso, sus ímpetus de leon, su alma de niño.
Veia clarísimo á Poucel con su nariz puntiaguda, sus ojos verdes, perfectamente ajustado el raido vestido, lleno de pundonor, sufriendo sus penurias sin exhalar una queja ni permitir consuelo; lo veia frente á su libro de matemáticas ó jugando ajedrez con Zenea, moreno, soberbio, de ensortijado cabello, franco y susceptible, arrebatado y fiero contra la mala suerte.
Me parecia oir en el jardin los gritos de mis hijos, tartamudeando su inglés con sus amiguitos, que venian en parvadas á inquietarlos para las travesuras.
Y así, absorbido, á la luz de las estrellas, al rumor de los árboles, á la vista de la masa negra de los edificios de la[488] ciudad, que destacaba sus torres, sus cúpulas y chimeneas, dejando ver en las alturas una que otra luz resplandeciente de los veladores, ó de algun mirador dominante.
Allí, como una aparicion dulce, dulcísima y serena, con la majestad de su virtud y con el prestigio que le da la inmensa ternura de mi corazon.... fué mi entrevista con el alma de mi María....
De esa entrevista quedaron como pálidos recuerdos, los siguientes versos:
Visita al general Ord.—Su familia.—Paseo vespertino.—Encuentro con M. Rève.—El Album de M. Rève.—El Sr. Leal.—En el campo.—Adioses.—El Dr. Cupples.—Otra tertulia.
Uno de nuestros primeros cuidados al siguiente dia de la comida en la casa del doctor, fué corresponder sus visitas al Sr. General Ord, persona que, como he dicho, habia tenido la bondad de buscarnos dos distintas ocasiones.
Nos informamos de que era muy madrugador y de que la hora más cómoda para recibir en su casa, eran las nueve de la mañana.
La habitacion del General Ord distará de Minger-Hotel cosa de cien pasos. Está situada la casa en un verde prado y tiene su pórtico, sus ventanas con sus celosías verdes en sus dos pisos, sus amplios corredores sombreados por[494] tupidas enredaderas, y los adornos rústicos á que son muy afectos los americanos.
Apénas anunciamos nuestra visita, cuando salió el mismo General á recibirnos, llevando de la mano á una preciosa niña de doce años, esbelta y ligera como una cervatilla, vestida de blanco y sus anchos listones azules flotando, pendientes de su sombrerillo de paja.
Saludó el General en inglés á Gomez del Palacio; yo fuí saltando con mi ignorancia, como lo tenia de costumbre.
Entramos á un fresco saloncito con vistas al campo; en el centro del saloncito, en una mesa, habia grandes álbums, al fondo un hermoso piano.
Presentónos el General á su señora, alta y airosa matrona, que jugaba con otra niña risueña y traviesa.
La señora entabló conversacion con Gomez del Palacio, muy agradablemente, y yo tuve ocasion de retratar á mi sabor al General Ord.
Es el General de mediana estatura y configuracion comun, el pelo entrecano y caido sobre la morena y modesta frente, la nariz roma, la fisonomía semi-redonda.
Hay al frente de la casa de Correos, un sastre á quien todos llamamos el maestro Lima, que tiene perfecta semejanza con el General Ord.
Grueso chaqueton azul envolvia su busto hasta muy abajo de su cuadril; su pantalon era de dril blanco con pronunciadas rodilleras; su sombrerillo de paja con su liston negro.
—Sr. General, le dije, vd. sabe español y no es justo que me haga tartamudear este inglés, que me va á producir una enfermedad de garganta.
El general rió de buena gana, y primero fingiendo sor[495]presa y despues desembarazado y alegre, empeñó conmigo su conversacion.
El General Ord es reposado y frio; su instruccion me pareció profunda y variada, y en cuanto á sus conocimientos históricos, me complació la exactitud de sus juicios.
Gomez del Palacio se habia captado el cariño de las niñas, y la señora le trataba como á un antiguo amigo.
Propuso el General que almorzásemos juntos en nuestro hotel, que era donde asistian á su familia, y allá nos dirigimos en alegres pláticas.
Francisco tomó á la señora del brazo, y el General y yo los escoltamos.
Entónces aventuré con suma precaucion algunas palabras sobre nuestra frontera: por lo poco que hablamos conocí que el General estudia perfectamente la cuestion que le está encomendada, conoce todos los vados del rio, los accidentes del terreno, los jefes de los indios, y uno á uno los habitantes de los ranchos que colindan con el rio.
De nuestros generales, de sus costumbres, de sus relaciones, tiene abundantísimas noticias, aunque cuida con suma sagacidad de no dar á sus estudios otro carácter que meras indagaciones conexas con su carácter militar.
Sobre algunos puntos me pareció su juicio parcial, y con una imprudencia de que me arrepiento, le dije:
—No hay indios ni bandidos, señor General; hay política, hay tierras, hay zona libre, hay géneros de algodon, y hay intereses.... y no derechos.
El General, riendo, pero un tanto contrariado, me dijo:
—Hábleme vd. de soldado.... de soldado....
—Pues, paso redoblado.... y á almorzar.
[496] Fué muy agradable nuestro almuerzo: la familia nos ofreció su casa con estimacion particular, y quedamos en vernos otra vez ántes de partir.
