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Nota de transcripción


Cubierta del libro

[Pg 1]

NUEVAS INVESTIGACIONES
SOBRE
EL ORIGEN DEL NOMBRE AMÉRICA

POR EL PROFESOR

JULES MARCOU


EXTRACTO DEL BOLETÍN DE LA SOCIEDAD DE GEOGRAFÍA DE PARIS


TRADUCCION

DE

J. D. RODRIGUEZ

MANAGUA

TIPOGRAFÍA NACIONAL

1888


[Pg 3]

NUEVAS INVESTIGACIONES
SOBRE
EL ORIGEN DEL NOMBRE AMÉRICA


I

Introducción

Cuatro hechos dominan y resumen toda la cuestión acerca del origen del nombre de América: 1.º Amerrique es el nombre indio de unas montañas existentes entre Juigalpa y La Libertad, Departamento de Chontales, que separan el lago de Nicaragua de la costa de los mosquitos. En lengua maya significa “País del viento,” “País donde el viento sopla siempre.”

2.º El nombre propio de Vespucci es, en italiano y español, Alberico, en latín Albericus.

3.º Jamás ha sufrido ningún nombre propio tantas variaciones y combinaciones, unas de intento, otras inconscientemente, como el de Vespucci. Semejante confusión es sin ejemplo, es única en la historia de los hombres célebres. Hecha excepción del nombre Alberico, ninguno de los otros nombres se encuentra en las nomenclaturas y calendarios, á la sazón tan ricos, de santos italianos y españoles, y esto en tiempo[Pg 4] del mayor fervor religioso, y de la supremacia absoluta del cristianismo católico romano. Enunciemos algunos de esos nombres: Americus, Amerrigo, Amerigo, Amérigo, Amergio, Americo, Almerigo, Albertutio, Almerico, Morigo, Damerrigho, Armerico, Emeric, Aïmeric, Alméric y Améric. Estos no son diminutivos, ni alteraciones usuales, sea en italiano, español ó francés, de Alberico, Albericus, Albéric, Albert.

4.º En fin, antes de 1507, fecha de la publicación del nombre Americus por Jean Basin, en Saint Dié, no se encuentra este nombre en ningún documento impreso, ni aun manuscrito, de autenticidad reconocida é incontestable.

Mi primera memoria publicada en 1875, “Sobre el origen del nombre América” (Bulletin de la Societé de Geographie, serie 6.ª, tomo IX, pág. 587, Paris) ha tomado al mundo por sorpresa. Uno se resiste á cambiar hábitos seculares que se han hecho clásicos. Sin embargo, las traducciones in extenso, y las citas que de ese trabajo se han hecho en todas las lenguas importantes, ponen de manifiesto el interés que ha despertado.

Con especialidad en los países en donde se habla la lengua española, se han dado muestras de haberse aceptado con gusto la solución que yo ofrezco, y ha sido publicada mi memoria no solo en el Boletín de la Sociedad geográfica de Madrid, correspondiente á Setiembre de 1883, y en el Boletín de la Sociedad geográfica argentina, de Buenos-Aires, en 1884, sino también en periódicos políticos, como el Diario de la Marina de la Habana, en Diciembre de 1882, y el Diario de Centro-América de Guatemala.

Varios periódicos y revistas de los Estados-Unidos, Francia, Alemania é Italia, han publicado noticias y extractos de aquel trabajo; y hánse presentado también no pocas objeciones y dudas.

[Pg 5]

En general puede decirse, que en España y en la América española, ha sido bien acogido el origen indígena del nombre del Nuevo Mundo; que lo mismo lo ha sido en los Estados-Unidos,[1] con cuatro ó cinco excepciones, habiendo sabios que piensen que su erudición les impone el deber á unos de manifestar escrúpulos, á otros de responder con sátiras.

En Francia, Alemania é Italia, se ha dejado ver incredulidad, duda, y se han presentado objeciones, salvo entre un corto número de eruditos, de los cuales citaré al señor Guido Cora, geógrafo de Turín.

Vamos á pasar en revista las críticas, á examinar todos los documentos que se relacionan con la cuestión, y abrigamos la esperanza de demostrar, mediante una acumulación de hechos de los cuales parecen resultar conclusiones inevitables é irresistibles, cuál es el origen verdadero del nombre tan apropiado y tan bello de América, dado al Nuevo Mundo.


II

Sierra Amerrique en Nicaragua—Sus minas de oro—El naturalista Thomas Belt—Nuevos nombres de lugares en la América Central, terminados en iqque, ique, ó ic—Ausencia de nombres de montañas, en los documentos y relaciones impresos en el siglo XVI—Dificultad de hallar la verdad.

Un geólogo y naturalista de talento, el difunto Thomas Belt, autor de The Naturalist in Nicaragua, Londres, 1874, dice que la cadena de montañas que forma la línea divisoria de las aguas, entre el lago de Nicaragua y el río Bluefields, se llama Sierra Amerrique, ó Cordillera de Amerrique; que es formada de[Pg 6] rocas, sembrada de precipicios, con alturas verticales como cortadas á pico, de masas de rocas aisladas y en forma de puntas. Habla de encontrarse con frecuencia la terminación tique ó rique, en los nombres de lugares en Honduras, y piensa que los indios Lencas fueron los antiguos habitantes de Chontales. En fin, Thomas Belt dice, que el oro se encuentra en venas ó filones de cuarzo, en las minas de Santo Domingo, San Benito, San Antonio y Consuelo, explotadas durante tres años, de 1868 á 1871, por la Compañía Minera de Chontales, de que él fué ingeniero. Afirma que no hay placeres que valgan la pena de ser explotados, mostrando con eso, que anteriormente habían sido agotados por los indios ó los españoles.

En carta datada en Londres á 8 de Abril de 1878, Thomas Belt me dice, que cuando él vivió en La Libertad, al pié oriental de las montañas de Amerrique, á menudo había llamado su atención la semejanza de ese nombre con el de todo el Continente; pero que jamás había visto en eso otra cosa que una coincidencia. Se hace cargo de la pronunciación indígena del nombre Amerrique, con doble r: y agrega:—“Las crestas y picos de esta sierra, son desnudas, y batidas constantemente por los vientos violentos que vienen del Pacífico.”

El Doctor A. Le Plongeon, de Mérida, Yucatán, que es el erudito que mejor ha estudiado á los indios de la América Central, y especialmente la lengua maya, me escribió en 10 de Diciembre de 1881, que el nombre América ó Amerrique, quiere decir, “país donde el viento sopla siempre con fuerza,” ó “el país del viento,” y que “algunas veces la terminación iqque, ik é ika, no solo significa viento, aire, sino también el espíritu que respira, la vida.”

En mi primera memoria de 1875, he dado una lista de quince nombres de lugar, indígenas de la América[Pg 7] Central, y que terminan todos en iqque, ique ó ic. Esta última terminación se escribe indiferentemente ic, ique, ó iqque, la ch al fin de un nombre se pronuncia como k ó c.

He aquí otros diezinueve nombres de lugares, con la misma terminación: Tepich, Xoncanich, y Cancabtic, en Yucatán; Tenosique, en Tabasco; Chirique, Tuquerrique ó Tucurrique, Bruzhik, Brunhik, Izguizhik, Berbazhik, Tayutique ó Tuyotique y Turiric, en Costa-Rica; cerro de Cunchique, en el Salvador; Mizquic ó Mizquique, en Méjico; Zapotitlic, en Jalisco; Pitic y Saric, en Sonora; Tajique, en Nuevo Méjico, y Munchique, en Colombia. En fin, citemos el nombre Ameralik, distrito de Groenlandia, cerca de Godthaab, á 64° 5′ latitud Norte, y 51° de longitud.

Después de las montañas de Amerrique, de Nicaragua, tenemos las de Lepaterrique de Honduras. Observemos, que todos los nombres indígenas americanos, de lugar, son descriptivos de aquel á que se aplican.

Conviene decir, que de los documentos que poseemos sobre la América, sea que traten de demarcaciones, concesión ó confiscación de propiedades por letras patentes ó reales cédulas, ó que contengan descripciones de provincias ó nuevas exploraciones en ninguno se halla nunca un solo nombre de cadena de montañas, de mesetas ó llanuras. Encuéntranse nombres de provincias, villas, pueblos, ríos, puertos de mar, bahías, cabos, y algunas veces de valles. Esta omisión en la geografía física, muestra que la ciencia de la descripción exacta y topográfica de un país, no existía, y explica cómo no se encuentra el nombre de la Sierra de Amerrique, en ningún documento antiguo de la América Central.[2]

[Pg 8]

Tan numerosas son las incertidumbres y contradicciones, en cuanto concierne á los navegantes y á los descubrimientos geográficos, de fines del siglo XV y principios del XVI, que Humboldt dice con justicia:—“En la cronología de los descubrimientos, confúndense, á la sazón, las fechas, las naciones y los hombres.”[3] Y si Saint Beuve ha podido exclamar respecto de los acontecimientos y de los hombres de nuestro siglo:—“¡Cuánto trabajo cuesta hallar la verdad, y con cuántas dificultades se tropieza en el camino!” ¿qué sucederá, cuando se trata de cosas de hace cuatro siglos? ¿Qué deberá hacerse para distinguir lo verdadero de lo falso, y trasformar en luz vagas vislumbres? Examinar de cerca, comparar y hacer converger todo lo que se halla á nuestro alcance: por una parte los datos históricos impresos en la época misma; y por otra, los manuscritos que vayan encontrándose, ó que hubiesen sido impresos largo tiempo atrás: en fin; darse cuenta exacta de las condiciones sociales de la época.


III

Primer viaje de Vespucci, de 1497 á 1498—Ultimo viaje de Colón, de 1502 á 1503—Su permanencia al pié de la Sierra Amerrique—Espejos de oro de los indios de la costa de mosquitos—Razones que impidieron á Colón hacer mérito de la Sierra de Amerrique en su Lettera Rarissima—Quinto viaje de Vespucci en 1505, á la costa de los moscos—El nombre Amerrique propalado por la tripulación y oficiales de esta expedición—Schöner declara desde 1515, que el nombre Amerrique (América) era ya popular.

Comencemos por citar viajes y descubrimientos—Si se acepta la opinión de Varnhagen[4] de que Vespucci[Pg 9] efectuó su primer viaje de 1497 á 1498, que el navío en que lo hizo tocó en las cercanías del Cabo Gracias á Dios, y que otros dos días de navegación le llevaron al Cabo Camarón, en la costa meridional de Honduras; veremos por su relación, que los caribes tenían oro, pues portaban ornamentos de este metal, que los indígenas decían haber tomado á sus vecinos, con quienes estaban en guerra. Esos vecinos son, el día de hoy, los indios de la costa de mosquitos, situada al pié oriental de las montañas de Amerrique. Hay en esto una especie de luz que permite suponer que Vespucci y sus compañeros han debido ser los primeros europeos que pronunciaron el nombre Amerrique.

Cristóbal Colón, en su cuarto y último viaje, se detuvo largo tiempo en Cariai, á la embocadura del río Bluefields, en la costa de los mosquitos, en frente, y al pié de la Sierra de Amerrique. Allí hizo reparaciones á sus navíos, y dió descanso á sus tripulaciones. Allí vieron los europeos que los indios portaban como adorno, espejos de oro, pendientes del cuello—Interrogados con frecuencia, de dónde venía aquel oro, los indios designaron varios países que lo producían en abundancia. Colón no cita en su relación más que el de Veraguas; pero dice expresamente que los indios nombraron otras muchas localidades abundantísimas en oro.[5] Aquellos indios vivían al pié oriental de los montes de Amerrique, á muy corta distancia de las actuales minas de oro de La Libertad,[6] y no es posible que el nombre Amerrique no[Pg 10] hubiese sido con frecuencia pronunciado por ellos, en respuesta á las incesantes preguntas de los europeos, harto ávidos de oro.

En efecto, es bien sabido, que el móvil principal y casi siempre único de los viajes de descubrimiento, era el oro, y que así los jefes como las tripulaciones, no tenían casi otra preocupación que la de obtener la mayor cantidad posible del precioso metal.

Colón no se cansaba de prodigar elogios al oro de los países que había descubierto. Cada vez que entraba á alguna gran población de España, hacía colocar al cuello de un indio de Haití que había llevado consigo en su segundo viaje, una magnífica cadena de oro, con peso de seiscientos castellanos. En uno de sus informes dijo, “que había apartado pepitas de oro, tamañas como huevos de gallina ó de pato, que quería llevar á la Corte de España, intento que le frustró el Comandante Bobadilla.”

Habiendo dejado la región situada al pié de la Sierra de Amerrique, Colón tocó veinticinco leguas más al Sur, en el país de Veragua, que él menciona en su relación. A Colón le pareció que esta era la provincia donde el oro se hallaba en mayor abundancia. Además, fué allí donde hubo la primera indicación de la existencia de un mar al Oeste (el mar del Sur). Estas dos consideraciones deben de haber fijado en su espíritu el nombre de Veragua, que debe de haberse adherido más fuertemente al lugar que los de las otras regiones de la costa fuera de Gracias á Dios; y como este último viaje fué descrito por Colón, ya viejo, enfermo, disgustado de las injusticias de que había sido víctima, no es sorprendente que en su relación no haya citado todos los nombres nuevos, cuanto bárbaros, que había oído de boca de los naturales con quienes estuvo en comunicación.

Por lo tanto, de que el nombre Amerrique no ocurra en la Lettera raríssima, no puede seguirse que[Pg 11] Colón y sus compañeros no lo hayan oído, ni lo hayan repetido con frecuencia á su regreso á Europa: esta sería una suposición de las menos probables, y contraria á lo que ha sucedido á todos los navegantes y descubridores de tierras nuevas, ricas en oro.

Humboldt dice, que en las Quatuor Navigationes de Vespucci casi no se encuentran indicaciones geográficas; y añade:—“La omisión de los hechos y sitios más memorables, caracteriza casi en el mismo grado muchas de las relaciones fragmentarias publicadas en los primeros años del siglo dieziseis.”[7]

Admitido el quinto viaje de Vespucci en 1505,[8] y que durante él visitase las costas de Centro-América, y que haya visitado Veragua y la costa de los mosquitos, es probable que este navegante se detuviese á la embocadura del río Bluefields, y que se comunicase con los indios “de los espejos de oro” del pié oriental de la Sierra de Amerrique.

Así, de 1497 á 1505, tenemos tres indicaciones históricas, bastante ciertas, de desembarcos y comunicaciones de los españoles, á las órdenes de Colón, de Pinzón, de Solís ó de Cosa, en dos de las cuales estuvo Vespucci. ¡Cuánta razón para que hombres poseídos de la sed de riquezas, y especialmente de oro, hayan oído y llevado á Europa, y repetido mil y mil veces en sus conversaciones, el nombre de uno de los lugares más ricos en oro, esto es, el nombre indígena de Amerrique! Tal es la razón principal que hizo decir á Schöner en 1515, que á la sazón este nombre era ya popular y generalmente empleado.


[Pg 12]

IV

Documentos impresos antes de 1507—Primera carta sobre el tercer viaje de Vespucci—Diezinueve ediciones todas con el nombre propio Albericus—Segunda carta sobre los cuatro viajes de Vespucci; edición italiana de 1506, con el nombre propio Amerigo—Otras ediciones italianas que llegan hasta 1519, con el nombre propio Alberico.

Llegamos ya al examen de documentos impresos. Veamos desde luego los que aparecieron en 1507, fecha de la famosa Cosmographiæ Introductio, del Gimnasio Vosgense. Aquí sabemos á qué atenernos, al menos en lo tocante al título de las publicaciones, y al nombre propio dado á Vespucci, pues hasta aquella fecha no hay razón alguna que induzca á suponer la existencia de alteraciones, voluntarias ó inconscientes, de ese nombre. A lo sumo podrán invocarse errores tipográficos ó de lectura defectuosa de los manuscritos, para la creación de un nombre propio renco y estropeado.

A este propósito dice Varnhagen:—“Desde el momento que se examina á Vespucci en sus propias obras, comienza el caos, y la duda surge por todos lados.” Ensayemos á separar lo verdadero de lo falso, comparando las obras publicadas por aquella misma época.

El señor Henry Harrise, en su excelente y bella obra Bibliotheca Americana vetustissima, en dos volúmenes, publicados el primero en Nueva York (1866), y el segundo con el nombre de Additions, en Paris (1872) nos da con gran cuidado y loable exactitud, el título de diezinueve publicaciones, del tercer viaje ó primera carta de Vespucci, hechas antes de 1507. Ahora bien, en todas se encuentra como nombre propio de Vespucci, el bien conocido nombre Albericus, sin ninguna variación. El nombre de Vespucci varía[Pg 13] de la manera siguiente: Vespucius, Vesputius, Vespucci, Vespuctius y Vespotius.

Dice el señor Harrise, que del tercer viaje de Vespucci, hecho bajo bandera portuguesa, existen once ediciones en latín, sin lugar ni fecha (pero todas publicadas probablemente en el mismo año de 1504 á 1505.) En este viaje Vespucci por vez primera declara, que las tierras nuevamente descubiertas deben llamarse Nuevo Mundo, “más habitado de pueblos y animales que nuestra Europa, que el Asia ó el Africa.”[9]

La relación de este viaje, dirigida en idioma que no era el latín sino probablemente el italiano, á Laurent Pier Francesco de Médicis, residente entonces en Paris, fué traducida al latín por un arquitecto italiano, monge de Verona, dominicano que se hallaba empleado en la construcción del puente Notre Dame, y del Petit Pont, en Paris. Ciertamente, estos dos compatriotas italianos de Vespucci, sobre todo su amigo y conciudadano florentino Médicis, deben de haber conocido con exactitud su nombre propio, y al emplear el de Albericus ó Alberico, debe juzgárseles muy autorizados.

Después de esta carta de 1503, ó quizás de fines de 1502, carta suficientemente auténtica e indiscutible, en cuanto á su publicación repetida muchas veces con anterioridad á 1507, tenemos, con referencia al nombre propio Albericus, la segunda carta de 4 de Setiembre de 1504, no menos auténtica, pero sobre la cual es dudosa la fecha de la primera publicación—Está escrita en italiano bárbaro, españolizado, y dirigida al gonfaloniero de Florencia, Piero Saderini, amigo de juventud y de estudios de Vespucci.

Siguiendo á Varnhagen, la edición princeps es italiana, hecha en Pescia, cerca de Florencia, en 1506—La[Pg 14] edición latina de Abril de 1507,[10] es de Saint Dié, por el Gimnasio Vosgense, traducción del Canónigo Jean Basin, de un texto francés, que hoy es desconocido, y que fué sacado del original italiano. El título italiano es así: Lettere di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente trovate in quattro suoi viaggi—Sin fecha.

Esa fué la primera vez que un documento impreso en aquella época, dió á Vespucci el nombre propio de Amerigo. Digamos desde luego, que las publicaciones italianas posteriores á 1506, y que llegan hasta 1519, en número de cuatro, todas le dan el nombre de Alberico; que la de 1521 le da el de Albertutio, y que no es sino á partir de 1745, cuando se publicó el panegírico de Bandini, es decir, más de dos siglos después, que las publicaciones italianas, al ocuparse particularmente de Vespucci, le dan por nombre propio el de Amerigo.

Estas dos cartas de Vespucci es cuanto nos queda verdaderamente auténtico, con todo y ser claro que los originales han sido perdidos, ó han dejado de existir.


V

Bautismo singular de Saint Dié, Lorena, en 1507—Investigaciones y opiniones de Alejandro de Humboldt—¿Es Amerigo nombre propio, es apelativo ó es apodo?—Vespucci primer americano.