En la tarde de ese dia procuré aislarme: pretendia como reconstruir con mis recuerdos el tiempo pasado; queria, por uno de esos artificios frívolos del dolor, recorrer los mismos lugares que en otros tiempos, evocar las propias ideas y esperar que un soplo de resurreccion me devolviese los objetos que ha perdido para siempre mi corazon.
Cuando el tiempo deja en pié la ruina; cuando sobreviven la piedra y el árbol, como que quedan séres á los que interrogar por el pasado: es el cadáver dando testimonio de la vida que pasó; pero cuando todo desaparece y se sustituye en metamórfosis imposible, entónces el muerto es quien presencia esa fatal evolucion; es la renovacion completa de otros séres, de otros edificios, de árboles pobladores de los ántes desiertos campos; el contrasentido lo formamos nosotros, el advenedizo es ese viajero de otra capa geológica del tiempo, á quien recibe con indiferencia este mundo, en que no tenemos sino una representacion inconsecuente.
Así es la vejez, y ella, no mi persona, parece pasear por aquellos lugares trasformados. Tomé, entre estancias con jardines, entre calles de árboles gigantescos, el rumbo solitario, en otro tiempo, de una tristísima llanura, al norte de la ciudad.
No existia la llanura; amplio camino limitado por las cercas de los sembrados, me condujo al lugar en que tenia cos[497]tumbre de sentarme en 1866, y donde confiaba á Dios y al espacio las hondas tribulaciones de mi alma.
El lugar á que me refiero está á dos millas poco ménos de la ciudad.
En aquel sitio, entónces de soledad grandiosa, al frente de horizontes que permitian vislumbrar el infinito, dejaba como flotar mi espíritu en esa voluptuosidad del ensueño, en que parece que nos arrullan cantos de otros mundos, que nos ofrecen sonriendo la inmortalidad.
Me sacó de mi meditacion el galopar lejano de un caballo, cuyo ginete tenia el aspecto de los rancheros de mi país; aquel hombre llamó mi atencion, y la llamó más, porque se dirigia resueltamente á mí. Acercóseme, en efecto, me preguntó mi nombre, se lo contesté; puso en mis manos una carta, leí el sobre, y cuando levanté los ojos, el hombre habia desaparecido. Despues supe que era dependiente de un amigo mexicano que tenia un rancho á tres leguas de San Antonio.
Abrí curioso mi carta, y contenia otra de México; la desdoblé ansioso y cayó un papelito al suelo, papelito que yo recogí.
Eran unos signos, que no letras, de una mano idolatrada, inciertos, borrados con lágrimas; eran los últimos adioses de mi santa madre, que habia muerto levantando su cabeza adorada para oir mis pasos....
No, no es posible que renueve aquí aquel momento de dolor infinito; me siento herido del espectáculo de mi angustia....
Las moradas campestres sonreian á lo léjos blanqueando[498] entre los árboles, feraces sementeras con sus matices de esmeraldas y oro, se tendian en los campos con pompa risueña, los ganados se congregaban con sus mil sonorosos ecos, para descansar en sus establos, y pura y silenciosa en el cielo de Occidente, la estrella vespertina brillaba en el cielo como simbolizando el recuerdo sagrado de la mujer de cuyas entrañas recibí la vida.
Contra uno de los postes de uno de los cercados, coloqué mi cartera, saqué mi lápiz, y tracé los versos que siguen, como quien deja una flor, despues de besarla reverente, sobre un sepulcro querido. Dicen los versos:
La caida de las sombras, no me permitió continuar.
En una tabaquería de la calle principal, abrí, por la bondad de amigos mexicanos, el despacho de los recuerdos de la crónica y de la guerra.
M. Suvervielle, á quien ya conocemos y á quien todo el mundo llama D. Antonio con la mayor familiaridad; M. Poinsart, picante y decidor; Elliot, bebedor empedernido de cerveza; Leal, amante de México como pocos, armábamos grescas de hundirse el mundo.
A ese punto regresaba despues de mi paseo vespertino; pero ántes de poner el pié en el quicio de la puerta, me asió de los brazos, como con dos tenazas de hierro, un personaje al que voy á tener el honor de presentar á mis lectores.
Trátase de un hombrecillo de quien de pronto no se pueden descubrir sino dos ojos de azul de cielo, que se ven como claros de firmamento entre desgarradas nubes, y echo mano de la comparacion porque no sé cómo describir una cara llena de manchones y calados de tizne, en la que lo único que alcanza claridad, son los ojos.
De debajo de un retruécano de fieltro, que llamaremos sombrero, desgobernado y caido por todas partes, se des[501]cuelgan, danzantes y haciendo columpio, guedejas de blancos cabellos.
El cuello, que tiene el aspecto de un clarin boca arriba, está triunfante de dos picos que han salvado los límites de una pechera de cuero, sosteniendo la existencia oculta de la camisa.
Velludos brazos al descubierto, pretina insuficiente dejando en huelga el abdómen, zapatazos de aplanar losas, con la punta hácia arriba, y el tacon avergonzado cubriéndose con la planta.
Tal es mi amigo, frances de orígen, maquinista famoso, adorador de Víctor Considerand y de Alfredo de Musset, mi íntimo amigo desde 1866 y hombre de capacidad privilegiada.
—Este es el plagio, M. Guillermo, y vd. viene á tomar la goutte conmigo, á mi pobre casa, que vd. conoció, á la orilla del rio, á dos pasos de su hotel.
—M. Rève, (así llamaba yo á mi amigo por lo soñador y por lo ideal), allá voy; pero aviso primero á Francisco.
—No, amigo mio, nuestros amigos esperan impacientes, y sobre todo, mis niñitas que he mandado que no se acuesten hasta que vd. las conozca y les dé su beso de bendicion.
—En marcha, M. Rève, en marcha, y no necesitaba vd. tanto para derretir mi corazon de mantequilla. Veamos á mi linda paisana (porque de México es la hermosa señora de M. Rève), que me conozcan las chicas, les haré suertes y les contaré cuentos, y nosotros, dije tarareando La Descente aux Enfers de Beranger
Caminamos alegres á la casita de M. Rève, situada á poca distancia del hotel, escondida en una quiebra de la loma que da al rio y tocando en él su precioso jardin.
Para llegar á la casa se desciende entre árboles, y se baja un alto y tendido escalon, y en el declive ó rambla que va al rio, perdida entre enredaderas y árboles frutales, circundada de vistosísimas flores, está la casita blanca con sus persianas verdes, su pórtico gracioso y sus chimeneas arrojando humo.
M. Rève llegó armando zambra, corrian á competencia sus niñas, el perro iba y venia, caracoleaba entre la gente y se empinaba sobre sus patas traseras para alcanzar el pecho de mi amigo: la señora se adelantó tambien como una chica, gritando: "Fidel, Sr. Fidel, muy bien venido, venga vd. aquí con sus amigos." Triple salva de palmadas y vivas nos recibieron.
M. Rève, despues de un rato de ausencia, volvió limpio, cepillado, peinado y vestido como cualquier prójimo de los que pisan alfombras y se pavonean derramando en los salones esencias de buen tono.
La casita estaba como escondida entre las flores, las piezas son pequeñas, pero reverberando de limpieza y de propiedad y buen órden.
Los amigos que me esperaban eran los mismos que en otro tiempo me llenaron de atenciones; se notaban más canas, más hondas las arrugas de la frente; pero aquellos veteranos del trabajo reian, decian sus chistes picarescos y te[503]nian el corazon abierto de par en par para las expansiones de los tiernos afectos.
Hablábamos de todo, reiamos sin saber de qué; en marcha triunfal invadimos una mesita redonda en el comedor, en la que presidia, entre ramos de frescas flores, un candelabro con una pirámide de luces en el centro, y la señora y las niñas desaparecieron, no sin quedar comprometido á visitarlas al siguiente dia.
Entónces tuvo todo su vuelo la charla; hablóse del prodigioso movimiento de la poblacion. Supe allí que las relaciones con Chihuahua no se interrumpian, y que por el contrario, inmigraban muchos peones de aquellos pueblos, atraidos por la alza de sus jornales.
—¡Oh! los jornales por un lado y la leva por otro, han traido aquí muchos mexicanos.
—Por lo demás, aquí no se ha observado en todo su rigor el sistema yankee que vd. conoce. Ellos, en sus adquisiciones en otros puntos, han hecho la division de tierras; agentes y jueces dependen del Gobierno general: hácese la division, se proclama una ley de impuestos, gravando las tierras no cultivadas é imponiendo graves penas á los que no cultiven; así se verifican los robos con todo el aparato de la justicia; suele acudirse á la autoridad; la autoridad, como los jueces, deciden en favor del Estado y nace el pingüe tráfico de las tierras plumas: por ejemplo, desplumar con este procedimiento á los hacendados mexicanos, seria cosa de un abrir y cerrar de ojos.
Dióse otro giro á la conversacion, se repitieron los bríndis, y M. Rève, en un momento en que consideró su efecto teatral, se levantó, fué á las piezas interiores y volvió[504] conduciendo un hermosísimo álbum que colocó sobre la mesa.
Tenia el álbum, en las caras exteriores de la pasta, dos miniaturas deliciosas de paisajes.
—Aquí tiene vd., M. Guillermo, este álbum que está muy bonita, y que yo compra, porque vd. trabaque por mí. Yo quiere de la poesía de vd.; pero no por el vieco Rève ni por su casita, y sus niñitas y su moquier, que estás muy particular; yo quiere un versa de fantasie poetique.
—Recuerdos de la patria, decia uno.
—Recuerdos de la juventud, decia otro.
—¡Oh, no! M. Prieto; vd. me pintas un vieca muy enamorado, y botellas y muchachas bonitas, y siempre no estás contenta, porque es vieco, y porque no tiene contra el alma.
—¡Magnífico! Venga la pluma, déjenme poner mi tren de escribir sobre la chimenea, y allí escribo y vdes. siguen charlando, y me dan aviso cuando se trate de beber.
M. Rève, loco de contento, me surtió de lo que necesitaba, y yo, sin más ni más, abriendo el libro, dejé caer sobre sus tersas hojas los siguientes versos, en medio de los ¡hurras! los repetidos bríndis y las frecuentes interrupciones:
No es describible el entusiasmo de mis amigos y las expresiones de gratitud de M. Rève, quien ofreció que nadie más escribiria en aquel libro, que él habia comprado como una cajita de oro para guardar un recuerdo de M. Guillermo.
Despues de las doce de la noche, y cuando las calles estaban totalmente oscuras, volví al hotel, donde hallé á Francisco muy preocupado con la cuestion del viaje.