Fué en Saint Dié, pequeña población perdida al pié occidental de los Vosgos, muy lejos de Nancy, de Metz y de Strasburgo, y que no se distingue por otra cosa que por ser la sede de un obispado que viene[Pg 15] desde el siglo VII, obispado debido á la fundación de un monasterio por Sanctus Deodatus de Nevers; fué en este Saint Dié, que en Abril de 1507, ocurrió lo que se ha llamado “el singular bautismo del Nuevo Mundo, descubierto por Cristóbal Colón.”

He aquí como se expresa Alejandro de Humboldt:—“He tenido la felicidad de descubrir muy poco há, el nombre y los trabajos literarios del personaje misterioso que propuso el primero, en 1507, el nombre América para designar el nuevo Continente, y que se oculta á sí mismo bajo el nombre griego Hylacomylus.”....“Resulta de mis investigaciones, que el nombre América ha sido, cuando menos, inventado, y propagado por la ignorancia de este viajero (Vespucci).”[11] En otro lugar[12] Humboldt dice:—“A mi juicio no hay más que otro ejemplo de esta peligrosa celebridad, adherida, como la de Vespuce, sea á hombres ó cosas, por una reunión fortuita de circunstancias.” Y más adelante:[13]—“Es probable que Vespuce jamás supo la gloria peligrosa que se le preparaba en Saint Dié, en un lugarejo situado al pié de los Vosgos, y cuyo nombre verosímilmente le fué desconocido.” Hasta la época de su muerte (en Sevilla, á 22 de Febrero de 1512), el nombre América, como denominación de un Continente (America, Amerige, Americi terra) solo se halla en dos obras impresas, la Cosmographiæ Introductio, de Martin Waldseemüller, y el Globus Mundi, etc., (Argentor: 1509.) Hasta aquí no hay prueba alguna de relación directa entre Waldseemüller, impresor de Saint Dié, y el navegante florentino. Las Quatuor Navigationes que registra la Cosmografía del primero, son traducidas de vulgari gallico in latinum.

[Pg 16]

Aceptando la opinión de Varnhagen, de que la segunda carta de Vespucci, datada en Lisboa el 4 de Setiembre de 1504, fué en seguida publicada en italiano, á principios de 1506, en Pescia, tendremos por la primera vez, un documento impreso en la misma época, y que nos da la palabra Amerigo como nombre propio de Vespucci. Pero hay todavía más: es la primera vez que el nombre Amerigo se encuentra en un impreso, ya sea éste ejecutado en Italia, ó en otra parte; nombre completamente desconocido hasta entonces, y que no existe entre los nombres de santos que se usaban á la sazón como nombres propios.

Es muy importante observar, que el cuarto y último viaje de Colón fué de 1502 á 1503; que en Setiembre de 1503 fué conocido en Europa el resultado de este viaje, por la llegada de dos subalternos, Méndez y Fiesco, enviados de Jamaica por Colón, y que Vespucci, que vivía entre marineros y pilotos, que eran las gentes de su esfera, tuvo toda ocasión de conocer los detalles de este viaje. Puede suceder que á la sazón haya conocido el nombre Amerrique, que por segunda vez oía, como el de un país rico en oro, si en efecto supo en su primer viaje de 1497, de donde venía el oro que los indios le habían mostrado.

¿Pues cómo puede explicarse que habiendo llevado Vespucci hasta 1504, el nombre Alberico, bien conocido como nombre cristiano, le haya sustituido con el de Amerigo, que era desconocido en Europa? ¿Lo tomó como sobrenombre?, ó no es más que apodo que los marinos de los puertos de la Península ibérica le dieron por su persistencia en hablar de Amerrique? Estas son con frecuencia las causas vulgares y familiares de los apodos[14] entre las gentes de mar, y[Pg 17] cuyo origen se oculta rápidamente con la dispersión de los que los inventan ó usan, subsistiendo, sin embargo, y trasmitiéndose de boca en boca, y haciéndose permanentes, sin que pueda saberse el punto de partida.

Mi impresión, después de un dilatado estudio de este asunto, es que, ya dado por otros, ó tomado por él mismo, el nombre Amerigo pareció á Vespucci mejor que el común y conocido Alberico. En efecto, el nombre Amerigo parecía recordar, mediante una designación extranjera, y por el país del Nuevo Mundo que lleva la de Amerrique, que entre los Vespucci de Florencia, era aquel el gran viajero y explorador de países nuevamente descubiertos. En una palabra, el nombre Amerigo es más bien un calificativo que un nombre propio; pudiendo decirse que Vespucci fué el primero á quien se dió un nombre tomado del Nuevo Mundo, y que fácilmente se trasformó en Americo como más apropiado al del origen, que es Amerrique: y en este sentido puede también asegurarse que Vespucci fué el primer Americano. Es decir, que en lugar de tener el honor de dar su nombre á la cuarta parte del mundo, de ésta salió el sobrenombre que lleva, trocado en nombre por el uso, y que lo ha hecho célebre; siendo además el primer europeo que ha tenido tal honor.

¿No se dice el día de hoy el “Chino Gordon,” para designar al héroe de Khartoum? ¿No es llamado Congo Stanley, el gran viajero y descubridor del curso del Congo? ¿Por qué no habría podido decirse Amerigo Vespucci en 1504? ¿No tuvo Roma á Escipion el Africano y otros por el estilo?

El cambio del nombre propio de Vespucci efectuado[Pg 18] entre la fecha de su primera carta, que debe ser Marzo ó Abril de 1503, y la de la segunda, que es de Setiembre de 1504, es un hecho incontestable, sobre el cual hasta ahora no se ha llamado la atención, pues todo el mundo se ha contentado con admitir que el nombre propio de Vespucci ha sufrido numerosas variaciones. ¿Cómo no ha sucedido igual cosa con los nombres de los otros navegantes? ¿No han sido siempre los mismos los nombres de Colón, Vasco de Gama, los Cabotas, Cortés, Pizarro, Magallanes, Cartier, etc., etc. Solo el de Vespucci cambia y es sustituido por otro que no se conoce en Europa, y que no tiene más analogía que con el de un lugar del centro del Nuevo Mundo.

Todo lo dicho se funda en documentos impresos en aquella época, y cuya autenticidad es indiscutible. Más adelante hablaremos de los manuscritos aparecidos después, impresos ó autografiados, en que no solo se halla el nombre Amerigo, sino también Americus: muchos de estos documentos han sido falsificados (ó llevan al menos graves sospechas de haberlo sido) para satisfacer á los amantes de autógrafos, ó á los panegiristas á todo trance, que han creado genealogía y antecedentes á un hombre oscuro, que fué célebre hasta largo tiempo después de su muerte.


[Pg 19]

VI

Cosmographiæ Introductio del Gimnasio vosgense—Citas de los nombres Americo, Ame-rige—Explicación de Alejandro de Humboldt, que atribuye al nombre Americus procedencia germánica—Etimologías fantásticas—Traducción latina, con el nombre de Quatuor Navigationes, por el Canónigo Basin, de la segunda carta de Vespucci—Rareza del librito de Saint Dié—D’Avezac y su libro “Martín Hylacomylus Waltzemüller.”

Hemos llegado al punto más importante, conforme al parecer de los críticos que se han ocupado de la denominación del Nuevo Mundo, desde 1507, época en que vió la luz en Saint Dié la Cosmographiæ Introductio del Gimnasio vosgense, que contenía “un nombre geográfico inventado accidentalmente lejos de España, é inscrito en las cartas á falta de publicaciones sobre los viajes de Colón á las costas del Paria y de Veragua.”[15]

Me reservo para más tarde citar el pasaje famoso, tantas veces citado y reproducido, que forma la única partida auténtica de bautismo del Nuevo Mundo—Digamos solamente, que al margen de este pasaje se halla escrito el nombre Americo. Dos fojas antes, á la décima tercia, marcada C, en la tirada ó edición de 1507, que tengo á la vista,[16] al frente del pasaje......et quarta orbis pars (quam quia Americus invenit Amerigen, etc.) el nombre Ame-rige se halla en dos líneas al margen.

Humboldt dice:—“Los contemporáneos de Vespuce han traducido Amerigo en latín, no por Americus, como debieron hacerlo, sino por Albericus.” “Gomara, en su Historia de las Indias (Zaragoza, 1551) reune al nombre italiano el nombre latino, llamándole[Pg 20] Americo ó Alberico Vespucio.”[17] Mathurin de Redouer ha confundido Eméric, Aïmeric, Almeric y Alberic. Y el gran panegirista de Vespucci, el Abate Bandini, pretende que el tío mismo de Vespucci le designó con el nombre Emericus. (Véase Bandini, pág, XXVIII.)

Y una vez lanzados en el campo de las explicaciones más ó menos fantásticas, que no han podido ajustarse ni al italiano ni al español; é ignorando Humboldt, por otra parte, la existencia de una región geográfica del Nuevo Mundo, que llevaba el nombre indígena Amerrique; se acogió á la lengua alemana, fuente inagotable de erudición, en tratándose de nombres propios. Humboldt no vaciló en declarar, con su amigo el sabio lingüista de Berlín, von der Hagen, que el nombre Americus es de origen germánico; lo que, añade ingénuamente, “no debe dudarse, siendo el cosmógrafo Hylacomylus, nativo de la Alemania Meridional.”[18] Es necesario leer las páginas, de la 53 á la 59, del Examen Crítico de la Historia de la Geografía del Nuevo Continente, por Alejandro de Humboldt, para formarse una idea de todo lo que es posible imaginar en punto á etimologías, donde se hace intervenir las lenguas germánicas, inclusive el alto alemán antiguo, las lenguas romanas y hasta el sanscrito. Y toda esta erudición, á efecto de explicar un nombre usado por los pobres indios de la costa de mosquitos, para designar la región de Amerrique á los primeros navegantes, ávidos del oro que de allí provenía.

Las Quatuor Navigationes de la Cosmographiæ Introductio, ó sea la segunda carta de Vespucci, según la clasificación de Varnhagen, fueron una traducción del francés al latín, por el canónigo Jean Basin de[Pg 21] Sandocourt (Joannes Basinus Sendacurius) ó de Sendacour, según d’Avezac.[19] La primera traducción francesa del original italiano es, tanto como su autor, desconocida, y es bárbara y españolizada. Si entonces fué publicada, ya en forma de opúsculo, ó como hojas volantes, de ello no hemos encontrado rastro alguno.

Observemos de paso, que todo cuanto se hacía camino al docto Gimnasio de Saint Dié, era de segunda, y aun de tercera mano. De allí la ocasión de errores, multiplicados por la inexactitud á que siempre fueron propensos los poetas y cosmógrafos del Renacimiento, y que explica, al menos en parte, las que brillan en el célebre volumen de Saint Dié.

Jamás se ha publicado librito alguno más preñado de inexactitudes y errores. En él se encuentra impreso por la primera vez el nombre latinizado de la mitad de la tierra, el nombre de todo el Hemisferio Occidental. Y para más rematar la curiosidad, este librejo es una verdadera obra de aficionado, una bella muestra de trabajo tipográfico, de los cincuenta primeros años del arte de imprimir. Además, es rarísimo. Esta obra célebre ha sido la desesperación, el rompecabeza, el objetivo de la codicia, de todos los bibliófilos americanistas, desde hace medio siglo.

Alejandro de Humboldt, que fué el primero en reconocer su grande importancia, dice que es una obra “preparada con el mayor descuido por un librero (reconocido como muy oscuro) del pueblecito de Saint Dié, en Lorena.”[20] El vizconde de Santarem, la mira como “fuente de tantas injusticias, engaños y confusión.”[21]

[Pg 22]

Humboldt, de Santarem, von Varnhagen, Harrisse, Eyriés, Yéméniz, Chartener, Firmin-Didot, Brunet, Major, Lenox, Barlow, Brown, de Costa, Winsor, Deane,[22] Navarrete, Orozco, Uricoechea, etc., etc., todos los americanistas de los dos mundos han examinado esta edición. Ha sido vuelta y revuelta en todo sentido. Jamás ninguna joya—y es esta una de las más raras y magníficas—ha sido vista y estudiada con mayor atención. Cuando uno ha tenido la fortuna de hacerse con uno de los doce ó quince ejemplares existentes, lo toca con recelo y con cierto respeto mezclado de profunda curiosidad, estudiando sus fojas una en pos de otra. El precio que ha alcanzado en almoneda, por ejemplar de la tercera edición, que es la menos rara, ha sido de 1,700 y 2,000 francos, que es bonito dinero por un librejo de cincuenta y dos fojas, cuarto menor. El único ejemplar de la primera edición, que es el de Eyriés, y que pasó en seguida á la biblioteca de Yéméniz (de Lyon) si fuese puesto á la venta, alcanzaría 4,000 ó 5,000 francos, y probablemente aun más.

Pero de todos los geógrafos bibliófilos, el que mejor ha estudiado esta mal pergeñada obra, es el sabio Marie-Amand-Pascal de Castera Macaya d’Avezac.

En un libro[23] que le hace el más grande honor, y al que, con modestia suma, no le puso su nombre, contentándose con el de “Un geógrafo bibliófilo,” casi ha agotado la materia. Poco menos que temeridad es abrir nuevamente la discusión sobre cuestiones que deben considerarse juzgadas por semejante[Pg 23] maestro. Es verdad que d’Avezac, como Alejandro de Humboldt y tantos otros, ignoró la existencia de la Sierra de Amerrique; y eso por la razón muy autorizada, que él mismo da, de que “Los países primeros en ser descubiertos, como Veragua, etc., etc., están el día de hoy olvidados y casi desiertos.”

Es necesario también decir, que d’Avezac, á ejemplo de todos los investigadores, ha terminado por hacer de Waltzemüller, una especie de héroe perseguido, ó al menos tratado con injusticia; y que en sus “discursos y digresiones” se dejó llevar muy lejos acerca de este dibujante de mapas, con escudos de armas muy elaborados y repulidos, que se llamó Martin Hylacomylus, de Friburgo en Brisgau. No solo no participo de su entusiasmo, sino que voy á demostrar que d’Avezac ha sido inconscientemente injusto en sus críticas contra los miembros del Gimnasio vosgense, á quienes no hace bastante justicia.


VII

Variedad de opiniones acerca de la posición que ocupaba Waltzemüller en Saint Dié—Él mismo nos dice que era director de imprenta y dibujante de cartas adornadas con escudos de armas—Imprenta de Saint Dié, llamada de los Luds (Gualterio y Nicolás)—Personal del Gimnasio vosgense—Los canónigos Gualterio Lud, Pedro de Blarru, Juan Basin y Laurent Pilades, y los legos Nicolás Lud, Mathias Ringmann, Sinforiano Champier y Jehan Aluys.

La primera cuestión que se ofrece, y que no ha sido resuelta de una manera satisfactoria, es la siguiente: ¿Cuál era la verdadera posición de Waltzemüller en Saint Dié?

Ignórase cuál fué, hasta el año de 1507, la vida de este alemán de ultra-Rhin. En esa época, Waltzemüller, á quien hallamos inscrito en la matrícula de los[Pg 24] estudiantes de Friburgo, bajo el nombre de Martinus Waltzemüller, de Friburgo, Constantiensis dyœcesis, hizo su aparición en Saint Dié, á donde fué llamado por el canónigo Gualterio Lud, Secretario del duque de Lorena, Mecenas y jefe reconocido del Gimnasio vosgense. Pero en calidad de qué llegó allí, qué era?

Alejandro de Humboldt dice:—“Es un hombre oscuro que fué á comer pasas á Lorena, quien inventó el nombre América.”[24] En esto puede reconocerse la grande imaginación, con sus ribetes humorísticos del célebre autor del Cosmos. En otra parte le llama “librero del pueblecito de Saint Dié;”[25] Waltzemüller impresor de Saint Dié[26] “....la idea que se ocurrió á un sabio de Lorena de aplicar en 1507, al Nuevo Mundo, el nombre de Americ Vespucci;”[27] “Hylacomylus había establecido poco antes de 1507 una librería” (libreríam officinam);[28] en fin le llama también profesor de Lorena, y sabio oscuro.

Varnhagen llama á Waltzemüller “oscuro geógrafo;”[29] Brunet, el célebre aficionado á libros, y autor del Manual del Librero, dice que Waltzemüller era impresor. Según Mr. Harrisse, Waltzemüller fué profesor en el Gimnasio de Saint Dié (who held a professorship in the Gymnasium of Saint Dié.)[30] En fin, d’Avezac le convierte en matemático, en sabio laborioso é infatigable.[31]

Títulos le sobran, y calidades tiene muchas, como se puede ver de todo esto. Pero su verdadero título[Pg 25] no está allí mencionado, y Waltzemüller mismo es quien nos enseña cuál su posición era en Saint Dié.

Al pié de la última página de la Cosmographiæ Introductio, hállase la marca tipográfica del Gimnasio vosgense, en la que constan el lugar y la fecha de la impresión. Esa marca es una figura muy simple, que se destaca en blanco en un fondo negro-oscuro, cuyo fac-simile se encuentra en el Manual del Librero y del aficionado á los libros[32] de J. C. Brunet, indicio cierto de la originalidad y valor de la viñeta.

He aquí su descripción. Un rectángulo levantado en forma de horca, con orladura blanca, orladura cuyo borde está engazado en negro. En este rectángulo, y destacándose en blanco, hay una doble cruz de Lorena, en un círculo de diámetro horizontal, con resplandores que acompañan á la doble cruz, y que están colocados perpendicularmente en el diámetro. Entre el palo más grande de la cruz y el círculo, las letras mayúsculas S. D. (Saint Dié). En el círculo, á cada lado de los resplandores perpendiculares al diámetro G. L. (Gualterio Lud) y N. L. (Nicolás Lud): por último, debajo del diámetro, como final muy aparente, las letras M. I. entrelazadas (Martin Ilacomylus)—En seguida, debajo de la viñeta, la fecha de la impresión, en caracteres movibles de imprenta.

Para obtener la explicación de esta singular marca tipográfica, cuyos detalles no han sido estudiados hasta el día de hoy, es necesario consultar la edición de la Cosmographiæ Introductio que Waltzemüller, descontento de la que había salido de Saint Dié, en[Pg 26] Mayo y Setiembre de 1507, hizo tirar de su cuenta en Strasburgo en 1509. Esta edición termina al frente de la foja treinta y dos, con la siguiente marca tipográfica:

Pressit apud argentora-
cos hoc opus ingeniosus vir Johannes
Gruninger. Anno post natum Sal-
vatorem supra sesqui mil-
lesimum nono.
Joanne Adelpho Mulicho Argentinensi castigatore.

Este director ó corrector era el médico de Strasburgo Jean Adelffus de Mühlingen, erudito célebre después como biógrafo de Federico Barbarroja. Y la marca tipográfica hecha á la vista de Waltzemüller, para su propia edición, explica el misterio de la de Saint Dié.

Demos aquí de ésta una idea, aunque sea grosera.

S. D.
G. L. N. L.
M. I.

Las dos últimas letras están entrelazadas.

Ahora comparemos. Primero, el nombre de lugar, Strasburgo en la una; Saint Dié en la otra. En seguida el nombre del impresor, Jean Grüninger en Strasburgo, y los de los dos Lud en Saint Dié.

[Pg 27]

En fin, abajo, á la vista, el nombre del corrector, con su título en la edición de Strasburgo, como el monograma de Martin Ilacomylus, abajo también, y á la vista, nos muestra el verdadero lugar de Waltzemüller en la imprenta de Saint Dié, en la que era corrector, ó sea castigatore, como lo era Mühlingen en la imprenta de Strasburgo.

Esta explicación es incontestable; y yo no he hecho más que una aplicación legítima del procedimiento de identificación de funciones, mediante la posición respectiva de dos marcas tipográficas de aquella época, hechas para una misma obra, por la persona, ó á la vista de la persona, más interesada en ella.

La imprenta corría bajo el nombre de los Lud, de los cuales, Gualterio la había instalado, sufragaba los gastos y era el responsable ante el duque de Lorena. Es esto tan cierto, que en la Historia de Saint Dié por Gravier, jamás se encuentra el nombre de Hylacomylus, mientras el canónigo Gualterio Lud, es mirado como bienhechor de Saint Dié, por haber establecido la imprenta que dirigía, y cuyas producciones mostraba con vanidad, llamándolas monumentos, honor de este pueblecito perdido al pié “de las simas de la montaña de los Vosgos.”

La posición de Waltzemüller en Saint Dié, era de empleado, dependiente de Lud, primero ó director de la imprenta. No formaba parte del Gimnasio vosgense. Siendo amigos el profesor Ringmann y Waltzemüller, es posible que éste haya llegado á Saint Dié, por recomendación de aquel. Buen corrector, (castigatore) como lo prueba la primera edición de la Cosmographiæ (ejemplar d’Eyriés)[33] hábil dibujador de mapas, que adornaba con soberbios escudos de armas de diferentes soberanos, conocía además[Pg 28] las matemáticas. Waltzemüller era un auxiliar importante y de los más útiles de la Sociedad del Gimnasio vosgense, pero no más que un auxiliar, un ayudante asalariado, empleado en preparar las cartas para una nueva edición de Ptolomeo, y en corregir pruebas en la imprenta de los Lud.

Digamos algunas palabras acerca del Gimnasio vosgense. Ya hemos hablado del canónigo Gualterio Lud, hombre generoso que erigía fundaciones piadosas, según contista en la Historia de Saint Dié, (Gravier, Historia de Saint Dié, páginas 203, 205, etc., etc.,) y que se esforzaba en la propagación de las luces y de los conocimientos. Debe de haber sido rico, ó poseído, al menos, fondos considerables, dádivas quizás debidas á la liberalidad de René II, duque de Lorena, nieto del buen rey René, protector de las artes y de la literatura.

El “jocoso canónigo,” Gualterio Lud, era el jefe reconocido, “la clavija principal, el alma visible del Gimnasio vosgense.”[34] Era lo que hoy llamaríamos un geógrafo aficionado, y patrono de la geografía.

Vienen en seguida los canónigos Pierre de Blarru, autor del poema nacional la Nancéide, en verso latino; Juan Basin de Sandocourt, editor póstumo de Nanocidos, traductor de las Quatuor Navigationes de Vespucci, y autor del libro rarísimo, Novus elegansque conficiendar. epistolar., etc.; por último, Laurent Pilade, autor de Rusticiados (la Guerra de los campesinos) que más tarde, al disolverse el Cabildo de Saint Dié, fué cura de Corcieux, cerca de Saint Dié. Todos estos cuatro, en calidad de canónigos y sacerdotes, formaban parte del Cabildo colegial de Saint Dié. Vienen después los legos: el rico y docto burgués Nicolás Lud, padre del canónigo Gualterio, ó, según d’Avezac, su hermano, y además socio en la imprenta—Debe[Pg 29] éste de haber sido un Mecenas del Gimnasio vosgense, y persona muy erudita, atendido á que Jean Basin en su Novus elegansque, le llama “noble, considerable, magnífico y clarísimo, Nicolás Lud, burgués de Saint Dié.”[35] Sigue á éste el profesor de geografía y matemáticas Matías Ringmann (Philesius) del valle de Orbey, cerca de Schelestadt en Alsacia, autor de la Gramática figurada, y del poema Vosagus. Era este el más joven de los miembros de la Asociación Científico-literaria de Saint Dié, y muy activo, muy espiritual, jocoso, hasta farsante,—tomando esta palabra en su sentido bueno;—gustaba de darse el título de hijo de la vertiente oriental de los vosgos (Vogesigena) y no escaseaba las chanzas. En la elegía publicada por primera vez en 1505, en Strasburgo, al frente de la edición de la primera carta de Albericus Vespucius á Médicis, y reproducida en Saint Dié, en 1507, Philesius advierte al lector, no hacerse “nariz de rinoceronte!” emblema, según Martial, de gran burla, entre los romanos antiguos y modernos. Ringmann era muy dado á la rima; era el poeta favorito del Gimnasio, sobre todo después de la muerte de Jean de Barru, acaecida en 1505. D’Avezac le llama humanista filólogo; Harrisse poeta y erudito, (scholar); y muy antes que ellos, Waltzemüller, en la Margarita philosophica de Gr. Leisch, 1508 y 1513, le llama “instruido en matemáticas, y profesor de Cosmografía en la Universidad de Bale.” Era el representante activo del Gimnasio, y el que le comunicaba el carácter alegre.

Citemos, en fin, como miembros de Gimnasium vosagense, al médico Sinforiano Champier, y al biógrafo Jean Aluys, autor de la Vida de René II, rey de Sicilia y duque de Lorena.

De esta reunión de latinistas, ocupados en construir[Pg 30] la geografía, aunque tan poco al corriente de los descubrimientos de los últimos quince años, como ignorantes acerca de los hombres y de los sucesos, y dispuestos á divertirse con el efecto que su libro produjese á los lectores; de esta reunión salió la Cosmographiæ Introductio.

Ahora que ya conocemos el personal de esta primera “Sociedad de Geografía francesa,” examinemos la edición.


VIII

Descripción de la Cosmographiæ Introductio: es obra de colaboración—Jean Basin no es su principal autor—Parte que en ella tomaron Ringmann y Gualterio Lud—Waltzemüller, en su calidad de director de imprenta, tuvo á su cargo el arreglo material de la obra, y el dibujo de las figuras—Precauciones que tomó para asegurar la propiedad, como si fuera autor de la obra—Ringmann, con la ligereza del poeta, se hace su cómplice—Apropiación de la Cosmographiæ Introductio por Waltzemüller—Omisión del nombre de Jean Basin.

Habiendo el duque de Lorena remitido á la Asociación literaria de Saint Dié la versión francesa de la famosa edición italiana de la Lettera di Amerigo Vespucci delle Isole nuovamente trovate in quattro suoi viaggi. Data in Lisbona a di 4 di septembre 1504, el canónigo impresor Gualterio Lud rogó encarecidamente á su colega “el canónigo Jean Basin, insigne poeta, y no menos diserto prosador,” hiciese una traducción latina, á causa, le dijo, de “la elegancia característica de su estilo.”

Esta carta, llamada la segunda de Vespucci, fué la pieza importante que la Asociación determinó publicar, fundando en su publicación una justa esperanza de celebridad. Pensó Lud que el Gimnasio debía hacer una especie de introducción, en forma de nociones[Pg 31] elementales y generalidades geográficas, ó Cosmografía como se decía entonces, introducción que se colocaría, á guisa de primera parte de las Quatuor Navigationes.

En su doble calidad de director de imprenta y cartógrafo para la preparación de una grande edición que se proyectaba de la Geografía de Ptolomeo; Waltzemüller reunió las contribuciones de los miembros del Gimnasio; y fué él quien desde luego tuvo á su cargo el arreglo material, después de haber terminado el de la Introducción. D’Avezac piensa que él la escribió; sin embargo, no dice que los otros no hayan colaborado.

El estudio de ese tratadito de geografía, muestra con la mayor evidencia, que es obra debida á los esfuerzos de muchas personas. Le falta unidad, y su redacción acusa diversidad de estilos y de forma. Es verdaderamente cortada á hachazos, sin hilación, y sus partes están mal hilvanadas entre sí.

Los ocho primeros capítulos, que pudieran mejor llamarse simples párrafos, son puramente matemática. El noveno es una descripción de la tierra. Su importancia varía mucho. Los cinco primeros son muy cortos, y se componen solo de dos á cuatro páginas del texto. Parecen haber sido escritos por Lud, con la ayuda tal vez de Waltzemüller como secretario. El sexto es más importante, llena seis páginas, y contiene al fin de la página C, un pasaje sobre el Nuevo Mundo, con el nombre Amerige al margen, y citas que descubren la mano elegante de Jean Basin.

El capítulo VIII, sobre los vientos, que no tiene más que tres páginas, llenas de poesía y citas, deja ver el estilo y el carácter alegre de Ringmann. En fin, el capítulo IX, con mucho el más largo é importante, de ocho páginas, más la esfera, indica por su redacción, desde luego, que la famosa frase tan á menudo citada,[Pg 32] debe de haber sido escrita por la misma mano que tradujo al latín las Quatuor Navigationes, pues tiene elegancia y estilo fácil y poético. Por otra parte, esta descripción del antiguo mundo, en cinco páginas en verso, de una poesía un tanto endiablada, recuerda por completo el estilo de Ringmann en su composición de verso elegiaco y muy chistoso al reverso del título de las Quatuor Navigationes. Hechura, forma y aspecto, todo muestra que estas cinco páginas son de Philesius.

El proloquium y el apéndice, que forman en junto tres páginas, parecen ser de los dos Lud. Las cinco figuras matemáticas, muy elementales, probablemente fueron ejecutadas por el diseñador Waltzemüller.

En fin, la Introductio está compuesta de veinte fojas, de las que diezinueve son impresas á los dos lados. La última foja es la única que no está impresa al reverso. Además, tiene la lámina plegada, ó Planisferio, impresa al reverso, formando con esto veintidos fojas.

En este opusculito, ó tratado elemental de geografía, el canónigo Jean Basin compiló todos los pasajes, en número de cuatro, referentes á los nuevos descubrimientos, y que mencionan al navegante florentino Vespucci, lo que no es sino muy natural desde que habiendo traducido las Quatuor Navigationes, estaba más al corriente que ningún otro miembro del Gimnasio, de todo lo concerniente al Nuevo Mundo. Jean Basin es el autor del famoso pasaje que ha dado á Waltzemüller toda su celebridad. No solo la elegancia del estilo lo denota, sino otras pruebas que presentaremos más tarde.

En esta introducción, Philesius Ringmann escribió todo lo que está en verso. Los dos Lud son los autores del resto, según está en la edición de Setiembre de 1507, salvo las cinco figuras, que son trabajo manual[Pg 33] de Waltzemüller. Este último no contribuyó más que con algunas frases ordenadas por Lud en la primera edición, y que montan á muy poca cosa. De ellas hablaremos adelante.

Parece que antes de la impresión surgieron dificultades entre Waltzemüller y los dos Lud, según lo demuestra la dedicatoria de Hylacomylus, en la segunda foja Aij., donde habla de “las intrigas de sus rivales.” Al admitir que tuvo colaboradores, que sin embargo no nombra, Waltzemüller no concedió á su amigo Ringmann más paternidad que la de dos piececitas en verso, firmadas Philesius. La primera dirigida al emperador, al reverso de la carátula de la Introducción, y la segunda, á los lectores, al reverso de la foja bij., que lleva la carátula de la traducción latina de las Quatuor Navigationes. La primera es un decastichon, ampuloso y ridículo, que termina con un elogio á quemaropa del “autor que con admirable talento ha preparado este tratado general.” Evidentemente Waltzemüller era vano, desprovisto de toda modestia. Lo que es Ringmann, siempre chistoso, versificaba á propósito de todo, y sobre todo asunto. Era poeta fácil, demasiado fácil. Observemos como tuvo cuidado, en el vago de la poesía, de decir preparado, en lugar de ejecutado ó escrito este tratado general. Esa gradación misma deja ver, que fué más dirección y preparación, que trabajo original.

La segunda pieza se compone de once dísticos de versos elegiacos, dirigidos á los geógrafos del siglo XVI. Ringmann la había publicado ya, dos años antes, en Strasburgo, á la cabeza de la primera carta de Vespucci á Laurent Pierre François de Médicis, que lleva el título de: “De ora antártica,” etc., etc., imprim. de Mathias Hupfuff, 1505. Solo con la diferencia que entonces dió á Vespucci el nombre propio de Albericus, reemplazado por el de Americus en el libro de Saint Dié. Él no se paró en esto: su númen[Pg 34] satírico y chistoso estaba muy por encima de las cuestiones ortográficas de los nombres propios; y desde el momento que el canónigo Jean Basin tuvo por conveniente usar Americus, en lugar de Albericus, Ringmann le siguió sin pestañear. Como todos los amigos de lo jocoso, era hombre de fácil composición.

De Jean Basin, traductor de las Quatuor Navigationes, el autor del decastichon elegantemente versificado, que sigue á la carátula, y de la extraña equivocación que le hizo poner la segunda carta de Vespucci, como dirigida al rei René, duque de Lorena;—de Jean Basin, autor del nombre Americus dado por primera vez á Vespucci, y del nombre América, dado también por primera vez al Nuevo Mundo, no dice una sola palabra, pero ni siquiera deja lugar á sospechar su presencia. El verdadero autor, aquel de quien proviene toda la celebridad del librito de Saint Dié, el que bautizó al Nuevo Mundo, ni siquiera es nombrado! Tampoco se encuentran en parte alguna sus iniciales—Jean Basin era tan modesto, como poeta y literato elegante.

En cuanto á los dos Lud, no aparece de ellos en el librito más que sus monogramas en el colofon, y eso solo como impresores.

En fin, para corona de todo, Martin Waltzemüller, con audacia inaudita, se da por autor de la obra, bajo el nombre cacofónico de Martin Ilacomylus, teniendo buen cuidado de ponerse bajo la protección del emperador Divo Maximiliano Cesari. He aquí el primer ejemplo, después de la invención de la imprenta, del robo de los trabajos agenos, tan frecuentemente repetido después. Lo notable de este caso, es el haber sido un inferior, un empleado subalterno quien se atribuyó la mayor parte, así intelectual como material. Ordinariamente sucede lo contrario; un jefe, un sabio renombrado, se hace ayudar por colaboradores, y sin el menor empacho se apropia[Pg 35] sus trabajos, contentándose, en cambio de la ayuda que le han prestado, con nombrarlos, ya en la introducción, ya en el prefacio; y á las veces del todo no les nombra.

Pero aquí, el director de una imprenta,[36] se arroga, de su propia autoridad, el derecho de poner su nombre, como si él fuese el solo autor de la obra—Vanidoso hasta el exceso, jactancioso, pretensioso, ambicioso de renombre, Waltzemüller ejecutó un triste papel en esta primera producción tipográfica de Saint Dié. “Hombre oscuro,” habría hecho mejor de quedarse en la oscuridad. Se creyó suficiente para asimilarse y “digerir” los trabajos geográficos del Gimnasio vosgense. Como detentador de los manuscritos de esta Sociedad, compaginador y arreglador de los materiales que se le habían confiado, se le dejó atribuirse todo el mérito que podía sacarse.

Yo no puedo participar de la generosa indignación de mi sabio amigo el difunto d’Avezac, que acusa á los miembros de la Sociedad de haber “despojado á Waltzemüller, sin la menor vergüenza, si no de la paternidad misma de su obra, al menos de las señales exteriores que contienen su pública afirmación.”[37][Pg 36] Hablando de lo que él llama la edición original, que en realidad no es más que una primera tirada muy corta, d’Avezac agrega:—“Esta edición original fué pérfidamente capada (palabra dura, pero muy gálica) y rehecha de suerte que desapareciese de las primeras fojas toda mención del nombre del autor, sin dejar trazas que acusasen esta odiosa mutilación.”[38]

D’Avezac fué demasiado lejos, y está completamente equivocado; mas al presentar excusas, muestra claramente, que, para él también, Waltzemüller no es más que un simple auxiliar, empleado á sueldo del canónigo Gualterio Lud. D’Avezac cambia los papeles: constitúyese defensor del espoliador y del pirata, contra sus víctimas indignamente burladas, y completamente despojadas. En realidad, los Lud no hicieron más que reemplazar las designaciones individuales de su director de imprenta (castigatore) hechas sin su aquiescencia, por el nombre colectivo de la Asociación, el Gimnasio vosgense (Gimnasium vosagense). Simple cuestión de justicia y de honradez literaria.


IX

Gualterio Lud suprime la primera tirada, despide á Waltzemüller, y en la segunda quita el nombre de Ilacomylus y pone el del Gimnasio vosgense—Alteraciones que se hicieron necesarias en la Cosmographiæ Introductio—Corto número de ejemplares de la primera tirada, ó edición princeps—La segunda lleva la misma fecha que la anterior, (Mayo de 1507) y es muy escasa—Primeros impresores y sus obras—Tercera tirada de la edición de Saint Dié, en Setiembre de 1507—Estas tres tiradas han sido muy limitadas.

Naturalmente, cuando Gualterio Lud tuvo en sus manos el primer ejemplar de la edición, puede imaginarse[Pg 37] la extrañeza é indignación que experimentaría. Suspendió desde luego la tirada—lo que explica lo raro de la primera edición, de la que no se conoce más que un ejemplar—y sea que no se hubiesen impreso hasta allí más que unos pocos, sea que los Lud hubiesen secuestrado y destruido la edición, lo que es muy posible, puede decirse que la primera tirada no fué distribuida, ni, por lo mismo, puesta en circulación.

Con mucha moderación y justicia, Gualterio Lud se contentó con suprimir el nombre de su director Martinus Ilacomylus, como autor, y reemplazarle por el nombre colectivo del Gynnasium (sic) vosagense, dejando el monograma del director en la marca tipográfica: además suprimió el decastichon de Ringmann. De la dedicatoria de Waltzemüller modificó ciertas partes; en suma, las variaciones son poco numerosas, teniendo en mira reemplazar al ambicioso y logrero Waltzemüller, por los asociados del Gimnasio vosgense. Solo las dos primeras fojas fueron objeto de los cambios que vengo indicando. El resto está todo entero; ni una palabra de la parte geográfica ni de los viajes de Vespucci se halla modificada; conserva la fecha primitiva del 7 de Mayo de 1507.

Después de este golpe, Waltzemüller fué inmediatamente despedido; la ausencia del director de la imprenta se reconoce en los errores tipográficos: la palabra Gymnasium está impresa Gynnasium (con dos enes) y en ciertos cambios de letras de las páginas quinta y sexta, que se relacionan con la primera y segunda, y que se reimprimieron por completo, no como dice d’Avezac para disfrazar la mutilación, sino para obtener la uniforme reimpresión de las cuatro fojas, facilitando el pasaje del molde bajo la prensa.

Philesius Vogesigena (Ringmann), debió recibir su parte de culpa, pues que su decastichon fué suprimido;[Pg 38] y era tan buena composición, que jamás la hizo reaparecer en sus escritos, impresos después, reconociendo así la justicia del procedimiento de Gualterio Lud, que había reivindicado los derechos de la Asociación del Gimnasio vosgense, arrebatados por Ilacomylus.

D’Avezac, que tanto ha contribuido á hacernos conocer las diversas ediciones del célebre libro de Saint Dié, y los otros trabajos literarios de los miembros del Gimnasio vosgense, admite que Gualterio Lud, jefe reconocido del Gimnasio, “editor pagador,” é impresor de Saint Dié, al hacer las correcciones de la primera tirada, tuvo por “objeto directo recomendar al público renombre la obra común del Gimnasio vosgense, en lugar de la obra de Waltzemüller.”[39] Piensa, sin embargo, que la segunda tirada debió ser forzosamente muy reducida, á consecuencia, dice, de haberse puesto en circulación anteriormente ejemplares intactos de la edición original, ó primera tirada, añadiendo que esto persuadió luego á ejecutar la tercera edición, ó más bien una tirada, cuya impresión fué acabada el cuatro de las calendas de Setiembre de 1507.