En efecto, todas las facilidades que se ofrecen al viajero para trasportarse; toda la conciencia que adquiere de que está en vecindad inmediata y como unido á cualquier punto de los Estados-Unidos; la misma idea de la distancia que se limita y se borra al frente de una vía férrea, desaparecen[510] luego que los vehículos escasean y que la corriente de transeuntes queda como arremolinándose y buscando salida por el conducto reducidísimo de un carro, un coche de colleras ó un guayin, como aquí sucede.
El guayin hacia viajes dos veces por semana y tardaba en su correría de treinta y seis á cuarenta horas, de San Antonio á Piedras Negras, tocando en Fort Clark por una molestísima desviacion.
El guayin de Texas es como los que conocemos, de nueve asientos estrechísimos, con sus cortinas embreadas, su pescante y su estructura de cajon.
Pero uno es describir el mueble, y otro pasar en él treinta y seis horas mortales, en aquella prision rodante.
De todas maneras, la suerte quiso que demorásemos nuestra marcha por falta de vehículo, y así, no hubo más que apechugar con la situacion y pasar el tiempo lo ménos mal que fuese posible.
Entre las visitas que nos honraron, recibimos la de M. Douay, antiguo amigo de mi familia, persona de clarísima inteligencia y de excelente corazon.
La conversacion de M. Douay nos convenció de la necesidad de sostener en San Antonio activos agentes mercantiles, de que fuesen familiares á nuestros hombres públicos los periódicos de Texas, haciendo que se leyesen en las Cámaras, en las Bibliotecas, etc.; y recogí datos de mi amigo, que pienso utilizar en mis estudios económicos.
A las cuatro de la tarde, el Sr. Leal estaba en nuestro hotel con el objeto de presentarnos á su familia.
Compónese la familia del Sr. Leal, de su señora, un jóven de veinticinco años y una elegante y hermosa señorita.
La familia es netamente mexicana: desatóse la parvada de recuerdos de México, aleteando contenta y llevándonos por todos los lugares más gratos á nuestro corazon.
En el interior de la casa se ven flores por todas partes, cuadros con vistas de México, retratos de mexicanos notables amigos de la familia; y por aquí tejidos de gancho, por allá canastitas de abalorio en los estantes, los trastos con la simetría que suelen colocarse por nuestras señoras en el tinajero, coqueteando la loza de Guadalajara y la de Zinzunza, como representando orgullosa la nacionalidad de la familia.
La señorita cantó y tocó el piano con rara habilidad, el Sr. Leal hablaba de sus viajes y de las campañas de los indios, el chico nos queria instruir del estado actual de Texas, y la señora y yo traiamos al retortero memorias de épocas felices en nuestra patria y entre las personas que nos eran más queridas.
A la caida del sol vino un carruaje por nosotros; las señoras nos hicieron compañía y salimos á recorrer los alrededores de la ciudad.
Ya hemos dicho que la trasformacion ha sido completa: toda la orilla del rio la bordan arboledas y jardines, fincas de campo y estancias deliciosas; por todas partes deja sus huellas la abundancia y la paz, y en algunos puntos parece que ha servido de abono la extinguida miseria, para que aparezca más hermosa y floreciente la poblacion.
La visita del Sr. Leal nos fué en extremo grata.
Entre tanto, á nuestro regreso al hotel se nos dió parte de que quedaban allanadas todas las dificultades, y que dentro de tercero dia partiriamos para Piedras Negras.
Hicimos nuestros aprestos al siguiente dia, y en la noche nos dirigimos á despedirnos de M. Cupples.
La noche estaba oscurísima; aunque en la calle principal habia algunos billares y bar-rooms con luz, al torcer para la casa del doctor se veia negro el horizonte y flameando debilísimo el gas de los faroles, entre el ramaje de los árboles.
Penetramos por el jardin como en excursion misteriosa; tanto así era el silencio que por todas partes reinaba.
Tocamos la puerta; un criado diligente nos abrió y subió con nosotros la escalera.
En la casa se nos esperaba: el saloncito estaba iluminado, la luz que salia de las ventanas resbalaba en los profusos cortinajes de enredaderas del corredor.
Katy y su mamá, despues de saludarnos, sirvieron el café, como de costumbre, diciéndome que el doctor estaba un tanto indispuesto.
La conversacion, con pretensiones de animada, caia en el silencio.... y volvia trabajosa y como por llamaradas á encenderse, para agotarse de nuevo.
Al fin, la señora nos dijo que el doctor acababa de tener uno de sus terribles ataques del pecho que lo ponian á la muerte, y que aun no estaba fuera de peligro.
Katy lloraba, la señora hablaba de la diversion que se nos tenia preparada, y en la que habia puesto tanta diligencia el doctor, quien decia con mucha gracia, "que le habiamos llevado un cargamento de felicidad."
Ofrecimos nuestros servicios; no eran necesarios: Katy me presentó su álbum, y yo no sé qué escribí bajo la dolorosa impresion que me dominaba: puso en mis manos la[513] linda jóven una coleccion magnífica de poetas ingleses, en una lujosísima edicion.