Esta tercera tirada no es más que una reimpresión de la segunda, con algunas diferencias en la disposición tipográfica; la única de alguna importancia es la compaginación de las dos partes de la obra, llevando cada una su propia serie marcada con letras. Seguramente las planchas se componían de dos partes distintas y separables, lo que explica la existencia de algunos ejemplares aislados de la una y de la otra parte, formando un libreto separado.

Este modo de ver de d’Avezac no resiste un examen atento.

[Pg 39]

Gualterio Lud que había hecho venir la imprenta, y que se ocupaba en muchas obras, tanto de sí mismo como de Jean Basin, de Ringmann y de Jehan Aluys, debía, como impresor responsable, ser muy atento á todo lo que pasaba en su oficina. Waltzemüller, bajo cualquier pretexto, pudo haber retardado la impresión del primer pliego, á fin de poder modificar en su provecho el texto del manuscrito, admitido por el Gimnasio vosgense; pudo haber producido el primer pliego hasta el último momento, y cuando toda la plancha estaba ya lista, esperando sacar de ese modo ventaja del hecho consumado. No obstante, Lud debe haber tenido en sus manos uno de los primeros ejemplares de la Cosmographiæ Introductio. Admitamos que Ringmann tuviese uno, sea en prueba, sea ya en forma, y que sucedió lo mismo con Waltzemüller; tenemos tres ejemplares cuya existencia puede darse como cierta.

Agreguemos tres ejemplares más, que pueden haber sido dados á Jean Basin ó Nicolás Lud y algún otro miembro del Gimnasio; y ese será el total de ejemplares puestos en circulación de la edición princeps.

Disgustado de la tentativa del director de la imprenta y auxiliar cartógrafo, de apropiarse la obra común, Lud quitó en el acto las planchas, y no pudo haber circulación fuera del pequeño grupo del Gimnasio. Porque es necesario recordar, y esto aun en la suposición de que Waltzemüller hubiese sustraído algunos ejemplares, que á la sazón no había correos regulares, y que las comunicaciones de Saint Dié con el resto del mundo, eran raras y difíciles. Podemos así concluir con una certeza casi completa, que la primera tirada no fué puesta en circulación. El canónigo Lud cambió en el acto las dos primeras fojas, y hecha de este modo la segunda tirada, es como circuló el libro.

[Pg 40]

¿Cuántos ejemplares se imprimieron? Nada sabemos de esto, careciendo de datos más detallados relativamente á la imprenta de los Lud; pero podemos hacer congeturas probables y plausibles.

Los primeros impresores vagaban con su material ambulante, empleados casi exclusivamente por el clero, clase más rica é instruida que las otras de la población. Los canónigos y los obispos hacían imprimir sobre todo, obras religiosas, y como éstos eran gastos enteramente de lujo, resultaban verdaderas obras de aficionados, en papel muy bueno, y en corto número de ejemplares, con grandes letras mayúsculas iluminadas á pincel. Existen ejemplos bien demostrados de libros de los cuales solo se imprimieron dos ó tres ejemplares. Acabada su obra, los impresores empacaban su material y se lo llevaban á otra parte. La imprenta de Saint Dié probablemente no tuvo otro origen. Los Lud deben haberla comprado á causa del abundante trabajo que el Gimnasio vosgense se proponía ejecutar. Por el año de 1510 no había traza alguna de esta imprenta, cuya existencia no duró más de tres años.

Cuando se habla de edición, sobre todo respecto de las imprentas de ricos aficionados, de las pequeñas poblaciones, no debe tenerse en cuenta lo que esta expresión quiere decir en nuestros días. No se trata de centenares, mucho menos de millares, sino solo de medias docenas ó docenas de ejemplares. Los superiores y grandes señores, obispos, capítulos colegiados, abadías y órdenes religiosas, no vendían los libros que imprimían, sino que los daban de regalo á sus amigos y corresponsales. Gualterio Lud, canónigo del capítulo colegial de Saint Dié, y además secretario del duque de Lorena, era un gran señor—Así, este primer libro de la Cosmographiæ Introductio, salido de sus prensas, fué verdaderamente una obra de aficionado; y la suposición de que las primeras tiradas[Pg 41] de Mayo de 1507, montaron á dos ó tres docenas de ejemplares, no puede andar muy lejos de la verdad. Admitamos que fueron treinta y seis ejemplares, de los cuales seis quedaron intactos, y forman la edición original ó princeps. De estos treinta y seis ejemplares ¿cuántos conocemos el día de hoy? Uno solo de la edición princeps, y tres, ó quizás cuatro de la segunda tirada. Citemos de paso este axioma de los bibliófilos:—“Los libros verdaderamente raros son los que han sido impresos en menor número de ejemplares.” (Guía del librero anticuario y del bibliófilo, por Jules Richard).

Conforme, pues, á nuestra manera de ver, la segunda tirada de la Cosmographiæ de Saint Dié, fué la primera puesta en circulación por el Gimnasio vosgense. Agotada ésta, Gualterio Lud reimprimió, y el 4 de Setiembre de 1507 dió á luz, una nueva edición compuesta de más ejemplares, digamos 72, ó seis docenas, cifra muy alta para la época, y para ser aquel un libro de aficionado;[40] esta tercera edición fué la más conocida, y constituyó realmente la obra geográfica debida al pequeño cenáculo de Saint Dié. Esta es la que ha llegado hasta nosotros en mayor número, conociéndose de ella diez ó doce ejemplares, de los cuales cuatro se hallan en los Estados-Unidos, y de éstos, dos en Cambridge, Massachusetts.

En suma, vemos que las tres ediciones de la Cosmographiæ de 1507, no montaron más que á un centenar de ejemplares, cifra que no autoriza á decir, como lo[Pg 42] ha sostenido uno de nuestros contradictores y críticos, que un libro que ha tenido tres ediciones en un solo año, no debe ser raro; y mucho menos puede decirse, con otro crítico, que este libro ha llenado á Europa.

Si fuera necesario, dos geógrafos é historiadores del siglo XVI nos servirían para demostrar cuán exagerado y aun ridículo es hablar de la gran circulación del libro de Saint Dié, comprendiendo en junto todas las ediciones de Strasburgo y de Lyon (1507, 1509 y 1518). La grande obra de Oviedo: Historia general de las Indias, Sevilla, 1535, no hace alusión alguna á la famosa obrita del Gimnasio vosgense; jamás menciona á Vespucci, y esto en Sevilla, donde Vespucci vivió y murió. Por su parte Abraham Ortelius, quien por general consentimiento es el más grande de los geógrafos de aquel siglo, aunque cita dos obras de Ilacomylus, no menciona ni la Cosmographiæ Introductio, ni el mapa-mundi ó planisferio de Waltzemüller. Para él este geógrafo es tan oscuro, que en la preciosa lista de obras geográficas inserta al principio de su Theatrum orbis terrarum 1570, dice:—“Martin Ilacomylus, friburgués, de quien tenemos una Carta de Europa impresa en parte en Alemania,” y “Martin Waldseemüller, Carta náutica universal, ó, como vulgarmente se dice, marina, publicada en Alemania. Pienso que este es el mismo Ilacomylus, que precede.” En ninguna parte hace alusión á la Cosmographiæ Introductio, ni al bautismo geográfico del Nuevo Mundo en Saint Dié.


[Pg 43]

X

Waltzemüller hizo reimprimir en Strasburgo, en 1509, la Cosmographiæ Introductio—Se la apropia y comete el primer acto de falsificación y piratería literaria, conocido después de la invención de la imprenta—Ignorancia de los geógrafos de Saint Dié y de Strasburgo, respecto de los descubrimientos geográficos de la época.

Un hombre audaz, ávido de renombre como Waltzemüller, no podía aceptar tan fácilmente la pérdida de su empleo en Saint Dié, y el desahucio de su nombre como solo autor de la obra de la Sociedad del Gimnasio vosgense. Obstinado y perseverante, á la manera de sus compatriotas del Schwartzwald, no quiso someterse á estos güelfos de los Vosgos, que había creído poder trasquilar sin la menor vergüenza; y dos años después, en 1509, hizo imprimir en Strasburgo, por Jean Grünigen una edición de la Cosmographiæ Introductio, y de las Quatuor Navigationes, tomando la una y las otras, de la primera edición de Saint Dié, con su nombre á la cabeza de la segunda página con este signo Aij.

El título muy visible, puesto con la mira de llamar la atención, dice:

ANTELOQUIUM
DIVO MAXIMILIANO
LESARI
(sic) AUGUSTO MARTINUS
ILACOMILUS FELICITATEM
OPTAT.

Tiene algunos cambios ligeros, y trasposiciones—Consta de treinta y dos fojas de las cuales dieziocho ocupan las Quatuor Navigationes, traducción del modesto[Pg 44] Jean Basin, cuyo nombre no se encuentra en ninguna parte.

La parte material está ejecutada con más inteligencia que en las tiradas ó ediciones de Saint Dié.

Los encabezamientos de los capítulos, que apenas se notan en los ejemplares de Saint Dié, son muy visibles y salientes en los de Strasburgo. Además, el capítulo IV, marcado por equivocación Caput Quintum en la edición de Saint Dié, está designado Caput IIII, distinguiéndose de todos los otros capítulos de la de Strasburgo, en que está indicado en cifras romanas, mientras los demás lo están en cifras arábigas. Esta distinción debe ser intencionada.

Las signaturas de las Quatuor Navigationes se entrelazan con las de la Cosmographiæ, al contrario de lo que sucede en la tercera tirada de Saint Dié. De suerte que la edición de Strasburgo no está formada de dos partes distintas, que pudieran separarse y formar dos cuadernos diferentes.

Los tipos empleados en Strasburgo son más pequeños, y muy inferiores á los de Saint Dié; nótase además que son muy gastados, dejándose ver en muchos lugares la fuerza de la presión. Las líneas entre sí tienen menor espacio. El papel es de calidad inferior. En suma, la edición de Strasburgo indica un trabajo barato, que nada tiene de común con la obra del aficionado, distintivo característico de las ediciones de Saint Dié.

Waltzemüller tuvo muy en cuenta el gasto: el número de su edición fué muy limitado, si hemos de juzgar por los ejemplares que han llegado hasta nosotros, que es el mismo que los de las ediciones de Saint Dié, aun siendo éstas anteriores á aquella—Waltzemüller debe de haber distribuido la obra á las mismas personas que ya habían recibido las del Gimnasio vosgense, que deben de haberle sido conocidas, sea por sí mismo, ó por medio de su amigo Ringmann;[Pg 45] y debe de haberlo hecho así á fin de contrarrestar á los modestos vosgenses, y sostener su primera tentativa de apropiarse su trabajo.

Felizmente Waltzemüller tomó el partido de publicar á su costo, ó por sí mismo, el común trabajo de los asociados de Saint Dié; de otro modo pudiera llegar á considerársele como víctima, y así lo ha considerado d’Avezac. Pero á la vista de esta edición, es imposible dejar de descubrir el espíritu de rapiña literaria que anima á Waltzemüller. En nuestros días le llamaríamos falsificación, y alguna otra cosa más. En 1509, no existían leyes que protegiesen la propiedad literaria. Al apropiarse Waltzemüller la obra del Gimnasio vosgense, se convirtió en un falsificador, un plagiario, un verdadero pirata: y se ve la injusticia de llamar á la Cosmographiæ Introductio, “Cosmographiæ de Waltzemüller,” ú “obra de Ilacomylus.” Hay en eso un golpe grave, dirigido á la propiedad literaria y científica, que es importante señalar.

Próximo á llegar á la consideración de los dos nombres Americus y América, que han hecho tan célebre ese librito, digamos que el pequeño tratado de geografía que forma su introducción ó primera parte, es un trabajo muy mediocre, y que muestra el escaso conocimiento que sus autores poseían del estado en que se hallaban los adelantos geográficos al comienzo del siglo XVI, y cómo, por otra parte, llegaban éstos á los eruditos de un lugar pequeño, perdido entre los Vosgos, y muy distante de los puertos de mar. De Cristóbal Colón, de Cabot, nada sabían, y también ignoraban los descubrimientos de los portugueses. Respecto de las nociones ptolomáicas, procuraban ponerse de ellas al corriente, haciéndose con ejemplares de los textos más completos de Ptolomeo. Nada de original: era aquello un trabajo elemental, cuyo solo mérito consistía en la edición latina de la[Pg 46] segunda carta de Vespucci, edición más fácil de leer que la del bárbaro italiano de 1506.


XI

Jean Basin de Sendacour es el autor de los nombres Americus y América—Razón que tuvo para preferir estos nombres á Albericus, Amerigo Amerigonius y á Albericia, Amerigiu, y Amerigonia—Los franceses han conservado el nombre indígena Amérique, y han sido los primeros en nombrar americanos á los habitantes del Nuevo Mundo—Razones que hay contra la suposición de que Waltzemüller y Gualterio Lud hayan podido ser los autores de los nombres Americus y América.

Henos aquí, pues, llegados á los nombres Americus y América. Las largas digresiones que preceden, no son en manera alguna inútiles, como vamos ya á verlo. Todo cuanto se encuentra en el documento impreso contemporáneo que hemos considerado, y que es el único verdaderamente auténtico, es de importancia para llegar á la verdad.

Durante el invierno de 1506 á 1507, la pequeña Sociedad de Geografía del Gimnasio vosgense, tuvo en su poder: 1.º, la primera carta de Vespucci, edición de Strasburgo del impresor Matías Hupfuff, la cual contiene la composición en verso elegiaco de Philesius, y en la que Vespucci es conocido con el nombre propio de Albericus; 2.º, muy probablemente la segunda carta de Vespucci, en la que lleva el nombre de Amerigo; en fin, 3.º, una traducción francesa, manuscrita ó impresa, de esa misma segunda carta, que contiene los cuatro viajes, y en la cual se llama Amerige.

Este nombre Amerige, en francés, como traducción de Amerigo, se ha conservado en la traducción latina, conocida con el de Quatuor Navigationes, y ocurre[Pg 47] en la introducción, para marcar que es sinónimo, en la traducción francesa, del nombre italiano Amerigo, y que el nombre latino Americus debe mirarse como su traducción libre, quizás muy libre.

El canónigo Jean Basin de Sandocourt tuvo el encargo especial—á causa de la elegancia de su estilo poético—de traducir en latín la versión francesa de las Quatuor Navigationes. Preséntase desde luego el nombre propio de Vespucci. Jean Basin tuvo ante sí Albericus, nombre bien conocido, y que según Humboldt, “recuerda á muchos hombres célebres de la edad media que lo han llevado;”[41] en seguida Amerigo, ó Amerige, nombre totalmente desconocido, así en italiano como en español, al menos como nombre propio, de Santo, y eso en la época del mayor fervor del cristianismo. Traducido en latín Amerige da Amerigius, como Virgilius, etc., ó bien, si se acepta el nombre italiano Amerigo, se tendría Amerigonius, ó con más elegancia Amerigo, como Cicero, Scipio, etc. Así es que Jean Basin tuvo á su disposición los cuatro nombres latinos Albericus, Amerigius, Amerigonius, Amerigo, como también Amerige;[42] y sin embargo no empleó ninguno de éstos—Por qué? Uno de mis críticos ha dicho:—“El uso de la palabra Americus, es una corrección más que un error del geógrafo alemán.”[43]

Corrección quiere decir falta cometida, ó al menos lapsus linguæ. Por medio de la corrección se vuelve la palabra á un sentido del que no puede desviarse, ni admitir variación, pena de ser incorrecta. Hasta ahora, á pesar de todas las investigaciones, no hay[Pg 48] noticia de la existencia del nombre Americus en ningún libro ú otro impreso anterior á 1507. Este nombre tiene tanto de europeo, como Nicaragua, Guatemala, Niágara, Mississippí, Missouri, Ontario, Chimborazo, etc., etc., todos tan bellos como peculiares al Nuevo Mundo.

El elegante poeta Basin seguramente gustó mucho del nombre Amerrique ó Amérique, que llegó hasta él, como adelante probaremos, y lo juzgó admirablemente adaptado para colocarlo frente al de Vespucci, á quien miraba como descubridor del país de donde provenía este nombre sonoro y de fácil pronunciación. Y sin más examen, por una licencia poética muy grata á todos los versificadores y prosadores de gusto, disfrazó á su héroe Vespucci con un nombre indígena, operando la ingeniosa corrección de Amerige ó Amerigius por Amérique ó Americus. Con esto dió un golpe de maestro, de docto filólogo y de diserto prosador. Era preciso un poeta para semejante asimilación, digamos más bien, creación. El imbécil de Waltzemüller, lleno de importancia como director de imprenta y diseñador, no pudo ser autor de semejante arranque de vivacidad y de buen gusto. Por lo demás, Juan Basin no mostró hallar inconveniente en seguir literal y matemáticamente, cuanto halló en el manuscrito; y sin pestañear puso como dirigida al rey René, duque de Lorena, la segunda carta de Vespucci dirigida á su Magnificencia Messire Pierre Sederini, gonfalonero perpétuo de la República de Florencia. Para él todo esto no pasaba de ser un juego, una licencia poética. Juan Basin es un hombre á quien debe juzgarse como poeta, y tomarse por lo que es, á saber, el editor de la Nancéide, el autor de un tratado séptuplo sobre el arte de bien decir, (Novus elegansque conficiendar. epistolar.....Saint Dié, 1507). Era pulcro y elegante en el arte de decir y en el de escribir.

[Pg 49]

Una vez decidido á dar á Vespucci como nombre propio el de Americus, solo le quedaba un paso para llamar América al Nuevo Mundo. Con igual facilidad y naturalidad Jean Basin franqueó esa cortísima distancia: primero en un párrafo de la foja trece, página C (tirada de Setiembre de 1507) que hemos citado al principio del capítulo VI, en donde se encuentra inscrito al margen el nombre Ame-rige para indicar que Americus está allí en lugar de Amerige; en seguida en el capítulo IX: De quibusdam Cosmographiæ rudimentis, que es el alma de la Introducción, y que constituye su principal capítulo, al mismo tiempo que el más largo de toda ella, estando en ocho páginas. Al reverso de la foja quince, es decir, á la página treinta, que no está marcada, hállase el famoso y tan repetido pasaje, en estas palabras:

Nunc vero et hae partes (Europa, Africa, Asia) sunt latius lustratæ, et alia quarta pars per Americum Vesputium (ut in sequentibus audietur) inventa est quam non video cur quis jure vetet ab Americo inventore, sagacis ingenii viro, Amerigen quasi Americi terram, sive Americam dicendam: cum et Europa et Asia á mulieribus sua sortita sint nomina. Ejus situm et gentis mores ex bis binis Americi navigationibus quæ sequuntur liquide intelligi datur.

Este capítulo IX que tiene tan grande importancia, y que puede decirse el primero de toda la obra, presenta las particularidades que voy á indicar. Desde luego, como para aislarlo y separarlo de todo lo que precede, tiene al margen y al fin del capítulo VIII, una grande estrella de seis radios que pasan las líneas y se introducen al mismo margen. En el Tractandorum Ordo del principio, el título del capítulo IX es diferente del que lleva en el cuerpo de la obra, y que he citado antes. En el índice de las materias se lee lo siguiente: Nono capite quedam de divisione terræ, de[Pg 50] finibus maris, de insulis et locor. ab invicem distantia dicent.

Después del acta de bautismo del Nuevo Mundo, se encuentra lo que sigue:—Hunc in modum terra iam quadripartita cognoscitur: et sunt tres primæ partes continentes: quarta est insula: cum omni quoque mari circundata conspiciatur. Esto indica que para los geógrafos del Gimnasio vosgense, América, la cuarta parte del mundo, no era continente sino isla.