Hondamente conmovidos nos despedimos Gomez del Palacio y yo de nuestros amigos, y cautos, silenciosos, conteniendo el aliento, comenzamos á bajar la escalera; ántes de tocar su término oimos un ruido, alzamos los ojos, y como un fantasma envuelto en su blanca sábana, sobre la que resbalaba la luz como en el mármol, apareció en lo alto de la escalera el doctor, que pálido, desencajado, saltó del lecho á darnos la mano de amigos de su corazon.
Las señoras le contuvieron, nosotros nos precipitamos para desaparecer; pero el doctor hizo un empuje y cayó cerca del término de la escalera, sacando por entre el barandal su brazo descarnado, pero como de alabastro, y diciéndonos:
—Amigos, adios.... mi D. Guillermo, adios.... mucho feliz México.
La noche, la luz única, el cadáver viviente que me despedia, el lugar aquel tan poblado de recuerdos, la conmocion del gran corazon de Francisco, me hicieron una impresion terrible.
Llegamos al hotel: Francisco se encerró á muerte en su cuarto sin hablar palabra; á mí me ahogaba la congoja.
Saqué una mecedora al corredor, y allí permanecí como enajenado, como hundido en estupor profundo mucho tiempo.
—Oiga vd., M. Praits, me dijo un desconocido que estaba, como yo, en el corredor tomando fresco.
—¿Qué mandaba vd., caballero?
—Que vd. se va mañana, y que quiero vd. tome un trago[514] de esta cerveza, por Pancho y Manuelito que son muy queridos.
En efecto, era un jóven de la casa de Miguel y Juan Manuel Gonzalez que, como he dicho, fueron la providencia de los mexicanos que estuvimos en Texas en 1866.
Venciendo el estado de mi espíritu, entré al cuarto de Henry.
—Vd. alemana?
—No, Henry, bebo mejor la de San Luis. ¿De dónde viene vd. ahora?
—De la Laguna.
—Siempre el comercio.
—Sí, señor; pero ahora está perdido.
—¿Cómo hace vd. su comercio en la frontera?
—Yo de cualquier modo; pero en lo general es otra cosa.
—Veamos, cuénteme vd. algo, porque sabe que soy curioso.
—Pues otro trago, y abra vd. los oidos.
Los propietarios ó cultivadores de tierra de Texas tienen una manera de comerciar; otra los comerciantes extranjeros ó americanos no relacionados con México, y otra los rayanos ó comerciantes mezclados entre mexicanos y texanos.
De los primeros tiene vd. conocimiento por las noticias estadísticas, y ese tráfico está íntimamente enlazado con la activísima especulacion de tierras, que asciende á millones, y que da el cimiento sólido de la propiedad á esa increible inmigracion que cada dia se hace más importante, más rica y fecunda.
El solo cultivo del algodon bastaria para dar verosimili[515]tud á esas trasformaciones casi instantáneas de desiertos en pueblos florecientes.
La vía férrea que une á Texas y sus puertos con el Sur y el centro de los Estados-Unidos, comunica preponderancia creciente á esa parte de la Union, desarrollándola en el sentido político y mercantil, de un modo que no me atrevo á explicar, porque Dios no me ha dado chirúmen para meterme en honduras.
Por ahora, y respecto de México, como para la comunicacion fácil y barata tienen los pueblos americanos el ferrocarril, á él acuden para el cambio de sus productos; y por agua, con el auxilio de ese propio ferrocarril, estarán en comunicacion con nuestras costas del golfo.
Los productores de Texas buscan sus mercados en el Norte y el centro de los Estados-Unidos, y esta asercion la puntualizan las tablas de su tráfico, y á esta clase me refiero respecto de los comerciantes no relacionados con México.
Es corto el número de comerciantes que solicitan efectos mexicanos para venderlos en los Estados-Unidos, y el tráfico, que no es muy cuantioso, consiste en pieles de chivo y lana en greña.
—Respecto de los rayanos, continuó el negociante, se toca la gran cuestion de contrabando, y eso tiene mucho que saber.
—Cabalmente es sobre lo que quisiera rectificar mis ideas, expuse yo.
—La cuestion de contrabando, siguió mi amigo, tiene tales proporciones, ha servido de muletilla ó comodin á tan encontrados intereses, se ha ligado á otros de un modo tan[516] extraño, que cuando se le dan soluciones sencillas, una especie de desencanto nos sobrecoge, y creemos parto de nuestra ignorancia la aclaracion, sin ambages ni misterios.
Ante todo, es necesario fijarnos en la posicion geográfica.
Las poblaciones mexicanas que están á la orilla del rio, distan unas de otras, en sus cercanías á Matamoros, pocas leguas, como Reynosa, doce; Camargo, ocho; Mier, cuatro; Guerrero, trece ó catorce; pero aunque la distancia de unas á otras poblaciones es corta, el intervalo es de desierto cubierto de chaparros, de suerte que la vigilancia siempre es difícil.
De Mier á Guerrero hay doce leguas de desierto; de Guerrero á Laredo sesenta leguas, y de este punto á Piedras Negras, la misma distancia, poco ménos.
En esas cien leguas, que tienen de intermedio dos poblaciones aisladas, el rio abunda en vados que se atraviesan á pié, á caballo, en carreta y como se quiere. ¿Qué costo no tendria el establecimiento de líneas de resguardo eficaces? ¿A cuánto ascenderia el mantenimiento de cantones? ¿Cómo se haria eficaz un sistema de contraresguardos como los carabineros españoles, ó como las primeras líneas fiscales de Francia?