Jean Basin, consciente ó inconscientemente, tomó “el nombre de un puerto por el de un hombre;” y por una serie de equivocaciones, errores, y falsas suposiciones, el nombre indígena Amerrique vino á ser nombre propio de Vespucci, nombre de un hemisferio, y propiedad de Martin Hylacomilus Waltzemüller, que no figuró con otro papel que el de castigatore ó director de la imprenta de los Lud de Saint Dié.

Hagamos notar que Jean Basin era francés, al menos en el sentido de la lengua francesa que se hablaba en Lorena; que es en Francia, y solo allí, de todos los países de Europa, donde la palabra indígena Amerrique se ha conservado en toda su pureza, suprimiéndole una r que se ha reemplazado con un acento agudo sobre la primera e, Amérique,[44] y que suaviza un poco la pronunciación de la palabra primitiva. Todas las demás lenguas aceptaron y emplearon el nombre América, latinizado por Jean Basin.

Agreguemos que los franceses designaron desde luego á los indígenas del Nuevo Mundo con el nombre[Pg 51] de Amériquains, escrito con las letras q y u, como el nombre de lugar Amérique, según puede verse de la obra del Padre Lafiteau: Mœurs des sauvages Ameriquains, etc., Paris, 1724.

Conviene acabar de dar las razones que hacen inadmisible la opinión de que Waltzemüller haya sido autor de los nombres Americus y América, dados á Vespucci y al Nuevo Mundo.

Las correcciones que á la obra del Gimnasio vosgense introdujo Gualterio Lud, nada tocaron de lo referente á estos nombres. Waltzemüller no tiene, pues, razón alguna para considerar alterada la parte que puede pretender pertenecerle, en punto á lo que en este particular se dice del Nuevo Mundo en dicha obra. Si no hay más correcciones que las de Gualterio Lud, sería hasta cierto punto fundado sostener que Waltzemüller pudo ser inspirador de los nombres Americus y América, pero en ese caso, se encontrarían de ello rastros en sus otras obras, es á saber, el tratadito intitulado Architecturæ et Perspectivæ Rudimenta, de 1508, ó la descripción de su carta itineraria de Europa, hecha por su amigo Ringmann en 1511 (Instructio manuductionem prestans in cartam itinerariam Martini Ilacomili, etc.) y sobre todo la edición monumental de la Geografía de Ptolomeo, de Strasburgo, año de 1513. Waltzemüller dibujó todas las cartas y blasones heráldicos de esta última obra, comenzada en Saint Dié en 1505, bajo el cuidado del canónigo Gualterio Lud[45] y continuada después durante seis años, es decir de 1507 á 1513, por dos jurisconsultos de Strasburgo, J. Aeszler y G. Uebelin: si él hubiese sido autor de los nombres Americus y América, allí[Pg 52] tenía una ocasión magnífica y rara, y no habría dejado de colocarlos en una obra magistral que estuvo toda en su mano. En la epístola dedicatoria de su tratadito de arquitectura de 1508, nos ha dejado un ejemplo de sus quejas y la manera ruidosa como sabía reclamar lo poco que había hecho por el Gimnasio vosgense.

Esta carta está dirigida á Ringmann, y con referencia á ella podemos hacer notar, que Waltzemüller no llega hasta pretender parte alguna, como autor, en la obra de Saint Dié de 1507; solo reclama la parte principal en la hechura, dibujo é impresión de una figura universal de la tierra en forma de planisferio. De este planisferio, atribuido á lo que parece á otros, (sin duda alguna al Gimnasio vosgense) y que circuló con esta designación desagradable para Waltzemüller, obteniendo cierta celebridad, no queda ningún rastro: Ortelius no la cita en 1570, y al presente nos es desconocida.

Puede objetarse que si Waltzemüller no hubiese por lo menos aprobado los nombres Americus y América, que los habría suprimido al reimprimir la obra á su costa en 1509. La respuesta es fácil. No podía hacerlo sin tocar el trabajo del principal colaborador, Jean Basin, y sin poner en cuestión el punto de los verdaderos autores del libro, que ante todo, tenía el mayor interés de evitar. Cuando se roba, no debe dejarse nada.

Por lo demás, si no era admirador ni aprobador de estos nombres, como lo demuestran sus obras posteriores de cartografía, en las que no se encuentran mencionados, tampoco fué purista en punto á nombres propios; y al lado de su sobrenombre Hylacomylus, el nombre Americus debió parecerle una maravilla. D’Avezac ha demostrado, en efecto, que el nombre Hylacomylus,[46] es una alteración, y al propio[Pg 53] tiempo una creación absolutamente única en su especie. Su verdadero nombre era Martin Waltzemüller (molino con cilindros revolvedores) que después cambió en el de Waldseemüller (molino de lago silvestre); luego, traduciendo en griego la palabra Wald por Hile y Müller por Mulos, amalgama digna de un herrero dado á la fantasía, creó el dulce nombre Hylacomylus, el nombre cacofónico Hylacomylus, Ylacomylus, ó Ilacomilus.

En fin, el canónigo Gualterio Lud no es tampoco el autor del nombre América. A la verdad, no fué de él ni aun partidario entusiasta, ni promotor diligente ó interesado, pues en su Speculi orbis declaratio...., de 1507, publicada en Strasburgo, no lo emplea jamás al hablar de los países nuevamente descubiertos.

En cuanto á Ringmann, si hubiese sido el autor de estos nombres, no habría dejado de imprimirles la estampa de su Philesius Vogesigena; pues nada salía de su pluma sin su señal, estando poseído, como su amigo Waltzemüller, de insaciable sed de celebridad, ó al menos de notoriedad. Como traductor de los textos de Ptolomeo, en 1513, no habría dejado de ponerlos en ese libro.

El modesto Jean Basin fué el padrino del primer libro, impreso, conocido, en que se halla el nombre que lleva el Nuevo Mundo. Preguntemos, sin embargo, le auxiliaría Vespucci? Esto lo examinaremos más abajo.


[Pg 54]

XII

Propagación del nombre AméricaGlobus Mundi de 1509—Su presunto autor—Carta de Apianus de 1520—Globos de van Hauslab y de Schöner—Cartas de Leonardo de Vinci, de Luis Boulenger y del Ptolomeo de 1522—Todos los cartógrafos inscriben en sus cartas el nombre América, sin variación, en tanto que los autores de libros hacen todas las variaciones imaginables con los nombres Albericus y Americus—Errores á que han dado ocasión los nombres indígenas de Canadá y Labrador.

¿Cómo se propagó el nombre América? En cuanto á documentos impresos en aquella época, solo tenemos las dos ediciones de la Cosmographiæ Introductio, de 1507, (Saint Dié, tres tiradas) y de 1509, (Strasburgo) formando un total aproximado de doscientos ejemplares impresos y puestos en circulación, como antes lo hemos referido. Además, un opusculito anónimo, de catorce fojas, que lleva el título de: Globus Mundi. Declaratio sive descriptio mundi et totius orbis terrarum, etc., impreso en 1509 en Strasburgo, en la imprenta de Jean Grüniger, corregido por el mismo director, (castigatore) Adelphus Mulichus. Según d’Avezac:—“A pesar de las promesas del título, el opúsculo dice poca cosa de América.”[47] El nombre Americo para designar al navegante florentino, se encuentra al fin del título, y el nombre América para designar la cuarta parte del mundo, se ve también una sola vez, en el capítulo IV, de Descriptione Terræ. Alejandro de Humboldt dice:—“En este opúsculo, rarísimo el día de hoy, he encontrado por primera vez el nombre América para designar al Nuevo Mundo, siguiendo la indicación de Hylacomylus, de 1507.”[48]

[Pg 55]

A la manera que el tratadito de Geografía del libro del Gimnasio vosgense, Cosmographiæ Introductio, este opúsculo impreso en el mismo formato y con los mismos caracteres que la edición de Strasburgo, no hace mención alguna de Cristóbal Colón, cuya existencia ignora: hechos que parecen indicar que esta publicación anónima fué dada con objeto de explicar el globo ó planisferio, cuya construcción pretendió Waltzemüller como suya mientras vivió en Saint Dié. Pero es muy poco probable que sea suya, porque él no era amigo del incógnito, sino todo lo contrario.

Preciso es presumir que fué Jean Basin, cuya modestia es bien conocida, y que gustaba de no nombrarse, como lo prueba su traducción latina de las Quatuor Navigationes, quien escribió y publicó este opúsculo. Y lo que da mayor probabilidad á esta versión, es que introduce los nombres Americus y América, como si los tocase con mano ligera, y con la discreción del hombre de mundo, que no gusta de repetirse, citando lo ya dicho en su otro escrito, que evidentemente es el célebre opúsculo del Gimnasio vosgense.

Según Humboldt y Harrisse, esta obrita es en la actualidad muy rara, de donde puede congeturarse, que cuando se dió á luz fué en número muy limitado de ejemplares—digamos unos cien—lo que con la Cosmographiæ Introductio forma un total de trescientos opúsculos, en que se hallaban los nombres de Americus y America. Pues bien, en 1515, solo ocho años después de su publicación, Juan Schöner, de Bamberg, asegura en su obra titulada: Luculentissima quædam terræ totius descriptio, cum multis utilissimis cosmographiæ iniciis, etc., impresa en Nüremberg, que el nombre América estaba generalmente adoptado.

[Pg 56]

Santarem ve en esto una equivocación de Schöner.[49] El señor B. F. de Costa, en su explicación del globo de Lenox, de 1511,[50] repite la misma opinión, esto es, que Schöner se equivocó. Habiendo Schöner sido contemporáneo de los miembros del Gimnasio vosgense y de los geógrafos de Strasburgo de los quince primeros años del siglo XVI, tal suposición es enteramente gratuita y carece de valor. Estamos en presencia de un hecho incómodo. Negarlo es rehuirlo. La negación absoluta es un argumento vano, sin fuerza.

¿Cómo admitir que el nombre América hubiese sido generalmente adoptado, habiéndose limitado la circulación de este opúsculo, á unos doscientos ó trescientos ejemplares, y eso en una época en que las comunicaciones eran tan difíciles? Este opúsculo debe haber salido muy poco fuera de los límites del Rhin y de una región que se extendía del lago de Constanza á Mayenza. En esa región se han encontrado todos los ejemplares existentes el día de hoy.

Esta aserción de Schöner es la primera indicación impresa de la existencia del nombre América, como hecho reconocido, y de su uso general: pues para que una persona que vivía en un pueblecito en el centro del Continente, pudiese, en 1515, expresarse con la seguridad que él lo hace, es preciso que este nombre, pasando de boca en boca, hubiese adquirido popular celebridad.

Lo que principalmente se recomienda á la imaginación de la generalidad de las gentes, al hablarse de países nuevos, es la riqueza de éstos, su abundancia en oro. Los aventureros y los tripulantes de los buques, pronunciaron el nombre América, queriendo dar expresión á sus vagas nociones sobre un país de los[Pg 57] más ricos del Nuevo Mundo. Acerca de su posición, no era para ellos más fija que lo fué en la antigüedad la de Chrysé (país dorado) con que se expresaban las vagas nociones de una región del extremo Oriente; ó que lo ha sido la de El Dorado, que tiene la reputación de ser un reino ó país legendario, de riqueza fabulosa.[51]

Hasta ahora, á pesar de todas las investigaciones, la primera carta que conocemos, de fecha cierta, constante en ella misma, y que contiene el nombre América, es la de Apianus (Pierre Bienewitz) publicada en el Polystor de Solinus, en 1520. Muchos globos ó cartas manuscritas ó impresas contienen el nombre América, pero carecen de fecha; y cuando se ha tratado de fijárselas mediante un atento estudio, apenas si se ha llegado á lo vago, perdiéndose las congeturas en diferencias de tres, cuatro ó seis años.

El globo impreso con líneas astronómicas, que se dice del General von Hauslab, de Viena, y que tiene inscrito el nombre América, pertenece, en opinión de unos, al año de 1509, y en la de otros, al de 1515—Pudiera también sostenerse con igual razón que es de 1505 ó 1506. En este caso, el nombre América debe de haberlo tomado de otra parte que de la obrita[Pg 58] de Saint Dié, lo que indicaría que se usaba á la sazón el nombre América, para designar una parte del Nuevo Mundo, aun antes de que lo bautizase Jean Basin.

Schöner trae otro globo impreso, en donde se encuentra el nombre América, que el Dr. Franz Wieser[52] atribuye con certeza al año de 1515, aunque carece de fecha.

La carta manuscrita, que se dice ser de Leonardo de Vinci, y algunos creen de 1512 á 1514, mientras otros piensan que es de 1515 á 1516, lleva el nombre América en la región más meridional del Nuevo Mundo.

Una carta francesa, que se atribuye á Ludovicus Boulengier, encontrada en una edición de la Cosmographiæ Introductio, Lyon, 1514, tiene esta inscripción: America noviter reperta, en una parte de la región meridional del Nuevo Mundo. Sin embargo, no es cosa segura que esta carta sea de la misma fecha que el librito, y es posible que haya sido colocada en él posteriormente.

Existe, en fin, la carta de la famosa edición de la Geografía de Ptolomeo, impresa en Strasburgo, en la imprenta de Jean Grüniger, año de 1522, en la que aparece el nombre América. Como la carta de Apiano de 1520, lleva ésta la inscripción de America provincia, al propio tiempo que en ella misma se declara, que el Nuevo Mundo fué descubierto por Colón y no por Vespucci. Otra prueba de que el nombre América se empleaba para designar solo una región de estas nuevas tierras sin intención alguna de atribuirlo á Vespucci.

Debo aquí hacer una observación que no he visto enunciada, y que tiene su valor en el difícil estudio[Pg 59] que nos hemos propuesto. Todos los cartógrafos han inscrito en los globos ó cartas, el nombre América, sin variación alguna, salvo los franceses que escriben Amérique, desde que en Francia dejaron de ponerse inscripciones latinas á las cartas. Hay notable uniformidad y corrección perfecta, ne varietur en la palabra América como nombre de lugar, ó nombre geográfico, en tanto que el mismo nombre, aplicado á Vespucci, ha tenido muchísimas variaciones, ofreciendo todas las combinaciones posibles de sonidos semejantes, tales como: Amerigo, Amerrigo, Almerigo, Amergio, Morigo, Emeric, Aïmeric, etc.; verdadera cacofonía de prenombres ó de apelativos, sin igual en la historia, que si los nombres propios, se escriben con frecuencia de diferentes maneras, no así los siguientes, entre muchos otros: Cristóbal, Juan, José, Sebastián, Fernando, etc., que no varían si no es en su traducción de una lengua á otra.

El nombre de lugar Amerrique se ha mantenido íntegro, siempre que se ha usado geográficamente, ya en cartas, ya en libros,[53] mientras que, al quererse dar á un hombre los aires de la fábula, como lo hizo Jean Basin con Vespucci, se ha llegado á una confusión completa, verdadera torre de Babel, donde parecen haberse ensayado todas las combinaciones para hacer armonizar el bello nombre indígena Amerrique con el prenombre Alberic.

Tenemos aquí una nueva prueba de haber sido un nombre de lugar el que se impuso á un hombre, y no el prenombre de un hombre al nuevo Continente—El uno es un nombre de lugar conocido de todo el[Pg 60] mundo, en tanto que el otro es un sobrenombre fantástico, que cada uno escribe á su modo.

Por lo demás, este error es natural y se comprende fácilmente.

En el Nuevo Mundo ocurre con frecuencia, aunque con menos éxito. Citaremos, por ejemplo, el nombre indígena Canadá. Dos historiadores que gozan de cierta reputación, bien merecida por el uno, declaran, en 1637,[54] y en 1672,[55] que el Canadá fué así llamado en honor de M. de Can ó Cane, señor francés que fué el primero en fundar una colonia en América, llamada entonces la Nueva Francia. Hubo efectivamente dos hermanos de Caen (no M. de Cane ó Cane) que llegaron al Canadá en 1621, un siglo después que Jacques Cartier. Afortunadamente, este último nos dice en su relación del viaje, que Canadá es palabra de los indios de las riberas del San Lorenzo, y quiere decir villa, ó reunión de chozas de indígenas. Pero supongamos que Jacques Cartier no hubiese dado tal explicación, y que los dos hermanos de Caen hubiesen llegado á la región del San Lorenzo cinco ó seis años después que Cartier, tendríamos un caso semejante al de Colón con Vespucci, en la cuestión del nombre América.

Respecto del Labrador, la confusión llega al caos. El bello nombre Brador ó Bradaur, sonoro y admirablemente apropiado, es palabra de los indios de las orillas del golfo de San Lorenzo. Significa “bahía estrecha y profunda,” que se introduce á la tierra, y corresponde exactamente al nombre noruego[Pg 61] fiord. Toda la costa del Labrador no es, en efecto, otra cosa que una serie de fiords contrapuestos á los de la costa noruega.

Demos en pocas palabras otros orígenes imaginarios. Primeramente, La tierra de los esclavos, donde se arrebataban indios para reducirlos á la esclavitud. Este país es tan pobre y rudo, que nunca ha tenido más que una escasa población, muy diseminada. En seguida, La tierra de la Labor, ó tierra del Labrador, para indicar tierras fértiles donde no hay otra cosa que rocas, irrisoria etimología![56] En fin, el inevitable navegante, un ballenero basco, llamado el Capitán Labrador, que penetró en el estrecho de Bell-Isle, hasta una bahía que nombró Labrador, y esto á mediados del siglo XV, cuarenta años próximamente antes del descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón. De esta bahía se supone haberse extendido á toda la costa.

El bello nombre Brador se ha dado, además, á una bahía particular, donde se encuentra el pueblo ó establecimiento de pescadores llamado Brador, el antiguo Brest de los franceses. En fin, las dos bahías profundas que parten en dos la isla de Cabo Bretón, llevan los nombres de Grande y Pequeño Brador, que los franceses, y á su ejemplo, los ingleses, escriben Bras-d’or.


[Pg 62]

XIII

Incertidumbres sobre la posición de la provincia ó región América, como la del Brasil, Cuba, Florida y Terra Nova—Mercator en 1541, y Ortelius en 1570, llaman América á todo el Nuevo Mundo—Opiniones de Humboldt, Varnhagen y d’Avezac sobre la propagación y adopción del nombre América—Ayudó ó retardó el error de Jean Basin á la adopción de este nombre?

La inscripción del nombre América en las primitivas cartas, demuestra no haberse adoptado del todo la proposición de Jean Basin y del Gimnasio vosgense, de llamar América á toda la cuarta parte del mundo, sino que ese nombre se aplicó á una región particular del Nuevo Mundo. Incierto era el lugar donde debía situarse, y de allí las variables y vagas posiciones en que se le inscribía, colocándosele acá y allá, sin saber donde fijarlo definitivamente. Igual cosa sucedía respecto á otros nombres de regiones del Nuevo Mundo: el Brasil, Cuba, Florida, Terra Nova, etc.

Encuéntrase el nombre Brasil, (que quiere decir madera de tinte rojo) dado á la isla de Terceira, en las Azores, desde 1385; en seguida le hallamos en la América Central, donde el día de hoy son Guatemala y Honduras; en Méjico, Yucatán y Campeche—luego en la región que ahora es Colombia; fué por último reducido al país que en la actualidad le lleva. Cuba comprendió á Méjico, lo mismo que á los Estados-Unidos y el Canadá, antes de quedar dentro de los modestos límites de una isla.

En cuanto á la Florida, llamóse así toda la costa del Atlántico, desde Las Tortugas hasta el Cabo Cod en Massachusetts, y no ha sido sino poco á poco que se ha reducido á los modestos linderos de la península y Estado de ese nombre. La isla de Terra Nova,[Pg 63] la hallamos primeramente al Norte de la América del Sur, (Venezuela y Colombia), y hasta un siglo después no se concluyó por fijarla á la entrada del golfo de San Lorenzo.

El nombre América fué atribuido primero á la parte Norte de la América meridional, (Guayana) y caminó después hacia el Ecuador y el trópico de Capricornio, á la punta más Sur del lado del polo austral, designando todo lo hoy comprendido dentro de los límites del Brasil. Remonta después al Ecuador, abrazando á la actual Bolivia, entre Chile y Perú, y finalmente, va invadiendo y cubriendo más y más terreno, hasta que por último, en 1541, Mercator lo puso en una proyección de su Globo terrestre, y Ortelius, todavía con más ventaja, en 1570, en su Mapa Mundi llamado Typus Orbis Terrarum, abrazó todo el hemisferio occidental bajo los títulos de America sive India nova, y de Ame Rica â multis hodie Nova India dicta. Observemos que en el globo de Mercator el nombre América está dividido en dos partes, separadas la una de la otra casi por todo el nuevo Continente. Ame se halla en la parte Norte frente á frente de Anuromega (Nerembega) y de la Baccalearum regio cerca del lugar ocupado hoy por Manitoba; mientras que Rica está al otro extremo de la proyección, en la región más meridional, entre el Plata y Chile.

Esto ocurría treinta y cuatro y sesenta y tres años después de la proposición de Jean Basin, y de sus asociados del Gimnasio vosgense.

Apresurémonos á añadir, que esta es solo la solución teórica, porque en la práctica necesitó mucho tiempo, y el día de hoy aun hay localidades que persisten en dar á la palabra una significación limitada, mostrando que al principio América designaba solo las regiones centrales del Continente. El día de hoy para los descendientes de los antiguos colonos franceses de las riberas del San Lorenzo, América significa[Pg 64] todo el país situado al Sur de Canadá. Estos canadenses dicen que van á América, cuando se dirigen á los Estados-Unidos ó á Méjico.

Tal variedad en la significación de la palabra América, aplicada á una provincia del Nuevo Mundo, y su progresiva invasión al Continente, demuestran hasta la evidencia, que los cartógrafos no se conformaron absolutamente con la proposición de Jean Basin, que pasó inadvertida por la gran mayoría de sus contemporáneos. Su importancia no se dejó ver hasta después de muchos siglos, gracias á las investigaciones y al gran nombre de Alejandro de Humboldt. Porque si el bautismo de Jean Basin hubiese sido aceptado y reconocido, habríase desde luego atribuido el nombre América, que inició el librito del Gimnasio vosgenes, á toda la cuarta parte del mundo, como se hacía con Europa, Asia y Africa. Pero no sucedió nada de esto. Y cuando se suscitaron dificultades sobre la persona á quien debía atribuirse el descubrimiento del Nuevo Mundo, no se pensó en el Gimnasio vosgense, ni en Hylacomylus, sino en Vespucci mismo, que fué acusado de colocar su nombre en las cartas, pretendiendo arrebatar á Colón la gloria del descubrimiento, y el nombre de Nuevo Mundo.

Schöner fué el primero, en 1535, en acusar á Vespucci de poner su nombre en las cartas; pero todas las investigaciones ulteriores han demostrado la falsedad de esta acusación. Cuanto puede decirse es que ese nombre se había hecho popular, pero no á consecuencia de la publicación de ningún opúsculo ó carta; y á este punto nos vemos obligados á volver continuamente.

Humboldt piensa que la propagación del nombre América[57] es debida á las cuatro ediciones de la[Pg 65] Cosmographiæ Introductio (1507, 1509, 1535 y 1554) y á la falta de publicaciones sobre los viajes de Colón.[58]

Varnhagen atribuye la adopción y éxito del nombre América á la imprenta del siglo XVI y “á la opinión pública, juez supremo de estas cuestiones de bautismo, resueltas por ella y para ella.”[59]

En fin, d’Avezac dice:—“Entre el error temprano y la verdad tardía, (aludiendo á la ignorancia de los miembros del Gimnasio vosgense, respecto al descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón, que ellos atribuían á Vespucci) la elección del vulgo no puede ser dudosa: como siempre, quedará el error consagrado. Algunos espíritus puros se sublevan contra él; pero dado el impulso, los carneros de Dindenault saltan como de costumbre en seguimiento de los de Panurge, balando como ellos el nombre América, y este nombre repetido por toda la gente carneruna, se hizo general, exclusivo, y de allí en adelante, indeleble.”[60]

Razones singulares, débiles é insuficientes por demás, pero dadas por los tres sabios que más y mejor han estudiado la cuestión!

De todo lo anterior puede concluirse, que el nombre América fué aceptado, no á causa de Vespucci, sino más bien á pesar del trabajo que en su favor ejecutaron Jean Basin y sus asociados del Gimnasio vosgense.

Rectificado antes de dos años, en la edición de Strasburgo, el error de atribuir á Vespucci el descubrimiento del Nuevo Mundo, no hubo tiempo para[Pg 66] que llegase á ser rutina, según la expresión de d’Avezac;[61] pues ¿qué era, á la verdad, un espacio de dos años, en aquella época de comunicaciones difíciles, cuando no había una sola carta impresa que llevase ese nombre, y con tan pocos ejemplares del opúsculo de Saint Dié en circulación? Hablar de rutina en tales circunstancias, es pagarse de palabras, sin la menor apariencia de verdad. No fueron los sabios quienes impusieron al vulgo el nombre América, porque con la resistencia de Schöner y otros, desde 1535, no habría sido aceptado, ni menos mantenido: pero ese nombre era tan popular, que el vulgo lo impuso á los sabios.

A orillas del Rhin, y en el centro de Europa, en general,[62] el error de Basin puede haber ayudado, dentro de ciertos límites á propagarlo; pero en España y Portugal, en Génova y en Venecia,[63] sucedía lo contrario. En todos los puertos de mar era sabido que Vespucci no era el descubridor del Nuevo Mundo, en donde no había estado más que en la posición subalterna de pasajero, sobrecargo, ó mayordomo; y cuando se supo—lo que no fué sino al menos después de treinta años—que se le atribuía el nombre vulgar y generalmente usado, América, la opinión pública experimentó mucha indignación. En los actos oficiales, en el Consejo de Indias, en las Historias de[Pg 67] las Indias de Oviedo, de Gomara, de Las Casas, no se emplea este nombre; en España y Portugal, la resistencia á su adopción duró tres siglos. Pero en el pueblo y entre las tripulaciones, había echado raíces profundas, seguramente á causa de su condición de aborígen, que, sin embargo, ya se había olvidado, como sucede con frecuencia; triunfando de las objeciones, tanto de los primeros sabios del mundo entero, como de las cancillerías españolas, y subsistiendo de grado ó por fuerza.

Un autor ha dicho con mucha sagacidad, sin conocer el origen indígena del nombre América, que “el haberse respetado la aseveración que lo atribuye á Vespucci, había sido, sobre todo, por falta de solución que oponerle.” En realidad, ha faltado una explicación racional, bien fundada y verdadera del fenómeno singular de un nombre de lugar, cuya posición geográfica precisa es desconocida, con el que se quiso revestir á un hombre, y hacerle navegante italiano.

Nueva prueba del triunfo final de los pequeños, y de la opinión pública, sobre los errores de los doctos, de los eruditos, y de los panegiristas patrióticos—Pobres tripulaciones llevaron del Nuevo Mundo el nombre Amerrique, y durante cuatro siglos los sabios y los literatos han disputado sobre el empleo y origen de ese bello nombre.


[Pg 68]

XIV

Documentos publicados después del siglo XVII—Ausencia total de huellas de Vespucci en Portugal—Dudas sobre la existencia de un solo documento auténtico en Florencia, relativo á Vespucci—Fabrícase en Paris, durante el segundo imperio, una pretendida carta de Vespucci á su padre, por el falsario Vrain-Lucas—Dificultad de leer, con matemática exactitud, los nombres ó sobrenombres asignados á Vespucci—Los padres católicos rehusan, hasta el día de hoy, dar por único nombre de bautismo, uno que no sea de santo.

Hasta la vez no he hecho uso más que de documentos impresos durante el primer cuarto, ó el primer tercio del siglo XVI, antes que se suscitase cuestión alguna sobre los méritos ó deméritos de Vespucci, y he tomado los hechos como los han trasmitido los contemporáneos. Trato ahora de examinar otros que han aparecido más tarde. Notemos, desde luego, con Alejandro de Humboldt, que fué hasta después de la publicación del señor Fernández de Navarrete,[64] en 1825, que hemos tenido materiales preciosos y verdaderamente dignos de fé acerca de Vespucci. Antes de eso, habíase puesto en obra todo cuanto podían inventar las pasiones, las rivalidades, los celos patrióticos y de campanario—sin pararse ni ante la fabricación de piezas falsas, ni ante los hechos mejor averiguados. Se inventaron relaciones de viajes, genealogías, cartas; en fin hasta se ha grabado en mármol en Santa María dell’umiltá, en Florencia, el año de 1719, la famosa inscripción del abate Anton M. Salvini.

[Pg 69]

AMERICO VESPUCIO PATRICIO FLORENTINO
OB REPERTAM AMERICAM
SUI ET PATRIÆ NOMINIS ILLUSTRATORI
AMPLIFICATORI ORBIS TERRARUM
IN HAC OLIM VESPUCCIA DOMO
A TANTO VIRO HABITATA
PATRES SANTI JOANNIS DE DEO CULTORES
GRATÆ MEMORIÆ CAUSA.

Con Navarrete, y sobre todo con Humboldt, se pasa del romano legendario á la realidad, y por vez primera se encuentra uno en el terreno de los hechos, en una discusión científica un tanto reñida.

En Portugal, y más particularmente en Lisboa, donde Vespucci escribió sus dos célebres cartas, (1503 y 1504) nada se ha descubierto, ni en los archivos de la Torre do Tombo, ni en ninguna otra parte: no se han hallado rastros de las letras patentes de que Vespucci habla á Soderini. Su nombre mismo no ha podido encontrarse en ninguna parte.

En Florencia no ha podido ostentarse hasta el día de hoy ningún documento de autenticidad absoluta. Nada parecido á las tres célebres cartas de Cristóbal Colón, conservadas en Génova, ha podido encontrarse en la ciudad de los Médicis. Todo cuanto se ha hallado son los panegíricos de Bandini y Canovaï—Y por otra parte, ¿habrá en esto motivo de sorpresa, cuando personajes más cercanos á nuestros tiempos, y cuyos escritos y publicaciones han sido enormes, como por ejemplo, Shakespeare y Moliére, no han dejado tras de sí rastro alguno, ni de sus manuscritos ni de sus cartas, sino apenas unas dos ó tres firmas cada uno?

La pretendida carta de Vespucci á su padre, fechada en 1476, en latín, no tiene carácter de autenticidad. Publicada por el panegirista Bandini, que tuvo buen[Pg 70] cuidando de no dar la firma, debe de haber servido de tentación á los fabricantes de autógrafos. Uno de estos falsarios, Vrain, ó Vrin-Lucas, admitió en el proceso[65] que se le siguió al efecto, haber fabricado cartas de Galileo, de Vespucci, etc., puesto que, dijo, se las pedían, y el fabricarlas “no cedía en mal de nadie.” Agregó que no quería más que “recurrir á una forma picante, para reavivar el gusto por las discusiones literarias é históricas.”

Aparte de esto, el examen, por rápido que sea, de esta pretendida carta de Vespucci á su padre,[66] comparada con la sola auténtica publicada en facsimile por el Gobierno español, en las Cartas de Indias, etc., (Madrid, 1878, in folio) muestra la falsedad de dicho documento; todos los caracteres son diferentes de los de la pieza auténtica: uno solo de ellos no se parece á éstos. La observación de que Vespucci escribió la una, á los veinticuatro, y la otra, á los cincuenta y seis años de edad, es enteramente inadmisible para explicar una diferencia caligráfica tan grande, que puede decirse absoluta. Es imposible que la misma mano haya jamás escrito esas dos cartas. Siendo la de 1508 de una autenticidad cierta, la otra ha debido ser fabricada. Por otra parte, la firma del nombre indígena latinizado Americus, constituye una imposibilidad material antes de 1507, imposibilidad desconocida á los falsarios.

El árbol genealógico construido por Bandini más de dos siglos después de la muerte de Vespucci, tiene el valor de todas las piezas de este género aplicadas á los hombres que llegan á ser célebres. Vespucci necesitó al menos un predecesor para el nombre[Pg 71] Amerigo, y Bandini no faltó en arrimárselo, siendo, según él, su abuelo, á quien llamó S. Amerigo, mientras á su padre le dió el nombre de Ser Nastagio. Ser está allí por Servitore, como se encuentra en todos los ejemplares de la segunda carta de Vespucci á Soderini, al fin Servitore Amerigo Vespucci in Lisbona.

M. de Varnhagen, cuyas simpatías por Vespucci no pueden ponerse en duda, ha reconocido, en Florencia misma, la falsedad de otra carta atribuida á Vespucci y publicada por Bandini en 1745. Mira asimismo como falsas otras dos, publicadas por la vez primera, la una en 1789, por Bartolozzi, y la otra en 1827, por Baldelli.

Déjase ver por estos ejemplos cuán en guardia es preciso estar contra las publicaciones hechas en Florencia acerca de Vespucci, pues si el prenombre de Vespucci no se sujeta á una crítica minuciosa y de mucha exactitud, pudiera llegar á dudarse si Alberico, ó Amerigo es el verdadero.

La cuestión es de alguna importancia, como ha podido verse por lo que dejo dicho sobre los documentos impresos de 1504 á 1507, en los que se encuentran los nombres Alberico y Amerigo, sin respicencia á que su solución toque la parte vital é importante del origen del nombre América, que flota siempre entre la licencia poética de Jean Basin, y Amerrique, nombre de lugar del Nuevo Mundo. Esta solución implicará más ó menos el apoyo que Vespucci puede haber prestado, sin saberlo quizás, al bautismo de Saint Dié.

Las piezas que sirvieron á Bandini para establecer el nacimiento y filiación genealógica de Vespucci—si en realidad existen—debieron ser examinadas con el mayor cuidado, primero en orden á la lectura exacta de los prenombres, y en seguida desde el punto de vista de su autenticidad; sobre todo, era preciso[Pg 72] asegurarse de que no habían sufrido alteraciones ni mutilaciones.

En general, tratándose del prenombre de Vespucci, la lectura aun de documentos impresos, ha adolecido de mucha inexactitud; y no se ha pensado en deletrear letra por letra. El mismo d’Avezac, tan exacto en sus citas de los cambios de letras y errores de los primeros cuadernos impresos en Saint Dié y Strasburgo, tradujo dos veces el nombre Albericus por Americ, en lugar de Albert ó Alberic, á la página 91 de su Martin Hylacomylus Waltzemüller.

Humboldt es quien mayor corrección ha observado en la ortografía de aquel nombre, que siempre tuvo cuidado de escribir con todas sus letras, según se encuentran en los documentos impresos ó citados en publicaciones. Sin embargo, cuando habla de Vespucci no vacila en llamarle Americ, y nunca Alberic ó Albert.

Cuantos conocen la Italia y la España, saben que es absolutamente imposible conseguir que un padre católico dé por nombre de pila, uno que no se halle en el calendario de los santos. Esto es lo mismo aun en Francia y Bélgica. Los empleados del registro civil en Francia, antes como ahora, han rehusado frecuentemente inscribir como prenombres, los que no son nombres de santos. En Italia, en la época de la omnipotencia de la Iglesia católica, la dificultad debe de haber sido aun mayor, y no se tiene noticia de excepción alguna de esta regla absoluta, salvo en los casos de los grandes nombres latinos, como César, Vespasiano, Mario, etc., ó en las designaciones numéricas para indicar el orden en la serie de los niños, como Quintino. Aun estos nombres no los acepta sino como ocultos entre otros muchos pertenecientes á santos, y de buena y legítima ortodogía.

Cómo creer, sin un documento de autenticidad indiscutible, exento de raspaduras y enmiendas, que[Pg 73] nos sirviese de prueba, que un padre haya podido bautizar á Vespucci con el solo nombre de Amerigo, sin acompañarle otros prenombres de santos bien conocidos y de ortodogía nada sospechosa, cuando su padre y su madre mismos estaban bajo la advocación de Anastasio y Elizabet?

Tenemos en eso una dificultad material, seria aun para los mismos italianos, quiero decir, los que de entre ellos son imparciales, y que no ven la presente cuestión, únicamente y ante todo por el lado del patriotismo. Por desgracia para muchos italianos, la fibra patriótica les impide discutir en calma. Hay uno, el marqués Pietro Amat di San Filippo, que no ha vacilado en acusarme de querer privar á Vespucci del honor de haber dado su nombre á la cuarta parte del mundo. Declara mi opinión sobre el origen del nombre América, “mal aconsejada y poco sostenible”—Pero en cuanto á razones, no da ninguna. Véase este curioso pasaje en la página 21 de la Biografía dei viaggiatori italiani, per P. Amat di S. Filippo, publicada por la Societá geográfica italiana, Roma, 1882, volume 1.º, edizione seconda.


[Pg 74]

XV

Descubrimiento de documentos referentes á Vespucci en los archivos de Sevilla y de Simancas, en España—Mención de Vespucci en 1496, sin prenombre—En 1505, Colón, en sus dos cartas del mes de Febrero, le nombra Amerigo Vespucci—Opinión de Alejandro de Humboldt sobre el nombre Amerigo—Firmas de Vespucci posteriores á 1507—Amerrigo con doble r, como el nombre indio Amerrique—Vespucci jamás desmintió públicamente ni sus dos cartas á Médicis y Soderini, ni el bautismo de Saint Dié—Papel de Pierre Martyr d’Anghiera—Descripción de las dos firmas auténticas de Vespucci—Son ellas los documentos más graves en su contra.

En España las investigaciones de J. B. Muñoz, y M. F. de Navarrete, en los archivos de Sevilla y de Simancas,[67] han logrado el éxito de descubrir las únicas piezas auténticas que poseemos sobre la vida de Vespucci. Todas se refieren á los últimos seis años de su vida. Antes de eso nada teníamos de él, ni tocante á él; pues las setenta y cuatro cartas del Cartei dei Medici avanti il principato, filza 68 (Archivos generales de Florencia) señaladas por Bartolozzi como dirigidas á Vespucci, de Febrero de 1483, á Noviembre de 1491, por los miembros de la familia de Vespucci y por Lorenzo de Médicis, dejan lugar por una parte, á graves dudas sobre su identidad, y por otra, á muy serias sobre su destino y dirección.

En un inventario de las cuentas de la flota, en la Casa de Contratación de Sevilla, Muñoz encontró una nota, datada el 12 de Enero de 1496, que indica que Vespuche (sin otro nombre) había recibido del tesorero Pinelo diez mil maravedís. Este es el primer documento de interés para nosotros, en que se encuentra el nombre de Vespucci.

[Pg 75]

El 5 y 25 de Febrero de 1505, el gran Almirante Cristóbal Colón, en sus dos cartas á su hijo Diego, habla de Amerigo Vespuchy. La segunda carta á Soderini, datada en Lisboa á 4 de Setiembre de 1504, le da por prenombre Amerigo. Recordemos, sin embargo, que la primera carta, igualmente datada en Lisboa en 1503, le da por nombre Alberico, traducido por Lorenzo de Médicis y Giocondo, Albericus.