Al frente de cada poblacion mexicana hay una poblacion americana rodeada de rancherías, en donde pueden depositarse efectos que se sustraigan á toda inspeccion y hacerse impunemente el fraude.
El arancel americano permite el libre tránsito, por los Estados-Unidos, de los artículos que de allí y Europa van á consumirse á otros pueblos, y al atravesar la frontera, cu[517]briendo toda responsabilidad con un certificado que acredite que han pasado el rio.
A veces una misma familia ocupa localidades de uno y otro lado del rio, sin que persona alguna extraña intervenga en sus tráficos.
Además de lo expuesto, hay hacendados de la frontera mexicana, que vienen muy frecuentemente á San Antonio á proveerse de efectos. A poca distancia del rio están sus tierras, y en ellas el seguro contra toda pesquisa.
Algunas fuerzas militares, sin respeto y sin dependencia del Ministerio de Hacienda, pueden impunemente favorecer el fraude, y ya se ha dado caso de que el comerciante haya hecho sus ajustes dentro de un cuartel, teniendo con eso todo género de garantías.
Por otra parte, como ese tráfico clandestino protege muchos intereses y sirve de sostén á muchas personas, poblaciones enteras se alian á los contrabandistas, los amparan y ocultan, llegando al extremo de que los comerciantes de buena fé no encuentran sirvientes, porque todos sirven con más gusto y mayor lucro á los contrabandistas.
La falta de atencion y la escasez de dotaciones á los contraresguardos, así como las circunstancias de emplearse personas que no conocen aquellas localidades, facilita la corrupcion de los empleados, y así el fraude es mucho más seguro.
Ultimamente ha aparecido y se ha hecho sensible otra causa accidental, que es decisiva en materias de contrabando, y es la falta de puntualidad en las pagas al ejército que guarnece la frontera.
Remitidos los libramientos por el Ministerio de Hacienda,[518] los Jefes se ven precisados á descontarlos con pérdidas enormes; ¿y qué más motivo de desequilibrio y perturbacion que ese comercio?
Por último, la existencia de efectos sin salida en los Estados-Unidos, con especialidad de tejidos de algodon, hace que los comerciantes americanos, urgidos por la realizacion, den sus efectos á un ínfimo precio, á veces con enormes pérdidas, y esto desequilibra todo cálculo y hace irresistible el contrabando.
Por lo mismo, combinar la vigilancia con la baja del arancel, y por medio de un tratado hacer la vigilancia recíproca de las dos orillas del rio, es el medio único de atenuar los males inmensos del contrabando.
—Bien parlao, dijo uno de los convidados, cebando su vaso de cerveza; pero si ahora están las cosas tan turbias mediando el desierto, más lo estarán con la inmigracion: hay una sola línea de ferrocarriles que conduce más de treinta colonos diariamente.
—Eso, eso, dijo otro, mexicano por más señas; pero protegerá el Gobierno de los Estados-Unidos, les dispensará del pago de contribuciones, tendrá agentes y direccion, todo bien pagado y en regla.
—Nada de eso, dijo un Miguelito, listo como una avispa y que se habia enriquecido haciendo de corredor en estos negocios; nada de eso, el Gobierno general no tiene que ver en estas cosas.
El colono acude al Gobierno del Estado dueño de las tierras, se dirige al agrimensor, compra á treinta y dos centavos el acre, é inmediatamente y casi á la vez que construye su casa, siembra trigo, algodon, y plantea su cria de ga[519]nado. Las harinas de Texas se consideran supremas y han merecido premio en la última exposicion.
—Todo eso, interrumpió un viejo, depende de que aquí las aguas son abundantes y México tiene muy contados puntos en que puede hacer esas hazañas la colonizacion. De todas maneras, ella, al querer ó no, independiente de todo cálculo, tendrá que modificar el modo de ser de la frontera mexicana.
—Ayuda mucho al desarrollo prodigioso de Texas, la afluencia de comerciantes de los Estados del Norte y del N. O. que se instalan en éste.
Aquí se encuentra vd. poderosos capitalistas del Missouri, hijos del Norte: son los banqueros, y el tráfico con esos pueblos es cuantiosísimo. No hace seis meses, Fortwotch apénas contaba tres mil habitantes, poco más: hoy tiene ocho mil.
Las orillas del Rio Colorado rebosan en vida, Galveston es un puerto importantísimo, y á Austin no lo conoceria vd.: teatros, colegios, iglesias, monumentos, paseos y mejoras, brotan como por encanto, procediéndose como por improvisaciones, de un modo que deslumbra y aturde.
—Entre tanto, Sr. D. Guillermo, me decia tristemente el viejo, si fuera vd. por donde transitábamos, en la ribera de San Pedro, ya ni las tristes barracas, ni los humildes corrales, ni los insuficientes antros en que vivian los mexicanos, han quedado en pié; y unos fragmentos de ranchería, unos resíduos, es todo lo que queda de nuestra raza y de los señores de aquellas tierras.
Como el gravámen del impuesto se agrava á los terrenos cultivados, y los mexicanos están en la miseria, los remates[520] fiscales fungen de despojo y de confiscacion, y la ley es un instrumento terrible que consuma el robo con todas las fórmulas de la equidad y el bien.
Esta conversacion nos entristeció hondamente, y nos separamos silenciosos evitando cada quien la despedida.