El haber usado Colón el nombre Amerigo se explica con la fecha de sus cartas, posteriores en tres años á su estadía en la embocadura del río Bluefields, al pié de las montañas de Amerrique, del 16 al 24 de Setiembre de 1502. El cambio del nombre propio de Vespucci ocurrió entre 1503 y fines de 1504, de modo que Colón, al llamarlo Amerigo, no hizo más que conformarse al uso del sobrenombre adoptado por Vespucci.

Alejandro de Humboldt, que ciertamente conocía bien la España, dice:—“Este nombre (Amerigo) tan raro, puede ser enteramente desusado en España, y pudo también tomarse por apelativo.”[68] Efectivamente, hay apelativos españoles que se le acercan, entre otros, por ejemplo, Ameghino. No sabiendo como explicar el nombre Amerigo “elevado á la celebridad por la extravagante aplicación geográfica que de él se hizo en 1507,”[69] Humboldt se lanza á explicaciones y contradicciones inextricables. Dice que “la preferencia dada al nombre propio ó de pila sobre el de familia, tiene sin duda su origen en el sonido, poco agradable, de Vespuccia, según la costumbre muy común en Italia y España de designar á las personas notables por su nombre propio únicamente.”[70] Pero en 1504 y 1505 Vespucci no era persona notable; al contrario, era un desconocido que no alcanzó cierto[Pg 76] realce ni notoriedad, sino á partir de su nombramiento de Piloto Mayor, que fué el 10 de Junio de 1508. Además, en un país en donde se contaban á la sazón tantos navegantes célebres, Vespucci no podía hacer más que una pobre figura, á punto que el historiador Oviedo, en su célebre Historia general de las Indias, publicada en 1535, en Sevilla, que es donde Vespucci vivió como Piloto Mayor, y donde murió, no lo cita una sola vez.

La preferencia del nombre propio sobre el apelativo, es única en la historia de la geografía, con excepción de los de personas pertenecientes á familias reales. La excepción en favor de Vespucci no tiene más explicación plausible que el doble error de Jean Basin.

Humboldt añade:—“Siendo muy sonoro, presentaba la ventaja de prestarse á ser siempre correctamente escrito en los documentos.”[71] Y sin embargo, Humboldt mismo cita las siguientes variaciones: Amerrigo, Morigo, Alberico, Americo, Emeric, Damerigho, Almerigo, Amerigo y Almerico.

A más de las cartas de Colón, hánse encontrado otros documentos, pertenecientes á los años de 1505 á 1516, en que se lee el nombre Amerigo: á saber, su carta de naturalización, su nombramiento de Piloto Mayor, en 1508, y recibos é instrucciones. Los libros de cuentas del Archivero de Indias, de Sevilla, consignan frecuentemente Ha de Haber Amerigo, con el solo título de Capitán Amerigo, empleándose este nombre como apodo, bien conocido y admitido, sin Vespucci, el cual no aparece sino raras veces. En España se ha gustado siempre de poner apodos, sobre todo á los extranjeros.

La carta patente, que nombra á Amerigo Despuchi Piloto Mayor, está datada á 22 de Marzo de 1508; y[Pg 77] la instrucción de Valladolid lleva la fecha de 6 de Agosto de 1508.

Navarrete y Muñoz no han encontrado más que dos ó tres firmas de Vespucci, al pié de recibos, y F. Adolphe de Varnhagen, ha dado el facsimile de la firma de Vespucci, la cual, dice, es “verdadera.”[72] Todas estas firmas de Vespucci son referentes á sus funciones de Piloto Mayor, y posteriores á 1507.

Encontróse poco há una carta entera de Vespucci, y el Gobierno español la publicó en facsimile entre las Cartas de Indias publicadas por primera vez magnífico in folio, Madrid, 1878. Esta carta está dirigida al Cardenal de Toledo, datada en Sevilla á 9 de Diciembre de 1508. La firma es parecida á la de los recibos, y dice Amerigo Vespucci, Piloto Mayor.

Hagamos notar acerca de estas firmas, que son las solas auténticas, los únicos documentos efectivos que poseemos de Vespucci.

La segunda carta del navegante florentino, datada en Lisboa á 4 de Setiembre de 1504, está firmada Amerigo. Verdad es que el manuscrito es desconocido, y que no podrá recobrarse; pero no hay razón para suponer que el impresor P. Paccini, de Pescia, no haya copiado la firma exactamente y á la letra, tanto más que la publicación fué hecha en Italia, á las puertas de Florencia.

La proposición de Jean Basin y del Gimnasio vosgense, de llamar América á la cuarta parte del mundo, fué hecha en 1507, y las firmas auténticas de Vespucci, son de 1508.

Dice Humboldt que “Vespuce estuvo en correspondencia con el duque de Lorena,”[73] quien puso en manos de su secretario, Gualterio Lud, la traducción francesa de la carta de las Quatuor Navigationes. René, pues, tuvo tiempo suficiente, antes de su muerte,[Pg 78] que fué el 10 de Diciembre de 1508, de hacer llegar á Vespucci, en Sevilla, un ejemplar de la edición de Saint Dié. Es además probable, que si no hubiese llegado á manos de Vespucci, la Cosmographiæ Introductio, enviada directamente por el duque de Lorena, ó por Gualterio Lud ú otro miembro del Gimnasio vosgense, algún sabio de Metz, con quien Pedro Mártir, amigo de Vespucci, estuviese en relaciones epistolares, la mandase al primero, á fines de 1507, ó á más tardar, á principios de 1508.

De todos los contemporáneos de Vespucci que vivieron con él en España, el italiano Pietro Martire d’Anghiera, es el único que le ayudó conscientemente en la propagación del nombre Americus. Colón y los demás que se sirvieron del nombre Amerigo, no se dieron cuenta del uso que de él podía llegar á hacerse, ó que se había hecho en Saint Dié; en tanto que Pedro Mártir, al dar á Vespucci el nombre Americus en su segunda Década, Los Oceánicos, tuvo claramente la intención de sancionar el bautismo de Saint Dié. Sacerdote y protonotario apostólico, encargado de la canonización de santos, sabía muy bien que en el calendario católico no había Amerigo, ni Amerrigo, ni Americus. En fin, al servirse del nombre inventado por Jean Basin, probó que estaba al corriente de lo que éste había hecho para atribuir á Vespucci el descubrimiento del Nuevo Mundo, é identificarlo con el nombre Amerrique.

Nadie fué más activo que Pedro Mártir durante este período. Preceptor y tutor de los hijos de Fernando é Isabel la Católica, diplomático, prelado romano, miembro del Consejo de Indias, sostenía correspondencia seguida con un gran número de personas de diversas partes de Europa. Sus cartas, de las cuales se publicaron en 1530 arriba de ochocientas, indican que era hombre que se hallaba muy al corriente de las cosas de su tiempo. Por su posición[Pg 79] en la Corte de España, en el Cuerpo Diplomático y en el Consejo de Indias, estaba al tanto de todo lo que se publicaba y decía sobre los países nuevamente descubiertos. Imposible dudar que conocía el librito de Saint Dié, y por su medio Vespucci debe de haber sido informado de la existencia de esa publicación, si ya no fuese que la obtuvo directamente. Pedro Mártir, como Vespucci, nada hizo para rectificar los errores del Gimnasio vosgense. Al contrario, ayudó á propagarlos, sirviéndose del nombre Americus como nombre propio de Vespucci.

Las Repúblicas italianas de Venecia, Génova y Pisa tenían el mayor interés comercial en conocer todos los descubrimientos marítimos efectuados en nombre de los Gobiernos español y portugués. Aunque estaba prohibida, bajo pena de muerte, la salida de las cartas geográficas relativas á esos descubrimientos, y para impedirla se guardaban dichos documentos bajo diferentes llaves custodiadas por tres ó cuatro personas, aquellas Repúblicas hallaron, sin embargo, los medios de obtener las importantes reseñas que deseaban. Para esto emplearon agentes y diplomáticos especiales, como Lorenzo Cretico, Vicenco Quirini, Angelo Trivigiano, Girolamo Priuli, etc., quienes naturalmente se dirigían, ora en secreto, ora de un modo franco, á sus compatriotas Colón, Vespucci y Pedro Mártir. Uno de ellos se jacta en sus cartas de ser grande amigo de Colón, y de obtener de él un mapa de las nuevas tierras; otro copia secretamente las Décadas De rebus oceanicis, de Pedro Mártir, y suministra los materiales del Mondo novo é paesi novamente ritrovati da Alberico Vespuzio fiorentino, Vicenza, 1507. Estos agentes italianos se mezclaban, además, con los marinos que volvían de Indias, y no dejaban de explotar esta fuente viva de noticias. Vespucci, siempre ocupado, debe de haber sido puesto á contribución por estos emisarios, sobre[Pg 80] todo después de su nombramiento para el puesto de Piloto Mayor: es imposible que por medio de ellos no hubiese conocido el libro del Gimnasio vosgense; pues los agentes que recorrían la Suiza, la Francia y la Inglaterra, antes de llegar á Lisboa y á Sevilla, tenían una bella ocasión de ganarse su confianza, mostrándole ese libro que tanto debe de haber lisonjeado su amor propio.

Humboldt dice:—“Resulta de mis investigaciones que, por lo menos, el nombre América, fué inventado y propagado por la ignorancia de Vespucci.”[74] Y además, “no hay hasta aquí prueba alguna de relación directa, entre Waltzemüller, impresor de Saint Dié, y el navegante florentino.”[75] Humboldt no conocía á Jean Basin, y creía que Hylacomylus había traducido las Quatuor Navigationes, y que era autor de la proposición de nombrar América al Nuevo Mundo.

Participo en mucho de esta opinión, y pienso que Vespucci no fué instigador de la “gloria peligrosa que se le preparó en Saint Dié.”[76] El vizconde de Santarem fué aun más lejos cuando dijo:—“Esta denominación (América) dada al nuevo Continente, después de la muerte de Colón, fué probablemente resultado de un plan concebido y preparado contra su memoria, sea con designio y conocimiento de causa, sea por influencias secretas,” etc.[77] Deja con toda la reserva del uso de la palabra Amerigo como nombre propio, á partir de 1504, en lugar del nombre Alberico, usado ciertamente en 1503, y con mucha probabilidad más adelante. Es un hecho cierto que el nombre Alberico, no tomando en cuenta más que[Pg 81] las publicaciones anteriores á 1745, fué empleado por los italianos, y sostenido en Italia más largo tiempo que en ninguna otra parte. Aun el día de hoy italianos hay que no designan á Vespucci de otro modo. En la biblioteca Magliabechiana de Florencia, intitúlase Alberico un volumen impreso con copias y notas manuscritas sobre Vespucci. Este volumen, que data de 1820, fué dispuesto y arreglado por el abate Follini, entonces bibliotecario; mientras que el nombre Amerigo ó Amerrigo tuvo origen en la Península ibérica, (Lisboa y Sevilla) en donde se le encuentra con más persistencia al tratarse de Vespucci; hecho nada extraño, teniendo su origen dicho nombre en las tierras de Occidente que acababan de descubrirse. En cuanto al nombre latino Americus, su autor es Jean Basin, prosador elegante de Saint Dié, y este nombre se localizó en la región del Rhin, antes de propagarse en otras partes, con excepción de la cita aislada, que hizo de él Pedro Mártir, en 1516, en España, y en su segunda década, lo que demuestra la parte que este compatriota de Vespucci tomó en dar consistencia á la alteración del nombre propio del mismo Vespucci.

Al recibir la Cosmographiæ Introductio del Gimnasio vosgense, Vespucci debe haberse sentido por extremo lisonjeado con el honor que se le discernía—Pretensioso, vano, abundando en deseos de celebridad, amigo de ostentar su erudición, como lo prueban sus dos cartas á Médicis y Soderini, veía realizarse las más bellas aspiraciones que jamás pudo alentar, y eso, sin poner nada de su parte.

Si hubiese querido, pudo siempre desconocer esa “gloria peligrosa,” pues no ocurrió su muerte sino hasta el 22 de Febrero de 1512: pudo al menos escribir á sus amigos de Florencia, declarándoles que nunca había tenido la pretensión de suplantar á Colón, ni á los otros primeros descubridores y exploradores[Pg 82] del Nuevo Mundo. No sucedió esto, pero, en cambio, nos dejó aquellas tres firmas, y su carta al Cardenal Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo, todo posterior á 1508.

Una de estas firmas, según el facsimile de Varnhagen,[78] es obra maestra de caligrafía. El prenombre, ó más propiamente el sobrenombre, pues está colocado encima del otro de la manera siguiente: {Amerrigo} está escrito Amerrigo con dos {Vespucci} rs. Esta firma tiene una doble rúbrica, cuadrada y deslumbrante. Pudiera decirse hecha por un maestro de escritura, calígrafo emérito. Es evidente que para su autor el prenombre antecede al apellido, y lo puso de relieve, como centinela avanzado, bien aparte de la palabra Vespucci, á fin de que el lector lo notase de toda preferencia. ¡Que diferencia con la firma modesta y rúbrica de Cristóbal Colón!

La segunda firma, al pié de la carta dirigida al Cardenal arzobispo de Toledo, fechada el 9 de Diciembre de 1508, es también elaborada y ostentosa, con la sola diferencia de que el prenombre está escrito en la misma línea que el apellido, ligero cambio que hizo para dar lugar al título de Piloto mor. (mayor) colocado en la siguiente línea. Amerrigo está escrito con doble r, mostrando que Vespucci, en 1508, y después de esa fecha escribía su prenombre con doble r. Las dos rúbricas cuadradas y deslumbrantes, son las mismas, tal vez más acentuada la segunda que la primera, que he descrito antes. En fin, hay un gran rasgo sobre la abreviatura mor., del título de Piloto Mayor, que se destaca bastante del apellido y prenombre, mostrando que Vespucci hacía de él mucha cuenta.

La letra de toda la carta es clara, aun elegante, é indica que Vespucci debe haber poseído talentos poco[Pg 83] comunes, como calígrafo y dibujante; talentos que deben haberle servido para alcanzar el puesto de Piloto Mayor, que quiere decir conservador y diseñador de las cartas marítimas pertenecientes al Consejo de Indias.

La duplicación de la letra r prueba que Vespucci quiso aproximar cuanto fué posible su prenombre ó sobrenombre al nombre indio Amerrique, el cual hasta el día de hoy, se pronuncia en Centro-América con la doble r muy fuerte.[79] Si se trae á la vista el nombre Amerigo, propuesto por el Gimnasio vosgense en 1507, no puede menos que descubrirse la evidente intención de ayudar á mantener el error, tanto más cuanto que no habiendo aun sido impreso el nombre en francés, ignoraba Vespucci que en lugar de escribirlo Amerrique como debían, los franceses suavizaron el sonido de la doble r, dejando una, y colocando un acento agudo sobre la e que le precede.

Humboldt se hace cargo de la existencia de la doble r; pero no sabiendo cómo explicarla, la atribuye “casi á una prueba de erudición,”[80] mirándola como una asimilación de dos consonantes parecidas, en lugar de Amelrico, nombre de un obispo de Como, que vivió por el año de 865, según él asegura, siguiendo la opinión de un erudito de Berlín, el profesor von der Hagen.

Mientras tanto, sabiendo como sabemos, que en Nicaragua, y especialmente en los pueblos de La Libertad, Juigalpa y Acoyapa, al pié de la Sierra de Amerrique, se pronuncia fuerte la doble r, tenemos la explicación del cambio operado en cuanto á la escritura[Pg 84] del prenombre de Vespucci, Amerigo en 1504, Amerrigo en 1508, mediando en el intervalo el bautismo de Saint Dié (1507).

Este cambio, junto con la firma bien evidenciada, es la sola prueba que tenemos, no de la parte que Vespucci haya tomado en el bautismo de Saint Dié, sino del auxilio que le prestó para hacerlo válido y eficaz. Respecto de su silencio en cuanto á que el Nuevo Mundo fuese descubierto por Colón y no por Vespucci, la prueba es solo negativa, siendo posible que Vespucci hubiese protestado en carta, y que esta carta hubiese sido destruida, sin quedar de ella rastro alguno.


XVI

Resumen y conclusiones

En resumen, nos hallamos en presencia de los siguientes hechos, completamente auténticos.

Ante un examen tan prolijo de los textos, los nombres, los lugares y las fechas, cuál deberá ser la conclusión? Esta conclusión se impone, y si no es toda la verdad, pues la verdad no podrá jamás saberse, debe acercársele muchísimo.

Después de un estudio atento de todos los documentos, pienso que si se ha andado lejos de lo razonable, tratando á Vespucci de “feliz impostor,” y afirmando como Santarem, que “consintió indirectamente en la injusticia cometida con Colón,” sus panegiristas, al llamarle “genio sublime,” “hombre de educación superior, con el prodigioso talento de Plinio,” no han sido más justos, y han traspasado los límites de lo verosímil.

Adolphe de Varnhagen, en su deseo de rehabilitación, se dejó llevar por sus simpatías, y se avanzó demasiado, queriendo, dice, rendir “homenage á la justicia, á la moralidad y á la verdad histórica, en favor del nombre americano, y de Amerigo Vespucci.”

El mismo Alejandro de Humboldt, con todo y reconocer los lados flacos del carácter y escritos de Vespucci, ha creído más bien, que éste es víctima inocente[Pg 86] de acontecimientos en gran parte inexplicables, de confusiones, de alteraciones fantásticas y de inexactitudes inherentes á cuanto se refiere á los descubrimientos de los navegantes de fines del siglo XV, y principios del XVI.

Del estudio que precede puede concluirse que Vespucci fué lo que el día de hoy se llama un hombre hábil, muy diplomático, muy diestro, en italiano tan fino. Y es bien considerar que se trata de un compatriota de los Médicis, y del no menos célebre Maquiavelo. Desgraciadamente, en sus especulaciones comerciales, después de navegar como simple pasajero, ó empleado subalterno, tuvo el talento de hacerse recomendar por su compatriota el Almirante Colón, y obtener el puesto de Piloto Mayor. Tomó además sus precauciones para no dejarse olvidar en su patria, y colocarse ante el mundo como un gran navegante, escribiendo cartas á personajes de muy elevada posición en Florencia, cartas que se ve claro, eran destinadas á la publicidad, y que nunca desconoció.

No puede admitirse razonablemente, que no tuviese conocimiento de su publicación, pues su muerte ocurrió en 1512, y su posición de Piloto Mayor en Sevilla, lo ponía en relaciones con personajes tales como Pedro Mártir, Miembro del Consejo de Indias, con el Embajador de la República de Venecia, y con muchos otros que, ó le pudieron dar ejemplares de los opúsculos impresos en que se registraban sus cartas, ó bien advertirle su existencia.

Al concluir, no puedo menos que hacer notar, que el nombre indio Amerrique, fué atribuido á un piloto-cartógrafo, empleado por sus talentos de calígrafo y dibujante, el florentino Alberico Vespucci, y que ese singular bautismo fué puesto con no menos falta de razón, bajo la egida de otro dibujante-cartógrafo, que era al mismo tiempo castigatore, Martin Waltzemüller;[Pg 87] que esto sucedió haciendo primeramente á un lado al navegante que descubrió el Nuevo Mundo, el genovés Cristóbal Colón, y luego á los soberanos de España que lo enviaron, desatendiéndose del nombre propio de Vespucci (Alberico) y pasando, en fin, enteramente en silencio el nombre del fantástico padrino del Nuevo Mundo, Jean Basin de Sandocourt, autor de la consabida licencia poética. ¡Qué tejido de errores y confusiones, tan singular en la historia de las ciencias geográficas! El florentino Alberico Vespucci tuvo el honor de ser el primer hombre de la raza blanca á quien se aplicó el sobrenombre de Americus, Ameriquain ó Americaing. Esta gloria tan bella, considerados los antecentes de Vespucci, es después de todo, suficiente, y debería satisfacer á sus compatriotas, aun los más exigentes, así florentinos como italianos.