De San Antonio á Eagle Pass (Paso del Aguila).—Castroville.—Orvalde.—Blaskville.—Fort Clark.—Paso del Aguila.—Noche.—La patria.
Fuera de toda broma, el camino, si así puede llamarse la travesía de grandes llanuras, es infernal.
En un espacio de sesenta leguas aproximativamente, hay cuatro pequeñísimas poblaciones y los desmantelados lugares en que se remudan las postas.
En esos parajes se detiene la diligencia unos cuantos minutos; los pasajeros entran en tropel á una desajuarada pieza. En el centro de ella hay una mesita insuficiente; á poca distancia se rebullen contra el brasero unas arpías.
En la mesa impera un jarron de agua negra con el nombre de café. Vense sembrados en la mesa platitos pequeños con tiras de jamon como cortezas de árbol, maíces en crudo cuasi, yema de huevo hecha picadillo, una especie de balas de masa que llaman pan; y si la posta tiene mucho lujo, un pedazo de carne dura medio revolcada en grasa, ceniza y cochambre, que llaman biftek. La agua es salobre, mordente, y poblada de gusanitos inquietos.
Las poblaciones más regulares son Castroville, Orvalde, Blaskville, Fort Clark y Paso del Aguila.
Pero solo en esta última poblacion es en la que se descansa despues de un golpeo de dos dias.
Aunque no faltan conatos de poblaciones nuevas y cultivo,[526] son grandes los tramos de desierto, y el aspecto de los habitantes es triste, bárbaro, presentando el interior de las chozas espectáculos de verdadera miseria.
A veces, como inesperada, á la orilla de un camino se ve una tienda de groceries, ó como si dijéramos, mestiza: á ella se agolpa la gente y hay su remedo de tráfico.
En más de veinte años Castroville, por ejemplo, ha tenido corto desarrollo; los carros de Durango y Chihuahua dan alguna vida á esos lugares, y se la da el contrabando, no en direccion de Piedras Negras como se cree generalmente, sino en la de Laredo por un extremo, y por el otro sobre la Laguna, para dominar Zacatecas, San Luis y Durango, sin necesidad de atravesar el desierto que media entre el Saltillo y San Luis.
A Piedras Negras llegamos á las once de la noche, es decir, cuarenta y seis horas de aporreo contundente.
El Grande Hotel de Eagle Pass, que tiene por frontera Piedras Negras del lado de México, es un corral inmenso que tiene por límite un tendido jacalon: en el corral hay macheros, cuadras y bodegas, y á la habitacion la divide un abierto pasadizo en piezas para los propietarios, y comedor y pieza de dormir de los mártires viajeros.
A nuestra llegada, anunciada con gritos y silbidos, aparecieron algunos hombres en pechos de camisa, á la usanza de Tierracaliente, con chanclas hechas de desechos de botas y botines, mangas de camisa remangadas, brazos velludos, cabezas alborotadas y rostros tostados por el sol y por el whiskey.
Hablaban aquellas gentes á la vez todos los idiomas; pero á derechas, ninguno de los conocidos.
A medida que desembarcábamos del vehículo, entre muchachos, mastines y acarreadores entrometidos, nos señalaban para embodegarnos una pieza que por todo mueble tenia de esos catres de tijera y lona, sin más adminículos.
Pero es el caso que muy poco se cuidaba nadie de que hubiera correspondencia entre el número de huéspedes y el de catres; así es que era muy comun ver que entraba uno á adjuntarse muy orondo al otro que reposaba en profundo sueño, y solia celebrar su advenimiento con un puñetazo.
La poblacion de Eagle Pass se halla frente por frente de Piedras Negras, dividiendo á ambas el rio Bravo del Norte, que corre como en una hondonada entre ambas riberas accidentadas y llenas de desigualdades y malezas.
A trechos se ven las casitas entre las zarzas, como un rebaño esparcido; á veces forman calle en que abundan cantinas y lugares de tráfico.
Pero todo signo de propiedad, elegancia y hasta el recuerdo de las ciudades de los Estados-Unidos, parece extinguirse; es el fondo de la coladera, el resíduo de la poblacion, la orilla del mar en que se depositan espumas y basuras.
En el sitio de la guarnicion militar se percibe más esmerada cultura.
Desde la loma en que está colocado el gran jacalon que era nuestro hotel, más bien se sospecha que se percibe Piedras Negras.
Distínguese el lado mexicano como detrás de un muro, la plaza es extensa y cuadrada, con sus casas bajas de cal y canto, risueñas, abiertas de par en par y con la fisonomía característica de nuestras poblaciones.
Yo tenia que atravesar arena y algo de mal país para percibir, como un enamorado, mi tierra; y luego que la encontré frente á frente, le dije una de piropos y de ternezas, que quedé como fortalecido y contento.
Desde San Antonio habia yo escrito á mi nombre y al de Francisco al General Naranjo, mi amigo muy querido, que nos ajustara un carricoche y unos prácticos del terreno: sus contestaciones fueron de lo más satisfactorias, y el coche fué de más, porque gran parte del camino la hicimos en su carruaje y rodeados de toda clase de atenciones.
Luego que amaneció el 6 de Agosto del año del Señor de 1877, escribí un papelito al Sr. Zartuche, administrador de la aduana, para que se sirviese ordenar lo conveniente para el traslado de nuestros equipajes, que podia cargar con desembarazo una golondrina.