Si el día de hoy, con los conocimientos que poseemos en geografía física y descriptiva, buscásemos un nombre para el Nuevo Mundo, sería imposible encontrar otro mejor, pero ni siquiera tan bueno. Nombre indígena, designación descriptiva: Amerrique, país del viento, al mismo tiempo que país rico en oro ¡qué bella definición! Las cuatro quintas de las tormentas que visitan la Europa occidental, son llevadas allí por los vientos del Sud-Oeste y del Oeste, originándose todas en la América, país de donde viene el viento. Y el oro que ha entrado á la circulación después de haber descubierto Cristóbal Colón á Castilla del Oro,[81] se ha decuplicado más de cuatro veces, gracias á los placeres y filones de cuarzo aurífero, esparcidos de un extremo á otro de este nuevo Continente. Estos dos grandes hechos de la geografía física, se[Pg 88] encuentran reunidos y resumidos, entre el lago de Nicaragua y la costa de los mosquitos, en el centro mismo del Continente, en la Sierra de Amerrique. Alejado de todos los grandes focos de población, y sin pertenecer á ninguna gran nación, es un punto neutro, que á nadie provoca á celos por rivalidad de descubrimiento. El gran Colón es incontestablemente el descubridor, mientras Vespucci no aparece más que como persona subalterna, cuyo sobrenombre se hizo más célebre que lo que él mismo pudo pensar, ni aun soñar, cuando le dieron ó tomó tal sobrenombre.

¡Qué de obstáculos no tuvo que vencer el bello nombre América, que cubre la mitad del globo terrestre! El día de hoy brilla puro y libre de toda mancha. Nada debe á ninguna persona en particular, habiendo surgido de entre las relaciones de los primeros navegantes, tripulantes y aventureros, y acogídose por general asentimiento, con el concurso de todos.

Tal como es, fué recibido, sin examen, sin reparo—Es uno de esos nombres populares, salidos del seno de las masas, que lo lanzaron inconscientemente; y en seguida sancionado del modo más extraordinario y de una manera del todo errónea, por los doctos, los sabios, los cartógrafos y los grandes de la tierra. Poco á poco se extendió de las regiones equinocciales á las de los dos polos.

Nada tiene de exótico este nombre. Si su nacimiento fué oscuro, su juventud difícil y borrascosa, el día de hoy no hay cosa que lo empañe ni rebaje el resplandor de su justo renombre.

Cambridge, Massachusetts, Setiembre de 1886.


[Pg 89]

APÉNDICE

(Octubre de 1887)

S. E. don Adán Cárdenas, Presidente de la República de Nicaragua, en carta datada en Managua á 22 de Mayo de 1886, dirigida á don Manuel M. Peralta, dice que no solo existe una cadena de montañas llamada Amerrique, sino que además esa cadena está habitada por la tribu de los indios llamados Amerriques, reducida el día de hoy á un corto número de individuos, y que según las indicaciones que se encuentran en aquella región, ha de haber sido anteriormente de alguna importancia. El Presidente Cárdenas agrega que los indios amerriques han estado siempre en comunicación más ó menos frecuente con el Cabo de Gracias á Dios y toda la costa de mosquitos. (Boletín de la Soc. Geogr. Americana, 1886, número 4, páginas 315 y 516, New York).

Este es un hecho nuevo é importante, que presta el más fuerte apoyo á las probabilidades en favor de la opinión según la cual Colón y sus equipajes, cuando estuvieron en Cariai y Caramburu en 1502, y Vespucci cuando estuvo en el Cabo de Gracias á Dios en 1497, y á lo largo de la costa de mosquitos en 1505, según la cual, digo, Colón y Vespucci deben de haber oído mencionar el nombre Amerrique como designación de un lugar rico en oro, y de los indios de quienes los moscos obtenían ese metal. Es un nuevo anillo en la cadena de hechos auténticos, relativos á esta difícil cuestión.

La ortografía del nombre Amerrique, en la carta impresa del Presidente Cárdenas, difiere ligeramente de la que usó Thomas Belt: la primera tiene una s[Pg 90] entre la i y la q: Amerrique. Es muy probable que esta variación sea debida á falta del copista, ó bien á una imperfecta lectura. Belt, que vivió más de tres años al pié de aquella Sierra, la cual tenía siempre á la vista, que la atravesó muchas veces, y que empleó á los indios de las inmediaciones en los trabajos de las minas de oro que dirigía, estuvo en posición excepcionalmente favorable de oír y escribir correctamente el nombre de esta Sierra. En su libro escribe Amerrique, siempre que la cita, y de la misma manera y en letras muy claras, en la carta que me escribió.

El nombre de la Sierra de Lepaterrique, que se escribe sin s, y el número de nombres terminados en ique, es tan considerable en todo Centro-América (sin un solo caso de la excepción contraria de la terminación en isque) que apenas si puede haber duda sobre el sonido verdadero de la palabra.

En orden á la objeción que se funda en no encontrarse impreso más que en el libro de Thomas Belt, y que no existe ninguna carta geográfica, puede responderse, que esto simplemente prueba cuán desconocida es aquella parte de Nicaragua, y cuánto se ha descuidado la exploración de las primeras tierras firmes descubiertas en el Nuevo Mundo. Por lo demás, si el nombre Amerrique hubiese sido inscrito en alguna carta geográfica, no sería yo quien diese las explicaciones que preceden. Otros presentarían después de largo tiempo la cuestión bajo la misma luz, con más talento y claridad, sin duda, pero no con más deseo de encontrar la verdad.

Finis

FINIS


LAS NOTAS:

[1] El Atlantic Monthly de Marzo de 1875, publica una traducción bajo el título de, Origin of the name America.

[2] Costa-Rica, Nicaragua y Panamá en el siglo XVI, etc., por don Manuel M. Peralta, in. 8.º, Paris, 1883.

[3] Examen Critique, vol. IV, pág. 42.

[4] Primer viaje de Amerigo (sic) Vespucci—Viena, 1869.

[5] Conocida es la extrema reserva que Colón acostumbraba á guardar en sus informes escritos al Gobierno español. Temía sin duda las calumnias, las falsas interpretaciones, y se ponía en guardia por un sentimiento de prudencia.

[6] Por otra parte, existen también las minas de oro de Juigalpa, nombre indígena que debía escribirse Huzgalpa, y significa patria del oro. En fin, el nombre que los indios daban á toda la costa de mosquitos, es Teguzgalpa, ó Taguzgalpa, nombre que quiere decir oro.

[7] Examen Critique, vol. IV, páginas 192 y 193.

[8] Nuevas investigaciones sobre los últimos viajes del navegante florentino, por F. A. de Varnhagen, pág. 56.

[9] Amerigo Vespucci, por F. A. de Varnhagen—Lima, 1865, folio, pág. 13.

[10] Su fecha es 7 de las calendas de Mayo de 1507, es decir, el 25 de Abril de dicho año, después de rectificado el calendario.

[11] Examen Critique, vol. IV, páginas 33 y 34.

[12] Examen Critique, vol. V, pág. 179.

[13] Examen Critique, vol. V, páginas 206 y 207.

[14] Uno de estos marinos, amigo suyo, el Capitán Hojeda, le llama Morigo, que quiere decir parecido á moro. Por aquella época fueron expulsados los moros de España, sin quedar en territorio español más que aquellos que se hicieron cristianos á la fuerza. ¿Había Vespucci frecuentado á los moros, ó tenía el tipo morisco?

[15] Examen Crítico, vol. IV, pág. 154.

[16] El bello ejemplar del señor Charles Deane, de Cambridge.

[17] Examen Crítico, pág. 52, tom. IV.

[18] Examen Crítico, tom. IV, páginas 49, 50 y 51.

[19] Entre Neufchateau y Mirecourt, en los Vosgos, muchos de los nombres de lugar terminan en court. Es allí donde se encuentra la villa de Sandocourt, patria de Jean Basin. He adoptado la ortografía de la carta llamada del Estado Mayor, foja 14 (Metz) escala 11320,000 en lugar de los tres nombres de Sandacourt, Sandacour y Sendacour, dados por d’Avezac.

[20] Examen Crítico, tom. IV, páginas 98 y 99.

[21] Recherches sur Americ Vespucci, Paris, 1842, pág. 70.

[22] El señor Charles Deane ha puesto á mi disposición, con mucha complacencia, su bello ejemplar de la Cosm. Int., edición de Setiembre, 1507. Y el señor Justin Winsor, con no menor liberalidad, me ha suministrado todas las reseñas y libros de la rica biblioteca de la Universidad de Harvard, en Massachusetts.

[23] Martin Hylacomylus Waltzemüller, sus obras y sus colaboradores—Paris, 1867, in. 8.º

[24] Bol. de la Sociedad Geográfica, Paris, 1855, pág. 411.

[25] Examen Critique, vol. IV, pág. 98.

[26] Examen Critique, vol. V, pág. 207.

[27] Examen Crítico, vol. IV, pág. 106.

[28] Examen Critique, vol. IV, pág. 106.

[29] Primer viaje de Amerigo (sic) Vespucci, pref. pág. 1—Viena, 1869.

[30] Biblioteca Americana (Vetustísima, pág. 94).

[31] Martin Hylacomylus, páginas 18, 23 y 25.

[32] Tom. II, col. 316 de la nueva edición. El editor de la Bibliotheca Americana vetustissima, de Harrisse, ha dado en forma de viñeta una especie de parodia, de gusto dudoso, sustituyendo sus iniciales y las de Nueva York, á las de Saint Dié.

En fin, esta notable marca tipográfica, se encuentra dos veces reproducida en facsimile en A Catalogue of Books (Bibliotheca Americana) de J. C. Brown, por J. R. Bartlett, vol 1.º, páginas 32 y 33, Providence, 1875.

[33] Al decir Cosmographiæ, en este y otros lugares de la presente memoria, entendemos hablar de la Cosmographiæ Introductio.

[34] Martin Hylacomylus, pág. 19.

[35] Martin Hylacomylus, pág. 73.

[36] Los primeros impresores tenían, todos, una opinión muy elevada de su importancia; y los de los pueblos pequeños, como Saint Dié, Salins, etc., etc., se consideraban genios, comparables á los héroes de la Fábula. Así, en el primer libro impreso en Salins, en el Franco Condado, en 1484, se dice en verso latino, de una edición de las más mediocres:

“La mano del impresor que ejecutó esta obra,

Fué digna de un Elcides, y dispuso de las armas de Vulcano.

Siendo casi el Aquiles de este arte verdadero, etc., etc.

En Salins, valle ilustre (sic) por renombre hercúleo,” etc., etc.

Primer libro impreso en el Franco Condado, descubierto y descrito por Augusto Castan (Memorias de la Soc. d’Emulation du Doubs) 5.ª serie, tomo IV, página 52. Besançon, 1880.

He ahí un bello ejemplo de pretensión y vanidad.

[37] Martin Hylacomylus, pág. 50.

[38] Martin Hylacomylus, pág. 51.

[39] Martin Hylacomylus, pág. 54.

[40] Una edición de 500 ejemplares se miraba entonces, lo mismo que un siglo después, como el máximum á que raramente se llegaba, y que correspondería hoy á una edición de 25 á 30,000 ejemplares. En geografía no había más que Ptolomeo, Münster y Ortelius, cuyas ediciones alcanzaron la cifra de 500 ejemplares, se les citaba como tiradas fuera de todo límite. Jules Philippe, en su libro Origines de l’imprimerie à Paris, nos dice que las primeras obras no se tiraban más que en número de 40 ó 50 ejemplares. Cita una edición de Salustio en número de 200 ejemplares, en 1470.

[41] Examen Critique, vol. IV, páginas 49 y 50.

[42] Nicolini de Sabio, en la edición de la Cosmographiæ Introductio que publicó en Venecia en 1535, manifiesta dudas sobre el empleo de la palabra América, y quisiera que se usase Amerige.

[43] The Nation, 10 de Abril de 1884, New York. El autor cree que Waltzemüller es el autor del nombre, cuando en verdad lo es Jean Basin.

[44] Asegura M. H. Harrisse que existe en la Biblioteca nacional de Paris, un manuscrito de Antonio Pigaffeta, caballero de Rodas y compañero de viaje de Magallanes, manuscrito en viejo francés, en el que se describe esta célebre navegación al rededor del mundo, y que, en opinión de los paleógrafos data del primer cuarto de siglo XVI. Al margen de la foja sétima, hállase en caracteres antiguos el nombre Amérique meridionale, mostrando así que los que hablaban la lengua francesa empleaban desde el siglo XVI el nombre Amérique en su forma de nombre indígena de las montañas de la costa de mosquitos.

[45] Hombre de buena educación, Lud no reclamó parte alguna de esta obra, que comenzó, y después, largamente sostuvo con su dinero é influencia. Al abandonar su trabajo á los editores de Strasburgo y á Waltzemüller, dió pruebas de generosidad, modestia y buen juicio. Qué contraste con la conducta y pretensiones de Waltzemüller!

[46] Martin Hylacomylus, pág. 8.

[47] Martin Hylacomylus. pág. 114.

[48] Examen Critique, vol. IV, pág. 142. Humboldt mira injustamente á Waltzemüller como autor del nombre América; de Jean Basin no supo nada.

[49] Vespucius and his voyages.

[50] Le globe Lenox, de 1511, traducido del inglés por Gabriel Gravier, Rouen, 1880, pág. 23.

[51] En una memoria intitulada “The origin of the name of America,” (Boletín de la Sociedad Geográfica americana, pág. 45, núm. 1, 1883, New York) el señor T. H. Lambert, colocándose desde el punto de vista filológico, piensa que el primitivo nombre de la mayor parte del Nuevo Mundo, era Amarca, que quiere decir la gran tierra del Sol, y que era el nombre nacional de los peruanos, conforme á su libro sagrado. Cita estos nombres de lugares, Cundin-Amarca (más tarde “Ciudad del Oro,” ó “El Dorado” de los españoles), Caj-Amarca, Yan-Amarca, Ang-Amarca, Chenpi-Amarca, Vin-Amarca, y el capitolio Amarca. Alvarado destruyó este capitolio Patinamit-Amarca en 1524. El autor mira la forma América como una variación del nombre Amarca. Dice que los españoles oyeron este nombre desde su llegada á la embocadura del Orinoco, en 1499. Evidentemente Amarca debe de haber ayudado á la propagación del nombre América, y es una razón demás en favor de su origen indígena.

[52] Magalhaes-Strasse und Austral-Continent, auf den Globen des Johannes Schöner—Innsbruck, 1881, pág. 27.

[53] Grynoeus en 1532, en Bale, bajo el nombre de Novus Orbis, cita un tratadito geográfico de Sebastián Münster, donde en el mismo pasaje llama á Vespucci Alberico, y en seguida, hablando de las tierras nuevamente descubiertas, le llama Americo, y emplea el nombre América;—notable ejemplo de la confusión que introdujo el haberse atribuido á Vespucci el nombre indígena.

[54] The New English Canaan, or New Canaan containing an abstract of New England, by Thomas Morton, reprinted in Boston, by the Prince Society, 1883, pág. 235. La edición original es de Amsterdan, 1637.

[55] New England Rarities, by John Josselin, London, 1672, pág. 5—En uno y otro libro, los autores creen que ese nombre fué dado al principio al río San Lorenzo, que ellos llaman río Canadá.

[56] He aquí lo que Jacques Cartier, en su primer viaje al golfo de San Lorenzo, dice, respecto de toda la costa, desde Blanc-Sablon y Blest (Brador) hacia el Oeste:—“En toda la tierra hacia el Norte no he visto tierra suficiente para poder entrar en un benneau (cesto colocado en un carromato).” (Viaje de Jacques Cartier al Canadá en 1534, por Michelant—Paris, 1865, pág. 271.)

[57] Examen Critique, tom. IV, pág. 114.

[58] Examen Critique, tom. IV, pág. 154.

[59] Amerigo Vespucci, Nouvelles recherches, (p. 57); Viena, 1870. Esta opinión es excelente, y no puede estar mejor aplicada. El público conoció el nombre América, no mediante publicaciones aisladas y raras,—y cuenta que además, el público del siglo XVI no sabía leer,—sino por el decir que iba de boca en boca, y es así como ha guardado ese nombre, á pesar de todo.

[60] Martin Hylacomylus, páginas 154 y 155.

[61] Martín Hylacomylus, pág. 62.

[62] Santarem dice con razón:—“La mayor parte de los geógrafos de fines del siglo XVI y los del siglo XVII, propagaron esta confusión, sin tomarse jamás el trabajo de profundizarla.” (Investigaciones históricas, pág. 26.)

[63] Con excepción de Florencia y Pisa, el resto de Italia, sobre todo el Norte (Génova, Piamonte, Lombardía y Venecia) se resistió largo tiempo á adoptar y emplear los nombres Americus y América. Lo frecuente era que los escritores, en absoluto, no citaban á Vespucci, como lo hizo Castaldo en su Ptolomeo, en 1548; ó, si era asunto de citarlo, lo llamaban Alberico, cuando tenían necesidad de decir que el Nuevo Mundo (Terra Nuova) había sido descubierto por el navegante genovés Cristóbal Colón.

[64] Colección de los viajes y descubrimientos, etc., vol. III, sección segunda. Viajes de Americo Vespucci. Noticias exactas de Americo Vespucci—Madrid.

[65] Audiencia del Tribunal Correccional del Sena, 16 de Febrero de 1870. Asunto de autógrafos, Gazette des Tribunaux, y diario Le Temps. Véase también Faux Autographes. Asunto Vrain-Lucas, estudio crítico por Ernesto Charavay, Paris, 1870.

[66] Durante el segundo imperio Mr. Feuillet de Conches publicó en facsimil esta carta latina que Varnhagen reprodujo en su libro Americo Vespucci, pág. 89.

[67] Si los archivos y bibliotecas de España han sido mal conservados, y con demasiada frecuencia horriblemente saqueados, estos establecimientos, al menos, no guardan piezas falsificadas. La honradez castellana jamás ha permitido la furtiva introducción de piezas falsas entre los documentos históricos.

[68] Examen Critique, vol. IV, pág. 47.

[69] Examen Critique, vol. IV, pág. 47.

[70] Examen Critique, vol. IV, pág. 47.

[71] Examen Critique, vol. IV, pág. 48.

[72] Amerigo Vespucci, Lima, 1865, pág. 68.

[73] Examen Critique, vol. IV, pág. 107.

[74] Examen Critique, vol. IV, pág. 34.

[75] Examen Critique, vol. V, pág. 207.

[76] Examen Critique, vol. V, pág. 206.

[77] Investigaciones históricas y bibliográficas sobre Americo Vespucci, Paris, 1842, pág. 133.

[78] Amerrigo Vespucci, pág. 68, Lima, 1865, in folio.

[79] La doble r es también una prueba tan próxima á la certeza absoluta, como es posible en las condiciones en que nos encontramos, á la distancia casi de cuatro siglos, de que Vespucci oyó pronunciar el nombre Amerrique de boca de los indígenas, sea en 1498, sea en 1505, en el Cabo de Gracias á Dios, ó en la costa de mosquitos.

[80] Examen Critique, vol. IV, páginas 48 y 54.

[81] La Geografía di Claudio Ptolomeo Allessandrino, primera edición italiana por Jacopo Gastaldo, Venecia, 1548; cartas intituladas Terra Nova, et Universale novo, páginas 54 y 59, donde se en cuenta la Provincia de Castilla del Oro.


*** END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK 62211 ***