La respuesta fué que esperásemos al Sr. Zartuche, que se disponia á ir por nosotros para acompañarnos.
—Pero, hombre, me decia Francisco, ¿te has vuelto loco? mírate revolviendo tu maleta mártir, mírate sacando de su inercia eterna al escarmenador y al cepillo. ¿Qué te sucede?
—Acicálate tú tambien, vamos á abrazar á la niña: estamos de galanes y de novios.
Y de facto, nos poniamos de veinticinco alfileres, y garbeábamos como unos pollos en aquel reducido espacio que nos dejaban los catres y los yankees medio despatarrados y desnudos.
—El criado me ha dicho, decia yo, dirigiéndome á Francisco y á riesgo de que se diese una cortada, que Naranjo mandó traer unas buenas sandías para que refresquemos al llegar: ahí está con él ese heróico General Falcon, hon[529]ra de nuestra patria, tan fino y caballeroso como siempre.
—¿Y el coronel Nuncio, está? me dijo Pancho, desviando la navaja de su cara.
—Ahí lo tienes, tan seco, tan pelon y tan aparentemente brusco; pero es finísimo: todo lo que tiene de temerario en la guerra, tiene de dulce y de caballeroso en el trato familiar. Y ¿sabes? el viejo Resendis, tan querido de Juarez, ahí está tambien. Anda, yo te anudaré la corbata.
—Déjame en paz.
—Oigo el carruaje. Aquí! aquí! yo soy, Sr. Zartuche, ese Fidel muy campechano y muy de su tierra: venga vd. por aquí.
Es el Sr. Zartuche un anciano florido y de cara abierta y bondadosa; sus patillas, como dos motas de algodon; sus canas, cayendo en hilos de plata sobre su frente tostada por el sol. Zartuche es la misma probidad y el carácter más noble que se puede imaginar.
Yo dejé mi equipo á la buena de Dios, y escalé el carruajito como mejor pude. Francisco saludó y guardó las atenciones que es debido.
Llegamos á la orilla del rio: del otro lado habia algunos curiosos. Descendí del carruaje y me puse de pié en el chalan: veia rielando el sol en las aguas; la orilla de la patria como que se me acercaba tendiéndome sus brazos: me ahogaba la emocion. Cuando salté á tierra, volví mis ojos, y de rodillas, brillando el sol en sus canas y su hermosa frente, ví á Francisco besando la tierra de nuestra patria.
No por imitacion, sino por un acto que no podré explicar, me descubrí tambien y apliqué mis labios á esta patria[530] tan bella, tan llena de infortunios, pero que se hace amar como ninguna otra patria de la tierra.
Miéntras Francisco saludaba y le rodeaban de atenciones nuestros amigos, yo, al rayo del sol y recargado en un desnudo tronco medio hundido en la arena, escribia mi saludo á la patria, cuyo nombre sagrado quiero que cierre, como un broche de diamante, el humilde trabajo que tuve la osadía de titular: Viaje á los Estados-Unidos:
FIN DEL TOMO TERCERO Y ULTIMO
Páginas. | |
TOMO PRIMERO. | |
Retrato del autor (Portada) | 1 |
Puerto del Manzanillo | 4 |
San Francisco | 40 |
Calle de Kearny | 44 |
Palace Hotel | 67 |
Tipos Chinos | 93 |
Clife-house | 130 |
Vista del jardin de Woodward | 133 |
Los wagones de la calle de Clay | 405 |
Templo chino | 425 |
Interior de un carro-palacio en el interior del Pacífico | 505 |
Vistas de las Sierras en el ferrocarril central del Pacífico | 538 |
TOMO SEGUNDO. | |
Calle del Canal (Nueva-Orleans) | 9 |
Catedral francesa y plaza de Jakson (Nueva-Orleans) | 38 |
Correo y Aduana (Nueva-Orleans) | 48 |
Hotel de San Cárlos (Nueva-Orleans) | 51 |
Gran fuente de Cincinatti | 270 |
El Niágara | 305 |
El Niágara (vista del puente) | 309 |
Nuevo capitolio de Albany | 330 |
Broadway | 351 |
Casa del Ayuntamiento | 360 |
El Parque Central | 478 |
Luis Felipe Mantilla | 550 |
TOMO TERCERO. | |
Vista N. del Cementerio de Grenwood | 26 |
El Capitolio de Washington | 391 |
Cámara de diputados | 395 |
La casa del Presidente | 399 |
Ministerio de Relaciones Exteriores | 400 |
Templo católico mexicano de San Antonio | 475 |
End of the Project Gutenberg EBook of Viaje a los Estados Unidos, Tomo III, by Fidel Guillermo Prieto *** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS, TOMO III *** ***** This file should be named 58910-h.htm or 58910-h.zip ***** This and all associated files of various formats will be found in: http://www.gutenberg.org/5/8/9/1/58910/ Produced by Carlos Colón, Adrian Mastronardi, the California Digital Library, and the Online Distributed Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was produced from images generously made available by The Internet Archive/American Libraries.) Updated editions will replace the previous one--the old editions will be renamed. Creating the works from print editions not protected by U.S. copyright law means that no one owns a United States copyright in these works, so the Foundation (and you!) can copy and distribute it in the United States without permission and without paying copyright royalties. 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